NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67717
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 24: CAPÍTULO 24

CAPÍTULO 24

—La próxima vez deberías venir mejor preparado —Comentó Edward a su hermano al encontrarle con él bajando las escaleras.

—Ya claro, el señor perfecto —respondió Jasper— Ya veo hoy estamos de buen humor ¿No?

—Pues sí —Para qué negarlo.

—Mamá se encargará de borrarte esa sonrisa.

—No veo cómo —ambos habían llegado a la cocina.

—Fuiste poco discreto anoche —Le dijo a su hermano en voz baja— Teniendo una habitación en el ático… —Jaspr negó con la cabeza— ¿A quién se le ocurre?

—Buenos días, papá —alegó Edward con tal de cambiar de conversación— ¿café? —Preguntó al ver la taza que su padre sostenía.

—Oh, por el amor de Dios —Intervino Jasper— déjale, hombre, un día es un día. Eres peor que tu madre.

—También es la tuya —replicó Edward.

—Edward, hoy cortarás el césped.

— ¿Cómo? —Rio Edward divertido.

—Y te encargarás de limpiar mi estudio.

—Estás de guasa.

—Te lo dije —habló Jasper tras él— mamá se ha encargado de todo.

—Vete a paseo —Contestó a su hermano y después miró a su padre— En serio papá, sabes de sobra que lo mío no es la jardinería.

—Y las mujeres tampoco —Hizo una pausa— Por lo que veo.

—Eso no es ninguna novedad —Jasper no dejaba de poner la puntilla— Pero eso ya lo sabíamos todos.

—Papá no voy a hablar de mi vida amorosa contigo.

—Pues yo sí, ¿Qué le has hecho?

 —Eso Edward —Jasper empezaba a ser irritante— ¿Qué le has hecho? —Arqueó las cejas, según lo que había oído no creía que Bella tuviera ninguna queja, pero picar a Edward, por la mañana, era una oportunidad que no desaprovecharía.

—Eso me gustaría saber a mí —Siguió su padre ignorando los comentarios jocosos de su hijo mayor—. Bella se ha marchado hace una media hora, y la impresión que me dio es que no estaba muy contenta.

—La jodiste ¿eh? —Jaser dio una palmada a su hermano.

— ¿Qué…? —Miró a su hermano enfadado— Deja de decir estupideces —le advirtió—. ¿Cómo que se ha ido? —Preguntó a su padre centrándose en lo realmente importante.

Jasper pareció darse cuenta de que no era el momento para más bromas, la situación parecía seria y la cara de Edward no era precisamente de alegría, así que se limitó a llenarse una taza de café y salir al exterior, hacía un día perfecto, Alice bajaría en cualquier minuto y volverían a la ciudad.

—Vamos a ver si me aclaro —Edward se pasó la mano por el pelo y se colocó, innecesariamente, de nuevo las gafas— ¿Se ha ido? ¿He oído bien? ¿O es una de tus bromas?

—No —Intervino Sally— Yo misma llamé a un taxi, parecía tener prisa. No dijo nada más.

— ¡Joder! —Edward no pudo evitarlo.

Se dio media vuelta dispuesto a recoger sus cosas rápidamente y salir a buscarla. Media hora. No podía haber llegado muy lejos, además no conocía la zona. Media hora, maldita sea, se había quedado dormido como un niño pequeño, tan satisfecho, tan feliz.

Mientras subía las escaleras se detuvo, la pregunta era ¿Por qué? Bella estaba tranquila, por la mañana al amanecer habían disfrutado de algo increíblemente sencillo pero apasionado, y él había salido de esa habitación sabiendo que dejaba allí, muy a su pesar, a una mujer encantadora con la que tenía claro iba a pasar mucho tiempo. ¿Entonces?

— ¿Mamá? —Edward llamó al estudio de su madre.

Entró al oír la voz de su madre hablar por teléfono, y esperó a que ella acabara la conversación.

— ¿Qué le has dicho? —Gruñó Edward nada ver el auricular en su sitio.

— ¡Edward!

—Se ha ido ¿Contenta?

—Hijo, tranquilízate, hablaremos.

 —Joder, no, esta vez no.

—No hables así.

—Deja de hacerte la estirada. ¿Quieres? Has sido fría con ella, no te has molestado ni en lo más mínimo en hablarle, jod… —Edward se detuvo— Me importa un pimiento lo que pienses. ¡No! —Levantó una mano para que su madre le dejara continuar— No me lo digas, como te he dicho me importa poco, o nada, has hecho lo que te ha parecido, pues bien, haré yo lo mismo, si no tienes inconveniente.

— ¿Quieres sentarte? , por favor -Esme vio por primera vez a su hijo verdaderamente enfadado— Simplemente quiero que conversemos.

— ¿De qué? ¿De cómo la has humillado? ¿De cómo la has hecho sentir inferior? ¿De cómo la has despreciado delante de todo el mundo?

—Yo no he hecho tal cosa.

—Mira, no tengo tiempo que perder, te lo repito, me importa una mierda tu opinión…

— ¡No hables así a tu madre! —Carlisle interrumpió la conversación— Bajo ninguna circunstancia se merece que utilices ese tono con ella.

—Pues debería pensárselo mejor antes de meterse en mis asuntos.

—En eso, cariño, el chico tiene razón —Concedió Carlisle.

— ¿A qué juegas, querido? —Preguntó Esme.

—A que te has comportado con esa chica de forma incomprensible —Espetó su marido con más calma— ¿No te das cuenta? Tu hijo está loco por ella. ¿No lo ves? —Esme le miró entrecerrando los ojos, eso no es bueno, pensó Carlisle, pero siguió adelante— Hagas lo que hagas, y estoy seguro que ya lo has hecho, no va a dejarla.

—Gracias papá, pero tengo que irme.

Edward les dejó, no quería perder más tiempo, ni tan siguiera recogió sus cosas, tan sólo la chaqueta la cartera y las llaves. Era todo lo que necesitaba.

— ¿Qué Bella se ha ido? —repitió Alice. Estaba desayunando con Jasper en la terraza y no estaba al tanto de todas las noticias. — ¿Por qué?

—En dos palabras: Mi madre —respondió Jasper sin más.

 — ¿Tu madre? No sé… —Se encogió de hombros—… ha sido muy amable conmigo, pero…

—Ya me he dado cuenta —dijo con sarcasmo Jasper.

Claro que se había dado cuenta, su madre no es que hubiera sido amable con Alice, es que estaba encantada con Alice, no paró de repetir lo contenta que estada, que por fin su hijo mayor había encontrado una chica estupenda. Que la señorita Brandon era un encanto. Jasper tiritaba de solo pensarlo.

¿Una mujer a la que encontraba fascinante y además gustaba a su madre?

Bella pensó, nada más llegar a la ciudad, que no era buena idea ir a su casa, Edward la buscaría allí. Alice no estada, así que cambió de parecer e indicó al taxista la dirección de Jacob. Necesitaba un amigo.

Mientras iba a su destino miraba por la ventanilla, sin saber muy bien como enfrentar todo esto.

Primero debía estar segura.

Hizo un repaso mental, ¿Desde cuando no tenía su menstruación? Era difícil saberlo, entre su estancia en el hospital, la medicación, el trabajo anterior al accidente, sus nervios… un caos, no recordaba haberla tenido.

Pero aun así… tenía que estar segura, necesitaba saberlo, antes de decidir qué camino tomar.

Cuando pagó al taxista, respiró profundamente. Era cierto, estaba embarazada. De camino a casa de Jacob había parado en una farmacia y se había hecho la prueba. Pero no sabía qué camino tomar.

Jacob oyó el timbre por causalidad, estaba medio dormido, no era extraño, después del maratón sexual de la noche anterior, lo ignoró.

Pero volvió a sonar, refunfuñando se sentó en la cama, miró a un lado y vio a Mindy desnuda, joder qué cuerpo, pero no pudo seguir con esos pensamientos, ya que quien fuera el pelma que llamaba insistía demasiado. Buscó algo que ponerse, sus vaqueros, no tenía prevista ninguna puta reunión social en ese momento así que despacharía rápidamente al imbécil que se atrevía a llamar con tanta insistencia un domingo a su puerta.

Murmuró a Mindy: —tranquila, ahora vuelvo —, y salió de su dormitorio, por el pasillo se abrochó los vaqueros, de mala manera y ni siquiera se molestó en ponerse unas zapatillas.

 Abrió la puerta, con cara de pocos amigos.

— ¿Quién cojones…? ¡Bella! —Era la última persona a quien esperaba.

— ¿Puedo pasar? —dijo ella.

— ¿Qué ha ocurrido? —Jacob se apartó y cerró la puerta tras ella— Pasa, deja eso ahí —Apartó la maleta— ¿Estás bien?

—Jacob, abrázame, sólo eso.

Él no habló más y lo hizo, Bella estaba tensa, lo notó enseguida, había llorado no recordaba cuando fue la última vez que la había visto así. ¿Tendría que partir las piernas a un médico?

Se abrazó con fuerzas a él, necesitaba su apoyo, necesitaba hablar con alguien, Jacob siempre se había mostrado comprensivo y en los momentos difíciles sabía mantener la calma. No la pasó por alto que tan sólo iba vestido con los vaqueros, pero hacia ya tiempo que no sentía nada de carácter sexual por su compañero, Edward acaparaba todo ese instinto.

— ¿Mejor? —Preguntó Jacob separándose ligeramente. Y ella asintió.

— ¡Sabía que era cierto! —Una voz femenina sobresaltó a ambos. Bella vio a una mujer envuelta en una sábana tras Jacob— Todo el mundo hablaba de ello, y yo como una estúpida creí que no era cierto, maldito cabrón.

—Espera un momento, Mindy —Pero ella ya se había encerrado en el dormitorio. — ¡Joder!

—Lo… lo… siento, de verdad, Jacob, no tenía ni idea de esto… yo… no sabía dónde ir. ¿Mindy?

—Ahora no, Bella —resopló él— Espera aquí, hablaremos en un minuto.

—No, mejor me voy, no quería molestar, de verdad que no.

Él vio las lágrimas al borde de sus ojos y cómo agarraba la maleta.

—Espera ahí.

—No es necesario, la que se marcha soy yo —una voz chillona les detuvo— Eres un cabrón hijo de puta, “no, no te preocupes Mindy” —La misma imitaba con voz ridícula las palabras de Jacob— “no estoy con Bella” —Ella siguió hablando— Eres un hijo de siete putas.

Jacob se quedó clavado, la dulce Mindy cuando buscaba insultos era de lo más imaginativa.

—Eso ya ha quedado claro —dijo el aludido— Y si te calmas podremos hablar.

—Me voy —dijo Bella con intención de no empeorar las cosas— Gracias por todo.

—No, he dicho que la que se va de aquí soy yo—. Aseveró cabreada Mindy.

—Mindy, escúchame, él no te ha mentido, nunca ha estado conmigo —Bella quería ayudar— Simplemente somos buenos amigos.

—Sí, claro y yo me chupo el dedo, por eso vienes un domingo a su casa y te abrazas a él en cuanto puedes. ¡Ja! ¡Amigos! ¿Te crees que tengo cara de tonta?

—Tranquilízate —Pidió Jacob. Pero mientras intentaba serenar a esa mujer Bella salía por la puerta, arrastrando su maleta y vio como se cerraba la puerta del ascensor.

— ¡Joder!

—Yo también me largo —. Dijo Mindy y se fue al dormitorio de dónde salió vestida en apenas cinco minutos para dar un sonoro portazo y dejarle plantado.

—Genial, cuando quieren, sí se dan prisa en arreglarse —. Jacob miró la puerta cerrada como un imbécil.

¿Dónde narices se había metido esta mujer?

Edward llevaba más de una hora, sentado en el coche esperando a que ella llegara. Había llamado una infinidad de veces, insistiendo porque pensaba que ella no quería abrirle, pero después consideró la posibilidad de que quizás no estaba en casa.

Desde el exterior, miraba una y otra vez la ventana del salón y allí no había ningún movimiento. Estaba oscureciendo, ella tendría que aparecer en cualquier momento.

Había llamado a Jacob pero este tenía el buzón de voz de su móvil conectado y no conocía a nadie más que pudiera ayudarle a buscarla.

Desesperado como nunca, golpeó el volante del todoterreno con fuerza, a medida y que iba pasando el tiempo y oscurecía cada vez estaba más fuera de sí.

Seguía sin tener muy claro dónde ir, había paseado la maleta por varias calles, sin realmente saber qué dirección tomar. Desearía poder estar en su apartamento, tumbarse apagar la luz y no pensar en nada. Ni siquiera en Edward, pensar en él resultaba doloroso.

Noto que tenía hambre, apenas había comido un triste bocadillo en una cafetería para pasar el día, pero es que tampoco le entraba la comida, tampoco había ni tan siquiera fumado un cigarrillo, no sabía qué iba a hacer, pero desde luego fuese lo que fuese tenía que hacerlo bien.

Sin saber cómo, pues su mente en ese momento no estaba para explicaciones, se dio cuenta que estaba en el parque situado tras su edificio.

—Supongo que, a veces, el subconsciente te guía cuando estás perdida —. Se sentó en un banco, puso la maleta a un lado y por un momento se permitió cerrar los ojos. No ver nada, intentar no sentir.

Todos sus esfuerzos fueron en vano, se dio cuenta de que era prácticamente de noche. Llevaba todo el día deambulando y su cuerpo necesitaba reposo.

Preguntó la hora a una transeúnte, casi las ocho de la noche, pese a sus temores no la quedaba otra opción. Se encerraría en casa, bajo llave, apagaría todas las luces, desconectaría el teléfono y así, sólo así, quizás consiguiera dormir y olvidar por unas horas.

Resignada se levantó y agarró su inseparable maleta, sin más que decir atravesó el parque y llegó a su edificio.

Buscó las malditas llaves, revolviendo su bolso, lo que la faltaba, que ahora las hubiera perdido.

—Menos mal. —Suspiró agradecida al encontrarlas.

— ¿Dónde has estado?

Las llaves cayeron al suelo de forma brusca y se llevó la mano al pecho.

Reconocería la voz en cualquier parte.

— ¿Vas a contestar? —Insistió él.

Pero ella no estaba para eso, se agachó de mala gana para recoger las llaves, pero Edward se adelantó.

—O me dices dónde has estado o nos quedamos aquí toda la noche.

—Que te den —Le empujó y Edward se quedó helado— dame las jodidas llaves —Y después añadió con sorna—: por favor.

Edward no se lo creía, vale, desde luego no iba a encontrarse a una mujer receptiva, pero tanta agresividad…, no tenía ganas de montar una escena en el portal de su casa, pese a haberla amenazado de ello, así que la entregó el llavero.

 Pero ahí no iban a acabar las cosas.

Bella casi le arrancó el juego de llaves, abrió la puerta y se dispuso a llamar al ascensor. No la hacia mucha gracia que él la siguiera, pero ya no la quedaban fuerzas para más. Él estaba enfadado, pues ella otro tanto, pero también agotada, así que lo mejor era llegar a su apartamento.

Edward quiso ayudarla con la maleta pero ella no le dejó.

Entraron en el ascensor, pensó que ella no lo permitiría, pero para su sorpresa no dijo nada.

Abrió la puerta de su piso y entraron. Ella ni se molestó en impedírselo.

Desconcertante.

—Tenemos que hablar —dijo él una vez que pudo mirarla a la cara—. Ya que mi madre…

—No estoy de humor —Le cortó ella en seco— Estoy agotada y necesito dormir.

— ¡Bella!

Pero era de idiotas insistir. La voz de ella reflejaba su cansancio, cuando entró en su dormitorio y cerró, Edward esperaba un portazo y no lo hubo, pensó que era mejor relajarse.

No podía, esa incertidumbre le estaba consumiendo. No oía ningún ruido. Se acercó a la puerta y llamó suavemente.

— ¿Bella? —Se pellizcó el puente de la nariz—. ¿Bella? Contesta, por favor —Intentó que su voz fuera suave, no quería transmitir su nerviosismo y su mala leche por no saber qué cojones estaba pasando.

Esperó unos segundos, pero no obtuvo respuesta, lo cual incrementaba su desconcierto.

¿Cómo podían cambiar tanto las cosas en menos de veinticuatro horas?

—Bella, no sé qué ha ocurrido —Edward siguió con tranquilidad— Habla conmigo, por favor.

Nada, ni un ruido, ni una palabra.

—Está bien —Su voz ahora indicaba que estaba perdiendo la paciencia— Como quieras, pero no vas a esconderte, vas a hablar conmigo, sino esta noche mañana por la mañana, no pienso largarme de aquí, tarde o temprano vas a dar la cara.

Edward furioso por su actitud se alejó de la puerta, esta vez no iba a dejar pasar las cosas, ella tendría que dar una explicación, ella no iba esconderse.

 Se sentó en el sofá, vale, tendría que pasar la noche en ese sofá, pues perfecto.

Bella ahogó sus lágrimas, no quería que él la oyese llorar, ya resultaba bastante patética como para encima despertar su compasión.

Eso nunca.

Capítulo 23: CAPÍTULO 23 Capítulo 25: CAPÍTULO 25

 
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