NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67739
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 3: CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 3

Miró fijamente la puerta, agudizando el oído para asegurarse de que todo estaba según lo previsto. No podía arriesgarse, debía mantener la cabeza fría, no dejarse llevar por las emociones… ni por las ansias de nicotina.

Dudó unos instantes al tener en su mano el cigarro más deseado de la historia.

Jugueteó con el mechero.

¿Al encenderlo haría mucho ruido?

¿Por qué no había pedido cerillas?

—Mmmm —murmuró extasiada al dar su primera calada—. Esto es la gloria.

Se dio cuenta de que quizás la abstinencia la estaba transformando porque hablar ella sola y de esa forma sólo podía ser producto de un intenso deseo: fumar.

Era el mejor cigarrillo de su vida, como el que una se fuma después de un polvo increíble, claro que haciendo un repaso rápido el polvo increíble tendría que ser producto de su imaginación, a falta de algo verdaderamente bueno como para recordarlo.

— ¡Sííí! —Volvió a suspirar, mientras disfrutaba expulsando en humo— Estoy como una puta regadera —Sonrió al pensarlo, pero qué importaba, ahora era cuestión de disfrutar del momento ¿No?

Cerró los ojos, disfrutando del cigarrillo prohibido, esa era una buena definición ¡Oh sí!

—Dame eso.

— ¿Cómo? —Preguntó sobresaltada abriendo los ojos de golpe.

— ¿No sabes que esto es un hospital?

—Yo…

Edward le quitó el cigarrillo, abrió la ventana y lo apagó en el alféizar, tirándolo después. Ella aprovechó para ocultar, lo mejor que pudo, la pitillera y el mechero, vale, Edward la había sorprendido jodiéndola el momento, pero bueno, podría tener una segunda oportunidad.

Sólo era cuestión de esperar el momento apropiado, no precipitarse y preguntarle cuando acababa su turno.

— ¡Joder! —Exclamó Edward.

Bella le miró hasta ese momento nunca antes le había visto hablar con ese tono y ese lenguaje.

—No pude evitarlo —Contestó ella con voz apagada, intentando aplacarle y parecer casi inocente.

— ¿Sabes qué enfermera está de guardia?

— ¡No!

Y eso pasa cuando te dejas llevar por el ansia. Primero debía haberse informado de todos los contratiempos posibles, se recriminó mentalmente.

—Esa misma —le dedicó una mueca burlona— Te puedes imaginar lo que pasará si ella aparece.

—No lo sabía. ¡Joder! Qué suerte tengo.

Se quedaron unos minutos en silencio mirándose, Edward, aparentemente había recuperado la calma, claro que por dentro estaba a punto de estallar.

Como un adolescente revolucionado por sus hormonas, un adolescente cachondo sería una buena definición, se había acercado hasta la puerta de la habitación de Bella con la intención de echar un vistazo, no de carácter profesional, deseaba verla simplemente. ¿Eso era tan difícil de explicar? Había hecho el idiota, desde luego, pero cuando estaba a punto de abrir la puerta oyó esos murmullos. ¡No podía ser! ¿Acaso ella se estaba masturbando? O peor aún ¿Había recibido alguna visita masculina a esas horas de la noche? De acuerdo, el hospital no iba prohibir las relaciones sexuales de sus pacientes, aunque tampoco iba a alentarlas.

Pero la idea de que estuviera con otro… pero esa estúpida idea la desechó en dos segundos, cuando al escuchar atentamente sólo recibió los sonidos guturales de la garganta de Bella. ¡Oh sí! Ella, estaba seguro, se estaba masturbando, eso le bastó para empalmarse en dos segundos.

Se la imaginaba tumbada, relajada explorándose a sí misma, claro, ella era una mujer que seguramente aceptaba tranquilamente su sexualidad y no tenía por qué avergonzarse de satisfacerse a sí misma, pero claro, podía por lo menos dejar mirar, o ya puestos colaborar.

¿Demasiado perverso quizás?

¿Doctor perverso, más bien?

No, desde luego que él era consciente de las necesidades de una mujer, así que podía perfectamente dejarla a solas con su intimidad y volverse a casa. Eso sí, con un dolor de cojones y sin solución a la vista.

Estaba a punto de darse la vuelta y marcharse excitado, aunque resignado, cuando percibió un ligero olor a… tabaco ¡Joder! No se estaba masturbando, bueno a lo mejor también, ¡Bella estaba fumando!

Así que abrió la puerta sin contemplaciones, y allí estaba, efectivamente, tumbada, con los ojos cerrados y una expresión de satisfacción absoluta. Como deseaba ser él el causante de esa expresión.

— ¿Vas a quedarte ahí toda la noche? —habló por fin ella, sintiéndose incómoda.

—No.

Edward se acercó a ella, Bella no sabía que intenciones llevaba, pero Edward pasó de ella olímpicamente, empezó a rebuscar en los cajones de la mesilla auxiliar, nada, tan sólo el móvil, pañuelos de papel… cosas inocuas.

Sacó la bolsa de aseo, era una posibilidad.

— ¿Pero qué narices estás haciendo? ¿Quién te crees que eres? ¿La jodida policía anti-nicotina?

Pero ni la escuchó, vació el contenido de la cama, Bella se sintió furiosa, eran sus cosas, además nadie mejor que ella para saber cómo realizar un registro.

Gruñó al comprobar que allí tan sólo había productos de higiene personal, pasta de dientes, tampones, pañuelos de papel…, recogió todo con tranquilidad, intentando pensar mientras tanto en una salida mínimamente coherente. La mirada asesina de ella le estaba poniendo nervioso. Mira que si llega a encontrar un vibrador o algo similar, le hubiera dado un ataque… ¡De celos!

—Dámelo —ordenó, tendiendo la mano.

— ¿El qué?

—Lo sabes perfectamente.

—Era el único cigarro que tenía. Ya puedes irte contento.

—No me lo creo, además, no he visto el encendedor por ninguna parte.

—Utilicé cerillas —Joder, Edward no era tan tonto como creía.

—Dámelo —repitió— Por las buenas o por las malas, como quieras.

—Te repito que no tengo más —Tenía ganas de reírse de sí misma, el mundo al revés, ella justificándose como un vulgar camello, claro que tantos años de servicio podían haberla influido algo.

—Como quieras.

Sin darle tiempo a réplica, se inclinó sobre ella, metiendo las manos debajo de la almohada, moviéndola involuntariamente.

Bella no sabía qué hacer. ¿Insultarle? ¿Gritar? No, gritar no, la enfermera de guardia esa noche era Henderson. Quizás… ¿Empujarle? Bueno la tentación de poderle tocar era grande, eso desde luego, pero…

—No tienes derecho a hacer eso —Protestó enfadada cuando él retiró la sábana de golpe, dejándola con las piernas al descubierto, además, por desgracia, o por suerte según se mire, tenía el camisón (ese increíble camisón que te dan en el hospital y que quita el sentido) subido hasta el borde de sus muslos.

—Mierda —masculló Edward al verla, todo parecía ir en su contra, sólo le faltaba eso. ¿O quizás estaba cabreado por que la tela del camisón no estaba dos centímetros más arriba? Déjalo, se ordenó a sí mismo— Abre las piernas.

— ¿Cómo?

—Ya me has oído, o me lo das tú o lo cojo yo, elige—. Lo cierto es que la orden de “abre las piernas” no era la más indicada, dadas las circunstancias.

— ¡No me lo puedo creer! —gritó indignada.

—Baja la voz. ¿Quieres? Henderson ¿Recuerdas?

¿Ahora tenía ganas de jugar con ella? Increíble, pensó Bella, parecía como si ese juego del gato y el ratón le estuviera divirtiendo.

Agarró la sábana intentando cubrirse de nuevo, ella era una profesional, sabía mantener la mente fría, aguantar la presión.

—No me dejas otra opción —Sin pensárselo dos veces metió la mano entre sus piernas.

— ¡Edward!

Bella no podía creerlo, ella estaba desnuda, no usaba ropa interior en el hospital.

La mano de Edward, se movió entre sus piernas, claro que ella no iba a facilitarle la tarea pues ejercía más presión.

—Contrólate chico —farfulló Edward, mientras movía la mano, buscando… ¿Buscando qué? Se preguntó mentalmente, con los nudillos notaba su vello púbico. ¡Lo que faltaba! Cerró los ojos un instante, contrólate, joder, si alguien hubiera oído algo y se acercara a la habitación encontrándole en esa postura…

—Déjalo ya —Protestó Bella moviéndose. ¿Moviéndose? Estaba loca, podía sentir la mano entre sus muslos, si bien eso no era ni desde lejos una caricia, era… ¿Agradable?

—Lo tengo —Edward sacó la mano de entre sus piernas, con la pitillera en la mano—. Lo sabía.

—Muy bien, sabueso, te has ganado una galletita —Contestó con todo el sarcasmo que pudo.

—Ahora… el encendedor.

— ¡No tengo endend…! —Se calló cuando el volvió a meter la mano, parecía más atrevido que antes, quizás alentado por la victoria anterior.

Movió la mano con lentitud bajando desde el muslo hasta detrás de la rodilla, primero una pierna y después la otra. Al no obtener resultado, sin pudor alguno, metió tranquilamente la mano debajo de su trasero ¡Oh Dios! , demasiado suave, pensó.

Menos mal que debajo del culo encontró el mechero, si hubiera tenido que seguir su exploración… la hubiera realizado con detenimiento y sin pasar nada por alto.

Cuando se enderezó, le mostró ambos objetos con una sonrisa de satisfacción cruel.

— ¡Bastardo!

Dándole la espalda, se acercó al cuarto de baño. Bella vio desilusionada como destrozaba casi medio paquete de tabaco, tirándolo al cubo de la basura, el muy cerdo, desmigó todos los cigarros, así se aseguraba que nadie pudiera aprovecharlos.

Volvió a la habitación, guardó la pitillera y el mechero en su bolsillo y se sentó junto a la ventana, abriendo ésta de par en par.

—Me voy a quedar congelada —Protestó ella.

—Es necesario ventilar el cuarto. Haberlo pensado antes —. Lo que no dijo es que él también necesitaba ventilarse, la corriente de aire frío tal vez pudiera enfriarle.

— ¿Satisfecho?

Él no dijo nada, mientras la veía moverse en la cama ajustándose las sábanas.

—Ahora ya puedes ir a dormir tranquilo.

—Eso es imposible —dijo entre dientes— Esperaré unos minutos a que esto se ventile

—Y yo me enfríe.

—No es necesario.

Edward no quería seguir con esa conversación, ya que ella jamás, admitiría su falta y él jamás la iba a conceder ese pequeño placer. Quizás podía proporcionarla otros. ¡Mierda! Ahora no era momento de pensar en eso.

— ¿Qué tal está el libro? —Inició de nuevo una conversación, ese era desde luego un tema seguro.

—Bien —dijo con desdén sólo para mortificarle, pues eso de la lectura no era lo suyo sólo que si a eso se añadía un cigarrito…

Edward se acercó a la mesilla y lo cogió, lo abrió justamente por donde ella lo había marcado.

Leyó por encima, vale, seguramente era un libro aburridísimo, no tenía que haber confiado en los gustos literarios de Mary, pero bueno a falta de algo mejor…

Casi se le cae el libro cuando empezó a prestar atención a la página.

¡Joder! ¿Eso hacían los agentes secretos?

Sin más cerró el libro, devolviéndole a la mesita, evitó mirarla, pues ella sabía perfectamente lo que había leído.

—Interesante ¿No? —Inquirió ella.

—Mucho.

—Te diré algo, llevo más de cinco años como investigadora y jamás, me ha ocurrido algo semejante.

—Quizás deberías ir sin bragas —Contestó Edward, como si estuviera hablando del tiempo.

—Sí, claro —Ella continuó con el mismo tono despreocupado— Tres días de mala manera en un coche incómodo, sin bragas y los vaqueros haciéndote una buena putada ¿No crees? ¿Cuál es tu opinión como profesional? —Toma, ésta si ha sido buena, sonrió ella.

—Que es preferible que uses falda. ¿No es más glamuroso?

—Depende —desde luego era rápido con las réplicas— Correr detrás de un sospechoso, con las faldas, sin bragas… no sé…

—Añade unos tacones de aguja.

Bella no pudo por menos que reírse, joder la estaba tomando el pelo ¿Le estaba tomando el pelo O quizás bromeando? El caso es que fuera como fuese estaba pasando un buen rato.

— ¡Qué típico! Eso no es nada original ¿Sabes? No sé por qué todos confesáis las mismas fantasías ¡Por favor!

—Lo siento, pero creo que no tenemos tanta confianza como para contarte mis preferencias ¿No crees? Así que me he limitado a un clásico del fetichismo.

— ¿Hablar con tu paciente de fetichismo y con dobles sentidos es correcto?

—Correcto no lo sé pero desde luego entretenido sí.

—Bueno, confío en que me des pronto el alta y no tengas la suficiente confianza como para contarme tus fantasías.

Edward la sonrió con verdadera simpatía, resultaba divertida y por lo menos no se mostraba ofendida ni escandalizada, hablaba con naturalidad. Eso es buena señal.

— ¿Segura?

— ¿De qué? —Eso le hizo estallar en carcajadas, ella le recordó que debía mantener silencio y hablar en voz baja, tal y como antes había mencionado él.

—Vale, vale, entonces entiendo que ambas cosas —Pronunció ambas cosas con socarronería— Lo dejas a mi criterio personal.

— ¿Tengo alternativa? —Contestó ella y se echó a reír. Tapándose la boca con la mano para hacer el menor ruido posible.

Estaba encantado con esa mujer, cualquier otra después de su registro estaría enfadada y escupiéndole a la cara, esta no parecía haber aceptado su destino, claro que… conociéndola, o empezando a conocerla, puede que tuviera un plan B.

—Bueno, confió en que no tenga que volver a…

— ¿Cachearme?

¿Cómo cojones respondo yo a eso?

—Espero que no intentes de nuevo fumar en el hospital —Edward se acercó apagando el pequeño fluorescente de detrás.

—Lo prometo, pero… esto es tan aburrido… un cigarro resulta tan gratificante —dijo con voz suave y tentadora.

Sin saber muy bien por qué, o sin admitir por qué, él se inclinó buscando su boca, ella no le defraudó. La posición era incómoda, él sujetándose con un brazo en el cabecero de la cama para no echar todo su peso sobre ella, no por falta de ganas, claro está. Sino más bien para controlarse.

Bella aceptó encantada este atrevimiento, ahora sí era bien recibido. ¡Cómo besaba Edward! Con suavidad, pero sin resultar aburrido, ella se entregó al completo ¿Cuánto tiempo hacía que no la besaban?

¿Cuánto tiempo hacía que no la besaban así?

Al principio se quedó quieta con ambas manos a los costados pero emocionada, como si fuera el primer beso, pero con naturalidad, levantó su mano y le acarició la mejilla. ¡Oh, sí! Ahora apreció todo su olor, ya no había dudas.

Edward se apartó, incómodo, y no por la postura apenas había luz pero se quedó mirándola fijamente, ella estaba igual que él.

Cualquier palabra en ese momento podía estropear la situación, cualquier doble sentido podía inducir a error.

Se incorporó, poniéndose de pie y avanzó hacia la puerta. Antes de abrirla la miró de nuevo.

—Ya tienes algo gratificante en lo que pensar. Buenas noches.

Y la dejó allí, cachonda perdida, con los labios ardiendo y la entrepierna palpitando.

— ¡Cabrón! —dijo en un susurro. Él ya no podía oírla, pero era un desahogo.

Un pobre desahogo.

 

 

Capítulo 2: CAPÍTULO 2 Capítulo 4: CAPÍTULO 4

 
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