NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67721
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 25: CAPÍTULO 25

CAPÍTULO 25

Abrió los ojos lentamente, intentado situarse, su cuerpo no estaba bien, no había podido descansar, sintió de nuevo las náuseas.

No, el día anterior no había sido un mal sueño, era real.

Se levantó de golpe, no tuvo tiempo ni de buscar sus zapatillas, salió disparada al baño.

Edward se sobresaltó al oír un gruñido seguido de un portazo. Levantó la cabeza por encima del respaldo del sofá, y lo único que vio es como rebotaba la puerta del baño.

—Bien, empezamos bien —. Suspiró y se dejó caer de nuevo en el sofá, su espalda iba a pagar caro el haber dormido ahí.

Cerró los ojos, quería tranquilizarse para poder mantener una conversación mínimamente decente con Bella, le daría su tiempo, pero nada más. Sólo tiempo.

Pero oyó como ella maldecía dentro del baño, seguido de los inconfundibles ruidos de alguien vomitando. La puerta había quedado entre abierta.

Se levantó disparado, no se puso la camisa, y corrió descalzo hasta el baño.

— ¿Qué te ocurre? —Se arrodilló a su lado e intentó ayudarla. Bella estaba abrazada, literalmente, al retrete, el pelo enmarañado y con cara de pocos amigos.

— ¡Lárgate! —Intentó que él se apartara pero las náuseas volvieron de nuevo y tuvo que preocuparse más de sí misma que de su inoportuno vigilante.

—Bella, por el amor de Dios —Edward sabía perfectamente cómo proceder, estiró un brazo y agarró una toalla— Toma —Se la ofreció.

Ella parecía no querer entablar ninguna batalla y la cogió, Edward se colocó tras ella, sujetándola el pelo y ayudándola a pasar el trance. ¡Joder! Estaba pálida, la sujetó con ambas manos y la acomodó mejor. Esperó pacientemente que remitiera su malestar, pues poco podía hacer en esos momentos.

—Ahórrate tus malditos consejos y lárgate —Insistió entre náusea y náusea, si estaba nerviosa ya de por sí, la presencia de Edward incrementaba su estado,además ese tono profesional que ella tanto odiaba no ayudaba, sabía perfectamente qué hacer. Lo primero deshacerse de él.

Bella levantó la cabeza y al sentirse algo más recuperada, se zafó de él, recostándose contra la bañera y escondiendo la cabeza, no quería que la viera de ese modo, él no era tonto y además médico, tenía que mantener la calma…

Otra ola de náuseas la hicieron abandonar sus pensamientos.

— ¿Mejor? —Preguntó Edward al ver como ella se sentaba de nuevo—. Toma, bebe —Le ofreció un vaso de agua— Respira tranquila, eso, venga ¿Puedes levantarte?

—Déjame —Sollozó— quiero estar sola.

— ¡Y una mierda! —. Rara vez perdía la paciencia pero con esta mujer estaba batiendo un record— Déjame ayudar a levantarte.

— ¡He dicho que me dejes! —Se abrazó las piernas.

—Bella, por favor, deja de comportarte como una niña, ven.

— ¡No!

— ¡Ya está bien! —Edward se puso de pie y le dio la espalda, así no, pensó, así no conseguiría nada, ella no se mostraría dispuesta a hablar—. Está bien —Se sentó a su lado, hombro con hombro—. ¿Qué cenaste anoche?

— ¿Qué? —Preguntó ella desconcertada, no espera en absoluto esa pregunta.

—Es evidente que algo te ha sentado mal. ¿Comiste algo en mal estado? —Insistió él—. ¿Tomaste alcohol?

—No necesito un jodido médico —Intentó apartarse de él pero Edward la mantuvo junto a él.

—Mira —Pasó por alto sus palabras hirientes— No es mejor sitio para mantener una conversación, pero si quieres que hablemos sentados en el baño, por mi no hay inconveniente, terminaremos con el culo helado, pero tú mandas —. La miró pero ella escondía la cara tras el pelo— ¿Qué te ocurre? , no es normal que te levantes en ese estado. Y no me vengas con bobadas.

—No quiero hablar de eso —. Replicó irritada, no iba a librarse tan fácilmente de él.

—Pues yo sí. ¿Se puede saber qué narices te pasa por esa cabeza? Me dejas plantado, te escapas de casa de mis padres, desapareces todo el santo día, apareces a las tantas y para rematar te encuentro por la mañana en este estado —Le levantó la barbilla para que ella no escondiera la mirada— Vas a decirme qué está pasando, me debes al menos eso.

—Ve a la mier…

—No, no me voy a ir a ningún sitio —Edward habló con una voz autoritaria e intimidatoria— No voy a irme a ningún lado ¿me oyes?

Ella intentó desviar la mirada, se estaba derrumbando, lo sabía, lo sentía. Edward siempre se mostraba comprensivo, paciente, ella había abusado de ello y ahora no podía pedirle más. Tenía razón, en todo, además le estaba insultando y haciéndole daño a propósito. Y, ¿por qué?

Miedo.

—Necesito… —Empezó ella con voz aparentemente serena, intentando ganar tiempo.

—No nos vamos a mover de aquí, así que empieza, y date prisa, antes de que se me quede el culo duro de estar sentado en el suelo.

Le miró un instante, esperando que él aflojase un poco el ritmo, que mostrase un signo de debilidad y así poder escabullirse pero era evidente por el rostro tenso de Edward que no era posible escapar.

—Estoy esperando —Insistió él. Y Bella tomó aire.

La miró de nuevo, era dura, muy dura, sabía perfectamente que le ocurría no era tonto, pero ella seguía haciéndose manteniéndose en sus trece, sin ceder, y sin, al fin y al cabo, confiar en él.

¿Qué la habían hecho para que se mostrase tan desconfiada? Por el amor de Dios, él no iba a dejarla por eso. ¡Joder no! Todo lo contrario.

—Yo… —Desvió la mirada, no quería sentirse así de estúpida.

—Mírame a los ojos. La cena de anoche no te sentó mal, no te pasaste con él alcohol, es más, yo diría que apenas lo probaste. ¿Entonces? —Quería ponérselo en bandeja.

— ¡Estoy embarazada! —Chilló—. ¿Contento? —Y se levantó con furia, empujándole y saliendo del baño.

Edward se desestabilizó, quedándose un tanto aturdido, esa no era precisamente la reacción que esperaba de ella. Creía que estaba asustada, que se sentía totalmente indefensa y vulnerable. Hasta ahí todo perfectamente lógico pero ¿Esa reacción?

Se levantó y salió tras ella.

Bella estaba en la cocina, apoyando las dos manos en la encimera, dándole la espalda, él no podía ver su cara, estaba claro que ella se escondía, no sólo de él, había algo más, y estaba dispuesto a saberlo.

—Bella… —Empezó con voz suave— Habla conmigo, por favor.

— ¿De qué? —Volvió a chillar—. Este es mi maldito problema, ¿De acuerdo? —Se volvió y le encaró— Vete de aquí. ¿No me oyes?

—No sabes lo que dices —aunque intentaba mantener un tono tranquilo de voz le resultaba impaciente.

— ¿No?

—No.

—Pues entérate bien —Estaba fuera de sí—. ¡No quiero nada de ti! , no quiero que DON PERFECTO me diga lo que tengo que hacer.

—En ese estado, lo dudo.

—Oh, oh, claro, tú, siempre tú, tan racional, tan correcto, tan… tan… vete al carajo.

— ¿Te estás oyendo? Deja de decir estupideces ¿Me oyes? —Se acercó a ella y la rodeó con los brazos, no sólo porque ansiaba el contacto con ella sino también con intención de inmovilizarla, no quería arriesgarse a que, en ese estado, pudiera darle una patada, por ejemplo—. Escúchame…

— ¡Suéltame! —Ella se retorció, pero era imposible librarse de él, Edward era más fuerte, y la tenía bien agarrada. Ya cada vez tenía menos ganas de luchar.

—Lo primero, vas a tranquilizarle y vas a escucharme —. Hizo una pausa, dándole tiempo a que ella se serenara y prestara atención a sus palabras, cuando creyó que ella prestaría atención continuó— Así está mejor—. Aun así la mantuvo abrazada con fuerza— Me dijiste que estabas tomando la píldora ¿Era cierto?

—No.

— ¿No? —Preguntó y se dio cuenta de la ambigüedad de la respuesta— ¿No, qué?

Edward se quedó pasmado, él pensaba que la razón de que la píldora no había resultado efectiva era a causa de la interferencia de los medicamentos, ¡Joder! ¿Cómo podía haber sido tan gilipollas? Él debía saberlo, mejor que nadie, y sin embargo no había vuelto a preocuparse por eso. Únicamente se preocupaba por desnudarla y follarla una y otra vez, sin pensar en más. ¡Joder!

—Explícamelo —dijo él al fin.

Bella permaneció nos instantes callada. Reflexionando, ¿Debería decírselo? Él estaba allí, junto a ella, y a pesar de todos los desaires, a pesar de su mal humor, seguía allí con ella, y eso que había hecho lo indecible por fastidiarle.

—Yo… —titubeó— Pensarás que lo he hecho a posta —Edward negó con la cabeza— Se supone que no puedo tener hijos. Que soy estéril.

— ¿Cómo?

—Tú debes saber mejor que nadie de que hablo —. Dijo con toda la ironía de la que fue capaz.

— ¿Estér…? —Edward se detuvo, ella era joven, estaba sana—. ¿Quién te dijo eso?

—No quiero hablar de ello.

Edward notó la angustia en la voz de ella.

—Bella, confía en mí, confía de una puta vez en mí.

El ambiente estaba demasiado tenso, ella quería esconderse, contarle a Edward lo que ocurrió en el pasado era revivir algo doloroso que aun, a pesar de sus intentos, no había superado del todo. Un hecho demasiado doloroso y vergonzoso. Él la odiaría, o peor incluso, sentiría lástima.

—Cariño, habla conmigo —Edward lo intentó con suavidad esperando así que ella confiara— Puedes contar conmigo.

—Aborté —dijo entre sollozos— Aborté —repitió— Era joven, imbécil y confiada ¿Contento?

— ¡Dios!

—Ya puedes decirlo, soy de lo peor, inmoral…

— ¡Cállate! —Y la abrazó con más fuerza— Cállate, no se te ocurra volver a hablar así.

Pero ella ya no escuchaba había empezado y no podía callar, ya no hay vuelta atrás.

—Tenía dieciocho años —Empezó— Vivía en casa de mis padres, un padre borracho y una madre ludópata, tuve que dejar el instituto y ponerme a trabajar, el dinero escaseaba —hipó—. Me ofrecieron un trabajo, como limpiadora, en el mismo instituto dónde yo había estudiado —Edward buscó un pañuelo y se lo ofreció, sin dejar de abrazarla— No era mucho pero ayudaba en casa. Más o menos iba bien.

Edward no sabía que decir, era la primera vez que ella se abría de este modo, por fin confiaba en él, ella pensaba que estaba horrorizado por lo que había hecho, pero no era así, estaba horrorizado porque una joven de esa edad pasara por aquello.

—Eras demasiado joven —Intervino Edward con voz demasiado comprensiva— nadie puede juzgarte por eso. Hiciste lo que creías que debías.

—A final de curso —Ella no le escuchó, o prefirió no hacerlo— Se hacía una fiesta de despedida para los que terminaban el instituto. Yo no estaba invitada, por supuesto —dijo con ironía— Pero el director me pidió que me quedara hasta el final de la fiesta para ayudar a recoger el pabellón deportivo, pues al día siguiente había un partido de baloncesto. No lo discutí —. Se sonó la nariz— La fiesta acabó tarde, y yo hice mi trabajo, al finalizar me di cuenta que había perdido el autobús para regresar a casa, así que empecé a caminar. No hacía mucho frío y no podía permitirme un taxi —. Hizo una pausa y respiró profundamente ahora estaba increíblemente más serena— No había caminado apenas unos metros cuando un coche se paró junto a mí —. Respiró un par de veces— Yo les conocía, eran dos chicos del último curso. Se ofrecieron para llevarme a casa. Yo no tenía motivos para desconfiar, así que me subí al coche.

Bella tuvo que parar, a pesar de poder hablar en voz alta de lo ocurrido e ir notando como se quitaba un peso de encima, necesitaba respirar profundamente; Edward seguía junto a ella, escuchando en silencio.

—Tranquila, cariño —Susurró él— respira.

La voz de Edward era suave, reconfortante, compresiva.

—Al principio —Prosiguió ella— No me percaté de nada pero después me di cuenta que no me llevaban en dirección a mi casa. Yo protesté pero se rieron de mí, dijeron que yo sabía perfectamente porqué me había subido al coche, que no me hiciera la tonta. Pararon en un descampado, a las afueras, yo estaba en la parte de atrás, les pedí que me dejaran marcharme, que no diría nada, que no me importaba volver a casa caminando, pero siguieron riéndose de mí, incluyo aumentaron sus carcajadas. Para ellos yo era una chica que trabajaba, no una estudiante, y por lo tanto sabía perfectamente que estaba haciendo.

—No sigas —Pidió él—. Me imagino qué viene después —Había verdadero dolor en la voz de él.

— ¿No quieres oír el resto? —Inquirió a punto de otra crisis de llanto—. ¿No querías saberlo todo?

—No es necesario —. Contestó con seriedad.

—Lo es —Se aclaró la garganta y continuó— Uno de ellos me inmovilizó los brazos, obligándome a tumbarme en el asiento para que el otro pudiera echarse encima. Pataleé, incluso le di en la cara pero eso sólo me valió una bofetada, que me dejó aturdida. Noté como me arrancaban la ropa, desnudándome de cintura para abajo. Yo era virgen. Y me violaron —. Notó la tensión de Edward, la apretabacon fuerza— Primero uno y después otro. Riéndose, haciéndome daño. No sólo físico.

—Y te quedaste embarazada —Concluyó Edward—. Tus padres te obligaron a abortar.

—No, cuando llegué a casa, mi madre me acusó de ir provocando, que era una causa perdida. Estaba resentida con mi hermano, él se largó de casa a los dieciséis y lo último que supe es que estaba en un centro de rehabilitación. Siempre le prefirió a él. Se dedicaba constantemente a repetirme una y otra vez que yo era carne de cañón, que me gustaban demasiado los chicos, que me abría de piernas a cualquiera —Bella buscó otro pañuelo— Así que no dije nada al llegar con la ropa destrozada.

— ¿Cuanto te enteraste que estabas embarazada? —Preguntó con suavidad.

—Mes y medio más tarde, no me había venido el periodo. No me lo podía creer, había oído que la primera vez era imposible quedarse embarazada.

—Eso es mentira, pero tú no lo sabías.

—Era algo a lo que agarrarse, era una esperanza. Cuando se lo conté al director éste me acusó de ensuciar el nombre de dos buenos alumnos, y me despidió. Me permitió quedarme hasta final de curso pero no me renovaría el contrato.

— ¡Hijo de puta! ¿Fuiste a la policía?

— ¿A qué? ¿A que se rieran de nuevo? Yo era poco menos que una mujerzuela, con un hermano drogadicto que había robado en la mitad de las casas del barrio. No, simplemente decidí que no podía contar con nadie y que yo debía solucionar esto. Tuve un poco de suerte pues en el instituto nos visitaron de la policía, con intención de reclutar a gente. Yo me apunté. No eran las mejores condiciones pero era la única salida. Fui a los servicios sociales en busca de orientación, allí me dijeron que poco podía hacerse, me insinuaron que lo entregara en adopción, lo cual me pareció cruel.

—Lo es —Corroboró él.

—Una de las asistentes me comentó la posibilidad de abortar, y me dio la dirección de una clínica. Yo estaba desesperada, así que fui allí. Me dijeron que era una intervención muy simple —Edward no estaba tan seguro, cualquier intervención por sencilla que fuese podía complicarse— Pero no lo fue, todo se complicó, el embarazo era ecto… algo.

—Ectópico —apuntó Edward y comprendió el resto.

Permanecieron en silencio, Edward no necesitaba oír más para darse cuenta. Pero aun así… ¿Quién fue el imbécil que le dijo que era estéril?

—De todos modos, eso no justifica lo de ser estéril —ahora hablaba el profesional de la medicina— ¿Te hicieron pruebas? ¿Análisis?

—Sí, me dijeron que prácticamente quedaba descartado que volviera a quedarme embarazada.

— ¿Qué motivo de dieron? —Ella se encogió de hombros.

—No pregunté más, sólo quería recuperarme, salir de allí e irme de casa. Olvidarlo todo.

—Pero… durante todos estos años has tenido relaciones sexuales ¿no?

Edward sonó tan prosaico que Bella hubiera preferido que no dijera nada.

—Yo… bueno, por miedo a contraer alguna enfermedad… —Qué difícil era decir aquello— utilizaba condón. Y además después de aquello, tarde más de cinco años en estar con un hombre. Y… bueno, la verdad es que no he tenido mucho éxito.

— ¿Tuviste ayuda psicológica? —Ella negó con la cabeza— ¡Joder! ¡Lo siento! —Se inclinó y la besó en la sien, meciéndola, intentando transmitirla todo su apoyo.

—Edward, entiendo que ahora, tú… bueno… pases de mí. No de preocupes, no te pediré nada, es mi responsabilidad.

—Cállate —Edward la hizo girar y cerró su boca con un fuerte beso— He dicho que te calles —dijo al ver que ella abría la boca— Sólo bésame.

¡Cielo santo! Cuánto la echaba de menos.

¡Dios mío cuánto le extrañaba!

—Edward, por favor… —Gimió ella.

—Hoy me has dado una noticia estupenda —Sonrió abiertamente, por primera vez en varias horas— Bella ¿te das cuenta? ¡Joder! Voy a ser padre.

— ¿Te… te alegras? —Preguntó desconcertada.

—Joder, sí, Dios, creo que me repito. Bésame, por favor, sino empezaré a decir tonterías.

Y ella lo hizo, sintiéndose querida en sus brazos, besándole con fuerza, casi a la desesperada. Era algo increíble, él seguía allí después de todo.

En sus labios sentía cada una de las palabras de apoyo y comprensión que él había pronunciado, esa cara de orgullo al decir que iba a ser padre no puede fingirse, no, no puede fingirse. Era increíble volver a estar en sus brazos, ¿Cómo podía haber sido tan gilipollas?

—Bella… —Suspiró él— Te quiero —Empezó a levantar su camiseta— Te necesito —rozó uno de sus pechos con la mano— No vuelvas a dejarme —Bajó la cabeza y succionó el pezón.

—Edward… para —Jadeó ella.

—No, ni hablar, ni lo sueñes, cielo, tenemos que celebrarlo —Se apretó aun más contra ella, aprisionándola entre su cuerpo y la encimera de la cocina.

No podía negarse, era Edward quien la besaba, era Edward quien reclamaba su cuerpo, era Edward quien la amaba.

—Edward… —Se aclaró la garganta— Yo también te quiero —dijo al fin.

Él dejó, por un instante, de prestar atención al pezón para mirarla.

—Hoy es mi día de suerte —Sonrió— dos buenas noticias, a primera hora. Bien. Dame una más, Bella, dímelo otra vez.

Ella se echó a reír, algo avergonzada, pues hasta la fecha nunca había pronunciado esas palabras y así, de repente, iba a decirlas unas cuantas veces.

—Te quiero, Edward…

Eso le bastó para cogerla en brazos y sentarla en la encimera, daba igual dónde o cómo, sólo podía pensar en una dirección, estar con ella, unirse a ella, dejar bien claro lo importante que era para él y que a pesar de todas sus dudas él iba a quedarse con ella.

Notó como iba desnudándola ¡En la cocina! Y cómo mantenía sus piernas abiertas, él estaba bien encajado entre ellas. ¿Ahora? Pensó ella. No, no podía ser, ella no podía en su estado.

—Suéltame —Le pidió suavemente.

Pero él parecía no oír nada, con la boca hundida en su pelo, mordisqueándola, mientras que sus manos la desnudaban, ¡Ya no tenía camiseta! ¿Cómo había sucedido?

— ¡Edward! —Él tenía una mano en sus bragas y se acercaba peligrosamente— ¡No podemos!

—Bella, ahora no te resistas —dijo al oído—. Sólo déjame —Su voz sonaba algo desesperada— Sólo déjame —repitió.

Eso pareció tranquilizarla, y continuó su avance, ella ya estaba excitada, sus dedos resbalaban en su interior, necesitaba más. Con la mano libre empezó a liberar su polla, menos mal que con las prisas tan sólo se había abrochado un par de botones del vaquero.

— ¡NO! —Gritó ella cuando notó a Edward colocándose en posición para penetrarla.

— ¿Cómo? —Él se paró en seco ante ese grito cercano al pánico— No juegues con esto, por favor —Parecía suplicar—. ¿Qué ocurre?

—No podemos hacerlo.

— ¿Por qué? —Preguntó con cierto grado de irritación.

—Porque… bueno ya sabes…

—Explícate mejor, porque en este momento no estoy para adivinanzas —Su enojo iba en aumento.

—Tú eres médico —Le espetó echándose hacia atrás, separándose lo máximo posible de él— deberías saberlo.

—Déjate de rodeos, habla claro. ¿Por. Qué. No. Podemos. Hacerlo? —Preguntó con fingida paciencia.

— ¡Estoy embarazada!

Edward se quedó sorprendido, ¿Eso era un motivo?

—Eso ya lo sé —Sonrió— Ya me lo has dicho —Volvió a apretarse contra ella.

— ¿Pero es que no me escuchas? Maldita sea Edward, las embarazadas no mantienen relaciones sexuales —dijo como si fuera una verdad universal.

—Me estás tomando el pelo ¿No? —Dijo riéndose— Ay, de verdad Bella, eres increíble —Por enésima vez, intentó el acoplamiento—. Si lo que pretendes es provocarme, te felicito, lo has conseguido, pero se acabó el juego, necesito follarte, ya, en este momento. Así que… —Quiso de nuevo penetrarla.

—Hablo en serio —Se resistía una y otra vez, para frustración de Edward.

—Vamos a ver —Inspiró para explicarse con tranquilidad— No sé dónde has oído tu semejante majadería. Escúchame bien, las mujeres embarazadas pueden mantener relaciones sexuales prácticamente durante todo el embarazo, y, créeme, sé de lo que hablo.

— ¡Eso te lo acabas de inventar! Todo el mundo lo sabe.

— ¡Joder! —muy a su pesar se separó de ella.

Bella se bajó de la encimera y recogió su camiseta del suelo para rápidamente taparse, Edward le daba la espalda, le oía refunfuñar, le veía pasarse las manos por el pelo, sin duda estaba nervioso, pero ella no podía correr riesgos, debía hacerlo todo bien y si eso implicaba un periodo de abstinencia sexual, quizás un pelín largo, pues que así fuera.

 —Vístete —. Ordenó al cabo de unos minutos.

— ¿Qué?

—No me repliques, te vienes ahora mismo conmigo.

Bella le miró intrigada.

— ¿A dónde?

—Ponte cualquier cosa, no tardaremos mucho.

Edward salió de la cocina en busca del resto de su ropa, mientras iba mascullando una y otra vez, ciertas palabrotas. ¿Cómo era posible que eso le ocurriera a él? ¿Quién podía ir diciendo por ahí semejantes barbaridades? ¿Quién había sido el estúpido/a que le había contado eso a Bella?

Iba a resolver, de una vez por todas, este asunto.

Terminó de vestirse y al ver que ella no le había hecho caso la agarró de una mano, arrastrándola al dormitorio. Allí, sin prácticamente mirarla, buscó en su armario y vio el dichoso chándal rosa, pues bien, que así sea. La obligó a vestirse en un tiempo récord.

Bella no sabía qué decir ante tal determinación por parte de Edward.

 

 

Capítulo 24: CAPÍTULO 24 Capítulo 26: CAPÍTULO 26

 
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