NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67722
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 1: CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 1

— ¡Joder! Para quieta, Bella.

—No puedo Jacob, me está ardiendo la pierna.

—Pues inténtalo, la ambulancia está al llegar.

— ¿Tú estás bien?

—Sí, no te preocupes ahora por mí. Haz el favor de no moverte. ¿Bella?

—Déjenos —Intervino un sanitario.

—Creo que ha perdido el conocimiento —dijo Jacob con voz indecisa. Los dos paramédicos inmovilizaron el cuerpo de Bella en la camilla. Antes de conducirla a la ambulancia comprobaron que, aunque débil, seguía teniendo pulso.

Jacob contemplaba la escena, de pie, viendo como el médico de urgencias y su ayudante, realizaban los primeros auxilios con el fin de estabilizar a Bella.

La explosión les había pillado por sorpresa. No estaban preparados para eso. ¡Joder! Se supone que sólo era una misión de seguimiento. No una batalla campal.

En un breve lapso de tiempo se había desatado el infierno. Ambos, permanecían ocultos en el segundo piso del edificio observando como Cayo Vulturi, conocido traficante, manejaba sus asuntos.

No tenían que intervenir, únicamente comprobar la rutina de las entregas.

El departamento sabía perfectamente cómo, dónde y cuándo se realizaban esas entregas, pero seguía permitiéndolo con el único fin de que Cayo se confiara, aumentara el volumen y así cazarle bien, sin posibilidad de alegar consumo propio u otra serie de tonterías para que un buen abogado le librase.

La operación de seguimiento y vigilancia les había costado ya a otro agente, siendo descubierto mientras transmitía información, por lo que Orson, el supervisor de Bella y Jacob, había decidido realizar toda la operación desde fuera.

Llevaban más de seis meses recogiendo información, largas horas de aburridas comprobaciones hasta encontrar el lugar exacto, un edifico de reciente construcción, aun medio vacío, aparentemente de oficinas, donde habían alquilado una de ellas, desde el segundo piso los dos agentes podían observar con cierta tranquilidad todos los movimientos que se realizaban en la planta baja a través del patio central del edificio.

Nadie sabía que Bella y él se habían instalado como una pareja de aburridos contables que iniciaban su andadura profesional. Incluso habían colocado el membrete el portal del edificio, y otros agentes les visitaban con documentos para simular la actividad. El plan era perfecto.

Pero mientras se cerraban las puertas de la ambulancia, con Bella dentro, aun inconsciente no podía menos que maldecir, acordarse de la madre de unos cuantos.

—Debe usted acompañarnos, esos rasguños no tienen buen aspecto —Le dijo el médico antes de subirse a la ambulancia.

— ¿Ella…?

—Mire, de momento no se preocupe, la hemos estabilizado, nos la llevamos al hospital, usted debería venir también.

—Estoy bien —Contestó Jacob resignado.

Si accedía ir al hospital era más bien para seguir a su compañera, no por sus propias heridas.

A Jacob le importaban una mierda sus rasguños, apenas unos arañazos en el brazo y en la cara, nada comparado con lo ocurrido a Bella. De todas formas quería acompañarla, de momento era el único que estaba allí, hasta que llegase Orson y su aluvión de preguntas.

Eso sí era verdaderamente odioso, ¿Cómo iba a explicarlo? Se suponía que estaban protegidos, que la misión no entrañaba riesgos, el aburrimiento y el sopor no podían ser considerados como tales. Ahora lo que realmente importaba era su compañera.

Al llegar al hospital empezaron a dolerle los oídos con la cantidad de personas a su alrededor, mientras conducían a Bella, aun inconsciente, a una de las salas de urgencias.

Aunque protestando siguió a una enfermera que se empeñó en curarle sus malditos rasguños. Como él ya sabía no eran importantes pero no iba a discutir, permitió que le lavaran y desinfectaran las heridas, cuanto antes estuviera libre mejor.

Cuando por fin salió de la sala de curas se encontró frente a frente con su superior.

—Explícamelo todo —Intervino Orson, evidentemente de muy mal humor y sin saludar previamente.

— ¿Quieres la versión para todos los públicos o la de para mayores de dieciocho años? —Preguntó sarcástico.

—Quiero saber qué coño ha pasado con vosotros dos.

—Bien —dijo con aire cansado— Hubo una explosión, nos pilló desprevenidos y una de las paredes hizo ¡pum!

—No es algo para tomárselo a broma, ¡Joder, Jacob!

—No me ha hecho ninguna gracia, pero en estos momentos lo único que quiero saber es como está Bella. Ni siquiera has preguntado por ella —Le dijo en claro tono de reproche.

—Mientras a ti te ponían las tiritas de chico malo he hablado con las enfermeras, únicamente me han dicho que debemos esperar, están con ella en el quirófano. Así que tenemos tiempo.

— ¿Es lo único que te preocupa? ¿Los detalles?

— ¿Dónde vas? —Preguntó Orson al ver que Jacob le daba la espalda.

—Ahora necesito estar a solas con mi compañera —hizo una pausa— La señorita cafeína.

Jacob se refugió en la cafetería del hospital, ahora notaba algo de dolor en el brazo derecho, quizás no había salido tan indemne como había creído, claro que sabía por experiencia que las molestias no se aprecian en caliente.

Llamó a la mejor amiga de Bella por teléfono. Alice Brandon,  relaciones públicas, con la que había intentado ligar en el pasado, pero que le había dado calabazas, ahora se toleraban, medianamente bien, por Bella. Bueno lo cierto es que seguía intentándolo periódicamente.

Alice apareció en menos de media hora, espectacular como siempre, no paró quieta hasta que todos la pusieron al corriente de los hechos: había que esperar.

Prefirió sentarse junto a él, en la cafetería, pues de todos los allí presentes era el único que conocía lo suficientes como para hablar.

Pero lo cierto es que no había mucho de qué hablar, Orson permaneció una hora más o menos en el hospital pero se excusó para atender otras obligaciones.

—Mantenedme informado —dijo.

Alice no sabía cómo sentarse, Bella llevaba más de dos horas en el quirófano y nadie decía nada. Aunque siguió dando la lata a las enfermeras y el personal de recepción tuvo que admitir la triste realidad, tenían que esperar.

Hábilmente, bajo la atenta mirada de Jacob, sacó su móvil y canceló varios de sus compromisos, él se lo agradeció en silencio. Eran los dos únicos allí presentes esperando noticias de Bella. Lo cual, bien mirado, parecía triste.

Los padres de Bella vivían fuera de la ciudad, pero lo curioso es que nadie, ni tan siquiera él, había pensado llamarles. Alice tampoco lo hacía. Curioso.

Jacob sabía perfectamente la extraña relación de Bella con sus padres, tantas horas en compañía, arrancaban algunas confidencias, pero poco más. El tema de los padres de ella era tabú.

Sabía que vivían en Manchester, su padre trabajaba en una fábrica y su madre era ama de casa. Tenía un hermano, más joven, que por lo poco que él había deducido era un bala perdida.

Bueno, ninguna familia es perfecta, bien lo sabía él, de padres divorciados, y con su propio fracaso matrimonial a cuestas. ¡Joder! Iba a cumplir dentro de nada los cuarenta y sólo le faltaba vivir de nuevo con su madre.

Déjalo, se dijo.

Ahora resultaba grotesco lamentarse de sus propios errores cuando su compañera de fatigas estaba en un quirófano.

— ¿Estás bien? —Preguntó Alice.

—Sí, ¿Por qué? —Jacob la miró, evidentemente el cansancio iba haciendo mella en su rostro.

—Te conozco lo suficiente para saber que te estás haciendo el chico duro, pero la verdad es que creo que deberías preocuparte un poco más por ti mismo.

— ¿A qué viene ahora ese repentino interés por mi persona? —Preguntó arqueando una ceja.

—Simple y llanamente porque cuando Bella despierte no quiero que se asuste al verte con esa pinta. Mi interés acaba ahí mismo. Chico malo.

Joder, Alice no bajaba nunca la guardia. Jacob se hubiera echado a reír si no fuera por lo inadecuado de la situación y lo deprimente que resulta la sala de espera de un hospital.

Aceptó el consejo de Alice.

— ¿Qué sugieres? —Preguntó.

Alice era una experta en organizar situaciones peliagudas, en mantener la cabeza fría y sobretodo en abofetearle verbalmente, pero ya puestos ahora era su única compañía y no tenía precisamente la mente muy lúcida.

—Si no estás herido, lo cual hasta que hable con el médico que te atendió no pasaré por alto, te recomiendo encarecidamente que: uno vayas a tu… bueno a ese sitio que llamas apartamento y te des una buena ducha; dos, que te cambies de ropa si tienes algo decente que ponerte —dijo en tono bajito— Y regreses antes de una hora ¿Podrás hacerlo?

—En el fondo creo que te gusto —Contestó irónico.

—No lo niego, el problema es ese, en el fondo, no sale a la superficie.

Jacob se levantó de la súper incómoda silla de plástico para hacer exactamente lo que Alice le había indicado, vamos, como un autómata programado. Bueno, siendo justos, si lo hacía es porque estaba de acuerdo con ella. Otra cosa muy distinta es que lo admitiera en voz alta.

Alice se recostó en la silla de la sala de espera, algo cansada de estar ahí sin poder hacer absolutamente nada, veía pasar a médicos, enfermeras, celadores, bueno vio desfilar a todo el personal del hospital pero nadie se acercaba preguntando por los familiares de Bella Swan.

Inquieta por naturaleza y decidida a no pasar más tiempo sentada, o medio tumbada, o de cualquier manera en la sala de espera se levantó encaminándose al mostrador de enfermería.

— ¿Podría informarme sobre el estado de Bella Swan?

—Aún no se sabe nada —. Respondió la enfermera de guardia sin tan siquiera mirar en el ordenador.

— ¿Podría consultarlo con alguien?

—No.

—Disculpe, llevo aquí… —Señaló la sala de espera— Más tiempo del que puedo precisar esperando noticias, supongo que algo se debe saber ¿No?

—No, hasta que el doctor Cullen no salga del quirófano.

—Genial.

Enfadada hasta el tope se volvió a la sala de espera, pasando antes por la máquina de café para por lo menos entretenerse con algo, cuando estaba a punto de coger el vaso de plástico alguien la asustó.

—Muy gracioso.

—Te la debía, bueno ¿Me das tu aprobación?

—Mira Jacob, no soy tu madre, así que no necesitas mi aprobación. Ahora bien, por lo menos estás presentable.

 —Gracias, mamá—. Se apartó esquivando una colleja— Ahora en serio, ¿sabemos algo? —Preguntó sin rastro de cinismo.

—Inténtalo tú con la sargento-enfermera, utiliza tu encanto de chico malo, a mí me a mandado a la mierda, con educación, pero a la mierda.

—Vale, utilizaré mí… ¿Cómo hasta dicho…? ¿Encanto de chico malo? —Alice no respondió— No sabía que lo tenía, pero ahora que lo mencionas… ¿Funcionaría contigo?

—Déjate de tonterías y concéntrate en la enfermera, quizás consigas algo más que información.

—Gracias por preocuparte por mi vida social, mamá. —Contestó escabulléndose antes de ganarse una buena colleja.

Sabía perfectamente que él no es que no tuviera encanto es que no lo necesitaba, por experiencia era más efectiva su acreditación para acceder a todos los lugares o para simplemente solicitar información. Además en caso de aparcar a un lado sus posibles, en teoría, encantos de cuasi cuarentón, y chico malo, (opinión de Alice) lo haría con alguien digamos…, más adecuado. Alice llevaba razón, no era una enfermera era la típica guardiana de un campo de concentración.

—Hola, soy Jacob Black, compañero de la señorita Swan, necesito información… —Le mostró su acreditación— Sobre su estado, llevamos aquí demasiado tiempo sin saber nada.

Aunque se esforzó, de verdad que lo intentó, por hablar en un tono suave, amistoso, formuló la pregunta con su tono habitual de investigador.

—El doctor Cullen aún sigue atendiéndola, no obstante, creo haber visto a la enfermera que le acompaña en la operación salir hace unos instantes, veré si puedo localizarla.

—Gracias, muchas gracias, señorita…

—Henderson.

—Gracias, de nuevo.

Le dedicó la sonrisa más falsa y más forzada de toda su vida. Y eso que a lo largo de su carrera como investigador había pasado por muchas situaciones incómodas. Encanto de chico malo ¡Ja!

—Tenemos que esperar.

—Ya veo lo bueno que eres sacando información —Contestó Alice de forma amarga, se había tumbado de mala manera ocupando tres asientos— Supongo que las sargentos-enfermeras no se te dan bien.

—La enfermera que ayuda al doctor ya ha salido del quirófano, enseguida sabremos algo —Contestó pasando por alto su comentario hiriente.

Jacob siempre recibía los ataques verbales de Alice, más o menos, de forma neutra, cada uno conocía perfectamente de que pie cojeaba el otro, pero esta noche estaba especialmente nerviosa y eso hacía que sus comentarios fueran más mordaces, no iba a culparla por ello. Desde que comenzó a trabajar con Bella y conoció a Alice, sabía que ambas estaban unidas íntimamente, incluso pensó en que esa relación no era sólo de amistad, al fin y al cabo eran dos mujeres solteras, mayores de edad y si querían ser amantes, pues adelante, una pena, la verdad, porque Alice estaba requetebién, una gran pérdida para el sexo masculino, pero que se le iba a hacer.

Afortunadamente para el sexo masculino en general, pero no para él en particular, a Alice le gustaban los hombres. Recordó aquella vez en que había quedado con Bella a primera hora de la mañana para atender un caso y fue a buscarla, entró como siempre, con la confianza que tenían ambos, (hacía unos meses habían intercambiado las llaves de sus respectivos apartamentos por si surgía una emergencia) y al entrar en el salón encontró a Alice con un maromo (producto de intensivas horas de gimnasio y sobredosis de anabolizantes) enredados en el salón del apartamento de Bella. Ni siquiera se fijaron en él, Bella le hizo una señal desde el pasillo, se disculpó por no haberle avisado antes.

Jacob no se quedó con las ganas de preguntar, en esa época estaba coladito por Alice (en la actualidad también, aunque ya lo estaba superando, más o menos) y aprovechaba cualquier excusa del trabajo para presentarse cuando ambas amigas habían quedado.

No sabía si Bella se hacía la tonta, o se divertía con la situación, pero siempre le informaba con antelación suficiente de dónde iban a reunirse para que él pudiera actuar en consecuencia.

Bella le hizo un resumen de porqué míster músculos aceitosos y Alice estaban en su salón, sobre su sofá, practicando algo parecido al sexo, ya que según opinión de Jacob incluso a él que le gustaban las sensaciones fuertes aquello le pareció excesivo. ¡Madre de Dios!

Mientras su cabeza daba vueltas a estas cosas miró de reojo a Alice, allí tumbada de mala manera, eso sí, impecablemente vestida, estaba muy buena, ¡Joder si lo estaba! ya no le tiraba los tejos, ¿Para qué? Aunque no descartaba la posibilidad de pillarla algún día con la guardia baja y aprovecharse de ella. Bella incluso un día le dio su bendición cuando salió el tema, “hazlo, si después eres capaz de enfrentarte a ella” le había dicho. Bueno ¿Y qué hombre no se enfrentaría a lo peor por tener una oportunidad con Alice Brandon? Claro, que por lo visto eran todos menos él, Bella no se callaba las andanzas de Alice en lo que a aventuras sexuales se refería.

¿Soy un pervertido? Joder, estoy pensando en llevarme a la cama a la mejor amiga de mi compañera, estando está en un quirófano luchando por su vida. Vale cuando esto acabe, no sólo la llevaré a la cama, pensaré en el montón de perversidades sexuales que puedo practicar con Alice, siempre y cuando ella acepte, y si no es así siempre tendré tiempo e imaginación para perseguirla y perfeccionar en mi mente todas esas perversiones. ¡Basta!

— ¿Se puede saber en qué estás pensando? Deberías verte la cara.

—Lo… lo siento, es que estoy demasiado exc… nervioso.

—Te entiendo —Alice se incorporó con esa gracia tan suya— Creo que tu informadora nos ha fallado.

Alice se acercó a Jacob para cogerse de la mano, gran error pensó él, pero ella no podía ni imaginar lo que estaba pensando hacía un minuto, estaba claro que la chica sólo buscaba apoyo al mismo tiempo que lo ofrecía. Aparcó por un momento todas las fantasías sexuales para mostrarse únicamente como un buen amigo.

—Buenas noches, soy el doctor Cullen.

Alice se levantó como impulsada por un resorte, Jacob también se incorporó pero aparentemente más tranquilo.

—Acabo de salir del quirófano —Continuó el doctor— La señorita Swan está siendo trasladada a cuidados intensivos, las próximas veinticuatro horas son decisivas.

—Exactamente que le ocurre, perdone doctor… —Alice no le había entendido y ni mucho menos se había quedado con su nombre.

—Cullen, Edward Cullen —Miró a Jacob que mostraba signos en su cara de haber estado en el accidente— Verá, su pierna derecha está bastante dañada, pero aunque le costará recuperar la movilidad completa eso es lo que menos me preocupa.

— ¿Y eso no le parece importante? —Chilló Alice.

— ¡Tranquilízate! —Intervino Jacob— deja que acabe.

—Gracias. Lo más preocupante es el coágulo que se le ha formado en el cerebro, eso es potencialmente peligroso —Se quitó las gafas y se pellizcó el puente de la nariz—. Esperemos que con la medicación el propio cuerpo vaya reabsorbiendo el coágulo y así puede recuperar la consciencia.

— ¿Está en coma? —Preguntaron Jacob y Alice a la vez.

—Sí, me temo que sí, está sedada para que no sufra ningún dolor y pueda descansar, así los medicamentos surtirán mejor efecto, de todas formas, como ya les he dicho, no podemos hacer otra cosa que esperar al menos veinticuatro horas para ver la evolución y saber con más precisión como pueden desarrollarse la situación.

—Esperar, esperar… Siempre dicen eso ¡Qué originales! —Explotó Alice.

—Perdone doctor Cullen —Intervino Jacob mirando a Alice para que mantuviera la boca cerrada

— ¿Podemos verla?

— ¿Usted ha sido atendido adecuadamente? Veo que también salió herido de la explosión.

—Sí, no se preocupe por eso. Ahora me gustaría… —Alice le tiró del brazo— nos gustaría verla.

—Esperen un instante por favor.

— ¿No cree, Doctor Cullen, que ya hemos esperado bastante por hoy? —Preguntó Alice haciendo hincapié en el nombre del médico que antes había olvidado.

—Alice… —advirtió Jacob— Disculpe, esperaremos aquí sus noticias —Le tendió la mano— Gracias por todo.

—Sí, gracias —recalcó Alice al ver como el médico se alejaba.

— ¿Esas son tus habilidades sociales? ¿Así trabaja una relaciones públicas? ¡Joder estoy impresionado!

—Vete a la mierda, Jacob, llevo aquí Dios sabe cuánto tiempo, apenas nos dedican unos minutos y esperas que me quede calladita, pues me niego —dijo mirándole fijamente.

Mierda, está divina, así con los brazos cruzados sobre el pecho, apretándose las tetas, ya de por sí llamativas. ¡Frena!

—Mira, si sigues con esa actitud tan despótica lo único que vamos a conseguir es que nos den una patada en el culo y nos nieguen la visita, por si no te habías dado cuenta ninguno de los dos somos familiares directos de Bella, así que no me jodas y compórtate, no tengo ganas de enseñar mi acreditación policial para pasar a verla y en el caso de tener que hacerlo no te incluiría a ti como acompañante. ¿Entendido?

—Uuuh, impresionas cuando hablas así, chico malo —Alice entendió perfectamente el razonamiento de Jacob— Vale, vale, no más pullas por hoy, seré un ejemplo de cordialidad y amabilidad. Pero mañana ya veremos —masculló entre dientes.

—Síganme, por favor —les interrumpió el doctor Cullen.

—Gracias doctor, esto… Edward —Contestó Alice con una angelical sonrisa que derretía al más pintado, Jacob se abstuvo de reír; cuando quería, Alice era única y por eso la deseaba, entre otras cosas.

 

 

Capítulo 2: CAPÍTULO 2

 
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