NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67742
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


ADAPTACIÓN DE NO ME MIRES ASÍ DE CASADO

MIS OTRAS HISTORIAS

El Heredero

El escritor de sueños

El escriba

BDSM

Indiscreción

El Inglés

Sálvame

El Affaire Cullen

El juego de Edward

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 13: CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 13

— ¿Me estás diciendo que tengo que encargarme de vigilar un polígono industrial? —Orson asintió— ¡Joder! Y si se me permite la pregunta ¿Qué cojones está pasando? Se supone que eso se lo encasquetas a los novatos.

—Ahora mismo andamos escasos de personal.

—Corta el rollo, ese disco está rayado —. Jacob se paseó molesto por el despacho de su jefe, algo pasaba y tenía que averiguarlo— Aquí están pasando más cosas de las que me cuenta, se supone que estaba investigando a Vulturi y de repente ¡pum! A la mierda todo el caso. ¿Ahora ya no es prioritario?

—Mira Black, no me vengas con tus salidas del tiesto, te expliqué claramente que tanto Swan como tú no podríais volver a encargaros de eso. ¿Quieres que vuelva a pasar lo mismo? —Jacob no estaba seguro de contestar a eso— Pues yo no, tu compañera ha estado grave, aún está de baja y no quiero cometer errores.

— ¿Me acusa de algo?

—No, simplemente de ingenuo, ¿Crees que Vulturi no sabe quienes fueron los agentes que lo seguían? ¿Crees que voy a volver a arriesgarme? Está todo dicho —. Orson dio por finalizada la discusión.

—Maldita sea, entiendo los riesgos pero de ahí a mandarme a hacer la ronda en un polígono de naves industriales me parece rastrero. Llevo más de doce años metido en esto, ¡Joder!

—Por eso mismo, tu experiencia es valiosa en casos como éste.

—No me venga con chorradas, ese trabajo puede hacerlo cualquiera. No me gusta que me tomen por tonto.

—Nadie lo ha dicho, así que acata las órdenes, ¡maldita sea!

— ¿Qué pasa con Bella? ¿Ha sido informada? —Jacob de momento no quería discutir más con Orson, así que prefirió retirarse a tiempo.

—No, cuando se reincorpore será difícil que lo haga tal y como estaba ahora, seguramente será destinada a algún puesto de administración o similar.

— ¿Cómo? —Se estaba cociendo algo gordo—. ¡No pueden hacer eso con ella!

—Después de lo ocurrido no puede enfrentarse a más riesgos, el haber sufrido en primera persona las consecuencias hace que un agente se muestre más predispuesto a fallar, ante el miedo y recordar las consecuencias.

—No está hablando en serio.

—Tranquilízate Black sé de sobra la relación existente entre vosotros dos, va más allá de lo profesional, y te entiendo —Jacob puso cara de póquer— Pero ella está tocada. Te guste o no es la verdad.

— ¡Lo que me faltaba por oír! ¿Y cuándo se supone que hablará con ella?

—Primero tengo que hablar con el médico que ha llevado su caso y después hablaré con ella.

—Genial —Esto se complicaba por momentos.

—Toma —Le tendió un archivo— Examínalo y ponte con ello cuanto antes.

Jacob se marchó sin ni tan siquiera despedirse ¿Para que la buena educación? Se la habían jugado, tanto a él como a su compañera. Eso estaba claro. Era del todo injusto. Los dos habían trabajo muy duro en el caso Vulturi y ahora les habían echado, por la puerta de atrás.

Tenía que hablar con ella, contarle lo que estaba sucediendo, durante días había evitado hablar de sus sospechas con ella pero ahora no tenía sentido. Bella tenía que saberlo.

Buscó en la agenda de su móvil y la llamó.

—Hola Jacob —Contestó ella al tercer tono.

—Necesito hablar contigo. Es urgente —. Y añadió para que no hubiera dudas—: muy, pero que muy urgente.

—Ese urgente ha sonado muy extraño. ¿Qué pasa? Y lo que más me preocupa es el tono que has utilizado.

—No estoy para bromas. ¿Quedamos para comer?

—Hummm… creo que sí.

— ¿Qué estás haciendo? —Jacob estaba mosqueando pues la oía jadear— ¿No habrás contestado al teléfono mientras tú y el doctor estáis… metidos en faena?

— ¡No seas bruto! —Ella se echó a reír, qué ocurrencia— Estoy en rehabilitación, me queda una hora más o menos, ¿Vienes a buscarme?

— ¿Me lo permitirá tu médico?

—No digas bobadas, a estas alturas me conoces de sobra.

—Bueno, eso pensaba —dijo algo más relajado— Pero últimamente estás muy rara. Hasta luego.

—Vete a la mierda ¿Me harás ese favor?

—Te recojo en una hora.

—Mierda, ¿eso crees?

—Orson no lo ha dicho abiertamente, pero está claras sus intenciones. Pasan de nosotros.

—El muy hijo de puta. Estuve con él hace unos días y no me mencionó nada. No podemos permitirlo.

—Créeme, lo sé.

—Llevas más que yo en esto, ¿No hay nadie con quien poder hablar?

— ¿Estás loca? Si Orson está ahora de mal humor imagínatelo cuando sus superiores le den el toque. No, esa no es la manera.

—No podemos ir por nuestra cuenta… ¿Oh si?

Jacob la sonrió.

— ¿Tú que crees?

—Dime por dónde empezar.

Era todo un reto, no tenían los informes pues Orson se había encargado muy bien de ello, no disponían de los medios suficientes, ya que al estar ella de baja y él asignado a otro caso tendrían que justificar sus peticiones de medios, y eso por supuesto conducía de nuevo a Orson.

Aun así no quedaba otra alternativa. Era arriesgado, sí, pero era la única solución. Tal y como estaban las cosas no podrían ir a peor. La primera opción era mostrarse de momento, sumisos ante su superior, si a Bella le ofrecían un puesto de oficina, eso podría ser hasta una ventaja. Eso le daría acceso a los informes del caso Vulturi así como a otros expedientes relacionados.

Bella se despidió de Jacob, algo más contenta y animada. De acuerdo, se estaban arriesgando, jugándose el puesto, pero… ¿Qué importaba? Llevaba demasiado tiempo sin hacer nada, ahora necesitaba un poco de acción. ¡Edward!, mierda, él no iba a ser tan comprensivo en eso. En cuanto se enterase de ello, se supone que entre amantes no hay secretos ¿Amantes?

Qué bien suena eso.

Y hablando de amantes, ¿Qué plan tenían esta noche?

Edward la había acompañado hasta la salas de rehabilitación y obligándola a entrar, a disculparse con las cuidadoras y por supuesto a aceptar las regañinas, eso sí, cariñosas. Después de eso, se despidió, despareciendo por el pasillo, ni tan siquiera un mensaje, una insinuación.

¿Iba a ser siempre así? Aparezco, te hecho un par de polvos (y otras cosas que ahora no quería recordar para no sonrojarse en la vía pública) y ¡Chas! desaparezco, me dejas hecha polvo y vuelves a aparecer, dándome otra buena ración de sexo. Además de hacerme la cena claro, no hay que olvidar eso. A la mierda, si quiere algo que lo diga. Yo he sido diplomática, paciente ¿Y qué? Pues que Edward llega y me desbarajusta todo, y yo como una boba le sigo la corriente ¡Pero qué corriente!

El sonido de su móvil la sacó de sus tribulaciones.

—Te has vuelto a escapar.

—Yo… esto… ¡No! — ¿Pero es que este hombre tenía una especie de radar o qué?

— ¿No? , pues perdóname, pero dejo mi consulta a medias para comer contigo y ¿Qué me encuentro? nada, ni rastro de mi bombón de fresa favorito —. Su tono medio reproche medio broma la hacían sentir cosas muy extrañas en el estómago.

—Edward, lo siento —¿Por qué me disculpo? ¡Ah sí, la diplomacia— Fue una emergencia. De trabajo.

—Tú no estás trabajando.

—Lo sé, lo sé, simplemente… — ¿Decirle a tu amante que habías quedado con otro estaba bien?— Jacob vino a buscarme y bueno… me invitó a comer —Esperó a que él interrumpiera o algo— Oye, si quieres te lo cuento más tarde, yo… no podía evitarlo, fue algo que surgió repentinamente.

—Está bien —. Aceptó el y ella le oyó reír.

—No te rías —Echaba humo, ella disculpándose y el otro riéndose, ¿Diplomacia? Y una mierda— Mira, chaval —dijo en tono belicoso— No pretenderás que me quede como una boba esperándote, no me dijiste nada, si querías invitarme a comer podrías haber insinuado algo ¿No?

—Dios, ¡qué ácida eres cuando te enfadas! —Seguía riéndose y al escuchar el gruñido de Bella dejó de hacerlo— Vale. Ahora te lo dejaré claro: no hagas planes para esta noche.

—No los tenía —Contestó petulante.

—Mejor. Yo sí tengo planes —. Estupendos planes, pensó.

—De los cuales, como es habitual en ti, me informarás en el último momento.

—Me conoces muy bien. Hasta luego —Hizo una pausa— Bombón de fresa. —Y colgó.

Esto la hizo reír, de cualquier otro hombre esa frase pedante y con marcado carácter machista hubiera terminado mandándole inmediatamente a la mierda, o más allá, y no volver a verle. Pero dicho por Edward, con toda la intención del mundo de provocarla, tenía un efecto diferente.

Jasper había utilizado la misma expresión, ¡Oh dios! Esto tenía que comentarlo inmediatamente con alguien de confianza y del sexo femenino, por supuesto. Dejó tres mensajes en el buzón de voz de Alice, sabía que estaba ocupada pero ¿tanto? Se inclinó a pensar que más bien su ocupación no estaba directamente relacionada con su trabajo, más bien con cierto caballero de boxers rojos.

Sonrió ante su ocurrencia.

Sabía perfectamente que esa relación era básicamente producto de la atracción sexual, ambos, Alice  y Jasper, eran lo suficientemente adultos (la mayoría de los días) para divertirse sin complicaciones. Eso la hizo reflexionar sobre sus propias vivencias ¿Se puede considerar relación de pareja a unos buenos polvos acompañados por una cena casera improvisada?

Era demasiado pronto para ni siquiera poder plantearlo, pero la situación era demasiado nueva para Bella. Si bien, el pasado, había repetido con algún hombre nunca había pasado de ahí, pues la decepción, en muchos casos mutua, hacía imposible una tercera cita. Pero lo realmente curioso de esta ¿relación? era que en ningún momento ninguno de los dos había hablado claro, había surgido, espontánea, simple y llanamente.

Pero la pregunta del millón era ¿En qué se estaban basando? ¡Por favor! Déjalo ya, se reprendió a sí misma, estaba desvariando. No analices la situación, no intentes entender lo que pasa, si es una atracción puramente sexual, pues bien, mira por dónde tendré experiencias realmente satisfactorias, si es algo más… pues ya lo descubriré más adelante. Ahora lo importante era estar preparada para esta noche, Edward, esta vez sí, le había dicho formalmente que tenían una cita, tal vez no con esas mismas palabras pero evidentemente era así.

La cuestión por ahora, era saber qué hacer ¿Esperarle en casa? ¿Desnuda? , sonrió ante esa locura, aunque seguramente el médico no pondría objeción alguna. Pongámonos serias, de momento tienes un par de horas, o algo más para llegar a casa y arreglarla y arreglarte tú también.

Manos a la obra.

Limpiar no es la afición favorita de nadie, pero para Bella constituía un reto, su apartamento, menos mal que era pequeño, tenía toda una serie de rincones interesantes. Y algunos, por lo visto, con vida propia. Tras un concienzudo reconocimiento, se sentó en un taburete y admiró su obra, Alice tenía razón (como en otras tantas cosas) y debía haberse preocupado un poco más por la decoración.

Cierto es que al principio cuando alquiló el apartamento su único requisito era ser económico, le daba igual si las cortinas combinaban con la tapicería (Al parecer para la mitad de la población era un requisito imprescindible) pero lo cierto es que podía dejarse caer por uno de esos grandes centros comerciales en donde existen gran variedad de objetos para decorar (o por lo menos para adecentar) una casa a precios económicos. Ahora podía permitirse gastar un poco en algo así.

Pero al recordar los comienzos en los que gastar de más, resultaba nefasto para su menguado presupuesto, días en los que no podía pagar un almuerzo decente. Recordó con tristeza como Alice, fingiendo ser regalos de empresa, le traía muestras y cosas que no eran muestras. Ahora, por lo menos, tenía la situación más o menos estabilizada, llegaba a fin de mes; que no es poco. De vez en cuando se daba un caprichito y con el tiempo cambiaría de casa. ¿De qué sirve el dinero en el banco?

¡Edward! joder, se había olvidado de él, se supone que llegará de un momento a otro, se supone no, seguro, es demasiado formal como para no hacerlo. Se dio una ducha rápida, ya no había tiempo para alisar el cabello, mierda, tener un pelo que no es ni liso ni rizado es una de los peores castigos. Se lo secó de manera apresurada (así debió quedar) y sin prestar mucha atención se hizo un recogido de los de aquí te pillo aquí te mato, si previamente no has preparado tu cabello no pretendas arreglarlo con un bote de laca. Bueno, por lo menos, la casa estaba ordenada, ella preparada. Como no sabía dónde iban a ir, si es que salían, únicamente se puso unos vaqueros más o menos nuevos y una camiseta, suficientemente ajustada para que él se preocupara un poquito, junto con unas pequeñas sandalias, de tacón bajo (no quería correr riesgos, es decir, aguantar el sermón paternalista de su cita).

Se fumó el último cigarrillo del día, eso sí junto a la ventana, no quería dejar ningún rastro.

Edward llamó al telefonillo, eso era una señal inequívoca de que iban a salir.

Bueno, pues qué bien. Recogió su bolso, no iba a juego, pero no tenía otro lo suficientemente grande como para llevar todas sus cosas, y bajó. Él la estaba esperando junto a la puerta del copiloto, ella comprendió porqué, quería mostrarse como todo un caballero y ella iba a dejarle, no está mal que de vez en cuando una sea bien atendida.

Antes de abrir la puerta la sorprendió con un beso fuerte. Uy, uy, la noche promete. Bella, encantada, pasó una mano por el cuello y le atrajo aún más.

—Deja de frotarte contra mí —dijo él sin mucha convicción.

— ¿Yo? Eres tú el que me está apretando contra el coche.

—Ya, claro, pero tú no vas a tener que andar por ahí disimulando esto —Bajó la vista y señaló su abultada entrepierna.

—Pues… —Le dio unos golpecitos juguetones— desarma la tienda de campaña y vámonos.

Cuando por fin se sentó en el Land Rover, mientras Edward se incorporaba en su asiento se dio cuenta de que siempre era él quien llevaba la iniciativa. Ella debía haber sido un poco más atrevida y ser quien hubiese iniciado el beso. La próxima vez estaría preparada.

¿La próxima vez? Qué bien sonaba eso. Sonrió mientras él se internaba en el tráfico.

Hablaron durante el trayecto hasta el restaurante de cosas sin importancia, excepto cuando Edward introducía en la conversación algún deseo (al parecer irrefrenable) para esa noche tras la cena, eso animaba sin duda la conversación ¿Por qué no entraba ella en el juego? Podía mostrarse un poco más activa, Edward le otorgaba confianza para hablar, para que ella se mostrase abierta. ¿Por qué no hacerlo?

Porque eres una gilipollas, y por mucho que te esfuerces en ocultarlo tarde o temprano acuden a tu cabeza las frases demoledoras con las que su madre solía atormentarla.

Los chicos sólo quieren una cosa, y parece que tú estás encantada de dárselo. Luego te dejarán preñada y si te he visto no me acuerdo. No tenía por qué ser así, ella decidía con quién y cómo, no tenía por qué ser como vaticinaba su madre. Ella también había pasado olímpicamente de hombres estúpidos sin remordimientos, pero en todas las ocasiones había un denominador común, siempre eran ellos quienes iniciaban el acercamiento, ella jamás se mostraba interesada por un hombre, eso no era propio de una mujer, producto de una educación estúpida que caía sobre ella como una losa. Si bien a veces, se había planteado hacerlo, o bien lo había comentado con Alice, nunca lo había llevado a la práctica. Sabía que a los hombres, por lo menos a algunos, les resultaba atractivo que una mujer tomara la iniciativa, y Edward se lo había puesto realmente fácil, él mismo le había pedido que hablara con naturalidad, de lo que deseara y seguramente no pondría ningún reparo en que ella le formulase algunas indicaciones.

Pero la cuestión seguía ahí.

—Debe ser importante —dijo divertido antes de comenzar la maniobra para aparcar— No has dicho nada en un buen rato.

Le miró, esa era la oportunidad, él se había girado para aparcar, agarrando con una mano el reposacabezas, inclinándose ligeramente y dándola acceso. Levantó una mano, con vida propia y la dirigió a su mejilla, sorprendiéndole, Edward volvió un segundo la cabeza y sonrió, se mostraba encantado.

¿Ves? Un gesto simple pero efectivo. Le dejó que terminara de aparcar. Como una buena chica esperó a que él abriese la puerta, ella ya tenía el tirador en la mano pero paró en el último momento.

Con toda naturalidad él la cogió de la mano para conducirla al restaurante. Bella sabía perfectamente qué tipo de restaurantes frecuentaría Edward ya que no era el típico que se conformaría con cualquier cosa, no miraría las cartas dos veces, una para el menú y otra para los precios.

Como también sabía que tendría que estar más que atenta para no cometer ninguna estupidez y dejarle a él llevar el mando. Cosa que odiaba. Entraron agarrados de la mano, y nada más hacerlo Bella se quedó sin habla; el restaurante en cuestión no era lo que esperaba, no al menos de Edward.

¡Caramba! Él sí sabía sorprender.

—Pero… ¿Qué haces tú por aquí? —Les dijo un hombre nada más atravesar la puerta.

— ¿Intentar cenar? —Respondió Edward divertido.

—Bueno, eso puede arreglarse —miró a Bella— ¿No vas a presentármela?

— ¿Serás bueno?

—No tengo más remedio, mi mujer está allí —Señaló la barra.

— Bella, te presento a Emmett McCarty, uno de mis… ¿Debería decir peores? Sí, uno de mis peores amigos.

— ¡Bah! —Resopló éste— Con eso no te acercas ni la mitad —Se dirigió a Bella— Encantado Bella —. Miró de nuevo a su amigo pero no dijo nada, sólo arqueó una ceja.

—Gracias —respondió ella amablemente. Edward la estaba presentando a uno de sus conocidos y por suerte no parecía ningún estirado. Y eso daba qué pensar, pero si lo hacía arruinaría la velada, por lo que aparcó sus inquietudes para otro momento.

Cambiaron un par de comentarios entre ambos durante unos minutos antes de que Emmett les condujera a una mesa. Bella sonrió, en ese restaurante no tendría que estar pendiente de ser una súper señorita, era agradable, con ambiente tranquilo y sobre todo estaba encantada que Edward, con su aire de estirado (a veces era insoportable) conociera restaurantes donde los manteles eran de papel.

Emmett les entregó las cartas y les sirvió, sin que nadie se lo hubiera pedido, vino. Edward se lo agradeció con un comentario que Bella no entendió, seguramente si eran amigos lo eran desde hacía tiempo, bueno, era lógico todavía ninguno de los dos sabían de la vida del otro lo suficiente. Más tarde, seguramente, hablarían de ello.

Como una mala costumbre, ella leía alternativamente los platos y los precios de la derecha, disimuló una sonrisa, ella podría pagar la cuenta sin sufrir por ello un descalabro económico.

¿Sabría Edward algo de sus finanzas? Bueno tampoco había que ser un lince para descubrirlo, ninguna mujer con recursos económicos tendría un apartamento tan sumamente horrible como el suyo; bueno, qué más da. Bueno, sí que da, ¿Se estaba rebajando con ella? ¡Nooooo! Eso es injusto. Pero puestos a ser injustos ¿No quería llevarla a uno de esos sitios de cinco tenedores que seguramente él conocía y frecuentaba? ¡Mierda Bella! Se te va a indigestar la cena como sigas por esos derroteros.

—No sé qué te pasa esta noche, pero sea lo que sea, espero que no interfiera en mis planes.

— ¿Eh? —Ella salió de sus cavilaciones al oír el tono bromista de Edward— Perdona, estaba… —busca algo convincente— Estaba repasando unos datos que me trajo Jacob, nada, no te preocupes.

—Bueno —Él volvió a leer su carta— ¿Has elegido ya?

—Edward —Bajó la voz— Tengo un pequeño problema —. Había estado tan ocupada con sus cavilaciones que no se había fijado bien en la carta, los platos eran prácticamente desconocidos.

—Dime.

—No sé qué pedir… esto… —Señaló el menú— ¿Qué es?

Edward aguantó la risa.

—Pediré yo por ti.

— ¿Sabes? —Ese tono condescendiente no le gustaba— De momento… —recalcó bien las palabras— No tenemos tanta confianza como para eso.

— ¿No? , vale, como tú digas. Pues elige tú —. Tomó un sorbo de vino, esperando la reacción de ella.

Y ella quería tirarle la copa a la cara por observarla de esa forma.

—Podrías… simplemente explicarme un par de cosas —le pidió intentando ser amable, lo cierto es que estaba perdida.

— ¿Tenemos confianza como para eso? —Se burló.

Donde las dan las toman y callar es bueno.

— ¿Habéis decidido ya? —les interrumpió Emmett.

Bella se abstuvo de dar una patada en la espinilla a Edward.

—Sí —aseveró Edward mirándola, esperando que ella protestara.

—Emmett, ¿Qué me recomiendas? —Inquirió sonriendo como si supiera de qué estaba hablando— No termino de decidirme.

—Veamos, eso depende ¿Te gustan los sabores fuertes?

—Hummm —Bella parecía meditar, aunque en realidad sólo quería ganar tiempo— Edward ¿Tú que has pedido?

—Aun no lo he hecho —. Bella disimuló, pero se estaba rifando una patada en la espinilla o en alguna otra parte de la anatomía humana que resultara más doloroso.

—Confió en ti, Emmett —dijo toda lanzada.

—Está bien. Haremos una cosa, si quieres te traeré un menú de degustación —. Edward se rio por lo bajo, había que admitir que no era tonta.

—Gracias, eres un cielo —dijo mirando a Edward levantando las cejas como diciéndole chúpate esa.

El que de momento estaba a salvo de patadas pidió tranquilamente, incluso preguntando alguna que otra cosilla acerca de los platos, Grrr, como odiaba eso, parecía que tenía que saber de todo, saber comportarse siempre correctamente. Emmett anotó todo y les dejó de nuevo a solas, ahora Bella no sabía muy bien qué decir, pues Edward, seguramente estaba esperando la pulla. Pues no, esta vez no, podía ser amable y educada, (o al menos intentarlo).

— ¿Desde cuándo conoces este sitio? —Le preguntó suavemente eligiendo un tema seguro.

—Emmett y yo somos viejos amigos, estudiamos juntos, cuando acabamos la carrera él abandonó la medicina y montó este restaurante. Conozco a toda su familia.

—La verdad es que parece un sitio agradable —dijo de forma neutra, eso siempre era adecuado ¿No?

—Bella, ¿se puede saber qué ocurre? ¿Por qué estás nerviosa?

— ¡No estoy nerviosa! —Se defendió ella.

—Vale, no estás nerviosa —Se rio— Pues entonces déjame elegir otro calificativo. Estás… rara.

— ¡No estoy rara! —Volvió a defenderse.

—Está claro que no acierto, vamos a ver, relájate.

—Edward déjalo ya. No estoy rara, ni nerviosa ¿Vale? Ahora cuéntame cómo te ha ido el día —Eso era un buen tema.

— ¿De verdad quieres saberlo? —Al ver la cara de ella cambió de tono— Como quieras…

No deseaba aburrirla con historias clínicas, pacientes pesados, análisis varios, huesos rotos y demás, pero aunque al principio le parecía absurdo hablar de ello ya que Bella no entendería ni una palabra, a ella parecía que si la interesaba se mostraba atenta, preguntaba cuando no comprendía algún término específico e incluso daba su opinión.

Al principio Edward se reía de esas opiniones pero lo cierto que en algunas ocasiones no estaban tan desencaminadas. Resultaba curioso, pero era agradable conversar con alguien de su trabajo fuera del ámbito profesional. Además ella parecía saber más de lo que en un principio parecía. Cuando llegó la cena, momento que él esperaba para observar la reacción de ella, también le sorprendió, Emmett, se había percatado de la inseguridad de ella y le había preparado un menú básico, sin nada arriesgado, él quería haber podido tomarle el pelo un rato; la comida española de Emmett era muy buena, pero a veces había algunas especialidades que ni él mismo se había atrevido a probar. Así que su gozo en un pozo, si bien no pensaba mortificarla, reconociendo para sí que la idea de meterse un poco con ella era cuanto menos atractiva; le encantaban esas ácidas respuestas o sus miradas con aire vengativo o de enfado, claro que todo eso se lo compensaría más tarde, y ampliamente. Tenía pensando varias formas de hacerlo, la primera era verla en su propia cama. ¡Oh sí!

Cenaron tranquilamente, dándose a probar varias de las exquisiteces que Emmett les había servido, cuando éste se acercó a preguntar qué opinión tenían de su cocina, Edward le dijo sin ambages que a él nunca le había tratado tan bien, Bella se rio y Emmett respondió que por muy amigos que fueran una dama es una dama, aunque la propia estuviera a menos de seis metros atendiendo la barra.

Emmett llamó a Rose, su mujer, para presentarles. Edward ya la conocía, sabía perfectamente la historia de ambos. Fue Edward quien la conoció primero pero Rose no se interesó por él, simplemente fueron amigos hasta que Emmett apareció un buen día. De eso habían pasado casi diez años. En secreto admitía que la relación de sus amigos era envidiable y en más de una ocasión se preguntaba cuando sería él el afortunado. Cada vez que comenzaba alguna historia medio seria con alguna mujer pensaba que iba a ser la definitiva, o por lo menos lo intentaba. Aunque por distintos y variados motivos nunca había sido de esa forma.

Si bien sus padres, es especial su madre, le habían sugerido a una buena amiga de la familia, Tanya Delani, Edward no es que la aborreciera, simplemente se aburría tanto con ella que no hacía el menor esfuerzo ni por escucharla. Además tenía poca gracia que primero sus padres hubieran intentado endosársela a Jasper y al ver que este salía por patas fueron a por el hijo menor. Cosas de su madre.

Pero Edward, sin saber muy bien por qué, ahora estaba ilusionado, mirando a Bella disfrutando de una simple comida. Hacía tiempo que no encontraba a una mujer como ella; lo cierto es que era la primera vez que se relacionaba con una mujer como esa. Si bien al principio podía parecer maleducada y hasta grosera y demasiado ácida, lo cierto es que resultaba realmente adictiva. Había salido y compartido cena y cama con otras mujeres, por supuesto, pero éstas pertenecían a más o menos su mismo círculo social, ese círculo que su madre ensalzaba y adoraba y que desde pequeño, tanto a Jasper como a él mismo, les había preparado.

No se imaginaba a estiradas como Tanya comiendo con las manos, algo que ni siquiera sabía muy bien lo que era, simplemente sentada en un restaurante con unos vaqueros y una ajustadísima camiseta, la cual estaba haciendo estragos en su polla. ¡Joder! ¿Desde cuándo estoy tan obsesionado?

—Buenas noches —Saludó Rose al acercarse— Hola Edward, hacía tiempo que no te veíamos el pelo.

—Hola Rose —respondió el aludido— Esta es Bella, una… ¿Amiga? Edward en ese momento se calló de repente, Bella no era simplemente “una amiga”.

—Hola —dijo ésta tranquilamente evitando que Edward diese explicaciones ya que ella tampoco sabía muy bien que decir si estuviera en una situación similar.

Rose y Emmett se sentaron junto a ellos, al principio Bella no sabía muy bien qué decir o qué hacer, pues entre los tres había bastante complicidad, pero poco a poco se fue sintiendo integrada en la conversación ya que Emmett no dejaba de “atormentarla” con historias de Edward y él en la universidad. Edward notó como Emmett quería preguntarle algo, en privado, y, disimuladamente, se lo llevó junto a la barra con la excusa de un nuevo licor de importación. Ambos dejaron a las mujeres a solas.

—Bien, te escucho —dijo Emmett dando un sorbo a ese nuevo licor.

—Está realmente bueno —Contestó Edward, eludiendo el verdadero tema.

—Edward… que nos conocemos, ¿Quién es realmente? —Emmett se guardó de decir: No se parece nada a las pedorras estiradas y repeinadas con las que te veo siempre.

—Hummm ¿Puedo llevarme una botella de esto? —tenía planes y ese licor dulce era apropiado.

—Ve al grano —Edward dio otro sorbo y sonrió— ¿Sabes? Por una vez y sin que sirva de precedente debo decir que esa chica merece toda mi aprobación.

—La cual no te he pedido, ni ahora ni antes.

—Ya. Bueno. Pero me he fijado lo suficiente para darme cuenta, estás realmente interesado en ella ¿No?

—No vas desencaminado —. Edward no quería admitir en voz alta algo que ni siquiera había admitido interiormente. Todavía.

—Pues para que lo sepas: tienes mi bendición —aseveró Emmett chocando su copa con él— Ésta no parece…

— ¿El qué?

—Estirada —Y se echaron ambos a reír.

Compartieron alguna confidencia más pero no tardaron mucho en reunirse de nuevo con las chicas. Emmett le entregó una botella de ese licor y se despidieron.

 

 

Capítulo 12: CAPÍTULO 12 Capítulo 14: CAPÍTULO 14

 
14442629 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10759 usuarios