NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67738
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 27: Epílogo

EPÍLOGO

Entró en el dormitorio, cansado, estaba amaneciendo y necesitaba descansar. El turno de noche siempre lo dejaba hecho polvo. Encendió tan sólo la luz del baño y observó a Bella dormida, en su cama, deseaba poder tocarla, pero tenían un pacto.

Ella se movió un poco, advirtió una tenue luz procedente del baño. Edward ya estaba en casa. Acto seguido oyó el ruido del agua, pobre Edward.

Le oyó salir del baño, ya duchado, pero se mantuvo callada, cuando él se acostó la besó en el hombro, suspiró y se tumbó de espaldas.

A los pocos minutos ella notó su respiración relajada. Había caído rendido.

Bella se levantó tres horas más tarde, apenas sin hacer ruido, él debía descansar. Se duchó y vistió en uno de los cuartos de invitados. Después fue a la habitación de los gemelos, Edna ya estaba despierta, la cogió en brazos mientras comprobaba con la otra mano que Kevin estuviera seco.

Cuando disfrutaba de una taza de café sonó el timbre.

— ¡Hola preciosa! ¿Dónde están mis nietos?

—Hola, Carlisle —. Recibió un beso del padre de Edward en la mejilla— En su cuarto. ¿Quieres tomar algo?

—Un café.

—Carlisle… —dijo ella en tono preventivo.

—Vale, vale. Descafeinado. ¿Y mi hijo?

—Durmiendo, tenía turno de noche.

Ambos fueron al cuarto de los niños, a Carlisle se le caía la baba, aprovechaba la menor oportunidad para ver a sus nietos, Bella le observaba, feliz cogiéndoles en brazos, haciéndoles carantoñas incluso cambiaba los pañales perfectamente.

Con Esme había sido otra historia, bien diferente, aun mantenía una actitud distante, durante el complicado embarazo se preocupó por ella, pero nunca directamente, durante el parto estuvo todo el tiempo a su lado, pero en cuanto estuvo recuperada volvió a su actitud fría. Sabía que su hijo le había leído la cartilla, pero aun así Bella no dejaba de sentirse mal por Edward. Al fin y al cabo era su madre.

—No sé, Carlisle, no quiero abusar de ti, al principio me pareció buena idea pero…

—No hay pero que valga, son mis nietos y van a pasar conmigo el fin de semana, así que deja de preocuparte, prepárame todo lo necesario.

— ¿Vas a poder apañarte?

—Tengo ayuda.

Bella supuso que Sally estaría allí, así que no había porque estar preocupada. Preparó todo lo necesario para que sus hijos pasaran el fin de semana fuera. Era la primera vez, no se había separado de ellos desde que nacieron, quizás resultaba un poco prematuro dejarles con su abuelo, sólo tenían dos meses.

Pero necesitaba estar a solas con Edward, aunque sólo fueran unas horas.

—Deja de preocuparte Bella, he criado a dos hijos —Hizo una mueca— Y no me han salido tan mal. ¿No?

—No sé como vas a apañártelas, dan mucho trabajo.

—He dicho que tengo ayuda extra.

Bella le miró intrigada.

—Pobre Sally.

— ¿Sally? Bueno sí, ella también. Me refiero a Jasper —Se echó a reír ante la cara de sorpresa de Bella.

— ¿Jasper?

—Pues sí, a mí también me pareció raro —. Se encogió de hombros.

—Bueno… pues… que Dios nos pille confesados —dijo Bella en un suspiro.

Terminó de recoger las cosas para los gemelos mientras el abuelo no paraba de hacerles cucamonas a los niños.

—Ese debe ser Jasper —afirmó Carlisle al oír el timbre— Ve a abrirle, yo me quedo con estas dos joyas.

Bella obedeció. ¿Cómo cegarse ante un abuelo tan entusiasmado?

—Pasa, no hagas ruido.

—El gran hombre está durmiendo, por lo que veo —. Dijo un Jasper sonriente y besó a su cuñada en la mejilla.

Ambos fueron al cuarto de los gemelos donde Carlisle seguía embobado.

 —Papá. ¡Por favor! Pareces tú más niño que ellos —. Jasper sonrió. Y se acercó cogiendo en brazos a la niña.

Ella les observaba en silencio, ambos hombres, totalmente derretidos con los niños, ahora entendía la forma de ser de Edward. Él era igual.

—Bueno, venga —dijo Jasper sujetando a Edna— Se nos hace tarde y tengo el coche mal aparcado —. Después miró a Bella y la habló en voz baja—Diviértete.

— ¿Lo tenéis todo? —Consiguió preguntar, Jasper era un experto en ponerla nerviosa.

—Bueno, cariño —Carlisle la besó de nuevo en la mejilla— nos vemos mañana.

—Sí, eso —dijo Jasper imitando a su padre, besándola también, por supuesto.

Bella les acompañó hasta la calle y ayudó a acomodar a los niños en el BMW deportivo de Jasper. Lo cual resultaba complicado, esos coches no estaban precisamente diseñados para familias numerosas. Carlisle refunfuñó y echó a su hijo un buen sermón.

—Sé que adoras este coche, hijo, y que las chavalas están encantadas que las pasees en él, pero, ¿no podías ser un poco más sensato? —Gruñó Carlisle— Si lo sé hubiera traído mi coche.

— ¿Tu coche? ¿Pero aún funciona? —Se burló Jasper— No digas bobadas, aquí… —La silla porta bebés era imposible de colocar—…vamos perfectamente—. Terminó no muy convencido. Logísticamente no podía colocar todo.

Al final tuvieron que desistir de utilizar el BMW, así que a Bella no la quedó más remedio que subir a buscar las llaves del todoterreno de Edward, después se encargaría de explicárselo.

Les despidió y metió el deportivo de Jasper en el garaje. Miró la hora, entre una cosa y otra era mediodía y debía prepararlo todo.

 — ¿Mmmm…? —Se preguntó Edward al sentir algo encima de él. Estaba aun medio dormido, boca abajo y con la esperanza de dormir al menos unas diez horas más.

—Chisss, no te muevas.

 — ¿Bella? —Preguntó con los ojos cerrados tratando de darse la vuelta. Consiguió girarse y quedar tumbado de espaldas, abrió un ojo para ver que demonios estaba pasando y casi se muere del susto.

— ¡Oh dios! —Exclamó frotándose los ojos— dime que no es un sueño.

—No es un sueño —Canturreó ella.

— ¿Y esto? —Edward la agarró de la camisa.

—Parte del uniforme.

— ¿Qué estás tramando? —Inquirió receloso, dejándose caer de nuevo hacia atrás mirándola, ella estaba allí arrodillada frente a él con un aire ciertamente sospechoso.

—Edward —dijo con una voz insinuante y provocadora—. Edwarrdd —repitió— Y empezó a apartar la sábana que le cubría.

Él la detuvo por un instante, joder, ella apenas había susurrado su nombre y él ya estaba empalmado, claro que bien estudiado era de esperar. Además ella estaba allí provocándole, bueno, siendo precisos provocándole un infarto, vestida tan sólo con la camisa de la policía y la gorra de plato, el pelo bien recogido y unas curiosas bragas azul marino. Edward giró la cabeza para no perderse nada de su atuendo.

—Bella, cielo, sabes que no podemos.

—Chiss —Ella le agarró la polla con una mano.

—Joder, deja eso —Él levantó la cabeza alarmado— No juegues —Inspiró profundamente— Bella, por el amor de dios.

— ¿Te molesta? —Preguntó sin soltar su miembro.

—Sabes que no es eso —dijo con los dientes apretados—. Cariño —Lo intentó de nuevo— No podemos, tuviste un parto muy difícil. No pasa nada, esperaremos.

— ¿Te he dicho ya que odio esa actitud?

— ¿Eh? —No podía mantener una conversación coherente mientras ella le manoseaba a su antojo.

—Edward, Edward —utilizó  su nombre que siempre hacia cuando discutían— Eres el único hombre sobre la faz de la tierra al que si le digo “me duele la cabeza” me traerá corriendo un analgésico y me dejará dormir. ¡Qué triste! Jamás podre utilizar esa excusa contigo.

—No bromees.

— ¿Te parezco estar de broma? —apretó la punta con los dedos— Contesta.

 -Bella… —Intentó apartar la mano de ella, sin éxito— Para, por favor.

—Edward, a veces resultas tan… tan… —Su voz era juguetona.

— ¿Responsable? —apuntó él.

—Pedante —Le corrigió ella—. Ayer visité al doctor Grayson —Edward abrió los ojos como platos— todo parece estar bien. Tú siempre insistes que pregunte a los profesionales —Bella seguía deliberadamente masajeando su pene.

— ¿Eso quiere decir…? —La voz de Edward indicaba que se estaba animando.

—Eso quiere decir que tengo a un perfecto idiota delante de mí, desnudo, para más señas, al que posiblemente le venga bien una ducha fría.

— ¿Esto forma también parte del uniforme? —Preguntó tirando del elástico de las bragas. Con voz de disculpa, había entendido perfectamente el mensaje de ella.

—Pues sí, pero no me distraigas —Se agachó y agarró algo del suelo.

—Oh no, eso sí que no.

— ¿Tienes miedo?

—Sí —Fue su rotunda contestación.

— ¿Sabes? Tú siempre me animas a hablarte de mis fantasías y… —Le recorrió el pecho con la porra— Así qué…

—Ven aquí, anda —abrió los brazos para que ella se echase encima y lo hizo encantada, Edward la estrechó con fuerza devorándola los labios— No sé si voy a ser capaz de aguantar cinco minutos.

—Pues tendrás que hacerlo.

— ¿Pero qué…? —Preguntó al notar algo frío en su muñeca, giró la cabeza y vio como la muy bruja le estaba esposando a la cama— ¡Bella! —gritó.

—Ay, no seas tonto. Tengo la llave —balanceó la llave frente a él.

—Espera un minuto —Edward intentaba ganar tiempo— ¿Y los niños?

—Con su abuelo. Venga —Empezó de nuevo el masaje.

— ¿Has mandado a los niños con mi padre? —Ella asintió— No puede cuidarles solo.

—Tu hermano le ayudará. Y ahora… —Inclinó la cabeza pero él la detuvo con la mano libre— ¿Qué? —Preguntó empezando a dudar seriamente si iba a continuar avanzando.

— ¿Estás loca?

 —No, estoy excitada, caliente y húmeda, intentando follar contigo, así que o bien entras en faena o te dejo así hasta el lunes —. Bella parecía dispuesta a hacerlo.

Edward la miró, allí estaba, frente a él, inclinada con intenciones libidinosas (¿libidinosas? ) bueno, con intenciones de hacerle un hombre muy feliz, vestida con parte de su uniforme y él esposado a la cama para hacer realidad una fantasía de ella. Bueno, por qué negarlo, de él también.

¿Soy tonto o qué?

—Cariño, veamos que puedo hacer por ayudarte —. Dijo al fin con voz ronca.

—Eso está mejor —. Y se inclinó de nuevo para tomarle en la boca.

Edward levantó las caderas. ¡Cómo la había echado de menos! Dormir noche tras noche junto a ella sabiendo que no podía tocarla era angustioso. Ella insistía una y otra vez en satisfacerle a él, pero Edward se negaba una y otra vez en redondo. Eso era demasiado egoísta.

Habían probado con simples coqueteos y manoseos, una forma de engañar su pasión, como para salir del paso, pero pronto descubrieron que eso era aun peor, puesto que lo uno llevaba a lo otro.

Ahora… ¡Por fin! Podían estar juntos, sin limitaciones. Oh sí, iba a ser glorioso.

Mientras Bella le lamía y chupaba, Edward permanecía tumbado, intentando no volverse loco de deseo, tenía una mano esposada al cabecero y con la otra masajeaba suavemente el pelo de Bella, la mano de él parecía sincronizada con la boca de ella.

Levantó de nuevo las caderas, estaba cerca, demasiado cerca.

— ¡Joder! ¿Quién cojones llama ahora? —Edward se giró pero el brazo esposado se lo impidió.

—Ya contesto yo —Bella irguió la cabeza, sonriendo como una gata en celo.

—No, tú sigue con lo que estabas haciendo —. Dijo serio y enfadado.

—Como quieras —Ella se dispuso a ello.

—Estooo… ¿Podrías pasarme el teléfono? —Tiró de su mano atada señalando lo obvio.

Ella lo hizo, riéndose a carcajada limpia, se estiró un momento para hacerlo y Edward aprovechó para morderle un pezón.

 —Quiero que sepas, que esto no va a quedar así —. Comentó con ese tono mitad formal, mitad amenaza que tanta la gustaba— Y ahora, por favor, continúa con lo que estabas haciendo, mientras yo me deshago de quien quiera que sea.

Ella gateó hacia abajo y de nuevo posó los labios sobre su erección, pasó la lengua por toda su longitud, provocando en Edward un fuerte siseo.

Con un increíble esfuerzo contestó.

Dios, esto era una fantasía en la que ni siquiera había pensado.

— ¿Edward?

— ¿Mamá? Joder —Consiguió decir tras dar un respingo; colocó el auricular sobre su pecho para que su madre no oyera nada—. Es mi madre —. Susurró.

— ¿Tu madre? —Bella dejó por un momento su labor y se sentó frente a él.

—Hola mamá ¿Ocurre algo?

—No hijo —Esme parecía estar al borde de las lágrimas.

—Te noto rara. ¿Seguro? —Edward cruzó una mirada de preocupación con Bella.

—Ay hijo —Él oyó como se limpiaba con un pañuelo— Soy tan feliz.

— ¿Mamá?

—Perdóname hijo, es… es que no sé qué me pasa.

—Mamá, estás empezando a preocuparme.

—Edward, cariño, tu padre acaba de traerme a los niños.

— ¿Les ha pasado algo? —La voz de Edward empezaba a preocupar a Bella.

—No, no, nada. Edward, tranquilo, están perfectamente, sólo qué… he sido tan boba.

— ¿Qué pasa? —Preguntó ella visiblemente nerviosa.

—Mamá, de verdad. ¿Estás bien?

— ¿Está ahí Bella?

Él parpadeó, era la primera vez que su madre se diría a ella por su nombre.

—Sí.

— ¿Puedo hablar con ella? Será sólo un minuto.

—Mi madre quiere hablar contigo —Le ofreció el auricular, Bella se señaló a sí misma con expresión interrogante. Aceptó el auricular.

 —Hola señora Cullen. ¿Cómo está?

Edward la observaba, hablaba con su madre ¿De qué? Joder, la situación no podía ser más cómica; por los gestos y monosílabos de ella poco podía sacar en limpio. Cuando Bella se despidió y dejó el nuevo el teléfono sobre la mesita de noche a él casi se le para el corazón ante la incertidumbre.

— ¿Y?

—No está bien escuchar las conversaciones privadas, Edward —. Bella le agarró de nuevo la polla—. ¿Por dónde íbamos?

—Deja eso un instante. ¿Vas a contármelo?

Ella negó con la cabeza.

—Después.

— ¿Sabes qué? Creo que los preliminares están durando demasiado —arqueó una ceja— Súbete, que te llevo donde quieras —Edward meneo las caderas, era una clara invitación.

Bella tiró la gorra al suelo, se deshizo rápidamente de la camisa y bamboleó las caderas para quitarse esas horribles bragas azul marino, para, con gran alegría, aceptar el paseo que Edward ofrecía.

Fue un paseo demasiado corto, pero, por suerte, demasiado intenso.

—Desátame —Pidió él cuando Bella cayó sobre él— Desátame, porque esto no acaba aquí. Has jugado con fuego, preciosa, y te has quemado.

—No te hagas el chulo, no te va.

—Tú desátame y verás.

Bella le liberó la mano y él sonrió de forma un tanto siniestra. Una vez libre la agarró y la inmovilizó bajo su cuerpo.

— ¿Y ahora qué, fanfarrón? —Le provocó ella.

— ¿Fanfarrón? —Él pareció meditarlo un segundo— No deberías provocar a un hombre mientras estás bajo él, desnuda y… —Con el muslo le separó las piernas— Y abierta de piernas.

Edward le mordió el labio mientras se movía encima de ella, sin penetrarla, sólo rozando su coño, comprobando que ella no había mentido, seguía húmeda, caliente y preparada, pero antes quería jugar con ella.

Le dio un beso profundo y posesivo antes de separarse y bajar por su cuerpo. Ante sus protestas él la mandó callar con un azote en el trasero. Advirtiéndola en silencio que se mantuviera quieta.

 Con las manos abrió más sus piernas para que quedara totalmente expuesta para él, la miró, le guiñó un ojo y bajó la cabeza. Ronroneó casi más él que ella.

Edward la estaba devorando, no se cansaba de ella, podría pasarse así horas, iba a la velocidad justa para proporcionarla placer y al mismo tiempo desesperarla.

La llevó deliberadamente al borde del orgasmo y paró en seco.

— ¿Qué… qué haces? —jadeó ella al ver como Edward levantaba la vista.

—Creo que deberíamos aclarar un tema antes de seguir ¿No te parece?

—Edward, ahora no es el momento. ¡No puedes dejarme así!

— ¿No puedo? Verás… —Empezó a acariciarla con un dedo, entreteniéndose en sus labios vaginales—. Creo que no me he explicado con claridad —Su mirada era peligrosa— Me has dado dos hijos preciosos, me has dado unos momentos inolvidables y espero que sigas haciéndolo.

—Edward, por favor, después ¿Sí?

—Ahora —Continuó el tajante— Cásate conmigo Bella.

— ¡EDWARD! —Gritó— No puedes hacerme esto.

— ¿No? Tengo la firme intención de que aceptes —Se rio— Tenemos todo el día ¿Verdad?

Bella sintió las vibraciones de su risa en su cuerpo pues él muy cabrón había vuelto a pasar la lengua por su sexo, excitándola, aun más, volviéndola loca con sus labios, penetrándola con los dedos, una y otra vez a un ritmo perversamente lento.

— ¿Qué respondes? —Preguntó de nuevo dejándola jadeante y a punto del orgasmo. Ella mantuvo silencio— Como desees —Y bajó de nuevo la cabeza.

Bella movía las caderas, buscando su clímax, ese orgasmo que Edward le negaba, ¿Por qué? ¿Por qué ahora? Pero él sabía mantenerla en su sitio, acorralándola, impidiendo sus movimientos. Parando durante unos segundos, en los que soplaba delicadamente para enfriarla, para volver a torturarla con exquisitos y certeros lametones y vuelta a empezar, descaradamente, al ver el sufrimiento de ella.

No tenía que haberle desatado, se dijo a sí misma.

—Sí, Edward, acepto, ¡ACEPTO! —Gritó rindiéndose— ¿Lo quieres por escrito? , lo que quieras. Pero, ¡Por favor! Haz que me corra.

—Da gusto hacer tratos contigo.

Edward la lamió con frenesí, succionando con fuerza, dejándola, ahora sí, en libertad para que ella moviera las caderas, estaba tan preparada, tras los intensos minutos de perversa tortura que ella no resistió mucho, sintió como estallaba y alcanza el clímax.

Su grito de satisfacción no fue nada comparado con el gruñido de Edward, propio del que se acaba de salir con la suya.

Minutos, horas, después, Edward reposaba, medio adormilado, en el regazo de Bella, disfrutando de las lentas y lánguidas caricias de ésta, recorriendo con la yema de sus dedos el contorno de las cejas, su frente… mientras él se limitaba a sentirla junto a él.

— ¿Vas a contármelo? —Preguntó en voz baja rompiendo el agradable silencio.

— ¿El qué? —Ella hablaba del mismo modo.

— ¿Qué te ha dicho mi madre?

—Que tiene unos nietos preciosos.

—Tú, cariño, eres preciosa.

FIN.

Septiembre 2012

 

 

Capítulo 26: CAPÍTULO 26

 
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