NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67731
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 22: CAPÍTULO 22

CAPÍTULO 22

— ¡Por fin solos! —Suspiró Edward— Espera aquí, no te muevas ni un milímetro.

— ¿Qué haces?

—Atrancar esta puerta, a no ser caso de extrema gravedad aquí no entra nadie —Comprobó que la puerta estaba firmemente cerrada— Y ahora…

—Espera… —Bella hablaba con voz insinuante.

— ¿Qué espere? —Se quitó las gafas, dejándolas en la mesilla y empezó a soltarse la corbata— Ni hablar.

— ¿No quieres saber que hay debajo de este vestido? —dejó caer un tirante. Así, a lo tonto.

—Pues sí… pero… no sé si tendré la paciencia suficiente, Bella estoy a punto de correrme en los pantalones.

—Uy, pobrecito —Se bajó el otro tirante y le dio la espalda.

— ¡Bella…!

—Tranquilo —movió el trasero para que el vestido se deslizase por sus caderas, cayendo a sus pies.

— ¿Dónde están mis gafas? No quiero perderme nada.

Bella se rio.

—No las necesitas, puedes tocar… si quieres.

—Claro que quiero.

Se acercó caminando tranquilamente mirándole fijamente, se quedó delante de él, quieta.

— ¡Guau!

—Pareces sorprendido.

—Encantado más bien —. Cayó de rodillas frente a ella— ¿Y esto?

— ¿Te gusta?

—Me encanta.

 —Es un poco incómodo, las ligas te pellizcan el muslo —Edward acariciaba los mismos con reverencia, apartándolas ligas y dando suaves mordisquitos— Pero creo que merecen la pena.

—No puedo estar más de acuerdo contigo, cariño.

Edward desató las ligas y empezó a bajar las medias, estaba en el paraíso, él había imaginado una noche increíble, pero una vez más sus expectativas habían sido superadas con creces por Bella. Y por su ropa interior, para ser exactos.

Estaba en lo cierto, sabía que su Bella tenía un potencial erótico increíble. Y lo mejor de todo, no sólo era tener razón, es que él estaba allí para compartirlo.

Cuando por fin tuvo las piernas desnudas decidió que el liguero podía quedarse en su sitio, al fin y al cabo no interrumpía sus planes.

—Déjatelo puesto —Susurró al ver que ella empezaba a desatarlo— Veamos que tenemos aquí arriba—. Edward se incorporó.

— ¿Tú no vas a desnudarte? —Preguntó con voz sugerente.

—Después —dijo soltando el sujetador y tirándolo al suelo— No sé por donde empezar —Pensó en voz alta.

—Tócame.

Toda esa lenta escena de desnudo y seducción la estaba poniendo tremendamente excitada, ver a Edward vestido, con su traje de noche, mientras ella tan sólo llevaba el liguero… la hacía sentir… se rió al pensarlo. Parecía una profesional del sexo.

Una zorra.

—Esto no es para reírse —dijo Edward mientras saboreaba un pecho— No me desconcentres.

—Estaba pensando que…

— ¿Qué? —dijo sin soltar un pezón.

—Me siento como una zorra —dijo alegremente y Edward levantó la cabeza mirándola algo desconcertado— No me mires así, simplemente es una sensación.

— ¿Perdón?

—No digas nada, pero tú aun vestido, de forma impecable y yo sólo con esto… —Señaló su liguero— Resulta divertido.

— ¿Divertido? , humm.

— ¿Tú…? bueno ¿Tú alguna vez has estado con… profesionales?

 —Bella, ahora no es el momento.

—Dame el gusto.

—Te voy a dar otros gustos.

—Eso es que sí.

—No, nunca me he ido de putas, y ahora, por favor ¿Podemos seguir? —Edward la contempló, estaba allí de pie, en sus brazos, caliente y excitada. — ¿Qué te apetece?

—Mmmm, no sé, tú eres el que manda —dijo con los ojos cerrados— Eres mi primer cliente.

— ¡Bella!

— ¿Qué? Tú tienes fantasías en el cuarto de limpieza —Se defendió.

—La madre que me parió —Se pasó una mano por el pelo— ¿No pretenderás que te trate como a una puta?

—A ti te lo haré gratis.

— ¡Bella!

—Está bien, jo, qué hombre.

Ella empezó a desnudarle, parecía que a Edward no le había hecho ninguna gracia su broma, para una vez que ella tenía una fantasía… No es que lo hubiera planificado así, pero lo cierto es que al momento de surgir la idea en su mente, parecía, como poco, novedoso y excitante.

Cuando por fin le dejó desnudo empezó a torturarle, agarrándole la polla con las manos, sin ejercer demasiada presión pero sí lo suficientemente fuerte como para que él no se escapase. Una y otra vez, lubricándole con el líquido preseminal, tentándole, haciéndole gemir, retándole a que aguantara…

De repente Edward la agarró la mano y se la apartó bruscamente.

—Harás lo que yo te diga —usó una voz baja pero férrea. ¿Por qué no jugar? Iba a cumplir su fantasía.

— ¿Edward?

— ¿Cómo? —Aguantó la risa— Estás aquí para satisfacerme. ¿Comprendido? —Ella asintió— ¡De rodillas! —ordenó intentando mantener las distancias.

¡Oh! Edward estaba asumiendo el papel. Eso no lo esperaba. Pero eso la hizo humedecerse más, quizás de anticipación de cuanto podía pasar a continuación.

 Cumplió su orden, a su manera, arrodillándose, mientras él permanecía de pie, totalmente empalmado. Bella quería tomar la iniciativa pero se contuvo, él decidía.

— ¿Alguna petición? —Preguntó descarada, y vio como Edward curvaba los labios.

—Chúpamela.

Bella, sin decir nada, acercó los labios y primero besó la punta, se entretuvo lamiendo el glande, conocedora del efecto que le causaba; para después poco a poco ir dejando que todo el miembro entrara en su boca, al mismo tiempo con una mano empezó a masajearle los testículos. Notó enseguida la reacción de Edward. Cómo movía las caderas entrando y saliendo de su boca, con suavidad.

—Sin las manos —Ordenó él— acaríciate los pezones. Que se pongan bien duros.

Bella ni rechistó, sin dejar que se le saliera su miembro de la boca puso las manos sobre sus pezones, tocándoselos suavemente, las manos de Edward guiaban su cabeza.

—Me encanta follarte la boca —gruñó él.

Ella no podía responder a eso.

—Disfruto ver como te acaricias —Se movió, el ritmo suave impuesto al principio ya no lo podía mantener. — Creo que me gustaría correrme en tus tetas.

Por supuesto ella no contestó. Pero siguió tomándole en la boca y acariciándose a sí misma, aumentando cada vez más la presión sobre sus pezones, apretándoles con más intensidad mientras Edward movía sus caderas, embistiéndola. Hasta que de repente apartó su cabeza y cogiéndose la polla con la mano se agitó frente a ella hasta eyacular, como era su deseo, en sus tetas.

— ¡Joder! —Exclamó Edward— Nunca había hecho esto antes.

— ¿De verdad? —Preguntó emocionada.

Él asintió.

—Y ahora… —tendió la mano para ayudarla a levantarse— Ven, quiero lavarte mi semen —Abrió la puerta del baño y la colocó frente al lavabo, quedándose él detrás— Estás para comerte —dijo cruzando la mirada con ella en el espejo, acto seguido abrió el grifo y agarró una toalla.

—Esta fría —Siseó ella.

—Lo sé, pero mira —Señaló sus pezones— nunca los habías tenido así antes.

 —Puede —dijo mirándoselos curiosa.

Edward la limpió con la toalla y agua fría, demorándose más de lo necesario y moviendo las caderas tras ella simulando la penetración, sin apartar la mirada de ella.

Cuando consideró que ya estaba más que limpia, volvió con ella a la habitación.

—Súbete a la cama —otra vez ese tono imperativo— túmbate de espaldas y abre las piernas.

—Cómo no —dijo ronroneando encantada—. Sabes que tú mandas y no puedo negarme a nada.

Ella lo hizo rápidamente, por favor, estaba empapada, ¿Qué pensaría Edward si ella empezaba a acariciarse a sí misma entre los muslos? Le encantaría, sin duda, él ya se lo había confesado. Ni corta ni perezosa, mirándole, empezó a deslizar su mano, empezó en el valle entre sus pechos, dibujó un círculo en su ombligo y bajo la mano hasta su vagina. Cerró instantáneamente las piernas y los ojos, gimiendo con fuerza.

— ¿Te he pedido que hagas eso? —La voz de Edward la devolvió a la realidad—. Tendrás tu satisfacción cuando yo lo decida, no antes.

— ¿Tengo que llamarte amo?

—Has vuelto al video club ¿No?

—Yo…

—Silencio. Estoy pensando.

Bella se puso colorada, pero ¡Qué demonios! Jugar con Edward a esto de la pseudo-dominación tenía su gracia. Bueno, todo cuanto tenía que ver con él tenía su gracia, eso no había forma de negarlo.

Edward, regodeándose en su papel de cliente exigente, ordenó de nuevo que abriera las piernas, jugó con las tiras del liguero, ahora que ya se había corrido una vez le era más fácil concentrarse.

—Vas a quedarte quieta ¿De acuerdo?

Ella asintió más divertida que otra cosa.

Se colocó de rodillas frente a ella, sin muchos miramientos dobló sus piernas y puso las manos en sus rodillas separándoselas al máximo.

—Mmm —Ella no pudo evitar gemir cuando un primer dedo pasó por su entrepierna.

 —No cierres los ojos —. Empezó a presionar con un dedo— Me encanta tenerte así, ahí tumbada, a la expectativa. Sin saber qué voy a hacerte.

—Me hago una idea —Susurró ella—. ¡Oooooh! —Exclamó al sentir como Edward la penetraba con dos dedos de forma inesperada. Levantó las caderas ante esa sensación tan fuerte, era una invasión deliciosa.

—Eso es —Susurró él— muévete, despacio, contra mi mano, no tengas prisa —Cada palabra era para Bella como un afrodisíaco—. ¡Me encanta!

—Di…dímelo… a mí —. Jadeó ella.

— ¿Más?

— ¿Qué?

—Más —Sentenció él e introdujo otro dedo.

Bella levantó aun más las caderas.

— ¡Edwarrrd! ¡Oh sí!

—Me encanta hacerte gritar —. Bella cerró los ojos antes las sensaciones de su cuerpo— Abre los ojos. Si vuelves a cerrarlos se acaba todo —. Amenazó serio.

— ¡NO! —Gritó alarmada.

—Pues concéntrate —. Exigió.

Edward seguía moviendo los dedos en su interior, tocando todos las terminaciones nerviosas, pero lentamente, sin precipitar las cosas. Bella estaba preciosa, allí tumbada, concentrada en mantener los ojos abiertos, sabía que estaba realizando un gran esfuerzo y la sonrió con ternura, para después sorprenderla.

A ella no le gustó nada la mirada de Edward, era sospechosamente cínica ¿Qué estaba tramando? ¿Y qué más daba? todo, todo cuanto quisiera, no iba a negarle nada.

—No sé —Empezó Edward pensando en voz alta— aquí falta algo.

— ¿Cómo? —Lo miró sin comprender. — No falta nada —Protestó ella. Estaba caliente, a punto, preparada, ansiosa por correrse y el muy cerdo se paraba ¿Qué clase de juego era ese?

—Vamos a ver —miró alrededor de la habitación como buscando algo— Creo que debería atarte.

— ¿Cómo dices?

—Sí, eso me gustaría, estás aquí para complacerme ¿Recuerdas?

 Bella le miró con cara a medio camino entre el enfado y la excitación.

¿Atada?

— ¿Dónde vas? —Preguntó con un hilo de voz al ver que abandonaba la cama. Y su cuerpo.

—Esto servirá —dijo satisfecho levantando las medias de Bella.

— ¿Mis medias?

Él asintió satisfecho.

—Túmbate —Se inclinó sobre ella y cogió una muñeca, rodeándola con la media para después pasarla por detrás del cabecero y hacer lo mismo con la otra muñeca.

— ¿Sabes lo que me han costado esas medias? —lo cual, era lo menos importante en ese caso.

— ¡Ay Bella! —Suspiró él— ahora no pienses en eso, te compraré otras.

Contempló su trabajo satisfecho. La torturó aun más comprobando con deliberada lentitud que todo estuviera a su gusto. Moviéndola como si estuviera colocando un cuadro, buscando la pose perfecta. Bella resopló. Si seguía así iba a enfriarse.

—No sé, no acaba de convencerme —. Reflexionó él inclinando la cabeza para observar con mejor detalle.

Cosa que a ella empezaba a desesperar.

— ¿Vas a empezar ya? —Protestó ella de forma poco elegante.

— ¡Ya está! —Exclamó como si hubiera descubierto América— también voy a vendarte. ¡Joder me encanta esto! —Se inclinó, le dio un rápido beso y se bajó de la cama de nuevo.

— ¡Vuelve aquí! —Bella obedeció y balanceó algo ante ella…

— ¿Tu… tu corbata? —tartamudeó.

— ¿A que es ideal? —Parecía un niño entusiasmado— levanta un poco la cabeza —le vendó con su corbata de seda, haciendo un nudo en la nuca y ayudándola de nuevo a tumbarse en la posición que él quería.

—Edward… —Se quejó ella, completamente ciega al no notar nada. Ni una caricia, ni un beso, grrr.

— ¿Qué?

— ¿Qué haces?

—Pensar en qué hacerte. Hay tantas posibilidades que no me decido.

— ¿Aun no lo tienes claro? —Este juego se estaba volviendo en su contra.

—Dame una idea —Se inclinó sobre ella para rozar sus labios con la lengua.

Bella suspiró, por fin empezaba en serio, Edward ya no hablaba en ese tono divertido y burlón. Sentía su cuerpo pegado al suyo, su erección rozando la cadera. Sus manos en los costados. Una buena noticia, se había recuperado rápidamente.

—Dime por dónde te gusta que te pase la lengua —La observó tragar saliva— dímelo —Insistió.

—Por el cuello —Era cierto, era extremadamente sensible.

— ¿Así? —Edward pasó la lengua recorriendo desde la mandíbula hasta la oreja, mordisqueando el lóbulo, para después ir bajando sinuosamente por su cuello hasta la unión con el hombro, encontrando su acelerado pulso.

La respuesta de Bella fue inmediata, intentó levantar sus brazos para agarrarle y tiro de sus ataduras, suspiró, ella no podía hacer nada, sólo confiar en Edward para que la satisficiera. Eso no lo dudaba, pero la pregunta del millón era: ¿Cuanto iba a tardar él en complacerla?

—Continúa, dime por donde sigo.

—En… me gusta… estooo… en los pezones —dijo entrecortadamente, con un atisbo de vergüenza.

—Ajá como órdenes —. Se puso en ello al instante, primero uno, dejando al otro abandonado.

Bella pensó, no sin cierta razón, que mientras estimulaba uno con la boca bien podía emplear sus manos en el otro.

—Edward… —Suspiró cuando él cambió, al fin de pezón.

—Indícame el camino, por favor.

—El ombligo —le señaló rápidamente, ahora no era cuestión de perder el tiempo.

La besó primero en la boca, para después bajar sin demora, recorriendo de nuevo todo el camino con la lengua describiendo círculos sobre la piel caliente de ella. Sabía que la estaba torturando, pero se lo tenía merecido por jugar a provocarle. Durante toda la noche Bella se había preocupado de rozarse “accidentalmente “con él, de dejar entrever “deslizando” sutilmente un tirante del vestido.

— ¿Y ahora? —Preguntó levantando la cabeza y soplando suavemente. Sabía perfectamente cual era la siguiente parada al igual que sabía lo mucho que a Bella iba a cortarle decir la palabra. Se aguantó la risa.

 —Sigue, por favor.

— ¿Dónde? —Insistió él.

—Más abajo.

— ¿Aquí? —Edward beso su pierna.

—Más arriba —Sintió un beso en el costado. — En… en…en el centro —. Dijo a toda velocidad.

—Dilo.

—No puedo —. Gimió.

—Pues no lo haré —. Amenazó él aguantando la risa.

— ¡Edward!

—O lo dices o te quedas sin ello —Se rio disimuladamente, ya no podía aguantar más.

Bella bufó, si al menos pudiera señalar el punto exacto, pero no, estaba atada, ciega y totalmente a merced del muy canalla. Se contorneó levantó la pelvis, no podía ser más explícita. ¿O si?

—Venga —Le dio un mordisco en la cadera— atrévete.

—Tú lo sabes mejor que yo —habló esperando que él se rindiera.

—Esta es tu última oportunidad —Se mostró inflexible.

Bella se retorció unos instantes más, cabreada, pensando en la forma de hacerle pagar, se moría de la vergüenza. ¿Ves? Esto te pasa por hacerte la valiente.

—Tres… dos…

—En el clítoris —gritó— Maldita sea.

Bella se quedó de piedra al ver que él abandonaba la cama ¿cómo era eso posible?

Respiró cuando notó como el colchón se movía bajo el peso de Edward.

—Levanta las caderas —Ella obedeció y colocó un cojín bajo su trasero—. ¿Dónde habías dicho que te besase?

—En el clítoris, Edward, en el clítoris —repitió, a estas alturas de la película le importaba un comino, ya no quedaba espacio para la vergüenza.

—Por su puesto ¿Cómo no se me había ocurrido a mí? —murmuró socarrón.

Edward soltó una carcajada pero no la hizo esperar, se acomodó entre sus piernas, manteniéndolas bien separadas con sus hombros, inclinó la cabeza ysuccionó con fuerza, haciendo que ella se tensara aun más, estaba ardiendo, empapada y dispuesta para él. En ese momento se le pasó por la cabeza dejarse de juegos, penetrarla y follarla sin más dilación. Pero no era justo, ella había seguido al pie de la letra, más o menos, sus indicaciones así que lo justo es justo.

Fue aumentando la presión con su lengua a medida que los gemidos de Bella le iban pidiendo más, y empezó a penetrarla con dos dedos, sincronizando las pasadas de su lengua con los movimientos de sus dedos.

Bella movía la cabeza a un lado y a otro incapaz de explicarse tanto placer, él había jugado con ella, pero la recompensa merecía el esfuerzo. Sintió cómo los labios de él lamían implacables su clítoris, cómo sus dedos buscaban, y encontraban, el punto exacto en su interior.

El estar atada hacía que todo aquello fuera más intenso y al no poder ver se acentuaba otros sentidos. Oía los murmullos de él, complaciéndola y disfrutando mientras lo ejecutaba a la perfección.

Edward sabía que ella estaba cerca, al borde, quería que fuera aun más intenso, que ella cayera al precipicio, sin paracaídas, por supuesto. Ella se había entregado a él y no podía ser un simple orgasmo, Bella se lo merecía.

Sacó los dedos, totalmente empapados y lubricados con los jugos de ella, sin despegar los labios, pasó la mano por debajo de su trasero hasta llegar a su ano. Aumentó la presión de los labios en el mismo momento que introdujo un dedo.

Bella se desbordó, no gritó, no podía, un grito se quedó atascado en su garganta, tiró con fuerzas de sus ataduras al sentir su explosivo orgasmo, apretó con fuerza las piernas pero Edward seguía allí, absorbiendo todo su placer. Clavó los talones en el colchón, arqueando todo su cuerpo.

Por fin dejó de temblar, relajó el cuerpo y él abandonó su clítoris para ir ascendiendo, dando pequeños lengüetazos mientras gateaba por su cuerpo. Hasta quedar frente a frente.

Esperó a que se normalizase su respiración.

—Ha sido… no tengo palabras —dijo Bella al sentir los labios de Edward sobre los suyos. Pudo saborearse a sí misma. Lo cual no resultaba desagradable como había imaginado.

Él se limitó a besarla, acunando su cara, de forma suave, transmitiendo todo su cariño. Demostrando que confiar en él era posible.

Estiró los brazos y empezó a desatarla. Acariciando sus muñecas, sensibles por las ataduras. Después se incorporó y se sentó levantándola a ella para que se quedara en la misma situación frente a él.

 Edward dobló las piernas y la ayudó para que pasara las piernas por encima de las suyas, sujetándola por debajo de los brazos y presionando su miembro contra su vagina una vez que la colocó.

Con una mano desató su venda improvisada. Bella parpadeó hasta enfocar la visión y se miraron fijamente. Edward casi se derrite al ver la sonrisa que ella le dedicó, sin poder ni querer evitarlo la besó con fuerza, parecía no cansarse nunca de hacerlo, atrayéndola más hacia sí, casi ahogándola.

Movió sus caderas, posicionándose y la penetró.

—Balancéate conmigo —indicó él— Así, eso es —Ella se acopló al segundo intento— Bella…

Ella cerró los ojos, y enroscó con fuerza los brazos alrededor de su cuello, sintiendo como él se movía en su interior, despacio, pero ella estaba hipersensible, el mínimo roce la hacía vibrar, además en esa posición su clítoris era perfectamente estimulado.

—Échate un poco hacia atrás —Ella obedeció— ¡oh cariño!

—Por favor muérdeme los pezones.

—Como quieras —Edward no esperaba esa orden pero estaba feliz, y por supuesto encantado de hacerlo.

Qué gratificante resulta esto de pedir algo y recibirlo en el acto. Pensó ella.

Los balanceos cada vez eran más rápidos, más fuertes, más precisos. Bella se movía a la perfección, saliendo al encuentro de cada una de sus embestidas, contrayendo los músculos pélvicos para ejercer más fricción sobre el miembro de Edward.

Bella supo el momento exacto en que él se corrió, lo sintió al cien por cien, palpitando en su interior, sintiendo como eyaculaba dentro de ella y se abandonó al instante uniéndose a él.

—Te quiero —Susurró él abrazándola.

No contestó, no abrió los ojos, se dejó caer hacia atrás, todavía unida a él, Edward no se movió y la observó. Preciosa, definitivamente perfecta para él. Allí tumbada, con las piernas colgadas por encima de las suyas, con los brazos en cruz, los ojos cerrados y una cara serena.

No sabía si era más feliz por todo cuanto su cuerpo estaba experimentando esa noche o por la sutil confesión de Edward.

Decidió no pensar en ello.

Edward suspiró y abrió los ojos, con cuidado liberó su brazo, Bella estaba acurrucada junto a él, dormida y tranquila, movió para mirar la hora. Casi las siete de la mañana. Volvió a suspirar.

Tenía que levantarse y salir de allí para volver a su cuarto, aunque era consciente de que todos en la casa habían oído los gemidos tanto de Bella como de él mismo, tenía que regresar a su dormitorio.

Era absurdo pero necesario.

Se movió con lentitud para no despertarla, pasándose una mano por el pelo, ya bastante despeinado y procedió a incorporarse.

— ¿Dónde vas? —Preguntó ella somnolienta, sin abrir los ojos y aferrándose más aun a él.

—Duerme, cariño —La besó en la frente—. Está amaneciendo.

Creyó que ella se tranquilizaba y sacó una pierna de la cama pero algo se lo impidió.

Bella.

Ella, ya de por sí acurrucada junto a él, pasó una pierna por encima de la suya, reteniéndole. Gimió de frustración.

Frustración por no poder quedarse y despertar con ella.

Frustración por no poder irse y salvar, un poco, las apariencias.

Frustración.

—Bella, cielo, tengo que irme —Intentó con suavidad que ella se despegara.

En ese mismo momento se prometió a sí mismo que jamás volvería a pasar por esto. Jamás tendría que intentar deshacerse de ella.

¡Qué estupidez!

¡Ni que fuera un adolescente sobrecargado de testosterona abandonando la habitación de una chica!

Lo cierto es que esto le recordaba sus años universitarios. Sonrió.

Tenía que irse.

—Edward —Susurró ella— deja de moverte.

Lo que faltaba, que ella se animara, pensó sintiéndose cada vez más gilipollas.

 —Cariño, volveré luego —dijo muy bajito al oído— No te preocupes, duerme.

Pero Bella no parecía estar dispuesta a dejarlo irse así como así. No sólo se aferró más a él, sorprendiéndole, sino que con gran pericia se colocó encima de él.

— ¿Qué haces?

Edward preguntó por preguntar pues no era difícil adivinar las intenciones de ella.

—Ahora no… no pod… no podemos —titubeó al ver como ella se movía encima de él.

Pero ella no parecía escuchar, sólo prestaba atención a su cuerpo, mejor dicho a una parte concreta de su cuerpo, frotándose hábilmente, hasta que sin previo aviso le agarró la polla y se penetró a sí misma, con fuerza y clavó las rodillas a ambos lados de las caderas de Edward, impidiéndole cualquier movimiento.

—¡Bella! —Jadeó.

Estaba indefenso, y lo sabía.

Indefenso y sorprendido.

Indefenso, sorprendido pero encantado.

En ese momento podía entrar su madre a buscarle y a él no se le borraría esa sonrisa del rostro. Como tampoco podría olvidar nunca la expresión de concentración de ella, sus ojos firmemente cerrados, recibiéndole, por entero, y entregándose.

Entregándose mutuamente. Edward lo sabía.

Bella siguió moviéndose y él permaneció debajo, limitándose a sentirla, dejarle hacer, disfrutando, únicamente. La agarró por las caderas, ayudándola a balancearse sobre él.

La miraba una y otra vez, esperando que ella dijese algo, que abriera los ojos y sus miradas se encontraran, pero ella le ignoraba.

Clavó los pies en la cama, levantándola con fuerza, una y otra vez, ella se agarró a sus antebrazos para no desequilibrarse pero siguió sin abrir los ojos, Edward vio como se mordía el labio, para después clavarle las uñas antes de echar la cabeza hacia atrás.

Edward sí gruñó, por lo bajo, al correrse inmediatamente. Ver a Bella llegar al orgasmo era el mejor de los estímulos para él.

Ella pareció volver en sí, abrió los ojos un instante, por fin pudieron cruzar sus miradas. La sonrisa de él era francamente orgullosa y algo engreída. Bella lo ignoró. Se bajó y se tumbó, de espaldas a él.

—Ya puedes irte —dijo bostezando, para inmediatamente después levantar el edredón y taparse.

Edward se quedó como atontado, pero no había nada que añadir.

Se sentó en la cama y miró de reojo, en su interior quedaba un atisbo de duda. Pero cuando vio como ella, con los ojos cerrados, sonreía, disipó cualquier duda.

Ya de pie buscó algo que ponerse, tan sólo los pantalones, el resto de su ropa bajo el brazo hecha un ovillo.

Era como el amante que sale a hurtadillas de visitar a una mujer casada, o algo parecido.

Merecía la pena profundizar en esa fantasía.

Se inclinó y rozó su hombro desnudo con los labios, antes de salir al pasillo y dirigirse rápidamente al ático para tumbarse en su cama.

Una vez allí, a salvo de cualquier interrupción pudo decirlo en voz alta.

—No volveré a dejarte Bella.

Capítulo 21: CAPÍTULO 21 Capítulo 23: CAPÍTULO 23

 
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