NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67719
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 26: CAPÍTULO 26

CAPÍTULO 26

—Buenos días Edward, llegas tarde.

—Avisa al doctor Grayson —dijo enfadado y para después añadir con menos brusquedad—: por favor Mary.

—Ah, hola Bella, no te había visto.

Como para verla, pensó ella, iba a remolque, Edward la arrastraba por los pasillos del hospital, casi en volandas. Se limitó a seguirle, no haría preguntas, de momento.

— ¿Algún problema? —Insistió Mary cuando llegaron al despacho de Edward.

—Dile que es urgente, nada más.

Rose asintió y les dejó solos.

—Siéntate —. Ordenó.

—Edward ¿Qué pasa?

Pero él no contestó, ella sabía que era preferible no insistir, así que hizo lo que él pedía, se sentó, con una postura demasiado rígida, la verdad. Mantuvo la boca cerrada.

Le observó, era curioso pero durante su estancia en el hospital ella no recordaba haber estado en esa habitación, siempre era él quien la visitaba y durante la rehabilitación se limitaba a ir a la sala dónde éstas se realizaban.

Era curioso estar allí con él.

Edward se sentó frente a ella y se colocó bien las gafas, a Bella la encantaba ese gesto. Era tan sexy, la miró por encima de las gafas pero mantuvo el silencio, se concentró en unos papeles que tenía delante.

Hacía como que leía, pero en realidad ni sabría decir ni una maldita línea de lo que contenían esos expedientes, la observaba, todo el tiempo, aun estaba empalmado. ¿Dónde cojones estaba Grayson?

Le inquietaba un poco como se estaban desarrollando las cosas, tal vez todo demasiado precipitado, quería estar con ella eso sin lugar a dudas, a su madre iba a darla un infarto. Se lo tenía merecido por meticona.

 

 

— ¿Me buscabas? —Grayson entró tras llamar a la puerta.

—Sí, gracias por ser tan rápido.

Bella observó al doctor Grayson, cerca de los cincuenta, bastante bien conservado, con cara afable. Mantenía una conversación, demasiado técnica, con Edward, entonces se percató. ¡Estaban hablando de ella!

Grayson era ginecólogo.

— ¿Me acompaña? —dijo Grayson.

—No te preocupes —Intervino Edward— El doctor Grayson te atenderá, plantéale… —La miró con intensidad— todas tus dudas, él va a reconocerte.

— ¡Edward!

—No discutas, ve con él —. Fue tajante.

Ella se levantó y se fue con el médico. No sin antes mirarle con cara de pocos amigos ¿Qué pretendía?

Cuando ella cerró la puerta se dejó caer en su asiento, quitándose las gafas y tirándolas sobre la mesa, cerró un momento los ojos, tenía mucho que asimilar. ¡Dios santo, Bella iba a hacerle padre!

— ¿Interrumpo?

—No, tranquila pasa —Edward se colocó de nuevo las gafas—. ¿Qué tengo para hoy, Mary?

—Nada, no te preocupes, tienes libre al menos media hora más, desvié los pacientes de primera hora.

—Gracias.

— ¿Puedo preguntar…? —Sugirió Mary al ver que permanecía callado.

—No sabría por dónde empezar —admitió él— han pasado muchas cosas estas últimas veinticuatro horas.

—Y todas tienen que ver con Bella.

—Pues sí. ¡Joder!

—Tranquilo chaval —le dijo Mary divertida— Cuéntamelo.

Edward confiaba en Mary, él mismo era partícipe de muchos de los secretos de ella, así que podía perfectamente hablar de todo con ella y con total libertad.

Intentó resumir, de verdad que lo intentó, todo lo ocurrido.

— ¿De verdad? Oh, Edward, eso es fantástico.

—No estoy seguro.

 — ¿Pero qué tonterías dices? No seas tonto. ¿Te asusta la idea de ser padre?

—No, no es eso.

—Pues explícamelo porque no caigo.

—Es Bella, a veces tengo la sensación que se reserva algo, que aun, pese a la confesión de hoy, tiene dudas conmigo. No sé, de verdad que no sé como hacerla comprender que no tiene nada que temer. Y respecto a mi madre, tendré una larga conversación con ella.

—No lo entiendes. ¿Verdad? Bella no es diferente respecto a cualquier otra mujer en ese aspecto, dejando de un lado esa terrible experiencia, toooodas —Se señaló a sí misma— tenemos dudas. ¿Tú no las tienes?

—Pues claro, pero…

—Pero quizás tú sabes mejor disimular, te lo guardas, igual que ella, pero mejor porque no dejas translucir nada.

—Puede ser… —musitó pensativo— de todos modos… ¿No es mejor compartir esas dudas? ¿Qué hablara conmigo?

— ¿Tú lo haces?

—Bueno… sí.

— ¿Siempre? —Edward se mantuvo callado— Ahí lo tienes, todos necesitamos nuestros secretos, ten paciencia. Ella te quiere, de eso no hay duda.

— ¿Te lo ha dicho a ti? —Preguntó picajoso y Mary negó con la cabeza riéndose— Porque si fuera así me daría algo. A mi me ha costado mucho conseguirlo.

—Pero lo has logrado —Sentenció y miró el reloj— ¡Mierda! Henderson va a pedir mi cabeza. Me voy, un beso —Se acercó a él— Te veo luego.

Dudas, dudas, claro que tenía dudas. Maldita sea.

Llamaron a la puerta, rápidamente se sentó bien y pronunció de forma tranquila “adelante”.

— ¿Todo bien? —Preguntó a Bella. Las sabias palabras de su amiga no podía pasarlas por alto.

—Sí.

—Me alegro —. Se levantó— Vamos a desayunar, necesitas comer. Comer bien.

—No empieces.

—No discutas. Vamos.

 —No —. No iba a dejarle salirse con la suya— Quiero decir que… —diplomacia Bella— aún no.

Edward estaba de pie junto a la puerta, a punto de abrirla para invitarla a salir cuando ella se acercó. Le puso la mano sobre la suya, indicándole con un gesto que dejara la puerta como estaba, cerrada.

—Yo te debo una disculpa.

—No es necesario.

—Para mí sí.

—Como quieras —Edward se acercó a su mesa y se sentó en el borde y cruzó los brazos—. Te escucho.

—He sido una… —hizo una mueca como buscando la palabra indicada—… estúpida.

—Más bien producto de la ignorancia, añadiría yo.

Bella le fulminó con la mirada. Ahora no era el momento de ponerse a analizar todos los errores era el momento de mirar hacia delante.

—Es la primera vez en mi vida que alguien me ofrece la posibilidad de ser feliz —Se acercó a él— Y… ¿Qué hago yo? Joderla, naturalmente —. Él hizo amago de interrumpirla pero ella avanzó un paso más colocándose a escasos centímetros— Te quiero Edward. Y quiero que me perdones.

—No tengo nada que perd…

Bella le besó de repente.

—No hables —Se colgó de su cuello— Sólo bésame —Le pidió con voz ronca, Edward la miró y lo hizo.

—Y ahora —habló con dificultad cuando separaron sus labios— Vamos a desayunar.

Ella negó con la cabeza.

— ¿Cómo que no? — ¿Así iba a ser siempre?

—Ahora, tú y yo —apoyó las manos en sus muslos, cerca de un sospechoso bulto en los pantalones— Vamos a ponernos al día.

— ¡Bella!

—Chis —. Le puso un dedo en los labios y se rio— ¿Esa puerta tiene cerrojo? —Él asintió— Pues quiero un reconocimiento completo.

 

 

Capítulo 25: CAPÍTULO 25 Capítulo 27: Epílogo

 
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