NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67727
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 12: CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 12

Edward se despertó sobresaltado, miró de reojo el despertador por encima de Bella, casi las cinco de la madruga, humm. Ella volvió a moverse inquieta, la tenía entre sus brazos, y parecía querer soltarse, aflojó un poco y ella pareció relajarse. Estaba profundamente dormida, eso era seguro, y estaba preciosa, aunque la única fuente de luz procedía del reflejo verde de los números del despertador era plenamente consciente del cuerpo que tenía a su lado. Suspiró, se había despertado, completamente.

Ese es un riesgo que tienes que asumir cuando duermes junto a una mujer desnuda, una mujer a la que deseas y una mujer a la que no tocaste antes de caer rendido de cansancio después de un día agotador.

Tenía que estar saciado, de momento, por la tarde lo habían hecho y eso en anteriores ocasiones le dejaba más o menos satisfecho, pero no, el calor del suave cuerpo femenino le estaba llamando.

Se separó un poco de ella, puesto que le iba a resultar difícil conciliar de nuevo el sueño y puesto que tampoco iba a poder satisfacer sus apetitos sexuales momentáneos que mejor forma de pasar el tiempo que observándola.

Puso una mano sobre su cadera, le hubiera encantado que ella se despertase en ese mismo instante, pero él no iba a hacerlo, le parecía cruel interrumpir su sueño, ya tendrían tiempo por la mañana. De eso no quedaba duda.

Pero…

La acarició muy, muy lento, apenas con las yemas de los dedos, no quería perturbarla, simplemente disfrutarla. Ver como el cuerpo de Bella hablaba por sí solo, como sus terminaciones nerviosas respondían a cada uno de sus leves toques.

Bella cambió de postura y él se detuvo, temiendo haberla despertado, pero el cambio era a mejor, ella dejó de darle la espalda para tumbarse boca arriba, y la cabeza ladeada.

Volvió a posar una mano sobre la cadera, pero resultaba irresistible tocarla en el centro. Esa estrellita que ella llevaba recortada en su vello púbico le traía por el camino de la amargura… Sonrió en la oscuridad, en silencio, Bella para unas cosas tan tradicional y para otras tan arriesgada. Eso demostraba su teoría, debajo de esa falsa mojigatería estaba una mujer deliciosa y seguramente más abierta a nuevas experiencias de lo que ella iba a reconocer abiertamente. Sí, iba a ser divertido (entre otras cosas) ver como Bella iba tomando, poco a poco, nota de su potencial como mujer.

Con un dedo dibujó repetidas veces la silueta de la estrellita pero era insuficiente, no podía quedarse así, ella al tener las piernas ligeramente separadas se lo estaba poniendo muy fácil; bajó lentamente el dedo para pasar lentamente sobre la abertura de su coño, sin profundizar. Esperando su reacción, pero ella simplemente se movió un poco, seguía dormida.

Excelente.

Prometedor.

Y entonces sintió la necesidad imperiosa de probarla, de saborearla, hasta el momento se había limitado a tener sexo más o menos convencional con ella, pero sabía perfectamente que cualquier mujer adoraba el sexo oral. Ella no iba a ser diferente.

Se deslizó hacia abajo, con cuidado de no moverse bruscamente para no despertarla, ni tampoco de quitar completamente el edredón que les cubría, sintiéndose como el niño al que por fin conceden su deseo, oh sí, él iba a disfrutar tanto o más que ella.

Igual que había recorrido con el dedo el dibujo empezó a recorrerlo con la punta de su lengua, se detuvo, miró hacia arriba, esperando una reacción, pero ella seguía igual. Excelente.

Con cuidado separó un poco más sus piernas, por fin tenía ante sí lo que tanto había deseado, todo para él. Separó sus pliegues con suavidad, con un dedo, dando tiempo a que el cuerpo de ella fuera lubricando la zona, siguió pasando un dedo, dejando que se empapara de los fluidos femeninos y cuando ya no pudo más bajó la cabeza hasta poder por fin pasar la lengua. Estaba excitado al máximo, sintió como su polla se endurecía al límite, pidiéndole que de una vez saciara su apetito, sus instintos más básicos le estaban llamando. Gruñó sin reprimirse.

Alguien o algo enredaban entre sus piernas, no era desagradable, pero sí extraño, intentó cambiar de postura, pero no podía, no sabía por qué pero no podía. Supuso que al no estar acostumbrada a dormir con un hombre tropezaría con él en el cama pero aun así…

Cuando, más o menos, llegó a una conclusión chilló.

— ¡No! —Gritó intentando incorporarse, Edward estaba entre sus muslos— ¡Oh dios! —Se dejó caer de espaldas, colocándose una mano sobre la frente, sintiendo por primera vez como un hombre besaba y lamía sus partes más íntimas. ¿Íntimas?— ¡No! —Volvió a gritar incorporándose e intentando cerrar las piernas— ¡No puedes hacer eso!

— ¿Por qué? —Preguntó suavemente.

—Po…porque eso no está bien —. Edward no la hizo ni caso y volvió a hundir la lengua en su coño—. ¡Edward!

—Bella —dijo pausadamente— tranquilízate —acompañó sus palabras con caricias en el vientre y en la cadera— Déjame hacerlo.

—Pero…

—Pero nada. Shhh.

Ella intentó de nuevo zafarse y apartar su cabeza pero él la atrapó por las muñecas, sujetándola al mismo tiempo firmemente por las caderas, Edward no iba a ceder, aunque más tarde, cuando pensara en ello seguramente se moriría de risa, una mujer que no quiere sexo oral. Increíble pero cierto.

Notaba la tirantez de ella, como apretaba los puños mientras él continuaba lamiéndola, le hubiera gustado poder al menos tener una mano libre para penetrarla con los dedos simultáneamente, pero de momento eso tendría que esperar.

Lo estaba disfrutando como un loco, Bella era divina, a pesar de su obstinación, por fin la estaba probando y degustando. Oía cómo ella, a pesar de sus protestas, intentaba ocultar el placer que iba sintiendo, cómo ya no se movía con la intención de liberarse de su amarre, empezaba realmente a apreciar lo que le estaba haciendo, mientras seguía presionando una y otra vez el clítoris con la lengua, notó como sus puños se habían relajado, dejando a un lado la negación inicial, cómo las piernas ahora más destensadas, ejercían una suave presión sobre su cuello, lejos de la tenaza que formaban al principio. Confiando en que ella continuara por ese camino soltó una de sus manos y empezó a penetrarla, primero con un dedo, la reacción de ella fue tan dulce, gimió con auténtica naturalidad, con aire de sorpresa. Encantadora.

—Bella… cariño… —Jadeó él— Siéntelo, estás a punto de lograrlo, dámelo, dame un orgasmo para saborearlo.

—Edward… —Se había rendido.

Él lo intuía, lo sabía, estaba al límite, así que la penetró con dos dedos, haciendo que ella levantara las caderas, presionando con más fuerza con la lengua, haciendo movimientos rápidos, sin tregua.

—Ahora, cariño. ¡Ahora!

Ella se arqueó y le tiró del pelo, incapaz de soportar el cúmulo de sensaciones que su cuerpo sintió, de la sacudida erótica que por primera vez experimentaba.

— ¡Siiiiiiiiiiii!

Relajó las piernas, estirándolas y dejó de agarrarse con fuerza al pelo de Edward. Él no dijo nada, se limitó a acariciarla, a ayudarla a relajarse, con pequeños besos en el vientre, mientras iba ascendiendo para colocarse a su lado y por fin abrazarla.

No le gustó el rechazo de ella, se dio la vuelta, dándole la espalda y colocándose en posición fetal. Estaba claramente avergonzada de lo que acababa de suceder. Esta vez no recibió esa ración de pequeños besos en el rostro que ella le dedicaba.

—Bella, cariño, ¿estás bien? —Esperó una respuesta pero ella seguía en esa postura, tan a la defensiva— Háblame por favor —Su voz era suave, calmante— Dime qué piensas.

—Edward yo… —a él no le gustó ese tono de voz, indicaba vergüenza—. No debías haberlo hecho.

— ¿Por qué? —La estrechó aún más entre sus brazos.

—No… Porque eso no está bien.

Suspiró profundamente, intentando asimilar tanto las palabras de Bella como la forma en la que habían sido pronunciadas. ¿El qué no estaba bien? ¡Joder! La había sentido, notó cuando ella alcanzó el orgasmo, notó cuando ella se relajó, ¿Qué cojones estaba pasando?

—Bella ¿El qué no está bien, exactamente? —Preguntó en un tono casi paternal. Ella seguía dándole la espalda.

—Eso, nunca… —Se calló, Edward notó como tragaba saliva— Nunca… nadie me lo había hecho antes —dijo susurrando, muerta de la vergüenza.

—No puedo creer eso —habló con incredulidad, pero disimulando la risa—. ¿Nadie? — Preguntó al final.

—No, y no te rías. Que te conozco —Le estaba oyendo tras de sí aguantar la risa— Siempre pensé que eso era algo… sucio. Que no debía hacerse.

— ¡Por favor! ¿Te has negado uno de los mayores placeres para una mujer? —Ella no dijo nada, el silencio era la respuesta— Bella, eso, como tú dices, no es para avergonzarse.

—Odio cuando utilizas ese tono de sabelotodo.

Ambos se quedaron en silencio, ¿Qué podría decir a una mujer como Bella? Podría pensar que ella le estaba tomando el pelo, pero ninguna mujer reacciona así, y sabía que no estaba fingiendo, que de verdad pensaba que lo que acababa de suceder era algo que no debía hacerse.

Podría dejar que se durmiera y hablar en otro momento, pero decidió que no, esto tenía que quedar resuelto.

—Bella —Habló con suavidad, acariciándola el cuello, haciendo que se sintiera relajada— Sé sincera conmigo, ¿te ha gustado? —Preguntó en un tono casual, no tenía por qué ser serio. Podía conjugarlo con el humor.

Ella se tapó la cara con las manos, menos mal que estaban a oscuras, estaba roja como un tomate maduro, Edward hacía ver que todo era natural, pero no era así, no podía ser así de simple.

Sabía, había oído hablar, incluso había visto imágenes de una práctica así, pero siempre la pareció que exageraban, que no podía ser para tanto. Además estaba el componente mental, siempre pensó que esas cosas no lo hacían las parejas normales.

Pero había estado tan bien… había sido un orgasmo diferente, con otros matices, inesperado, siempre pensó que para mantener una relación sexual debía existir penetración, pero no, no era necesario.

Con las manos tapándose el rostro pensó que no podría mirar de nuevo a Edward a la cara por la mañana.

— ¿Te ha gustado? —repitió él.

—Sí —Suspiró al fin— Pero… no sé si voy a ser capaz de mirarte a la cara.

Él se rio a carcajadas, ella era así, podía ser incluso encantadora cuando se sonrojaba, porque estaba seguro que así era.

Con un movimiento rápido, la obligó a girarse, estiró el brazo y encendió la lamparita de noche.

Él parpadeó para acostumbrar los ojos. Y la miró, estaba frente a él, tapándose la cara con ambas manos.

— ¡Apaga la luz! ¡Por favor!

—No —La agarró por las muñecas e hizo fuerza para despejarle la cara— Mírame, a la cara, quiero ver tu expresión, ¿Te has corrido no? Pues muéstrame una sonrisa de satisfacción. Y de agradecimiento —añadió en un tono seductor.

— ¡No! —Gritó más abochornada aun, cuando él retiró las manos de su cara, tuvo que girar el cuello para no mirarle.

—Ven aquí —Puso una mano bajo su barbilla y la giró, cuando la tuvo enfrente la besó de forma cariñosa.

Bella vio el rostro somnoliento de Edward, su sonrisa de orgullo típico masculino pero lo más alucinante fueron unos intensos ojos oscuros, abrasivos, intimidantes, prometedores. Promesa cumplida con otro beso demasiado intenso.

—Ha sido alucinante —admitió ella por fin, ganándose una sonrisa traviesa de Edward.

— ¡Uf! Menos mal, al principio pensé que no te gustaba mi técnica.

—No sabría decirte —ahora estaba relajada— No tengo con quien comparar.

— ¿De verdad que no…? —. No podía evitar preguntarlo de nuevo, ella asintió con la cabeza— Vale, me lo creo —. No es que a estas alturas de la película fuera de los que mataban por una virgen, él nunca había conocido a ninguna, pero ser el primero en algo, y para Bella además, le hizo sentir extrañamente orgulloso.

—Si quieres puedes colgarte un par de medallas.

Ahí está de nuevo mi Bella, la que me pone a cien, con su comentario ácido, genuino.

—No, no necesito medallas —Pasó por alto su cinismo. Apagó de nuevo la luz y esperó que Bella se acomodara de nuevo en sus brazos para sorprenderla— Sólo necesito que me dejes hacerlo regularmente —notó como ella daba un respingo en sus brazos— Sabes tan bien…

Bella no quiso pensar en nada al oírle decir eso, pero Edward sabía cómo ponerla nerviosa, y lo estaba consiguiendo, así que cerró los ojos con fuerza e ignoró las risas intercaladas con palabras picantes. Le dio un golpe de advertencia en el brazo y eso pareció calmarlo.

Sin saber cómo ambos cayeron en un sueño profundo.

—Despierta, Bella —Edward la movió nervioso, había oído el ruido de la puerta al abrirse. Primero pensó que era en el apartamento de al lado, pero luego oyó pasos.

—Déjame en paz —refunfuño sin ser consciente y tapándose con el edredón hasta la cabeza.

—Joder, hay alguien en tu casa.

—Pues que haga el desayuno —Sugirió aun medio dormida.

— ¿Bella? —Ambos lo oyeron, alguien la llamaba.

— ¡Joder! —dijo levantándose rápidamente, mirando a Edward que estaba más desconcertado que ella.

— ¿Se te han pegado las sábanas? —Se guaseó Jacob.

—Mierda, mierda, lo olvidé.

— ¿Y cómo ha entrado? —Preguntó Edward subiéndose los pantalones y sintiéndose como un adolescente al que han pillado los padres de la chica.

—Tiene las llaves—. Se acercó le dio un beso rápido y salió.

— ¡Buenos días dormilona! Me has dado plantón.

—Lo siento.

—No importa, si te lo has pasado bien con el doctor esta noche, te perdono.

— ¿Cómo sabes…?

—Primero, y odio parecer superior, mis dotes de observación no fallan, siempre que quedamos me esperas levantada y con el desayuno preparado. Si me has sido infiel he de suponer que ha sido con otro hombre.

—Te odio.

—Yo también te quiero. ¿Café? —Ella asintió y en ese momento salió Edward del dormitorio.

—Buenos días, doctor Cullen —Saludó alegremente Jacob.

—Buenos días —respondió éste sin mucho entusiasmo y se encerró en el cuarto de baño.

—Además —Prosiguió su explicación el policía— Las pruebas lo confirman —dirigió su mirada al maletín y las gafas de Edward que estaban sobre la encimera.

—Te odio.

—Te repites —Y bajó la voz— Podrías haberme avisado —había cierto matiz de diversión en su voz— Bella no me gustaría haber interrumpido nada —levantó las cejas— ¿Verdad?

—Sírveme un café y déjame en paz.

—Como quieras—. Jacob se sirvió café para ambos, tomó su taza y cogió su chaqueta—. Pero siempre he pensado que el sexo te mejoraría el carácter.

Ella le ignoró.

— ¿Qué haces? ¿No habíamos quedado?

—Querida compañera, no seas gilipollas, ¿Prefieres venir conmigo a hacer unos recados, los cuales puedo hacer solo, o quedarte aquí con él? —Ella no dijo nada—. Definitivamente eres gilipollas —. Se dirigió a la puerta— Me voy. Cuídate —Le dio un beso en la mejilla, siempre se despedía así.

Bella se apoyó contra la encimera, ¿A alguien más podrían pasarle estas cosas? No seguramente sólo a ella. Se dio cuenta de lo descuidada que había sido y cogió una taza rápidamente para ofrecérsela a Edward en cuanto saliera del baño. Él apareció mientras ella servía el café. Por los pelos.

— ¿No vas a decir nada? —dijo ella ofreciéndole la taza.

—No —. Contestó más seco de lo que pretendía.

—Lo siento, me olvidé de Jacob.

—No te preocupes por eso —Se sentó y cogió el periódico que Jacob había traído— Por lo menos nos ha traído la prensa.

—No es lo que piensas —. No tenía qué justificarse, pero sintió la necesidad de hacerlo; Edward estaba tranquilamente leyendo el periódico como si nada—. Edward… nunca me acosté con él.

— ¿Te lo he preguntado? —Dejó la taza y la miró— Bella, no estoy enfadado, además ya lo sabía, y si hubierais estado juntos tampoco podría reprocharte nada, así que no le des más vueltas —apuró su café— ¿Qué te apetece hacer hoy? Aparte de la rehabilitación claro, no entro hasta las cuatro.

La rehabilitación, un gran tema, te han pillado Bella, hace una semana que no vas por allí, mierda, mierda, creo que él lo sabe, le pasarán informes semanalmente.

—Verás… —Le miró mientras leía y se fijó en sus labios, oh, las cosas que habían hecho esos labios, no lo pienses, ¡No! , pero inevitablemente se puso roja.

Y no hizo falta decir ni pío, se delató a sí misma.

—Lo imaginaba —Edward interrumpió sus pensamientos— ¿Desde cuándo?

— ¿Qué? —Ella no había entendido la pregunta, ella estaba pensado en algo totalmente diferente, claro que, al ver la cara de pocos amigos de él, se dio cuenta de que no estaban pensando en lo mismo. Ains, qué metedura de pata—. Desde hace una semana —. Ya no tenía sentido hacerse la tonta.

—Joder —Se levantó bruscamente del taburete— ¿Estás loca? —Se pasó las manos por el pelo y se ajustó las gafas, el rapapolvos era inevitable— No sé qué se te pasa por la cabeza, o si no escuchas —ahí está el Edward que odiaba, pensó ella, pero luego le miró de nuevo a la boca y pensó, olvídalo, no le odias— Debí estar más atento. ¡Maldita sea!

—Estoy bien —. Se intentó defender ella.

—No lo estás, estás como una puta cabra. ¿Qué alegas en tu defensa?

Que no he ido al hospital por miedo a verte, a que pensaras que estaba persiguiéndote como una colegiala, no fui para evitar el mal trago de no saber qué decirte.

—Nada —, se encogió de hombros, ni muerte le confesaría la verdad —Simplemente pensé que no era necesario.

—Ya hemos hablado de eso, maldita sea, yo soy el médico. Vamos, vístete, te acompañaré.

—Puedo ir sola.

—No me fío ni un pelo de ti. Haz el favor de vestirte —Exigió de forma autoritaria y miró el reloj— Y date prisa primero tengo que pasar por mi apartamento y cambiarme.

Bella fue a regañadientes a su dormitorio, ¿Era el mismo hombre que la hacía ver el cielo con sus caricias? Pues al parecer no, porque cómo explicar esa actitud tan mandona.

—Pedorro —Susurró.

Sacó su chándal rosa chicle, un regalo de Alice y el único al parecer disponible. Y se vistió; lo malo del conjunto eran sus roñosas zapatillas de deporte, del blanco inicial quedaba bien poco. Se encogió de hombros, total en la rehabilitación excepto ella y otra chica, la media de edad superaba los sesenta.

Salió, algo más tranquila, pues se estaba comportando como una chiquilla malcriada, cosa que no había sido en su vida, nunca tuvo la oportunidad de coger una rabieta, se jugaba un bofetón.

Edward seguía allí, sentado, leyendo el periódico, que al parecer debía ser de lo más interesante. ¿Cómo podía enfadarse con él? Vale, analicemos la situación, su voz autoritaria la molestaba pero denotaba sincera preocupación e interés. Pero hay formas y formas de decirlo. Claro que también hay formas y formas de comportarse pensó ella regañándose a sí misma.

No dijo nada cuando la vio con el ajustado chándal rosa. ¿Así iba a rehabilitación? La madre que la parió, ahora se alegraba de haber resistido a la tentación de pasar para verla. La chaquetilla torera del conjunto dejaba una porción de piel demasiado tentadora para su testosterona.

— ¿Nos vamos? —Inquirió ella inocentemente.

Él creyó más prudente mantener la boca cerrada.

Durante el trayecto a casa de Edward, ambos se mantuvieron callados, bueno no exactamente, el tráfico parecía sacar lo peor de los hombres, claro que ella no sabía que estaba descargando su frustración sobre los demás conductores con tal de evitar mirar al caramelo con envoltorio rosa que iba sentado a su lado. Destacaba demasiado sobre la tapicería de cuero color crema del Land Rover.

Bella señaló la hora en el salpicadero del coche, queriendo insinuar que se había hecho tarde y que ya no podía hacer sus ejercicios. La sonrisa se la borró de la cara en cuanto Edward con aire petulante la informó que no se preocupara con eso.

Edward vivía en un ático, situado a las afueras, en una urbanización privada. No la sorprendió, iba proclamando a los cuatro vientos su origen de buena familia. Demasiados contrastes con su propia vida. Aunque nunca alardeaba de ello.

—Pasa —dijo Edward tras abrir la puerta— Me daré una ducha rápida y me cambio —. Dicho eso la dejó sola en el hall y desapareció tras una puerta.

Bella se quedó allí, en medio de un enorme hall, por lo menos tan grande como su pequeño apartamento. Pintado de un blanco cegador sólo sobresalía un pequeño mostrador de madera oscura dónde Edward había dejado las llaves.

Avanzó por un pasillo para desembocar en un gran salón, también enorme. A Bella le daba miedo tocar nada, estaba claro los gustos de Edward referentes a decoración: grandes espacios en blanco inmaculado y muebles oscuros.

A un lado del enorme salón dos enormes sofás de cuero marrón y embellecedores cromados dispuestos en un perfecto ángulo de noventa grados. En frente un televisor de no sé cuántas pulgadas colgado de la pared, rodeado de cuatro columnas de sonido.

En el lado opuesto, separado por un escalón con el que tropezó, una gran mesa ovalada dispuesta para ocho comensales. El salón la pareció demasiado frío, aséptico, impersonal. Las paredes de blanco no transmitían calor, pese que en una esquina había una falsa chimenea de leña.

Salió del salón, sin tocar nada, volvió por el pasillo y vio una serie de cuatro puertas, cerradas. ¿Cuál sería el dormitorio de Edward? Sentía sincera curiosidad por averiguarlo.

Abrió la primera puerta, despacio, vio un dormitorio de dos camas, sencillo y pensó que se trataba de un cuarto de invitados. Cerró y pasó al siguiente (parecía que estaba haciendo un registro domiciliario) otro dormitorio de iguales características, la única diferencia que en vez de estar decorado en tono sepia estaba en azul pálido. Cerró con igual cuidado y se dirigió a la siguiente puerta, abrió ya con más confianza pero casi se queda con el pomo en la mano.

—Lo… lo siento.

—Buenos días, guapa —Saludó Jasper alegremente pasando a su lado tan sólo ataviado con unos boxers rojos. Dios santo qué cuerpazo—. ¿Has dormido aquí?

—No —balbuceó.

—No sé qué vamos a hacer con este chico —murmuró Jasper refiriéndose a su hermano— una chica tan guapa como tú y mi hermano haciendo el tonto—. La agarró de una mano y la hizo girar

—Déjame que te diga que ese chándal te sienta como un guante querida, marca lo que tiene que marcar —Eso arrancó una risa a Bella que empezaba a conocer a Jasper.

—Gracias.

— ¿Un café? ¿Un zumo? Yo voy a desayunar ahora —Y se dirigió a la cocina (Bella no la hubiera encontrado sola) tranquilamente en calzoncillos y descalzo, ofreciendo un panorama de su trasero a quien quisiera deleitarse.

Le siguió, ¿Qué iba a hacer? Visto lo visto no quería aventurarse a abrir otra puerta en aquella casa.

—Dime —Comenzó Jasper, que se mostraba tranquilo a pesar de su escaso atuendo— ¿Cómo es que estás aquí?

—He acompañado a tu hermano —. Decirle que Edward había pasado la noche con ella no era necesario.

—Ya. Sé que no ha dormido en casa —Se rio— menos mal, creía que nunca arrancaría.

—Y tú —Bella se sentía con confianza para preguntar— ¿Estás viviendo con él?

—Pues sí, prefiero al aburrido de mi hermano que a la pesada de mi madre.

—Sabia elección —murmuró. No entendía por qué consideraba a Edward aburrido. Cuando él le sirvió un zumo no se mordió la lengua— tu hermano no es en absoluto aburrido —. Jasper la miró con expresión pícara, los mismos ojos que Edward pero mucho más maliciosos.

— ¿Ah, no? , pues primera noticia que tengo.

—Supongo, no le conozco tanto —Eso la valió otra miradita— No es tan abierto como tú pero eso no significa que sea aburrido.

—Ven —La tomó de la mano— Sígueme —Se detuvieron frente a una puerta — Ésta es la guarida del lobo, entra.

— ¡Jasper! , no tiene gracia —Protestó ante las risas de él— Yo me divierto con él —dijo algo petulante y él rio con más fuerza.

—Vale, lo admito, quizás mi hermano no es tan petardo y frío como pensaba si ha conseguido que un bombón de fresa crea que es divertido.

¿Bombón de fresa?

— ¿Sabes? Esa actitud de machito está pasada de moda —Jasper la miró aguantando la risa, desde luego Bella resultaría buena para su hermano— Y tápate, por favor, ya he tenido esta noche suficiente ración de Cullen desnudo—. Ambos empezaron a reírse con ganas, hasta que el mayor de los hermanos regresó a la cocina dejándola sola frente a la puerta del dormitorio de Edward.

Llamó antes de entrar más sorpresas no por favor, pero no oyó ni un adelante ni nada, así que se coló dentro.

El dormitorio estaba vacío, oyó el ruido del agua, procedía de una puerta entreabierta, vale, aún está en la ducha, tentada por verle realmente desnudo, pues no lo había hecho (si lo pensaba había visto más a Jasper que a Edward) se acercó, pero se arrepintió en el último momento, espiar (y dicho por una investigadora) no estaba bien.

Así que se sentó en el borde de la enorme cama, cielo santo, al menos medía dos metros de ancho, aquí podría dormir durante una semana y no estar dos veces en el mismo sitio. La habitación era como el resto de la casa, sumamente sobria, las paredes de un blanco no tan cegador pero igualmente carentes de calor, la gran cama con armazón en madera oscura resaltaba en medio de la estancia.

El cubrecama era muy suave, ella pasó la mano como para acabar de creérselo, una sensación agradable para el tacto. Ideal para tumbarse desnuda sobre ella ¡Bella! Se reprendió a sí misma. ¿En qué estás pensando? ¿No has tenido suficiente esta noche?

Pero inexplicablemente parecía ser que no, tenía que salir de esa habitación, la tentación era demasiado fuerte como para echar mano de su fuerza de voluntad.

Terminó por ganar la batalla y se levantó.

Además Edward, que no era tonto y estaba al tanto de todo, podría interpretar su repentino interés por el sexo como una forma de librarse de la rehabilitación. Aunque… bien pensado, hasta la fecha siempre había sido quién había iniciado las maniobras de aproximación.

¿Era ya el momento de pasar a la acción?

—Yo… ya me iba —dijo al verle salir del cuarto de baño, desnudo secándose tranquilamente.

— ¿Por qué? , a mí no me molesta —Y entró en una especie de vestidor.

— ¿Es una costumbre familiar? —Preguntó, tanta piel masculina daba qué pensar.

— ¿A qué te refieres? —gruñó al darse cuenta— Ya —dijo tirando la toalla.

— ¿Tienes algún hermano más —bromeó. Y vio de reojo como Edward se reía mientras iba sacando la ropa del armario.

Era algo digno de ver, y no se refería al vestidor completamente equipado y ordenado, sino observar cómo iba vistiéndose ¿Siempre boxers negros? Tendría que preguntárselo. Si Edward exigía sinceridad lo más lógico es que él contribuyera de la misma manera.

A los pocos minutos salió completamente vestido y arreglado con unos pantalones chinos azul marino y camisa en azul claro (él siempre combinaba perfectamente la ropa), le observó cómo con meticulosidad iba sacando su cartera y otras cosas del vaquero con el que había llegado.

Cuando terminó no dijo nada, miró la cama y después a ella, Bella vio el brillo de sus ojos, Jasper necesitaba saber unas cuantas cosas sobre su hermano, esa misma mirada maliciosa pero que indicaba lo que estaba por venir. Probablemente debía decirle abiertamente lo que estaba pensando y comprobar el tacto de aquel cubrecama en su piel desnuda.

Por desgracia toda esa indecisión en su cabeza jugó en su contra, pues él terminó de arreglarse y no pasó nada de nada.

Encontraron a Jasper, tranquilamente en la cocina, aun sólo vestido con los boxers rojos ¿Debía comprarle unos así a Edward o era demasiado pronto para regalarle algo tan íntimo?

—Anoche te llamó Mary. ¿Dónde estabas? —Preguntó fingiendo seriedad pero lo cierto es que lo sabía pero era irresistible la oportunidad de picarle un poco.

—Jugando al parchís, no te jode. —Respondió también serio— ¿Tú que crees?

Bella no podía entender que pintaba ella allí, en medio de aquellos dos hermanos, eran tan parecidos y tan diferentes. Pero sabía que en el fondo de todo aquel rife rafe no había más que ganas de divertirse.

—Preguntemos a la dama —Sugirió Jasper.

— ¿Hacéis siempre el mismo numerito? —Preguntó ella molesta pero divertida.

—Sí —aseveró Jasper manteniendo el tono divertido.

—No —Contestó Edward simultáneamente y los dos se echaron a reír.

Ella les observaba allí partiéndose de risa, estaba claro, le habían tomado y pelo y de qué manera. Desde luego, visto así compartían más secretos de los que a primera vista una podría pensar. ¿Contaría Edward a su hermano sus proezas sexuales? ¡Qué horror!

Serás hipócrita, se regañó.

¿Cómo sabes tú lo que Jasper ha aprendido en Oriente?

Tras las risas, Edward comentó algo con su hermano de índole familiar, a lo que no prestó atención. Y después comentaron la llamada de Mary, al parecer según Jasper estaba algo deprimida pero no pudo sonsacarla más, Edward dijo que hablaría con ella por la tarde.

Jasper, sin ningún pudor, se acercó a ella y se despidió con dos sonoros besos en la mejilla, delante de las narices de Edward. Que inexplicablemente no dijo ni mu.

Otra vez en el infierno del tráfico Edward soltaba tacos y se ajustaba una y otra vez las gafas, señal inequívoca de su estado de ánimo, ella no dijo nada.

— ¿Quieres hacer el favor de taparte? —dijo entre dientes sin mirarla al detener el coche en un semáforo.

— ¿Cómo dices? —Ese comentario la pilló totalmente desprevenida.

—Bella, no soy de piedra —Para demostrárselo la tomó de la mano y se la colocó sobre su erección— No entiendo cómo vas con ese… lo que sea a rehabilitación —. Miró a la porción de piel al descubierto y su ombligo tan tentador.

— ¡Edward! Tienes un problema ¿Lo sabías? , no puedo creer que sólo pienses en eso —. Cruzó los brazos sobre el pecho—. Eres poco menos que un… hipócrita y un… gilipollas —Para qué exprimirse la mente buscando adjetivos— Para tu información, señor antiguo, las mujeres vestimos como nos da la real gana, no necesariamente queremos guerra.

—Pero sabes perfectamente el efecto que causas en mi líbido. No te hagas la tonta.

—Pues contrólate, corazón.

—Mira —Bajó la voz y se inclinó lo suficiente para susurrarla al oído— No puedes ir vestida como un bombón de fresa y esperar que yo no reaccione, el problema lo tienes tú, no yo, querida.

—Serás… — ¿Bombón de fresa? Vaya, si tenía mucho en común con su hermano. Pero por el tono adivino que estaba de guasa.

Le estaba tomando otra vez el pelo, pero lo cierto era que ella misma había comprobado cómo estaba duro, empalmado, y eso que sólo le había mostrado el ombligo. Sonrió, hasta hace unos minutos no sabía que tuviera ese poder.

Debía aprender a manejarlo con cuidado, pensó mientras sonreía sin mirarle.

¿Bombón de fresa?

Bueno, debía entonces buscarle a él algún apelativo cariñoso. Sólo por devolverle el favor.

 

 

Capítulo 11: CAPÍTULO 11 Capítulo 13: CAPÍTULO 13

 
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