NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67732
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


ADAPTACIÓN DE NO ME MIRES ASÍ DE CASADO

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El escritor de sueños

El escriba

BDSM

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Sálvame

El Affaire Cullen

El juego de Edward

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Capítulo 18: CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 18

Bella se quedó adormilada, no supo si había pasado una hora o diez, pero cuando abrió de nuevo los ojos estaba sola en su cama y oía un pequeño murmullo procedente del salón, seguramente Edward había encendido la televisión.

Apartó las sábanas y vio que aún estaba desnuda. Sonrió, el motivo por el cual estaba así era para sonreír.

Buscó algo rápido que ponerse y salió del dormitorio.

Le encontró tras la barra de la cocina, preparando lo que supuso era la cena. ¡Dios! Es la fantasía de cualquier mujer, un tío vestido tan sólo con los vaqueros enredando en la cocina. Para comérselo.

— ¿Tienes hambre?

—No —Bella se llevó las manos al estómago.

—Pues tendrías que comer algo —. Se acercó y se sentó frente a él en uno de los taburetes— Yo sí estoy hambriento —dijo poniendo un plato en la barra y sentándose— No hay mucho donde elegir, así que me conformo con esto.

Vio el combinado que él había preparado con las escasas existencias de su nevera, un poco de queso, un poco de ensalada, una tortilla… Edward resultaba bastante apañado.

Al principio pensó que no podría comer nada pero… echó una mano al plato de Edward.

— ¡Eh! —La regañó él dándole un golpe a esa mano ladrona— has dicho que no tenías hambre.

—Bueno… —Se encogió de hombros— tal vez sí, aunque tengo el estómago revuelto.

—Está bien, come.

Bella le miró, joder si estaba guapo, incluso despeinado estaba aún mejor. ¡Qué delicia! Y no hablaba del bocadito de queso, no, hablaba de Edward, ese sí era un pedazo de bocadito.

 Mientras él comía tranquilamente ella de forma inconsciente levantó una mano y le acarició la mejilla. Estaba claro que el alcohol la había dejado sin defensas.

—Raspas un poco.

—Lo siento —dijo como si nada— Esta mañana no tuve tiempo de afeitarme.

—No importa —Seguía como en una especie de trance— Creo que incluso estarías mejor si te dejaras barba de tres días —Él la miró como si hubiera dicho algo en chino.

— ¿Por qué?

—Creo que así ya no parecerías un chico bueno, darías aspecto de más peligroso. Siempre vas impecable, combinas bien la ropa, te comportas con educación —él resopló— Si no fuera por… —Se ruborizó levemente al pensar lo que ambos hacían en el dormitorio—… bueno, por eso, pensaría que tienes un hermano gemelo.

— ¡Ah no! Eso no —Se rio— Además sabes perfectamente lo malo que puedo llegar a ser.

Bella estaba derretida.

—Entonces debo pensar que eres un lobo con piel de cordero.

—Más o menos —. Dio un trago a la cerveza— Por cierto es la última —dijo señalando el botellín.

—No sé cómo interpretar eso.

—Bella, es simple, creo que me conoces como para saberlo.

— ¿Tú crees? Porque yo no estoy tan segura. A veces, yo… yo… no sé, creo que he metido la pata hasta el fondo —Hizo una mueca— hablo demasiado y sin embargo tú te muestras tranquilo y pareces tener la respuesta correcta para todo, luego vienes, cuando yo no te espero y me desarmas.

—Me encanta oírte decir eso, pero no, no siempre tengo todas las respuestas.

Se encargó de que ella comiera al menos algo, después del día que llevaba lo necesitaba. Mientras recogían los platos y preparaban café sonó el móvil de Edward.

—Mierda, espero que no sea una emergencia —. Buscó con la mirada el móvil—. ¿Dónde…?

—Aquí —Bella le había cogido de la mesita del salón— Ven a por el —Le dijo juguetona.

—Dámelo, con eso no se juega.

 —Uy, está vibrando —. Canturreó deslizándolo por su estómago.

—Trae —. Se mostró impaciente.

—No es una emergencia —dijo Bella tras mirar la pantalla— toma.

—Mucho peor, es mi madre.

Bella sirvió el café mientras Edward atendía su llamada. No quería pero era inevitable oír la conversación.

—Hola Edward ¿Dónde estás? He llamado a tu casa y Jasper me ha dicho que no te ha visto el pelo, y en la consulta tampoco estás.

—Estoy… bueno… —dudó en qué decirle exactamente a su madre— que más da, dime ¿Para qué me llamas?

Bella observaba como Edward se ponía tenso.

—Para recordarte que mañana tienes que venir, tu padre está ilusionadísimo con la fiesta.

—Sí, me lo imagino —Carlisle, el padre de Edward, odiaba esos saraos—. Bueno no te preocupes estaremos allí.

—Eso quería oír.

—Espera mamá, un momento, no iré sólo —miró de reojo a Bella que permanecía sentada tomando café.

— ¡Edward! ¡Qué sorpresa! ¿La conocemos?

—No.

—Bueno, bueno hijo, Jazz ya me había insinuado algo.

—Joder con Jazz, ¿No puede cerrar el pico?

—Esa lengua Edward, ¿Cuándo llegas?

—Supongo que por la tarde, no te preocupes estaré para la cena.

—Está bien. Besos hijo.

Edward volvió a dejar el móvil abandonado en la mesita y se acercó de nuevo a ella, aun no había dicho nada, sabía que podía reaccionar de forma inesperada, pero aprovechando la coyuntura (la amabilidad demostrada por ella jugaba a su favor) podía pedírselo sin obtener un no con explicación corrosiva por respuesta.

—Bella —Colocó ambas manos en la encimera, rodeándola con su cuerpo— tengo que hablarte de algo muy importante.

 —Lo sé, no te preocupes, no he podido evitar oír la conversación, pásalo bien. Te prometo no hacer ninguna tontería este fin de semana —. Tragó saliva, el pecho desnudo de Edward la intimidaba.

— ¡No! Joder —Se pasó la mano por el pelo despeinándose aún más— quiero que vengas conmigo.

— ¿Yo? —Eso no lo esperaba.

—Sí, tú.

—Pe… Pero es una reunión familiar ¿No?

—Por eso mismo, quiero que vengas, Bella —Parecía desearlo con todo su ser— Lo pasaremos en grande, imagínatelo un fin de semana en el campo. ¿Te apuntas?

—No sé qué decir.

Edward la abrazó.

—Ven conmigo.

—Bueno, vale, me has convencido. Pero antes…

— ¿No pretenderás negociar con eso?

— ¡No! E… me da vergüenza admitirlo, pero, ¿Me ayudarás? —Él no comprendió la pregunta— Quiero decir a no hacer el ridículo —Él seguía sin comprender— ¿Me dirás qué hacer? ¿Qué ponerme? Esas cosas.

Al fin Edward lo entendió.

—Deja de decir bobadas —La besó en la sien— además no puedes preguntarme qué vestido ponerte, yo siempre te elijo desnuda —Eso le valió un golpe, pero es que admitir que ella podía necesitar su ayuda era también a su modo de ver ofenderla— Cariño, si quieres —dijo de forma insinuante— No me separo de ti ni un minuto —E hizo una demostración frotándose contra ella.

—Si no tengo otra alternativa…

—Joderrrr, mierda, me cago en la pu…

Edward se despertó sobresaltado. ¿Quién coño estaba maldiciendo como un camionero a esas horas? Pero debía ser producto de su imaginación, la casa estaba silenciosa, miró a un lado y vio que Bella ya se había levantado, sonrió, no entendía cómo, debía estar tan agotada como él. Cerró de nuevo los ojos, tenía por delante unos días libres y sólo quería estar con Bella y descansar. Preferiblemente tumbado con ella a su lado. Con ella debajo, o encima. Nunca terminaba de decidirse.

— ¡Uf, uf, joooderrr, como duele! ¡Mierda, mierda, mierda!

Esta vez no era su imaginación, era Bella, saltó de la cama sin ni siquiera pararse a ponerse la ropa interior, salió al salón, nada, vacío.

—Mierda, mierda, mierda…

Los gritos y las lamentaciones salían del baño.

— ¿Qué pas…? —. Edward se detuvo en seco, al abrir la puerta del baño.

— ¡Fuera! —Gritó ella.

— ¿Pero qué te estás haciendo?

—Obvio ¿No?

—Deja eso, te vas a lastimar —Se acercó a ella.

— ¡Quieto ahí!

—Pero… joder Bella, ¿Por qué no te rasuras?

—Porque, señor sabelotodo, eso apenas mantiene mis piernas cuatro días en buen estado.

—Deja eso —Intentó acercarse a ella, le dolía con sólo ver la cera caliente extendida sobre su piel.

—He dicho que no te acerques —levantó la espátula con la cera caliente y le amenazó— A no ser que… quieras probarlo. Muchos hombres se depilan —dijo maliciosa y Edward se llevó instintivamente las manos a su entrepierna.

—Yo paso. Estoy bien así.

Bella le miró ahora más atentamente, estaba completamente desnudo, delante de ella, mirándola como si fuera él quien estuviera sufriendo esa tortura. Pues claro que estaba bien así.

— ¿Te vas a quedar ahí todo el santo día? ¿Es que no puedo tener un poquito de intimidad?

—Anda, déjame que te ayude —Se acercó un poco más a ella, con cuidado pues no las tenía todas consigo.

— ¿No me digas que esto también se te da bien?

—No, no lo he hecho nunca —admitió— Pero no me importaría aprender.

— ¿Me estás diciendo que hay una esteticien frustrada en tu interior?

 —Ay Bella, tú sí que sabes cómo animar la mañana —dijo aguantando la risa.

—Tú tampoco lo haces mal —admitió ella— aunque podrías taparte ¿No? Así no hay quien se concentre.

— ¿Te desconcentro? —Ella puso los ojos en blanco—. Admítelo, bruja —Y se acercó a ella para tantear el terreno, quizás ella reaccionaba a sus insinuaciones.

Bella permanecía sentada en el taburete del baño con una pierna extendida observando como el muy canalla la provocaba, intencionadamente, meando sus caderas y haciendo balancear su miembro semi erecto ante ella, se detuvo a escasos milímetros de su boca.

—Bella, sé buena y dame los buenos días —hizo un movimiento rápido y ella resopló.

—Además de graciosos juguetones ¿No? —Resopló otra vez— Está bien —Inclinó la cabeza y le besó en la punta. — ¿Satisfecho?

—Uy,¡Mira! Ya estamos todos levantados, Bella, lo reconozco —Se llevó la mano al pecho— Eres única animando las mañanas.

—No seas ganso —Se reclinó hacia atrás— Y ahora vete, si no quieres un poco de esto —levantó de nuevo la espátula.

—Vale pero… ¿No me das un besito de despedida?

A pesar de todo él pudo esquivar la espátula con la cera caliente, un segundo más y un pegote de cera verde derretida hubiera atemorizado su entrepierna.

Edward  salió del baño, pero no pudo resistirse y abrió de nuevo la puerta.

— ¿De verdad no necesitas mi ayuda?

— ¡Fuera!

— ¿Te preparo el desayuno? —Insistió de nuevo.

Pero al ver la cara de Bella cerró definitivamente la puerta y se fue a preparar el desayuno.

— ¿Jacob? , mira soy yo, estaré fuera todo el fin de semana, si necesitas algo llámame al móvil, ¿vale? Ciao—. Bella guardo su móvil en el bolso y se dirigió a Edward que estaba concentrado en la carretera— Le he dejado un mensaje, pero… me parece extraño, supongo que Mindy tiene algo que ver —Se echó a reír.

— ¿Me he perdido algo? —Preguntó sin mirarla.

Le explicó que su compañero y amigo llevaba años y años detrás de     Alice (enfatizó años y años) pero que no dejaba pasar la oportunidad de interactuar con otras mujeres. Según su opinión, y conociendo bien a su compañero, le vendría bien desquitarse un poco y librarse de esa malsana obsesión con su amiga.

Así que si Jacob y Mindy estaban intercambiando fluidos. Estupendo. Edward se rio por lo bajo.

Cuando llegaron al ático de Edward se encontraron con un malhumorado Jazz.

— ¿Qué te pasa? —Preguntó Edward dando una palmada a su hermano en el hombro.

—Mujeres —miró a Bella— bueno, tú a lo mejor te salvas. ¿Te puedes creer que invito a Alice a una preciosa reunión campestre y familiar y me salta con que tiene trabajo? ¿Un fin de semana?

—A mí me ha dejado más de una vez colgada en festivos —Intentó justificar a su amiga.

—Pero no es lo mismo —Jazz la miró maliciosamente—. ¿Me comprendes?

—No seas malo —gruñó Edward.

—Déjale, si en el fondo me gusta —aseguró ella y Edward la miró inquieto.

— ¿Ves hermanito? Las tengo a todas, menos a una… —refunfuñó— comiendo de mi mano.

—Dejémosle —Cogió a Bella de la mano— con su tragedia.

—Muy, pero que muy gracioso, ja, ja, ja, mira como me río —dijo el aludido—. Pero que sepas que ayer noche hablé con mamá.

— ¿Y? Yo también lo hice.

—Tanya Delani está invitada a la fiesta.

Edward puso cara de resignación.

—Lo mismo pensé yo.

— ¿Quién es esa tal Tanya? —Preguntó Bella.

—Una estirada —respondió Jazz— Primero intentaron colocármela a mí y después se la pasé, como buen hermano, a Edward.

—No me lo recuerdes —, el aludido hizo como si tuviera escalofríos.

 — ¿Os pasabais a las chicas? —Preguntó atónita, los dos parecían pasárselo en grande.

—Más o menos —admitió Edward mirando a su hermano en busca de apoyo.

—Bueno con Tanya no fue exactamente así —dijo Jazz.

—Cuéntamelo —Pidió ella.

—Otro día —dijo Edward tirando de ella.

— ¿Por qué? , mientras tú recoges tus cosas yo puedo quedarme con Jazz.

—Me prefieren a mí —dijo éste sonriente.

Edward les dejó a solas y ella se enteró de toda la historia.

Al parecer la familia Delani y la familia Cullen siempre han estado muy unidas y la madre de Edward junto con la madre de Tanya pensaron que sería ideal que ella se casara con uno de sus hijos, primero lo intentaron con el mayor, pero como Jazz reconoció, advirtiendo seriamente a Bella que jamás divulgara esto, salió huyendo. Después, en vista del fracaso las madres no se rindieron y engañaron al pobre Edward.

Éste fue más diplomático y salió con ella dos o tres veces, pero su aguante tuvo un límite. Por fortuna fue ella quien dejó de llamarle y Edward se vio libre por fin.

—Interesante —dijo Bella al final del relato—. ¿Ha habido otros casos?

—Bueno… —Jazz miró por si se acercaba Edward— Sí, pero creo que será mejor que eso lo dejemos para otro día.

— ¡Oh! Qué pena.

—No me pongas esa carita de pena, perita.

Eso hizo que Bella desistiera.

—Eres… —Intentó atizarle en broma pero él se echó a reír.

—No debes tratar así a tu cuñado.

— ¿No estás precipitando las cosas?

—Conozco a mi hermano y empiezo a conocerte a ti. Mi trabajo consiste en fijarme en lo que me rodea. No diré más.

— ¿Falta mucho?

 —Más o menos media hora. Y sí, estás preciosa, y sí, caerás bien a todo el mundo y sí, pienso ir esta noche a tú habitación.

—Yo no te he preguntado eso.

—Por si acaso.

Bella cerró el pico, total ¿Para qué? Preguntarle a Edward sobre cómo debía portarse o como debía vestirse era absurdo, él se limitaba a decir lo bien que iba a ir todo, lo bien que iban a pasarlo. ¡Bah!

Le miró de reojo, parecía algo intranquilo, aunque él parecía un experto a la hora de aparentar todo lo contrario. Bella sonrió, él la había escuchado, hoy tampoco se había afeitado y así su incipiente barba le daba ese aspecto menos dócil, por fin un chico malo para ella del que poder fiarse.

Se concentró en alisarse de nuevo la ropa, no sabía si ese pantalón de lino blanco y su simple camiseta negra sin mangas era la apropiado pero de todo su escaso guardarropa era lo que la pareció lo suficientemente formal pero sin ser estirado como para vestirse.

— ¿No lo necesitas? —Preguntó ella señalando el navegador.

—Conozco el camino perfectamente —dijo de forma más áspera de la que pretendía.

— ¡Ah! —Estaba claro que Edward no iba a ser hoy un interlocutor muy locuaz—. Háblame de tus padres, ¿Hay algo que debería saber?

Él no estaba por la labor, estaba nervioso ¿nervioso? Pues sí, conocía a su madre y su afán interrogativo y sobretodo cierto snobismo de última hora. Eso podía crear cierto clima tenso y para él, Bella, era lo más importante en ese momento. ¿Por qué no reconocerlo de una vez? Lo había hecho de viva voz, por la noche, después de follar con ella, y ella había respondido del mismo modo, en todos los sentidos.

Pero resultaba irónico, joder si era irónico, hasta la fecha Edward había huido de mujeres que a primera vista daban sensación de problemas, y con ella había sido así desde principio. Pero ojalá todos los problemas fueran tan dulces y adictivos.

Perdido en sus pensamientos casi se pasa el cruce para tomar la carretera comarcal que conducía a la finca de sus padres, tuvo que dar un brusco volantazo, eso sobresaltó a Bella, pero no dijo nada. Dentro de ese coche ambos respiraban cierto nerviosismo.

La carretera que conducía a la propiedad de los padres de Edward discurría entre árboles y estaba bastante deteriorada, eso sí, era innegable la belleza del entorno.

 —Pareces distraída —dijo él al verla mirar fijamente por la ventanilla.

— Esto es precioso—. Le miró un instante.

—Lo sé, si mañana te apetece te llevaré al pueblo y podrás disfrutarlo.

—Eres demasiado bueno conmigo.

—Tú si que estás demasiado buena —respondió tranquilamente haciendo que ella por fin le prestara más atención.

— ¿Qué pasa ahora? —Preguntó al ver como él detenía el vehículo en el borde de la carretera.

Pero Edward no iba a responderla con palabras, la respuesta estaba en esos ojos, entendió todo cuando él se quitó las gafas de sol, dejándolas sobre el salpicadero del coche e inclinándose hacia ella.

—Edward… ¿No estarás pensando…?

— ¿En qué crees que estoy pensando?

—En… — ¿Echar un polvo en el coche? , eso no podía ser, cualquiera podría verles.

—Esta carretera sólo es usada por los que van a la finca de mis padres.

— ¿Qué significa eso? — ¿Para qué lo preguntaba? , sabía perfectamente la respuesta.

Pero Edward de nuevo se limitó a reírse socarronamente, extendió una mano y la llevó a su escote, dibujándole con un dedo, marcando el contorno, ella le agarró la mano.

—Está bien —dijo Edward— Me comportaré—. Intentó apartar la mano pero ella la tenía cogida.

—No, no es eso —dijo ella rápidamente—. Sólo que… —Miró en todas las direcciones— el coche me parece algo tan incómodo—. Lo que ella no dijo es que el recuerdo de su nefasta primera vez la estaba atormentando.

—Bella, lo siento —Se dio cuenta de cómo ella reaccionaba de forma extraña, después de todo lo que ambos habían compartido, una propuesta como esa si no era aceptada era simplemente cuestión de decirlo—. Intentaré controlarme —Esbozó una media sonrisa— Pero contigo al lado me resulta difícil no tocarte… acariciarte… besarte… me resulta imposible resistirme.

—En el coche no, Edward —Fue simple pero directa, aunque también un poco brusca.

—Como quieras —. Recogió sus gafas de sol y arrancó de nuevo.

 Al poco llegaron a su destino la casa era todo lo que una casa de cambo debía ser, de piedra, con grandes macetas llenas de plantas mezcladas, un porche delantero, un pequeño velador en un lateral perfectamente equipado con mesas y sillas. Bella suspiró, estaba inquieta, no sabía bien dónde se metía, había accedido sin más y eso ahora la estaba reconcomiendo por dentro. ¿Qué iba a decir cuando la preguntaran por su familia? Era un tema de lo más lógico, y por si fuera poco iba a conocer a los padres de Edward, oh Dios, ¿Eso que significaba?

Edward le había susurrado la noche anterior que estaba enamorado de ella, eso debía llenarla de ilusión, ella también lo había admitido. Negarlo era de necios y ella a pesar de todos no se consideraba como tal. Pero aun así sentía una especie de miedo interno, quizás podía llamarlo perfectamente miedo a lo desconocido, porque, al fin y al cabo, se estaba adentrando en terreno totalmente desconocido.

Ella no había sentido la emoción del primer amor, nunca experimento las reacciones casi infantiles del primer beso, ni de las primeras palabras de amor, nunca fue así. Ya había desistido, se había hecho a la idea de tener una sucesión de malos amantes, pero aunque con Edward sólo hubiera sido un encuentro sexual nunca podría considerarle mal amante. ¿Quién podría?

Esta vez sí espero a que él la ayudara a bajar del coche, estaba mentalizada, tenía que, por lo menos durante un fin de semana, comportarse, Edward le sonrió irónicamente pero ella mantuvo la compostura.

— ¡Por fin has llegado! —dijo Esme, la madre de Edward, bajando a abrazar a su hijo.

—Hola, mamá —Se soltó de su abrazo y la besó en la mejilla— Esta es Bella Swan.

—Hola señorita Swan —Esme la tendió la mano de forma rígida.

—Encantada de conocerla —Y estrechó la mano más fría de toda su vida.

—Esto… —Empezó Edward. — ¿Dónde está papá?

—Encerrado en su estudio, como siempre.

—Ven —le dijo a Bella— acompáñame.

La tomó de la mano para guiarla hacia el interior de la casa, para presentarla a su padre, esperaba que no fuera una bienvenida tan fría como la de su madre, más tarde hablaría de eso con ella.

No fue necesario llegar al estudio de Carlisle, el padre de Edward, apareció limpiándose las manos en un trapo y visiblemente enfadado.

 Bella le observó, cielos santo era clavado a Jazz, si llegaba a envejecer con Edward seguramente ese sería su aspecto con treinta años más.

— ¡Edward! ¡Qué alegría hijo! —Carlisle cambió su expresión de enfadada a alegre en un segundo—. ¡Ya era hora! —abrazó a su hijo y le palmeó la espalda, entonces Bella advirtió esa expresión divertida, la misma que Jazz, cuando reparó en ella. — ¿Y ella es…?

—Papá, te presento a Bella Swan.

—Por favor cuanta formalidad —dijo Carlisle— Bienvenida guapa, un abrazo —Y sin más la abrazó con desparpajo y sin pizca de vergüenza.

— ¡Papá!

— ¿Qué? —Soltó a Bella, que aún no había abierto el pico— Para una vez que me traes a una hermosa joven no me voy a reprimir. Jazz nos había contado algo pero… —Miró a Bella de arriba a abajo— Pero se ha quedado corto —Y le sonrió pícaramente haciendo que Edward pusiera los ojos en blanco y Bella casi se ruborizara.

—Hola, señor Cullen.

—Señor Cullen, señor Cullen —bufó él— Por favor querida, llámame Carlisle, no hagas que parezca mayor de lo que soy —Y le guiñó un ojo—. Bueno hijo, ¿Le has mostrado ya la finca? —. No le dio tiempo a contestar— Seguro que no —miró a Bella— acompáñame por favor, por más que me esfuerzo mis hijos no tienen ni pizca de educación. ¿Vamos? —Le ofreció el brazo.

Ella miró a Edward esperando alguna indicación, una palabra, algo, maldita sea, que la indicara que hacer pero se limitó a sonreírle. Cabrón. Le había prometido no separarse de ella y ahora la abandonaba a su suerte.

Aunque bien pensado… el señor Cullen la había recibido con entusiasmo, no como la madre de Edward.

— ¿Vamos? —repitió Carlisle.

—Encantada —Bella se enganchó a él.

—Ah, por cierto, dile a tu madre que no entre en el estudio, he tenido un pequeño accidente con la pintura.

Carlisle la condujo fuera de la casa, Bella ni siquiera miró a Edward mientras salía por la puerta del brazo de su padre, éste se mostraba encantado con su presencia en la casa familiar y se lo repitió al menos tres veces mientras la llevaba alrededor de la finca mostrándola las diferentes zonas y jardines.

—Es precioso —dijo sincera— debe llevarles mucho trabajo.

—Bah es lo bueno de estar retirado, demasiado tiempo.

 — ¿Retirado? No parece usted un típico jubilado.

—Y no lo soy —Sonrió.

Bella escuchó a Carlisle, mientras paseaban, cómo al cumplir los sesenta casi le obligaron a dejar su cargo como General del ejército, y como eso le supuso un gran esfuerzo, acostumbrado a llevar una vida dedicada a su trabajo.

— ¿General?

— ¿Eso es tan extraño? —Carlisle estaba encantado con esa joven, tenía que preguntarle a Edward ciertas cosas.

—Perdón —Se sonrojó— Ni Jazz ni Edward me han hablado de ello.

— ¿Conoces también a mi hijo mayor? —Bella asintió— Buena pieza ¿Eh?

—Sí, Jazz es… Jazz —dijo riéndose.

—Exacto, cada uno ha seguido su propio camino, nunca les traté de influir. Les dejé libres para elegir, tanto en su vida profesional —La miró fijamente— Como en su vida personal.

Eso era toda una indicación a tener en cuenta.

—La verdad es que no me imagino a ninguno de los dos con uniforme —. Aunque mmmm, tendría que hablar de ello con Edward. Mmmm…

— ¿Y tú? , dime querida —Salieron del invernado— ¿Qué me dices de ti?

Bella le hizo un pequeño resumen de sí misma, de su trabajo, por el cual Carlisle se mostró interesado, tampoco quería extenderse mucho al fin y al cabo tampoco tenía mucho que contar. Y eso la hizo darse cuenta de algo importante, hasta la aparición de Edward su vida prácticamente era una rutina absurda. De engaño, mejor dicho de auto engaño, pues realmente no podía contar nada interesante. Sólo pequeños retazos, pequeños momentos divertidos en compañía de Alice y de Jacob.

—Interesante —reflexionó él—. Mi hijo con una policía. Interesante— repitió.

— ¿Por? —Preguntó ella tranquilamente lo cierto es que a pesar de haberse conocido hacía menos de una hora se sentía bien con él, Carlisle la había tratado con toda la naturalidad posible y eso era de agradecer.

—Mi hijo, es… ¿Cómo decirlo? Bastante reservado, sí, eso puede servir —Parecía hablar consigo mismo— Y me ha sorprendido que haya decidido venir acompañado. ¿Entramos? —Preguntó al llegar de nuevo a la casa.

—Ya está preparada la habitación de la señorita Swan —. Les informó la señora Dexter.

 — ¿La habitación de la señorita Swan? —Preguntó a su mujer que estaba junto a la empleada.

—Exactamente —. Contestó Esme con serenidad.

—Pero… —Miró a su hijo menor y a su acompañante— Lo más lógico, teniendo en cuenta las circunstancias, es que los dos estén en la misma habitación —dijo tranquilamente como si tal cosa.

—Carlisle, acompáñame —le pidió Esme— Señora Dexter, por favor, indique a la señorita Swan su habitación—. Dijo sin más explicaciones llevándose a su marido.

—Sally —murmuró Edward— No te preocupes, yo me encargo de ello.

—Ay, Edward —dijo la señora Dexter— No sabes qué alegría que estés aquí, ¿Cuánto tiempo hace?

—No lo sé Sally —Edward tomó a Bella de la mano y se dirigió a ella— Cualquier cosa que necesites habla con Sally.

—Gracias señora Dexter.

—Oh, por favor, llámame Sally, todos lo hacen, además me rejuvenece.

—Pero si estás estupenda —Intervino Edward— Yo no te echaría más de cincuenta.

—Mira que eres zalamero, Edward —dijo Sally— ¿Sabes? Éste —Señaló a Edward— Y el que falta por venir —Suspiró— Son los dos mayores embaucadores que conozco, de niños, los dos se las apañaban para…

—Ahora no —. Interrumpió Edward, si no detenía a Sally era capaz de contarle a Bella todas sus travesuras infantiles y juveniles, adornando, claro está, lo necesario.

—No me cuente más —dijo Bella sonriendo— Me hago una idea —. Y miró a Edward, éste la correspondió apretándole la mano.

La dejó en la habitación de invitados situada al final del pasillo de la segunda planta, a él, y también suponía que a ella, le hubiera gustado compartir habitación, no en vano la había prometido un fin de semana especial, como mínimo. Él tenía su habitación en el ático, en el tercer piso, ideal para mantener todo tipo de encuentros sin molestar a nadie y sin ser molestados, evidentemente.

Él quería hablar cuanto antes con su madre, no le había gustado nada cómo se había comportado ésta desde la llegada de Bella, ¡Dios, las madres! Sin embargo Carlisle había tenido una reacción totalmente opuesta, se rio, su padre era un Jazz con mayores recursos, si podría decirse así. No era de extrañar que a los cinco minutos Bella se fuera con él como si tal cosa.

Edward bajó a la cocina, y allí estaba su madre dando instrucciones a Sally.

— ¿Te apetece un café? —Preguntó Sally al verle entrar— Está recién hecho.

—Buena idea, gracias —. Tomó la taza que Sally le ofrecía y miró a su madre, esperando que ésta dijera algo.

—Edward, la señorita Swan es encantadora —habló Sally— Y guapa, ya era hora que te decidieras —Sonrió al menor de los Cullen.

—Señora Dexter —Intervino Esme— ¿Puede dejarnos a solas? —dijo sin rodeos.

Sally salió de la cocina, dando un cariñoso apretón en el brazo a Edward, sabía de sobra porqué madre e hijo tenían que hablar a solas. Ella se enteraría perfectamente de todo poco después, pues Esme y ella eran grandes amigas y ambas no mantenían secretos, pero delante de cualquiera la señora Cullen siempre mantenía cierta compostura, incluso delante de sus propios hijos.

—Creo, sinceramente, que te has pasado de la raya.

— ¿Cómo dices? —Preguntó Esme visiblemente afectada por el tono de su hijo.

—Lo sabes perfectamente, mamá, joder, podrías, por lo menos, ser un poco más amable ¿No?

—He sido correcta todo el tiempo, y no quiero que emplees esos términos con tu madre.

—No hagas aspavientos, no cuela ¿Se puede saber qué te pasa?

—Esa mujer… no me gusta —. Esme decidió no andarse con circunloquios.

—Pero si acabas de conocerla, maldita sea mamá, ¿Cómo puedes hablar así?

— ¿Qué ocurre? —Carlisle entró en la cocina, manchado de pintura.

— ¿Otra vez? —Su marido asintió— ¿Cómo es posible?

— ¿Papá? ¿Qué te ha pasado?

—Tu padre —Intervino Esme— ahora le ha dado por el bricolaje, y se ha empeñado en redecorar su estudio. O por lo menos intentarlo.

—No hagas caso a tu madre; en pocas palabras: ese maldito trasto…

—Ha alquilado un compresor para pintar a pistola —aclaró Esme.

 —… pues no me hago con él, no sé qué narices le ocurre, cuando creo que todo está bien, pues se suelta algo, tira mal la pintura, la maldita boquilla, la manguera… ¡Yo que sé!

Edward se echó a reír.

— ¿Y qué ha pasado con tu afición por las maquetas de barcos?

—Tengo suficientes barcos como para hacer una escuadra —terminó de lavarse las manos—. ¿De qué estabais hablando?

—De esa mujer —dijo Esme con desdén.

—Es encantadora —opinó Carlisle con énfasis— Un cielo. Me gusta. ¿Qué? —Miró a su mujer.

—Nada —respondió ésta.

—Ya está bien —. Intervino Edward, si su padre empezaba a divagar y su madre también, eso podía prologarse demasiado—. Mamá, te pido por favor que te muestres un poco más amable ¿De acuerdo? No la conoces.

—Al parecer tú si la conoces, demasiado, diría yo —. Repuso su madre.

— ¿Y? , a mi me parece genial, por fin el chico nos trae a una mujer interesante. ¿Queda café?

—Carlisle, por favor, no puedes tomar café. Sírvete otra cosa.

—Jod… —Se calló a tiempo— maldita sea, Edward ¿te lo puedes creer? Tu madre ahora se ha auto nombrado mi enfermera personal. Estoy harto, nada de sal, comidas ligeras, sin alcohol, regla que pienso saltarme mañana durante MI FIESTA —. Aseveró intencionadamente mirando a su mujer— Un asco—. Se sirvió un zumo light— Esto sabe a… mejor no lo digo ¿no? —murmuró a los presentes.

—Papá, no es tan malo.

—Qué vas a decir tú… En fin —Parecía resignado— Esme ¿Qué problema tienes con esa chica? Si a  Edward le gusta, no veo ningún problema.

—Es demasiado simple. Vulgar… —Se encogió de hombros— Sin clase.

— ¿Simple? ¿Desde cuando eres tan snob? ¡Por el amor de Dios, Esme!

—Mamá, sé amable —repitió Edward. Y miró a su padre— A ti no creo que deba decirte nada.

— ¿Yo? ¿Qué he hecho yo? Sólo he sido el perfecto anfitrión —. Se defendió Carlisle.

—Por si acaso —. Le aclaró Edward— Y sí —, miró a su madre— me gusta esa chica ¿Algún problema?

 — ¿Sabes que Tanya está invitada? —apuntó su madre dejándolo caer como si tal cosa.

— ¿La Delani? —Preguntó Carlisle adelantándose a su hijo—. No la soporto. Es demasiado seca, parece que no tiene sangre en las venas —. Vio la cara de su hijo y sonrió.

—Pues es una chica estupenda, una brillante abogada, seria y formal.

—Sí, tan seria que creo que no se ha reído desde hace años —bufó Carlisle.

— ¡No puedes hablar así de ella!

— ¿No? —Pregúntale a tus hijos. Edward, ¿Tú qué opinas?

—Demasiado estirada —dio la razón a su padre. Se abstuvo de decir otras cuantas cosas más—. En fin, os dejo.

—Un momento —Carlisle detuvo a su hijo— Antes de que te vayas. ¿Qué sabemos de tu hermano?

—Creo que llega mañana.

—Como siempre, a última hora —alegó Esme.

—No se lo reprocho —dijo Carlisle animado— Ahora hijo, ve a atender a tu invitada.

— ¿Por qué te disgusta esa chica? —Preguntó a su esposa una vez que se quedaron solos— Y… ya puestos… ¿Por qué demonios les has dado habitaciones separadas?

—No me gusta y punto ¿Te has fijado en ella? —Carlisle sonrió— Oh, pero claro que te has fijado en ella, ¿Qué ejemplo das a tus hijos? Te gusta todo lo que lleva faldas.

—No me gusta la Delani —. Alegó en su defensa— Y tú hoy… —La sorprendió por detrás— llevas pantalones.

— ¡Carlisle!

— ¡¿Qué?! Es mi fiesta ¿No? Pues yo decido qué hacer.

— ¡Por favor!

—Cielo, últimamente estás demasiado… humm… seria, anímate mujer.

—Estoy perfectamente animada, simplemente es que has pasado un detalle por alto: no estamos solos en casa.

— ¿Y eso importa?

 

Capítulo 17: CAPÍTULO 17 Capítulo 19: CAPÍTULO 19

 
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