NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67740
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 7: CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7

Edward hizo las maniobras necesarias y salieron del hotel, se internó en el tráfico con tranquilidad, aun los dos en silencio, pero cuando apenas se habían alejado quinientos metros del hotel él dio el intermitente y se apartó de la calzada, estacionando el coche a un lado, pero sin parar el motor.

Se quitó las gafas de forma habitual para girarse, se acercó a ella, que mantenía la vista al frente, rígida, esbozó una sonrisa, sin decir nada pulsó el botón que conectaba el calefactor de los asientos, después volvió a acercarse.

Bella se mantuvo quieta, ¡Hijo de puta! ¿Ahora me vienes con esas? Darle un bofetón no era idóneo, pero era tan apetecible…, notaba su colonia, la respiración junto a su oreja, ¿Qué pretendía? La respuesta era obvia, volver a ponerla a mil por hora para después dejarla cachonda, aunque esta vez por lo menos al llegar a casa tenía el consuelo de su vibrador ¿En la última compra se había acordado de las pilas? , concéntrate Bella, está junto a ti. Mejor dicho, casi encima de ti.

— ¿Qué ocurre? —Le preguntó de forma impertinente.

—Dame la dirección, sino no podré llevarte a casa.

Se rio interiormente, ¡Cómo si no la supiera! Joder si la sabía, incluso la había memorizado.

¡Dios! ¡Qué ridículo! ¿Pero para pedir una dirección hay que susurrar al oído?

Bella se la dio, de forma neutra, y vio como él introducía los datos en el navegador.

—No es necesario —Intentó sonar ahora más amable— Puedo indicarte el camino.

—Tranquila, para eso está el GPS.

Edward terminó de introducir los datos y esperó que el navegador mostrase en pantalla la ruta, se volvió a inclinar sobre ella para poder hablarle y decir de una vez por todas lo que quería, lo que tenía en mente y lo que pensaba hacer. Siempre y cuando fuera capaz de concentrarse.

Bella está vez no hizo ademán de apartarse, ¿Qué iba a ser esta vez? , no, no iba a tomarle el pelo más veces, estaba claro que él iba a jugar con ella, pues bien, que juegue. Se está rifando un bofetón y Edward tiene todas las papeletas.

“Siga por esta calle unos quinientos metros, después gire a la izquierda” La voz del navegador la sobresaltó.

Edward se acercó más su boca a su oreja.

—Bella…quiero llevarte a casa, desnudarte, contemplarte para después recorrer cada centímetro de tu cuerpo, primero con mis manos —Le dio un pequeño lametón en la oreja— después con mi boca —un mordisquito de esos suaves pero que transmiten todo— Encontrar todos tus recovecos, perderme en ellos, oírte gritar de placer, sentir tus uñas clavadas en mi espalda, tus piernas rodeando mi cintura, rodeando mi cuello… —Se interrumpió para besarla con ímpetu.

Ella se quedó inmóvil, con los brazos cruzados, tal y como había estado desde que se subió al coche, y se preguntó ¿Y ahora, qué?

Edward la estaba besando de esa forma única que ella recordaba, de forma provocadora, recorriendo lentamente el contorno de sus labios para después asaltar su boca, presionándola, instándola a seguirle, y por mucho que ella lo intentase se rindió.

Él volvió a su oreja y a sus palabras desquiciantes.

—Quiero verte danzar conmigo, unidos, que tu cuerpo se abra para mí, y darte todo lo que desees, entregarme por completo, follarte hasta que los dos no podamos más…

Sentía hervir la sangre ¿Cómo puede decir eso? ¿Era una especie de promesa? Pues más vale que la cumpla, esta vez no iba a poder soportar otra interrupción.

Un calor la recorría interiormente ¿O era el asiento que empezaba a calentarse?

—He captado el mensaje —murmuró ella al fin. Edward se irguió para poder mirarla.

— ¿Segura? , no quiero malentendidos, ni dobles sentidos, sólo te quiero a ti desnuda y en la cama.

—Segura—. Muy segura.

Siga por esta calle unos quinientos metros y después gire a la izquierda

A Bella la entraron ganas de reír y no se contuvo, el dichoso cacharro parlante, era de lo más oportuno, como si quisiera recordarles que no debía perder tiempo. Edward se contagió de su risa y se acomodó de nuevo en el asiento del conductor para reiniciar la marcha. No sin antes ponerse las gafas. Durante el trayecto mantuvieron el silencio, sólo interrumpido de vez en cuando por las instrucciones del navegador. ¿Quedaba algo por decir? Pensó Bella, él había hecho toda una declaración de intenciones ¿Buenas intenciones? Eso esperaba, notaba la humedad entre sus piernas, si tuviera un pelín más de confianza con Edward le hubiera pedido que parase el coche en cualquier callejón e hiciera allí realidad sus promesas. Pero no, se dirigían a su apartamento.

¿Tenía condones? , no lo recordaba, no es que los necesitara, un ginecólogo le había informado de la imposibilidad de quedarse embarazada, pero aun así prefería utilizarlos en las escasas relaciones esporádicas, muy escasas, nunca se sabe qué tipo de enfermedad pueden contagiarte. ¿Tendría que hablar de eso con Edward? No quería mirarle, no quería arriesgarse a joder el momento, con ninguna pregunta estúpida del tipo: ¿Cuándo te hiciste a la última revisión médica? no, esta noche no, además el entendería con naturalidad que ella le entregase un condón, o quizás fuese él mismo quien sin ninguna sugerencia se lo pusiera, al fin y al cabo ¿Quién mejor que él para saber los riesgos de una relación sexual esporádica sin protección?

”Ha llegado a su destino”

La voz del navegador la sacó de sus pensamientos, sin mucha educación y sin mirarle agarró el tirador de la puerta pero ésta no se abrió.

— ¿Qué diablos pasa aquí? —No se quedó con el tirador en la mano por poco, o, simplemente porque quien fabricó el vehículo se preocupó por los controles de calidad, desde luego por la saña con la que ella tiraba ya debía estar suelto— ¿Por qué no se abre? —Su voz sonó demasiado chillona.

—Nada, las puertas están bloqueadas, por si acaso… intentabas escapar —. Y bien que había hecho al cerrar.

— ¡Por favor! Tengo una edad —Protestó— No voy precisamente de calientapollas —. Eso era una indirecta clara y contundente pero Edward se rio sin despegar sus labios. Miró el edificio en frente del cual habían aparcado era el número que ella le había dado.

—Tendrá por lo menos ascensor—. Murmuró mirando a través de la ventanilla.

— ¿Por? ¿No eres capaz de subir cuatro pisos? —rebatió picada en su orgullo.

—No, tú eres la que no deberías subir cuatro pisos de escaleras.

—Tranquilo —Esa preocupación había sido un detalle— Sí, hay ascensor. Y ahora ¿puedes…? —Señaló el tirador maldito.

Edward desbloqueó las puertas, quiso de nuevo ser un caballero y abrir la puerta para ayudarla a bajar del todoterreno, pero ella se adelantó, cuando rodeó el vehículo ella ya andaba en dirección a la casa, pulsó el mando cerrando el coche y la alcanzó.

— ¿Tienes prisa? —Preguntó.

—No, simplemente me estoy quedando helada. El tiempo no invita a una pelea nocturna.

Edward no dijo nada y la siguió, ella encendió la luz del corredor y esperaron a que el ascensor se abriera.

Nada más entrar se desató el caos. Bella dejó caer su mini bolso para poder enroscarse a él, necesitaba la mayor cantidad de contacto posible, y a él debía ocurrirle lo mismo, porque la agarró poniendo las dos manos en el trasero y apretándola contra su erección.

Ahora no había barreras.

Un impertinente ding-dong les frenó, estaban en el cuarto piso, Edward se colocó bien las gafas, ¿Cuándo fue la última vez que estuvo así con y por una mujer?

Pensó en sus relaciones sexuales, aceptables, pero siempre había sabido mantener las formas, y sabía contenerse perfectamente hasta llegar al dormitorio.

La soltó escuchando los jadeos de ella, sin duda esa iba a ser una gran noche. Se agachó y le devolvió el bolso. Ella parecía tan aturdida como él. Pero tenía que frenarse, sino no haría con Bella ni la décima parte de lo que había soñado ni de lo que la había prometido, si no lograba mantenerse un poco más sereno la tumbaría en la primera superficie disponible para penetrarla, y en menos de lo que canta un gallo se correría, sin que ella hubiera disfrutado lo más mínimo.

Bella no le invitó a pasar, simplemente dejó la puerta abierta y él entró, vio como se quitaba el abrigo dejándolo sobre un sofá rojo, tiró encima el bolso y se dirigió tras la barra que hacía las veces de office.

Abrió el frigorífico, antes de ofrecerle nada quería comprobar sus existencias, no más ridículos.

Agradeció que Jacob no se hubiera bebido toda la cerveza.

— ¿Te apetece una cerveza? —Él asintió, Bella se la tendió con más brusquedad de la necesaria— Toma, no sé si estará muy fría.

—Gracias.

Edward bebió un sorbo y no dijo nada, le dio la espalda mientras observaba su pequeño y modesto apartamento, evidentemente no muy ordenado. Libros amontonados contra la pared, papeles esparcidos por la mesita, ceniceros llenos de colillas, conclusión: una mujer muy ocupada o muy desordenada. Edward esbozó un sonrisa, la miró por el rabillo del ojo, había salido de detrás de la barra de la cocina y estaba sentada en uno de los taburetes, allí sin decir nada, a la espera. Era lo mejor, tanto para ella como sin duda para él, debía enfriar las cosas para después poder cumplir al cien por cien.

Dando un sorbo se fue acercando a ella, dejó con parsimonia el botellín de cerveza, se puso frente a ella, se quitó tranquilamente las gafas que dejó sobre la encimera, la miró y vio a una mujer expectante y excitada. Apoyando ambas manos sobre la repisa se inclinó.

— ¿Tenemos los teléfonos desconectados? —Ella asintió— bien, ¿alguna posible interferencia de otro tipo? —Ella negó con la cabeza— Bien, ¿familiares que aparezcan a horas intempestivas? —Ella volvió a negar— Bien ¿vecinos con algún tipo de urgencia? —Bella volvió a negar—. Bien ¿algo que yo deba saber?

— ¿Me estás tomando el pelo? —Se echó hacia atrás para mirarle e intentar descifrar de qué iba Edward ahora. No se puede tirar la piedra y esconder la mano.

—No, simplemente, dados los antecedentes, sólo me aseguro de que no nos interrumpan —La sonrió.

—Vale —aceptó ella. Sólo por esa sonrisa podía dejarle vivir.

Edward se inclinó aún más para besar esa sensible zona, justo por encima de su escote, sin tocarla con las manos, sólo con sus labios, de forma suave, superficial, ella sintió una especie de descarga erótica y se aferró a sus brazos, agarrándole fuertemente, él no dijo nada y continuó con su exploración. Simplemente posaba sus labios de forma delicada, ella echó la cabeza hacia atrás, más, quería más, quería todo el lote, esa lentitud era terriblemente insoportable pero a la vez tan excitante…

—Dime cómo te gusta —Susurró.

— ¿El qué? —Preguntó algo mosqueada al ver que Edward interrumpía sus caricias.

—Cómo te gusta que te toquen, dónde, cómo, no sabré si voy por el camino correcto si no me lo dices.

—Hasta a hora ibas bastante bien —. Él sonrió y la besó en los labios rápidamente.

—Esta noche es para ti ¿De acuerdo? Quiero que me cuentes tus fantasías —un lametón— tus deseos —un mordisco— Lo que pasa por tu cabeza.

¿De verdad le gustaría saberlo? Ahora mismo pensaba atizarle con una fusta, como se hace con los caballos para que avancen a más velocidad. ¿Qué tipo de relación sexual es ésta?

Pero Bella se dio cuenta al mirarle, por esa intensidad en sus ojos, que estaba pensando sólo en ella, sin egoísmo, sólo para su deleite.

—No sé… —Se encogió de hombros— Supongo que lo normal. Ya sabes… Tú… bueno… —Bella se sentía como una gilipollas olímpica, era fácil decir: tú te tumbas encima de mí y tu cosita entra en la mía, demasiado infantil, pero por alguna razón decirlo en voz alta era ridículo.

—Necesito algo más de información.

—Supongo que a estas alturas de la película sabrás perfectamente que es lo que hay que hacer.

Él se rio contra su garganta.

—Demasiado bien, pero quiero que tú seas la protagonista.

Bella se puso a pensar en las últimas palabras, bueno exactamente pensar con claridad era difícil, Edward jugaba con el lóbulo de su oreja, descentrándola, pero a pesar de toda se sentía única, él quería brindarle lo mejor ¿No era acaso lo que toda mujer desea? ¿No estamos hartas de relaciones sexuales en las que él siempre decide el rumbo? Eso la hizo darse cuenta que tal y como estaban las cosas ella podía ser la protagonista, tal y como él había dicho. ¡Oh sí! Entonces… ¿Qué es lo primero que quiero? Se preguntó.

—Me gusta que me desnuden despacio —Él asintió— Y… y poder desnudarte a ti también.

Él lo tomó al pie de la letra, inmediatamente, la abrazó recorriendo con una mano su espalda, ¿Dónde cojones está la cremallera del vestido? , pero no tardó más de un minuto en averiguarlo, en un lateral, Bella se lo puso fácil, alzando los brazos y rodeándole el cuello, de forma un tanto brusca, pero era inevitable reaccionar así.

Edward la libró en un abrir y cerrar de ojos de la parte superior del vestido, contemplando con admiración el sujetador sin tirantes negro que apareció.

— ¿De verdad lo necesitas? —Preguntó acariciándola por encima del tejido.

Sin importarle lo más mínimo el tamaño del sujetador de Bella. Vaya tontería.

—Sí, bueno… verás, no estoy muy dotada y este sujetador con relleno hace que…

—Definitivamente no lo necesitas —dijo apartando una copa y acariciando la sensible piel.

Sí, sí, sí, quiso gritar ella cuando sus dedos recorrían su pezón derecho, desenroscó los brazos de su cuello para empezar a quitarle la pajarita del esmoquin, que tiró al suelo sin contemplaciones, mientras Edward  se entretenía con su otro pecho, quería arrancarle la camisa y empezó rápidamente con los botones, tiró para sacarle de los pantalones y poder pasar las manos por su torso. Sí, sí, sí.

Edward gimió perdido entre sus pechos, mientras ella le acariciaba el vientre, recorría la fina línea de vello, los costados, hasta llegar a la cintura, más, quería más.

Separó las piernas permitiendo que él se acercara a ella y así la correspondió empujando con las manos su trasero hasta que ella sintiera su excitación, enroscó sus piernas alrededor de la cintura y empezó a saborearle, ahora no tenía dudas respecto a su colonia.

—Mmmm —ronroneó ella— Me gusta el perfume que usas.

— ¿Sí? —No era algo que él hubiera elegido, su madre se lo regaló las últimas navidades. Pero si a Bella la gustaba mejor que mejor. Esa mujer estaba posando sus labios sobre puntos extremadamente sensibles, tenía unos labios tan suaves, sentía hormigueos cada vez que ella mordisqueaba la piel del cuello, y cada vez que sus manos se acercaban peligrosamente, nada de peligrosamente, intencionadamente a su bragueta él contenía la respiración.

Debía empezar con la segunda fase ya, inmediatamente.

Metió las manos debajo de su falda, recorriendo desde la rodilla el contorno de sus piernas enfundadas en las medias, cuando a mitad del muslo notó la piel suave dio un respingo, Bella llevaba medias sin liguero, Oh Dios, eso tenía que verlo se apartó un instante para subir la falta y comprobarlo con sus propios ojos.

—Tienes buen gusto —dijo encantado con la visión.

Volvió a apretujarla contra sí por dos motivos, sentirla al máximo y facilitarla a ella la tarea de su propia exploración, la manos de Bella no dejaban de recorrerle; echó la camisa de Edward hacia atrás con la intención de dejarle desnudo de cintura para arriba, dio un tirón pero el efecto deseado quedó hecho añicos, había olvidado quitarle primero los gemelos de los puños. Él no dijo nada, se limitó a desabrocharlos con facilidad y dejarlos sobre la encimera, deshaciéndose él mismo de la camisa. Ella se pegó de nuevo a él, estaba caliente, los dos lo estaban, se dio el gusto de apoyar la mejilla sobre el torso desnudo y comprobar la suavidad y elasticidad de su piel y sorprenderse de que un hombre como Edward tuviera la musculatura de un forofo del gimnasio. ¿Haría pesas en su consulta?

Edward bordeó con los dedos la fina tira del tanga, a ambos lados de las caderas, marcando lentamente la piel hasta ir acercando sus manos y posarlas sobre el escueto triángulo de tela, comprobó satisfecho como ella estaba húmeda y caliente, preparada al máximo, pero no, aun no, presionó sobre la fina tela y sintió como inmediatamente ella le atenazaba con las piernas y clavaba las uñas en su brazo. Era buena señal.

Bella no podía soportarlo más, tenía que haber sido más lista y aceptar la oferta de pedir lo que quería, sin palabras le había otorgado a él el control de la situación y la estaba llevando al borde poco a poco, sentía como uno de sus dedos presionaba sobre su clítoris pero sin llegar a tocarlo realmente, se interponía una fina capa de tela. Estaba por quitárselo ella misma, apretó más las piernas alrededor de su cintura, sintió un pequeño tirón en la pierna herida, pero no le dio importancia. Ahora no estaba para esas tonterías. Edward la reclinó hacia atrás para tener un acceso más cómodo, dejándola prácticamente a su merced, ella sólo podía agarrarse a él, sin más, con una mano fuertemente sujeta a su brazo y Edward sujetándola por las caderas empezó a desabrochar los botones del pantalón.

— ¡Ay! —Le clavó las uñas al sentir una punzada en la pierna— ¡Jooooooder!

— ¿Qué ocurre? ¿Te he hecho daño?

—No es que…

Vio cómo se frotaba la pierna herida.

—Déjame ver eso —. La tocó como un profesional— ¿Sientes pinchazos? ¿Calambres?

—Sí, pero enseguida se me pasa —. Le explicó con evidente disgusto.

Edward se incorporó y la observó, le estaba doliendo y bastante, intentaba disimular pero su cara reflejaba el dolor, sin decir palabra la cogió en brazos, no tenía ganas de discutir, intuyó cuál de las dos puertas del fondo era el dormitorio, entró y encendió la luz con el codo, depositándola en el centro de la cama. La estiró para facilitar la circulación en las piernas y comenzó por quitarle los zapatos de tacón, tirándoles a un lado. Metió la mano bajo su falda y empezó a bajar las medias.

— ¿Qué haces? —Preguntó Bella incorporándose sobre los codos para ver mejor. No la estaba desnudando con fines seductores y eso la molestó.

— ¿Has tomado la medicación? —Pasó por alto la pregunta de ella. La desvistió rápidamente, dejándola desnuda sobre la cama, después movió el edredón y la tapó—. Contesta, ¿Te la has tomado?

—Bueno, sí. —titubeó y la mirada de Edward la obligó a admitir toda la verdad— Pero como me sentía bien dejé de hacerlo hace tres días.

— ¡Joder! ¿Quién es aquí el médico? —Ella no contestó— Está bien, perdona —Inspiró profundamente para calmarse— ¿Dónde tienes lo que te receté?

—En la cocina, junto al frigorífico.

Edward la dejó al instante para ir a por los medicamentos, con igual rapidez volvió al dormitorio entregándola una pastilla junto con un vaso de agua. La observó como ella se lo tomaba sin rechistar, como una niña buena, cuando dejó el vaso en la mesilla se sentó en la cama, en una esquina frente a ella.

Se inclinó para buscar su camisón o algo para taparla, normalmente muchas mujeres colocaban su camisón bajo la almohada, pero sintió algo más rígido, lo agarró y casi se le cae de las manos.

¡Un vibrador! ¡Joder! Esta mujer no iba a dejar de sorprenderle nunca, por un momento olvidó su enfado permitiéndose pensar Bella utilizando esto… Mmm, interesante.

Bella se atragantó al ver lo que Edward había encontrado bajo su almohada. ¡Joder! Mira que eres idiota. ¿No podías haberlo guardado en la mesilla de noche como todo el mundo? No, por supuesto que no, la súper imbécil de Bella se lleva a un tipo estupendo a casa y deja su vibrador bajo la almohada.

Aun así, muerta de la vergüenza pudo articular palabra.

— ¿Qué buscas? —dijo evitando mirar lo que él sostenía en la mano.

—Tu camisón, o algo para que duermas —Examinó el vibrador— Curioso —Y lo dejó en la mesita de noche.

—Suelo dormir desn… sin nada.

Edward no dijo nada al conocer la noticia, esto se presentaba aún más difícil de lo que pensaba, así que tiró por la calle del medio, prefirió concentrarse en su enfado.

—Eres una insensata —Ella miró a otro lado— Te he visto toda la noche con unos tacones infernales ¿En qué estabas pensando?

— ¿Pretendes que lleve unas deportivas con el vestido? —Preguntó mordaz.

—No te salgas por la tangente —Intentó contener su enfado— Y por si fuera poco dejas la medicación. Sin consultar a tu médico.

—Me sentía bien, prácticamente no tenía dolores y no quería sentirme atontada con las pastillas.

— ¿Y por qué no preguntaste antes de tomar una decisión? —Ella fue a hablar pero Edward la cortó— No, no me lo digas, da igual de todas formas hubieras hecho lo que te diese la gana.

Edward se levantó y se acercó a la ventana intentando controlarse. ¿Con Bella siempre tenía que ser así? ¿Un tira y afloja constante? Se acercó de nuevo a la cama sentándose en el borde.

— ¿Qué haces ahora?

—Obvio, desnudarme, no pretenderás que duerma con los pantalones.

— ¿Aquí? ¿Vas a dormir aquí?

—Mira… —Señaló la hora en el despertador— Son casi las dos de la madrugada —Se quitó los zapatos de un tirón— mañana tengo turno de mañana y no puedo perder el tiempo en ir y venir hasta mi apartamento —Se bajó los pantalones, dándola la oportunidad de ver un precioso culo enfundado en unos boxers negros— así que dormiré aquí.

— ¿Cómo? —Bella no salía de su asombro, después de todo Edward iba a cumplir.

— ¿En qué lado duermes?

—Eh… junto a la ventana, a la izquierda —. Dijo colocándose en su sitio.

—Estupendo, yo duermo a la derecha —. Dicho esto se metió en la cama se tapó y apagó la luz.

Bella se quedó estupefacta, él se acostó de lado, con lo cual no podía verla, menos mal. Pero aun así no estaba acostumbrada a dormir con un hombre, generalmente después de una relación sexual procuraba quedarse sola, le gustaba volver a su intimidad y descansar sin preocuparse de molestar a nadie, ni que la molestaran a ella, además había aprendido desde hacía tiempo, que el hombre más encantador podía convertirse en un estúpido por la mañana, por no hablar de tener que fingir que ella se lo había pasado en grande cuando en raras ocasiones había sido así.

Cielo santo, ahora tenía a Edward allí, a unos centímetros, oía su respiración ¿Y si roncaba? Pero visto por el lado positivo eso podía ser una oportunidad única, un descuido, un roce, un movimiento disimulado y ¡Chas! Podría tocarle y ver como reaccionaba.

Mal, reaccionaría mal, por lo poco que le conocía, su reacción a un ligero toque después de su enfado podría derivar en cualquier cosa. Así que se limitó a permanecer quieta y esperar, sin mucha convicción, que la venciese el sueño.

—No te preocupes —Le dijo al oído. ¿Cómo cojones se había movido tan rápido?— Follar, follaremos. Ahora duérmete. Buenas noches —Le dio un beso suave en el cuello y volvió a su postura original. Dejándola aún más estupefacta de lo que ya estaba.

Edward no se podía creer lo que le estaba pasando, sentía como su polla pedía a gritos una resolución, algo que le aliviase ese calentón. Ella al lado, inmóvil, eso lo había advertido, sabía que tenía que procurar no moverse, ambos lo sabían, lo más mínimo, cualquier pequeño contacto podría suponer la acabose. Pensó en ir un momento al cuarto de baño y masturbarse, así podría al menos soltar la presión y dormir, aunque una buena paja no le ayudase a quitarse a Bella de la cabeza. Había estado tan cerca, estaba saliendo todo tan bien. Pero no, además de ser algo fuera de lugar sabía que no era su estilo como la había susurrado hace un momento ambos concluirían lo que habían comenzado, o empezarían algo. Quién sabe.

Movió lentamente una mano para apoyarla sobre su erección, que empezaba a ser dolorosa, para intentar calmarse. ¡Sí claro! Como que iba a ser tan sencillo, sólo existía una manera de saciarse y era follar con la mujer que dormía (eso creía) a su lado. Menuda nochecita.

 

 

Capítulo 6: CAPÍTULO 6 Capítulo 8: CAPÍTULO 8

 
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