NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67716
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 11: CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 11

Bella regresó a casa tras una sesión insufrible con Alice, a pesar de andar mal de dinero ¿Qué mes no era así? Se había comparado un vestido, monísimo por cierto, rojo putón, (ella misma así lo dijo delante de la dependienta) con zapatos a juego. Por supuesto de tacón, no se puede ir pidiendo guerra con zapatos planos ¡Por favor!

Cediendo a una de sus debilidades también se pasó por la sección de lencería y completó el conjunto. El raso rojo (también putón) era divino tapaba lo justo y levantaba lo necesario.

Guardó todo cuidadosamente en el armario, la verdad que esa maravilla de lencería junto a sus bragas y sujetadores funcionales eran un atentado estético. Pero, en fin, poco a poco iría renovando su interior.

Se preparó algo rápido de comer, ahora que su nevera estaba medianamente surtida podía permitírselo y tras ordenar un poco el apartamento se tumbó en el sofá.

Sabía lo arriesgado de esa acción, pero aún estaba la almohada y la manta que dejó a Jacob así que encendió la tele, un programa aburrido es el mejor somnífero y se echó la siesta.

Hacía siglos que no disfrutaba de ese pequeño placer. Siempre a salto de mata, siempre deprisa, sin pararse a disfrutar de las cosas. Pagaba un apartamento del cual apenas disfrutaba ya que la mayor parte del día estaba por ahí, comiendo de mala manera, arañando horas al sueño y robando oportunidades de disfrutar un poquito más de las cosas sencillas.

Se estiró para después hacerse un ovillo en el sofá, como una gata perezosa. Sonriendo como una tonta, vale, las cosas no iban lo bien que tenían que ir, pero desde luego este momento de paz y tranquilidad nadie iba a estropearlo.

—Hoy no es mi día —. Refunfuñó al oír el timbre.

Lo cierto es que sí que había gente tan mala en el mundo como para interrumpir su agradable sesión de sofá.

Se puso las zapatillas para abrir la puerta, miró el reloj del microondas, casi las siete de la tarde ¿Tanto he dormido?

 —Tengo el horario hecho una mierda.

Abrió la puerta sin mirar por la mirilla.

— ¿Puedo pasar?

—Sí. —acertó a decir. Apartándose de la puerta.

—Te veo muy bien.

—Gracias —. ¿Te veo muy bien? Mentiroso de mierda, estoy hecha una piltrafa, con un viejo pantalón de deporte y una camiseta de tirantes que ha conocido tiempos mejores— Lo mismo digo.

Edward se acercó a la barra de la cocina y dejó ahí un maletín, después se quitó las gafas y las dejó encima.

Muy bien ¿A qué ha venido este cabrón y por qué estoy tan nerviosa? Sabía por experiencia que cuando él se quitaba así las gafas, ocurría algo. Bueno o malo estaba por ver, pero teniendo en cuenta cómo le iban últimamente las cosas…

— ¿Te apetece algo? —Preguntó a modo de romper el hielo y por educación.

Lo cierto es que últimamente estaba haciendo progresos con sus habilidades sociales. Un punto para ella.

Edward no dijo nada, por lo que Bella se dirigió a la cocina pero antes de que girase él la había agarrado desde atrás.

—Me apetece devorarte viva, maldita sea —acercó sus labios al cuello de ella.

Ella inspiró con fuerza, mal, mal, vamos mal, así no, cabrón manipulador y egoísta.

Sí, sí, sigue así, joder, mi cuello tiene demasiadas terminaciones nerviosas.

—Edward…

— ¿Qué? —Preguntó con voz ronca sin soltarla y cogiendo un pecho en su mano.

— ¿Estás bien? —Inquirió ligeramente preocupada ante el tono empleado por él.

—No, no hasta que te haya desnudado, te tumbe en la cama y empiece a saborearte.

—Vaya… —dijo en un suspiro. Eso era toda una declaración de intenciones. Ella no iba a poner ninguna objeción.

¿Debería ponerlas?

Eso después.

Pero Edward parecía no escuchar; sin tiempo para reaccionar la empujó contra la encimera, y mientras que con una mano rodeaba un pecho comenzó a meter la otra por los pantalones de deporte de Bella.

—No llevas bragas —Susurró al oído para nada disgustado.

—Sabía que venías —Era un farol, tras una ducha simplemente se había puesto cómoda en su propia casa.

—Estupendo, así me gusta.

Ella apoyó las manos en la encimera, él estaba detrás, notaba todo su peso en la espalda, rodeándola de forma que resultaba imposible escapar de su abrazo, mientras la excitaba deliberadamente, con su dedo recorriendo su coño de forma lenta, una pasada, dos, tres, hasta que por fin lo introdujo; estaba ardiendo, y demasiado húmedo, podría correrse allí mismo, si él continuaba así.

—Edward… —rogó ella— Por favor.

—Dime —Empezó a bajar los pantalones de deporte dejando su trasero expuesto para él— Me encanta tu culo.

Bella no podía más, si dejaba que él mantuviese el control la iba a torturar, así que se revolvió, no de una forma muy elegante, hasta quedar frente a él, aunque Edward no quitó en ningún momento la mano de su trasero, que acariciaba con excelente maestría.

—Vamos a la cama —dijo antes de esconder la cara en su cuello para probarle ella también.

—No —Eso la dejó paralizada.

— ¿Cómo?

Sin dar explicaciones la cogió en brazos, ella se aferró a su cuello sin saber muy bien que estaba pasando ¿Iba a hacerlo con él en la cocina? No, por Dios, eso quedaba muy bien en las pelis porno, pero en la vida real era imposible.

Giró con ella en brazos y se dirigió al sofá, donde aún estaba la manta arrugada, la dejó, un instante de pie y se sentó, atrayéndola hacia sí.

Ella permaneció de pie frente a él unos segundos antes de comprender qué le estaba pidiendo.

Edward agarró los pantalones de deporte y se los bajó de un tirón, quería que lo montase, allí mismo, sin más.

No se lo tuvo que decir más veces, antes de subirse a horcajadas sobre él, le desabrochó los botones del vaquero y se los bajó junto con los boxers negros (¿siempre negros?) Hasta medio muslo, lo imprescindible; acto seguido se subió encima de él.

Edward apuntó al centro y no malgastó ni un segundo. Se aferró a él, eso era toda una entrada, sí señor; en agradecimiento buscó sus labios, aun no le había besado ¿aún no le había besado? Qué descuido, tan imperdonable.

Sintió como unas manos grandes se colocaban en sus caderas, moviéndolas, sincronizándola con él, de forma que a cada embestida de Edward se encontrase con el cuerpo de Bella, magistral.

—Échate hacía atrás —Susurró él— Así, perfecto. Quiero verte.

Ella obedeció, ya que estaba más pendiente de sí misma, eso era egoísta y lo sabía, pero se lo merecía. Edward se recostó cómodamente en el sofá, permitiendo ver el cuerpo de ella montándole, llevándole a donde ella quisiera, pero había un error.

Que debía ser reparado de inmediato.

Como pudo levantó la fina camisera de tirantes para dejar al descubierto unas tetas perfectas, bamboleantes con cada movimiento, apuntándole directamente a él, esa invitación no podía ser rechazada. Mordió con ansia un pezón, y le encantó la respuesta de ella, que inmediatamente aceleró el ritmo.

—Eso es Bella, fóllame como quieras.

—E…eso…in…intento —Jadeó.

—Más —Pidió él.

Ella no sabía que estaba pasando ¿No se supone que era ella quien llevaba el control? Pues parece ser que no, Edward frenaba sus propias embestidas dejándola a ella sola, después sin previo aviso empujaba fuerte, menos mal que la sujetaba. Hasta que ella gritó, gritó satisfecha y Edward disfrutó de ese grito, casi desesperado, agarrándola con más ímpetu para penetrarla hasta el fondo y correrse con ella. Sentir las contracciones del orgasmo femenino en su polla era lo que necesitaba para abandonarse.

Jadeante aun, ella se irguió para acunarle el rostro y poder darle esos pequeños y suaves besos, Edward se acordaba vagamente de ello, le sorprendió la primera vez, era un gesto muy íntimo, y sobre todo sutil; era el gesto de una mujer apasionada que se mostraba ácida pero que no lo era.

La abrazó con firmeza y la apretó contra sí, sintiéndose un poco culpable por la precipitación del momento, había venido con la intención de algo más, no sólo un polvo rápido.

 La semana pasada se fue sabiendo que había sido un estúpido, y ahora no quería cagarla de nuevo, ella estaba ahí, encima de él, todavía unidos, él prácticamente vestido y ella abrazada a su cuello.

— ¿Bella? —Preguntó suavemente acariciando su cabeza.

— ¿Qué? —dijo con la voz amortiguada por la camisa de él.

—Esto… esto no es lo que tenía pensado —. Era la verdad.

— ¿Cómo? —Levantó la cabeza para mirarle.

—No, no te enfades —Le sonrió y le dio un beso tierno, sin exigencias— No quiero que pienses que sólo he venido para un polvo rápido, no es mi estilo.

— ¿Qué quieres decir? —Sé diplomática, muérdete la lengua.

—He pasado toda la semana pensando en lo cabrón que he sido contigo y… —Ella le interrumpió con un beso—… y…

—No lo digas, no hace falta, está bien así —dijo suavemente. Se quedaron mirando fijamente, no había nada que decir. Pero ella sintió algo entre sus piernas— Edward ¿Cómo es posible? —Miró hacia abajo y levantó la vista incrédula—. No puede ser —Volvió a bajar la vista para después levantarla— ¿Cómo es posible?

—Tú —Contestó él con sinceridad.

—Pero… ¿No necesitas…? Ya sabes —…Bella no sabía cómo plantearlo— Recargar —dijo mirando a otro lado muerta de vergüenza.

— ¿Recargar? —Edward se echó a reír— Joder, es la primera vez que me dicen eso —Acarició la estrella que ella llevaba en su vello púbico— Estrellita, estrellita —Canturreó con voz juguetona.

—Te gusta ¿eh?

—Me tiene loco, levanta un instante —Bella obedeció— Siéntate encima de mí, dándome la espalda.

—Me caeré —Profetizó ella.

Pero él demostró que no, que la tenía firmemente sujeta. Era tan sumamente erótico, él recorría su espalda una y otra vez, hasta llegar a su trasero, acariciando la fina línea que separaba las nalgas y realizando sutiles pasadas con un dedo.

Bella no sabía que ella tuviera esa zona tan sensibilizada. Él introdujo un dedo entre sus cuerpos de forma que pudiera acariciarle la zona alrededor del ano, sólo leves toques, dio un respingo ¿Ahí? Se preguntó mentalmente, mientras disfrutaba con cada uno de los movimientos de él, no lo pienses, cerró los ojos, la sensación era extraña, desconocida, pero deliciosa, nunca antes pensó en eso.

Atrapó con ambas manos sus pechos mientras ella se corría gritando su nombre, jadeando, moviéndose hasta extraer la última oleada de placer y de paso dejar a Edward saciado, como demostró el apretón que sufrieron sus pezones antes de dejarse caer hacia atrás arrastrándola consigo.

Bella giró la cabeza para besarle, como siempre hacía, esta vez, debido a lo difícil de la postura le besó la mandíbula y le acarició. Él se limitó a rodearla con sus brazos, quizás en una forma demasiado posesiva.

Sin decir nada, al cabo de unos minutos, ella se levantó, mirándole, observando su camisa blanca, ahora deliciosamente arrugada. Cogió sus pantalones y se los puso.

— ¿Dónde vas? —Preguntó recostándose en el sofá, demasiado satisfecho como para preocuparse.

—A lavarme.

—Pero… —No le dio tiempo a decir que aún no había acabado con ella, que si era necesario él mismo se ocuparía de eso, pero ella se metió en el cuarto de baño.

Se levantó del sofá, y se abrochó los pantalones, observó la pequeña sala, ahora estaba más ordenada que la primera vez y sonrió.

Tenía planes para esa noche y en ellos también entraban alimentarse, así que sin mucha confianza abrió la nevera, sólo por curiosidad pues ya estaba pensando en qué tipo de comida encargar.

Se sorprendió al encontrarse un frigorífico bien surtido, buscó entre los estantes y sacó una bandeja de carne.

Se lavó las manos y empezó la tarea. Encontró también elementos suficientes para una ensalada, esto tiene buena pinta, se dijo a sí mismo.

Unos quince minutos más tarde ella salió del baño en albornoz, ¡Dios qué albornoz! , color fucsia y sólo la llegaba hasta mitad del muslo, en la cocina Edward, se reprendió, ella se acercó y se sentó en la parte exterior. Cuando se quitó la toalla y vio su melena mojada casi deja caer el frasco del aliño.

— ¿Qué haces? —Preguntó ella, mirándole divertida— Oh, no, no por favor ¿No me digas que también cocinas?

— ¿Y?

— ¿Cómo qué Y? Pues que no puede ser.

— ¿Por qué no?

Porque eres un dios del sexo, estás buenísimo, tienes modales y me muero por tocarle ese trasero tan firme. Porque hace menos de media hora me he corrido dos veces ¡dos veces! Encima de ti, y ahora actúas como si nada.

—Porque nadie es tan perfecto, debes tener algún tipo de rareza oculta.

—Muchas, ya las irás descubriendo —Se rio—. ¿Cenamos?

Lo cierto es que el muy cabrón sí sabía cocinar, o por lo menos defenderse, pero la mayor diferencia para Bella era su trato, cómo hablaba, relajadamente, cómo se comportaba en la mesa, con máxima educación, nada fuera de lugar. Eso era una novedad para ella acostumbrada a ir a salto de mata, sin detenerse a mirar las cosas.

—Eres un niño de papá ¿eh? Bien educado atento —dijo bromeando—. Siempre en tu lugar, la frase correcta. Nada se te despista. Nada a la improvisación.

— ¿Y eso es malo? —Preguntó mirándola por encima de la copa del vino peleón que Bella tenía en casa, otra cuestión a solucionar, apuntó mentalmente.

—No, simplemente es la falta de costumbre. En mi casa… —Se calló no quería entrar en temas tan personales, además Bella jamás hablaba de su familia.

—Sigue ¿Qué ibas a decir?

—Nada, es que —Se encogió de hombros— Yo soy una chica sencilla.

—Eso no te lo crees ni tú —dijo tras dejar la copa de vino en la mesa, no más vino, por favor. Se levantó y se dirigió de nuevo a la cocina—. ¿Te queda café? —La miró por encima del hombro.

—Sí —. Suspiró—. ¿Sabes? Resulta odioso enterarse que todos tus amigos han bebido tu café sin decirte que era un asco y… —Edward la miraba fijamente.

— ¿Y?

—Pues que en eso también tenías que meter mano, hasta a la hora de elegir un café pareces tener un don especial —Se acercó con los platos de la cena.

—Mira, no es cuestión de tener un don es cuestión de leer la etiqueta y cómo no, de probarlo —. Se rio de ella— Vamos, no me digas que estás enfadada por eso, es un tontería.

—Sí, claro, si supieras… esta semana me han felicitado más por ese café que en toda mi vida —Hizo un mohín de niña pequeña.

—De acuerdo, haremos una cosa, este café… —Cogió el envase—…lo tomaremos sólo tú y yo, a los demás pues… dales ese otro.

—Eso ya no va a ser posible —Se echaron a reír.

Empezó a fregar los platos mientras Edward se las apañaba con la cafetera, de vez en cuando, intencionadamente, pero aparentando que no lo era, se rozaba contra ella, haciéndola reír, o desconcentrándola de su tarea, un par de veces estuvo a punto de romper algún que otro plato.

Ella se quejaba, sin mucho énfasis, la verdad, pues era agradable tener a alguien, allí en la estrecha cocina, Edward parecía encontrarse en su salsa, bromeando con ella, tocándola sutilmente…

— ¿No piensas en otra cosa?

— ¿Yo? —. Sirvió el café—. Eres tú querida, no puedes pretender que tenga las manos quietas si tú estás ahí, mostrándome un precioso trasero, lo siento, pero no soy el culpable.

—Tendrás cara… —Era tontería discutir con él— En fin, hablemos de otra cosa.

—Tú dirás.

— ¿Qué tal te ha ido la semana? —Era mitad cortesía, mitad curiosidad.

—Bien.

—Bien —. Repitió ella, estaba claro que Edward iba a tomarle el pelo. Miró el reloj, las nueve de la noche—. ¿Qué te apetece hacer? —Él arqueó una ceja— Aparte de eso, quiero decir —Era imposible.

— ¿Cómo sabes en qué estoy pensando? —Ella señaló su entrepierna— Ahí me has pillado, pero se contenerme, no te preocupes, no voy a echarme encima de ti, subirte en la encimera, arrancarte los pantalones y follarte en la cocina —. De momento, se lo guardó para sí.

—Vaya, menos mal que lo tienes claro —Él se echó a reír, Bella terminó de recoger y vio las gafas de Edward sobre la encimera, las cogió— ¡Dios! ¿Puedes ver sin gafas? —Exclamó tras probárselas.

—Lo suficiente. Y no juegues con eso.

—Ya salió el medico serio y responsable.

—Es lo que me has pedido.

— ¿Vas a quedarte? —El cambio brusco de ella le hizo enfriarse ¿A qué venía esa pregunta? Estaba clara su intención ¿No?

—Dime lo que tú quieres.

Buen rebote, joder, mira que eres bruta, diplomacia Bella, diplomacia. ¿Quieres? Sí, pues díselo tranquilamente sin más.

Pero con Edward allí, de pie en la cocina, esperando, como si nada, esa tranquilidad era exasperante, diplomacia Bella, diplomacia.

—Sí, siempre cuando a ti te apetezca, claro —. Podía haberlo dicho con algo más de entusiasmo, se regañó a sí misma.

—Sabes perfectamente la respuesta —Se acercó a ella— Pero esa no es la cuestión.

— ¿Y cuál es?

—Tú —dijo junto a su oreja, en un susurro.

— ¿Yo? pues… por mí está bien

—Bella, ¡Por Dios! No seas gilipollas. Muestra un poquito más de entusiasmo

—Sí, quiero que te quedes —dijo más segura y fue contestada con un beso.

—Bien, aclarado ese punto —La soltó como si no hubiera pasado nada yendo hacia el salón— Veamos que tienes por aquí… —Empezó a mirar sus DVD´s—… para entretenernos.

Bella se quedó como tonta, inmóvil mientras él se iba al salón para ver ¿Sus DVD´s? Se dijo a sí misma; era un majadero con ganas de tomarle el pelo, así que no dijo nada, se sentó en el sofá y esperó a que él eligiera una película. Mientras él inspeccionaba su estantería ella empezó a pasar canales de televisión.

—Veo que tienes un poco de todo —Comentó él pasados unos minutos— ¿Alguna sugerencia?

—Elige tú —respondió sin mirarle, ya le había mirado bien el trasero mientras permanecía agachado viendo los títulos— Tienes buen gusto, confío en tu elección.

—No sé —Sacó un DVD— No, no estoy por el espionaje —Sacó otro y otro, y otro, y cada estuche que sacaba de la estantería iba acompañado de un comentario por el cual no le apetecía ver ese título en particular; Bella empezaba a mosquearse. Se puso en pie y le miró.

—Vamos a ver ¿De qué vas?

Él aguantó la risa.

—Joder, menos mal

—Ven aquí —Pidió agarrándola de la cintura— Me apetece tan poco como a ti ver una peli —Se acercó peligrosamente a su oído— En todo caso si quieres nos la montamos nosotros.

— ¡Por favor! —Intentó separarse de él, aunque sólo fuera por no seguirle la corriente, lo cierto es que le encantaba estar rodeada por Edward— Acabamos de cenar —. Era una excusa ridícula.

—Está bien, pero que conste que cuanto más me hagas esperar más jugaré yo contigo.

— ¿Lo prometes? —replicó picarona, lo cierto es que le estaba cogiendo el truco a esto de hablar con Edward.

Él no la contestó con palabras, una simple pasada de la lengua por su cuello era suficiente respuesta.

Después de eso, mientras permanecían sentados en el sofá, viendo la televisión, también hubo una pelea por elegir el programa, Edward ni se acercó a ella, se acomodó en un lado, se estiró y permaneció con la cabeza apoyada sobre una mano, vamos, como si estuviera en su casa.

Ella no estaba muy acostumbrada a compartir el sofá, normalmente se acurrucaba en un lado, se tapaba con la manta y disfrutaba de su soledad con un cigarro en la mano. Pero Edward estaba allí, la idea de escabullirse al servicio y fumar era tentadora pero el muy cabrón lo adivinaría.

—Si hago algo que me apetece mucho ¿Te enfadarás?

—Sabes que sí.

—Pero… me fumaré uno solamente, lo prometo.

—Si quieres… —Se encogió de hombros sin mirarla—… pero atente a las consecuencias.

— ¡No puedes impedírmelo! Soy mayor de edad.

— ¿Eso crees? —Ahora sí la miraba, con esa expresión de seriedad, Bella se mordió el labio— Nada me gustaría más que ponerte sobre mis rodillas y darte unos azotes en ese precioso trasero. Adelante.

—Eses un sádico.

—No lo sabes tú bien —dijo sin inmutarse.

Bella se movió incómoda en el sofá, dispuesta a olvidarse de sus ganas de fumar, concentrarse en la película, de la cual aún no sabía el argumento, y buscar algún punto débil de Edward.

— ¿Cómo descubriste que estaba fumando? —Él la miró de reojo— En el hospital, quiero decir, tuve muchísimo cuidado —. Él esbozó una sonrisa al recordarlo.

—Pensaba que te estabas masturbando.

— ¿Qué? —Su exclamación de sorpresa no era tanto por lo que había dicho sino por cómo.

—Pensé que te estabas masturbando —repitió— Pasé por delante de tu habitación y te oí —. Ella se quedó muda, ¿masturbando?— ¿No lo haces? —Ella miró a otro lado— Bella, no te avergüences, es algo normal —dijo con un tono suave— además me muero de ganas por ver como lo haces —añadió.

—Se supone que eso es algo personal —Protestó—. E íntimo, se… se supone que…

—Dilo, puedes hablar de ello ¿No eres mayor de edad? Pues exprésate como tal.

Pedante.

—Se supone que es un sustituto, bueno, ya sabes, cuando no tienes relaciones, pues… eso.

—Eso es una tontería —dijo como si estuviera hablando del tiempo— La masturbación es algo natural, tanto para compartir como para uno solo —Seguía hablando con ese tono tan normal— Además, he visto tu vibrador. No está mal. Tenemos que hacer un trío.

Si no fuera por los increíbles orgasmos que proporcionaba le terminaría odiando, por pedante. Y por hablar de esos temas como si estuvieran hablando del tiempo.

— ¿Cómo? —Cerró un instante los ojos, ya pensaría en otro momento lo que acababa de oír— Vale, entiendo, no debo avergonzarme, hasta ahí bien, pero… ¿Dejar que me veas? —Negó con la cabeza— ni hablar—. Pensó unos instantes—. ¿Tú lo harías? —Se atrevió, no supo cómo, a preguntar.

— ¿Quieres verlo? —Él llevó sus manos al botón de sus pantalones e hizo amago de desabrocharlo.

— ¡No!

—Has contestado demasiado rápido —Se rio—. ¿Segura?

—Muy segura —. Aunque… siempre quedaría la duda. Decidió olvidarse, por el momento de esa posibilidad—. Entonces… me queda una duda… llámame rara si quieres, pero… yo no suelo tener necesidad de ello cuando mantengo relaciones.

—No es cuestión de necesidad, tómatelo como un juego, una forma de placer, otra manera de excitarse mutuamente, no todo es penetración. Parece mentira, que no sepas tú eso.

—A mí no me disgusta… —Esos términos para un médico serían habituales, pero a ella le costaba pronunciarlos y más delante de un hombre—… hacerlo a la forma tradicional.

—A mí tampoco, pero siempre es bueno variar. ¿No te parece?

—Creo que esta conversación me resulta un poco incómoda.

— ¿Por qué? , hablar de sexo, de tu sexualidad, y más conmigo que pienso compartirla contigo, es lo más natural. ¿Cómo sabré si lo que te hago te agrada? O ¿Cómo sabrás tú que tus caricias me resultan placenteras?

Edward seguía usando ese tono tan racional que a Bella la estaba poniendo aun nerviosa.

—Bueno… —En eso tenía razón— Más o menos todos sabemos lo que nos gusta y lo que no —dijo insegura.

—Pero eso es insuficiente. ¿Por qué crees que hay tantas mujeres que fingen?

— ¿Porque hay un montón de incompetentes?

—Puede ser —Se rio— Pero si a esos “incompetentes” ellas les dijeran algo, quizás solucionaríamos muchos problemas. Y visto desde el lado masculino, si muchos hombres dijeran cómo quieren tener sexo a sus parejas no tendrían que recurrir a servicios de profesionales para realizar sus fantasías.

—Puede que tengas razón —Reflexionó ella en voz alta— Pero tienes que comprender que es difícil hablar de eso, así como así.

—No me vengas ahora de mojigata —. Alice la había llamado lo mismo.

—No lo soy.

—Ya lo sé, perdona, pero ¿a qué a tus amigas les cuentas todos los detalles? —Ella arrugó él morro, estaba dando en el clavo— Pues dímelo a mí del mismo modo—. La miró— también por teléfono, si quieres —Y estalló en carcajadas.

—No tiene gracia.

— ¿No? Pero resultó efectivo. Me tenías aquí, como loco, a las pocas horas.

—Visto así… eso es cierto —rio tímidamente.

—Bella —Ahora utilizaba ese tono serio, de profesional— nadie mejor que tú sabe cómo es tu propio cuerpo, tú eres quien mejor puede mostrármelo, yo puedo hacer suposiciones, sugerirte cosas pero tú siempre eres quien me mostrará el camino, si no lo haces, puede que sea buen sexo, pero distará mucho de ser auténtico sexo.

—Dame tiempo —le pidió cohibida, iba a costar lo suyo desprenderse de tantas capas de vergüenza.

 

 

Durante el resto de la película no hablaron, Edward bostezaba, con finura y educación, y Bella empezaba a quedarse dormida en el sofá, en otras circunstancias, las noches (la mayoría) en las que estaba a solas se arrellanaba en el sofá y se dormía, pero eso no era posible.

—Me voy a la cama, no aguanto más —dijo Edward bostezando.

Bella abrió los ojos, como intentando espabilarse, ¿La habían teletransportado y estaba en otra casa?

No, mierda, estaba en su sofá, tapadita con la manta y viendo como Edward  desaparecía en el cuarto de baño. Como si tal cosa.

A los pocos minutos, ella había sido incapaz de moverse, le vio salir del baño y entrar en el dormitorio. Ni siquiera se había insinuado, ni una invitación. ¿La estaba probando? ¿Era la consecuencia lógica de la charla que habían mantenido? ¿Era la oportunidad de oro para que ella pudiera fumar mientras él dormía a pierna suelta?

¿Era alguna especie de mensaje oculto?

¿Una prueba?

¿Le estaba dando la oportunidad a ella de insinuarse?

 

 

Capítulo 10: CAPÍTULO 10 Capítulo 12: CAPÍTULO 12

 
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