NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67724
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 19: CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 19

Bella ordenaba su ropa cuando alguien llamó a la puerta, estaba un poco deprimida, la verdad es que se había dado perfecta cuenta de la actitud de la madre de Edward, pero hasta cierto punto podía parecer lógica, ella no era nada del otro mundo, una simple chica que, bajo el punto de vista de la señora Cullen, trataba de embaucar a su hijo.

— ¿Puedo pasar?

—Es tu casa ¿No? —. Contestó a la defensiva.

—Bella, cariño, ¿Otro ataque de mal humor? —Cerró la puerta y se acercó a ella— Ven, déjame abrazarte —miró la habitación, parece ser que su madre había hecho cambios en la decoración.

—Suéltame —dijo en voz baja— Vas a arrugarme el vestido—. Qué excusa tan pobre.

— ¿Qué ocurre? —Inquirió soltándola con desgana.

—Nada.

—Ese “nada” no me convence —Se sentó en la cama mientras ella permanecía de pie— Bella, sé que mi madre ha estado un poco fría, pero no te preocupes.

—Tu padre es encantador —Y era cierto.

—Lo sé —Se rio— ten cuidado con él es la versión adulta de Jazz.

—Ha sido muy amable.

—Bueno, ven aquí, hoy apenas te he tocado —tendió la mano— Y no me encuentro bien.

— ¡Edward!

—Sabes que necesito tocarte con regularidad, no me hagas sufrir —Puso voz lastimera— Si quieres —Se puso de rodillas— Puedo rogarte y suplicarte —Parecía un niño pequeño.

—No seas bobo ¡Levántate!

 —Bella… —Seguía arrodillado tras ella— anda sé buena —La agarró de la cintura— No, perdona, sé mala. Por favor.

—Deja de hacer tonterías —Ya no podía aguantar la risa. — ¿Qué quieres?

—A ti —dijo sinceramente.

— ¿Ah sí?

—A ti, desnuda, sin bragas y con las piernas abiertas esperándome.

— ¿Alguna cosa más?

 Esme había organizado una cena, sólo para los de la casa, pero su hijo mayor le había fallado, aún no había llamado para aclarar cuando llegaría, típico de Jazz.

No estaba de buen humor, esa mujer, la que Edward había traído no era de su agrado. No sabía bien el porqué, quizás porque nada más verla observó su falta de clase, demasiado proletaria; a Esme siempre le gustó Tanya Delani para Edward, era la personificación del saber estar, del buen gusto, y esa mujer… era evidente que carecía de todo eso. Pero si iba vestida de forma tan simple… ¡Por el amor de Dios!

Aunque Bella recibiera clases nunca aprendería, era evidente su origen, era evidente que carecía de clase, ese tipo de educación que se recibe desde niños y que hace que una persona sepa comportarse. Ella, personalmente, lo había inculcado en sus hijos, y en su marido, con gran esfuerzo y a veces dudaba de haberlo logrado, así que el que su hijo menor apareciera con una mujer, a todas luces, poco elegante y sin clase, era para ella todo un síntoma de que algo no iba bien. Edward, en la mitad de la treintena, debía estar ya asentado respecto a su vida personal, del mismo modo que lo estaba en su vida profesional.

— ¿Qué ocurre? , te veo demasiado concentrada.

—Estaba pensando, simplemente no puedo creer lo que ha hecho mi hijo.

— ¿Qué ha hecho Jazz esta vez? —Preguntó Sally.

—De momento nada, que yo sepa. Me refiero a Edward —Esme hablaba mientras supervisaba la cena.

— ¿Edward? —Sally conocía perfectamente al aludido y las probabilidades que de él hubiera hecho algo indebido eran escasas.

—Ha traído a una mujer que…

 —A mi me parece una chica sana, alegre, y es indudable que está coladito por ella. ¿Y sabes qué? Que me alegro —miró el asado— tiene una pinta magnífica, tendremos que controlar a tu marido para que no repita.

—Eso será un problema, sin duda.

— ¡Qué va! Es sencillo, haremos como otras veces, serviré los platos en la cocina, así no sabrá la cantidad que queda.

—No me refería al asado.

—Ah.

—Esa chica, no me gusta, Edward me ha pedido que sea amable con ella. ¡Amable! Está noche estará sentada con nosotros como si fuera una más de la familia ¡Por el amor de Dios!

— ¿Eso es una tragedia? —Preguntó Sally con ironía.

—Pues sí, y me asusta pensar que mi hijo vaya en serio.

—Pues… —Sally no dudaba de ello— Yo no veo ningún problema.

— ¿Tú? , no me hagas reír, tienes tantas ganas de ver a mis hijos casados que no te importa lo más mínimo con quien —Esme se dio cuenta en el momento de lo injusta que estaba siendo con Sally pero continuó— Pero esa es una decisión de por vida, bueno, ya no sé, últimamente no sé qué pensar —. Reflexionó mordaz— Pero no quiero ver a Edward pasar por un divorcio, con el de Jazz ya tuvimos bastante.

—Yo no quiero ver como se casan con cualquiera, y lo sabes, lo de Jazz fue distinto, aquella pelandusca sólo quería un contacto más en su agenda, eso sí, Eloisa era elegante, sofisticada, culta… pero una manipuladora. ¿Ves? La imagen no parece ser todo.

—Y a ti te viene de perlas ¿No? —Esme habló enfadada, no estaba acostumbrada a que la rebatieran sus opiniones tan vehementemente— Acepto que Eloisa era, es, supongo que no ha cambiado, aparentemente la esposa ideal, hasta que la conoces, pero eso no quita que esa mujer…

—La señorita Swan —apuntó Sally.

—Esa mujer —Esme no iba a cambiar ahora— Se lo que es.

— ¿Por qué no le das una oportunidad?

—Esto no es un concurso. Esto es serio.

—Por eso precisamente, tu hijo parece encantado con ella, Carlisle está encantado. Jazz… bueno se lo preguntaremos mañana.

 —A mi marido le gustan todas —dijo desdeñosa, aun sabiendo que Carlisle jamás había sido infiel, pero que siempre piropeaba sin vergüenza a cuanta mujer atractiva se cruzase en su camino—. Así que no es muy objetivo que digamos.

—No sé que ves o dejas de ver en esa chica, pero como amiga te aconsejo que por lo menos te muestres menos rígida con ella, está con tu hijo, y quieras o no ambos están juntos. Los tiempos de manipular a los hijos han pasado a la historia. Piensa por un momento ¿Y si te confundes? ¿Y si Bella es la chica ideal para Edward?

Esme no quiso responder a eso, interiormente sabía que Sally podía tener razón, pero aun así…

 —Dime la verdad, por favor.

—Ya te he dicho que estás preciosa ¿Qué más quieres? —dijo Edward riéndose, observándola mientras se peinaba.

—Deja de mirarme así, me pones nerviosa y si mi pelo es difícil de controlar en condiciones normales bajo presión es imposible.

—Bella, cariño—, se colocó tras ella— esto no es una recepción oficial, es una cena familiar.

Pero ella no lo veía tan simple, para Edward podía ser algo tan sumamente cotidiano como ir a comprar el pan pero para ella no, de ninguna manera, no era tan tonta como para no darse cuenta de la situación. Esme iba a observarla con lupa y por lo menos no quería parecer la tonta del pueblo a la que parece que le ha tocado la lotería y sobretodo no quería avergonzar a Edward; él se estaba comportando de fábula, al igual que su padre, pero la mirada escrutadora de Esme era aterradora.

La cena familiar estaba incompleta, todos comentaron la ausencia de Jazz, claro que ni Edward ni Bella dijeron la verdadera razón, a Esme le sorprendió que Bella conociera también a su hijo mayor, y en su cabeza formó una opinión nada favorable, llegando a pensar que esa mujer iba tras sus hijos. De todos era conocido el talento de Jazz a la hora de ligar y como su hermano menor tampoco se quedaba descolgado, así que cabía la posibilidad de que la señorita Swan no hubiera desperdiciado ninguna oportunidad.

Tanto Carlisle como Edward, y por supuesto Bella, se dieron cuenta de cómo las preguntas dirigidas a Bella por parte de Esme eran más bien dardos afilados en vez de unas simples palabras inocentes. Carlisle advirtió a su esposa en dos ocasiones y ésta pareció tomar esas amonestaciones en serio.

Bella se sentía desorientada, enfadada y con ganas de mandarlo todo a la mierda, pero no podía, demostraría a Esme que su teoría era cierto, no, aguantaría.

—Vendré más tarde —. Susurró Edward al acompañarla hasta su habitación.

—No —dijo a modo de súplica—. No me encuentro bien —Él arqueó una ceja— Necesito descansar, de verdad.

— ¿Estás completamente segura? Debo decirte que tenía planes —Insinuó.

—Esta noche no me apetece, no te preocupes.

—Bueno —aceptó a regañadientes— descansa, mañana pasaremos el día fuera.

— ¿Fuera? ¿Y la fiesta de tu padre?

—No te preocupes, llegaremos a tiempo, sólo quiero pasar el día contigo, a solas —Lo dijo tan suave, tan seductoramente, que a Bella se le subieron los colores.

A pesar de sentir un repentino acaloramiento tras las palabras de Edward, Bella no cambió de idea y tras un suave beso de despedida cerró la puerta de su habitación.

Allí, encendió la pequeña lamparita de noche, se sentó en cama y suspiró, el primer examen ya había pasado, se dejó caer en la cama, aun vestida importándole un pimiento si el vestido se arrugaba. Se quitó los zapatos y cerró los ojos.

¿Tan evidente era?

Estaba claro que a pesar de todo jamás podría llegar a convencer a nadie de que sus aparentes buenas formas eran producto de una buena educación. Joder, si durante la cena estuvo más pendiente de que no se saliera nada de su sitio, de no tirar nada, de que la servilleta estuviera bien colocada. Mierda, mierda, incluso apenas probó el asado por miedo a mancharse de grasa.

Volvió a suspirar, la mala actuación de esa noche necesitaba un premio de consolación.

Se levantó y se puso una camiseta para dormir, apenas se preocupó de dejar bien la ropa que había usado. ¡Bah! Probablemente no volvería a ponerse ese odioso vestido azul.

Abrió la ventana, sacó disimuladamente la cabeza y observó, necesitaba desesperadamente un cigarrito, lo buscó en su bolso y no pensó, se sentó junto a la ventana y disfrutó de su premio de consolación. No quería pensar en nada ¿Para qué? Eso sólo la deprimiría.

 —Venga vamos —le abrió la puerta del todoterreno a Bella.

—No estoy, lo que se dice, muy animada —dijo bostezando.

—Ya veo que no he sido el único que ha pasado mala noche —murmuró mirándola de forma intensa.

—No seas bobo —. Bella se abrochó el cinturón de seguridad. Edward quería llevarla a ver el pueblo, pasar el día tranquilo, lejos de influencias familiares. A pesar de la advertencia hecha a su madre ésta se había comportado con la misma frialdad y eso, como él había notado la había afectado, menos mal que su padre se deshizo en elogios, algunos demasiados personales, pero qué demonios, a estas alturas cualquier gesto de ese calibre ayudaba a despejar el ambiente.

Conocía perfectamente el pueblo, y estaba encantado con la posibilidad de mostrárselo a ella, mirándola de reojo advirtió que estaba tensa, miraba distraídamente por la ventanilla y apenas abría la boca.

La noche anterior la había echado de menos, vaya si la había echado de menos, se estaba tan bien junto a ella; Bella dormida era un encanto, una niña a la que mimar y él quería hacerlo.

Pero sabía y entendía que ella prefiriese quedarse sola esa noche, la posibilidad de que su madre se enterara hacía muy difícil convencerla, aunque a él le parecía algo extremadamente apetecible.

Afortunadamente sacarla de casa de sus padres para pasar el día juntos era la mejor opción aunque ella parecía no disfrutarlo, durante la comida en uno de los restaurantes del pueblo ella apenas probó bocado y apenas abrió la boca, él no era tonto, sabía perfectamente a qué era debido su tensión y su nerviosismo.

Tras la comida él no quería limitarse a volver a la casa de sus padres, vale sí, tenían que arreglarse y cambiarse, sino a su madre la daría un infarto, pero aun les quedaba tiempo. Cogió tranquilamente a Bella de la mano, indicándole que le siguiera, ella no protestó, eso era toda una sorpresa.

Edward conocía, además del pueblo, también los alrededores, quería llevarla a algún lugar tranquilo, reservado e íntimo, quería que ella pudiera sentirse lo suficientemente cómoda como para desahogarse con él.

La relación parecía ir bien, pero a Edward no le había pasado desapercibido la falta de confianza de Bella, tanto en sí misma, como en él. Aceptaba que tuviera amigos como Jacob y Alice, los cuales seguramente estaban al tanto de todo respecto su vida, pero él necesitaba, de una vez, sentirse más cercano a ella, que ella confiara en él.

— ¿Te gusta? —Preguntó él cuando llegaron a un pequeño paseo junto al riachuelo, un paisaje de cuento. Tranquilo y relajante.

—Sí —respondió escuetamente.

—Bella —dijo sentándose en el suelo, mientras ella permanecía de pie— háblame, por favor, no sé donde estás ahora, llevo todo el día intentando mantener una conversación mínimamente digna contigo y tú te has limitado a seguirme la corriente. Te noto tensa, ¿Vas a contármelo?

—Edward… —Ella no tenía ganas de hablar de eso con él.

—No Bella, así no —. Se puso en pie y se acercó a ella, desde atrás— Así no —repitió y la abrazó—. Noto que estás en tensión, te noto enfadada, dime qué te pasa.

—Simplemente estoy algo nerviosa —Se encogió de hombros.

—Mira —Le dio un suave beso en la sien— Te entiendo, no es fácil, supongo que a mí me pasará lo mismo cuando conozca a tu familia.

—No lo creo —Contestó en un suspiro.

Jamás se atrevería a presentar a Edward a su familia. Eso podía ser un suicidio. Un padre alcohólico que pasa de todo, una madre más pendiente de mantener las apariencias que de preocuparse por su familia y obsesionada con el bingo y para rematar la jugada un hermano, a saber donde se encontrará ahora, metido en miles de problemas y aficionado a la peleas. Todo un cuadro. No, ella había huido de ello, ahora no iba a volver la vista atrás, no tenía familia.

Agradeció en silencio el apoyo de Edward, mientras la abrazaba, sin presionarla demasiado, era lógico que él se preocupara, ni siquiera le había dirigido un comentario mordaz se había limitado a seguirle la corriente.

—Siéntate conmigo —. Sugirió él.

—Lo…lo siento. Siento estar tan distraída —Bella intentó justificarse.

—No te preocupes.

Edward se sentó en el suelo, sin fijarse en el estado del mismo. ¿Para qué? Ahora toda su atención estaba concentrada en ella.

Ella se sentó junto a él e inmediatamente notó como Edward la rodeaba con un brazo. Era un gran apoyo, sin duda.

—Tú y yo tenemos que hablar de muchas cosas —empezó él—. Puede que al principio ambos creyésemos que esto no era más que un juego, por decirlo de alguna forma, pero yo sé perfectamente que no es así —La miró y prosiguió—: Esto no es sólo follar indiscriminadamente, por muy bien que se nos dé, ambos lo sabemos, por eso quiero que hables conmigo, para mí es importante saber qué piensas, qué te ocurre, y no hablo a nivel profesional, lo sabes.

—Edward… —le interrumpió ella, no quería dejarle hablar, las cosas empezaban a entrar en un terreno peligroso, aun no estaba preparada.

—No, déjame seguir, Bella —Se giró para quedar frente a frente y la levantó el mentón para que le mirase a los ojos— Sé que mi madre puede ser irritante y de hecho lo ha sido, no te culpes por ello, puede pensar lo que quiera, joder, mándala a la mierda si es preciso, pero por favor, no sigas así.

—No te preocupes —esbozó una tímida sonrisa al tiempo que levantaba la mano para acariciarle la mejilla—. Simplemente es que me encuentro algo desorientada, eso es todo, las reuniones familiares no son precisamente mi fuerte —Esbozó una sonrisa.

—Lo entiendo, tampoco a mí me resultan divertidas, pero lo hago por mi padre.

—Es genial.

—Desde luego, ya lo creo. Pero recuerda mi advertencia: no bajes la guardia con él. Es un ligón incorregible.

—Tranquilo, para eso ya estás tú.

—Bella —Se acercó aun más a ella—. No sé si es demasiado pronto, precipitado, o que sé yo, lo único que sé es que quiero estar contigo.

Ella se estremeció al oír esas palabras, eran tan, tan sinceras, Edward la estaba hablando desde el corazón, abrazándola, transmitiéndole todo su afecto, haciéndola sentir segura. Merecía, al menos, lo mismo.

—No sé por qué, no sé como, pero… —Se situó frente a él, quería mirarle a los ojos, era lo correcto y era también lo que deseaba— Me siento igual —Se sonrojó— No sé cómo lo consigues.

— ¿El qué?

—El qué va ser. Haces que me relaje, hacerme sentir cosas que jamás, había experimentado… —Él la interrumpió besándola y Bella le siguió encantada.

—Uf —Suspiró él sonriéndola— bueno —habló contra sus labios—, necesito algo más —insinuó levantando las cejas.

— ¡Edward! —Le dio un suave empujón—. No puedo creer que digas eso.

—Sabes que me muero por tocarte, y si… —Miró alrededor— ¿Y si desparecemos un ratito?

 —No me lo puedo creer —. Protestó en voz alta ante lo que él sugería.

—Un poco de sexo campestre nos irá bien ¿No crees? Ven aquí, y no me digas que no.

—No he dicho nada —. Le contestó sabiendo que era imposible negar su propuesta.

 

 

Capítulo 18: CAPÍTULO 18 Capítulo 20: CAPÍTULO 20

 
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