Capitulo 11: Limpiando mi alma
Pov Edward
—¿Qué tipo de clases?—pregunté.
—¿Quieres abrir la guantera por favor?—dijo con recelo en la voz.
Abrí la guantera y cuál fue mi sorpresa al encontrarme un revólver. Era pequeño, de fácil manejo pero no por eso menos letal.
—¿Jacob te ha enseñado a disparar?—no podía salir de mi asombro.
—Sí, eso es lo que intento decirte desde el principio, se defenderme sola Edward. Quiero que estés tranquilo a la hora de cumplir la promesa que me has hecho.
—Si te refieres a que esa arpía no me vuelva a tocar, te lo juro, no volverá a hacerlo. Pero no puedo evitar seguir teniendo miedo—dije mirando el revólver —Bella, ¿estás segura que sabes cómo usar esto?—pregunté en tono de broma otra vez para relajar la situación, pero un tanto preocupado porque la ecuación Bella más arma de fuego en sus manos…
—Eres incorregible –, contestó un poco enfadada—. La verdad, es que al pobre Jacob le está costando un poquitín. Sobre todo cuando entra alguien en la sala de tiro y al querer saludar me vuelvo con el arma en la mano apuntando a diestro y siniestro, pero ya lo voy pillando, Edward –dijo mirándome de nuevo —. No te preocupes por favor.
—Me preocupo por lo mío —le respondí notando que se paraba en la puerta de un garaje y marcaba un código en el mando que tenía instalado en una de las paredes laterales. Reconocí de inmediato la medida de seguridad y me quedé agradablemente sorprendido, al menos cuando estuvieran en casa estarían seguras. La puerta se abrió y entró en un garaje en donde había otros tres vehículos más. Un Aston Martin precioso, un Porsche amarillo y una moto plateada muy bonita.
—Ya hemos llegado —anunció mi Bella.
—La moto es de Jasper –me explicó al ver como los miraba —y el Porsche de Alice. El Aston Martin también es mío.
—¡Vaya! ahora sí que estoy empezando a pensar que tienes de verdad dinero para comprarle la casa a Emmet—exclamé impresionado y a la vez aliviado pues en todos estos años siempre me devolvía el dinero que yo le enviaba para mantener a Gaby—¿Cuándo me contarás esa larga historia?
— En realidad no es tan larga. El sueldo en el hospital es bueno y todos los meses ahorraba un poco. ¿Conoces Farmacéuticas Plat?
—Cualquiera no la conoce, es una de las empresas farmacéuticas más fuertes del país
— Pues Esme Plat, la mujer de Carlisle, es la heredera universal de la corporación. Ella en realidad es diseñadora de interiores pero dirige la empresa junto a su padre, que ya es mayor y está a punto de jubilarse por lo que Esme quedará como dueña y señora pues es hija única. Ella me sugirió hacer unas cuantas inversiones aquí y allá con el dinero que procuraba ahorrar todos los meses por si las moscas. Y esas inversiones, como ves, dieron su fruto.
Es una mujer muy creativa y se le ocurrió que podríamos hacer una revista médica pero asequible a todo el mundo. Con artículos escritos en un lenguaje que todo el mundo entienda. Uno de los objetivos era alertar contra la anorexia y la bulimia cada vez más extendida en las adolescentes, contra las dietas milagro y otra serie de temas que ponen en peligro la salud sin que seamos conscientes de ello. Procuramos a través de nuestros artículos que la gente se quiera un poco más a sí misma y deje de hacer las tonterías que muchas veces hacen para adelgazar. Alertamos también sobre el peligro que supone para los deportistas tomar ciertas sustancias para aguantar un poco más. Y hasta nos hemos atrevido a enfrentar los malos tratos.
Y lo que en un principio fue un simple proyecto, hoy es una revista que se vende por todo el país. Médicos de renombre escriben artículos para nosotros y hasta modistos famosos se ha prestado a hacer ropa con los tallajes más altos y publican sus diseños en nuestra revista alentando a las mujeres para comprarlos.
Yo estaba verdaderamente sorprendido. Hacía falta mucho valor para sacar adelante un proyecto así y eso me dijo mucho de la maravillosa mujer que tenía delante de mí. Cada minuto que pasaba la adoraba todavía más.
—Ni que decir tiene que me da unos beneficios todos los meses, que las inversiones que me aconsejó Esme también me proporcionan ganancias, y luego tengo mi sueldo, que es con lo que vivo. Lo demás lo he ido ahorrando, solo me permití estos dos coches como caprichos. Ya sabes cómo soy, no me gusta la ostentación. Todavía no sé ni cómo me dejé convencer por Alice para lo de los coches, bueno si lo sé. Nunca discutas con Alice cuando se empeña en que te compres algo. Primero me compré el Aston. Pero cuando mamá, papá, Rose y los niños, empezaron a venir por aquí, decidí comprar este Mercedes familiar para que cupiéramos todos. Además, la silla de Gaby entra mejor aquí, así que es el coche que normalmente uso. Y ahora, si no tienes más preguntas, ¿entramos en casa?—preguntó risueña abriendo la puerta del garaje que daba paso directamente a la cocina.
—¡Papá! ya has llegado —oí que gritaba mi hija al tiempo que se tiraba a mis brazos cortándome la respiración, no me acostumbraría jamás a esto, pensé con una sonrisa.
—Hola —dijo Emmet—, bueno como ya es oficial que te has reconciliado con este cabezota, ahora si te voy a dar la bienvenida como te mereces – dijo cogiendo a Bella entre los brazos y comenzando a darle vueltas.
—Papá la vas a asfixiar—dijo Tony asustado.
—Y se va a marear –añadió Peter con su habitual seriedad.
—No, que va —dijo mi hija –, está acostumbrada, ella me ha dicho que tiito Emmet siempre la saluda así —y ante esto no puede evitar reírme a carcajada limpia. Llevaba cinco años sin reírme con tantas ganas y tanta fuerza, y en dos días no dejaba de hacerlo, esta hija mía era un caso. ¡Qué bien se estaba con la familia!
—Bienvenido a ti también Emmet –dijo Bella recuperando el resuello cuando ya puso el pie en tierra dando todavía algunos traspiés— ¿crees que podrás hacerte cargo de estos jovencitos un poco más mientras nos duchamos?
—Sí, sí puedo, pero a ver qué hacemos que hay niños delante y tienen que llegar a una clase de natación. Y te recuerdo que tú eres médico Bellita y tus pacientes no esperan —empezó Emmet con sus bromas de siempre.
—¿Y qué es lo que tienen que hacer?—preguntó el terceto perfectamente coordinado.
—Siempre tan gracioso Emmet —dije echando a andar detrás de Bella—, a ver que como te las apañas ahora con la respuesta.
—Sí eso, a ver –añadió Bella empezando a subir unas escaleras. La casa era enorme.
—Vaya, los coches no es el único lujo que te permites tener—dije recorriendo la casa con la mirada mientras subía detrás de ella.
—Esta casa es de Marco. Cuando se percató de que era el objetivo de Aro y Cayo, Marco, nos dejo esta propiedad para vivir. Es una verdadera fortaleza Edward, aquí no entra nadie sin ser detectado antes por no sé cuantos chismes de seguridad de esos. De hecho como se me olvide el código de entrada al garaje o de la puerta de la calle, directamente no entro. Ya me ha pasado una vez —dijo abriendo una puerta – .Tu habitación.
—Pero no habíamos quedado en que ocuparía tu misma habitación —dije remolón, la verdad quería dormir con ella entre mis brazos. La necesitaba, lo necesitaba y no estaba dispuesto a ceder.
—Bella –le dije cogiéndola de la cintura, atrayéndola hacia mí y aprisionándola contra la puerta medio abierta—, no pretendo conseguir tu perdón a través del sexo, pero te necesito, necesito que me des tu amor, por favor, no me lo niegues. Ámame Bella, te lo ruego. No sólo se trata de conseguir tu perdón amor mío, también tengo que aprender a perdonarme a mí mismo para poder sentir que soy digno de ti y eso sólo lo podré conseguir a través de tu amor. Solamente tú podrás conseguirlo—le decía mientras con mi boca recorría de arriba abajo su cuello, acariciándola suavemente hasta llegar al lóbulo de su oreja, el cual mordía y luego vuelta a empezar, sabía que eso la excitaba muchísimo. Realmente no era únicamente una necesidad física lo que sentía por ella, era algo más, algo mucho más profundo, la certeza de que sólo su amor podía limpiarme y redimirme…sacarme del negro pozo en donde había estado todos estos años.
—Es tan puro e inmenso el amor que siento por ti —le volví a decir entre besos húmedos y caricias—, no me lo niegues por favor.
La abracé fuerte contra mí, busqué sus labios y la besé. En mi beso iba implícita la felicidad por estar de nuevo con ella, pero al mismo tiempo soltaba la amargura de todos estos años sintiendo su ausencia. Sabía por como ella se retorcía contra mi muy excitado sexo que estaba sintiendo lo mismo que yo y había empezado a ceder. Subió sus brazos hacia arriba y rodeó mi cuello con ellos, tirando de mi pelo para que me acercara más, si es que eso era posible. Y como siempre tan dulce, tan cariñosa, tan maravillosa, me devolvió el beso con la misma intensidad. ¡Dios cuanto la amaba!
—No pretendo negártelo Edward –me dijo jadeante cuando rompimos el beso —, yo también te necesito. ¿Quieres entrar y mirar la habitación, por favor?
Hice lo que me decía y cuando me di cuenta…
—Esta es tu habitación —dije con esa sonrisa torcida que sabía que tanto le gustaba.
—Le pedí a Rose que colocara tu maleta aquí ayer por la noche —dijo entrando en la estancia. Y de la alegría que me dio no puede contenerme. Cerré la puerta de un golpe, la aprisioné contra ella. Eché el pestillo y comencé a besarla otra vez, a devorarla, a saborearla. Le levanté las piernas e hice que rodeara mi cintura con ellas y así la llevé hasta la cama, no sin antes buscar donde se encontraba. La tumbé y me puse sobre ella, sin dejar de besarla por todas las partes que podía.
—Tienes mucha ropa mi amor –dije sentándome a horcajadas encima de ella y empezando a quitarle la blusa que llevaba puesta – y así no te puedes duchar—proseguí mientras le besaba en los labios, el cuello, y los pezones, primero uno, después el otro, mordisqueándolos suavemente y estirando de ellos al tiempo que frotaba mi muy dura erección por su centro. –
—Edward – dijo, mientras levantaba mi camiseta hacia arriba y me la quitaba también pasando sus manos desde mi pecho hacia mi ombligo, acariciándome, deteniéndose seductoramente en el inicio de la cinturilla de mi pantalón.
—¿Qué pasa mi amor? —le dije mientras bajaba mis manos hasta el cierre de su pantalón y lo abría metiéndolas entre sus mulos. ¡Qué bien se estaba allí!—, ayer por la noche sólo fueron mis dedos los que entraron ahí, ahora voy a ser yo todo enterito mi amor –le decía mientras le bajaba los pantalones y se los quitaba. Me levanté un poco, le abrí las piernas y me volvía a sentar encima de ella de forma que mi erección se chocaba con su centro, y mi boca la recorrió desde el cuello, el hombro, los pezones los cuales mordisquee sin piedad, hasta llegar a su vientre y seguí bajando lentamente hacia mi objetivo. Le terminé de quitar las braguitas bajándoselas con los dientes. Subí de nuevo hacia arriba besándola y mordisqueándole las puntas de los pies, los tobillos, las piernas, las rodillas, los muslos hasta llegar a donde quería, y le metí mi lengua todo lo dentro que pude, chupando, devorando, excitándola. Con uno de mis dedos la masajee el clítoris y con otro volví a los pechos. Diablos como me gustaban esos pechos.
—Los niños están abajo, Emmet también, tú tienes que irte con ellos y yo al hospital –dijo Bella ronca por la excitación, mientras notaba como su orgasmo estaba punto de llegar.
—Ya lo sé, no tardaré mucho —dije sacando de mala gana mi boca y mi dedo de su interior y quitándole también el sujetador, dejándola desnuda delante de mí. La contemplé unos instantes en los que me deleité con su hermosura. Me levanté de la cama llevándola conmigo, obligándola de nuevo a que envolviera sus piernas en mi cintura para que nuestros sexos no perdieran el contacto, el roce era exquisito, excitante, placenteramente insoportable—, ¿dónde está la ducha? –ella me la señaló con el dedo y la llevé en mis brazos hasta allí. La metí dentro, me despojé de la ropa que me quedaba y entré con ella. Abrí el grifo del agua y mientras esta caía sobre nosotros, la volví a coger en brazos haciendo que envolviera mi cintura con sus piernas de nuevo, la aprisioné contra la pared y besándola entré en ella de una estocada. De repente me sentí en casa, libre, limpio y seguro. Ella pegó un respingo de ¿dolor? Y me alarmé pensando que había sido demasiado brusco.
—Llevo cinco años sin mantener relaciones Edward, es normal que me duela un poco —dijo mi sol intentando calmarme.
—Perdona mi amor, no me di cuenta –contesté apesadumbrado pero también orgulloso de que hubiera guardado tanta fidelidad sin merecérmelo. Me quedé quieto dentro de ella esperando a que marcara el ritmo, mientras la colmaba de besos por la cara, los hombros, los hermosos y exuberantes pechos. Empezó a moverse despacio, y yo con ella. Siempre me pareció que habíamos nacido el uno para el otro, estábamos sincronizados, nuestros cuerpos, que encajaban a la perfección, se reconocieron al instante. Los movimientos se hicieron más rápidos y desesperados mientras nuestros jadeos y gritos eran amortiguados por el sonido del agua y nuestros propios besos. De repente sentí como mi pene empezaba a ser aprisionado en su interior, ya no lo soportaba más y por lo que parecía ella tampoco… y así el éxtasis nos alcanzó. Nos quedamos uno en brazos del otro recuperando nuestro ritmo cardíaco normal y nuestras respiraciones.
—Cuanto tiempo.
—Demasiado mi amor —dije satisfecho, colmado, limpio y feliz. Ahora me sentía un poco menos sucio que cuando salí de Forks. Bella me había empezado a redimir. Ahora sí que estaba de nuevo en casa—. Prepárate para lo que te espera esta noche porque te aseguro que mañana tendrás agujetas —le avisé una vez que me hube recuperado.
Me levanté del suelo de la ducha en donde habíamos terminado y la ayudé a ponerse de pie. Cogí una esponja y llenándola de gel empecé a lavarla. Primero el cuello y los hombros, luego sus pechos…
—Están más llenitos de como los recordaba, mi niña —le decía al oído muy bajito—, me encantan, me gustan mucho más. El embarazo te sentó fenomenal.
Y seguí lavándola sensualmente, acariciándola con la esponja por todas las partes de su cuerpo mientras ella se arqueaba contra mí. Cuando llegué a su centro volví a meter mis dedos dentro, excitándola, llevándola al límite mientras le daba besos en el cuello, bajando lentamente una y otra vez desde la base hasta el hombro, provocándole un nuevo orgasmo. Cuando volvió a recuperar la respiración, terminé de lavarla y después, ella hizo lo mismo conmigo. Sentir como sus manos tocaban mi pene era la culminación del éxtasis para mí, pero sentir su boca chupando, besando, succionando… era algo inenarrable, y al igual que me pasó antes y también la noche anterior no aguante demasiado, era imposible, había pasado tanto tiempo y su contacto era exquisito. Le quité su boca de mi pene pues quería volver a terminar dentro de ella, llevándola de paso un nuevo orgasmo.
Terminamos de ducharnos demasiado pronto para mi gusto, pero abajo me esperaba una hija y a ella unos pacientes. Nos vestimos y bajamos.
—Ya era hora —dijo Emmett—, Vaya ducha más larga, anda que si os descuidáis. Bella le he dicho a la niñera que se podía ir, que ya nos encargábamos hoy Edward y yo de estos tres.
—Pues ya que has echado a su guardiana, ahora te toca ejercer de policía y padre Emmet –dijo mi Bella entre risas—, que Edward te cuente. Tranquilo –me dijo en voz baja –no estará muy lejos, os estará vigilando.
—Ya estoy al corriente —dijo Emmet poniéndose serio—, entre papá, Rose y la misma Emily me lo contaron anoche. Por cierto, menos mal que Rose me advirtió que no me quedara mirándola demasiado, ni fijamente, porque con lo que soy yo. Pobrecilla, ¿quién sería el mal nacido que la quemó con ácido?
—Fue durante una misión. Sam y su equipo no llegaron a tiempo. Sam no se lo perdonará en lo que le quede de vida, a pesar de que no fue culpa suya. El mes que viene le hacemos una nueva operación de cirugía. Tiene una cicatriz en todo el lado derecho de la cara que le llega hasta el mentón –me explicó mi Bella —y eso no es nada comparado a como estaba cuando la conocí. Como niñera de Gaby y su protectora pasamos mucho tiempo juntas y con la ayuda de Alice, la convencí para que se hiciera las operaciones.
—Bueno, me voy al hospital –dijo cogiendo las llaves de su coche y dándome un beso en la boca—. Emmet te lo digo a ti porque ya conoces a tus hijos y sabes como son. Te comunico que Gaby es cien veces peor que los dos juntos. ¿Sabes ya como conectar las alarmas?
—Creo que ya me di cuenta ayer cuando intentó comerse un helado por la mañana, ¿no es así señorita? –dijo Emmet mirándola muy serio —y sí, Rose me lo explicó todo esta mañana.
Gaby agachó la cabeza en un gesto muy típico de Bella cuando se sentía pillada en algo, mientras Tony y Peter ponían su característica cara de inocencia.
—Pues hasta luego entonces. Traedlos a la hora de comer y que vayan a ver a su abuela un rato—pidió dándome un nuevo beso en los labios que yo respondí gustoso, y dando otro a Gaby.
Una vez Bella se hubo marchado, los tres figuras cogieron sus mochilas, salieron y se encaminaron a la puerta de la calle. Gaby no dejaba de mirarme, como si estuviera pensando en algo. Supongo que no tardaría en averiguar que era. Según su madre pensaba y acto seguido actuaba
—Espera Edward, tengo que conectar las alarmas, mira te lo explico. Es muy sofisticada, es un tipo de alarma nueva. Rose me ha dicho lo básico pero habrá que hablar con los que la han instalado —me empezó a explicar Emmet mientras yo escuchaba interesado por ver de primera mano la eficacia del sistema.
—A la hora de comer hemos quedado con Jacob y Sam. No hago más que llevarme sorpresas desde que estoy aquí, la última es que han atentado contra la vida de Bella tres veces y después de eso Marco puso a su disposición a Jacob y a Sam. Parece ser que estos tienen un equipo vigilándolas las 24 horas del día. A la hora de la comida tendremos más detalles –dije poniéndome de nuevo nervioso sólo con pensarlo.
—Sí, eso me dijeron papá y Rose también. Desde luego vaya tres, mejor dicho cuatro, si contamos a Alice ¿Te habrás dado cuenta la forma tan inteligente que han tenido de hacerte reaccionar?—dijo con burla.
—Sí, menudos diablillos. Ya no teníamos bastante con tres maquinando en casa, que ahora se ha juntado una más a la ecuación – dije pensando en Alice.
—Esa Alice parece todo un personaje. Ayer se pasó media noche corriendo por toda la casa organizando una tarde de compras para no sé qué día. Según ella como en Forks hace más frío que aquí, necesitarán ropa nueva. Y si vieras a su marido ir tras ella intentando sentarla –dijo riéndose estruendosamente al estilo Emmet —. Le pregunté a Rose en un momento que no me oían, si de verdad esta mujer era médico, porque en serio yo creo que los pacientes se curan nada más verla para que los deje en paz. Eso sí, parece que hoy vamos a tener una divertida discusión Bella versus Alice por el tema de la tarde de compras. Eso no me lo pierdo —agregó Emmet riéndose más alto aun si eso era posible.
—Pues mi Bella es muy terca –dije yo muy orgulloso de poder hablar así de ella abiertamente de nuevo.
—Eso dice Rose, pero Alice lo debe ser más porque siempre acaba ganando y arrastrando a Bella por todo el Centro Comercial —apostilló Emmett.
—Menudo elemento debe ser. Desde luego no vamos a aburrirnos en Forks. Espero que para cuando vuelvan haya podido mandar a Tanya a la mierda—dije poniéndome triste.
—Edward, ¿no te has planteado hacerlo ya? Bella está protegida y mi casa no importa, en serio —me dijo Emmett.
—Emmett, ¿qué parte de han atentado tres veces contra la vida de Bella y mi hija no has entendido? No puedo hacer eso, en cuanto lo hiciera a saber cómo reaccionaría—contesté con el miedo en el cuerpo.
—No me refiero a eso Edward. Me refería a que le des boleto cuando Bella vuelva a Forks y nosotros podamos protegerla —dijo haciéndome un gesto tranquilizador.
—Eso ya me lo he planteado, Emmet. Cuando Bella vuelva a Forks no pienso estar separado de ella ni un segundo, y tengo claro que voy a protegerlas y que tú me ayudaras. El problema sigue siendo tu casa —le dije decidido a no aguantar un segundo más con la zorra esa una vez que Bella hubiera regresado.
—Pues si ese es el problema, te digo desde ya, que se la queden, que me da igual —dijo Emmett resuelto.
—¿Y si vuelven a abrir aquella famosa investigación? —volví a preguntar. A mí me la traía al fresco pero tenía que contar con él.
—Sinceramente Edward, con lo que le debe estar cayendo a Aro no creo que pueda volver a hacer eso sin levantar sospechas y si lo hace ¿no crees que el tal Marco nos ayudaría?
—También había pensado en eso, pero, no sé, sigo sin fiarme, es un Vulturi –contesté sin estar muy convencido.
— Eso se te pasará en cuanto hables con Jasper –me tranquilizo Emmet—, cualquiera podría pensar que Jasper se casó con Alice para llegar a Bella, pero ayer por la noche vi cuanto la quiere, o sea que sospecha descartada. Papá y mamá se fían de él. Sinceramente Edward, yo sí me fío. De todos modos, ¿qué podemos perder?– siguió diciendo, parecía que le habían dado cuerda—, ¿mi casa?, ¿nuestros trabajos?, me da igual, nos vamos y punto. Empezamos en otro lugar.
—No es tan fácil Emmett, tenemos hijos –le dije para que viera la realidad de la situación, aunque yo estaba dispuesto a hacerlo, ya no huiría nunca más, enfrentaría lo que viniera de frente, junto a Bella.
—Mira que eres negativo Edward, de verdad necesitas que te entonen un poco, a ver si esta noche que me quedo con mamá…. – dijo con su habitual tono bromista.
—¿Y qué te hace pensar que no me han entonado ya?—pregunté con guasa.
— ¡No! ¿Cuándo? ¿En la ducha? Edward hermanito, con tu hija y tus sobrinos abajo, desde luego —dijo con sorna.
—Papá ¿qué es lo que habéis hecho mamá y tú, con nosotros abajo?— preguntó de repente Gaby.
—Esto…emm… hablar hija, hablar –dije mirando a Emmet con muy mala cara. Tendría que recordar aquello que me dijo Bella del don de mi hija de parecer que estaba a otra historia y al mismo tiempo enterándose de todo.
—Papá – volvió a decir, y no sé porque tuve el presentimiento de que iba a averiguar lo que su cabeza estaba fraguando desde que salimos de casa—, antes he visto a mamá dándote besos y tú se los dabas a ella. ¿Quiere eso decir que vas a poder dejar a esa señora mala que no te deja venir con nosotras y quedarte aquí?
—¿Señora mala –le dije un tanto confundido –¿Pero que no te habían hablado de señores malos?
—Esa fue mamá. Pero Peter y Tony me han dicho que lo que pasa es que nos dejaste porque te tuviste que casar con una señora muy mala que no te deja venir con nosotros y que tú estás harto de ella –estos niños… ¿cómo se habrían enterado? Mire a Emmet que estaba tan asombrado como yo.
—Vosotros ¿cómo sabéis todo eso? – preguntó Emmet a Tony y a Peter.
—Pues anda que no habéis hablado veces de ello —dijeron los dos a la vez. Nota mental, no volver a hablar de ciertas cosas delante de los niños.
—Bueno papá, ¿te vas a poder quedar con nosotras o no?—preguntó mi niña con la esperanza puesta en su voz.
—Vamos a ver. De momento tendré que volver a Forks a cuidar de la abuela y a vigilar a los señores malos pues como tu madre muy bien te dijo ese es mi trabajo. Pero, ¿qué te parecería que vinierais vosotras a vivir conmigo a Forks?
—¿De verdad?—dijo chillando de la emoción—. ¿Nos vamos a ir a Forks contigo?, ¿cuándo?
—Cuando a tu madre la dejen irse en su trabajo. De momento ya te digo que vosotras os quedareis aquí y yo me tendré que marchar – le dije con lágrimas en los ojos—. Pero te voy a dejar mi número de teléfono para que me llames cuando quieras y yo te llamaré todos los días.
— ¡Vale!—exclamó chillando otra vez de la emoción—, mira papá ya hemos llegado. Aquella es mi profesora. Ven que te la voy a enseñar –divisé a lo lejos a una mujer joven vestida con el uniforme que suelen llevar los Socorristas en las playas—Zafrina, Zafrina — gritó mi hija–, mira este es mi papá
—Hola, me llamo Edward Masen —me presenté dándole la mano.
—Hola, encantada de conocer al padre de esta niña tan simpática – contestó la profesora muy amable – Y supongo que Vd., será el padre de Peter y Tony.
—El mismo – dijo Emmett.
—Bien, vamos a empezar las clases. Pueden sentarse allí y verles. A ver niños, todos aquí conmigo.
Nos retiramos de ahí y fuimos hasta la zona que nos había indicado.
—Por tu expresión me parece que acabas de tomar una decisión –dijo Emmett.
— Emmet —le conteste—, no sé qué haré ni como, pero esa lagarta tiene que desaparecer de mi vida antes de que ellas vuelvan a Forks. Pero va a ser complicado, muy complicado. De momento tengo que cumplir una promesa y no sé cómo hacerlo.
—¿De qué se trata? —preguntó Emmett.
—Le he prometido a Bella que no volveré a acostarme con esa mujer.
—Eso es fácil de cumplir. Cuando volvamos a Forks le dices que no tienes más remedio que pasar la noche en casa de nuestros padres porque papá no puede cargar solo a mamá y que yo tengo que ayudar a Rose con los niños.
—Sabes Emmet, a veces se te ocurren buenas ideas.
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Bueno pues parece ser que Edward ha conseguido su objetivo pero...¿podrán disfrutar de la noche de pasión que le ha prometido a Bella.
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