Tú, Mi Obsesión (+18)

Autor: AmyWelch
Género: + 18
Fecha Creación: 03/08/2012
Fecha Actualización: 27/11/2014
Finalizado: SI
Votos: 19
Comentarios: 72
Visitas: 104656
Capítulos: 29

Edward es un millonario obsesionado con Isabella Swan. Cuando ambos mantienen una relación Isabella se ve sumida por la vigilancia extrema, celos enfermos, el dinero infinito y la megalomanía de Edward Cullen, está dispuesta a soportarlo todo, hasta que se da cuenta de que Edward es el culpable de la muerte de su novio. Pero ella no sabe, que el último plan de Edward es dejarla ir.

Las y los invito a leer mi otra historia:

De Los Bosques De Noruega:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3402

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Capítulo 27: Entre Rosas Y Mentiras

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Hola nenas, perdón por la tardanza.

A mi beta Beakis, un beso.

A leer

Nunca fue tan breve una despedida
nunca me creí que fuera definitiva
nunca quise tanto a nadie en mi vida
nunca a un ser extraño le llame mi familia

Nunca una llama permanece encendida
nunca aguante su calor
nunca más, nunca más
nunca soporte ser un alma invadida
hasta que vi frente a mi por quien yo moriría

Esta es mi flor de loto
y yo era su sombra
esta es mi flor de loto
mi mundo no se aclarara
tanto vagar para no conservar nunca nada

Capítulo 27: Entre Rosas Y Mentiras.

En definitiva iba a volverme loca. Llevaba tres días encerrada aquí y ya no aguantaba, además odiaba decirlo pero esto del embarazo me ha puesto, no sé… más caliente.

Estos días Edward y yo parecemos conejos, no hay lugar del departamento que esté intacto. Todos y cada uno han sido víctimas de nuestro amor. Necesito ver a Edward. Ahora.

Me pongo un vestido púrpura de Paule Ka, una capa de Miu Miu y los Pigalle. Me recojo el cabello en una coleta y me maquillo.

Salgo del apartamento y tomo el primer taxi que puedo, en unos minutos estoy a los pies de la enorme Cullen Corp.

Cindy me saluda cuando me ve.

−¡Bella! ¡Qué sorpresa tenerte por aquí! ¿Quieres que avise que estás aquí o es una sorpresa para el jefe?− alzó una ceja.

Me sonrojé, claro. Ella sabía de lo mío con Edward, ya había olvidado que salió en todas las revistas.

−Si, Cindy. Es una sorpresa.

Subo por el ascensor y ahí están Kate, Jessica y una chica delgadita y con facciones finas, supongo que es la nueva asistente de Edward. Respiro antes de salir, preparándome para lo que sea qu vayan a hacer.

−Buenos días− digo en voz alta y me acerco a la chica, mientras miro de reojo las bocas abiertas de las arpías esas. –Vengo a ver a Edward Cullen.

−¿Tiene una cita con él?− me pregunta mientras revisa la agenda.

−No, pero ¿puede por favor decirle que Bella vino a verlo?

Niega con la cabeza –Él está ocupado en este momento, ordenó que no se le molestara, ¿quiere dejarle un mensaje conmigo?

Me muerdo el labio –Dígale que lo veré para almorzar.

La chica escribe todo en un papel.

−¿Me da su nombre por favor?

−Isabella Swan− respondo. La chica se queda paralizada un momento y me mira a los ojos.

−¿Swan? ¿Bella Swan?

−Sí− contesto.

−¿La novia del señor Cullen?− su voz se vuelve aguda. Me ruborizo.

−La misma.

−Permítame un momento por favor.− aprieta el botón del teléfono −¿Señor Cullen? La señorita Bella Swan está aquí.

−Dígale que pase− responde él.

−Siga, por favor, señorita Swan.

Asiento y le dedico una pequeña sonrisa. Abro la puerta y él alza la vista de su trabajo.

−Hola− susurro.

−Hola. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

−Claro que estoy bien. Solo quería venir a verte.− me acerco a él. –Ya sabes… mis necesidades últimamente están desatadas.

−Y estoy fascinado con eso− me contesta y me sienta en su regazo –Así que dime, ¿quieres que satisfaga esas necesidades ahora?− roza la piel de mi cuello.

−Por favor− susurro antes de atraerlo hacia mí y besarlo como si mi vida dependiera de ello. Con prisa desmesurada desabrocho los botones de su camisa y aflojo su corbata. Beso su pecho y tiro de su cabello. Él me responde con la misma pasión; tira del listón de mi capa, baja el cierre de mi vestido y amasa mis senos.

Desabrocho su pantalón y lo libero de sus bóxer, lo tomo en mis manos y él tiembla.

−Bella… sí…

−Te necesito Edward, ahora…

El pitido del teléfono suena.

−Señor Cullen…

−No quiero que me molesten en este momento Hannah.

Muevo mi mano de arriba hacia abajo y él gime.

−Está bien… señor− contesta Hannah, al parecer lo ha escuchado porque sonaba avergonzada.

Me muevo un poco más sobre él, antes de que me ponga sobre el escritorio y tire de mis bragas. Me envuelvo en él, mientras se levanta conmigo en brazos y camina hasta que mi espalda choca con la puerta de entrada. En ese momento entra en mi y gimo ante el placer. Comienza a moverse rápido y yo también.

−Gime fuerte, Isabella. Quiero que todos allá afuera te escuchen− entra de nuevo y su mano viaja hacia el sur y comienza a estimular mi clítoris. –Gime.− lo hago –Quiero que todos allá afuera sepan lo que estamos haciendo− me dice.

Y hacemos el amor como dos locos. Es obvio que allá afuera escuchan los golpes en la puerta y los gemidos, los jadeos.

Mi primer orgasmo llega, pero no dejo de moverme porque quiero más. Edward cumple mi deseo, sale de mí y me gira para quedar de espaldas a él. Alza una de mis piernas y entra otra vez en mi. Mis pechos desnudos se endurecen por el frío acero de la puerta.

−Eso es nena… así…

Gimo, no lo soporto. Y me libero otra vez, los espasmos no paran y sigue y sigue y sigue.

No sé cómo pero terminamos tumbados en el sillón, jadeando por aire.

−¿Satisfecha?− me pregunta.

−Sí… más que eso.

Se incorpora y se viste de nuevo. Yo hago lo mismo y me pongo mi bolso al hombro.

−Te veo en la casa.− lo beso.

−Ya quiero hacerlo− contesta.

Me acomodo el cabello y salgo por la puerta, cuando ya estoy afuera Jessica, Kate y ahora también Hannah, me miran boquiabiertas. Edward sale de la oficina y tira de mi brazo hacia él, luego me da un gran beso frente a todos.

−Adiós nena− se despide.

−Adiós, león− me suelto de su agarre y él desaparece dentro de su oficina y yo en el ascensor.

Suelto una carcajada cuando las puertas se cierran. ¡He perdido la vergüenza!

OoO

Tengo que pasar a la universidad a entregar un trabajo, y rezo para no encontrarme a Victoria.

Saco el escrito de mi bolso y comienzo a caminar por los jardines, el profesor Williams se cruza en mi camino y se queda mirándome más de lo debido.

−Señorita Swan− me saluda.

Yo me sonrojo al recordar la situación en la que lo vi hace unos meses.

−Hola profesor− intento seguir con mi camino, pero él me toma de la mano para detenerme. Me giro para mirarlo.

−No está demás darte las gracias por no decir nada de lo que viste en la biblioteca entre la señorita Woods y yo.

Carraspeo –No se preocupe, yo no vi nada− susurro. Intento irme una vez más, pero él me detiene de nuevo y me sonríe.

−Gracias, Isabella− e inesperadamente me besa en la mejilla.

Me doy la vuelta aún confundida por lo que acababa de pasar. ¿Qué demonios…?

Llego a una de las aulas y tengo la suerte de encontrar a Novotny aún y entregarle mi tarea personalmente.

OoO

Victoria marca un número en su celular.

−¿Tanya? Sí… después de todo parece que no tendremos que inventar nada.

−¿Qué es lo que conseguiste?

−Algo excelente. Parece que la inocente estúpida tiene un romance con un profesor.

−¿Tienes pruebas?

−Fotos auténticas.

−Bien. Envíamelas ahora.

OoO

Llego a casa, aún confundida por el beso en mi mejilla del profesor Williams, y sonrío porque aunque tengo de novio al hombre más hermoso sobre la tierra creo que, como cualquier alumna que se precie de serlo, estoy un poco enamorada de mi profesor.

Pienso prepararle una rica cena a Edward, me pongo un delantal para evitar mancharme la ropa y me pongo en marcha.

Pienso que un espagueti sería perfecto, no es que sepa mucho de comida internacional o gourmet.

Enciendo la estufa y pongo una cacerola con agua, sin saberlo he comenzado a tararear una canción que he escuchado en la radio. Me muevo hábilmente de aquí para allá, paso gran parte del tiempo aquí así que se dónde está todo.

Cuando estoy sacando algunos vegetales del refrigerador escucho un sonido brusco, como si algo se cayera.

Mi corazón comienza a latir muy rápido. La imagen de Rachel se cuela de inmediato en mi cabeza. Tomo un cuchillo y comienzo a caminar, quedándome quieta para poder escuchar.

Pero no escucho nada otra vez. Cierro los ojos y respiro profundo, pudo haber sido cualquier cosa.

Regreso a la cocina y vuelvo a lo que estaba haciendo.

Termino de hacer la cena, y ya un poco más tranquila procedo a servirla.

El timbre del ascensor suena, y Edward sale de él, saludándome.

Miro el reloj, son casi las seis. Ha salido temprano.

Me besa y me levanta del suelo.

−Hola, nena. Que rico huele.

Sonrío –Preparé la cena.

−Oh, qué bien. Aunque yo me refería a ti− responde jugando.

Se sienta en uno de los bancos y cuando me giro para darle el plato veo detrás de él a Victoria. El plato se me cae al suelo.

−¿Bella?− llama Edward, pero no me da tiempo de decirle nada porque ella interrumpe.

−Hola, Edward− saluda Victoria.

Él maldice por lo bajo antes de darse la vuelta.

−¿Qué haces aquí?− pregunta mientras se acerca a mí y me abraza protectoramente.

−Estoy haciéndote un favor− responde mordaz.

Yo no hablo, será que por cobarde o por estúpida prefiero quedarme fuera de todas las discusiones o la mayoría de ellas.

−¿Tú a mí? ¿Qué clase de favor?

−Vengo a hacerte ver la clase de zorra con la que estás− hace un ademán con su celular.

Edward me separa de su cuerpo y camina hasta quedar frente a ella.

−En primera te ordeno que respetes a Isabella, y en segunda quiero que te vayas de aquí ahora si no quieres que llame a seguridad.

−Primero quiero que veas algo, y si aún piensas que estoy mintiendo yo misma me iré sin protestar.

Edward no dice nada por unos momentos, Victoria le extiende su celular y él lo toma a regañadientes.

−¿Pero qué carajo?− exclama Edward clavándome su mirada −¿Qué significa esto Isabella?

Victoria sonríe ante la reacción. Frunzo el entrecejo y niego, no sé qué está pasando.

−¿A qué te refieres?− pronuncio con miedo.

−A esto− me enseña el celular y yo me acerco para ver mejor. Alzo las cejas. Es una foto del profesor Williams en el instante en el que está sosteniendo mi mano y dándome un beso en la mejilla al mismo tiempo, y no puedo evitar la carcajada que suelto.

−En realidad eres patética, Victoria− digo con rabia y un poco de risa. Ella frunce el ceño.

−Edward, te juro que puedo explicártelo. No es nada de lo que parece.

Él se relaja y parece creerme.

−Quiero que te vayas, Victoria− dice entregándole el celular. Ella se ve claramente enojada, pero cumpliendo su promesa, se va sin protestar.

Cuando los dos estamos solos él cruza los brazos y ladea la cabeza.

−Estoy esperando− me recuerda.

Asiento y comienzo a explicarle. A lo largo de la plática Edward hace gestos meditativos y finalmente asiente, sonriendo también.

−Veo que… es algo entendible hasta cierto punto− su sonrisa se acaba –Pero sabes ya muy bien lo celoso que soy, sabes que no me gusta que los hombres te traten así. Y por otra parte no debes volver a hacer una escena así, eres mi novia y todo Nueva York lo sabe, por lo tanto habrá más Victorias por allá afuera queriendo aprovechar hasta la mínima oportunidad para crear un escándalo. Y supongo que sabes que Victoria no tardará en enseñarle esa foto al director de la universidad, y si no quieres ser expulsada, tendrás que explicarle al director lo que acabas de explicarme a mí.

Abro los ojos como platos, no había pensado en eso.

−Edward yo… no puedo decirle a nadie.

−Bella, la relación de un maestro con alguien del alumnado es una falta grave. El profesor Williams será despedido y la tipa con la que está teniendo la relación será expulsada. Así debe ser. Si no le dices lo que está pasando al director tú serás la alumna expulsada, y no puedes permitirlo. ¡Entraste a Columbia! ¿Entiendes eso? Entraste a una universidad que forma parte de la Ivy League.

Me siento como una niña regañada, y como niña regañada que soy camino hacia Edward y me siento en sus piernas.

−¿No podrías hacer algo tú?− digo con voz melosa.

−¿Yo?

−Sí. Yo le diré al director lo que está pasando y tú harás algo para evitar que despidan al profesor Williams y expulsen a su alumna.

Él ladea la cabeza −¿Por qué te importa tanto lo que les pase a ellos? En especial a tu profesor.

Bajo la cabeza y me muerdo el labio.

−¿Acaso estás enamorada de tu profesor Bella?

Me sonrojo imposiblemente y asiento.

Él gruñe y toma mi mentón entre sus dedos obligándome a mirarlo.

−Dios… te amo tanto que incluso soportaré el hecho de que estés enamorada de otro con tal de que estés a mi lado.

−Es un amor platónico, león. Tú eres el único.

Suspira –Está bien, haré algo para que no se tomen represalias, pero entonces dime algo− pega su boca a mi oído y su mano va subiendo poco a poco la tela de mi vestido –viste a tu profesor favorito coger a alguien más− su mano llega a mi entrepierna –Lo viste metiéndosela a alguien más− cuando lo dice mete un dedo en mi interior sin previo aviso, y yo ya estoy húmeda. Me pone tanto cuando habla así… −¿Él hace el amor mejor que yo, Isabella?− araña mi piel.

−No− suspiro.

−¿Estás segura?− muerde mi lóbulo.

Siento un escalofrío recorrer mi cuerpo −No− respondo porque sé que eso lo enfadará mas.

−¿Quieres comprobarlo?− pregunta moviendo su dedo en mi interior.

He enterrado mis manos en su cabello y tengo los ojos cerrados –Si, si quiero.

En ese instante gira nuestros cuerpos cambiándolos de posición dejándome debajo.

−Está bien… veamos− me sonríe antes de comenzar a besarme mientras desabrocha mi vestido.

OoO

Edward gime antes de desplomarse sobre mí, pero al instante se hace a un lado, y los dos nos quedamos mirando hacia el cielo raso de la sala, tratando de recuperar el aliento.

−Eso fue…− me quedo sin palabras.

−Increíble− completa él.

Me acomodo el vestido y él se abrocha la camisa y el pantalón, me ayuda a levantarme y luego alza una ceja.

−Señorita Swan… creo que me debe una cena.

OoO

Cuando es mitad de la noche tengo un sueño… uno húmedo.

Sueño con Edward atándome en su habitación negra, e incluso lo sueño azotándome con uno de sus látigos.

Cuando me despierto, o más bien cuando Edward me despierta me doy cuenta de que tengo la mano en mi entrepierna, y me sonrojo violentamente.

−¿Qué haces?− me pregunta.

Y como se que de un modo u otro va a averiguarlo decido confesarle la verdad –Estaba soñando contigo.

Ladea la cabeza –¿Conmigo?

−Estaba soñando que me azotabas.

Abre la boca para poder respirar –Bella… no sé si sea seguro hacer eso en estos momentos.

Me levanto bruscamente y me cruzo de brazos −¿Y por qué no?

−Estás embarazada.

−¡Tengo apenas un mes!− refuto –Anda, Edward. Lo necesito.

Él me atrae a su pecho y vuelve a tumbarse en la cama.

−Mi Bella… ¿qué voy a hacer contigo? ¿Es que nunca podré negarme a nada de lo que me pidas?

−No− me apresuro a contestar.

Él se carcajea −¿Por qué será?

−Porque me amas, Cullen. Más que a cualquier cosa en el mundo− respondo muy pagada de mí misma.

Edward ríe de nuevo –Has dado en el clavo− me abraza más fuerte –Tú ganas, mañana entraremos a mi habitación negra. Supongo que tendré que comenzar a pensar en la manera en la que voy a follarte hasta que pierdas el sentido.

De tan solo escuchar sus palabras me humedezco más. Vaya, ahora ya no podré dormir.

−Hazme el amor Edward− pido sin preámbulos.

Me mira −¿Otra vez?

Me muerdo el labio –Está bien… sólo bésame.

Edward se acerca a mí y comienza a besarme, en un giro inesperado yo me monto encima de él y profundizo el beso, al tiempo que acaricio su nuca. Su punto débil.

Envuelve sus manos a mí alrededor y me acerca tanto que no podría caber un alfiler entre nosotros. Jadea en mi oído.

−Bella− suspira cuando beso su cuello. Y cuando estoy a punto de bajar el pantalón de su pijama, él me detiene y nos cambia de posición dejándome abajo. Alza mis manos por encima de mi cabeza.

−¿Cuándo Bella? ¿Cuándo voy a dejar de ser tan débil frente a ti?− reclama antes de poner sus manos sobre mis pechos.

Y por un momento las palabras del doctor Gerandy regresan a mi mente: "Sólo ustedes son lo suficientemente fuertes para destruirse el uno al otro, Bella"

Pero el mal sabor de boca se ve cubierto rápidamente por la pasión.

OoO

Ha pasado un día desde el incidente de Victoria, y hoy tengo que ir a la universidad. No puedo retrasarlo más tiempo.

Edward obviamente ya está en el trabajo, y yo salgo de la habitación rumbo a la sala mientras me coloco los aretes. Pero al llegar a la estancia me quedo petrificada.

−¿Qué haces tú aquí?− pregunto llena de rabia.

Ella se levanta del sillón –Quería venir a visitar a mi sobrino, nada más. Creo que no tuvimos un muy buen encuentro la última vez.

−No eres bienvenida en esta casa, Anne. Supongo que lo sabes.

−¿Qué te he hecho para que me trates así?− pregunta, y me dan ganas de arrancarle su legua bífida como la de una serpiente.

−¿Piensas que no lo sé? Edward me lo contó todo. Eres despreciable.

Ella me mira y se moja los labios –Él estaba enamorado de mí.

Me hago para atrás y comienzo a gesticular con la manos −¿Y qué? ¿Piensas que le hiciste un puto favor?− no puedo contener a mi boca, y la madrastra se ha puesto los guantes de boxeo. −¡Era un niño! No tienes idea hasta qué punto lo has jodido.

−¿Pretendes hacer que me sienta mal?− se lleva una mano al pecho.

−¿Tienes hijos, Anne?− pregunto, aunque me imagino la respuesta y no espero a que me conteste –Bueno, imagina que los tienes. ¿Qué harías si te enteraras que tu propia hermana, sangre de tu sangre, ha abusado de tu hijo?− instintivamente me llevo una mano al vientre. –Pero es obvio que no tienes corazón. Así que no espero que lo entiendas. Vete, Anne. No soporto verte.

Alza una ceja –Si yo fuera tú, no sería tan valiente− aprieta los dientes y me señala con un dedo –No me conoces, Isabella. Puedo ser la pesadilla más terrible que puedas imaginar, huelo cuáles son los miedos de la gente, y yo ya sé cuál es el tuyo. Cuídate, porque este castillo de cristal en el que estás viviendo no durará mucho. ¿Dices que jodí a Edward? ¡Bien! ¡Lo jodí! ¡Y lo adoro! Voy a tener a Edward, y para entonces, tú ya estarás fuera de su vida.

Había algo en ella, algo natural, que hacía temblar a tu cuerpo. Yo ya había comenzado a temblar, y mi corazón palpitaba atronando mis oídos. Una sensación de miedo me invadió.

−¡Largo!− grité y mi voz hizo eco en las paredes.

Ella asintió con la cabeza y se dio media vuelta; apretando el botón del elevador se giró hacia mí.

−¿Sabes qué es lo más estúpido? Que piensas que tienes el poder de juzgar a todos aquellos que crees malos y de venerar a los buenos. ¿Piensas que el infierno es ese lugar al que se va la gente mala cuando muere? Pues no. Tú misma estás viviendo en el infierno y, aunque es obvio que lo ignoras, estás enamorada del mismísimo demonio.

Ella entra en el elevador, y desaparece, dejándome con la esencia de sus crudas palabras clavadas en mi pecho.

OoO

Llego a la universidad, aún en mal estado por la desagradable visita.

Le pido a la secretaria del director que me deje pasar a la oficina, pero justo en ese momento el profesor Williams aparece en la estancia y cuando me ve sus ojos se abren.

−¿Puedo hablarte un momento, Isabella, por favor?− me pregunta mientras me toma por el brazo y me guía afuera, a un lugar donde no hay mucha gente.

−¿Qué pasa, profesor?− pregunto.

−¿Has venido a delatarme con Rodges?− dice nervioso.

−¿Qué? No.− respondo –Al contrario, una compañera nos vio ayer a usted y a mí y nos tomó fotos, y seguramente va a enseñárselas al director. Vengo a defendernos a ambos.

El asiente y me deja ir.

Regreso a la sala de espera, y en ese momento el director, el señor Rodges, sale a mi encuentro acompañado de Victoria.

Mierda. Mierda.

−Director R…

Él alza una mano para que me calle –No tiene que decirme nada, señorita Swan. La señorita Sutherland me ha enseñado las pruebas, y creo que sobra decir que está expulsada.

Suelto el aire de golpe y miro rápidamente a Victoria, que me alza una ceja y pone cara de triunfo. Ella camina hacia mí y me pasa de largo.

−Te dije que lo lamentarías− me susurra antes de irse.

−Un momento, director.− la voz de Williams suena detrás de mí –La señorita Sutherland está mintiendo en todo esto. Necesito hablar con usted para que sepa la verdad.

Rodges ladea la cabeza, cavilando por un momento. Finalmente asiente –Pase a mi oficina Williams. Señorita Sutherland, espere aquí− le dice a Victoria, que tiene una cara que no tiene precio. –Usted también espere aquí, señorita Swan.− indica.

−Si no le molesta, director− interrumpe él –Me gustaría que la señorita Swan entrara también, ella es mi testigo.

−Pase, Swan− espeta autoritariamente.

Rodges sigue a su oficina y yo paso a lado de Williams.

−Sólo sígueme la corriente− susurra.

Los tres tomamos asiento, Rodges se inclina hacia adelante.

−Estoy esperando.

Y en ese momento Williams empieza a hablar. Explica que las fotos son un malentendido, y luego me sorprendo cuando le dice al director de que en realidad Victoria hizo todo eso por una venganza, que Victoria siempre le acosaba y él, al no ceder orilló a Victoria a hacer lo que hizo.

Wow. Incluso yo le creo, y eso que sé que todo es mentira.

−¿Y usted que tiene que ver en todo eso, señorita Swan?− pregunta Rodges.

Miro rápidamente a Williams, que me hace un ademán con la cabeza para que termine de contar lo que "pasó".

−Ah… sí− balbuceo. Mierda. Nunca se me ha dado bien esto de las mentiras. Mi mente trabaja al doble de rapidez para encontrar alguna cosa… −Pues… resulta que en una ocasión que yo estaba en la biblioteca− comienzo –Escuché algunos ruidos y fui a ver lo que pasaba. Encontré a Victoria amenazando con una navaja suiza al profesor Williams, yo llegué y logré distraer a Victoria mientras el profesor le quitaba el objeto de las manos. Los dos acordamos no decir nada del incidente ya que no queríamos que esto fuera a mayores y se convirtiera en un escándalo. A partir de ese momento Victoria la tomó contra mí y en los últimos días ha estado amenazándome. Lo que pasó en realidad, a diferencia de lo que se ve en las fotos, fue un simple agradecimiento de parte del profesor hacia mí. Nada más que eso.

Rodges se ve claramente sorprendido. Se quita los lentes y comienza a limpiarlos.

−Supongo que serán conscientes de que no tengo pruebas de que eso pasó, y además la señorita Sutherland en el poco tiempo que lleva aquí no me ha presentado problemas.

Estoy nerviosa. No sé que mas decir… de pronto mi mente se ilumina como un faro.

−¿Está al tanto de que la señorita Sutherland tuvo problemas de adicción en años anteriores?− suelto la bomba.

−¿Perdón? ¿Cómo es que usted lo sabe?− pregunta Rodges.

Aquí va…

−Soy novia de Edward Cullen− respondo y Rodges se va un poco para atrás, claro que lo conoce –Quien posteriormente había tenido una relación con la señorita Sutherland, y él mismo me ha contado que ella tuvo problemas de drogas, y que en muchas ocasiones le tocó sacarla de lugares de muy mala reputación.

Ya. Listo. Lo hice. Jamás imaginé sacar provecho de mi relación con Edward. Me siento miserable.

−Si es cierto lo que dice, señorita Swan, usted permanecerá en esta universidad y la que se irá será la señorita Sutherland. Voy a averiguar que todo sea cierto, necesito que el señor Cullen se presente mañana aquí en mi oficina para que me afirme todo esto. Mientras compruebo todo esto usted y el profesor Williams quedan es un estado de suspensión, que será retirado de inmediato en cuanto todo esto se resuelva.

Williams y yo asentimos al tiempo.

−Pueden retirarse− continúa. –Y díganle a Sutherland que pase.

Me pongo de pie y salgo de la oficina junto con Williams. Él se encarga de decirle a Victoria el recado de Rodges

−¿Lo que dijiste es cierto?− pregunta una vez que estamos fuera, caminando por los jardines del campus.

Yo espabilo de mi estado catatónico, aún sin poder creer lo que he hecho.

−No lo sé− respondo –Ni siquiera estoy segura de que hice lo correcto.

Lo dejo con la palabra en la boca mientras me voy prácticamente corriendo.

OoO

Llego al departamento. Y boto todo en donde puedo.

Me llevo las manos a la cabeza. Dios. ¿Qué hice?

Lo peor de todo es que tengo de decírselo. Tengo que hacerlo.

Me pongo a cocinar porque es lo único que logra distraerme. Saco unos vegetales y comienzo a cortarlos, y lo hago metódicamente, tratando casi de que cada cubito quede del mismo tamaño al anterior.

Y se me va el tiempo, y no puedo entender cómo voy a decírselo.

Unos brazos me rodean la cintura.

−Ya sé cómo voy a follarte hasta dejarte sin sentido− me susurra y yo cierro los ojos. No he oído el elevador.

Me giro y lo beso en la boca –Hola.

−¿Qué estás preparando?− pregunta.

Encojo los hombros –Ni idea.

−Bueno… que suerte. Porque llevo pensando todo el día en ti.− me alza en brazos y camina conmigo hasta la puerta del cuarto negro. Pero no abre la puerta y me baja, me toma de los hombros y me mira.

−¿Qué es lo que pasa?− dice serio.

Asiento, y sin preámbulos le digo lo que pasó.

Él se hace hacia atrás y se pasa la mano por el cabello compulsivamente.

−¿Tienes idea de lo que has hecho?− exclama y yo niego.

−No, pero tengo el presentimiento de que no puede ser bueno.

−¡Te has portado como una adolescente en el cuerpo de una mujer adulta, Isabella!− grita −¡Te advertí que no siguieras con el juego de Victoria! ¡La información que le has dado hoy al director era la única cosa que podía detener a Victoria de lastimarte!

Y entonces se da la vuelta y me deja ahí. Sola.

Escucho un portazo y mi corazón da un salto por el susto. Sin más, comienzo a llorar.

Ha pasado poco más de una hora, y Edward sigue encerrado en la habitación contigua a la que normalmente ocupamos. No puedo soportar más tiempo y toco a la puerta, pero él no responde.

−Sé que estás ahí− susurro contra la madera –Edward, por favor perdóname. Sé que fui una tonta pero ¿qué más querías que hiciera? Iban a expulsarme.

Escucho como la perilla gira y la puerta se abre. Edward está devastado.

−Pudiste haber dicho simplemente la verdad− responde.

Bajo la cabeza, avergonzada porque ya temía esa respuesta.

−Lo sé.− musito.

Él me jala del brazo y me envuelve entre sus brazos.

−Sé que tampoco es tu culpa. Hiciste lo que el momento exigía. No te preocupes− besa mi coronilla –Encontraré la manera para solucionar esto.

Entierro mi nariz en su pecho e inhalo su aroma exquisito. Suspiro.

−Hoy vino Anne− confieso, él se sobresalta pero no me suelta.

−¿Te hizo algo?− pregunta tenso.

−No− respondo –Pero me dijo algo que me tiene pensando todo el día.

−¿Qué?− me abraza más.

−Me dijo que yo ya vivía en el infierno y que estaba enamorada del demonio, o sea de ti.

Besa de nuevo mi frente −¿Y tú crees que esto sea el infierno?

−No− agito lo cabeza –Claro que no.

−¿Crees que yo sea el demonio?

−No. Nunca.

−¿Y entonces? ¿Qué es lo que te atormenta?

Me separo de su pecho y lo miro a los ojos, perdiéndome en sus orbes esmeraldas.

−Me atormenta pensar en que así va a ser todo el tiempo. Por ejemplo hoy. Victoria y la universidad, Anne… todo el mundo tratando siempre de que tú y yo no estemos juntos. ¿Es que acaso siempre vamos a luchar? ¿No podemos ser como el resto? Sólo preocuparnos de cosas banales como si ir al cine o al teatro o preocuparnos por pagar la renta. Todos parecen estar en contra, león. Tengo miedo.

−No lo tengas− toca mi rostro –Posiblemente así sea siempre, pero nunca nos vamos a rendir. Siempre lucharemos, y en el momento en que te canses entonces cargaré contigo a mi espalda.

−Anne me dijo que podía adivinar cuál era el mayor miedo de cada persona. Y me dijo que ya sabía cuál era el mío.− mi respiración se entrecorta.

−¿Cuál es?

−Perderte a ti, y a él o ella− toco mi estómago –Los amo como a nadie.

−No va a pasar− musita –No va a pasar.

−¿Lo prometes?

−Lo juro.

OoO

Canción: Flor De Loto

Artista: Héroes Del Silencio

¿Os gustó? Espero que sí.

El adelanto en el blog.

Comentarios y votos si los merezco.

Un beso.

Amy W.

Capítulo 26: Dioses Y Monstruos Capítulo 28: Joven Y Bonita

 
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