Tú, Mi Obsesión (+18)

Autor: AmyWelch
Género: + 18
Fecha Creación: 03/08/2012
Fecha Actualización: 27/11/2014
Finalizado: SI
Votos: 19
Comentarios: 72
Visitas: 104651
Capítulos: 29

Edward es un millonario obsesionado con Isabella Swan. Cuando ambos mantienen una relación Isabella se ve sumida por la vigilancia extrema, celos enfermos, el dinero infinito y la megalomanía de Edward Cullen, está dispuesta a soportarlo todo, hasta que se da cuenta de que Edward es el culpable de la muerte de su novio. Pero ella no sabe, que el último plan de Edward es dejarla ir.

Las y los invito a leer mi otra historia:

De Los Bosques De Noruega:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3402

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Capítulo 25: ¿Azul o Rosa?

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Hola nenas! Pues aquí subiendo el capi desde tierras extranjeras.

Un beso a mi beta Beakis, que la quiero mucho. Que te vaya bien por Francia nena.

A leer.

Siempre, antes y ahora las estrellas se alinean,
Un chico y una chica se encuentran por obra del gran destino,
¿Es posible que seamos tú y yo los afortunados?

Todos me decían que el amor era ciego,
Entonces ví tu rostro y quedé sorprendida,
Finalmente, esta vez tú y yo somos los únicos afortunados...

Es como, es como, ya sabes, es como,
Enamorarse por primera vez,
Es como, ya sabes, es como,
Enamorarse...

Capítulo 25: ¿Azul o Rosa?

Dos semanas después…

La vida en Suiza es fácil. Ese sería el calificativo. Cuando se es rico. Todo es increíblemente caro, o por lo menos así lo veo yo. Nos alojamos en el Swissotel Metropole Geneva, un hotel que más se parece a un castillo inglés que lo que es en realidad.

No me arrepiento de haber venido, los paisajes son hermosos y Edward está con la mente despejada disfrutando del viaje. Hemos disfrutado de la religión en la catedral de San Pedro, hemos ido al jardín inglés y admirado el reloj de las flores y por último a Jet d'Eau. Todo es hermoso. Ginebra mezcla perfectamente el alto desarrollo y la apariencia cosmopolita con la arquitectura tradicional y que da una sensación cálida.

Es por la mañana y estamos en nuestra suite. Edward ha pedido al servicio de habitaciones, prácticamente todo el menú. Me asomo por la ventana y recargo mi cabeza en el marco, Edward me abraza por la cintura y me besa el pelo, tengo puesta su camisa y él sus bóxers ya que como todas las noches anteriores hemos vuelto a hacer el amor apasionadamente. Me siento un poco nostálgica al contemplar el Mont-Blanc alzándose sobre los edificios, Edward me pregunta todo el tiempo que si estoy bien. Claro que lo estoy. Es decir, ya hace algún tiempo superé lo de mamá, y cada vez me siento menos triste por eso. Lo que ella siempre decía es que había que dejar el pasado en el pasado.

− ¿Te duele?− pregunta con pesar.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza, no entendiendo lo que ha dicho.

−Creo que ayer fui poco menos que delicado contigo… fui muy rudo.

El rubor sube a mis mejillas y una sonrisa idiota se instala en mi cara al recordar nuestro asalto de anoche.

Ambos habíamos bebido más de la cuenta y comido mariscos… por si fuera poco. A penas entramos a la habitación prácticamente él ya había sacado mi bonito vestido de Jean Paul Gaultier y rasgado mi ropa interior, me dejó caer en la cama, me besó y sin más preámbulos me hizo suya una y otra vez.

−No me duele− miento –Ya estoy acostumbrada a que seas poco delicado− digo en broma, aunque la verdad sí me duele un poco.

Se sorprende y me mira –Así que soy poco delicado…− vacila –Bueno, lo arreglaré.

Me toma en sus brazos y me sienta en el borde de la cama, me mira un momento y se muerde el labio.

Inclina la cabeza hacia un lado − ¿Qué haré contigo?− alarga el brazo y toma una fresa del carrito con el desayuno, la pone sobre mis labios −Come− dice.

Abro la boca y mastico la dulce fruta, sus ojos se oscurecen y sé que está listo para lanzarse sobre mí… sin embargo toma otra fresa y me la da de comer, repite lo mismo con una frambuesa y así sucesivamente hasta que ya no hay fruta.

− ¿Satisfecha?− pregunta alzando una ceja. Asiento y él lo hace también –Ahora es mi turno. Túmbate.

Me acuesto en la cama con el corazón latiéndome hasta tronar en mis oídos, expectante ante lo que va a hacerme.

Toma el recipiente con miel de maple del carrito y lo alza sobre mi cuerpo, inclina el recipiente y deja caer un poco del dulce pegajoso sobre mi cuello. Se inclina sobre mí y besa mi cuello y luego lo chupa delicadamente, luego deja caer la miel sobre mis pechos y mi abdomen y hace lo mismo. Gimo de placer, Dios… es el mejor desayuno de la historia.

Edward toma el vaso con jugo de naranja y bebe de él, luego vuelve a inclinarse sobre mí y me besa obligándome a abrir la boca, el jugo de naranja se instala en mi lengua y trago. Fresco y dulce. Y así, Edward hace lo mismo con la miel y el jugo, hasta que posa sus manos en mis rodillas y abre mis piernas, subiéndolas sobre sus hombros. Alarga el brazo y esta vez toma el vaso con leche, tiemblo, mi respiración es errática.

Siento el frío en mi centro y me remuevo.

−Quieta− ordena.

Vuelve a vaciar un chorro de leche en mi centro y siento la misma magnífica sensación para luego sentir su lengua en mi intimidad.

−Edward…

Dejo salir el aire de mis pulmones y siento mi cuerpo hundirse cada vez más en el placer. Cierro los ojos y me arqueo no sabiendo qué hacer con mis manos. Edward parece leerme la mente porque justo en ese instante pone sus manos sobre las mías y las lleva mis pechos, comenzando a masajearlos. Estoy tocándome a mí misma guiada por él.

Su maravillosa boca me eleva más y más aliviando el incipiente dolor cada vez menor. Mis pezones están duros, puedo sentirlo. Introduce su lengua en mí y creo ver puntos de colores. Gimo fuerte a la vez que siento otra vez el líquido frío en mi centro.

Comienzo a contraerme, mis piernas, mis brazos… mi cuerpo entero se tensa. Edward aprieta mis manos y muerde sólo un poco mi pequeño botón y entonces convulsiono y pongo mis ojos en blanco mientras que grito.

−Ah…Eeeedward… Dios…

Edward devora cualquier evidencia de mi placer y me mira con ojos oscuros y pupilas dilatadas, sus labios brillan y por alguna razón eso lo hace más jodidamente caliente.

Sus manos se cierran en mis caderas y tira de mí hacia abajo, y lo siento. En algún punto se ha quitado los bóxers.

Entra con una facilidad enloquecedora en mí, se queda quieto, sale y vuelve a entrar lentamente sin ninguna prisa.

−Te amo, nena− reza con los ojos cerrados.

OoO

Abro los ojos y miro hacia la ventana. El Sol está en su punto más alto, deben de ser más de las doce del día. Algo en mi vientre se remueve y me obliga a levantarme corriendo. Entro al baño y cierro la puerta antes de expulsar todo lo que he comido.

Me enjuago con un poco de agua y me cepillo los dientes. Cuando salgo Edward ya se ha despertado y me mira con intriga.

− ¿Estás bien?

Asiento –Sólo me ha caído mal algo− me tumbo a su lado y como estoy demasiado cansada y siento los músculos como de gelatina vuelvo a dormirme.

OoO

Esta vez, cuando despierto Edward ya no está conmigo. Me levanto, me pongo una bata y recorro con mi vista la suite. Está sentado en la sala hablando por teléfono.

Camino hasta él y me siento a su lado, él cuelga y me abraza.

−Al fin has despertado, dormilona.

−Sí, y no puedo creer que aún esté cansada.

−Tal vez sería bueno que regresaras a dormir− me aconseja.

Niego con la cabeza –Tengo hambre, ¿tú no?

Me sonríe y marca el número del servicio a cuarto –Je veux un bol de raclette et une bouteille de vin blanc ... nous avons de mieux, merci − cuelga y me mira –Tengo que trabajar, hay muchas cosas pendientes en Cullen Corp. Estaré en el estudio− se levanta –Avísame si quieres algo ¿está bien?− se inclina y me besa los labios.

Asiento y sonrío. Me acomodo en el sillón y cierro los ojos por un momento pero en ese instante tocan a la puerta. Me levanto y recibo lo que Edward ha pedido y cierro la puerta.

Remojo el pan en el queso fundido y cuando estoy a punto de comerlo el estómago se me cierra y protesta. Dejo el plato a un lado y corro de nuevo al baño y vomito otra vez. Me enjuago la boca y me quedo unos instantes sentada sobre el piso pensando en lo que puede estarme pasando. ¿Habrán sido los mariscos de ayer? Es lo más seguro… pero en ese momento a la querida Madrastra se le ocurre volver y susurrarme otra cosa.

Agito la cabeza y decido que sería bueno ir a caminar. Me pongo un conjunto de Chanel que Edward me ha comprado recientemente y después voy al estudio y toco la puerta, asomo la cabeza.

−Voy a ir a caminar un poco− anuncio − ¿Quieres venir?

−Tengo mucho trabajo nena, ve sola y toma la tarjeta de crédito del cajón.

−No la necesito− respondo.

−Tómala y si ves algo que te guste lo compras.

Asiento porque no quiero discutir, le dedico una sonrisa y vuelvo a cerrar la puerta.

Tomo la tarjeta como me ha dicho y salgo del hotel.

Afuera hace frío, pero es algo soportable, además el soplo de aire fresco le sienta de maravilla a mi estómago revuelto. Camino por las calles mirando sin ver en realidad. Estoy pensando, meditando en la posibilidad… ¿y si lo estoy? ¿Qué pasará si lo estoy?

He caminado un largo tramo y decido que es momento de regresar antes de que oscurezca y me pierda.

Descubro una farmacia a la vuelta y me detengo en seco. ¿Es correcto? Me muerdo el labio, vacilo y finalmente casi corriendo entro al establecimiento.

El chico de la farmacia me sonríe y me dice algo, y como no sé francés le hablo en inglés… con suerte me entenderá.

−Una prueba de embarazo, por favor. La más efectiva.

El chico entiende, asiente y se va un momento y regresa con una caja en las manos, la pone en una bolsa y me la entrega.

Saco la tarjeta de crédito de mi bolsa y se la doy, cuando tengo el ticket en mi mano salgo corriendo del lugar y escondo aquella cosa en mi abrigo.

Camino más lento para llegar al hotel y en ese transcurso de tiempo ha oscurecido.

Entro y atravieso el lobby y tomo el ascensor. Llego a la suite y Edward está justo frente a la puerta.

−Bella, Dios. Estaba por ir a buscarte− se oye preocupado.

−Lo siento… sólo han sido unos minutos. No pensé que fuera a hacerse tan tarde.

− ¿Unos minutos?− me pregunta mientras cierro la puerta –Te has ido por más de dos horas.

Alzo las cejas. Vaya… sí que he perdido la noción del tiempo.

Exhala y me abraza –Bueno, ya estás aquí. ¿Has comprado algo?

Niego –Te dije que sólo iría a caminar.

−No has comido− dice.

−Empezó a dolerme el estómago así que...− me quito el abrigo y lo cuelgo en el perchero, procurando que se disimule el bulto en el bolsillo derecho.

−Regresaré a trabajar, estoy por terminar. Pide algo de cenar para los dos.

Desaparece de nuevo y yo suelto el aire, aliviada.

Tomo la prueba y corro a encerrarme en el baño.

Con las manos temblorosas saco el dispositivo de la caja y le doy la vuelta para seguir las instrucciones. Aquí vamos.

No puedo creer que esté haciendo esto, es una tontería. Es absurdo… es IMPOSIBLE.

Sin embargo me apoyo en el azulejo del baño y espero los malditos cinco minutos que me parecen una eternidad.

Estoy preocupada y no sé por qué. Tal vez sólo sea un problema hormonal. Tal vez es sólo… agh.

Y entonces tomo aquella horrible cosa en mi mano y cierro los ojos preparándome para abrirlos. Jamás pensé que mi vida terminaría dependiendo de un color. Ya pasé por esto antes, todo debe de ser un error. Confío en que sea un error. Dios… que lo sea.

Abro los ojos de golpe y tomo la caja… azul negativo, rojo positivo. Miro la prueba.

− ¡Maldita sea!− grito sin poder contenerme. ¡Azul!

Palidezco al momento y una lágrima resbala de mi mejilla. Esto no está pasando de nuevo… la única diferencia es que todo parece ser verdadero. ¿Por qué está pasando? Me he tomado la pastilla a los horarios indicados… tiene que haber una explicación.

Me pongo agua en la cara porque quiero vomitar de nuevo. Envuelvo la prueba en papel y la tiro en el bote, desarmo la caja, la hago trizas y hago lo mismo.

Salgo del baño y tomo el teléfono para pedir la cena, rezando porque mi estómago no proteste otra vez.

Maldita sea, ¿cómo le diré esto a Edward?

OoO

− ¿Seguro que estás bien?− me pregunta mientras se tumba a mi lado.

−Sí− susurro.

−No has cenado nada.

−Creo que me cayeron mal los mariscos de ayer… debe ser eso.

Me abraza y me pega a su pecho.

−Te quiero, nena. Gracias por estar conmigo.

Sonrío y eso me sube el ánimo un poco.

−Yo también te quiero, Edward.

Cierro los ojos y agradezco que él entienda que es estos momentos no estoy de humor para nada.

Espero que mañana sea otro día y que tenga las ideas más claras para poder decirle esto.

OoO

− ¿Qué te parece si salimos a caminar tú y yo juntos?

Finjo una sonrisa y asiento. Aún no le he dicho nada y ya casi va a hacerse de noche. Sé que no puedo aplazar esto, tengo que decírselo cuanto antes. Tiene derecho a saber, quiero saber lo que piensa.

Me pasa mi abrigo y bajamos por el ascensor, entrelaza sus dedos con los míos y salimos a la intemperie.

Camino de su mano disfrutando del impresionante frío, agradeciendo sentirme mejor, al menos físicamente. No quiero que él se dé cuenta, pero me conoce bien y no podré seguir con esta farsa por mucho tiempo.

Pasamos de largo por la calle llena de nieve y aun con las luces de la pasada Navidad.

−Oye− me dice y se detiene. Me acerca a su cuerpo y me abraza. − ¿Qué pasa? Has estado así desde ayer que regresaste de tu caminata.

Oh no. Cuando hace eso siempre termina sabiendo la verdad de mí.

−Tal vez sólo se aun error pero… es decir… no es definitivo, tenemos que ir con un profesional… No quiero asustarte, ¿quién dice que sea cierto? Puede ser sólo un problema hormonal…− pone un dedo sobre mis labios.

−Estás mareándome, cariño− sonríe − ¿Qué pasa?

Suspiro –Sé que ya pasamos por esto antes pero… es posible que esté− carraspeo –embarazada.

Y muy contrario a la respuesta que esperaba… o a la expresión de su rostro… él suelta una carcajada, se queda impávido un momento y luego me alza en brazos y me gira.

¿Pero qué diablos? Me deposita en el suelo y tiene una sonrisa divide rostro, sonrío yo también porque su alegría es contagiosa.

− ¿Hablas en serio? ¡Dios, Bella! ¡Es genial! ¿Cuándo te has enterado?

Pestañeo muchas veces –Ayer cuando regresé de caminar había comprado una prueba, me la hice y salió positivo.

Frunce el ceño –No pareces muy feliz con la noticia.

Encojo los hombros –No lo estoy… quiero decir, a penas voy a regresar a la universidad y bueno…

Cierra los ojos –Temes que por tu embarazo el matrimonio se apresure− susurra triste.

−Sí− acepto –Te dije que iba a pensarlo y ni siquiera he tenido tiempo para eso. Es decir, claro que quiero casarme contigo… pero no tan pronto.

Me acuna el rostro en sus manos –Oye. Es tu decisión, si tú quieres tener o no a este bebé yo te apoyo, te amo y estoy dispuesto si tú lo estás. Puedes terminar tu curso en casa cuando ya no estés en condiciones de levantarte, no necesitas trabajar y lo sabes. Encontraremos la solución a lo que sea que decidas…. Y si decides que vas a tenerlo eso no quiere decir que nos casaremos, no hasta que tú lo quieras.

−Eres un gran hombre Edward ¿lo sabías?− y cuando lo digo tomo una decisión definitiva.

Suelta una carcajada –Soy sólo en lo que tú me has convertido. Ahora, ¿quieres seguir caminando o quieres regresar?

−A propósito de eso− digo − ¿Cuándo vamos a regresar?

Y me arrepiento de preguntarlo porque su sonrisa se acaba –Carlisle me llamó hoy diciendo que la empresa necesitaba tenerme allí. Regresaremos pasado mañana.

Y agradezco su respuesta, estaba ansiosa por regresar, aunque sé que para él no es fácil.

− ¿Anne sigue allí?

−No lo sé. No he tenido el coraje de preguntarle.

−Bueno, sabes que lo que sea estoy contigo.

−Lo sé.− se queda callado.

−Oye, he visto un bonito vestido en una tienda y quiero usarlo mientras aún me quede.

Pestañea y sonríe de lado − ¿Quieres decir que…?− su boca se queda abierta.

Asiento frenéticamente –Nada podría hacerme más feliz que hacerte feliz.

Me acerca a él, me abraza fuerte y me besa tiernamente.

OoO

En Nueva York…

− ¡¿Cómo que le has perdido el rastro?!

− ¿Quieres calmarte? Todo el mundo te está viendo.

Tanya se sienta y respira − ¿Cómo que le has perdido el rastro a Edward? Seguirlos era tu único maldito trabajo.

−Lo sé. Estuvieron en Forks apenas unos días, una semana más en Aspen y luego desaparecieron.

− ¿Y qué se supone que hacemos ahora?

−Tranquila. Regresarán, el idiota de Cullen no puede estar demasiado tiempo alejado de su empresa.

−Más te vale, Jacob. Más te vale.

− ¿Te has enterado de algo más?

Tanya le guiña un ojo –Bueno, me he enterado de que la pobre ex de Edward anda por ahí de bar en bar desahogándose.

− ¿Qué sugieres?

−Obviamente no voy a dejar que esa inútil se quede con Edward, pero mientras sería una buena aliada, además tiene mucho dinero.

− ¿Quién es ella?

− ¿Quién iba a ser? Victoria Sutherland.

OoO

−Y dime Carl, ¿cuándo regresará mi querido sobrino? Ya quiero verlo de nuevo y conocer a su novia.

−Precisamente hoy he llamado a Edward− Carlisle abraza a Esme –Y me dijo que estaría aquí pasado mañana. ¿No es genial?

−En magnífico. Tengo tantas cosas por decirle a… ¿cómo es que se llama?

−Isabella, tía Anne− responde Emmet.

−Ah sí, a la querida Bella.

− ¿Cómo qué cosas?− pregunta Alice en tono sarcástico.

Anne finge una sonrisa –Ah, cosas de cuando Edward era un bebé, o las travesuras que hacía de niño. Espero que Bella no se asuste con esas historias.

−Bella es fuerte, tía Anne. Se necesitarán más que simples historias para alejarla de él. Además, Edward la adora.

Y obviamente, Anne y Alice son las únicas que entienden el doble sentido de esas palabras.

Anne asiente gentilmente mientras maldice por dentro a la pequeña Alice, esa chiquilla iba a ser un problema para ella.

OoO

Un día después...

Abrazo a Edward por detrás y beso su espalda aún húmeda por la ducha, me toma del brazo y me tira en la cama.

− ¿Te ha gustado?

−El mejor sexo bajo el agua que he tenido− respondo.

Me besa en los labios y me muerde.

− ¿Estás listo?− le pregunto.

− ¿Para qué?

−Para volver.

−No. Pero tengo que hacerlo. Tenemos que….

−Todo va a estar bien Edward, confía en mí.

−Lo hago. ¿Por qué otra cosa regresaría a esa ciudad?

Ambos nos vestimos y hacemos las maletas. Me pongo el vestido que compré ayer de Ada Zanditon y unos tacones azul pálido de River Island. Desayunamos unos ricos waffles y huevos. Edward cancela la suite y nos montamos en un taxi.

Llegamos al aeropuerto a las nueve menos quince.

− ¿Quieres un café?

−No, estoy bien− le sonrío, el asiente con expresión tensa −Oye− lo llamo –Tienes que relajarte, no vamos a la guerra. Es sólo Nueva York, león; tú ciudad.

Me pone una mano sobre el vientre y cierra los ojos –Tú y esta pequeña cosa que crece dentro de tu vientre son lo más importante de mi vida.

El corazón se me ablanda. Escuchar a Edward decir esas cosas…

−Cuando te conocí lo menos que querías era una familia− le recuerdo.

−Tú cambiaste eso. Quiero cualquier cosa que te incluya.

− ¿Cuándo se lo diremos a tú familia?− le pregunto.

Su expresión cambia –No… creo que ver a mis padres en este momento sea lo mejor. ¿Lo entiendes, verdad?

−Sí, claro. Después de todo yo tampoco sé cómo decírselo a Charlie.

− ¿Tienes miedo?

− ¡No! ¡Nada de eso! Es que… siento que nos estamos tomando esto con demasiada naturalidad. Es decir, ¿recuerdas el susto que pasamos hace tiempo cuando pensamos que estaba embarazada?

−Sí, lo recuerdo bastante bien− aprieta mi mano –La vez que pensaste en abandonarme.

Tuerzo la boca –En ese momento pensé que sería lo mejor. Ahora veo cuánto me había equivocado.

La voz de una mujer suena en toda la sala de espera anunciado que nuestro vuelo estaba listo a partir.

−Es hora− me dice y se levanta.

Me levanto con él y juntos cruzamos el pasillo.

OoO

Cuando el avión aterriza es de noche en Nueva York.

Tomamos un taxi y debido al tráfico tenemos que desviarnos por Times Square.

Llegamos al departamento de Edward y depositamos las maletas en el suelo de la sala.

−Estoy muerta− susurro.

−Es mejor que nos vayamos a dormir. Tenemos cita en el médico para que te revise.

Asiento –Bien.

No tengo absolutamente nada de hambre, hemos comido en el avión y las alturas no me sentaron nada bien. Tengo el estómago revuelto, pero creo que puedo controlar las náuseas.

Me cepillo los dientes y el cabello, me pongo el pijama y me acuesto a lado de Edward. Él pone su mano sobre mi vientre.

−Hasta mañana, nena− me besa el pelo y se queda profundamente dormido.

Yo, en cambio sonrío como boba y pongo mi mano sobre la suya.

OoO

− ¿A caso mi querido Edward no piensa venir a visitarnos?− pregunta Anne.

−Claro que lo hará− responde Carlisle –Pero el vuelo aterrizó muy tarde a noche, deben haber llegado muertos.

−Ya son las doce− anuncia Emmet –Será mejor que mi hermanito se apure, o no podrá ver a mi tía Anne ni a los abuelos… que por cierto siguen dormidos…

−Ya vendrá Edward, hermana− responde Esme y deja salir una sonrisa –Ya quiero que lo veas, Bella es tan buena para él… es como si fuera otro chico. Es más sociable, más alegre…

−Sí, sí. Quiero conocerla de una vez.

−Oh, tía Anne. Ya verás cuán felices son ellos dos. Por cierto Esme, Belli me ha llamado diciendo que tenían buenas noticias que darnos− grita Alice.

− ¿Oh, en serio? ¿Cómo qué será?− pregunta Anne con falso interés.

−Tal vez sea que por fin van a casarse. Bella es la una chica en este planeta que aguantaría a Edward− murmura Rose distraída mientras lee una revista.

−Espero por su bien que no− susurra Anne demasiado bajo.

− ¿Qué has dicho?− pregunta Alice, aunque ha oído muy bien.

−Que el té con limón, no− dice más fuerte mientras toma su taza.

OoO

−Señor, la paciente del cuarto 400 no está− informa el enfermero.

− ¿Tiene la hoja con la información de la paciente?

−Sí, señor. Aquí está.

El doctor de levanta de un golpe − ¡Encuéntrenla cuanto antes! ¡Esta paciente está clasificada como "de alto peligro"! ¡Búsquenla! ¡No puede estar muy lejos!

−También ha lastimado a un compañero, está en enfermería en este momento.

− ¿Qué no oye lo que he dicho? ¡Encuéntrenla!

El doctor Petrescu se deja caer en su asiento y hace una llamada de emergencia.

− ¿Sí? ¿Señor Cullen? Sí… pasa algo. La paciente Rachel Collins ha escapado.

OoO

El doctor Green me hace un ultrasonido, y nos dice a Edward y a mí que sí, que estoy embarazada, pero que el bebé aún es muy pequeño.

− ¿Cuánto tiempo tiene, Green?− pregunta él.

−Un mes como mucho− responde.

Me pongo a hacer cuentas y concluyo que quedé embarazada la noche que Edward y yo lo hicimos en la cocina o poco antes.

−Quiero saber si el bebé está bien− musito –Me tomé la pastilla varias veces y estoy preocupada por él.

Al doctor asiente –Voy a mandarte a hacer unos estudios, aunque por lo que veo está bien.

− ¿Aún no podemos saber qué es?− pregunta Edward.

-Hasta los cinco meses como mínimo no empieza a distinguirse el sexo del bebe− responde –Voy a mandarte unas vitaminas y acido fólico, es todo.− me sonríe dirigiéndose hacia mí

El doctor se va unos momentos y aprovecho para hablar con Edward.

−¿Estás listo para ir donde tus padres?

−Sí, es lo mejor decírselos ahora.

−¿Y si Anne sigue ahí?− pregunto.

−Esa perra puede irse al carajo. Solo tú y él o ella me importan.

Y me da un beso en la frente y una lágrima se desliza por mi mejilla.

OoO

Canción: Lucky Ones

Artista: Lana Del Rey

Espero que les haya gustado, en esta ocasión dejo aqui el adelanto puesto que no podré actualizar el blog sino hasta el lunes, ESTO ES SÓLO UNA PARTE DEL ADELANTO, EL RESTO EN EL BLOG HASTA EL LUNES.

−Y bien, ¿cuáles son las tan fantásticas noticias?− pregunta Alice.
Mi corazón de dispara a mil. Aquí vamos. Edward me abraza por la cintura.
−La primera− inicia Edward –Es que…− pone una mano en mi vientre y me mira con ojos de amor −… mi Bella está embarazada.
Un jadeo de sorpresa sale de todos al unísono.
−¡Pero…. Edward, eso es una maravilla!
Todos de pronto empiezan a aplaudir y el aire se impregna de felicidad.
−¿Cuál es la otra noticia?− dice Esme intrigada y encantada al mismo tiempo.
−Nos vamos a casar− dice él en voz alta.
Las mujeres sueltan un grito y los hombres se levantan y le dan palmadas en la espalda Edward.
−Wow, Bella. Has logrado atrapar al soltero más codiciado de Nueva York− dice Elizabeth. Sonrío en respuesta.
Una voz clara y femenina impregnada de cierto aire de misterio interrumpe la felicidad de la sala.
−¿Para cuándo es la boda entonces?
Edward se queda petrificado en su lugar y se gira para el lugar de donde proviene la voz. Yo me giro junto con él, y ahí está ella, portando un vestido púrpura y tacones altos, viéndose alta, bella y esbelta.
−Tía Anne− susurra Edward con miedo.
−Hola, querido− responde ella.

OoO

Dejen sus comentarios, votos y favoritos. Un beso.

Amy W.

Capítulo 24: Sálvame Capítulo 26: Dioses Y Monstruos

 
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