Tú, Mi Obsesión (+18)

Autor: AmyWelch
Género: + 18
Fecha Creación: 03/08/2012
Fecha Actualización: 27/11/2014
Finalizado: SI
Votos: 19
Comentarios: 72
Visitas: 104661
Capítulos: 29

Edward es un millonario obsesionado con Isabella Swan. Cuando ambos mantienen una relación Isabella se ve sumida por la vigilancia extrema, celos enfermos, el dinero infinito y la megalomanía de Edward Cullen, está dispuesta a soportarlo todo, hasta que se da cuenta de que Edward es el culpable de la muerte de su novio. Pero ella no sabe, que el último plan de Edward es dejarla ir.

Las y los invito a leer mi otra historia:

De Los Bosques De Noruega:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3402

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Capítulo 23: Bosque Profundo

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Sí… lo sé. No me maten.

Quiero darles las gracias a todas y cada una de las que comentaron y participaron en mi pequeño concurso. Me gustó saber de que ustedes están al pendiente de mi historia y que de verdad le encuentran sentido a toda esta locura.

La ganadora fue Maggie's Dreams, así que felicidades nena. Ella me pidió ser un personaje antagonista así que… prepárense para nuevos problemas.

Que disfruten y a leer.

A veces pareceque seguir es demasiado duro

y las cosas van mal sin importar lo que haga

de vez en cuando parece que la vida es demasiado difícil

pero tú tienes el amor que necesito 

Cuando no queda comida tú eres mi ración diaria 

Cuando no quedan amigos sé que el amor de mi salvador es real

Tú sabes que es real

Una y otra vezpienso "Oh Dios ¿qué sentido tiene?"

Una y otra vez pienso que no es bueno

Tarde o temprano en la vida las cosas que amas las pierdes

pero tú tienes el amor que necesito

 

Capítulo 23: Bosque Profundo.

Es muy difícil imaginar que las personas malas alguna vez también tuvieron una vida alejada de todo aquello tan horrible en lo que se han convertido. Todos odian a las personas malas del cuento, sin saber, que tal vez todo lo que hagan tenga una razón.

Tanya Denali. Una chica guapa pero de familia pobre, ayudaba a su madre a conseguir dinero y cuidaba a sus hermanos cuando no había nada que comer. Tenía un corazón noble, hasta que entró a la universidad y se dio cuenta de que con su belleza le sería fácil conseguir dinero. Cuando fue novia de Edward Cullen, el chico más bueno de todo el campus creyó estar enamorada de él y dibujada en sus libretas corazones y fantaseaba con algún día casarse. Pero la avaricia y el interés dominaron a su corazón y comenzó a tener sexo con muchos hombres a cambio de dinero para poder ayudar a su familia. Cuando Edward la sorprendió en la cama con un chico y le gritó que lo suyo había acabado, Tanya en un ataque de rabia le gritó también cosas horribles. Ella lo amaba, pero le llenó de un profundo odio que Edward le dejara sin antes haber hablado con ella y preguntarle si todo estaba bien o si necesitaba algo. Eso nunca pasó, Edward Cullen desapareció de su vida y ella quedó con el corazón vacío.

Victoria Sutherland. Única hija de uno de los más grandes millonarios del país, Víctor Sutherland. Siempre tuvo lo que quiso y creció como una niña mimada sin embargo era buena con la gente que no la criticaba por haber nacido en una cuna de oro. Su madre, une mujer hermosa que siempre la apoyó y de la cual había heredado el rojizo cabello… hasta el día en que murió. Su padre le dijo que necesitaba casarse con un buen partido y así conoció a Edward Cullen. Si bien al principio pensaba que esa relación sería una mierda, con el tiempo y gracias al impresionante atractivo de Cullen creyó amarlo. Hasta que alguien… una mujer llegó y nublo la vista de Edward y él se enamoró de ella. Victoria le había jurado que se vengaría cuando él la dejo. ¿Cómo se atrevía Edward Cullen a dejarla? Si ella siempre le dio todo….

Y luego tenemos a Rachel Collins. La historia detrás de todo esto es bastante triste, pero ¿de qué otra forma podría ser? Rachel Collins con apenas diecinueve años había aparecido en numerosas ocasiones como portada de revistas de moda, era toda una diva… tenía el mundo a sus pies. A pesar de todo eso estaba sola en el mundo. Sus padres habían muerto y no tenía amigos de verdad, dos años después conoció a Edward y era como si el sol hubiera salido. No siempre era malo con ella… a veces de manera deliberada él se acercaba a ella y la daba un beso… o jugaba con su cabello… hasta que él le demostró todo lo horrible y monstruoso que podía ser y luego la dejó morir poco a poco.

Para finalizar tenemos a Jacob Black… Un chico de Forks sin dinero e hijo de un mecánico. Su vida no es importante… hasta una noche de abril en que él y sus amigos por hacer una broma hicieron una gran estupidez… Una gran estupidez que él se negaba a revelarle a cualquiera y con la cual estaba sobornando a Edward Cullen. Pero hay algo bueno en todo esto, o tal vez malo… Los sentimientos de Jacob hacia Isabella son lo único honesto en su vida.

No se trata ahora de sentir compasión por ninguno. Pase lo que pase la venganza nuca es buena, ya que nunca se sabe quién terminará perdiendo.

OoO

Despido a Charlie con la mano mientras él atraviesa el pasillo rumbo al avión que lo llevará de regreso hacia Washington. No puedo contenerme y una solitaria lágrima se me resbala. Nos hemos despedido con una abrazo corto. Lo único que me reconforta en que en dos días volveré a verlo cuando vaya a visitarlo a Forks para navidad.

Aprovecho que estoy ahí para comprar de una los boletos de Edward y mío. Mi corazón sigue sintiendo la falta de Charlie a mi lado. ¡Papá!

Suspiro, me enjugo las lágrimas y me doy la vuelta.

Tomo un taxi y regreso a mi apartamento. Ahora es tiempo de ir a la oficina. Como ya estoy vestida, lo único que hago es cepillarme de nuevo el cabello.

No estoy enojada con Edward. El resentimiento para con él se me ha pasado en cuento me di cuenta de que era mi culpa y no suya. Yo había preguntado de más y era obvio. Ahora lo único que faltaba era decirle o no a Edward que quizás ya no le agradaba más a Esme y todo por seguir con mis dudas.

Llego a la empresa y subo por el ascensor. Tomo asiento en mi puesto de trabajo y dejo mi bolso Hermés de piel de cocodrilo en color negro a un lado.

Las miradas de Kate y Jessica casi pueden atravesarme. Mierda. Lo había olvidado… todo el mundo sabe ahora lo mío con Edward.

−Mira Jess− dice Kate en voz más alta de la necesaria mientras le muestra la revista de chismes que está leyendo –Me parece increíble hasta dónde es capaz de llegar una mujer por dinero.

Supongo que no hace falta nada más. Sé que ese comentario es para mí. Seguro es un artículo del anuncio de Edward el día del evento.

Jessica finge un suspiro en respuesta –De haber sabido que si se la chupo a mi jefe podía llegar lejos…− dice con voz forzadamente lastimada.

Me trago todo lo que tengo para decirles. Hoy renuncio y no tendrá que volver a verlas en mi vida.

Llena de melancolía abro la agenda de Edward e increíblemente su día está libre hasta las dos, tiene una comida con ejecutivos.

Es entonces que enciendo el ordenador y comienzo a escribir mi carta de renuncia. Algunas palabras formales, como motivo: Se me ha ofrecido una oferta mejor. Y bla, bla, bla. La termino en quince minutos y la reviso por otros quince. Luego voy a imprimirla y la engrapo. En total tardo en hacer un trabajo de veinte minutos en una hora. Y es que no quiero ver la cara de Edward cuando le dé mi renuncia…

Decido que puedo hacer mi trabajo un día más. Por la noche se la daré y el día de mañana llegará otra para suplirme.

Decido que es hora de ir a darle los buenos días al amor de mi vida. Me levanto y me aliso la falda de mi vestido verde de Prabal Gurung, que he combinado con un cinturón ancho negro. De camino a tocar la puerta de presidencia guardo la esperanza de que él mejore su humor cuando vea que me he puesto unos botines negros de Louboutin. Sé que le gusta que lleve tacones de ese diseñador.

Toco dos veces seguidas.

−Adelante.

No alargo el momento y entro. Cierro la puerta y sonrío ladeando la cabeza, supongo que como disculpa por mi comportamiento de la noche anterior.

Él se nota claramente impresionado −Bella− exclama.

Lo abrazo por el cuello y me siento en su regazo, mientras lo atraigo a mi rostro y le doy un beso dulce.

−Buenos días, león− por tener algo que hacer ajusto su corbata de seda azul marino. Él sigue mirándome impresionado.

−Vaya− resopla.

Alzo una ceja − ¿Qué?

−Tu actitud− responde –Estaba preparado para disculparme contigo.

−No tienes por qué− acaricio su pecho.

−Claro que sí.− Lleva su mano a mi cuello y lo acaricia –Por cómo te traté, por asfixiarte… y por dejar que te fueras.

−Ha sido culpa mía, y ya basta.

Me dedica su sonrisa torcida –Hoy estás tan dulce…

Finjo burlonamente estar enojada. –Pero tú siempre me llamas como "Tu linda y dulce Bella"− toco su rostro.

−Mi linda y dulce Bella− repite –Tú siempre serás eso para mí− pasa sus dedos por mi nuca y me besa de nuevo. Aspira mi perfume Flower by Kenzo y besa mi cuello. Lo hace de nuevo y yo me deleito con los músculos de su espalda. Echo la cabeza para atrás para darle mejor acceso y me acerca hacia él y siento cómo su erección se clava en mi cadera. Baja poco a poco hasta besar el valle de mis pechos, que forman una curva suave por el sujetador push-up.

Mete la mano por debajo de mi falda y sube hasta llegar a mi cintura.

−Lo que me gustaría hacerte…− murmura antes de besarme apasionadamente.

Se levanta de manera fugaz y hace a un lado todos los papeles de su escritorio, me sienta en él y luego me hace para atrás.

−Edward− llamo mientras trato de empujarlo. El raciocinio ha llegado a mi cabeza por un segundo y me doy cuenta de que –de nuevo− vamos a tener sexo en el lugar de trabajo. Vuelvo a empujar de su pecho, pero él me sujeta por las muñecas y eleva mis brazos por encima de mi cabeza.

−No, Isabella− advierte –Este es el último día en que te tendré aquí conmigo− su voz ronca hace que me humedezca.

−Tengo… tengo cosas que hacer− trato de nuevo inútilmente en voz baja.

−Nada que no pueda esperar.

Sus dientes mordisquean mi clavícula y sus dedos marcan un camino en mi espalda, antes de que lo espere me alza en brazos y me lleva hasta el enorme sillón negro que hay en un extremo de la oficina.

Me acuesta, mi respiración agitada reta la suya. Sus ojos verde oscuro se fijan en mi rostro, me gira, me pone bocabajo, me da una nalgada juguetona y suelto una risita.

− ¿Estás riéndote de mí?− dice con tono falsamente ofendido.

−No, no− me apresuro a contestar.

Me toma por las caderas y me eleva, poniéndome a cuatro puntos sobre el sillón. Sé lo que va a hacer, y me parece fascinante. Oigo el sonido de su cierre y aprieta su mano en mi cuello para que no me mueva y me alza el vestido, baja mis bragas hasta que están en mis rodillas y la palma de su mano se extiende en mi sexo. Tiemblo cuando su dedo corazón traza círculos sobre mi hinchado clítoris y su dedo pulgar se hunde en mí y lo gira tocando puntos que me hacen jadear.

−Siéntelo− susurra con voz queda –Gime para mí, dulce Bella− pide.

Mis gemidos son quedos, tranquilos y vibrantes.

−Estás húmeda− su suave voz me alaba, saca su dedo de mí y lo remplaza por su largo dedo corazón. Entra y sale en un ritmo constante. Muevo las caderas buscando más contacto, saca su dedo de mí y lo lleva hasta mi boca.

−Chupa− ordena.

Separo los labios y obedezco, succiono fuerte y muerdo.

Él gime –Niña mala− se queja.

Aleja su mano de mi rostro y entonces su miembro me penetra con una facilidad deliciosa. Una sensación sublime me recorre y despierta todas las terminales sensitivas de mi cuerpo.

Se mueve hacia adelante lentamente… y luego hacia atrás, lo hace de nuevo y cierro los ojos, resoplo. Dios…

−Ah… Bella…

Mis uñas rasguñan la piel del sillón cuando él comienza a moverse frenéticamente, puedo oír el sonido acuoso de nuestras caderas chocar. Su mano se cierra sobre mi cabello y tira de él hacia atrás, giro la cabeza y él me besa fervientemente mientras irrumpe en mi interior.

Se acuesta encima de mí y mis extremidades tiemblan ante el placer, caigo de bruces en el sillón y me quedo inmóvil. Edward se incorpora un poco y continúa con sus acometidas. Gime fuerte.

− ¿Te gusta?− pregunta.

Jadeo –Sí…− suspiro y me muerdo el labio.

Su dedo corazón comienza a hacer un trabajo excelente en mi botón de placer… y creo ver luces de colores, estoy cerca…

−No, nena, no. Todavía no− ordena y se detiene un segundo.

Oh no, no podré soportarlo… Fijo mi vista en la panorámica imagen de Nueva York a través de la pared de cristal, trato de distraerme, pero me es imposible.

−Bella…− gruñe y eso me excita más. Entra de nuevo en mí. Cierro los ojos y abro la boca, dejo salir un grito fuerte mientras me vengo una y otra y otra vez, me muevo instintivamente hacia él, que continúa embistiéndome sin darme tregua. Pasa su brazo por mi vientre y me incorpora con él, sentándome en su regazo. Mis pies tocan el suelo firme, pero mi orgasmo sigue y sigue.

Edward vuelve a cerrar su mano sobre mi y echo la cabeza para atrás albergándola en el hueco de su cuello. Me aprieta fuerte contra él ejerciendo presión en mi estómago mientras se viene violentamente en mi interior y yo también –de nuevo−.

Nos quedamos así un rato mientras nos tranquilizamos. Mi corazón bombea a toda velocidad y por un momento creo perfectamente posible que me dé un infarto.

−No quiero que te vayas− su voz rompe el silencio.

Suspiro y me levanto. Me acomodo las bragas y me bajo la falda del vestido. Lo encaro.

−No quiero hablar de eso otra vez.

Él también se pone de pié, se sube el cierre y se abrocha el cinturón. Me mira.

−Lo sé− dice.

OoO

¿Alguien recuerda a Victoria?

La bella Victoria: ojos verdes y cabello de fuego… Sigue dolida y sola con su dinero. En silencio y a la sombra planea poco a poco su venganza mientras lanza con fuerza al asiento trasero de su auto la revista con la foto de Edward e Isabella, con un encabezado en letras grandes y color llamativo: "EL SOLTERO MÁS CODICIADO DE NUEVA YORK ESTÁ COMPLETAMENTE ENAMORADO"

Se siente sola mientras se abre paso entre los enormes rascacielos y los taxis… sin saber que en un café, no muy lejos de donde ella se encuentra están Tanya y Jacob, discutiendo el siguiente paso de su plan a llevar a cabo. Victoria llora y espera con ansias cualquier escándalo a cerca de Edward Cullen que llegue a sus oídos.

Rachel Collins está al otro lado del mundo, en un internado mental en Rumania. Edward le cumplió lo que le había prometido: Estaba en una celda acolchada y atada, no había recibido ningún alimento en el día más que su medicamento. El odio ya existente en su corazón aumenta a cada segundo. Afila con cuidado su uña contra la cadena de su tobillo… sus dedos son la única arma que tiene para salir de ahí.

A esto, también podríamos decirle como la formación de un ejército de destrucción.

OoO

Pongo los ojos en blanco. Es increíblemente incómodo seguir trabajando a lado de las dos arpías que tengo como compañeras de trabajo. No paran de clavarme sus ojos y sé que si no me han dicho nada a la cara es porque son demasiado cobardes para hacerlo.

Es casi de noche y he terminado el trabajo. Un nudo en mi estómago me recuerda que ha llegado el momento de irme… Pero entonces suena el timbre del ascensor y Jacob viene hacia mí con una enorme sonrisa.

−Hola, Bella− saluda mientras se recarga en la mesa − ¿Cómo va el golpe?

Pero justo en el momento que lo pregunta las miradas de las guarrizorras esas se centran en mi rostro examinando cualquier indicio de moretón que no haya podido cubrir el maquillaje… Oh, esas dos van a inventar un gran y molesto chisme… ¡Cotillas! Les grita Blancanieves.

−Bien− digo en tono educado pero con un claro trasfondo de "No quiero seguir hablando de eso"

−Ya casi es Navidad− sus ojos se iluminan − ¿Dónde vas a pasarla?

−Iré de regreso a Forks y la pasaré con mi padre.

Alza las cejas − ¿Estarás tú sola?

−No− sonrío –Edward irá conmigo− lo digo en voz alta y ni Kate ni Jessica pueden disimular su jadeo de sorpresa. ¡Chúpense esa!

−Oh, genial. Me da gusto ver que ya estás mejor con él, he visto en todos lados la noticia.

Me ruborizo. Pues claro. Edward es toda una celebridad.

− ¿Y tú?− cambio de tema − ¿La vas a pasar con tu familia?

−Sí, sí− responde –Ya quiero verlos.

Y suena totalmente sincero. En ese momento siento la identificada presencia de Edward. Lo miro y le sonrío en una súplica porque no haga una escena. Parece tranquilizarse un poco.

−Black, venga a mi oficina− su tono de voz no admite discusión. Mierda. ¡Sólo estábamos platicando!

¡Pero a él no le agrada Jacob, tonta! Me grita la Madrastra.

−Por supuesto− le contesta Jacob con total tranquilidad y me pregunto por un momento si ese chico no tiene sentido del peligro.

Ambos desaparecen por la puerta de presidencia y yo me llevo las manos a la cabeza. ¡Agh!

Recargo mi cabeza entre las manos y me quedo mirando al infinito. Recorro con mis ojos todo el piso y cada detalle… La puerta de la cafetería, los arreglos de azucenas en los floreros, el piso de mármol color champaña, la sala de juntas, los cristales de piso a techo e incluso mi lugar de trabajo. Un escritorio de madera oscura, pequeño y minimalista.

Cada ínfimo detalle… porque después de todo aquí he conocido al amor de mi vida… Edward Cullen.

Levanto el teléfono y llamo a Alice, necesito la voz de mi mejor amiga para no llorar.

− ¿Aló?− contesta.

−Alice, soy yo.

− ¡Belli! ¡Qué alegría escucharte!

− ¿Qué tal va Italia?

−Perfecta. Jazz la está dirigiendo muy bien y yo estoy muy inspirada en mis diseños; pero te extraño… a todos. Por suerte voy a estar con ustedes para Navidad.

Tuerzo la boca. Mierda.

−Alice…− carraspeo –Edward y yo nos iremos a Forks a pasar las fiestas con mi padre. No estaremos aquí.

−Vaya…− resopla –Qué mal. De todos modos me alegra que visites a tu papá.

−Sí− murmuro distraída –Sin embargo, necesito que me hagas un favor.

−Lo que quieras, Belli. ¿De qué se trata?

OoO

POV Edward

− ¿Te parece divertido?− le pregunto al idiota que está sentado frente a mí.

−Sólo estaba saludando a la hermosa Bella.

−No repetiré que no te acerques a ella.

Me mira y alza una ceja, sorprendido –Le he salvado la vida ¿no lo sabías?

Aprieto la mandíbula –Por supuesto que lo sé− admito –Como también se que no fue ninguna coincidencia que hayas estado cerca cuando asaltaron a Bella.

Black encoge los hombros –Tendrás que empezar a tener fe− se burla.

−Créeme. Empezaré a tenerla el día que desaparezcas de mi vida y de la de Bella.

−Te hará falta mucha, entonces. Bella me quiere; como un amigo, lo sé, pero eso va a cambiar muy pronto. Tengo su confianza, el siguiente paso es demasiado fácil.

Aprieto los puños –Estas tentando demasiado tu suerte, Black. Bella y yo nos iremos por un largo tiempo dentro de un par de días y va a olvidarse de ti y de todos. Sólo seremos ella y yo.

−Feliz viaje entonces, Cullen. Vas a necesitarlo.

OoO

Veo salir a Jacob por la puerta, pero no lo miro. Estoy despidiéndome de Alice.

−En verdad te lo agradeceré muchísimo Al. Adiós.

Cuelgo el teléfono y no tengo claro si me siento culpable o no. No he podido mantener al margen mi curiosidad a pesar de lo ya ocurrido con Esme. Lo que por cierto no le he mencionado nada a Edward.

Mis "lindas" compañeras secretarias se han ido y agradezco al cielo que por lo menos se han contenido un poco y no han sido tan groseras… a parte de sus miradas menos que amables y sus risas burlonas.

Voy a la oficina de Edward y cuando entro él está mirando al suelo, por lo que no se percata de mi llegada.

−Hola− saludo.

− ¿Ya?− me pregunta señalando con su cabeza el documento en mi mano.

Coloco sobre el escritorio mi carta de renuncia y todos los papeles y la Blackberry que estaban a mi cargo.

Edward cierra los ojos y asiente lentamente.

− ¿Quién va a ser mi asistente ahora?− pregunta con voz apagada y vacía.

−Kate va a cubrir mi puesto mientras tanto. Mañana vendrán para entrevista algunas candidatas y tú podrás elegir a cualquiera.

Me mira.

− ¿Dónde vas a trabajar ahora?

−En alguna empresa. ¿Me dejarías poner en mi currículum que estuve a cargo de la campaña del perfume de Dior?

−Desde luego− contesta.

Me quedo ahí y no puedo reprimir la punzada de culpa. Él se ve tan indefenso... Rodeo el escritorio y paso mis brazos por su cuello.

−Edward, esto no tiene porque ser así. Por el momento voy a buscar un empleo y voy a estar metida en mi apartamento mientras tanto. Cuando lo crea conveniente… viviremos juntos. Además dentro de dos días tú y yo nos iremos a Forks y pasaremos la navidad allá.

−Me es tan difícil dejarte ir…

Beso su frente –No es como si no volviéramos a vernos.

−Gracias a Dios. No.

Ah… Si supiera que para mí tampoco es fácil…

− ¿Nos vamos ya?− pregunto.

No me contesta. Al parecer, esta absorto de nuevo en sus pensamientos. Decido no interrumpirlo y me quedo callada, mientras disfruto una vez mas de la vista… esos ojos verdes de pestañas largas, cabello alborotado cayendo ligeramente sobre la frente, nariz perfecta, labios carnosos y mentón tallado a cincel… Es tan hermoso.

−Sí, claro. Vámonos− me dice, se levanta y toma su saco.

Salimos juntos de Cullen Corp. y nos montamos al Aston, veo que su humor sigue decayendo y me siento mal por eso.

−Deberíamos ir a algún lugar− menciono con entusiasmo.

Me mira extrañado − ¿Qué?

−Deberíamos de ir a algún lado− repito.

Inhala − ¿A dónde?

−No lo sé− me encojo de hombros –Llévame a donde quieras.

− ¿Te… te gustaría…er…?

Reprimo la risa. No es de todos los días ver a Edward Cullen tartamudeando. Le ha sacado de cuadro mi repentina petición, él está acostumbrado a tener todo fríamente medido.

−No lo sé… ¿Qué tal un restaurante?− dice al fin.

−Claro− respondo.

Entonces vuelve a ser el perfecto Edward Cullen cuando sus ojos brillan con un destello malévolo y me dedica su enigmática sonrisa de guardar un secreto. No digo nada, mientras en silencio me pregunto qué estará tramando.

OoO

Edward estaciona el auto en la acera y caminamos hacia un pequeño local de apariencia normal, solo que tiene los vidrios demasiado oscuros. Mientras más nos acercamos es cuando puedo distinguir las letras en filo dorado con el nombre del restaurante "Candle"

La puerta se abre cuando estamos frente a ella y vuelve a cerrarse detrás de nosotros… y lo que veo… ¿qué pasa aquí?

El hostess nos recibe con una vela encendida puesta sobre un caro candelabro.

−Mesa para dos, por favor− dice Edward.

Yo no me suelto de su brazo, todo esto es demasiado bizarro.

−Síganme, por favor− dice.

Caminamos sólo iluminados por la luz de la solitaria vela, y aprecio forzando la vista que hay más gente en el lugar sentada en las mesas. Llegamos a una mesa y tomamos asiento, el hostess nos abandona y quedamos en plena oscuridad.

− ¿Qué ha pasado aquí?− pregunto − ¿Se les ha olvidado pagar el servicio de luz?− digo en broma.

Sonríe –Muy graciosa, Swan.

La luz de una nueva vela nos alumbra y un mesero está frente a nosotros.

−Dos copas de vino tinto, por favor− susurra Edward sin quitarme los ojos de encima.

− ¿Alguna preferencia, señor?

−El mejor que tengan− se limita a responder.

Quedamos de nuevo a oscuras y siento la mano de Edward por debajo de mi falda. Doy un brinco.

− ¿Qué haces?− digo alarmada.

−Shht− me calla –Nadie puede vernos ¿por qué crees que no hay luz?

−No te sigo− contesto.

−Es un juego Bella− me explica con naturalidad –Algunas personas vienen a este lugar a cenar, a platicar íntimamente, a tener sexo o simplemente para experimentar algo nuevo.

−Y nosotros hemos venido para experimentar− digo en tono hipotético.

−Sí− se acerca a mí y toca de nuevo mi pierna –A experimentar una nueva forma de hacer el amor.

Me derrito por dentro, pero mi todavía existente pudor me lo impide.

− ¿Aquí?

−Por supuesto.

−Edward…

−Vamos, Bella. Tengo muchas ganas de intentar esto contigo; además, no seremos la única pareja que está haciendo el amor.

Estamos en una cabina con sillones acolchados y es bastante cómodo, aunque ahora eso no sea lo que yo quiera. Resulta que… en verdad no quiero hacerlo aquí con Edward.

Él me toca los pechos tratando de excitarme, y por supuesto que lo hago… pero no quiero. Me da miedo.

Cuando él está besando mi cuello lo detengo.

−Edward, en verdad no puedo.

− ¿Por qué no?− su respiración agitada.

−Tengo miedo de que alguien nos vea.

−Nadie va a hacerlo. Estamos a oscuras.

Me besa y yo le respondo pero no con la pasión misma, más bien de modo tierno; queriendo explicarle sin palabras que necesito que pare; sin embargo no lo hace. Poco a poco va acostándome sobre el asiento y en un movimiento de emergencia estiro mi mano para poder pescarme de la mesa, pero –por error− rozo su miembro y él se estremece.

−Ah, Bella…

Oh cielos… tal vez Edward no sepa… pero me encanta que haga eso. Me encanta que suspire mi nombre. Lo hago de nuevo, esta vez a propósito y él hace lo mismo una vez más. Entonces una luz nos enceguece por un momento.

−Aquí está su vino, señor− nos interrumpe un chico con chaleco color borgoña.

−Gracias− dice Edward y le dedica una mirada clara de "lárgate de aquí"

Me mira − ¿En qué estábamos?

Coloco mi mano sobre el bulto de su pantalón y froto un poco. Entrecierra los ojos.

−Sí… así.

Jadeo, porque simplemente me excita verlo a mi merced. Lo aprieto duro y suelto de nuevo mientras paso mi mano haciendo fricción.

−Basta, Bella− me advierte.

Pero no me detengo, voy a hacerlo llegar así. Yo no quería hacer nada pero ahora… lo añoro. Repito el movimiento una y otra vez y siento como crece en mi diminuta mano. Con dedos demasiado expertos para mí asombro desabrocho el botón de su pantalón y bajo el cierre y meto mí curiosa mano entre sus bóxer. Lo siento, piel contra piel. Deslizo mi mano hacia arriba y hacia abajo. Es suave como el terciopelo y duro como una roca. Paso mi pulgar por la punta y doy suaves toques.

−Carajo− sisea.

Mis movimientos se hacen frenéticos y entonces él se viene y siento el líquido blanco y caliente en mi mano. Con ojos fieros me atraviesa y toma mi mano.

−Mi turno− reclama.

−Ah, ah− niego –No quiero.

− ¿Qué?

Es obvio que está confundido.

−No quiero hacerlo aquí.

Él se toma de un sorbo la copa de vino. –Bien. Entonces vayámonos a casa.

OoO

Le he metido mano a Edward en un restaurante ¡sin luz! Sigo creyendo que eso es demasiado bizarro para mi gusto, pero no tengo mucho tiempo para reparar en ello.

Edward me empuja contra la pared, mientras deja caer mi cinturón seguido de mi vestido, mi sujetador y mis pobres bragas que se deshacen en sus dedos.

−Eres hermosa…− me besa fervientemente mientras pasea sus manos por mi cuerpo.

No sé en qué momento acabamos en el suelo de mi cuarto; pero me dejo llevar mientras él entra una y otra vez en mí mientras me estimula con sus expertas manos. Grito sonoramente cuando mi orgasmo llega y le clavo las uñas en la espalda mientras él me aprieta fuerte contra él.

OoO

Me abrazo a su pecho, mientras disfruto la cálida luz del sol que entra por mi ventana.

− ¿No piensas ir a trabajar?

−No.

−Edward…

−Quiero quedarme aquí contigo… no quiero que te vayas.

−Ya renuncié− le recuerdo, aunque sé que no hace falta que lo haga.

Suspira, me da un beso en la frente y se levanta. Comienza a vestirse y cuando me mira veo la falta de alegría en sus ojos.

− ¿Estarás aquí cuando vuelva?− pregunta.

−Claro− contesto sonriendo –Estaré aquí siempre.

OoO

Cae la tarde y no tengo nada que hacer. Jamás pensé que fuera tan aburrido no trabajar.

Extiendo el periódico sobre la mesa y comienzo a buscar trabajo… No hay nada interesante, sin embargo subrayo uno que puede que valga la pena. Es como asistente de gerente de relaciones públicas. Podría servir.

Por ahora no me preocupa conseguir trabajo. El sueldo que cobraba en Cullen Corp. era obscenamente alto y como no gasto demasiado tengo una excelente cantidad ahorrada en el banco. Suficiente como para comprar todo lo que yo quiera.

Sigo en bata de descanso, pero decido que una ducha podría consumir algo de mi tiempo así que me meto al baño y dejo que el agua caliente me reconforte. Al salir, me pongo un suéter de playa azul marino y unos shorts de mezclilla, la noche está calurosa.

Sonrío ante la pregunta mental que me hago. ¿Así será la vida tradicional de casados? ¿Yo en casa mientras espero a Edward llegar del trabajo? Me deshago de ese pensamiento. ¿Qué pasa conmigo?

OoO

POV Edward.

Es un terrible día en la oficina. La tierna y hermosa imagen de Mi Bella no llena mi oficina como antes solía ser. Su sonrisa pícara no me recibe sentada en su escritorio. Sus hermosas caderas no se recargan más sobre mis piernas… nada, Cullen Corp. se ha convertido de nuevo para mí en los que antes era. Un lugar frío y vacío.

He contratado a Hannah Baker para suplir a Bella y le he dicho que empiece a trabajar hoy mismo. No he prestado demasiada atención al currículum ni a ella en sí. ¿Para qué? Nadie podrá hacer el trabajo como mi Bella.

Hannah entra a mi oficina, nerviosa porque es su primer día.

−Señor Cullen, tiene una llamada.

− ¿Y por qué no simplemente me la has pasado? No es necesario que vengas a mi oficina a cada segundo− Sé que ella no lo merece, pero el día de hoy estoy descargando todo mi mal humor contra el primer ser que se ponga frente a mí.

−Yo… lo siento− bate las pestañas y se muerde el labio, nerviosa. Eso me enfurece más. Sólo mi Bella se ve sensual cuando está nerviosa.

−Pásame la llamada ahora, y sal de aquí− ordeno.

−Claro, señor Cullen.

Termino de hablar con Víctor Sutherland, el furioso padre de Victoria. Quiere retirar de manera definitiva su apoyo en la empresa. Le contesto algo insustancial y le cuelgo.

Bufo. Lo único que añoro es que den las ocho de la noche para salir de aquí y correr a los brazos de Bella, y envolverme en su aroma. La imagino aún en su cama, donde la dejé esta mañana, cubierta por la sábana con su pelo enmarañado sobre la almohada, testigo de nuestra noche de pasión. Tengo una erección al instante, miro el reloj y son las seis. Cuando me giro y veo la posición de mi oficina y el mundo a mis pies me doy cuenta de que puedo irme tan temprano como quiera. A fin de cuentas soy el presidente.

Conduzco a toda velocidad y mi Aston da un leve chirrido ante el violento frenado que he hecho. Bajo del auto y corro hasta el ascensor, a través del lobby.

Toco la puerta blanca, la puerta de mi cielo personal y ahí está ella… Mi Bella. Con un short y un suéter que deja ver su blanco y plano vientre.

OoO

Edward me mira con ojos oscuros, me recorre todo el cuerpo y sus ojos se centran en mi vientre. Me estremezco.

−Hola− me saluda y no sé porque, pero suena extraño cuando lo dice.

−Hola− respondo sin embargo.

Da un paso hacia mí y cierra la puerta, mientras suelta su maletín en el suelo y me atrae hacia su cuerpo. No sé por qué, pero salto hacia él y me envuelvo en sus caderas, sus dedos acarician suavemente mi vientre, me estremezco.

−Bella− gruñe y entierra su nariz en mi cabello, aún húmedo –Ha sido tan difícil estar hoy sin ti…

Camina conmigo en brazos hasta el sillón y me deja caer, rápidamente desabrocha su cinturón y baja mis shorts.

−Te extrañé tanto…− susurra antes de entrar en mí.

Se mueve lento y suave, entierra sus dedos en mi pelo y muerde mi mentón. Me arqueo.

−Me encanta cómo me envuelves− musita –Cómo me calmas cuando estoy dentro de ti…

Acaricio su cobrizo cabello y bajo mis manos por su espalda y llego a su trasero, lo empujo hacia mí queriendo que llegue más adentro.

−Así− digo.

Él se agacha y besa mis pechos y mi pasa la lengua por mi vientre. Mmm...

−Dios… Edward− gimo.

−Eso nena. Disfrútalo.

Y lo hago. De hecho lo hago tanto que me corro escandalosamente y cierro los ojos.

−Mírame Isabella− me ordena. Lo miro, pero apenas puedo permanecer con los ojos entrecerrados y puedo entonces disfrutar de su rostro cuando él crece en mi interior y llega al nirvana.

OoO

POV Edward.

Bella está acostada a mi lado, profundamente dormida sobre la cama. Disfruto tanto cuando hacemos el amor…

La forma en la que suspira mi nombre y rasguña mi espalda, o cuando su rostro de pone tenso y su centro me aprieta dolorosamente previo al orgasmo. Por sobre todo disfruto lo que viene después. Ella me besa, se recarga en mi pecho y entrelaza sus bellas piernas con las mías, puedo sentir su corazón latir a la par del mío y disfrutar de su rostro sereno y precioso. Intimidad en su estado más puro.

No sé si decirle o no, planeo que sea sorpresa, pero ella tal vez se moleste. Luego de ver a su padre en Forks la llevaré a mi casa en Aspen y luego daremos un recorrido por Suiza. En total, planeo que sea un viaje de al menos un mes y medio o más de ser posible. Quiero llevarla lejos, quiero alejarla de todo y tenerla sólo para mí. No quiero otra cosa. Podría escaparme con ella por el resto de mi vida.

Miro al cielo raso de su habitación y por primera vez desde hace mucho tiempo me pongo a recordar el día en que la vi a ella por primera vez. Mi corazón late en respuesta. Ella, con sus jeans y sus jersey subiendo a esa trampa mortal a la que ella llamaba furgoneta. Su cabello chocolate agitado por el frío viento de Forks y sus ojos cafés, las puertas de su alma. De inmediato el desagradable recuerdo de la noche del accidente de James viene a mi cabeza, y me convenzo de nuevo a mí mismo que no fue mi culpa. Nada de lo que pasó esa noche fue mi culpa.

Bella se remueve entre mis brazos y luego abre los ojos y bate las pestañas. Me inclino y le doy un beso.

−No quisiera irme nunca− susurro.

−No lo hagas− me responde.

OoO

−Bella, despierta− me dice Edward.

Abro los ojos, y los cierro inmediatamente por la molesta luz del sol que entra por la ventana.

− ¿Qué hora es?− me quejo como una cría.

−Son las nueve− responde con voz cálida –Anda, pequeña floja− me da la vuelta y me da una nalgada, para luego tomarme por los pies y arrastrarme hacia abajo. Chillo y me río cuando me carga sobre su hombro y puedo aspirar el aroma a ropa limpia. Mierda. ¿A qué hora ha ido a cambiarse a su apartamento? Frunzo el ceño. Él debería dormir más.

Me deja sobre el suelo del baño.

−Tienes una hora para vestirte. Tienes que hacer las maletas y luego te llevaré a que le compres algo a tu padre− me guiña un ojo.

Sonrío y asiento.

Me baño en tiempo récord y al salir me cuelo un vestido de Akris y unas botas largas de Chanel. Saco la maleta del clóset y meto ropa de invierno. En Forks la temperatura máxima en estas épocas es de seis grados.

−No pensarás irte con eso− le digo a Edward cuando veo lo que lleva puesto. Frunce el ceño. –En Forks hace demasiado frío, no sobrevivirás con pantalones de mezclilla y una americana de diseñador.

Sonríe –Te sorprenderías de lo que puedo soportar.

Ladeo la cabeza –Edward…

Alza los brazos –De acuerdo, prometo que me pondré algo más abrigador− me mira – cuando lleguemos a Forks.

Pongo los ojos en blanco y sonrío –Vámonos.

OoO

Edward me lleva a una tienda de pesca para que pueda comprar un regalo para Charlie y compro una caña de pescar hecha a mano y que por cierto es obscenamente cara. Edward la paga a pesar de mis protestas y me lleva de la mano hasta otra tienda para comprar más cosas.

Edward maneja hasta el aeropuerto y poco a poco conforme nos acercamos me pongo más nerviosa y más triste.

−Tranquila− me dice poniendo su mano sobre la mía. –Todo estará bien.

Estaciona el auto y me ayuda a bajar su maleta y la mía y no deja que le ayude. Oh… es tan fuerte… No es necesario que esperemos ni un segundo, pues a penas ponemos un pie dentro de la sala de esperas dan el anuncio por bocina de que el vuelo New York- Washington está listo.

Edward y yo abordamos el avión de primera clase a Forks. Respiro. Es la primera vez en mucho tiempo que regresaré a casa. Me gustaría imaginar que este avión en vez de ir a Washington va a Inglaterra. Tengo miedo, mi respiración es irregular y bastante sonora. Mierda. Bella, cálmate, cálmate.

Él sujeta mi mano y me da un beso.

−Estoy ansioso por hacer el amor contigo sobre el musgo de los troncos− susurra en mi oído. ¡Cristo! Su comentario me deja fuera de lugar. Y escenas diferentes de nosotros en el bosque pasan por mi cabeza como una película.

De pronto pienso que ir será genial. Siento emoción por ayudar a Charlie a poner el árbol y por darle los regalos que he comprado.

Me tranquilizo un poco y Edward me convence de que duerma un poco. Me pongo un antifaz y recargo mi cabeza en su hombro, antes de que me dé cuenta estoy profunda.

James me saluda a lo lejos, está justo en medio del prado al que íbamos cuando queríamos ser sólo nosotros. Me sonríe y me llama.

−Ven, princesa, ven.

Lo abrazo fuerte y él me besa el pelo.

−James− digo –Estoy tan feliz de que estés aquí…

−Te amo− espeta –No debí haberme ido.

Una lágrima resbala lenta y solitaria por mi mejilla y pronto estoy llorando.

− ¡No debiste haberte ido nunca!− reclamo − ¡TE EXTRAÑO JIMMY! ¡TE EXTRAÑO!

− ¡Cristo Bella! ¡Despierta!− Edward me zangolotea de un lado a otro y abro los ojos y siento la humedad de mi cara. Mierda. Estaba llorando. − ¿Qué ocurre?− pregunta con la voz en pánico.

Me incorporo y me limpio con la manga del suéter negro que me he puesto –Nada− contesto y me encojo de hombros –Es sólo… recuerdos− no digo nada más y él me deja a solas con mi silencio, pero no deja de mirarme inquisitivamente.

−Estaremos aterrizando dentro de cinco minutos− avisa con voz cautelosa.

Trago saliva y me convenzo de que todo irá bien. Es sólo Forks, es sólo Forks.

El avión pisa la tierra y Edward toma mi mano para salir. Cuando pongo un pie fuera del avión la conocida humedad fría del aire me invade los pulmones y respiro el aire puro.

−Demonios− dice Edward –Sí que hace frío, no lo recordaba así.

Evado su comentario. No quiero volver a tocar el tema de que él estuvo aquí y conoció a James… no quiero destapar discusiones, no ahora.

Nos dan las maletas y esta vez obligo a Edward a que me deje ayudarle. Tomamos un taxi y le doy la dirección de la casa de Charlie.

Maldita sea. Estoy temblando. Este lugar está lleno de recuerdos, reprimo el llanto cuando pasamos justo por el tramo de carretera en el que ocurrió el accidente. Mi mente me juega una mala pasada y creo ver sangre aún sobre el asfalto, incluso creo ver a James. Mierda. Para esto ahora, Bella.

−Todo irá bien− musita él –Cálmate, es sólo un lugar.

Asiento y aprieto fuerte su brazo.

El taxi estaciona frente a la casa de papá, mi casa. La luz de porche está encendida y la patrulla estacionada en el jardín. Suspiro y bajo del taxi seguida de Edward. Bajamos las maletas y caminamos hasta la entrada.

−Sigo pensando que hubiera sido mejor quedarnos en Nueva York− le recuerdo enojada.

Él aprieta los labios en una línea –Eso no pasará, Bella.

Toco el timbre y Charlie me abre con una cerveza en mano. Abre los ojos como platos al verme por un segundo, es claro que no esperaba verme y me pregunto por qué; él sabía que vendría.

−Pasa Bells− se hace a un lado −Edward− le estrecha la mano.

−Charlie− dice con alegría.

Me quedo parada en medio de la sala y miro alrededor. Todo está como cuando me fui, exactamente igual.

− ¿Qué tal ha ido el viaje?− pregunta.

−Bien, bastante bien. En realidad me que quedado dormida la mayor parte del trayecto− explico.

− ¿Hay algo que pueda ofrecerles? ¿Una cerveza?− pregunta − ¿Edward?− completa, aclarando que por su mente no pasa darme una bebida alcohólica. Sonrío ante su absurda protección paternal.

La casa no está decorada… creo que en realidad no recuerdo ver alguna vez la casa con adornos, pero el árbol está ahí con las esferas de colores que compró mamá cuando aún vivía aquí conmigo.

−Creo que sería bueno ir a dormir− anuncia Edward.

−Buena idea− me levanto del sofá y agarro una de las maletas.

−Hey− nos llama Charlie y ambos nos giramos a verle.

− ¿Pasa algo papá?− pregunto.

Él se levanta y parece incómodo, se rasca la cabeza –Verán… ¿no irán a dormir en la misma habitación, verdad?

Suspiro internamente. Mierda. No. Definitivamente no quiero pasar por esto.

−Papá… por favor. No hagas esto. Edward va a dormir conmigo, y tranquilo. Esta es tu casa y yo la respeto− Charlie parece calmado por mis palabras y asiente luego de un rato. –Hasta mañana, papá.

Él alza una mano a modo de contestación. Entro a mi cuarto y la puerta hace un leve chirrido. Huele a humedad y a encierro.

−Abriré la ventana. Huele un poco mal− espeto.

Edward coloca las maletas en el suelo y cierra la puerta con pestillo.

−Así que éste es tu cuarto…− camina por todo el pequeño lugar y pronto me convenzo de que su imagen de modelo de portada de revista no encaja con el entorno que le rodea. Se acerca a la pared y mira mis fotos y alza la vista y ve las del techo. −Vaya− dice –Sí que eres una aficionada.

Abro mi maleta y saco un pijama calentito y rápidamente me cambio. No estoy de humor para una ducha ahora, creo que inclusive estoy un poco deprimida. Este clima no me hace bien, nunca lo hizo.

Abro las cobijas y me envuelvo en ellas, mientras que Edward se cambia el pantalón por otro de chándal gris y una playera de manga larga, se acuesta a mi lado y me besa en la frente.

−Vas a estar bien− me anima y aprieto su brazo contra mí. Cierro los ojos y me envuelvo en su delicioso aroma.

OoO

No sé a qué hora es, abro los ojos porque siento cómo unos dedos acarician mi vientre.

− ¿Qué haces?− susurro alarmada.

Él me responde con una sonrisa traviesa.

− ¿Qué parece que hago?

−Edward no, le dije a papá que respetaría su casa y así será.

−Pero si nosotros somos casi un acto religioso digno de ver− responde con la más mínima vergüenza –Además, ya está dormido.

Suspiro –Edward, no podemos.

Parpadea −¿Me estás diciendo que no vamos a hacer el amor todo el tiempo que estemos aquí?− su voz es casi aguda y quiero tirarme a reír. Es demasiado cómico.

Le devuelvo la sonrisa traviesa –No cariño− lo beso –Me dijiste que me harías el amor sobre el musgo de los árboles, así que estoy esperando− contesto.

Traga y se le secan los labios –Supongo que puedo esperar una noche− me dice y entonces toma mi mano y la pone sobre su erección. Me sobresalto. –Estoy así por ti, nena.

De mis labios sale un suspiro entrecortado. Oh, mierda. No. Definitivamente esta será una noche muy larga.

OoO

Es costumbre que el cielo esté encapotado. No hay sol ni nada más que gotas de lluvia cayendo sobre todo lo que hay abajo.

Me levanto casi sin ganas… quiero quedarme en cama. Hace demasiado frío, todo es demasiado triste. Me abrazo más fuerte a Edward para conseguir calor.

−Como sigas así no me importará que tu padre esté ahí fuera− me advierte juguetonamente.

Mañana es la víspera de Navidad e intento que eso me anime un poco.

Edward y yo nos levantamos, nos metemos a la ducha –por separado−, nos vestimos y desayunamos y todo bajo la atenta mirada de Charlie. Niego con la cabeza. Papá se va al trabajo y me sorprende que ni siquiera hoy descanse, tuerzo la boca. Charlie trabaja mucho.

Él y yo nos quedamos solos en la casa y no encontramos que hacer.

−Deberíamos ir al bosque− propone.

Sonrío –Sí… ¡vamos!

Y no hace falta que lo diga dos veces. Nos ponemos unas chamarras y salimos de la casa, le dejo una nota a Charlie por si es que no hemos llegado cuando él esté de nuevo en casa.

Edward y yo fuimos a dar un paseo.

B

Salimos de la casa y doblamos hacia la izquierda, el bosque colinda con mi casa.

OoO

POV Edward.

Me encanta estar aquí, caminando por el bosque de la mano de Mi Bella, pero no puedo disminuir la preocupación de que de un momento a otro ella recuerde todo… Me recuerde a mí y a la primera vez que me vio en Forks, que recuerde que ella y yo nos besamos por primera vez en un bar mientras bailábamos… tengo pánico.

−¡Mira!− exclama y llama mi atención –Pasando el río queda un prado.

Me hala de la mano y cruzamos por encima de las piedras, caminamos un poco más y entonces entre los árboles se abre poco a poco un círculo de luz.

−¡Ahí está!

Me hace correr hasta allá y corre entre risas. Como ella ha dicho, es un lugar hermoso. El suelo parece tener un bello papel tapiz de hierba verde y fresca con flores de todos los colores. Ella se sienta y poco a poco se recuesta en el pasto, yo la imito.

Bella mira para el cielo y respira acompasadamente, de no ser por la hermosa sonrisa en su rostro diría que está dormida. Yo disfruto a su lado, admirando su paz. Este momento es de los pocos que ella y yo compartimos. Compartimos risas, peleas, celos, secretos, travesías y sexo… pero nunca verdadera paz.

Ella toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos. Cierro los ojos y me dejo llevar por el silencio.

−¿En qué piensas?− me pregunta luego de varios minutos. Quizás horas.

−¿La verdad?− contesto. Ella no responde, esperando que continúe.

Suelto el aire –En que debí haberte conocido antes− confieso.

Ella por fin abre los ojos y yo los míos, voltea a verme −¿Por qué lo dices?

−Porque mi vida hubiera sido más feliz desde antes. Todo ese tormento… carajo… debí haberte conocido en la preparatoria.

Su risa cristalina que alivia el dolor de mi alma sale a la luz.

−Hubiera sido imposible, mi cielo. Para empezar, tú eres varios años más grande que yo− se burla –Además, todo pasa por algo. Tal vez no hubiera sido lo mismo si me hubieras conocido en ese entonces− baja la vista y de pronto está triste –Quizás ni siquiera hubieras volteado a verme.

Enfoco mi vista. ¿Qué demonios está diciendo?

−Por supuesto que sí. Tú eres mi vida.

−Sí pero… quizás fue necesario que conocieras a Tanya primero.

Tardo un momento en entenderla y cuando lo hago quiero morir.

−¿Estás diciendo de que de no ser porque estoy tan jodido, no estaría contigo?

−Es obvio, creo. Nunca va a dejar de ser sorpresa para mí que te hayas fijado en mí en cuanto entré a tu oficina, aunque me digas que soy la más hermosa sobre la tierra. Quizás es que te cansaste de todas esas mujeres rubias, con buen gusto, con curvas y altas.

Me siento sobre la hierba –No puedo creer lo que estás diciendo. Me gustaste porque vi en tus ojos la pureza de tu corazón y lo limpio de tu ser.

−Exacto− exclama. –Te gusté porque me viste tan dócil y pura; porque tú de algún modo te sientes culpable por lo que le pasó a tus dos ex novias…− deja la frase en el aire –Y necesitas toda la redención que una persona como yo pueda darte.

El tiempo se detiene en esa frase. Mierda. No puedo creer que en verdad haya dicho eso.

OoO

POV Bella.

Listo. Lo dije. Es lo que siempre he sentido y he dejado que saliera. Antes de que me de tiempo tengo a Edward sobre mí, sujetando mis manos con una de las suyas y acariciando el perfil de mi rostro con la otra.

−Estoy jodido, lo sé− susurra –Pero así no lo estuviera yo estaría contigo otra vez. Así renazca mil veces volvería a enamorarme de ti.− cierra los ojos –Te hubiera buscado por todo el mundo si tan sólo hubiera sabido que existías… pero el destino fue demasiado bueno conmigo y tú caíste en mi oficina, y te convertiste en mi obsesión y luego en mi vida. Te amo, Isabella Swan. ¿Puedes entenderlo? Le daría la espalda al mundo por ti. Tú me vuelves loco, mi imperio de control se va al carajo cuando estás a mi lado. Te amo. Nunca vuelvas a decir semejante idiotez.

En su voz percibo el enojo. Yo también sé que no ha sido bueno que lo haya dicho… tal vez es que Forks me pone así.

−Lo siento… yo no sé qué pasó− veo su rostro, tranquilo y hermoso –Bésame− pido.

Sus labios presionan sobre los míos lentamente y su lengua arremete en mi boca, acariciándome y dándome la seguridad que necesito.

Como siempre sucede, el beso cada vez en más demandante, más carnal y febril.

−Te necesito…− murmura contra mis labios.

−Y yo a ti− jadeo.

Acaricia mi labio inferior y lo succiona un poco, acaricia mis costados y sube mi suéter.

−Me fascina tu piel. Es tan suave…

No puedo creerlo. Vamos a hacerlo aquí… ¡en el prado! ¡En medio del bosque!

Se inclina y besa mi vientre, me retuerzo.

−Quieta− ordena.

Una lenta tortura comienza en mi estómago y sube a mis pechos. Ni siquiera siento el frío sobre mi piel, es como si el Sol más radiante se hubiera puesto sobre nosotros. Me besa las comisuras de los labios y me acaricia el cabello, sus manos viajan por todo mi cuerpo y una de ellas desabrocha mis jeans, mete una mano entre mis bragas y desliza un dedo dentro de mí.

Jadeo –Edward.

Me dejo llevar por las sensaciones. Estoy tan excitada que estoy a punto de correrme. Hecho la cabeza hacia un lado y cometo el error de abrir los ojos; y entonces…

− ¡James!− exclamo y no sé cómo me levanto y me abrocho el pantalón.

− ¡Mierda, Bella! ¡Qué carajos!− reclama Edward.

No contesto. Parpadeo muchas veces en lugar de eso y enfoco la vista. No puede ser, no puede ser. ¿Estoy volviéndome loca? Él estaba ahí… de pié mirándome. ¿Cómo ha podido ser? Mierda, mierda, mierda.

−Bella− Edward me abraza por los hombros − ¿Está todo bien?

Niego con la cabeza y me giro –Lo vi, Edward. Te juro, lo vi.

Me abraza –Ya está bien nena. Él está muerto… te lo has imaginado.

Presiono mi cabeza contra su pecho − ¿Estoy volviéndome loca?

−No. Claro que no, es sólo que… creo que éste lugar no te sienta muy bien y a mí tampoco. Tú no lo has superado del todo.

−Perdóname. Yo… no puedo− contesto − ¿Podemos irnos?

Sonríe –Claro.− me toma la mano para comenzar a caminar.

OoO

Cuando Edward y yo volvemos del prado la noche ya está cayendo. Espero que Charlie no se preocupe.

−Deberíamos de ir a comprar las cosas para la cena de Navidad− digo cuando estamos en el porche de la casa. La patrulla de Charlie ya está aquí.

−Me parece bien− sonríe y me abre la puerta para pasar yo primero.

Papá está viendo el béisbol, tomando una cerveza.

Lo saludo –Hola, papá.

−Hola, Bells. ¿Qué tal ha ido?

−Bien− digo simplemente. Él asiente.

− ¡Oh! ¿Te gustaría que te preparara algo de comer?− digo preocupada.

−No. He ido a comer con unos compañeros del trabajo. Estoy bien.

Me relajo, pero me siento culpable. ¿Cómo se me ha podido olvidar?

−Er… Edward y yo iremos al supermercado a comprar algunas cosas. ¿Necesitas algo?

−No.− dice –Vayan tranquilos.

Tomo las llaves de mi camioneta, que están en la alacena, Edward y yo nos damos la media vuelta y volvemos a salir por la puerta.

Mi camioneta está a un costado de la casa, la hierba ha crecido alrededor de ella y ahora parece parte del paisaje.

− ¿Vamos a irnos en esa cosa?− Edward parece molesto.

Tuerzo la boca –Bueno… sé que no es como los autos deportivos a los que estás acostumbrado pero siempre ha funcionado bien.

−No es por eso. Es por tu seguridad. Podríamos matarnos.

− ¡Para nada! ¡Anda, sube! ¡Yo manejo!

Él bufa.

− ¿Qué pasa?− pregunto − ¿Le tienes miedo a las mujeres al volante?

No me dice nada y a regañadientes sube a mi querida furgoneta.

Enciendo el coche y hace el vergonzoso y ruidoso sonido de siempre. Me sonrojo.

Piso el acelerador y pongo primera velocidad. Así está bien.

OoO

Tardamos casi media hora en llegar a Wal-Mart, un recorrido que podríamos haberlo hecho en quince minutos.

Edward no vuelve a sacar el tema de lo que pasó en el prado y lo agradezco. Quiero pensar las cosas por mi cuenta, pero por el momento no. Tal vez cuando volvamos a Nueva York.

Tomo un carrito de compra y ambos comenzamos a pasear entre los pasillos. Pasas, uvas, pavo, carne… y todo lo demás. En poco tiempo el carrito ya está a rebosar.

−Creo que ya tenemos todo− anuncio.

Vamos a la caja de cobro y comienzo a poner las cosas.

−Nos faltó el vino− me dice él. –Veré si puedo conseguir algo bueno.

Edward regresa con expresión satisfecha con una botella de vino en mano mientras yo pongo el pavo sobre la caja para cobrarlo. ´

Me ajusto más la chamarra a mi cuerpo. Se me había olvidado cuánto frio hacia en Forks.

La cajera está a punto de llenar una cubeta entera con saliva si sigue viendo a Edward. ¡Por favor! Mi lindo y hermoso novio me ayuda a cargar las bolsas.

A lo lejos cinco cajas en frente de la mía veo de espaldas una figura corporal ancha y morena… conocida.

Entonces lo veo y no lo creo.

¿Qué hace Jacob Black aquí? Trato de empujar a Edward hacia la salida para evitar que lo vea, pero ya es tarde.

− ¡¿Qué hace el idiota de Black aquí?!− grita.

Oh no…

Pongo una mano sobre su pecho –Edward, vámonos− pero ya es tarde.

−Hola, Bella.− llega él y me saluda con alegría. –Señor, Cullen. Qué gusto.

Siento el gruñido de Edward en su pecho.

− ¡Se acabó Black!− me hace a un lado con un movimiento suave y se lanza hacia Jacob, lo toma por el cuello de la camisa. − ¡Cuándo, maldita sea! ¡Cuándo vas a dejarnos en paz!− la cara de Jacob es increíblemente serena y no lo entiendo. La gente ha dejado de hacer sus cosas para dedicarse a mirar el espectáculo.

−Edward, déjalo, por favor.− pongo mi mano en su brazo para tranquilizarlo.

Él se calma, respira y le quita las manos de encima. Entrelaza su mano con la mía.

−Jacob, lo siento por esto. Adiós− le digo sin esperar que me conteste nada y empujo el carrito.

Llegamos a la camioneta y comienzo a poner las compras en la parte de atrás.

−Bella, lo siento. Yo…

−Está bien− digo rápidamente, me subo al auto y lo enciendo. Edward se sube del otro lado.

−Por favor, no te enfades.

−No lo estoy− miento.

OoO

Cuando llegamos a casa Charlie está en el sillón viendo la tele todavía.

−Ya llegamos papá− aviso.

− ¿Qué tal fue?

−Bien. Trajimos todo para la cena de mañana.

Comienzo a sacar las cosas de las bolsas y a acomodarlas en su lugar.

− ¿Puedo ayudarte?− me pregunta Edward.

−No− digo seca –Yo puedo hacerlo sola.

Él se sienta en una de las sillas de la cocina y se dedica a verme.

Termino de guardar las cosas en la alacena y en el refrigerador, enciendo la estufa y coloco la sartén mientras pico el pollo y las verduras, pongo un poco de aceite y pongo a cocinar todo. Limpio la cocina y lavo los platos y todo esto bajo la atenta mirada de Edward.

−Serías una excelente ama de casa− susurra sólo para que yo pueda oírlo. Me congelo un momento en mi lugar y decido ignorar su comentario.

Voy a la sala a preguntarle a Charlie si quiere del salteado que he hecho. Me responde que está muy cansado y que cree mejor irse a dormir, pero sé que intuye que Edward y yo tenemos una discusión muda y que es mejor quedarse fuera de eso.

Sirvo en platos el salteado y le doy uno a Edward. Se lleva un trozo a la boca.

−Está rico− pero al decirlo creo que no habla del pollo.

Me siento frente a él y comienzo a comer, vaya, sí que tengo hambre.

− ¿Sigues enfadada conmigo?

−La verdad sí− contesto. –No puedo creer lo que has hecho.

−Black me tiene harto. ¿No lo ves? Nos ha seguido hasta aquí.

Pongo los ojos en blanco –No puedo creer que lo estés diciendo. Él me dijo que vería a su familia en navidad, tal vez él tenga familia aquí.

−Eso es una coincidencia absurda, como también lo fue que él se apareciera justo en el momento en el que te estaban atacando en la calle.

−Me salvó, le estoy agradecida por eso. Él es un buen amigo, estuvo conmigo cuando− tuerzo la boca –Cuando Rachel llegó a tu departamento y pensé que todo había acabado. Él tiene el derecho de viajar a cualquier parte del mundo.

−No es una coincidencia, Bella. Espero de verdad que alguna vez lo entiendas; él te quiere a ti y yo no dejaría nunca que te apartaran de mi lado. Primero le doy la empresa y mi vida antes que a ti.

−Escucha, sé que él no te agrada, pero creo que es momento de dejar esa loca paranoia que tienes. Yo te amo a ti, vinimos aquí para pasarla bien con mi papá y Jacob es sólo un amigo que se apareció por aquí por coincidencia, aunque no creas en ella. No quiero pelear contigo porque sólo Dios sabe en qué acabará todo esta vez.

−Me tranquilizaré si eso es lo que quieres. Perdóname.

Asiento feliz, recojo los platos y los lavo.

− ¿Nos vamos a dormir?− pregunta cuando he acabado con todo.

−Sí.

Subimos las escaleras mientras pienso en que tengo que hablarle a Alice para que me informe sobre "el asunto".

Edward se recuesta en la cama mientras yo saco mi cepillo de dientes y mi pijama y voy al baño. Cuando regreso Edward se ha cambiado de ropa y está profundamente dormido. Decido que es un buen momento para marcar a Nueva York. Son las diez de la noche aquí en Forks por lo que calculo que en New York es la una de la mañana, tal vez sea un poco tarde pero estoy segura de que Alice estará despierta.

Bajo las escaleras de puntitas y descuelgo el teléfono de la cocina. Todo está a oscuras, completamente a oscuras.

−Aló− dice la voz cantante de mi amiga.

−Alice− susurro –Habla con voz baja por favor− pido.

−Belli− murmura − ¿Qué pasa?

− ¿Qué has averiguado con respecto a eso?− me siento completamente nerviosa. Edward podría bajar en cualquier momento y descubrirme.

−La tía Anne ha llegado a casa desde ayer− me informa ella –Y… pues la verdad pareció más desilusionada de lo normal cuando Esme le dijo que Edward había salido de la ciudad.

− ¿Ha pasado algo más?

−La verdad es que no. Anne es muy normal en general.

− ¿En general?− repito –Vamos Alice, dime todo, no me des largas que no tengo tiempo.

−Bueno… ella preguntó la razón por la cual su "querido sobrino" no estaba en casa, y cuando Carlisle le dijo que había viajado a Washington para pasar la Navidad en casa del padre de su novia ella pareció muy molesta. Dijo que seguro la novia de Edward no lo merecía, pero eso fue todo. Seguro que dice lo mismo de los novios de todos sus sobrinos.

Alzo una ceja, aunque sé que ella no puede verme − ¿Se ha referido a ti así, Alice?− pregunto.

−No− acepta –Pero hasta ahora es lo único que ha pasado. ¿Puedes decirme ahora por favor porqué tanto misterio con la tía de Edward?

−Te lo diré luego cuando mis sospechas se confirmen Alice. Ahora tengo que irme. Y gracias… otra vez.

−Hasta luego amiga. Feliz navidad− me desea.

−Igual, Ali. Besos.

Cuelgo el teléfono y me doy la vuelta, pero pego un enorme brinco cuando una sombra está frente a mí.

− ¿Qué hacías?− pregunta.

Ay no… mierda, mierda. Blancanieves se muerde el labio.

−Nada. Le he llamado a Alice para preguntarle por cómo va todo− No hay mejor mentira que una disfrazada con un poco de verdad. Él parece creerme. se acerca hacia mí y me besa.

−Edward− lo separo de mí − ¿Qué haces?

− ¿Qué parece que hago?

Me besa el cuello y muerde. Cierro los ojos y hecho la cabeza para atrás.

−No podemos. Mi papá puede bajar…

−No lo hará. Solo guarda silencio.

En tiempo récord él se baja el pants y mis bragas están en mis tobillos. Me alza y hace que me envuelva en él, pone una mano sobre mi boca y entra deliberadamente en mí. Él ahoga mi gemido.

−Estás tan cálida…

Empuja una vez y gime, así que tapo su boca con mi pequeña mano. Me veo envuelta en su aroma y en su cuerpo cada vez que arremete contra mí. Esto es el cielo… o así es como debería de ser.

Él no puede hablar ni yo tampoco, por lo que nos dedicamos a sentir. Se desliza con facilidad dentro de mí y me acaricia por dentro. Me vuelve loca, me acerca al orgasmo y luego se detiene para volver a hacerlo.

Me agarro fuerte de su cuello mientras mi cuerpo golpea contra la pared. Y entonces me acerca de nuevo y no puedo aguantarlo más. Me corro una y otra vez y él conmigo. Tratamos de no hacer ruido, pero es como cuando tratas de acallar el amor de dos amantes. No puedes.

Me deja en el suelo y me acomodo la ropa, él me sonríe y me toma la mano.

−Así estoy mejor− me dice.

−Oh, señor Cullen− finjo molestia − ¿Es que acaso no puede estar sin sexo?

−Claro que si− contesta –Sin embargo no puedo estar sin ti.

Se me derrite el corazón. Oh. Él siempre sabe qué decir para tenerme a sus pies.

Subimos a mi habitación y por fin podemos acostarnos a dormir. Me abrazo a su cuerpo y él se abraza a mí como una hiedra. Beso su rostro y me lo imagino de niño. Mi niño Edward.

OoO

Margaret Jay, o Maggie, como sus amigos y personas cercanas la conocen. Era una buena hija, estudiante promedio y fanática de las fiestas. Pero todo eso se había acabado una noche… una noche en la que juró guardar un secreto que cada día pesaba más y más en su conciencia.

Flashback:

Maggie se ajustó la chamarra a su cuerpo mientras esperaba con paciencia a las afueras del restaurante donde trabajaba. Mira a su reloj y hace una mueca de disgusto. Se suponía que hacía media hora su novio debía pasar por ella.

"Ya verás lo que voy a hacerte… ya verás…" pensaba.

Pero los minutos siguieron pasando… y nada. Saca su celular y le deja otro mensaje.

A las nueve de la noche las luces del carro gris modelo ´70 de su novio iluminan la calle.

Maggie abre la puerta y se sube muy molesta.

Ya era hora- dice -¿Sabes lo que van a decirme en mi casa cuando llegue? ¡Te dije que no me gusta que llegues tarde! Me hubiera ido en un taxi pero no traigo dinero, maldita sea.

Pero se percata de que ni una voz le replica su mal humor. Se da la vuelta y mira al chico al volante.

 ¿No vas a decir nada?

Pero le responde el silencio. Comienza a preocuparse. Su novio voltea a verla.

 ¿Estás llorando?- pregunta ella incrédula  ¿Qué pasó? Jake, respóndeme.

El chico moreno voltea a verla.

Hice algo muy malo, Maggie- susurra. -Júrame que no le dirás a nadie.

Fin Flashback.

Jacob le había hecho jurar que pasara lo que pasara jamás dijera ni una sola palabra de lo que pasó esa noche. Y si había guardado silencio no era por amor o algo parecido, era por miedo. Sabía que si algún día decía la verdad entonces su vida se iría al caño y jamás podría salir de ese estúpido pueblo.

Tenía varios meses sin ver a Jacob. Ya no eran nada, por supuesto. Él había roto la relación el día en que se fue a Nueva York, y eso era algo que Maggie agradecía… pero a la vez odiaba.

Ella tenía que quedarse atrapada en Forks guardando silencio, ¿por qué él sí podía irse? Después de todo el culpable era él y ella… ella era una especie de cómplice.

Tenía que encontrar la forma de sacar provecho de la información que sabía, y ahora era el momento. Había escuchado que Jacob había vuelto a La Push a pasar la Navidad. Sabía que su visita le sería un buen regalo a todos.

OoO

Anne está sentada en la sala de su hermana, la fiesta continúa.

Hay música puesta, y sus sobrinos cuentan chistes y los abuelos cuentan historias y todos son felices. Pero ella no. Había vuelto de su exilio solamente para ver de nuevo a su sobrino favorito, Edward. Pero qué desagradable había sido cuando se encontró con que él no estaría en Navidad y aún más desagradable cuando se enteró de que él tenía novia.

Pero confiaba en que ella era más hermosa que nadie y confiaba en el amor que alguna vez Edward le había profesado. Había regresado por Edward y no se iría sin él.

OoO

Canción: You've got The Love

Artiste: Florence and the Machine

Dejen sus comentarios y vayan al Blog para ver el adelanto: amywelchfanfic.blogspot.com

Un beso.

Amy W.

Capítulo 22: Serpiente, Hiedra Y Tinta Azul Capítulo 24: Sálvame

 
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