Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 82988
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 38: Solo Tu y Yo

Después de un breve viaje en avión en el que aprendí que era un island jumper, fuimos transportados por un sedán hacia una cabaña privada con techo de paja, no un hotel. Me giré para enfrentar a Edward.

— ¿Es en serio? —sonreí.

— Solo quiero lo mejor para mi nena.

Salté a sus brazos, abrazándolo con fuerza.

Este lugar era un paraíso. Aislado y romántico. Dudaba que alguna vez quisiera irme.

El botones nos dejó solos con nuestras maletas en la cabaña con sólo el suave sonido del chapaleteo de las olas acompañándonos. Había una cama grande en el centro de la habitación con ropa de cama mullida, dos mesitas de noche, y un sofá en frente de la habitación. Muy simple, sin embargo hermoso y elegante. Me dirigí a la puerta que llevaba al otro extremo del espacio con Edward detrás de mí.

El tocador de baño y una pequeña sala para el inodoro estaban adentro, pero la ducha estaba afuera. Piedras grises pizarra apiladas a más de la altura del pecho proporcionaban algo de privacidad de la playa más allá, y el cabezal de la ducha en forma de cascada colgaba desde el centro del techo.

Era absolutamente un paraíso. Con la calma apacible de las aguas color turquesa lamiendo la orilla y una constante brisa de océano para mantener la cabaña cómoda, todo era como imaginé que un paraíso del pacífico sur sería.

Durante el viaje, era como si ambos estuviéramos trabajando extra por ser la pareja perfecta, sin dejar que la advertencia de Tanya nos persiguiera o molestara en nuestro tiempo juntos. Por diez días, yacimos en hamacas en la playa y nos bronceamos hasta que estuvimos de un oscuro color dorado, a pesar de nuestros mejores esfuerzos por embadurnarnos de protector solar. Nadamos, comimos mucho, y bebimos cócteles al atardecer. No hubo teléfonos, televisor, ni internet. Solo nosotros. Por mucho que traté de ignorarlo, no podía evitar sentir como si el reloj corriera, marcando nuestro tiempo juntos. Me pregunté si Edward sentía lo mismo. Él era extra dulce y atento.

Mi ciclo menstrual hizo acto de presencia, así que pasé toda la semana inflamada y luchando contra los antojos de chocolate. Edward fue increíble, masajeando mi espalda, ordenando postre incluso cuando insistía que no lo necesitaba, dejándome dormir, y generalmente siendo el novio más sensible del mundo.

Casi todas las mañanas después de despertar tarde y comer un ligero desayuno en nuestra habitación, caminábamos directamente por la puerta principal hacia la arena para meternos en el agua de mar caliente para nadar por la mañana. Pero esta mañana, Edward se giró hacia mí, alisó el cabello que tenía en mi rostro y me observó como si estuviera fascinado.

Me miró como si algo grande estuviera en su mente, pero por el momento se quedó en silencio, solo acariciando mi mejilla, pasando los dedos por mi cabello y observándome.

— ¿Dormiste bien? —le pregunté, finalmente.  

 

 

 

Edward

 

 

 

Bella me observaba con curiosidad mientras yo pasaba los dedos por su largo cabello sedoso. — ¿Dormiste bien? —preguntó finalmente.

— Bien. —Asentí. 

La verdad era que no había dormido una mierda anoche. Me quedé despierto pensando en la verdadera posibilidad de que el bebé de Tanya fuera mío. ¿Podría realmente darle la espalda a ella y al bebé? Al crecer sin una figura paterna, juré que nunca sería un padre ausente. Y entre más tiempo pasaba con Bella, más comenzaba a preocuparme lo cercano que nos volvíamos. Pensamientos de Tanya y el bebé pesaban en mi mente. De alguna manera, ver su vientre redondo esta semana lo hizo más real. No se podía negar que estaba mucho más grande. Realmente, había un bebé creciendo allí.

— ¿Pasa algo? —preguntó Bella, arrugando la frente mientras me observaba. No respondí durante un buen rato y Bella presionó su palma contra mi mejilla. 

— Todo está bien —logré decir—. Probablemente es tiempo de regresar a la realidad.

— Supongo que debemos. —Se acercó más y se estiró—. Esto ha sido perfecto —Frotó las manos sobre mi pecho desnudo, ausente, como si su cuerpo le dictara que tocara mi cuerpo cada vez que pudiera—. Será casi Acción de Gracias para cuando lleguemos a casa.

— Supongo que lo será. —Era casi Acción de Gracias, aunque no lo sabrías debido a los cuarenta grados balsámicos a los que nos habíamos acostumbrado en Fiji.

— ¿Qué vas a hacer para Acción de Gracias? —preguntó.

— Ah. . . nada, lo más probable. El año pasado mi ama de llaves, Magda, me trajo algunas sobras. El año antepasado estuve en Brasil para una sesión.

— ¿Entonces no estarás con tu mamá en Australia?

— No. Probablemente no. No hemos hablado de nada. Y ellos no celebran el día de Acción de Gracias americano en Australia. ¿Estás planeando ir a Tennessee?

— Sí. ¿Te gustaría. . . venir a casa conmigo? —Podía leer la indecisión en sus ojos. Me pregunté si estaba preocupada por llevarme a casa tan pronto, o si se preocupaba porque no le cayera bien a sus padres.

— Si me quieres allí, por supuesto iré.

Sus ojos brillaron. —Podrías conocer a mi familia, ver de dónde vengo.

— Me encantaría eso.  —Llevé su mano a mi boca y presioné un beso en sus nudillos. Todo acerca de mi relación con Bella era territorio desconocido para mí, pero no me importaba. Supongo que averiguaríamos si me llevaría bien con sus padres. No era su mamá quién me preocupaba, estaba casi seguro que podía ganármela. Era su padre que me tenía nervioso. Y era el sur. ¿Acaso no era allí donde disparaban primero y preguntaban después?

 

 

 

 

* * * *

 

 

 

Siempre supe que Bella había crecido de manera diferente a mí, pero esto no era lo que me había imaginado. Estacioné el auto de alquiler en el camino de grava que Bella señaló y apagué el motor. Sus padres vivían en un viejo remolque con la puerta delantera torcida y un parche descubierto de tierra donde la hierba había sido pisoteada a través de los años.

Miré a Bella. Se mordía el labio nerviosamente, observando mi reacción.

Agarré su mano, enlazando nuestros dedos. — ¿Lista, nena?

Me dio un leve asentimiento y bajamos del auto.

La grava crujió bajo mis botas, la seguí hacia la puerta principal. Ella no me había dicho mucho sobre sus padres, sólo que su mamá, papá y hermano menor estarían aquí para Acción de Gracias. Realmente, no había tenido la experiencia típica de conocer a los padres de mi novia, así que no sabía qué esperar. La puerta se abrió cuando estábamos cerca y la mamá de Bella salió disparada a lanzarse a los brazos de Bella. Se abrazaron, sollozaron y hablaron con voces animadas mientras me quedé allí inútilmente sosteniendo la maleta de Bella y mi bolsa de lona.

Abrazó a su papá, luego saltó a los brazos de su hermano, llamándolo “Bubba”. Él sacudió la cabeza y su mamá se inclinó para explicarme que ese había sido su sobrenombre desde que él nació. Bella tenía dos años y no podía decir Jasper.

Su mamá tenía el cabello largo de color marrón como Bella con algunos hilos de plata en la trenza que colgaba por su espalda. Tan pronto como ella liberó a Bella y se limpió las lágrimas de sus mejillas, se giró para hacerme frente. No podía imaginar un regreso a casa tan emocional con mi propia madre. La última vez que fui a visitarla hace dos años, ni siquiera se molestó en irme a recoger al aeropuerto. Envió a un chófer, con la excusa de que tenía una cita para la manicura.

— Santo cielo, hija. Él es más caliente que el mes de julio.

— Mamá —la regaño Bella, volviéndose rosa mientras su mamá me miraba de arriba a abajo—. Ella es mi mamá, Renée.

— Hola, Sra. Swan. —Antes de que tuviera tiempo de decidir entre darle un apretón de manos y un abrazo, se me lanzó encima. Envolviendo los brazos alrededor de mi cintura, me dio un fuerte abrazo mientras yo le daba una palmadita en su espalda bajo los ceños vigilantes del padre de Bella y su hermano.

Aclarándome la garganta, Renée finalmente me liberó y dio un paso atrás. Crucé el frente degradado del porche y extendí la mano. 

— Sr. Swan, es un placer conocerlo. Gracias por invitarme. —Nunca en la vida me había sentido tan escrutado, incluso cuando me pavoneaba en las pasarelas vestido con casi nada. Sentía la intensidad de las miradas otorgadas por los hombres en la vida de Bella.

Bella se interpuso entre nosotros. —Este es mi papá, Charlie, y mi hermano, Jasper. —Ellos seguían mirándome—. Papá —dijo ella entre dientes, y su padre lentamente levantó la mano para estrechar la mía. 

— Bienvenido a Tennessee.

La sonrisa relajada que alcanzó la boca de Bella me dijo que ella había estado más preocupada por la reacción de su padre de lo que había dejado ver. Su hermano aún me miraba con el ceño fruncido. Jasper era de mi estatura y pesaba más de su cuota justa de tiempo en la sala de pesas. A juzgar por su postura tensa y expresión, estaba considerando la posibilidad de desafiarme a una lucha libre en el patio delantero.

Un enorme perro negro salió disparado de la puerta principal y se lanzó hacia mí. Su hocico me golpeó de lleno en las pelotas. 

— Ompf —Me doblé cuando el aliento salió de mis pulmones. 

— ¡Rex! —Bella lo jaló por su collar, desalojando con éxito la bestia de entre mis piernas. Levanté la mirada para ver a Jasper sonriendo por primera vez.

— Buen chico, Rex.

Bella lo codeó en sus costillas.

— ¿Qué? Él solo estaba siendo protector, Bells.

— Está bien —espeté. Mi voz muy alta y mis bolas doliendo pero tomé el golpe como un hombre. Me enderecé y sentí mis bolas descender a su lugar apropiado.

Joder, eso dolió. 

— Entra, Edward —dijo Renée—. Puedo conseguirte algo para tus. . . —Sus ojos se dirigieron hacia mi entrepierna.

Bella dejó escapar un gemido.

— Estoy bien. De todos modos, gracias.

Renée puso su mano en el hueco de mi brazo y me llevó adentro. —No es mucho, pero es un hogar.

El interior del remolque era estrecho y oscuro y el suelo crujía bajo mis pies, pero se veía cómodo y hogareño.

— Fue muy amable de su parte invitarme. —Dejé que me guiara a la pequeña habitación frontal que tenía un sofá a juego y un sofá de dos plazas de pana de un color azul bebé. No pasé por alto que tuve que pasar por el gabinete de armas bien dotado en mi camino al sofá. Estaba seguro que Charlie lo diseñó de esa manera.

Me senté en el centro del sofá más pequeño, Bella a un lado y Rex esperando sentarse en el otro. Se sentó allí como un gran perro, mirándome. Era claro que iba a tener que trabajar para ganarme a los hombres Swan. Perro incluido. Su mamá nos entregó vasos de té dulce y se sentó frente a mí y Bella. 

— Entonces Edward, háblanos de ti.

— ¿Qué le gustaría saber?

Jasper se acomodó en el sofá al lado de su madre y Charlie se hundió en un sillón desgastado en frente del televisor.

— Bueno, Bella nos dijo que eres modelo —ofreció su mamá.

Charlie rodó los ojos y ahogó un quejido. No era una profesión que él respetara. Al menos no para el hombre saliendo con su hija. 

— Sí. He estado modelando desde los diecisiete años. Lo disfruto. He viajado por todo el mundo y conocido muchísima gente interesante. En realidad es como conocí a Bella.

Su madre sonrió, al parecer complacida. Después de unos minutos de charla ociosa, Renée dijo:

— ¿Bella por qué no pones las maletas en tu habitación? Dormirás en tu vieja habitación y Edward puede dormir con Jasper, o dormir aquí en el sofá.

— El sofá estará bien, ¿cierto Edwin? —dijo Jasper.

¿Edwin? Vale ese era mucho peor que Eddie, al parecer de verdad tendría que esforzarme para ganarme a los hombres Swan.

— Jas. . . — le advirtió Bella, pero antes de que Bella dijera algo más conteste: 

— Sí, claro. —No me había dado cuenta que no dormiría con Bella. Ella me dio una mirada de simpatía que decía que lo había sabido todo éste tiempo. Quería reservar un hotel para nosotros pero el más cercano estaba a quince kilómetros de distancia y Bella dijo que sus padres se ofenderían si no nos quedábamos con ellos.

Segundos después, Bella fue a la cocina a ayudar a hornear pasteles y me quedé sentado allí con un perro que parecía listo para atacarme y dos hombres que me observaban como alguna clase de especie peligrosa e impredecible. Le eché un vistazo a la escopeta montada en la pared del comedor. Sí, estaba jodido.

En realidad no lo estaba, considerando que no compartiría una cama con Bella. No era que iba a follarla bajo el mismo techo de su padre de todas maneras, pero un poco de cachondeo hubiera estado bien. No podía resistir hacer correr a Bella. Sus mejillas sonrojadas tan bonitas y esos gemidos entrecortados que hacía eran tan sexys.

Mierda. No podía estar pensando en eso ahora mismo. No mientras que el papá de Bella parecía listo para despellejarme vivo. Bella salió de la cocina con un delantal rosado con volantes atado alrededor de su cintura y su cabello torcido en un moño. Con las manos cubiertas de harina, se inclinó para presionar un beso en mi mejilla. 

— ¿Estás bien saliendo con los chicos, cariño?

Me reí entre dientes al escuchar su acento sureño que se estaba haciendo más pronunciado por estar cerca de su habladora madre. 

— Estoy bien. Disfruta. —A ella claramente le encantaba estar en casa. No había visto su sonrisa tan brillante antes.

— Bueno, ¿debemos hacerlo? —preguntó Charlie, frotándose las palmas.

Miré de él a Jasper, tratando de entender lo que se proponían. Era tentador ver el balanceo del culo de Bella mientras se paseaba de nuevo a la cocina pero me mantuve enfocado. El hombre ya me odiaba.

— Vamos a salir de caza. Tenemos que conseguir un pavo para mañana. 

Mierda. Esto sería interesante.

 

 

 

Bella

 

 

 

Edward lucía atónito al oír que estaría yendo a cazar con mi papá y mi hermano, pero saltó del sofá aparentemente animado para una aventura.

Mi mamá se precipitó fuera de la cocina, evaluando los chinos³ de diseñador y la camisa abotonada de Edward. 

— Tu ropa es demasiado bonita para ir retozando alrededor del campo. Bella, ve y trae los Wrangler viejos de tu papá.

Oh. Mi. Dios. Mi mamá estaba oficialmente demente. ¿Realmente pensaba que Edward estaría cómodo con un par de los viejos Wrangler de mi padre? Me quería morir. En serio, cerré mis ojos y recé silenciosamente para que el suelo en el tráiler pudiera milagrosamente abrirse y tragarme entera.

— Estoy bien Sra. Swan. Aunque gracias —dijo Edward, educadamente negándose a su petición.

— Oh, llámame solo Renée, cariño.

Edward asintió. 

Y después vi como Edward se alejaba con los hombres en el antiguo camión de Jasper y una ola de nervios me golpeó. Me pregunté cómo le iría a solas con mi papá y mi hermano. Pero mi mamá me puso una bolsa de diez libras de patata delante y supe que pelándolas con el viejo cuchillo sin filo de su antiguo bloque de cuchillos sería la distracción perfecta.

Sabía que mi vida familiar era muy diferente a la de Edward. Sólo podía esperar que le fuera bien con mi papá y Jasper. Y cazando nada menos. Allí donde había armas de fuego. 

— Así que Edward, ¿quiere casarse y tener niños? Tiene un estilo de vida muy poco convencional, cariño. —Mi mamá era nada más que directa.

— Uh. . . no estoy muy segura. No hemos hablado de eso. —Aparte de mi elocuente perorata borracha diciéndole que haríamos niños bonitos. Sin embargo, ese era un maldito hecho de vida. Cualquier bebé con su ADN serían unos ejemplares impresionantes. Superior en todos los sentidos, estaba convencida. Pequeños bebés con sus hermosos ojos verdes y su cabello broncíneo, sip, sería maravilloso. 

Mi mamá abandonó el cortar un montón de cebollas y se volvió hacia mí. 

— ¿Cómo podrían no haber hablado de eso? Ustedes están saliendo bastante en serio. . . tú no eres de sólo traer un hombre a casa, Isabella Swan.

Ella estaba en lo cierto, por supuesto. Nunca había traído a casa un hombre para un día de fiesta como este antes. Y me sentía diferente con Edward. Lo quería en mi futuro. Supongo que parte de mí estaba asustada sobre su posible bebé con Tanya y su relación, incluso si ahora era profesional. Sobre todo me preocupaba que pudiera no querer la vida simple que había imaginado para mí desde que era una niña. Una casa en la calle de mis padres, grandes vacaciones familiares, horneando pasteles con mi mamá y un día mi pequeña niña. El sentimiento amargo en la boca del estómago rodó con malestar. 

— No tenía donde ir para Acción de Gracias. Su mamá vive en el fondo de Australia. No quería que comiera comida china para llevar.

Su mirada de preocupación me dijo que probablemente estaba loca, leyendo demasiado en nuestra relación.

Una lágrima errante cayó de mi ojo.

— Oh cielo, ¿qué pasa? —preguntó.

— Nada, son sólo esas malditas cebollas —mentí, mirando a la pila de cebollas picadas en el mostrador. El peso de sus preocupaciones sobre Edward quemaba como ácido en mi estómago. ¿Cómo me había permitido enamorarme de alguien tan equivocado para mí? El único razonamiento que pude encontrar era que nunca fue una opción.

Amaba a Edward Cullen y no era algo que alguna vez planeé hacer. Señor, sabía que mi familia y amigos me advirtieron sobre los apego emocionales. Pero tenía cero control en cuanto a él se refería.

Tenía dos opciones: Disfrutar el paseo por el cual valía la pena y aceptarlo a él y sus limitaciones o seguir sin él.

No era una opción. No le daría la espalda. Mi corazón, mi cuerpo, todo mi ser lo anhelaba como una droga.

Su expresión se suavizó. —Está bien. Sabes que tienes mi apoyó y a lo que sea que te haga feliz. Solo quiero estar segura de que estas siendo cuidadosa con tu corazón esta vez.

Arrojé las patatas dentro de la olla con más fuerza de la necesaria. —Lo hago, mamá.

Por supuesto, sólo estaba tratando de ayudar, y ella me había visto en mi peor momento después de que mi ruptura con Edward destruyera mi corazón como si lo hubiera atravesado una licuadora.

— Bien, ¿es religioso? ¿Tiene los mismos valores que nuestra familia, Isabella?

¿Religioso? No lo creo. No particularmente, pero tenía valores que respetaba. Era un duro trabajador, dispuesto a ayudar a los amigos, dedicado y fiel. Ese era todo lo que necesitaba. Por supuesto, ahora que mi mamá lo había mencionado, estaba muriendo de la curiosidad por saber su postura sobre el matrimonio y los niños. Incluso llegar a decir te amo parecía como un paso gigante para él. Sólo estaba esperando que nadie lo sofocara durante la cena con política o religión. Mi maldita familia lo asustaría antes de que incluso consiguiera empezar.

De alguna manera las pausas incómodas y los silencios tensos que colgaban alrededor de los hombres se habían evaporado en el momento que regresaron de la caza anual del pavo. Jasper dejó el ave en el garaje y mi papá y Edward entraron, todos con unas sonrisas y ruidosas historias. Salté a la sala de estar. Cómo muy hogareño. . . mi hombre regresó a casa con mi padre después de cazar.

— Mujer, traje carne —dijo Edward con una risita imitando una voz profunda como cavernícola.

Mi papá se rio y le dio una fuerte palmada en la espalda. —Lo hizo bien. Tiene un buen tiro.

Sonreí hacia él, luchando con el impulso de darle un beso tonto. Él nunca lució más sexy, regresando de una cacería con mi padre; el olor del aire fresco, sudor y vinculación masculina. Podía imaginarlo siendo parte de mi familia y ese pensamiento envió a correr un poco de emoción a través de mi sistema. Junto con la charla de mi mamá sobre el matrimonio y bebés, mi mente estaba sobrecargada con visiones de dicha matrimonial. Necesitaba parar. Estaba actuando como una loca. Señor, sólo me podía imaginar la reacción de mi mamá si se enterara sobre Tanya.

— Buen trabajo, cariño. —Le di un beso en su garganta y me escabullí a la cocina antes de molestarlo frente a mi papá. No podría imaginar que eso fuera bien.

Después de comer una increíble cena casera de costillas a la barbacoa, frijoles y pan de maíz, bebimos vasos de té dulce. Incluso mi papá sacó su botella especial de whisky añejo reservado sólo para ocasiones especiales y sirvió vasos para él, Jasper y Edward.

Mi papá se encontraba en la cabeza de la mesa y levantó su copa. —Sólo me gustaría dar adecuadamente la bienvenida a Edward aquí a Tennessee. Decir gracias por traer a mi chica a casa sana y salva.

La sonrisa en la cara de Edward y el brillo en sus ojos no tenían precio. Quería embotellar esa contenta y feliz mirada, y guardarla para disfrutarla más tarde. Al verlo alrededor de mi familia esta noche, fui golpeada repetidamente con una punzada de tristeza de que no tuviera este tipo de relación con su madre y en lo mejor de mi conocimiento, no sabía quién era su padre. Me alegré de ver a mi familia dándole la bienvenida.

Después de cenar, ayudé a mi mamá a lavar los platos mientras que Edward ayudaba a mi papá a limpiar las armas. Jasper aún no parecía cálido con Edward y se marchó a la taberna local por una cerveza. A pesar de ser mi hermano menor, actuaba como si fuera diez años mayor, siempre lo había hecho. Era súper protector conmigo, así que no me sorprendió que no soportara a Edward por el momento, aunque esperaba que lo hiciera con el tiempo.

A la hora de dormir mi mamá y yo ayudamos a Edward a cubrir el sofá con sábanas y le dejamos mantas y almohadas adicionales. Me quedé al lado del sofá y los ojos oscuros de Edward aterrizaron en mí. Mi mamá se aclaró la garganta. 

— Ustedes dos, digan buenas noches, pero nada más divertido. Eso sería incómodo para tu papá.

— Por supuesto, Sra. Sw. . . —Renée levanto una ceja— Ah. . . Renée.

— Y gracias por su hospitalidad.

Edward tenía buenos modales frente a mis padres. Me encantó ver este lado de él. Sabiendo que había un dios del sexo que hablaba sucio oculto bajo la superficie de este hombre bien educado era un gran paso. Enorme.

Mi mamá desapareció por el oscuro pasillo y la luz tenue de la televisión era la única que nos iluminaba. Era la primera vez que habíamos estado solos en todo el día. Quería envolver mis brazos alrededor de su cintura, enterrar mi cara en su cuello y respirar. Pero sabía que una vez que sintiera su firme cuerpo e inhalado su delicioso aroma, querría más.

Su mano se deslizó bajo mi cabello para acunar la parte posterior de mi cuello, luego inclinó mi cabeza y presionó sus labios con los míos. 

— Gracias por traerme a tu casa —susurró.

— Gracias por venir. —Incliné mi cabeza de nuevo en la palma de su mano.

— Voy a ganarme a tu papá. Sabes eso ¿verdad?

Asentí con la cabeza, incapaz de apartar mis ojos de él. — ¿Vas a ser capaz de dormir?

Le dio a mi cuello un suave apretón. —Estaré bien. Consigue descansar un poco.

Me escurrí por el oscuro pasillo hacia mi habitación antes de cambiar de opinión y atacarlo en el sofá.

Después de cepillarme los dientes y de cambiarme a pantalones de chándal y una camiseta sin mangas, me metí debajo de las sábanas de mi vieja y familiar cama. Tirando de la colcha de mi abuela hasta mi barbilla, me quedé allí despierta, preguntándome si sería posible para Edward encajar en esta vida.

Di vueltas en el estrecho y abultado colchón hasta bien pasada la medianoche. Las palabras de mi madre sonaban en mi cabeza. Preguntas sin respuestas, temas que Edward y yo nunca habíamos discutido. Por no mencionar que sólo parecía fuera de lugar en este andrajoso remolque. Demasiado dominante, demasiado grande, con toda seguridad demasiado hermoso. De repente, se sintió como un jodido gran trato que no supiera su postura sobre el matrimonio y los niños. Había caído perdidamente enamorada de él sin siquiera saber si éramos compatibles, si estábamos yendo hacia algo real.

Mi corazón se aceleró en mi pecho. Dios, me sentí como una idiota de que no tuviera la menor idea a estas preguntas importantes de la vida. Estas eran innegociables para mí. Mi pecho se sentía apretado y adolorido. No podía pasar por otra ruptura con Edward. Mi corazón no sobreviviría. Sentí ganas de llorar. Me acurruqué en una bola y abracé mi almohada mientras lagrimas silenciosas corrían por mis mejillas.

Maldita sea.

No iba poder dormir a este ritmo. Y mis ojos iban a estar hinchados para Acción de Gracias mañana. Tiré las mantas y baje de mi cama. Conseguiría un vaso de agua fresca, para serenarme y luego volvería a la cama.

Me deslicé por el pasillo, navegando fácilmente en la oscuridad por el camino desgastado. Llené un vaso con agua del grifo y remontando en la oscura cocina antes que un ruido en la sala de estar atrapara mi atención. Edward estaba moviéndose. Mierda, tal vez ni siquiera se había quedado dormido.

— ¿Bella? —susurró en voz alta— ¿Eres tú?

Rodé mis ojos. Iba a despertar a todos en el pequeño remolque con su supuesto susurro.

Puse el vaso en el fregadero y fui a la sala de estar. El suave resplandor de la luz de la luna colándose a través de las cortinas de encaje de mi mamá lo iluminaba sobre el sofá, frotándose una mano por su desordenado cabello. 

— Ven aquí —susurró más suave esta vez—. Estoy caliente —dijo mientras se reía entre dientes.

Sabía que tenía que regresar a la cama, pero no pude resistir acercarme a él. Me hundí en el sofá, acurrucándome a su lado.

— Oye, ¿qué está mal? —Apartó el pelo de mi cara, mirándome en la oscuridad.

Me sequé mis lágrimas por instinto, pero mis mejillas ahora estaban secas. —No puedo decirte.

— Por supuesto que puedes. Puedes decirme cualquier cosa.

— Pero. . .

— Shh —Su mano ahuecó mi mejilla—. Ya sé, Bella. Mis ojos se encontraron con los suyos mientras su pulgar suavizaba la piel a lo largo de mi mandíbula—. Nuestras vidas son diferentes —continuó—, mi presencia aquí refleja eso. Pero te dije que voy a ganarme a tu papá. Y de hecho, hoy disfruté ir yendo de caza.

Asentí. —Sé que ya les gustas a mis padres. Esto no es sobre eso. —Que Dios me ayude. ¿Iba a tener el coraje de contarle los locos pensamientos que no paraban de aumentar en mi cabeza? 

— Bella, respira para mí, nena.

Solté un profundo y tembloroso suspiro, mis pulmones apretándose con el esfuerzo.

— Dímelo. —Su tono era dominante, pero su mirada era preocupada y sincera.

— ¿Cuál es tu postura sobre el matrimonio?

Tosió. — ¿El matrimonio?

— Sí.

— Ah, mierda —Frotó su mano por su despeinado cabello—. Parece como una buena institución.

Estaba en lo profundo ahora. Decidí avanzar. —Quiero decir, ¿quieres casarte algún día?

— ¿Esa es tu forma de preguntarme hacia dónde se dirigen las cosas con nosotros?

— Supongo que sí —le dije, mi voz era un murmullo débil.

— Bella, nena, mírame —Edward levantó mi barbilla hasta que mis ojos lo encontraron—. Te amo. Quiero esto. Nunca había tenido una novia seria antes, así que lo siento si te di la impresión de que no estoy comprometido con nosotros, porque lo estoy. Y sé que las cosas con Tanya están jodidas. . . pero no cuestiones esto. Te has convertido en alguien importante para mí, 

 

Tragué saliva. —No lo hago. Sólo estoy asustada. Veo mi vida, mi futuro, y quiero niños, un esposo devoto. Me gustaría vivir aquí en Tennessee cerca de mis padres, algún día.

Tragó, su manzana de Adán moviéndose en la penumbra. —Yo no tuve un buen ejemplo mientras crecía. Mi mamá nunca se casó. En realidad nunca he pensado sobre eso. Mierda, nunca pensé que estaría en una relación seria como esta. Sólo dame tiempo, ¿está bien?

Cerré la boca, reacia a presionarlo más, y asentí. No era exactamente la respuesta que había estado buscando, pero era todo lo que él tenía para dar. Su mano se curvó alrededor de mi cintura y me tiró más cerca así que estaba presionada contra él en el sofá. Sus manos se posaron en mis caderas, agarrándome firmemente contra él y todo se sintió bien. No me había dado una respuesta que haría feliz a mi mamá, pero era suficiente. Por ahora. Estaba dispuesto a intentarlo, por mí.

Mi ritmo cardiaco aumentó y de repente mi cuerpo quería más. Más de todo. Más contacto. Más de él.

No me importó que estuviéramos en la sala de estar de mis padres. Lo necesitaba. Quería sentir su piel contra la mía. Nada más importaba.

Saqué mi camiseta por encima de mi cabeza y la dejé caer en el suelo. Mis pezones desnudos se apretaron en el aire frío de la noche.

— Santa mierda. ¿Qué estás haciendo?

— Ahora yo estoy caliente.

— Cariño, antes estaba bromeando. No podemos. Tus padres. . .

— Necesito esto. Por favor. . .

— Mierda, nena. No me tientes. Tú sabes que quiero hacerte venir.

— Por favor Edward.

 

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3Chinos: son unos pantalones de algodón, con bolsillo laterales y traseros. Son pantalones informales, más formales que unos vaqueros, pero más sport que unos de traje. El color más genuino es el caqui o color tierra, pero se han generalizados los chinos de color azul marino, verde militar o hueso.

4Marca de pantalones vaqueros.

 

 

 

 

Capítulo 37: Las ventajas de ser la asistente de tu novio modelo Capítulo 39: Cuando la realidad te golpea con todo

 


 


 
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