Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 82991
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 33: Necesito Una Asistente

Edward

 

 

Una vez que estuvimos dentro de nuevo, no le di a Bella oportunidad de cambiar de opinión. Necesitaba tocarla así como necesitaba mi próximo aliento. Había pasado demasiado tiempo. Prefería mirarla desvestirse pieza por pieza y que me dejara besar y probar su piel, pero me las arreglaría con un rápido orgasmo, si eso es todo lo que iba a obtener esta noche.

Desabotonando sus pantalones y quitándolos hasta sus rodillas, rasgué las bragas de su cuerpo, desechando el trozo de encaje en el suelo a un lado de nosotros. 

— Lo siento. Espero que no fueran tus favoritas.

Elevó una ceja. Sabía que no lo sentía. Ni un poco.

Podía oler el aroma de su excitación, y se me hizo agua la boca por probarla. Presioné una mano contra la pared al lado de su cabeza y me apoyé más cerca para besar su hermosa boca. Bella me devolvió el beso; su lengua caliente probando mi boca, fue el único estímulo que necesitaba. Llevé mi mano libre entre nosotros y encontré sus sedosos pliegues. Estaba completamente depilada. Justo la forma en que me gustaba, así toda esa caliente carne expuesta a mi toque.

Con cada barrido de mis dedos sobre su clítoris Bella gemía. Su respiración se volvió inestable y sabía que estaba cerca. Deslicé uno de mis dedos dentro de ella, presionando y arrastrando lentamente.

— Eeedd. . .

Mi polla respondió a su voz ronca, una gota cálida de fluido goteó de mi dedo.

Cuando la sentí apretarse alrededor de mi dedo y comenzar a temblar, retiré mi mano y presioné ambas contra la pared, atrapándola.

— ¿Edward? —Estaba sin aliento—. Estaba a punto de. . .

— Lo sé.

Frunció el ceño. — ¿Por qué paraste?

Era una maldita jugarreta manipuladora pero necesitaba hacerla entender que nuestra relación era más profunda que un simple revolcón contra la pared de mi entrada. Bella necesitaba ver eso. Y si no lo veía, se lo mostraría. 

— Quédate conmigo esta noche. Estaría feliz de terminar esto en mi cama contigo desvestida debajo de mí.

Su expresión cambio de apasionado deseo a confusión en un latido de corazón. — ¿Estás negándome mi orgasmo para que me quede contigo?

— No, nena. Por supuesto que no. —Mi voz se volvió dulce, suave, y acaricié su mejilla con mis nudillos—. Quiero darte todo y más. Solo necesitas dejarme.

Parpadeó hacia mí, pensándolo. La mirada de determinación en sus ojos y sus dientes hundidos en su labio inferior. Bella agarró mi muñeca y llevó mis dedos a la caliente caverna de su boca, sorprendiéndome. Arremolinando con su lengua y chupándolos de una forma que tuvo toda mi atención.

Luego sacó mis dedos de su boca y bajó mi mano a su todavía húmedo sexo. Su pequeña protuberancia estaba hinchada y dilatada, sabía que necesitaba liberarse, pero no había imaginado que lo reclamara de esta forma, usando mis dedos contra mí. Pero era exactamente lo que estaba haciendo. Dejé mi mano flexible, permitiendo que ella la moviera como deseara. Presionó mis dedos contra su clítoris, frotando las yemas de mis dedos en pequeños círculos que aumentaron el ritmo rápidamente mientras su cuerpo respondía.

Diminutos gemidos salieron de sus labios y su pelvis golpeaba al mismo tiempo que el movimiento de mis manos.

Por mucho que quería probar un punto entre nosotros esta noche, no tenía el poder para remover mi mano de su agarre. Mirar a Bella haciéndose venir a si misma era increíble y jodidamente caliente. Su pecho elevándose y cayendo con rápidas exhalaciones hasta que de repente contuvo el aliento, viniéndose en mi mano. Empujé dos dedos dentro de sus apretados músculos sexuales. Liberó un gemido bajo, su cuerpo lánguido mientras su orgasmo perdía intensidad. Nunca había querido follarla más, viendo esta versión tan íntima de Bella, en control y tan sexual. Era enloquecedor. La sostuve mientras pequeños temblores pulsaron a través de su lánguido cuerpo.

Una vez que las réplicas se calmaron liberó el aliento contenido, subió sus pantalones y los sujeto. —No juegues conmigo o trates de negármelo. —Su voz estaba sorprendentemente compuesta. Presionó un beso casto en mis labios.

Me quedé atónito, preguntándome lo que esa criatura sexual había hecho con mi dulce, ansiosa-de-complacer belleza sureña.

Alcanzó mi erección y le dio un suave apretón. —Buenas noches.

La miré caminar por la puerta, el confiado movimiento de sus caderas, casi arrogante.

Dejé caer mi cabeza, frotando una mano sobre la parte trasera de mi cuello. Sus bragas destrozadas yacían en el suelo a mis pies. Como Cenicienta dejando una zapatilla atrás, el destrozado encaje era mi única evidencia de que ella había estado ahí.

Incapaz de procesar lo que había pasado entre nosotros, me retiré a mi habitación, dejándome caer pesadamente en la cama. Aún estaba duro como una roca, y sabía que no sería capaz de pensar claramente hasta que lo atendiera.

Liberándome de mis pantalones, acaricié rápido mi polla, irregulares caricias hasta que me corrí. Lechoso fluido blanco se derramó sobre mis abdominales en cuestión de minutos.

El marcador estaba Bella uno, Edward cero. Necesitaba cambiar eso. Acostado ahí sin aliento y confundido, una idea me golpeó. Una solución a todo esto. Parecía que iba a visitar a su compañera de cuarto Rose mañana, para establecer algunas cosas.

 

 

* * * *

 

 

 

Cuando llegué a Queens esa mañana una rápida mirada a mi reloj me dijo que Bella debería estar en el seminario de la biblioteca. Presioné el botón de su intercomunicador, esperando que su compañera estuviera en casa.

— ¿Si? —dijo Rose un momento después.

— Hola, soy Edward. ¿Puedo subir un minuto?

— Um, Bella no está en casa.

— Lo sé. En realidad, quiero hablar contigo a solas.

— Oh. —La confusión era evidente en su tono, incluso a través del altavoz del intercomunicador—. Está bien. Sube. Date prisa.

Tomé las escaleras al apartamento 4B. El olor de diferentes comidas internacionales me golpeó en la nariz al entrar en el edificio, junto con el agrio olor a humedad de la sala de lavandería del primer piso.

Cuando llegué a su departamento, Rose estaba de pie en la entrada esperando por mí. 

— Pero mira nada más quien es. . . el hombre, la leyenda, el Sr. Edward Cullen. — Sonrió sarcásticamente—. ¿Qué te trae por aquí?

— Esperaba que pudiéramos hablar de algunas cosas referentes a Bella.

— Seguro —Indicó con la mano que entrara después de ella y cerró la puerta—. ¿Quieres beber algo?

— Estoy bien, gracias. —Nos dirigimos hacia el pequeño sofá dominando su sala de estar y nos sentamos.

— Así que. . . —Rose ladeó su cabeza, esperando que explicará mi presencia aquí.

— Quiero que Bella se mude conmigo. Sé que ella está preocupada por encontrar un trabajo y pagar la renta aquí. Podría trabajar para mí y vivir conmigo, así resolvería ambos problemas.

— Es un poco pronto, ¿no crees?

Me encogí de hombros. 

— No cuando debemos estar juntos. No me estoy tomando esto a la ligera. Nunca he vivido con una mujer, incluso nunca lo había considerado. Bella ha desafiado todo lo que creía que sabía acerca de relaciones. Quiero esto. Y no tiene nada que ver con que ella este atrasada con la renta, tampoco.

La expresión de Rose se suavizó. 

— ¿Por qué estás diciéndome esto a mí y no a ella?

— Porque la conozco y se cómo de determinada es en hacerlo a su manera. Podría requerir un poco de persuasión, un suave empujoncito en la dirección correcta. 

— ¿Quieres que te ayude a convencer a Bella de mudarse contigo y qué, ser tu esclava sexual personal? —Elevó sus cejas, burlándose de mí—. Suena como una posición exigente.

— No, quiero que sea mi asistente. Y sí, cuando hable con ella acerca de todo esto, asumo que pedirá tu opinión. Esperaba que vieras las cosas a mi manera.

Me miró escéptica.

— También me he tomado la libertad de contratar una agencia de servicio para encontrar compañero de apartamento, para ti. Ellos te comunicaran la apertura, las entrevistas de los solicitantes, y una revisión completa de sus antecedentes penales. Tendrás la renta cubierta aquí.

Sus ojos se iluminaron y se clavaron en los míos. Podía decir que golpeé en un punto clave. Debí haber sabido que Rose estaba trabajando horas extras para cubrir ambas partes de la renta. Y ahora que le ponía atención, me di cuenta de que tenía la piel pálida y círculos negros bajo sus ojos. Se veía agotada.

— Si viene a mí, hablaré con ella. Pero no voy a convencerla de hacer algo que no quiera hacer.

Asentí. 

— Está bien. Lo entiendo. —No iba a forzar a Bella a entrar a este acuerdo, tampoco. Pero si ella trabajaba para mí, estaría disponible para acompañarme a Fiji y a cualquier otro lugar en el que estuviera trabajando. La necesitaba conmigo. Llana y simplemente. Y Bella disfrutaría inmensamente de viajar a Paris y a Milán. Esto podría ser una oportunidad para que conociera el mundo.

Me levanté para irme, queriendo irme antes de que Bella llegara a casa. 

— Gracias, Rosy.

— Rosy. Me gusta eso. —Acarició la parte superior de mi cabeza, como un perro—. Tal vez no eres tan mal chico después de todo.

Reí entre dientes y salí del apartamento. Tal vez algún día me la ganase.

   

 

 

 

Bella

 

 

 

 

Estaba exhausta cuando llegué a casa. Quería quitarme esta ropa de vestir y ponerme una bata calentita. Peleé contra el frío aire de invierno de Nueva York y el sistema de subterráneos para nada. El seminario al que fui fue una completa pérdida de tiempo. Más de cincuenta de nosotros sentados en la audiencia, ansiosos de consejos prácticos y ofertas de trabajos actuales mientras un anciano bibliotecario hablaba sobre el formato correcto de un curriculum y cómo usar los ordenadores para aplicar en trabajos en línea. Estaba un paso delante de esas instrucciones paso a paso sobre como adjuntar mi curriculum en un correo electrónico.

Rose estaba sonriente cuando la encontré en la sala de estar. 

— ¿Cómo te fue?

— Agotador. Voy a tomar un baño.

— ¿Has hablado con Edward hoy?

— No. ¿Por qué?

Sacudió su cabeza. 

— Por nada.

Eso fue extraño. Me encogí de hombros y me dirigí al baño para llenar la bañera. Consideré llenar un vaso de vino y llevarlo al baño conmigo, pero viendo que solo eran las dos de la tarde decidí no hacerlo. Ese era un hábito que no quería iniciar.

Después de mi baño me tendí en la cama con mi laptop y me sorprendí de ver un e-mail de Edward en mi bandeja de entrada.        

 

De: Edward Cullen

Para: Isabella Swan Asunto:

Asistente buenorra.

Fecha: 12 de Noviembre 4:37 p.m.

A quien corresponda:

Espero que pueda ayudarme con esto. Verá, estoy desesperadamente necesitando una caliente y sexy asistente. La chica que estoy buscando es de un metro y sesenta centímetros de alta, largo pelo castaño, bonitos ojos cafés, boca descarada, y el más adorable acento sureño. También es una traficante de comida. ¿Conoce a alguien que se ajuste a la descripción? Estoy dispuesto a pagar una generosa cantidad para tenerla a mi servicio. 

Tuyo, Edward. . . 

 

Leí el correo dos veces preguntándome si era algún tipo de chiste. Tomé mi teléfono y lo llamé.

— Hola, nena. —El profundo tono de su sexy voz aún me afectaba. Mi corazón golpeó en un nivel superior por la forma en que el sobrenombre rodo por su lengua.

— Hola. Acabo de leer tu correo.

— ¿Oh, sí?

— Siiii. . . —Arrastré la palabra, de repente sintiéndome insegura.

Se rió entre dientes y el rico sonido reverberó a través del teléfono, enviando un estremecimiento por mi espina dorsal.

— ¿Y?

Me senté derecha en la cama, quitando el ordenador de mi regazo. 

— ¿Es en serio?

— Por supuesto.

— No puedo tomar tu dinero, Edward. Puedo ayudarte con cualquier cosa que necesites.

— Tonterías. ¿Cuánto te pagaba Tanya?

A regañadientes le dije.

— Doblo eso.

— De ninguna manera. Eso es demasiado. —Me pagaban decentemente en Status Model Management, y pensar vivir en Nueva York era caro, nunca en mi vida había esperado hacer tanto dinero como el que me estaba ofreciendo. Era una locura.

— Bells, no discutas conmigo.

Chasqueé con mi boca a pesar de que no podía verme, era tan dominante, tan controlado. Me sentí impotente a desobedecer.

— Sólo escucha por un momento —continuó.

Mordí mi mejilla, esperando que continuara.

— Quiero lo que sea que está pasando entre nosotros. Quiero una relación contigo. Mi trabajo es por todo el mundo. Esto no va a funcionar estando separados por semanas. Sabes eso.

Me preguntaba si dudaba de sí mismo, o de nosotros, o si sabía qué estaría tentado a fallar si estábamos separados. Mi estómago se agobió ante el pensamiento. 

— Si trabajara para ti. ¿Qué haría yo para ti? 

— Manejar mi presencia social en línea, responder mis correos electrónicos, coordinar mis contrataciones, arreglar los viajes para nosotros. Viajar por el mundo conmigo y tener caliente y sudoroso sexo en tantos continentes como podamos tachar de la lista.

— Edward.

— ¿Si, nena?

— Se serio.

— Soy serio. Te quiero. Quiero que estés conmigo siempre. Necesitas un trabajo. Necesito una asistente. ¿Por qué jodidos tendría que pagarle a Ángelo y tener su culo viajando conmigo cuando voy a estar sentado solo en un hotel, extrañándote? Piensa en eso, Bells.

Estuve en silencio por un momento mientras pensaba bien. Su idea en realidad tenía sentido. Podíamos estar juntos. Realmente juntos. 

— ¿Qué hay de Tanya? ¿Tendría que tratar con ella si trabajo para ti?

Liberó un pesado suspiro. 

— Desafortunadamente no veo cómo evitar eso. Pero puedo hablar directamente con ella si prefieres no hacerlo.

No sabía que era peor, tener que tratar directamente con Tanya o Edward teniendo que hablar con ella a solas. Tendría que aguantar y tratar con eso. La idea de pagar mi renta otra vez era atractiva. 

— Tengo que pensar sobre esto.

Estuvo en silencio por un momento. 

— Hay algo más, también.

— ¿Más?

— Me gustaría que te mudaras conmigo. De cualquier forma, estaríamos juntos la mayor parte del tiempo mientras viajamos, durante lo cual Rose estaría prácticamente viviendo sola. Ella podría conseguirse otro compañero que de verdad esté alrededor. Seguridad con las cuentas y todo eso. Y tú estarías aquí conmigo que es exactamente lo que quiero.

Hizo un argumento sólido, pero pensar en mudarnos juntos era ir demasiado rápido para mi gusto. 

— Pensaré en ello —Mastiqué mi pulgar.

— ¿Puedo ir a recogerte? ¿Podría alimentarte esta noche y podríamos pasar el rato?

— Estaba planeando quedarme esta noche. No he pasado mucho tiempo con Rose. —Todo a mí alrededor estaba yendo demasiado rápido, no quería salir de la soledad de mi habitación y menos del país.

— Bien. Pero prométeme que pensarás en todo y que me llamarás antes de que vayas a dormir. Necesito escuchar tu voz.

Una punzada de culpa cayó sobre mí. Sabía que él no podía dormir bien sin mí. Pero Edward tenía la habilidad de poseerme por completo, y eso me asustaba. Si me entregaba por completo a él, saltando a todo a la vez, me preocupaba lo que pasaría cuando se cansara de mí. Ya lo amaba con cada fibra de mi ser, pero también si trabajaba para él y vivía con él. . .  necesitaba asegurarme de seguir siendo yo. No podía permitirme aplastarme otra vez o hundirme en la depresión como pasó cuando me enteré sobre el pasado secreto entre él y Tanya y el embarazo de ella.

— Llamaré antes de ir a la cama —confirmé.

— Te amo, Bella. Sabes eso, ¿verdad? —dijo, con su voz seria de repente.

— Yo también te amo.

 

 

* * * *

 

 

La oferta de Edward dio vueltas en mi cabeza los días siguientes. Honestamente no estaba segura de qué hacer. Él se iría para las Fiji mañana y yo seguía sin responderle. Quería ir con él más que nada. Incluso me calentaba la idea de ser su asistente. Pero tanto como quisiera irme a vivir con él, no estaba muy segura de que fuera algo inteligente a hacer en nuestra relación.

Me envió un mensaje esa mañana y me preguntó si iría, cuando dije que sí, me informó que Henry estaba de camino. No sabía si algún día me acostumbraría a su estilo de vida.

Me puse mi abrigo de invierno y me paré sobre la nieve a esperar el sedán negro.

Henry paró y abrió la puerta trasera para mí. 

— ¿No lleva equipaje? —Su mirada burlona vagó a mis manos vacías—. ¿Para su viaje a Fiji?

— No he acordado ir todavía. —Caray. ¿Edward incluso escuchó algo de lo que dije? Aparentemente no si él ya le dijo a su conductor que iba a ir.

— Oh, lo siento, señorita.

— Está bien, Henry. ¿Nos vamos? —Estaba congelándome.

— Por supuesto. —Me ayudó a entrar en el cálido auto y conducimos en un raro silencio hacia Edward.

Llegando al Parque Gramercy, estuve una vez más atrapada por el sentimiento pintoresco y la belleza de esta parte de la ciudad. Pequeños faros de luz y vallas de hierro forjado, apartamentos de ladrillo rojo, y una suave capa de nieve lo hacía sentir como si fuera una pintura de Norman Rockwell.

Cuando vi a Edward, la furia que sentía por ser estafada en este viaje desapareció instantáneamente. Estaba con el torso desnudo, vestido solo con un par de pantalones cortos para hacer deporte que acentuaban el profundo corte en V de sus caderas y su paquete de seis. Quería lamer esos bebés.

— Hola, siento estar todo sudado. Acabo de terminar de hacer ejercicio. 

Me empujó cerca para un rápido beso en los labios antes de liberarme. No tan rápido, sin embargo, porque todavía me golpeaba el aroma a masculinidad de su almizclada piel humedecida. 

El olor me recordó a nuestras últimas semanas juntos en Paris. Pasamos casi cada momento que podíamos despiertos en la cama, explorando el cuerpo del otro. Recordando el grande y caliente cuerpo de Edward, deslizándose dentro del mío inundando mis sentidos, hizo que mis músculos sexuales se apretaran automáticamente.

— Hola —chillé.

Sus ojos viajaron sobre su pecho desnudo y abdominales, y se rió por lo bajo, pareciendo entender que solo la vista de su perfecto físico me hacía sacudirme y ruborizarme fuertemente.

— Henry llegó más rápido de lo que esperaba. Solo necesito una ducha. Ve a casa.

Casa.

Asentí y lo observé alejarse, apreciando los poderosos músculos de su espalda, y me pregunté si este realmente podría ser mi hogar. Miré alrededor de su hermoso apartamento. Ciertamente se sentía cómodo y tentador, desde el sillón de cuero en la chimenea a gas hasta el suave sofá tapizado y alfombras gruesas esparcidas en los suelos de madera. Sin mencionar la lujosa cocina que estaba muy lejos de ser la pequeña cocina en la cual había crecido y el decadente baño decorado en mármol blanco con una ducha de vapor y una profunda bañera romana. Parte de mí quería decir que sí, ser atrevida, romántica y espontánea. Pero en ese momento, parada sola en la tranquila soledad de su apartamento, me di cuenta de que necesitaba tener una red de seguridad. Necesitaba tener un lugar por mi cuenta para volver solo en caso de que las cosas se fueran al sur con nosotros. No es que lo esperara, pero incluso si podía verme viviendo aquí algún día, no era del tipo que dependía de un hombre.

El sonido del agua en el baño llamó mi atención y consideré, por el más breve de los momentos, unirme a él en la ducha. Pero segundos después la puerta del baño se abrió y una neblina de vapor escapó. Edward salió vistiendo solo una toalla baja en sus caderas.

— ¿Estás bien, nena? —Paró de caminar, levantándome una ceja.

Me di cuenta de que seguía parada en el mismo lugar en el que me dejó. No me había sentado, y mucho menos ido al vestíbulo. Por un momento me pregunté si debería sentirme avergonzada por mi comportamiento la última vez que estuve aquí, de pie en la misma entrada. Quería tener las manos de Edward apretándose contra mí hasta que me corriera. Mi cuerpo plegado y mi vientre contrayéndose sobre sus dedos. Pero él no lo mencionó, así que tampoco lo hice yo.

— Estoy bien —murmuré—. He decidido algunas cosas de las que, um, hemos hablado. —No sabía por qué me sentí como si estuviéramos negociando un acuerdo. Supongo que lo estábamos, con mi empleo inminente.

— Bien. Ven a mi habitación mientras me visto. 

Lo seguí hacia la acogedora habitación y me senté en el borde de su cama mientras Edward removía la pila de ropa de su cómoda. Se sacó la toalla y mi respiración se atascó en mi pecho. Mi audible grito en la silenciosa habitación hizo sonreír a Edward. Dios, su cuerpo era magnífico. Una obra de arte.

Nunca lo había visto no erecto, pero incluso en su estado relajado su longitud golpeaba entre sus piernas. Se metió en unos bóxers negros, rápidamente ocultando de mi vista los bienes. Mis ojos se lanzaron hacia arriba y sonreí tímidamente.

Cruzó la habitación y se paró frente a mí con la piel rociada, viéndose más caliente que el infierno. 

— ¿Ves algo que te guste? —Se agachó hacia mí, plantando sus manos en la cama a los lados de mis muslos.

Tragué una respiración y la contuve. Olía a limpio, como a jabón después de afeitarse. Asentí lentamente, no dejando que mis ojos se desviaran de los de él. Si miraba hacia abajo a su tentador cuerpo, quizás hiciera algo por lo que no había negociado, como agarrar algo de él y no dejarlo ir.

—Dime lo que decidiste, hermosa. —Se inclinó hacia mí y acarició mi mejilla, sus largos dedos cerca de mi boca.

 

— Henry esperaba que tuviera maletas empacadas para Fiji. —Fruncí el ceño.

— ¿Vas a venir conmigo?

— Lo estaba considerando pero no me gusta que simplemente asumieras que iría y le dijeras a tu conductor que iba.

Su mano fue a la mía y enlazó nuestros dedos. 

— Le di a Henry mi horario actualizado para hacerle saber que no necesitaría sus servicios mientras estuviera fuera. Mencioné que estaría en Fiji y que te invité a que te me unieras. Él debió asumir que dirías que sí.

— Oh. —Su explicación tenía sentido.

— Oh. 

Le dio a mi mano un gentil apretón y continuó vistiéndose, deslizándose en unos jeans oscuros y una camisa gris manga larga.

— ¿Puedo conseguirte una copa de vino y me dices el resto de lo que está en tu mente?

— Claro. 

Lo dejé guiarme hacia la cocina, sus dedos presionando ligeramente en mi espalda baja. Me demoré en llegar a la isla mientras Edward abría la botella de vino blanco.

— Chateau Ste. Michelle Riesling. —Sostuvo una botella verde para que la viera—. Es dulce, justo como tú.

Acepté el vaso que me ofreció, unas pequeñas gotas de condensación ya se estaban formando en la copa. 

— ¿Estas lista para decirme lo que está en tu cabeza? Creo que me has dejado a oscuras sobre tus sentimientos el tiempo suficiente.

Asentí. Nos encaminó hacia la sala de estar.

— No me gusta sentirme presionada para tomar una decisión —dije una vez que estuvimos sentados en el sofá.

Sus ojos se levantaron a los míos. 

— Nunca quise presionarte, pero antes que respondas, hay algo que necesito decir —Vaciló por un momento, bajando su vaso de vino—. Conoces mis antecedentes. No es algo de lo que hable con muchas personas. Nunca conocí a mi padre, fui criado por una madre soltera quien se tomaba unos meses libres cuando le convenía, así que lo siento por meterte presión, pero necesitaba que entendieras que no manejo muy bien el rechazo.

Su cruda honestidad me sorprendió. Eso no era lo que esperaba que dijera. Me quedé en silencio por unos momentos, procesando lo que acababa de decirme. Le haría daño si me negaba a su oferta. La última cosa que quería era rechazarlo. Desde el comienzo he querido cuidar de él, calmarlo, y ahora entendía que él se estaba saliendo de su línea—no solo por invitarme a su siguiente sesión sino ofreciéndome un trabajo y su casa también. Este era un gran paso para él.

— Edward, felizmente trabajaré para ti. Pero el pago que propusiste es demasiado —Me observó atentamente, esperando a que continuara—. Como tu asistente y novia —Sonreí ante la palabra—. Por supuesto que iré a Fiji.

— ¿Pero no te vas a mudar? —preguntó, sus ojos leyendo la indecisión en los míos.

— No —Tragué—. De todas formas, aún no. Me gusta tener mi propio espacio. Vine a Nueva York intentando hacer mi propio camino, y conocí a Rose y realmente nos llevamos bien. No estoy segura de renunciar a todo eso todavía. Espero que lo entiendas. No tiene nada que ver contigo.

Asintió. 

— Está bien. Es algo que se tiene que construir —Se inclinó y presionó un dulce beso en mis labios.

— Nos vamos mañana, ¿verdad? Probablemente debería volver a casa y empacar.

Sacudió la cabeza, besándome de nuevo. 

— No es necesario —murmuró contra mis labios—. Ya empaqué una maleta para ti.

Reí. 

— ¿En serio? Conociéndote, seguramente no sean más que ropa interior de encaje y tal vez algunos juguetes sexuales. 

— Supongo que deberás esperar y ver. —Besó hacia abajo por mi garganta, paseándose hacia el lado de mi cuello para mordisquear la piel bajo mi oreja, y me estremecí involuntariamente, olvidándome de empacar.

Capítulo 32: Pasando El Día Juntos Capítulo 34: Bella Vs Tanya

 


 


 
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