Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 82967
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 29: Devuelta en casa

Edward

 

 

 

 

Tener a Bella de vuelta en mi cama era una cosa asombrosa. Abrí mis somnolientos ojos, sólo necesitando ver si estaba realmente a mi lado. Anoche había parecido un sueño, pero ahí estaba ahora, acosada tan pacíficamente con la mejilla apoyada en mi almohada, con las oscura pestañas agitándose y una masa de ondas marrones revueltas alrededor de su cara. Mi corazón se disparó. Ella estaba aquí.

Pasé mi mano ligeramente por su cadera y trasero, estaba dormida boca abajo. Me encantaba su cuerpo. . . era tan suave, tan delicado. . . sencillamente invitaba a mi tacto. Anoche, ella había dicho que teníamos que ir despacio. Pero estaba agradecido de que, aun así, pasase la noche conmigo. Nunca había sentido verdadera paz y aceptación como había sentido cuando estaba cerca de Bella. Me aceptaba tal cual como era. . . Con ella, no era el hombre de los carteles publicitarios ni el de las revistas. Era sólo yo. A pesar de mis defectos, a pesar de todas mis cagadas, ella estaba aquí, a mi lado. Después de casi perderla, me había ganado una segunda oportunidad y haría todo lo que estuviera en mi poder para volver a arreglar la situación.

Le di a su trasero una bofetada suave.

—Despierta, nena. —Debería dejarla dormir, relajarse, pero era demasiado egoísta. Saber que estaba aquí, de vuelta en New York y de vuelta en mi vida, me hizo querer aprovechar el día. Carpe diem, o alguna mierda de esas. Estaba demasiado inquieto para dejarla dormir. Necesitábamos compensar el tiempo perdido. Ahora que la tenía de vuelta, no iba a perder ni un minuto.

Bella dejó salir un gemidito y se estiró antes de darse la vuelta hacia el sonido de mi voz.

Parpadeó para mirarme de forma somnolienta.

— Buenos días.

 

— Hola. —Seguí dejando que mi mano vagara por encima de su cuerpo, con mis dedos bailando ligeramente a lo largo de su piel desnuda donde mi camiseta, que vestía ella para la cama, se había subido. Yo sabía que sólo estaba torturándome a mí mismo. Tenía que mantener mis manos quietas o iba quedarme con la miel en los labios—. ¿Qué quieres hacer hoy? 

Tenía visiones sobre bañarla en mi profunda bañera, llevarla a almorzar a mi lugar favorito en la ciudad y luego, quizá, acurrucarnos frente a la chimenea más tarde. Pero estaba dispuesto a cualquier cosa que ella quisiera. Ella tenía la batuta.

— Tengo que ir a casa —dijo, arrojando las mantas fuera de sus piernas para salir de la cama—. Dejé a Rose colgada anoche y aparte, no he estado en casa en meses.

La decepción me atravesó. Ya estaba huyendo.

— ¿Al menos puedo darte de comer primero? —pregunté, levantándome para estar de pie detrás de ella y poner su espalda contra mi pecho. No podía resistirme a dejar que mis manos se deslizaran hacia abajo, por la curva de sus caderas.

— Sólo café —murmuró.

— Lo que quieras. —Besé su nuca y lentamente la solté.

Mientras Bell buscaba en su maleta, yo entré a la cocina. No era un área que usase a menudo. Me gustaba cocinar, pero cocinar para una persona era un desperdicio, así que tendía a ordenar en vez de preparar una deprimente comida a solas. Y, aparte, odiaba lavar los platos. Por eso es que había contratado a Sue, mi ama de llaves. Era fabulosa.

Añadí café a la máquina y la puse a funcionar. Bella emergió unos minutos más tarde, con su pelo atado y asegurado en una cola de caballo baja, vestida con vaqueros, zapatillas y una camiseta de manga larga. Lucía adorable. Iba a pasarlo mal al dejarla ir. Especialmente porque acababa de volver de una larga estadía en Tennessee. La había interceptado en el aeropuerto. Mi primera pizca de buena suerte desde que me había abandonado.

Cuando le había contado lo del embarazo de su jefa, Tanya—posiblemente de mi hijo—Bella había renunciado a Status Model Management sin una palabra y volado a la comodidad de su casa. No podía decir que la culpase, pero después de encontrarme con ella en el aeropuerto cuando volvía de una sesión de fotos en Miami anoche, y convencerla de que viniera a casa conmigo, parecía que estaba dispuesta a darme otra oportunidad. Ahora que estaba de vuelta, mi cuerpo quería recuperar el tiempo perdido. Pero mi corazón me estaba recordando que no la presionase. No podía volver a perderla y había un millón de cositas que había extrañado de ella. Nunca antes me había sentido así por nadie. Estaba enamorado desesperadamente de esta chica. Necesitaba demostrarle que podía confiar en mí. No la cagaría otra vez.

Le añadí leche a su café, recordando cómo le gustaba, y le tendí su taza.

— Ni siquiera sé dónde vives —admití.

Tomó un sorbo de su café y me sonrió.

— Éste es un buen café.

— Lo importo de Italia.

— Guau. —Tomó otro sorbo—. ¿Entonces por qué no vienes? Puedes ver mi casa y conocer a Rose.

Me acerqué y le besé la frente.

— Perfecto. Voy a ducharme y llamaré a mi chófer. Unos quince minutos, ¿está bien?

— Suena bien.

 

 

 

 

 

Bella

 

 

 

 

 

Acercándome a la puerta de mi departamento, estaba un poco cohibida porque Edward viera mi casa. El departamento en sí mismo estaba localizado en un edificio más viejo y deteriorado en un vecindario no tan encantador de Queens. Rose se había mudado a un departamento más barato durante mi ausencia. Comparado al departamento de lujo de Edward en Gramercy Park, en el corazón del centro, esta casa era un desastre. Pero era todo lo que Rose y yo podíamos permitirnos. Y era mi hogar. Por ahora.

Paredes arañadas y amarillentas, y desgastado alfombrado gris por los estrechos pasillos. La pintura verde se estaba pelando de la puerta principal, y el olor de comida hindú de tres días impregnaba el pasillo tan pronto como entrabas al edificio. Encantador, lo sé.

Edward trató de sonreír de forma alentadora mientras yo titubeaba con la llave en la cerradura, pero podía ver que sus ojos estaban evaluando cada detalle. Casi se había atragantado cuando le dije al conductor que fuera hacia Queensboro Bridge. No todos nosotros podíamos permitirnos vivir en el terriblemente caro corazón de Manhattan como él. No sé qué había esperado.

Finalmente, soltando el segundo cerrojo que aseguraba la puerta, la abrí.

Había esperado que quizá Rose estuviera en su habitación y yo podría tener una conversación privada con ella sobre Edward antes de que él fuera acosado con sus preguntas. Tristemente, ése no era el caso. Rose estaba de pie en la sala de estar, vistiendo solamente una toalla, con el pelo atado en un moño desordenado y crema depilatoria esparcida sobre su labio superior.

Se dio la vuelta al oír nuestra entrada.

— ¡Caray! Gracias por la advertencia, Bella. —Aferrándose con más fuerza a su toalla, se apresuró a pasar por el pasillo hacia su habitación.

Ups. Supongo que debería haberle enviado un mensaje y dicho que Edward y yo estábamos de camino. Estaba un poco oxidada en la etiqueta de ser una buena compañera de departamento después de vivir en casa con mis padres durante los últimos meses y sola en París durante los dos meses anteriores a ésos.

— ¡Lo siento, Rose! —le grité a su espalda en retirada. Sabía que iba a estar mortificada porque un tipo tan guapo como Edward la hubiera visto con su crema depilatoria en la cara.

Edward sonrió débilmente.

— ¿Supongo que ella es tu compañera de departamento?

— Sí, ella es Rose. Y creo que estoy en problemas con ella.

Darle a Edward el gran tour tomó alrededor de tres segundos enteros. Me estaba familiarizando con el departamento al mismo tiempo. Sala de estar con un sofá beige: revisado. Cocina pequeña pero limpiamente organizada: revisado. Pasillo estrecho hacia nuestras habitaciones y un baño compartido: revisado.

Sonrió educadamente, pero yo sabía que no era la clase de alojamiento al que él estaba acostumbrado. Me pregunté si alguna vez se quedaría a dormir, o si insistiría en que nos quedemos en su casa. Antes de que tuviera tiempo para pensarlo más a fondo, Rose salió pisando fuerte de su habitación.

Sus ojos estaban brillantes y decididos, su cabello rubio flotaba con desordenadas ondas sobre sus hombros.

— Tú —Golpeó con un dedo a Edward en el pecho—. Estás en mi lista negra.

Él arqueó una ceja.

— Eh. . . ¿perdona?

— Lo que has escuchado —le dijo Rose con su tono firme e inquebrantable—. Lo he descubierto. Y Bella no será algo con lo que juegues hasta que te aburras. Y si te atreves a hacerle daño otra vez, yo misma iré a por ti y te castrare. ¿Entendido?

Edward solo asintió. Estaba asombrado de que Rose me defendiera de esa manera.

— Ella es genial. ¿Entiendes eso? —Le pegó con el dedo en el pecho una vez más para darle énfasis antes de que yo le agarrase la muñeca y la alejase.

— Estoy completamente de acuerdo. Bella es la mejor —dijo él ya recuperado de su asombro.

Rose levantó su barbilla, lanzando hacia atrás sus hombros.

— Bien. Entonces estamos en la misma página. Pero, sólo para que lo sepas, te estoy observando. Y no dudaré en echarte de una patada si tengo que hacerlo.

— Eres Rose, ¿cierto? —preguntó.

Ella asintió, aparentemente dándose cuenta de que todavía no se había presentado.

Edward se le acercó, encontrando su intensa mirada.

— Voy a cuidar de Bella. Ella es mía. Y no me separare de ella otra vez.

— Entonces de acuerdo. —El tono de Rose se había suavizado.

Se me desbocó el corazón al oír su dulce declaración.

Rose encontró mis ojos, buscando alguna señal de problemas. Mantuve mi cara neutral y le sonreí un poco. Me correspondió la sonrisa y se fue hacia la sala de estar, dejándonos a Edward y a mí a solas en la entrada.

Él me acercó a su pecho y puso un ligero beso en mi frente.

— Lo siento por eso. Ella tiene buenas intenciones —dije.

— Lo sé, nena. No te preocupes.

Rose era una matona neoyorquina. Eso seguro. Decía lo que pensaba y no soportaba las tonterías de nadie. También era muy protectora conmigo. Era halagador y también un poco loco.

Edward se inclinó para angular su boca contra la mía, besándome tiernamente.

— Te amo. Voy a irme para que puedan ponerse al tanto y hablar, ¿de acuerdo?

— Está bien. Gracias por traerme a casa. No sabías que vendrías hasta Queens hoy, ¿eh?

Sonrió y presionó sus labios con los míos una vez más.

— Nop. Pero tú vales la pena.

Le tomaría un viaje de 45 minutos en el subterráneo a menos que volviera a llamar a su chófer. ¿Aquel hombre estaba a la expectativa de una llamada de Edward? No había tiempo para pensar en ello. Acompañé a Edward a la puerta. Saludó brevemente a Rose con la mano y me besó una última vez.

— Llámame más tarde, nena.

— Lo haré —confirmé. Mi cabeza todavía estaba ocupada con el peso emocional de nuestra reunión. No pude evitar estar feliz e inquita al mismo tiempo.

Cerrando la puerta detrás de él, encontré a Rose en la  cocina, sacando una lata de cola dietética del refrigerador.

— Y. . . —Me apoyé en la mesada—. ¿Estoy en problemas?

Rose se enderezó y abrió la lata, tomando un largo trago. Me miró pensativamente.

— ¿Por tu novio supermodelo viéndome con crema depilatoria en el bigote o por volver con dicho novio en primer lugar?

Sonreí erráticamente.

— No planeé que esto pasara. Fue una completa coincidencia que me encontrase con él en el aeropuerto. Me convenció para que lo escuchase, y me alegra que lo haya hecho. Lo eché de menos, Rose. Echarlo de menos de verdad. 

La verdad era que, con nuestra rápida reunión de anoche, no había tenido tiempo para poner en orden todos mis sentimientos y emociones. Mi corazón todavía ansiaba a Edward, por muy tonto que eso sonase.

— Y con lo que respecta al embarazo, eso no fue realmente su culpa. Planea hacerse un test de paternidad tan pronto como sea seguro.

— ¿Y eso. . . te parece bien?

Tragué el amargo sabor en mi boca. Había buscado en internet sobre el test de paternidad y encontré que la mayoría de la gente espera hasta que el bebé nazca para hacer la prueba, ya que era menos invasivo y mucho más fácil. Con razón Tanya era tan inamovible en esto. No pude evitar imaginarla usando cualquier excusa para esperar a que el bebé nazca para que, en su cabeza, Edward pudiera ser el padre un tiempo más. Me enfermaba siquiera pensar en eso. Aun así, apreté los dientes y asentí en respuesta a la pregunta de Rose.

— También cortó su amistad con ella —añadí rápidamente, como si eso lo mejorase todo de alguna manera. Todavía estaba recelosa por su relación con Tanya y sabía que me costaría reconstruir mi confianza en él. Pero las constantes sospechas de Rose sólo lo dificultarían. Tenía que poner una cara valiente. Tenía que intentar dejar atrás todo esto si él era lo que verdaderamente quería.

— ¿Pero se quedará en su agencia? —Rose me miró con curiosidad.

— Sí, por ahora. Tiene un contrato. —No mencioné el pequeño hecho de que eso también me volvía loca. No quería que trabajase para ella, pero no quería darle a Rose otra razón para odiarlo, así que mantuve mi cara impasible, intentando fingir que no me molestaba. Que sólo era un arreglo de negocios inofensivo. La verdad era que no confiaba en Tanya y nunca lo haría. Edward tenía debilidad por ella, dándole demasiada libertad, siendo demasiado cortés.

Rose soltó un profundo suspiro.

— Me sentí fatal cuando te fuiste. Me sentí inútil y sencillamente no quiero verte pasar por algo así otra vez con él.

— No volverá a pasar. Estoy aquí para quedarme. De hecho, necesito empezar a buscar trabajo para poder devolverte el alquiler.

Rose me hizo un gesto con la mano.

— Pfff. . . no estoy preocupada por el alquiler. Sólo estoy contenta de que estés de vuelta y bien. —Abrió sus brazos—. Ven aquí.

Entré en su abrazo y la abracé. Usualmente, ella no daba abrazos.

— Es bueno estar en casa.

— Aunque ten en cuenta que le cortaré las pelotas si se vuelve a pasar de la raya contigo.

— Entendido. —Sonreí. Ella tenía buenas intenciones.

No mucho había cambiado incluso con el nuevo apartamento, y estaba contenta de que se sintiera bien y cómodo estar de vuelta. Todas nuestras cosas habían encontrado su lugar, incluso mi habitación estaba colocada de una forma bastante parecida a la antigua.

Después de desempacar, encendí mi portátil lista para buscar trabajo. Estaba empeñada en devolverle el alquiler a Rose. Sabía que no tenía mucho dinero extra por ahí, y quería poner mi parte. Sin mencionar que me volvería loca de remate sin trabajo. Una punzada de arrepentimiento me atravesó por la forma en que mi trabajo en Status había terminado. Ciertamente, no tendría una recomendación de mi exjefa. Y, Dios, ¿qué diría si alguien me preguntaba por qué había dejado mi anterior trabajo? ¡Mierda! Mi novio modelo embarazó a mi jefa y renuncié. ¡Ja! Sí, eso. Eso sería tan bueno como decir una grosería en la iglesia.

Supuse que no tendría que darle vueltas. . . diría que fui a casa por una emergencia familiar. No tenían que saber que la emergencia era que estaba en una completa crisis emocional.

Estar en New York y volver con Edward era emocionalmente abrumador. Me tomaría un tiempo asimilarlo. Ciertamente, no había esperado volver a correr a sus brazos. Pero, por otro lado, nada en nuestra relación fue esperado. Anoche decidí que le daría otra oportunidad, y lo dije en serio. Pero eso no significaba que no iba a ser más recelosa de nuestra relación esta vez. Tendría mis dos ojos bien abiertos, y esperaría para ver cómo se desarrollaban las cosas. Necesitaría demostrarme con sus acciones y no sólo con bonitas palabras, por qué podría confiar en él otra  vez.

 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

 

Mi sesión de fotos era en un viejo almacén en Brooklyn, así que me levanté temprano y estuve al otro lado de Williamsburg Bridge antes de las ocho. Ojalá pudiera haberme quedado con Bella anoche, pero no quería presionarla. Había hecho las cosas muy mal la primera vez y estaba decidido a hacer las cosas mejor por ella. Iría a cualquier ritmo que ella quisiera, me ocuparía de todas sus necesidades y la amaría por tanto tiempo como me dejase. Era un bastardo con suerte por haber sido perdonado, y eso no era algo que me tomase a la ligera.

Dicho eso, sabía mis limitaciones. No era bueno en ir despacio y no confiaba en mí mismo en no intentar algo si ella estaba en la cama junto a mí. Era demasiado atractiva con esas curvas tentadoras. Y sabía lo bien que follaba, lo suave y sedosa que era su piel, esos ruiditos sensuales que hacía cuando tenía un orgasmo. . . maldición, iba a conseguir una erección pensando en ella así. Y al ser ésta una sesión de fotos de trajes de baño, y al estar actualmente en un par de calzoncillos apretadísimos. . . eso no sería bueno. No a menos que quisiera hacer una escena para todos en el set.

Aun así, deseaba poder haber pasado más tiempo con Bella. Parte de eso era que realmente no me gustaba la apariencia del vecindario en el que vivía. Ya había llamado a una compañía local para instalar un sistema de seguridad en su apartamento.

Aunque su compañera de apartamento era una pequeña dinamita. Tenía el presentimiento de que incluso con 50 kilos, le daría a un intruso una patada rápida en las pelotas si fuera necesario, un pensamiento que me hizo sentir sólo ligeramente mejor.

Tanya se quedó deambulando fuera del set, con los ojos paseando por mi figura casi desnuda cada pocos segundos. Odiaba lo obvia que era y no podía creer que nunca antes lo hubiera notado. Ahora que Bella lo había remarcado, la forma en que Tanya se sentía por mí estaba reflejada en sus ojos, lo que hacía un poco difícil estar cerca de ella. Molesto, más que otra cosa. Nada que no pudiera soportar. Esto era trabajo. Simple y llanamente.

Saqué mi teléfono de mi mochila cerca del stand de maquillaje para enviarle a Bella un rápido mensaje antes de que empezase la sesión de fotos. Necesitaba verla esta noche.

Yo: Nena. ¿Te gustaría cenar esta noche conmigo? ¿Estás libre?

Bella: ¡Holaaaaa! Sí, eso estaría genial. He estado metida en casa todo el día buscando trabajo.

Yo: Mi chófer te recogerá frente a tu edificio a las 7:00 y te traerá a un restaurante en Midtown. Yo tomaré el tren y te encontraré ahí.

Bella: No quiero acaparar tu coche. Estoy acostumbrada a ir en tren. . .

Yo: No, estarás más segura con Henry (mi chófer) y no quiero tener que preocuparme por ti. Te veo esta noche, nena.

Bella: Te veo pronto.

Tan pronto como volví a meter el teléfono en mi mochila, Tanya se acercó.

— Están casi listos para ti, amor. Les pedí que ajustaran las luces para que no te molesten mucho en los ojos.

— Gracias —murmuré.

— Te ves perfecto —dijo suavemente.

Me habían bronceado con spray y mi pecho y abdominales estaban recientemente encerados. Había estado tiempo extra en la sala de pesas todo el mes que Bella se había ido. Sabía que estaba listo para la temporada de natación, en la que la industria de la moda aparecía durante el otoño y el verano, pero no podía evitar sentir la desesperación emanando de Tanya.

— ¿Vamos? —Asentí hacia el set, en vez de darle importancia a su cumplido.

Ella mostró el camino y yo fui por detrás.

Sabía que debería decirle lo de Bella y yo, e imaginé que ahora era un buen momento. No tendría que ver el dolor en sus ojos. No quería herirla.

 — He vuelto con Bella. —Era mejor decirlo de una forma simple y directa.

Su cabeza se giró rápidamente en mi dirección y se quedó boquiabierta.

— ¿Sí?

— Sí. —Hasta ahí llegó el no herirla. Sus ojos se llenaron de lágrimas, las cuales apartó rápidamente. No dijo nada más, sólo se fue y se sentó sola junto al set, en una silla plegable de metal oxidado mientras yo me ponía en posición para el fotógrafo e intentaba actuar como si todo estuviera bien.

Capítulo 28: Secuela Capítulo 30: Despues de la tormenta viene la calma

 


 


 
14437933 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios