Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 82973
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 31: Es Una Tortura

Edward

 

 

 

 

Dejé dormir a Bella mientras preparaba café, bagels tostadas, y cortaba un poco de fruta. Perfectamente cronometrada, mi hermosa chica entro paseándose en la habitación treinta minutos más tarde. Sólo la visión de ella, aun con sueño y andando descalza hacia mí por mi apartamento, hizo que mi corazón bombeara más rápido. 

Ella lo era todo para mí y nunca me arriesgaría a perderla de nuevo.

Su cabello estaba despeinado, enredado, y sobresaliendo en todas direcciones y estaba vestida con uno de mis bóxer, que colgaban de sus caderas de una manera muy sexy, y una vieja camiseta mía que utilizaba para hacer ejercicio. Se veía tan follable. Quería arrebatarle los bóxer de las piernas y subirla en el mostrador de la cocina. 

Joder.

— Buenos días —Mi voz salió estrangulada. Me aclaré la garganta y lo intente de nuevo—. Hola. 

— Hola —dijo de regreso en un suave susurro de voz. 

— ¿Quieres un café? 

Asintió con la cabeza. 

Le serví una taza de café y Bella agarró algunos platos para el desayuno. Me gustaba estar a su lado en mi cocina. Se sentía muy natural. Tenía mi otra mitad de regreso. 

— ¿Tienes planes para esta noche?—pregunté. 

Negó con la cabeza. —Estaba pensando en buscar algún puesto de trabajo.

— Me estaba preguntando si vendrías a una cosa de la industria conmigo esta noche. 

— ¿Una cosa de la industria? 

— Sí, es como un coctel de diseñadores, fotógrafos y modelos. Probablemente debería ir un rato y tenía la esperanza de que estuvieras libre para venir conmigo. 

Bella colocó algunas bayas en rodajas en el plato, manteniendo los ojos hacia abajo. 

— ¿Estará Tanya allí?

— Sí, creo que sí.

— Oh. —Dejó caer la barbilla sobre su pecho. 

— Hey. —Puse la caja de cartón de la leche en el mostrador y di un paso más cerca, inclinando su barbilla hacia arriba para que me mirara a los ojos—. No le vamos a ocultar lo que tenemos a ella. No tenemos ninguna razón para andar de puntillas a su alrededor.

Respiró hondo. —Tienes razón. Simplemente va a ser difícil. No la he visto desde entonces. . . ya sabes, cuando todo se vino abajo. . .

— Lo sé. Pero voy a estar a tu lado toda la noche. Emmett estará allí, también. Podemos incluso invitar a Rose, convertirlo en una noche entre amigos. Podría ser divertido. 

Asintió con la cabeza, una pequeña sonrisa se dibujó en su boca. 

— Sí, está bien. Le preguntaré a Rose al respecto. De todos modos, por lo general no hago mucho, además de ver programas de televisión en la noche del domingo. 

— Ven aquí. —Abrí los brazos y Bella voluntariamente entro en ellos. Tirando de ella contra mi pecho, odie la forma en que su boca se había presionado en una línea firme ante la mención del nombre de Tanya. Quería llevarme todos sus recuerdos dolorosos y hacer otros nuevos que la hicieran sonreír. 

— ¿Has dormido bien? —Quería regresar a un estado de ánimo más ligero entre nosotros. Las cosas habían estado demasiado tensas últimamente.

Asintió con la cabeza, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. No fue una coincidencia que me hubiera quedado sin mi camisa. No iba a presionarla para tener sexo, pero infiernos, aún seguía siendo un chico y la idea de tentarla un poco era demasiado como para dejarla pasar. Sus pequeñas manos se deslizaron hasta los lados sobre mis costillas. 

Entonces sus dedos se clavaron y los retorció, haciéndome cosquillas. 

— ¡Ah! Hey oye. . . —Di un paso atrás fuera de su alcance. La muy descarada  

Se echó a reír en voz baja. —Quería ver si tenías cosquillas.

— ¿Ah, sí? —Di un paso más cerca, entrecerrando los ojos—. ¿Segura que quieres entrar en una guerra de cosquilla conmigo? —Crují los nudillos—. Porque puedo ser implacable, nena.

Bella levantó una ceja y dio un paso atrás. —No lo harías. 

—Oh, ¿está desafiándome señorita Swan? —Me acerqué a ella y luego me detuve—. Te daré ventaja. —Mis ojos se posaron en el dormitorio luego de nuevo en ella, con picardía. Bella echó a correr. Su culo se veía tan jodidamente lindo, rellenando los bóxer de una forma que yo nunca podría. 

En una carrera a la habitación, me la encontré sentada en la cama descansando sobre sus rodillas con una almohada en su mano como si estuviera lista para una batalla. Me encantaba estar viendo su lado juguetón. Tan pronto como me acerqué lo suficiente, ¡wump! Me golpeó justo en el pecho con la almohada.

— Oh-oh, alguien está siendo una chica muy traviesa. —Extendí mi mano para quitar el arma de las suyas—. Vamos a dejar esto aquí. —Dejé caer la almohada en el suelo junto a la cama y trepé hacia ella como un guepardo acechando a una gacela. Una jodida gacela muy sexy. A la que quería hincarle el diente. Malamente.

Sus dientes se hundieron en su labio inferior otra vez y me miró acercarme. 

En una rápida maniobra, la tuve sobre su espalda. Le sujeté las muñecas por encima de su cabeza, con mi cuerpo sosteniendo el suyo contra la cama, dejándole solo el uso de sus piernas. Las envolvió alrededor de mis caderas, tirando de mí. 

— ¿Crees que esto te va a ayudar a escapar? —susurré.  

Dejó escapar un susurro tembloroso, quedándose más quieta. Sus ojos estaban enormes, mirando los míos, esperando a ver qué haría. 

 

La sensación de su cuerpo luchando contra el mío, su suave aliento cosquilleando mi cuello, sus caderas meciéndose debajo de mí. . . mierda. Estaba duro. Y los delgados pantalones de deporte brindaban muy poco como barrera. Su cuerpo se congeló de la lucha cuando la conciencia la golpeó. Todo nuestro sentido del combate juguetón cambió en un instante.

Mi erección empujó justo en su centro. 

Bella gimió. 

Joder, así que a esta cosita le gustaba que la sujetaran. Esa información no ayudaba. Tenía que mantener mi mente fuera de la maldita cuneta. 

Bella presionó sus caderas hacia arriba, moviéndose contra mi polla. Joder, se sentía tan bien. Tenía que explicarle a mi polla que no podía entrar ahí. En ese caliente canal, apretado. . . sí, pensar en ello no era de mucha ayuda. Contuve la respiración, esperando que la sensación se pasara. Conté hacia atrás desde diez. Pensé en deportes, ecuaciones matemáticas, el hambre en el mundo. . . sí, nada iba ayudar a este monstruo de erección. La deseaba. Demasiado.

Me imaginé arrancando sus pantalones cortos, luego quitándome los míos y hundiéndome en ella. Aquí, ahora. La follaría lentamente, sosteniendo sus muñecas en mis manos. La follaría hasta que gimiera mi nombre. Mi polla se retorció en mis pantalones. Mierda. O me la follaba hasta dejarla sin sentido o me apartaba. No podía aguantar esta tortura. 

—Voy a, um, ducharme. Luego te llevaré a casa. 

Asintió con la cabeza, sin decir una palabra. Su aliento venía en pequeños jadeos. 

También iba a masturbarme en la ducha, pero ella no necesitaba saber esa parte.

 

 

   

 

 

Bella

 

 

 

Cuando el coche estaba justo girando en la esquina, Edward me envió un mensaje avisándome que estaba casi allí. Llamé a Rose, que todavía estaba en su habitación preparándose. 

— ¡Solo necesito dos minutos! —gritó. 

Metí mis pies en mis hermosos zapatos de tacón negros de plataforma de Christian Louboutin que Edward me había dado en París. Amaba estos zapatos. Me sentía sexy en cualquier momento que los llevara puesto. Mi vestido púrpura profundo era modesto, caía hasta las rodillas con un corte cruzado en la parte superior que daba solo un pequeño vistazo de escote.

Miré por la ventana y vi una larga limusina deteniéndose junto a la acera delante de nuestro edificio. 

— Ya están aquí, Rose.

Añadí mi largo abrigo negro, pasándolo por encima de mi vestido. Ya se daba señas de que el invierno estaba casi aquí, y escogería el calor por encima de la sensualidad en cualquier momento. Esperaba que el evento tuviera un guardarropas.

— Estoy lista. —Rose salió de su dormitorio en un bonito vestido gris oscuro, el cual se veía suave y tacones de ante negro. Su cabello estaba retorcido en un elegante moño y se había cambiado las gafas por lentes de contacto. Y sus labios estaban teñidos de un oscuro color rojo baya. Se veía increíble. 

— Vaya. Estás genial. 

Se puso bajo su abrigo. —Gracias. Tú estás impresionante. —Sus ojos recorrieron mi conjunto.

Una vez estuvimos en la acera, Edward bajó y abrió la puerta. Su caliente mirada acarició mis curvas. 

— Hola, nena —susurró, lo suficientemente bajo como para que sólo yo lo escuchara. Se veía tan guapo en su traje de chaqueta negra, camisa blanca y corbata gris oscura. 

Rose trepó dentro de la limusina y me deslicé junto a ella. 

— ¡Emm! —No sabía que estaría dentro con Edward. Pensé que iba a encontrarse con nosotros allí. 

— Hey, gominola —Emmett me sonrió cálidamente—. Estás para comerte.

Edward se instaló a mi lado y entrecerró los ojos, dándole a Emm una mirada asesina. Sabía que a Edward no le gustaba pensar en mí con Emmett más de lo que me gustaba a mí pensar en él con Tanya. 

— Oh hombre, el presumido otra vez. . . —murmuró Rose en voz baja. 

Me mordí la mejilla para no reírme. A menudo creaba sus propias palabras para describir cosas y al parecer la vista de Emmett inspiraba su propio neologismo. Impresionante, considerando que aún no habíamos bebido.  

— Siiiii. . . ¡La petarda! Rosalie, ¿verdad? —Emmett sonrió ampliamente.  

— Rose —Le recordó. 

Edward nos entregó a Rose y a mí copas de champán. Él y Emmett ya se habían mezclado algunos cocteles. 

Se sentía extraño compartir una limusina con Edward y Emmett, sabiendo lo que había pasado la última vez que los tres estuvimos juntos, pero traté de sacarlo de mi mente.

— ¿Cómo se conocieron ustedes dos? —preguntó Rose, mirando en mi dirección.

— Conocí a Emmett en París. Es amigo de Edward. —Esa es mi historia y me apego a ella.

Ella frunció los labios y asintió. Edward no era exactamente su tema favorito en este momento. Sabía que temía que yo saliera herida. 

— Entonces, ¿Qué haces para ganarte la vida? —preguntó Rose a Emmett. 

Pensé que sabía que Emmett era modelo, o a lo mejor estaba intentando entablar una conversación cortés. 

— Ginecólogo —respondió él con una cara totalmente seria—. ¿Tú? 

— Proctóloga —devolvió Rose, encontrando su mirada sin siquiera parpadear.

— Que dulce. Si alguna vez necesito que me revisen el culo, ya sé a quién llamar.

Ella frunció el ceño. —No admito nuevo clientes. 

— Es una maldita pena. Si alguna vez necesitas que te examine, solo házmelo saber. Soy extremadamente delicado. Las vaginas me encantan y siempre aseguro un final feliz. 

Rose rodó los ojos, burlándose en voz alta, mientras yo me reía en mi mano. 

Edward y yo les mirábamos de atrás a adelante como en un juego de pin-pong. Guau. Esos dos eran todo miradas intensas y tonos picantes. No estaba segura si era una forma seca y sarcástica de coquetear o si Rose realmente no era su fan. Pero era bastante divertido de ver. Edward y yo nos quedamos pegados a su acalorado intercambio durante todo el paseo.

Cuando llegamos a la galería mis nervios se volvieron locos. No sabía cómo iba a manejar ver a Tanya en vivo y en directo. Tenía la esperanza de no perder la cabeza. Edward me ayudó a salir del coche, descansando su mano en la parte baja de mi espalda mientras me guiaba hasta la entrada. 

Una vez que Rose y yo tuvimos nuestros abrigos guardados en el guardarropa y metidos los tiquetes en mi bolso, seguimos a Edward y a Emm hacia el bar para conseguir una copa. Una bebida era exactamente lo que necesitaba en mis temblorosas manos. 

La galería de arte tenía una pequeña e íntima reunión. Cerca de cincuenta personas se mezclaban, hablaban y bebían en una estrecha habitación adornada con pinturas de colores brillantes en las como no podía ser de otra forma, blancas paredes. 

Agarré el tallo de la copa de champán con tanta fuerza que pensé que podría romperse en mi mano. Estaba imposiblemente tensa ante la perspectiva de ver a Tanya, riendo y mezclándose en la multitud. Si se acercaba a Edward y trataba de besar el aire de sus mejillas o agarrarse a sus bíceps como solía hacer, podría perder le cabeza. Me pregunté si se sería un delito grave atacar a una mujer embarazada. Tal vez si podía explicarle a la policía lo mega puta que era, cualquier delito sería perdonado. 

Edward, leyendo mi tensa postura, guio a nuestro grupo hacia el rincón con menos gente en la galería.

— Bella, ¿estás bien, cariño? —Rose me dio una mirada de preocupación. 

— No sé lo que vaya hacer si tengo que enfrentar a Tanya —admití. Edward miró mis ojos y frunció el ceño pero se quedó tranquilo. 

Rose levantó la mano, llamando la atención del camarero que circulaba con una bandeja de plata con copas de champán y le hizo un gesto hacia nosotros. — ¿Tienes algo más fuerte en el bar? —preguntó. 

Él asintió con la cabeza. —Creo que sí.  

Sacó un crujiente billete de cincuenta dólares de su bolso. —Aquí está tu propina. Asegúrate de que llegue. 

El camarero llegó con dos Jack con coca-cola. Rose me dio ambos. —Gracias.

Me concentré en beber el húmedo y refrescante coctel a través de la pequeña pajita y dejé que mis ojos vagaran por la habitación. Estaba agradecida de por lo menos estar rodeada de Edward, Emmett y Rose, los cuales parecían entender.

Después de que me terminara mi primer coctel, vi a alguien tratando de captar la atención de Edward. 

— ¿Estarás bien si te dejo un rato? Hay algunas personas con las que tengo que ir a hablar —dijo Edward. 

— Por supuesto. Me quedaré con Rose. —Sabía que él estaba aquí por trabajo y no quería que mis inseguridades le impidieran hacer su labor y realizara las conexiones que necesitaba.

Vi a Edward mezclarse con un grupo de hombres en el lado opuesto de la habitación. No sé quiénes eran pero se veían como el tipo de fotógrafos artísticos, diseñadores y demás. Sintiendo un poco más de confianza, mi mirada vagó. No había estado preparada para que pareciera realmente embarazada, o que tuviera la barriga más linda que nunca. Mis rodillas flaquearon y luché para mantenerme en pie. Dejé salir una inestable respiración profunda.

Tanya estaba radiante, su piel estaba radiante, y su blanca sonrisa brillaba mientras charlaba casualmente con el hombre a su lado. Estaba vestida con un lindo vestido negro, su pequeño vientre sobresalía en una apenas redonda protuberancia, y sus suaves olas de pelo perfectamente peinado fluían sobre sus hombros. Un par de zapatillas de ballet de leopardo completaban el look. Al parecer, había renunciado a sus altísimos tacones que normalmente llevaba por algo más modesto.

— ¿Estás bien? —Edward se acercó a mí por detrás, quitando mi atención de Tanya. Su mano se acercó para descansar contra mi columna vertebral, como si supiera que iba a necesitar apoyo físico. 

Tragué una bocanada de amarga saliva. —Otra bebida. Dame otra bebida — ladré. 

Llamó al pobre camarero, quien se estaba ganando hasta la última parte de esa propina, y un momento más tarde, estaba fresca con un Jack y cola en mi mano. Me lo bebí con avidez. 

La mano de Tanya descansaba sobre su vientre mientras circulaba por la habitación y conversaba con varias personas de la industria. Sus ojos habían ido de Edward y a mí una vez, y él había puesto su protector brazo alrededor de mi cintura, tirando de mí más cerca. Tanya se mantuvo alejada de nosotros. Me alegré de no tener que hablar con ella pero aún con solo verla me hizo enfermar. 

Varías bebidas más tarde, me estaba agarrando del brazo de Edward solo para mantenerme vertical. Incliné la barbilla hasta mirarlo a los ojos. Su preocupada mirada se bloqueó en la mía y pude verle calcular mentalmente cuantas bebidas había tomado.

 — ¿Estás lista para que te lleve a casa, nena?

Asentí con la cabeza, borracha. —Sí. Pero primero iré al baño. 

Edward le pidió a Rose que me acompañara, y después de enlazar su brazo con el mío nos dirigimos a través de la galería, afortunadamente sin ningún vistazo de Tanya en el camino. 

Rose y yo nos deslizamos cada una en una cabina e hicimos nuestras necesidades. Pero cuando salí, Tanya estaba en el fregadero inspeccionándose el maquillaje.

Mierda.

Tomé una respiración profunda y me acerqué tranquilamente al fregadero junto a ella, y comencé a enjabonar mis manos. Tal vez tanto alcohol no fue buena idea. Mi estómago se revolvió violentamente y me sentí mareada y desorientada bajo la fuerte iluminación del fluorescente. Observé en silencio como Tanya volvía a aplicarse el lápiz labial color rojo baya en un perfecto puchero.

Me lavé la espuma de mis manos y encontré mi reflejo en el espejo. En contraste con la perfecta apariencia de Tanya, lucía pálida y. . . me veía borracha.

Simplemente genial. 

— Es un bonito evento, ¿verdad? —Intenté con cortesía, rompiendo el silencio sepulcral entre nosotras. 

Se encogió de hombros, volvió a tapar su tubo de lápiz labial y lo dejó caer en el pequeño bolso. 

— Estaba sorprendida de verte aquí, en realidad. Edward no dijo nada de que volvieran a estar juntos. 

Sus palabras picaron, no podía mentir. Edward debió decirle que se fuera al infierno y que yo era el amor de su vida. ¿Por qué no lo hizo? Mientras estaba aún sin palabras, Tanya se giró hacia mí. Dios, ¿Dónde demonios estaba Rose? 

— Disfruta de él mientras puedas. —Su mano acarició amorosamente su vientre—. Pronto seremos una familia. Tendremos una conexión para siempre. ¿Qué vas a tener tú? ¿Recuerdos de un gran revolcón? 

Tragué el nudo que se había formado en mi garganta, luchando contra las lágrimas y las maldiciones que quería soltar. Abrí mi boca, mi intoxicado cerebro luchaba por darle voz a las palabras que se arremolinaban en mi cerebro.  

 

— Está atrapado por mí durante cinco años. No olvides eso, cariño. Yo tendría cuidado si fuera tú —advirtió, con amargo veneno en su voz. 

Rose salió de su cabina justo en ese momento, parándose a mí lado.

— Lo que tienen Bella y Edward no es de tu incumbencia, vieja bruja. Preocúpate solo de ti. —El tono de Rose era cuidadoso, medido, y estuve agradecida por su clara y fría cabeza. Pero su voz tenía un toque de advertencia, también, y sabía que podía pasar de civilizada a perra en el lapso de dos segundos. 

Tanya miró a Rose y de nuevo a mí y soltó una breve carcajada. 

— Disfruten mientras dure, niñas. —Puso la pequeña correa de su bolso sobre su muñeca y salió del baño sin mirar atrás. 

Aprendí que estar altamente intoxicada y emocionalmente drenada por mi enfrentamiento con Tanya no se mezclaban bien. Cuando nos encontramos de nuevo con los chicos, la boca de Edward se frunció y pasó su brazo por mi cintura. 

— Ven, vamos a llevarte a casa. 

Simplemente asentí y dejé que me guiara hasta la salida, con la esperanza de que Tanya estuviera en algún lugar cercano viendo sus brazos rodeándome.

El hipo me golpeó en el camino de regreso en limusina. Edward me miró con una expresión de preocupación y Rose me entregó una botella de agua del minibar de la limusina mientras Emmett estaba desplomado en su asiento junto a Edward.

— Toma cariño, bébete esto. —Destapó la botella y me instó a tomar un trago.

El agua debería haber sido refrescante, pero mi vientre estaba dando saltos mortales y mi cabeza estaba girando en sentido contrario de la limusina. Tomé un pequeño sorbo y le devolví la botella. Dejé que mis ojos se cerraran y apoyé la cabeza contra el reposacabezas de cuero. Los tres siguieron una conversación en un susurro bajo a mi lado, y traté de centrarme en lo que decían porque estaba bastante segura de que discutían sobre mí. 

— Tu agente es una condenada perra —espetó Rose. 

— Ella tiene buenas intenciones, Rose, confía en mí. No la conoces como yo. 

— Sí, claro. Tenía buenas intenciones cuando estaba en el baño justo hace un rato diciéndole a Bella que iba a volver a estar contigo. 

Emmett se aclaró la garganta ruidosamente pero Edward permaneció en silencio. Quería que él discutiera, gritara y jurara que eso nunca iba a suceder. Pero su silencio impregnó el aire, haciendo que mi estómago diera pequeños saltos mortales.

— ¿Crees que esto es saludable para ella? ¿Estar contigo? ¿Tener que lidiar con toda esta mierda? —susurró Rose toscamente. 

— No lo sé —respondió Edward. 

Quería discutir con ellos, decirles que estaba bien. O que esta maldita limusina dejara de girar de una condenada vez. Era como un paseo en alfombra mágica desde el infierno. Pero me quedé tranquila, tratando de juntar las piezas de sus cripticas y susurradas frases. 

Edward maldijo entre dientes. —No la voy a dejar ir. Mientras ella me quiera, estaré aquí. 

Vagamente escuché a Edward darle instrucciones al conductor de llevarnos a casa primero y luego dejar a Rose y a Emmett después. Esperaba que fueran a estar bien estando solos. Por alguna razón se mezclaban tan bien como el agua y el aceite. Pero no tenía tiempo para preocuparme de eso. Mi atención se centró exclusivamente en rezar para que el contenido de mi estómago permaneciera donde estaba. Para el momento en que la limusina se detuvo delante del edificio de Edward, había perdido el uso de mis piernas. No podría ser mucho peor.  

Edward me levantó en sus brazos y me cargó. Cuando llegamos a su apartamento, me llevó dentro y me puso en el sofá, luego me quitó los zapatos. 

— ¿Te sientes bien? 

Asentí con la cabeza, aunque no estaba del todo segura. Dios ¿por qué bebí tanto? 

— Te traeré un vaso de agua y un analgésico —dijo. 

Sus palabras apenas se registraron debido a que en el segundo en que estuvo fuera de la sala de estar, estuve sobre mies pies, lanzándome hacia el cuarto de baño. El licor en mi estómago se revolvía violentamente y justo cuando el baño estuvo a la vista, lo perdí, hundiéndome hasta las rodillas y vomité. 

Ew. Odiaba vomitar. La tos, el olor, la violenta forma en que mi estómago convulsionaba después de vaciar.

Después de haber expulsado todo de mi sistema, me desplomé en el suelo en un montón. Fue entonces que me di cuenta de que Edward estaba a mi lado. Mierda. Apartó el pelo de mi rostro. Traté de concentrarme en su perfecto rostro, pero estaba demasiado borroso. El cuarto de baño estaba inclinándose y girando de una forma molesta. Fui vagamente consciente de sus brazos acercándose y levantándome del suelo antes de que el mundo se volviera negro.

 

 

 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

 

Bella era peso muerto en mis brazos. Odiaba verla así, sabiendo que se sentía como la mierda. La puse en mi cama y fui a quitarle su vestido, sostén, y ropa interior. La vestí con uno de mis bóxer y una camiseta. Mi camiseta de la suerte de los Yankees. Tal vez haría que se sintiera mejor. 

Se hizo un ovillo en el centro de mi cama. —Edward. . . —Su brazo se extendió, sus manos buscándome en un urgente movimiento.

— Estoy justo aquí, nena. —Agarré su mano, metiendo mis dedos entre los suyos—. Shh. Te tengo. 

— Me duele la cabeza —dijo con voz ronca. 

— Deja que te acomode. —La moví para que subiera más en el colchón y deslicé una almohada debajo de su cabeza, luego la envolví con el edredón—. ¿Qué tal así?

No me respondió de inmediato, y me pregunté si se había desmayado.  

— Me viste vomitar. 

Contuve una risita. —Estabas enferma, cariño. Quería cuidar de ti. 

— Lo s-siento. . . —se quejó. 

— Está bien, mi niña bonita. Simplemente descansa, ¿de acuerdo? —Alisé el pelo de su cara. Se veía tan dulce, tan vulnerable, desmayada por la borrachera contra mi almohada, vestida con mi camiseta de los Yankees. Continué observándola, acariciando su mejilla y metiendo su cabello detrás de su oreja. 

Murmuró algo ininteligible. —Edward. . . —se quejó.

Mierda, estaba a punto de levantarla y llevarla al baño por si iba a ponerse enferma de nuevo. — ¿Si, nena?

Bella puso mala cara, el labio inferior sobresalía como si fuera a llorar. —Se veía muy linda. . . tenía una panza bonita. . .

¿Qué? 

Oh. 

Tanya embarazada.

La frente de Bella se arrugó en concentración mientras luchaba contra el sueño. —Va a tener un bebé. . . y puede que sea tú bebé, ¿No es cierto? 

— No creo que sea mi bebé. —Me atraganté con las palabras. ¿De verdad estábamos discutiendo eso ahora? Casi consideré dejarla dormir pero estaba demasiado curioso por escuchar que más podía decir. 

— Tú y yo vamos hacer bebés bonitos —dijo. 

Santa mierda. ¿Hablaba en serio? Yo no quería un bebé.

— Los más hermosos. —Estuve de acuerdo—. Ahora a dormir, cariño. —Le di unas palmaditas en su trasero y dejó escapar un suave gemido.

Joder. Me fui al salón. No podía manejar ver a Bella así. . . y luego escuchar su charla sobre su deseo de un bebé. . . ¿conmigo? Tal vez solo fuera el alcohol hablando, pero mierda. Yo no estaba cerca de estar listo para un bebé. Todavía estaba aprendiendo a como ser un novio. Y ni siquiera era bueno en eso.

Demasiado nervioso para dormir, me senté en el sillón con mi iPad.  

 

Capítulo 30: Despues de la tormenta viene la calma Capítulo 32: Pasando El Día Juntos

 


 


 
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