Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 82970
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 37: Las ventajas de ser la asistente de tu novio modelo

Entré al spa Nirvana con diez minutos de sobra y fui recibida por los sonidos relajantes de tambores metálicos y olas del mar que sonaban por los altavoces. Me acerqué a la recepción y fui recibida por una mujer joven. 

— Bienvenida a Nirvana.

Eso sonaba interesante. Le di mi nombre y ella pasó una página en su cuaderno, no había sistema informático aquí, y le dio un golpecito al papel con el dedo. 

— Sí, empezarán con su cabello y un masaje capilar, seguido de un masaje de cuerpo completo con conchas marinas calientes, luego una exfoliación con azúcar, envoltura corporal de hoja de plátano, exfoliación facial, depilación con cera y después manicura y pedicura.

Vaya. Edward realmente se había esmerado. Según parecía, reservó todo el menú del spa. Asentí cuando una lenta sonrisa estiró mis labios.

Me llevó a una pequeña habitación oscura con una cama de masaje en el centro. La música relajante sonaba aquí también, y me dijo que me quitara todo menos la ropa interior y me deslizara bajo la blanca sábana almidonada. Hice lo que me dijo tan pronto como salió de la habitación, anticipando ya esta experiencia.

Cuando la puerta se abrió de nuevo, una mujer mayor que no medía más de un metro cincuenta entró y me saludó con una sonrisa cálida.

— Bienvenida, mi nombre es Elenoa. ¿Está lista para comenzar? —Tenía un hermoso acento polinesio y una suave voz cantarina.

— Sí, mucho.

Me concedió otra sonrisa cálida. 

 

— Hoy realmente va a recibir el paquete completo.

Ese era Edward, tratándome de lo mejor. . . a menos que pensara que necesitaba todos estos tratamientos para verme mejor. No. No iba a dejar que mis feas inseguridades me estropearan este día. Estaba siendo generoso. Nada más. 

Elenoa se giró hacia un pequeño mostrador y comenzó a mezclar varios ingredientes en un pequeño tazón de madera.

— Hemos cultivado una mezcla única de aceites de frutos secos prensados e infusionados con flores tropicales que rejuvenecen y nutren la piel. Hoy, voy a utilizar una mezcla de pasiflora, lirio blanco de jengibre y aceite virgen de coco.

Asentí. Eso sonaba encantador.

Se puso a trabajar y la mezcla relajante de los aceites de aromaterapia, junto con la manera experta en que sus manos amasaban mis músculos rígidos, enviaron a mi mente a vagar en un estado de relajación de ensueño. Pensé en mis padres en casa y sentí una punzada de culpabilidad. Mis padres habían estado casados por veinticinco años y nunca habían tenido unas vacaciones. Ni siquiera una luna de miel. De repente, todo esto se sentía demasiado extravagante. Pero mamá había estado feliz por mí cuando la llamé y le conté del viaje. No debía sentirme culpable. Debía disfrutar esto. Estábamos aquí por el trabajo de Edward.

Ser la asistente de Edward ciertamente tenía sus ventajas. Mi cuerpo relajado y mi mente semiconsciente eran prueba de ello. Él era un gran jefe. Me preguntaba qué estaba haciendo en estos momentos. Probablemente, jugueteando en la playa con Kate y sus cocos. A pesar de que estaba disfrutando todos estos tratamientos lujosos, juré que la próxima vez no abandonaría a Edward en una sesión. Elenoa frotó todo mi cuerpo con un exfoliante de raíz de jengibre luego me envolvió con hojas de plátano, lo cual se sentía muy cálido y bien. Se sentía como una deliciosa mezcla de frutas. Si acercaba el brazo y lo lamía, probablemente sabría bien. Mientras la cálida mezcla se asentaba, me trataba con una mascarilla facial de papaya. 

Después de terminar todos los tratamientos, comenzó la parte dolorosa. Ella dijo que el vello incipiente que tenía en las piernas era de la longitud perfecta para encerar, así que me depiló las piernas y la zona del bikini al estilo brasileño. Estaba muy segura de que la depilación brasileña dolía más que dar a luz, pero el resultado fe muy hermoso y suave. Después de la manicura y la pedicura me dirigí de vuelta a la habitación del Hotel. Edward no había llegado, así que nos ordené el almuerzo desde el servicio a la habitación y me acosté en la cama para descansar. ¿Era está realmente mi vida? Porque una chica podía acostumbrarse.

 

* * * *

 

Me retorcí en la cama, tratando de alejarme del alcance de Edward. Cuando regresó, almorzamos, nos duchamos y nos metimos a la cama, aún desnudos y empapados, para hacer la cucharita.

—No. —Me cubrí con la sábana más arriba de la cintura para escudar mis partes femeninas, sin importar el hecho de que mis pechos estuvieran desnudos.

— Déjame ver —Edward sonrió, sus ojos juguetones fijos en los míos. Se veía divertido cuando nos duchamos, queriendo ver mi depilación brasileña que me dejó completamente lisa y suave.

— Necesito inspeccionar el trabajo. Asegurarme de que tuviste el servicio completo. —Agarró la sábana y la apartó cuando abrí las manos, dejándola deslizarse. La mirada de Edward dejó la mía y viajó lentamente hacia abajo.

Cerré las piernas. 

— Deja de mirar. Es incómodo.

Edward me abrió las piernas. 

— Mírate, cariño. Eres hermosa. —Su dedo acarició ligeramente la cara interna de mi muslo y pequeños estremecimientos estallaron en mi piel—. ¿Nadie te ha dicho lo hermoso que es tu coño?

Mis mejillas estallaron en calor. Negué con la cabeza. Sexo en la oscuridad y bajo las sábanas, era la norma antes de que él llegara.

— Es como una pequeña flor rosa. . . mira. —Me atreví a bajar la mirada. Abrió mis labios interiores con sus pulgares, el toque suave era inocente y erótico a la vez. Se me escapó una respiración gutural y la mirada de Edward me encontró—. Ves, eres perfecta aquí abajo.

— Si tú lo dices —murmuré.

— ¿No te gusta mirarme?

Asentí con entusiasmo.

Una lenta sonrisa se apoderó de su boca.

—Es bueno saberlo. Bien, así es como me siento al mirarte. Me excitas mucho, nena.

Al bajar la mirada, era imposible no notar el bulto bastante grande en sus caderas donde la sábana formaba una tienda de campaña. 

Para nosotros, no parecía ser posible ir más allá de unas horas sin sexo. Seguía esperando que esa parte de nuestra relación se calmara, pero eso no había pasado. Él era arrebatadoramente sexy y mi cuerpo lo ansiaba. No iba a negarlo.

 

 

* * * *

Me desperté con Edward arrastrando suaves besos por la parte trasera de mi cuello. Seguía acurrucada contra él como nos habíamos acomodado la noche anterior, acunada en sus brazos. Solo que ahora su evidente erección se presionaba contra mí. Era difícil ignorar su polla de nueve pulgadas apretada contra mi culo. Me presioné contra él, provocándole un gemido.

— Nena, no puedes hacer eso. 

Su tono era de advertencia, su voz profunda y adormilada. Edward colocó varios besos húmedos más por un lado de mi garganta cuando giré la cabeza y la boca en busca de la suya. Me retorcí contra él, meciendo las caderas y arrastrando el trasero sobre su polla. 

— Mierda —murmuró—. Se está portando mal esta mañana, señorita Swan. 

— Creo que secretamente eso te gusta —me burlé, inclinándome hacia su olor y voz grave. Era tan increíblemente sexy que no me pude resistir a la tentación de su cuerpo preparado y listo estando tan cerca del mío.

Nos tumbamos uno al lado del otro y una de sus grandes palmas ahuecó mi mejilla mientras la otra se movía entre nosotros, sintiendo lo mojada que estaba. 

— Mierda, cariño. Estás empapada. 

Mi sangre corrió hacia mis mejillas. Bajé la cabeza, alejando mis ojos de los suyos, de repente siendo consciente de las reacciones tan excesivamente obvias de mi cuerpo ante él. 

— Oye. Me encanta. Me pone como el infierno. —Empujó un largo dedo en mi interior y dejé salir un quejido de necesidad—. ¿Necesitas correrte? 

— Edwaard. . . —Sacudí las caderas para acercarlo. 

— Shhhh. Voy hacer que mejore. 

Edward me levantó de la cama, deteniendo momentáneamente su deliciosa tortura para quitarme la camiseta que llevaba puesta. 

Sus dedos trazaron las curvas de mis pechos mientras su otra palma tocaba ligeramente mi otro seno. Sus toques eran tan suaves, tan cuidadosos que me di cuenta de que se estaba conteniendo. No estaba tratando de hacer que me viniera rápido y tomarme duro como lo hizo contra la pared de la ducha la noche anterior. Las manos le temblaban muy ligeramente y pude sentir lo mucho que me deseaba. Era embriagador. Sus pulgares rozaron mis pezones y estos se apretaron por su toque. 

Mientras presionaba besos húmedos por mi garganta, su lengua salió para presionarla contra el punto donde mi pulso zumbaba salvajemente. Se abrió paso hacia abajo, mordisqueando mis pezones. Sus dedos ligeramente curvados alrededor de mi costilla me sostuvieron cerca. 

Su lengua rozó ligeramente mi pezón, enviando dardos afilados de placer a mi núcleo. Sus dientes rozaron mi punta endurecida y sentí la sensación hundirse profundamente en mi cuerpo mientras mi sexo se contraía. Mi corazón bombeaba violentamente. 

Poniéndome en su regazo de modo que lo montara a ahorcajadas, se bajó los calzoncillos de las caderas y se acarició a sí mismo dos veces. 

— ¿Estás lista para mí, nena? 

Le sostuve la mirada y dejé salir un suspiro tembloroso. Lo tenía a mi disposición día y noche y aun así no era suficiente. Cuanto más tuviera de él, más quería. Cuanto más profundamente empezaba a entenderlo, más quería saber. Cuanto más nos acercábamos físicamente, más quería darle.

Acomodándose contra mí, Edward se empujó en mi interior, su gran polla me estiró y me robó el aliento por el ángulo. Las sensaciones irrumpieron en mí y mi cabeza cayó hacia atrás, exponiendo mi cuello a sus besos. 

— Joder, eres tan perfecta —gruñó contra mi piel. Solo podía aferrarme a sus hombros mientras Edward bombeaba en mí—. Agárrate fuerte. 

Puse los brazos alrededor de su cuello y me aferré. Las manos de Edward se movieron debajo de mi culo y me alzó y bajó más duro contra él. El placer creció en mi interior con cada golpe, y después de un par más de momentos dichosos, me corrí, arañando su espalda y clavando los talones en la cama mientras me movía en su contra. 

Edward hundió los dedos en la parte blanda de mis caderas y se aferró a mí, enterrándose totalmente en mi interior mientras se corría. 

Colapsamos de nuevo juntos sobre la cama, con nuestros corazones latiendo con violencia y nuestras respiraciones escuchándose fuertemente en la que normalmente era una silenciosa habitación. No sabía cómo era posible, pero cada vez parecía ser mejor y mejor. 

Después de que él nos hubiese limpiado y vestido a mí una vez más con mi camiseta, tiré de él para sentarlo de nuevo conmigo en la cama. Aún no estaba dispuesta a levantarme para el día. Presionó su rostro contra el hueco de mi cuello. 

— Me gusta este sitio —murmuró contra mi piel. 

En cuanto a mí concernía, podía quedarse ahí para siempre. 

Girándose para darme la cara, Edward colocó un mechón suelto de mi pelo tras mi oreja. Su expresión era observadora, casi preguntando, como si tuviera algo en su mente. 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

Ella era hermosa así. Ignoraba su propia belleza, su brillante piel y el rosa debido a su orgasmo. Le metí un mechón de pelo detrás de la oreja y dejó escapar un suave suspiro feliz. 

— Quiero llevarte a algún lugar para estar a solas contigo por unos días. 

— Está bien. —Sus ojos bailaron en los míos. 

— Genial, porque he fletado un avión para ir a una isla vecina. Pasaremos el resto de nuestro viaje en un resort exclusivo en una isla privada. Solo nosotros. 

Su boca se transformó en una amplia sonrisa y pude leer su expresión tan clara como el día. Sin Tanya. Sin fotógrafos. Sin ex novias que nos distrajeran. Estaríamos completamente solos. 

— ¿Qué pasa con el trabajo? —preguntó—. ¿Habrá conexión a internet para por lo menos comprobar tus próximos trabajos? 

— No hay necesidad de trabajo. Ya le dejé saber a Tanya que te llevaría lejos. Con la llegada de las vacaciones, este momento del año tiende a ser lento de todos modos. Solo será una semana más. Díez días máximo. —Sonreí. 

— Me encantaría quedarme. Sólo tendré que avisarle a Rose que no estaré en casa.

Presioné un beso en su boca. 

— Bien. Vamos a almorzar. Le pediré al personal del hotel que empaquen nuestras maletas. Nuestro vuelo sale en una hora. 

— Vaya. Honestamente, puedo empacar mi maleta. 

— Estás muy mandona para una asistente. Venga, vamos. Tengo hambre. Y tengo muchas ganas de esos panqueques de mango que tienen en el piso de abajo. 

Se rió y se apartó la manta de las piernas. 

— Bien. Vamos a alimentarte. 

Esa era mi chica. La traficante de comida que yo conocía y amaba. No podía resistirse a la oportunidad de cuidar de mí o alimentarme, y adoraba eso de ella.

 

 

 

  Bella

 

 

 

Después del desayuno vimos a Tanya en nuestro camino hacia el auto. El botones siguiéndonos con las maletas escoltándonos llamó su atención. 

— ¿Se van? —preguntó ella, deteniéndose en frente de Edward.

— Sí, te envié un correo —dijo él—. Voy a llevar a Bella a una escapada privada antes de irnos a casa. —Me preparé, observando su reacción.

Una sonrisa falsa tiró de su boca. —Bien, amor. Disfruta antes de que venga el bebé. Te lo. . .

— Tanya. . . —Le advirtió Edward. Ella solo sonrió e intento darle un abrazo, pero Edward no se lo permitió, en vez de eso me dijo—. Vamos, nena.

Tanya se quedó parada con las manos en jarras y una mueca de enfado. Internamente me sentí feliz de que Edward la pusiera en su lugar y la rechazará.      

Pero analizando lo que ella dijo. Un sabor ácido llenó mi boca ante el pensamiento de él inclinándose sobre la cama de hospital de Tanya para cubrir a su pequeño bebé hermoso, inspeccionándolo en busca de signos de su parecido.

Él me juró que no la quería, que aún estaríamos juntos sin importar lo que pasara con el bebé. Pero me preguntaba si eso cambiaría una vez que la viera con su bebé. Y si él no tenía un interés romántico en ella, podía manejar jugar al papá cariñoso con su bebé. Dios, sonaba egoísta. Estaba celosa de un bebé. ¿Era tan patética? Arrastré mi culo apenado detrás de Edward hacia el auto esperándonos.  

Capítulo 36: Desconfianzas e Inseguridades Capítulo 38: Solo Tu y Yo

 


 


 
14437985 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios