Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 82971
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 14: Noche Maravillosa

Santa mierda. ¿Qué haría?

 

Edward  y Tanya aparecieron en la esquina y cruzaron el cuarto hasta quedar a mi lado, dejando sus manos descansar en la parte inferior de mi espalda. El contacto me hizo saltar y derramé un poco de mi cerveza al lado de mi vaso.

— ¿Estás bien? —murmuró Edward a mi lado.

— Estoy bien. —mentí, no le podía decir que había escuchado su conversación. ¿Verdad? Pero necesitaba una explicación de todo esto, pero a la vez no quería saber lo que (si es que pasaba algo) pasaba entre Edward y Tanya. 

Tome una respiración profunda, Edward busco mi mano. Y dijo:   

— Nuestra mesa esta lista, ven.

Edward se sentó entre Tanya y yo, lo cual fue bueno porque no hubiera aguantado echarle un moco en su comida, dada la oportunidad. Solo Dios sabe que ella se lo merecía. Ella se inclinó sobre él para leer el menú y señalando la comida que podría pedir, lo cual fue muy molesto. Él ordenó una ensalada Niçoise. Me pregunto si alguna vez él come lo que quiere.

Se supone que es su cumpleaños y debería comer lo que él quiera. Estoy segura de que yo no pediría una ensalada en mi cumpleaños.

Escogí agua con gas al final de la comida. Quería tener la cabeza despejada después. No sabía si iba a pasar tiempo a solas con Edward, pero si lo hiciera tendría que pensar claramente. Necesito saber qué es lo que está pasando entre nosotros. Con mi cabeza en las nubes y llena de alcohol probablemente no podría ayudar. Y no quiero ver a Tanya tener un infarto en la mesa, así que pedí otra cerveza.

Los invitados hablaron con Edward la mayor parte de la cena. Yo silenciosamente vi que otros invitados en nuestra fiesta eran más ejecutivos para las marcas de lujo que Tanya estaba intentando reservar. Estaba muy frustrada, no podía ni mirar su falsa sonrisa. Esta noche se suponía que sería una relajante noche de bajo perfil para él, pero claro, ella la convirtió en una entrevista de trabajo.

Edward respondió amablemente a todas sus preguntas, actuando como si nada lo estuviera molestando, pero yo podría decir que sí lo hacía. Yo piqué mi comida y me quedé callada la mayor parte de la comida, pero Edward me miró varias veces y una vez tomó mi mano bajo la mesa. Las bebidas continuaron después de la cena, y en ese momento Tanya contó una historia sobre Edward, destinada a nuestros invitados o a asustarme. Ella lo describió como un playboy, y mi comida se revolvía en mi estómago con más información. 

— Estábamos en Singapur, fue hace cuántos, ¿dos años, amor? —Edward asintió—. Estábamos en el set de Versase, y él estaba todo gruñón—. Edward hizo una mueca como si supiera lo que venía—. Él no había dormido bien y bueno.

— Tanya. . . —advirtió Edward bajando la voz.

— Oh, calla amor, es divertido —Tanya sacudió su mano en dirección a él y luego se volvió hacia el grupo—. El set estaba brillando, ropa bonita, y nuestro modelo aquí presente estaba en necesidad de echar un polvo. Sabía que estaba llegando al borde antes de que comenzara a disparar —Unos cuantos ejecutivos se inclinaron hacia delante interesados y las mejillas de Amber se tornaron rosas. Edward se estaba agitando. Removió la servilleta de su regazo y la puso al lado de su plato. Tanya continuó—. Así que encontré a esta pequeña ayudante y le pregunté si sus deberes orales eran buenos y la envié a Edward. Ella lo miró y asintió, llevándolo a un closet vacío, no sé qué pasó después; todo lo que sé es, que cuando él volvió cincuenta minutos después, había una sonrisa en su cara.

La mesa estalló en carcajadas. Edward retiro la silla bruscamente se puso en pie y se encaminó para irse, estaba a punto de seguirlo cuando Tanya hablo: ¿Te vas? —Edward ni siquiera se volteo cuando le contesto. — ¿Tú que crees?   

— Oh vamos amor solo fue una bromita — dijo con voz melosa. — además, te falta abrir tus regalos. —Edward suspiro, se apretó el tabique nasal con los dedos, intentando controlarse, pasaron unos segundos antes de que se volviera y dijera: — dámelos.

— Vamos amor no te enojes, quédate ¿sí?

— Tanya. . .  —le advirtió, como si estuviera llegando a su límite. Al parecer estaba perdiendo el control, no sabía si estaba enojado o avergonzado por lo que había contado Tanya, pero una cosa si era segura no le había gustado nada su “bromita.” No dijo nada solo se sentó de nuevo en la mesa, con aspecto contenido y resignado.             

Pero pensando en eso, se me hizo un bulto en mi garganta cuando caí en la cuenta de lo que Tanya había dicho, tome mi vaso de agua y tomé un poco para obligarme a tragarlo. La historia de Tanya demostró que Edward estaba enteramente en una categoría diferente de hombres. Él ha vivido y trabajado en todo el mundo, y aparentemente obtuvo trabajos de asistentes a la caída del sombrero. ¿Siquiera recordaba sus nombres? ¿Era eso lo que yo era para él? ¿Un juguete de tiempo libre? Eso era exactamente por lo que yo no estaba hecha para esto. El sexo significa más para mí. No había manera de separar lo psicológico de lo emocional en mi mente. Ross estaba en lo correcto, nunca debí haber dormido con él. Pero también sabía que si volvía a preguntar que me acostara con él, probablemente respondería que sí.

Parte de mi deseaba ser más fuerte; parte de mi estaba soñando varias maneras de tenerlo a solas más tarde. Tanya llevaba una bolsa con varios regalos envueltos, yendo hacia Edward. Él solo sonrió y trató de actuar humilde, abriendo cada uno y agradeciendo al que se lo dio. Una bufanda de Hermès, un reloj Cartier, una taleguilla Baleciaga, y otros regalos carísimos fuera de mi rango de presupuesto.

Yo le había conseguido algo, o más bien le hice algo. Era de mal gusto aparecer en una fiesta de cumpleaños con las manos vacías, pero no había manera de que me avergonzara a mí misma sacando un regalo hecho en casa en medio de toda esta extravagancia. Podría quedarse escondido en mi bolso. Muchas gracias.

Tanya empaquetó los regalos en la bolsa y pidió al restaurante si un conserje podía entregarlos en el hotel. Fue increíble ver que ella era realmente capaz de hacer sus propios preparativos.

Después de la cena, se sirvió el café pero no hubo postre. ¿Qué era una fiesta de cumpleaños sin tarta? Edward parecía hastiado y aburrido hasta las lágrimas. Necesitaba rescatarlo. Me incliné más cerca.

— ¿Sin tarta en tu cumpleaños? Eso es un crimen.

Él se encogió de hombros. —No se me permite tener tarta. 

— ¿Permite? —Yo no estaba libre del gluten, todo orgánico, o vegetariano. Me gustaba la comida. A veces incluso comía mucho de ella. Demándame—. Necesitamos una tarta —Empujé mi silla de la mesa y cogí mi bolso.

— Gracias por la cena —le dije a Tanya. Entonces agarré la mano de Edward—. Vamos. 

Sus ojos se abrieron y se dirigieron hacia los míos, y después de un segundo de vacilación, se puso de pie.

— Tanya —Él se inclinó para darle un beso en la mejilla.

Ella sonrió, tan falsa tanto como pudo conseguir. — ¿Tan pronto? 

Él se encogió de hombros. —Sí, si eso está bien con vosotros —Dirigió la pregunta a la mesa.

Todo el mundo asintió y sonrió, nadie dispuesto a estar en desacuerdo con él.

Genial.

Tanya no pudo decir nada. Todos los demás ya habían estado de acuerdo. Yo podría haberlo besado. Pero preferí guardarlo para después.

Una vez que estuvimos a salvo fuera del restaurante, Edward agarró mi mano, entrelazando sus dedos entre los míos, su boca contorsionándose en una sonrisa.

— Uff. Gracias por rescatarme.

— ¿Bromeas?  —le dije sonriendo hacia él, sintiéndome como una genia total, y le apreté la mano.

Nos aventuramos al bar restaurante en el lobby de nuestro hotel, dentro de una cabina aislada, y pedimos dos copas de champán burbujeante.

Cuando el camarero regresó, pedí el mayor pedazo de tarta de chocolate que tuvieran.

— ¿En serio? —Edward me sonrió—. ¿Segura que podrás manejar todo eso, cariño? 

Asentí con entusiasmo. —Adelante. 

Cuando el camarero nos entregó la tarta, lo hizo con una sonrisita parisina. Ésta sobresalía del plato.

— No me esperaba que fuera tan grande —comenté.

Las cejas de Edward se alzaron sugestivamente. Me entregó una cuchara 

— Las damas primero.

Estaba a punto de argumentar que era su cumpleaños y él debía hacer los honores, pero su severa expresión no dejaba lugar a discusión. Acepté la cuchara que me ofrecía y cavé en la densa tarta. En mi trozo favorito, el pequeño triángulo de la punta. Los ojos de Edward siguieron mis movimientos, viendo cómo mi boca se cerraba alrededor de la cuchara.

— Mmm —gemí, dejando caer la cabeza hacia atrás. Sus ojos se abrieron y tragó fuertemente.

Edward excavó en él, uniéndose a mí en la felicidad del chocolate. 

— No he tenido una tarta en. . . años —Él le dio un mordisco y sus ojos se cerraron mientras masticaba—. Santa mierda. 

Me eché a reír. Esas calorías valían taaanto la pena. Al ver la expresión de Edward. Claramente estaba disfrutando. Edward se apoyó en la cabina, cruzando sus brazos y me observó. Di otro mordisco, lamiendo el glaseado de chocolate de mi cuchara. A medida que mi lengua salía, su respiración se enganchó, su pecho subiendo y bajando sistemáticamente. Me gustó que yo estuviera teniendo un efecto sobre él.

Dios sabía que él me afectaba. Todo mi cuerpo vibraba con excitación cada vez que él estaba cerca. Y olvidarse cuando él barría con esa mirada profunda bordeada con pestañas oscuras sobre mis curvas. Mentalmente separé mis rodillas, lista y esperando.

— Espero que haya sido un buen regalo de cumpleaños. —Levanté mi copa de champaña y tintineé contra la suya.

— Lo es ahora. 

Sonreí ante el cumplido, contenta de haber tenido el coraje de salvarlo.

— Tengo algo para ti, bueno, te hice algo. 

— ¿Me hiciste algo? ¿Qué es? 

— No es nada grande; sólo que lo sentí tonto dártelo en el restaurante. 

Se echó hacia atrás en su asiento, estudiándome.

— Me gusta que hayas esperado. —La mirada de Edward siguió el movimiento cuando metí la mano en mi bolso para recuperar el regalo.

Le entregué un paquete plano envuelto en un papel marrón, de repente sintiéndome como una idiota. Esto no es sexto grado, Bella.

Edward miró el regalo, los ojos muy abiertos y llenos de incredulidad.

— ¿Tú hiciste esto para mí? 

Asentí con la cabeza tímidamente.

— Nunca he recibido un regalo hecho en casa —Lo sostuvo con reverencia, como si se tratara de algo invaluable e importante, en lugar de un CD, una lista de canciones que había grabado sólo para él.

— No es nada. Ábrelo —Los regalos y las tarjetas hechas en casa eran prácticamente la norma en mi familia. Al crecer, no teníamos mucho dinero extra y tendíamos a ser creativos.

Edward arrancó el papel y sonrió cuando vio el disco de plata con mí desordenada escritura garabateada con rotulador negro: Cumpleañero. Escogí un montón de sexys jams, canciones que yo esperaba que no hubiera oído antes de la mezcla de música eléctrica en mí portátil.

— Gracias, esto es impresionante. El mejor regalo que he tenido en toda la noche. —Su sonrisa era genuina por primera vez esta noche, llegando a sus ojos y arrugando las esquinas.

Mi corazón latía con un ritmo extraño, sabiendo que él me estaba mirando. Estos simples actos la tarta, el regalo hecho en casa no supe por qué, pero él actuaba como si estos gestos significaran más para él que la cena de mil dólares y regalos extravagantes que acababa de recibir.

— De nada —murmuré. Por qué mi voz se había puesto toda ronca y baja, no lo sabía.

— Vámonos de aquí —Su tono dejaba poco espacio para la discusión. Pero, ¿no era esto lo que yo quería? Quería sentirme deseada y sexy, y perderme en este hombre.

La copa de champán burbujeante había ido directamente a mi cabeza, y me agarré a los brazos de Edward mientras íbamos hacia el ascensor. Él estaba inusualmente tranquilo e intenso, y me pregunté qué estaba pasando dentro de su cabeza.

Una vez dentro del ascensor, Edward no dejó ninguna duda de hacia dónde nos dirigíamos. Pulsó el botón de su piso y luego se volvió hacia mí, enjaulándome con sus brazos contra la pared. Él bajó la cabeza para inhalar el olor de mi cuello, enviando una oleada de placer hormigueando por mi cuerpo.

— Ven conmigo arriba —gruñó él, su cálido aliento chocando sobre la curva de mi mandíbula. Mi pulso tamborileó cuando sus labios se cernieron sobre mi garganta.

No le respondí, no podía. Mi cuerpo quería esto. Mi cerebro no estaba tan seguro. Lo que había entre él y Tanya era una definitiva preocupación. Una vez que él hubiera terminado conmigo, sería como como una relación de Taylor Swift: ciudad del corazón roto. Ninguna cantidad de helado o vodka me animaría. ¿Perdería mi trabajo, también?

Edward se echó hacia atrás y me miró a los ojos, sus dedos rozando las líneas de pensamiento grabadas en mi frente.

— Hey —su voz fue toda suave y dulce—. Deja de pelear con esto. 

Era fácil para él decirlo. Tragué el nudo que se había alojado en mi garganta. —Yo no hago cosas como el sexo casual. 

— ¿Quién dijo que era eso lo que yo quería? —Recordé su comentario anterior de que sólo había tenido a tres chicas. Supongo que eso me hacía la afortunada número cuatro—. Eres tú quien salió corriendo de mi habitación la otra noche. 

¿Por qué había hecho eso? Yo había estado borracha por el alcohol, y humillada por haber dejado que las cosas llegaran tan lejos. Yo sabía que mi corazón ya estaba comprometido, y que era más seguro y más fácil huir que enfrentar una torpe conversación post-sexual. 

— Edward, ¿qué se supone que debo pensar? Tú eres tú. . . y yo soy yo. . . 

La confusión se fijó a través de sus rasgos y su boca se empujó en una apretada línea, pero se quedó en silencio.

El ascensor se detuvo, y él hizo una seña para que yo saliera cuando las puertas se abrieron. Caminamos a su habitación en silencio.

Cuando llegamos a su habitación, Edward, sin dejar de mirarme en silencio, me dejó entrar.

— Siento haberme ido —le dije.

Él asintió con la cabeza y levantó mi mano hacia su boca.

— Pasa la noche conmigo. 

Cruda necesidad floreció dentro de mí. Yo era impotente frente a sus encantos. — ¿Como una fiesta de pijamas? 

— Sí. Con tiempo de juego —confirmó Edward, con una sonrisa tirando de sus labios.

Mi pulso retumbaba en mis oídos. Me gusta el tiempo de juego. 

Sus manos rodearon mi cintura, llevándome más de cerca. —Buena chica. Y esta vez tendré la oportunidad de probar ese dulce coño.

Me volví de color rosa brillante y mis rodillas temblaron. Apreté mis manos contra sus hombros, necesitando algo sólido para agarrarme. Asentí con la cabeza, completamente perdida y cayendo. Cayendo por este hermoso hombre cuyos ojos color verde profundo estaban mirando los míos.

— Te quiero a ti. Es simple. No lo hagas complicado —susurró.

Mis ojos se cerraron. —Esto no es sólo sexo, Edward. 

Suaves dedos acariciaron mi mandíbula. —Lo sé, hermosa. Deja de asumir que sabes lo que yo quiero. Nunca había tenido a una chica como tú. Suave. . . —Su pulgar acarició mí mejilla—. Dulce. . . Sus labios se apretaron sobre los míos—. Y sureña. . . —Su mano encontró mi trasero y apretó, acercándome más—. Déjame hacer esto. Déjame tenerte, Bella.

Abrí los ojos y asentí. Él podría tener lo que quisiera, siempre y cuando me tocara pronto.

Mis rodillas estaban hechas jalea y mis pezones estaban duros y hormigueando.

— Sólo si puedo tenerte, también. 

— Puedes tener todo lo que quieras —Su tono era tan solemne, tan sincero, que le creí.

Con un repentino estallido de confianza del que pudiera tener a este hombre, me dejé caer de rodillas delante de él. Tenía que consumirlo, para poseerlo. Luché con el cinturón y luego con el botón para abrir la cremallera. Sus manos se mantuvieron a los lados, y cuando mis ojos se alzaron para mirarlo, una juguetona sonrisa tiraba de sus labios. El creciente bulto en sus pantalones demostró que no estaba tan tranquilo y en control como lo demostraba su expresión.

Al verlo tan de cerca y personal era tan íntimo; acaricié con la nariz y la boca su carne, aspirando su olor. Olía tan bien. Un rastro de jabón y almizcle. Todo hombre. Yo quería más.

Moviéndome despacio, presioné tiernos besos a lo largo de su longitud y le oí aspirar una bocanada de aire.

Podía sentirlo observándome. Sabiendo que estaba mirando hacia mí sólo alimentó mi deseo y lamí y chupé mientras trataba de llevarlo más profundo. Sus caderas empujaron hacia adelante cuando invadió mi boca y mis manos se apresuraron a acariciar su hinchado miembro.

Fue algo muy poderoso, complacerlo así, tener el control de su placer. Empujé mi boca hacia abajo alrededor de su pene, llevándolo hasta el final de la parte posterior de mi garganta. Su gran longitud golpeó mis amígdalas y me amordazó, con mi boca hecha agua a su alrededor. Edward gimió y sus rodillas se pusieron rígidas. Yo sabía que había hecho algo bien. Me encantó aprender lo que le gustaba. Si él no iba a decírmelo, entonces dependía de mí averiguarlo. Y, al parecer, le gustaba en lo más profundo. Continué mis atenciones, sin parar hasta que chocó contra la parte posterior de mi garganta con cada embestida.

— Sí, nena, joder —Sus dedos enroscados a través de mi pelo, me tiraba más de cerca. Un bajo gemido escapó de la parte posterior de su garganta, un sonido crudo y primitivo. Un torrente de endorfinas golpeó mi sangre y yo apreté mi mano alrededor de él, necesitándolo más cerca, deseándolo en mi interior. Dejé caer libre su polla de mi boca y me levanté con los pies tambaleantes. Sus grandes manos acunaron mi mandíbula, y me besó profundamente, su lengua coqueteando con la mía.

— Edward. . . 

— Todo lo que quieras. . . —susurró contra mi boca.

No tenía idea de cómo pedir lo que quería, así que en vez de eso le besé de nuevo, lo único con lo que me sentía confiada de hacer. Su respiración se aceleró, al igual que la mía, así que por lo menos me sentí reconfortada de que no estaba sola en la locura que se apoderaba de mi sistema.

Tiró del botón de mis pantalones vaqueros, haciéndolos estallar abierto mientras me besaba.

— Quítate las bragas, bebé. Necesito estar dentro de ti.

Su voz profunda y sexy envió escalofríos corriendo por mi espalda mientras luchaba por el control. Sus dedos rozaron a través de mi vientre, despertando mis terminaciones nerviosas y haciendo correr mi pulso.

— No quiero usar condón. Quiero sentirte. Estoy limpio. ¿Estás tomando la píldora? 

Asentí con la cabeza y fue toda la información que él necesitó. Capturó mi boca en un beso hambriento y sus manos me encontraron. Me ayudó a bajarme mis pantalones vaqueros y las bragas por mis piernas hasta que estuve desnuda de cintura para abajo.

Edward me levantó de repente, y envolví mis piernas alrededor de su cintura. Él nos llevó atrás hasta que mi espalda golpeó la pared, obligando a mis pulmones a respirar. Gemí ante la sensación de su gruesa erección presionando contra mí. Apreté mis caderas contra las suyas. Pero Edward, siempre en control, no hizo ningún movimiento para unir nuestros cuerpos y continuó besándome profundamente. Lo ansiaba, lo necesitaba.

— Edward. . . —gemí, liberándome del beso.

— Dime lo que quieres. —Sus labios rozaron los míos mientras hablaba, nuestras frentes descansando juntas.

¿Hablaba en serio? Podía sentir su erección empujándome. —Por favor.

— Ruega por ello, nena.

— Edward. . . te necesito. . . muy dentro de mí. . .

Su gemido gutural envió una nueva ola de humedad corriendo contra su carne endurecida. Se estaba burlando de mí, corriendo su virilidad a lo largo de mí, haciéndome gemir.

— ¿Quieres que folle ese hermoso coño, nena? —Edward presionó su dura punta contra mí sin entrar.

— Sí por favor. Edward, fóllame. —Cómo siempre parecía terminar rogando por él no tenía ni idea, pero este hombre me volvía loca de deseo. Nunca había estado así antes, fuera de control y desesperada. Él empujó contra mí, deslizándose dentro lentamente, dejando su cuerpo invadir el mío hasta que estaba profundamente enterrado dentro de mí. El combo de placer/dolor envió un gemido cayendo de mi garganta. Agarré sus hombros y él tomó mi culo en sus manos, levantándome arriba y abajo, follándome duro y sin piedad.

Mi espalda chocaba contra la pared con cada embestida, pero no me importaba si tenía moretones mañana. Quería esto duro. Lo necesitaba. Necesitaba que me reclamara y me mostrara que era suya. Observar a Edward perder el control era una cosa maravillosa. Su rostro permanecía impasible, pero su pulso palpitaba en su cuello y sus músculos se tensaban y temblaban mientras sostenía mi peso.

Sin ser nunca normalmente vocal durante el sexo, murmuré su nombre y gemí con cada golpe. El sexo nunca había sido tan íntimo antes. Esto era más que compartir el placer corporal. La mirada de Edward estaba bloqueando la mía mientras leía cada señal mía, respondiendo a todas mis necesidades. Apoyé mi mano en la pared detrás de mi cabeza. La mano de Edward acunó la parte posterior de mi cabeza.

— ¿Te estoy lastimando? —Sin esperar mi respuesta, él nos llevó a través de la habitación y me lanzó en la cama.

La separación física fue brusca y desagradable. Al instante lo eche de menos. Su erección estaba colgando fuertemente entre nosotros y no pude resistir la tentación de inclinarme hacia delante en la cama y dar un beso húmedo contra su punta. Sus manos se movieron a mi pelo y arregló mi pelo fuera de mi cara.

Sus ojos eran oscuros, sus pupilas se dilataron mientras me miraba. 

— Mierda, chica. Eres demasiado buena.

Le sonreí, y la mano de Edward ahuecó mi mejilla, acariciándome amorosamente mientras sus ojos se encontraban con los míos. Me sentí hermosa. Deseable. Tirando de él por la mano, lo tiré sobre la cama. Lo necesitaba más cerca.

Una vez que me hube librado con éxito de mi camisa y sujetador, Edward se apretó contra mí de nuevo, moviéndose dentro de mí lentamente. Envolví mis piernas alrededor de su cintura y lo sostuve mientras se mecía hacia mí, lentamente al principio, dejando que me adaptara, y luego con un ritmo urgente.

Se sentía increíble. Grande. Casi demasiado grande, pero tan placentero. Me perdí en las sensaciones: la rugosidad de su mandíbula sin afeitar frotando mi mejilla, sus dedos acariciando mis caderas, su ancho pecho rosando contra el mío mientras se movía por encima de mí.

Perdiendo todo control, su cuerpo golpeó contra el mío, acercándonos cada vez  más a la liberación. Quería hacerlo durar, saborear todo lo que él tenía que ofrecer, pero muy pronto la presión se acumuló dentro de mí. Edward leyó mi cuerpo y frenó sus embestidas, arrastrándose casi todo el camino fuera de mí y hundiéndose de nuevo lentamente. Mi espalda se arqueó e incliné mi pelvis a su encuentro, dejando que las sensaciones me alcanzaran. Me vine ruidosamente, gimiendo su nombre en una letanía de susurros murmurados. Edward apretó su boca en mi cuello, mordiéndome ligeramente cuando encontró su liberación. Su cuerpo se estremeció contra el mío mientras calientes chorros de semen explotaban dentro de mí.

Negándonos a movernos, descansamos juntos en la cama, una pila de sudorosos miembros enredados y sábanas derramadas. Me alegré de que no hubiera incomodidad post-sexo. ¿Por qué había estado tan desesperada por huir la última vez? Edward estaba demostrando ser nada parecido a lo que hubiera imaginado. No era el confiado, ensimismado modelo que mis peores temores me habían hecho creer. Era dulce y cariñoso, y aparentemente le gustaba que lo abrazaran.

Capítulo 13: Cumpleaños Capítulo 15: Dulce Depertar

 


 


 
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