Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 82969
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 36: Desconfianzas e Inseguridades

Habíamos tenido los dos días más improductivos en la isla hasta el momento, prefiriendo permanecer encerrados en la habitación haciendo el amor en lugar de enfrentar el mundo. Habíamos bautizado cada una de las habitaciones en la suite, teniendo sexo ruidoso y sudoroso. Una parte de mí quería detenerlo, decirle que no podía ahuyentar nuestras dificultades con sexo. Sin embargo, por supuesto, no lo había hecho. Me dejaba llevar. Era demasiado codiciosa de su toque.

Pero esta mañana los dos estábamos levantados y preparándonos para la primera sesión de fotos de Edward en las Fiji. Tragué el resto de mi café y miré el reloj. Teníamos que estar en la playa en veinte minutos. Quería llegar temprano para comprobar todo, aunque supuse que preocuparme por los detalles del set ya no era mi preocupación. Mi único trabajo ahora era asegurarme de que Edward llegara a tiempo.

Agarré mi cámara y la metí en mi bolso. Planeaba tomar unas pocas fotos de detrás de las escenas hoy y publicarlas en varios sitios de medios sociales para que las fans de Edward las disfrutaran. Una punzada de tristeza brotó dentro de mí ante el pensamiento. Millones de mujeres admiraban a este hombre. ¿Sería alguna vez realmente mío?

Salir con alguien en el ojo público era nuevo para mí. Edward había aparecido en las portadas de las revistas de hombres, vallas publicitarias y anuncios en todo el mundo. Gente de todo el mundo había visto sus provocativos anuncios, mujeres de todo el mundo habían fantaseado sobre este hombre. Y ahora él estaba eligiéndome a mí. Era mucho para asimilar.

Pero yo era un testigo en primera persona del hombre mismo, la persona real detrás de las brillantes hojas de revistas. Yo lo había visto en su mejor momento, en el peor; sabía sobre sus muchos medicamentos prescritos, su larga aventura con su agente. Él era conocido en el mundo por su belleza y su impresionante físico, pero yo sabía lo que había en su corazón, en su mente. Amarlo provocaba una intensidad dolorosa dentro de mí. Quería calmarlo, y esconderlo del mundo. Pero ahora era mi trabajo ayudar a promoverlo.

Dándome cuenta de que teníamos sólo quince minutos para irnos, empujé lejos los pensamientos. Cruzando la habitación, golpeé en la puerta del baño y la abrí. — ¿Edward?

— Casi listo, nena. —Cerró el grifo y salió de la ducha, alcanzando una toalla.

— Mierda —murmuré, presionando una mano sobre mi boca.

— ¿Qué? —Su mirada siguió la mía, y sonrió.

Se había afeitado.

Todo.

— Nada—murmuré—. Tú sólo. . . um, te ves más grande.

Su gruesa polla colgaba flácida por su muslo. Y mientras la miraba, comenzó a elevarse.

— ¡Edward! No tenemos tiempo para eso. Tenemos que irnos.

Él se rió entre dientes, el rico sonido retumbando en su pecho. —Entonces deja de mirar mi polla y decirme que es grande, cariño. A los hombres suele gustarles eso. —Envolvió la toalla alrededor de sus caderas y la aseguró en su lugar—. Puedes jugar con ella más tarde, lo prometo.

— Sólo date prisa, no me gusta llegar tarde. —Me alejé caminando del baño y lo dejé solo.

Señor, este hombre tenía un apetito sexual insaciable. Estaba jodida. Literalmente.  

 

* * * *

 

Cuando finalmente conseguimos bajar a la playa, Tanya estaba charlando con el fotógrafo, Santiago. Una chica estaba sentada en una silla de maquillaje, de espaldas a mí mientras que una maquilladora trabajaba en ella. La compañera de trabajo de Edward de hoy, obviamente.

Cuando se dio la vuelta, la reconocí al instante. Kate. Una de las ex novias de Edward que conocí el verano pasado en París. No sabía que ella estaría aquí. Estaba vestida en un mini bikini rojo tan pequeño que podía ver sus ovarios.

Cuando saltó de la silla mi respiración vaciló. Estaba perfectamente bronceada y entonada con rizos saltarines y maquillados ojos ahumados. Se veía espectacular. Una lenta sonrisa curvó los labios de Tanya cuando me vio mirar a Kate.

Mi corazón latió en mi pecho mientras veía a Edward saludar cordialmente a Kate. ¿Por qué no me había contado que su ex estaría aquí? Ella señaló a la variedad de calzoncillos que él tenía que llevar y compartieron una carcajada.

Edward se acercó a Santiago y le estrechó la mano. Hablaron durante unos minutos y luego desapareció en el interior del remolque para cambiarse en su primer traje de baño.

Me quedé allí, cavando inútilmente mis dedos de los pies en la arena, sintiéndome completamente sola y fuera de lugar sin su presencia. No había manera de que fuera a hablar con Tanya y era demasiado tímida para acercarme a Kate. Dudaba que ella recordara nuestro incómodo encuentro durante la fiesta de la industria en París. Esa fue la primera noche de que Edward me informó, y al mundo, de que yo era su novia.

Varios minutos después la puerta del remolque se abrió y salió Edward.

Santo Batman. 

Su abdomen y pecho se veían increíbles, pero cuando mi mirada viajó a la gran protuberancia sobresaliendo orgullosamente en sus ajustados calzoncillos, casi me atraganté con mi propia lengua. Dios, era delicioso. Todo músculo endurecido y belleza  masculina envuelto en un paquete tentador. Quería echarle una toalla alrededor y protegerlo de la vista. Obviamente una noción ridícula considerando lo que hacía para ganarse la vida.

Edward caminó descalzo hacia la maquilladora, que revolvió su pelo así estaba perfectamente desordenado y después aplicó corrector en algunos puntos antes de frotar su piel desnuda con loción bronceadora. Me pregunté si era loción comestible porque él se veía lo suficientemente bueno para comer.

Se pusieron en posición y comenzaron a disparar, varias poses juntos descansando en la arena y jugando en las olas, y luego cambio de trajes de baño, repitiendo el proceso.

Normalmente me encantaba ver a Edward trabajar, pero verlo abrazado en la arena con Kate, envueltos uno en los brazos del otro y retozando en las olas, no era divertido. Ni un poco. Odiaba ver las perfectas manos de Edward, sus largos dedos, agarrar la esbelta cintura de Kate. Odiaba la forma familiar en que la mano de ella se cerraba alrededor de sus bíceps. Mi estómago se retorció como si alguien hubiera girado un tenedor dentro de mí. Me sentí enferma viéndolos.

Se veían muy bien juntos. La pareja perfecta. Sólo saber que habían sido una pareja real, que habían sido íntimos, que Kate era una de las tres chicas con las que había dormido, me mataba. Profundo miedo e inseguridad se precipitaron dentro de mí, nublando mi cabeza, y haciéndome cuestionar todo.

Necesitando un minuto para mí misma, di la espalda a la sesión y caminé por la playa. Tragué bocanadas de aire fresco del océano, apartando las ganas de llorar. Era una estupidez. Edward me amaba. Me lo había dicho en repetidas ocasiones. Pero no se podía negar que verlo posar, agarrar y acariciar a su ex en el set fue duro. No estaba segura en nuestra relación para empezar. Y Kate, bueno. . . ella era un perfecto diez. Ganadora de la lotería genética. Y había dormido con mi novio. Impresionante.

Cuando volví al set todo el mundo estaba empacando. Edward y Kate estaban sentados a la orilla del agua, sus traseros plantados en la arena y sus pies en las olas. Edward echó la cabeza hacia atrás, obviamente divertido por algo que ella había dicho. Tomando una respiración profunda, audazmente me acerqué a ellos. Edward se puso de pie, tirándome en un abrazo.

— Nena, ahí estás. ¿Todo bien?— Su verde mirada sondeó la mía.

— Bien —mentí.

Kate se puso de pie, sacudiendo la arena de su pequeño trasero. — ¡Hola, Bella!

— Hola. —Dios, era preciosa y muy agradable también.

— El vestido te queda perfectamente, me alegro. —Ella me sonrió.

Mi frente se arrugó mientras luchaba por comprender su significado. Edward se movió incómodo a mi lado.

Kate echó la cabeza hacia atrás, riendo. —Edward me llamó y me pidió ayuda para comprar la ropa para ti. Elegí toda la ropa de tus vacaciones. —Me sonrió de  nuevo, sus brillantes dientes blancos  reluciendo en la luz del sol.

Mi estómago cayó como una piedra. Pensé que Edward había escogido y empacado la bonita ropa para mí. Enterarme de que en realidad fue su ex novia picó como una mordedura venenosa. 

— Oh. No lo sabía. Gracias. —Me las arreglé para decir—. Sí, la ropa me sirve. —Sin duda, varias tallas más que la que Kate llevaba. Señor, esto era vergonzoso. La dieta comenzaría mañana. Me despertaría temprano y correría todas las mañanas, nada de carbohidratos, o cualquier cosa procesada. . . Empecé a dictar el plan de dieta en mi cabeza cuando el brazo de Edward se deslizó alrededor de mi cintura y me tiró más cerca.

— Háblame. Pareces molesta.

Mi mirada viajó a Kate y ella devolvió mi expresión inquieta.

— Hey. —Puso una mano en mi hombro—. Edward y yo salimos hace varios años. Fue breve y. . . —perdón, le pronunció a Edward—. . .  no significó mucho. Los dos hemos continuado. Y nunca lo he visto más feliz. Me alegro por los dos.

— Gracias. —Asentí. Era estúpido e inseguro de mi parte sentirme amenazada por su amistad. Repetí esto una y otra vez en mi cabeza. No quería ser ese tipo de novia. Pero mi maldito corazón todavía latía dolorosamente en mi pecho mientras veía a Kate caminar lejos.

Edward seguía plantado firmemente en la arena, a mi lado, esperando mi respuesta. Tragué pesadamente. 

— Me siento tan a oscuras todo el tiempo contigo, Edward. Deberías haberme dicho que Kate iba a estar aquí.

Sus cejas se levantaron. —Juro que te dije que ella estaba reservada para esta sesión conmigo.

Sacudí la cabeza. Ese no era un detalle que olvidaría.

Presionó su frente con la mía. —Lo siento, cariño. Estaba tan preocupado de conseguir que vinieras, no pensé. Y quería tus maletas todas empaquetadas y listas para que algo tan mundano no se interpusiera en tu camino. Llamé a Kate y le di mi American Express. Sabía que sabría exactamente qué hacer. Dejó las bolsas en mi apartamento y luego revisé cada artículo, imaginándote en ellos, y los empaqué todo en la maleta yo mismo.

Sonreí ante su suave tono tierno, la genuina mirada de preocupación por mí en sus ojos. Lo estaba intentando. Puede no saber nada sobre ser un novio, pero lo estaba intentando. 

— Te amo, bebé. Por favor, no inventes cosas sobre las que preocuparte. No hay nada entre Kate y yo. Somos amigos. Te lo prometo.

Me estremecí ligeramente. Él me había prometido cosas antes. Y ahora Tanya estaba embarazada y las últimas tres mujeres con las que había dormido estaban dentro de treinta metros la una de la otra en la arena de esta playa. 

— Lo siento. —Sacudí la cabeza para despejar los pensamientos aumentando sin parar—. Debo estar un poco emocional.

Tomó mis manos entre las suyas. —No te disculpes por cómo te sientes. Cuando te vi salir disparada por la playa tomó todo de mí para no ir por ti. Quiero saber cómo te sientes, lo que estás pensando. Siempre. Pero prométeme que no vas a salir disparada de nuevo.

— Lo prometo—murmuré.

Edward inclinó mi barbilla hacia él. —Respira para mí, Bells.

Saqué un aliento profundo y estremecedor.

— Ahí, esa es mi chica —Sus manos se movieron arriba y debajo de mis brazos desnudos, acariciándolos suavemente. Captó algo en mi tono—. Ahora dime qué más te molesta.

— No sabía que Kate, um, compró mi ropa —murmuré.

— No, nena. Yo la compré. Ella la escogió.

Asentí. Sabía eso.

— Ahora dime de qué se trata realmente. —Su tono era firme y seguro.

— Este mundo es nuevo para mí todavía. Cuando vi tus manos sobre ella, la manera en que se veían juntos. . . simplemente empecé a enumerar todas las maneras en las que no doy la talla.

Una enojada onda de tensión salió de él y sus manos se cerraron alrededor de mis codos, bloqueándome en mi lugar y sujetándome con sus ojos. 

— Estoy agradecido como la mierda de que no encajes en este mundo. Me recuerdas que hay mucho más en la vida. Eres mi algo real a lo que agarrarme al final de día. Me haces tener los pies en el suelo. Te amo y eso no va a cambiar solo porque pasé el día rodando en la arena con Kate por trabajo.

Mi mirada se desvió hacia abajo.

— Nena. —Me levantó la barbilla de nuevo—. Esto puede parecer glamuroso, pero mis bolas irritadas por la arena están en desacuerdo.

Me reí ligeramente. —Creo que estoy lista para volver a la habitación.

Él asintió. —Entonces vamos. Tengo que lavar todo este maldito bronceador de mi piel, también.

Acabábamos de emprender el regreso al Hotel cuando Tanya dio un paso en nuestro camino, su pequeña sonrisa feliz depositada en Edward. —Quería darte las gracias —ronroneó.

— Uh. . . está bien—dijo Edward, mirándola confundido.

—Por el regalo del bebé. Fue muy dulce de tu parte, amor —dijo Tanya, dirigiéndose a Edward.

¿Le había dado un regalo al bebé?

Mi cuerpo se puso rígido y sentí la mano de Edward apretarse alrededor de la mía. Esto por la promesa que acaba de hacer de no correr. Me sentí como si quisiera salir huyendo a la luna en este instante. Olvídate de eso, la luna no era lo suficientemente lejos.

— Ah, de nada, pero no fue mi regalo, fue de toda la oficina.   —dijo, serio pero cortés.

— Oh. . . si. . . claro. . . —Tanya se removió incomoda como si la hubieran descubierto haciendo algo malo, pero rápidamente se recuperó y dijo—: estuviste maravilloso hoy, como siempre. —. Y diciendo eso se retiró.   

Edward agarró mis hombros, girándome hacia él, su rostro golpeado por el pánico. —Para que lo sepas, no le he regalado nada para su bebé. Sólo aporté diez dólares al regalo de la oficina. Era un cochecito de parte de todo el mundo en Status, no sólo mío.

— Oh. —Ahora comprendía la reacción de Tanya cuando Edward dijo eso, al parecer lo había hecho a posta, queriendo tergiversar las cosas a su conveniencia, haciéndolo sonar mucho peor de lo que era. De todos modos no debería importarme demasiado ¿Cierto? Ella seguía siendo su agente. Él trabajaba en Status. Eso significaba que estaba prácticamente obligado a participar en el regalo del jefe. Me estaba mirando con la mirada más preocupada. Tomé una respiración profunda y la solté lentamente. Puse mi mano en su mejilla—. Está bien. No estoy enojada. Ella trató de hacerlo sonar peor de lo que era, pero eso es de esperar. Es una perra.

Una sonrisa torcida apareció su boca. — ¿Así que no estás enfadada?

— Hubiera preferido que no participaras en absoluto así ella no tendría nada a que agarrarse, pero está bien.

Él besó mis labios. —Eres la mejor. No te merezco y lo sé. Le entregué a Ángelo los diez dólares sin siquiera pensarlo. Trataré de ser más consciente de este tipo de cosas.

Esperaba que su amor fuera suficiente para compensar todo el equipaje amenazando con desbordar a cada paso.   

 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

La ráfaga de aire frío del aire acondicionado de nuestra habitación se sintió increíble. Bella se quitó las sandalias en la puerta y se dejó caer en el sofá. Me apoyé en el respaldo del sofá y besé la parte superior de su cabeza. 

— Voy a la ducha. —No bromeaba acerca de tener arena en algunos lugares muy indeseables.

— Está bien. —Su tono era abatido. Pero al leer sus sutiles señales, y el deseo de estar sola en este momento, la dejé y cerré la puerta del baño detrás de mí.

Me metí bajo el chorro de agua caliente, me quedé allí inútilmente, dejando que golpeara contra mi espalda y aliviara la tensión en mis hombros. Me gustaría poder lograr que Bella entendiera lo que significaba para mí, ayudarla a comprender que yo no era así con otras mujeres. Nunca. Ella era especial, todo lo que siempre había querido.

Cuando Tanya dijo eso quise aclarar que no había sido mi regalo sino de toda la oficina, no iba a permitir que Tanya cambiara las cosas a su conveniencia y que Bella pensara lo que no era. Tarde o temprano tenía que entender que lo que había pasado entre ella y yo, ya era cosa del pasado y que ahora estaba con Bella.

Por el momento solo hablaría con ella lo necesario.      

No oí la puerta del baño abrirse, pero al sentir que ya no estaba solo abrí los ojos y descubrí los grandes ojos café chocolate de Bella mirándome.

— ¿Necesitas una mano? —Deslizó la mirada por mi pecho desnudo y mis abdominales, y se movió de regreso a mis ojos con la misma rapidez. Inhaló suavemente.

— Si crees que eres capaz de realizar el trabajo. —Bajé la voz y mantuve el rostro impasible. 

Bella se humedeció el labio inferior y sus pezones se apretaron contra la pequeña camiseta de algodón que llevaba. Como si se tomara un momento para pensarlo, se detuvo en el umbral de la ducha de mármol con puerta de cristal. Permanecí inmóvil, de pie bajo el chorro de agua caliente. A excepción de mi polla, que comenzó a subir lentamente en su propio saludo.

Aparentemente ya lo había pensado, Bella se quitó la camisa y los pantalones cortos. Solo le tomó un momento desabrocharse el sujetador y quitarse las bragas; y luego dio un paso adelante para alcanzar mi mano extendida.

Debido al tumultuoso comienzo de nuestro viaje, no iba a presionarla por más en este momento. Pero también nunca me negaría la oportunidad de estar cerca de ella, piel con piel. La atraje hacia mi pecho y la abracé, dejando que el agua nos calmara a ambos.

— ¿Te has lavado la arena? —susurró, de pie delante de mí.

— Todavía no. Estaba disfrutando el agua. —Me tomó cada onza de autocontrol no poner las manos en sus pechos y pasar los pulgares sobre sus pezones turgentes. Me encantaba la mirada seductora en sus ojos cuando tomaba el control. Pero tenía que estar controlado en este momento. Todo mi cuerpo salvo mi polla había recibido ese memo. Todavía se estaba alzando de manera constante y rozaba el muslo de Bella.

Tragó saliva con dificultad. 

— Déjame lavarte.

Asentí con la cabeza.

Bella agarró una toalla gruesa del estante en la pared, justo fuera de la ducha. La humedeció y le agregó una gran cantidad de gel de baño antes de hacer espuma. 

— Date la vuelta —ordenó, luciendo determinada.

— Sí, señora. —Me di la vuelta y ella comenzó a frotarme la espalda con una presión firme. Dejé que mi cabeza cayera hacia delante. Maldición, se sentía bien. 

Continuó enjabonándome, sin perderse ni una pulgada cuadrada mientras  me ordenaba dar media vuelta y enfrentarla; y luego levantar los brazos. Me reí mientras me frotaba las axilas y luego dejé caer los brazos mientras se centraba en enjabonarme el pecho.

Su toque era tan cuidadoso, tan cariñoso, que me robó el aliento y me dejó inundado de emociones que nunca había experimentado y no podía nombrar. Nunca me había sentido tan profundamente amado y apreciado como me sentía con ella. Era la persona más desinteresada y dulce que conocía. Completamente auténtica y leal. Ella no era el tipo de chica que con la que salías y tenías una aventura por diversión. Era el tipo de chica de “para siempre”. Y el problema era que yo no era el tipo de hombre de “para siempre”. No sabía si incluso era capaz de tener ese nivel de compromiso. Ella se merecía más. Y el pensar en hacerle daño a esta hermosa chica y herir su espíritu no era algo que alguna vez quisiera hacer.

Pasó la esponja enjabonada por mis brazos y piernas antes de escurrirla y colocarla en el asiento en la ducha. Luego vertió gel de baño en su palma y comenzó a frotarlo sobre mi pecho y abdominales. Tenía los labios entreabiertos y el cabello le colgaba en mechones húmedos alrededor del rostro, pegados al cuello. Me tomo toda la fuerza de voluntad que tenía para quedarme quieto y dejar que ella me lavara.

Bella dirigió la mirada hacia abajo y detuvo las manos en mis caderas. 

— Te estás poniendo duro —murmuró.

Miré hacia abajo, donde ella tenía centrada toda su atención. 

— Esa es una observación muy precisa. —Quería acariciarme y provocarla, pero me quedé plantado al suelo de la ducha mientras riachuelos de agua caliente y jabón corrían por mi longitud.

Con una mirada determinada, Bella llevó las manos a mi longitud y me apretó suavemente.

Mirar sus pequeñas manos tratar de acariciarme era una hermosa vista. Deslizó los dedos desde la base hasta la punta. 

— Mierda, nena… —Llevé una mano a la pared, poniendo la palma contra la baldosa—. Se siente tan bien. —Mi voz era un profundo jadeo ronco en mi pecho. La sangre se disparó al sur mientras empujaba las caderas hacia delante para encontrarme con el bombeo de su mano.

Ella todavía se estaba mordiendo el labio inferior y me miraba con los ojos muy abiertos. No podía dejar que mi semilla se desperdiciara en el piso de la ducha. Quería estar dentro de ella. Ya había terminado de verla jugar, le di la vuelta para que mirara a la pared.

— Sube las manos —le susurré cerca del oído.

Presionó las manos contra la pared frente a ella.

— Buena chica —murmuré.

Me acerqué, presionando mi cuerpo contra el suyo, amando la sensación de mi polla contra la suave curva de su trasero. Le aparté el cabello mojado sobre un hombro, y me incliné para besar tiernamente a lo largo de la parte posterior de su cuello y su espalda. La sentí estremecerse y su cuerpo estalló en escalofríos a pesar del agua caliente que caía sobre ambos.

Le pasé los dedos por la espalda, sintiéndola temblar y retorcerse mientras anticipaba hacia dónde se dirigía mi mano. Al curvar la mano entre sus piernas, la encontré ya resbaladiza y mojada. Empujé el dedo medio en su interior.

Bella arqueó la espalda, apretando su trasero contra mí.

— ¿Eso se siente bien, nena? —Arrastré el dedo lentamente dentro y fuera de ella.

Su gemido bajo y el flujo de humedad que sentí eran la respuesta que necesitaba.

Le agarré el trasero, separé sus mejillas y di un paso más cerca, apoyando la polla a ras de su centro. 

— Este trasero es tan sexy, cariño. —Lo apreté suavemente y Bella dejó escapar un suave gemido—. ¿Me quieres dentro de ti?

— Edwaaard. . .

Me excitaba oírla pronunciar mi nombre. Y ella parecía hacerlo a menudo, dirigiéndose a mí de esa manera sexy e insegura suya.

Empujé hacia adelante, la cabeza de mi polla desapareció en su apretada apertura rosa.

— Ah, mierda —gemí cuando me vi deslizarme centímetro a centímetro más profundo dentro de ella.

Bella empujó el trasero hacia fuera, retorció las caderas contra mis embestidas lentas.

Coloqué las manos en sus caderas. 

— Reduce la velocidad, ángel. No me quiero venir todavía.

Serpenteando una mano en su entrepierna, encontré la sensible protuberancia, y aunque sabía por sus frenéticos movimientos espasmódicos que quería que la tocara allí, me tomé mi tiempo, rodeando el punto sensible para prolongar su placer. Bella gimió, cerró la mano alrededor de mi muñeca para mantenerla donde ella quería, y mi polla se puso aún más dura, si eso era posible.

Aumentando mi ritmo, bombeé las caderas contra ella y arremetí con fuerza hasta que estuve completamente enterrado. Pequeños jadeos escapaban de sus labios mientras apoyaba la mejilla contra la baldosa fría.

Finalmente, giré el dedo con rapidez sobre su clítoris y sacudió las caderas hacia delante, moviéndose contra mi mano. 

— ¿Eso se siente bien, cariño?

— Sí —respondió en un respiro.

— Este coño es mío, nena.

— Tuyo —gimió.

Giré el dedo en su clítoris más rápido hasta que de su boca salieron unos gemidos desinhibidos, como si su cuerpo fuera un instrumento diseñado para mi placer. Sentí su coño apretarse a mi alrededor mientras llegaba al orgasmo.

— Edwaaard. . . —se quejó largo y bajo con voz ronca.

— Nena. Ah, mierda. . . —Su cuerpo se relajó después de que se vino y envolví los brazos alrededor de su cintura, tirando de su cuerpo hacia arriba y hacia abajo en mi polla unas pocas veces. Mordí su suave hombro, me vine en largos profundos chorros dentro de ella. 

Más tarde, una vez que nos habíamos alimentado mutuamente en la cama y estábamos cómodamente envueltos debajo de las sábanas, le acaricié la espalda a Bella, hasta adormecerla.

— ¿Cariño?

— Mmm —se quejó adormilada.

— Acerca de la sesión de fotos de mañana. . . —Dudé. Abrió los ojos y me miró—. El fotógrafo mencionó que mañana quería tomarle algunas fotos a Kate en topless. Nada demasiado revelador, las manos y las extremidades serían colocadas estratégicamente, pero aun así, quería advertirte. Puede que no te guste lo que veas.

— Oh. —Ella estaba tranquila, pero toda su atención estaba centrada en mí.

— Así que tuve una idea que quería consultarte primero.

— Bien.

Llevé la palma a su mejilla y acaricié ligeramente su piel suave. 

— Te he programado una sesión en el spa del hotel mañana. Pero sólo si quieres. De lo contrario, por supuesto, puedes venir a la sesión de fotos. No tengo nada que ocultar. Solo quiero que te sientas cómoda.

Lo pensó por un minuto. 

— Como tu ayudante, debería estar ahí —dijo, finalmente.

Le tomé la mano y le acaricié suavemente los nudillos con el pulgar. 

— Sí, pero como mi novia, quiero estar seguro de que puedes manejarlo. — Había más. . . pero no quería molestarla. Decidiéndome por la honestidad completa, continué—: Hoy el asistente del set hizo algunos comentarios acerca de no llevar a las parejas a la sesión fotográfica.

— Oh. —Se puso rígida. Sabía que ambos estábamos recordando cómo había salido corriendo por la arena una vez que había empezado la sesión de fotos con Kate.

Le acaricié la mano. 

— No hiciste nada malo. Debí haberte preparado mejor. —Lo cual era cierto. Las sesiones de fotos de trajes de baño tienden a ser más sexys, y esta pasó a ser con mi ex. Yo no estaba pensando. Fue un movimiento idiota.

Sus ojos se clavaron en los míos. 

— En realidad el spa suena encantador.

— Bien —Presioné un suave beso en su boca—. Tu cita es a las diez.

— Gracias —susurró y se acurrucó contra mí. 

 

Capítulo 35: Somos uno solo Capítulo 37: Las ventajas de ser la asistente de tu novio modelo

 


 


 
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