Fueron pasando los días muy lentamente…
No dormía, apenas comía…me estaba debilitando mas y mas por casa segundo que pasaba.
Deseaba morirme, solo así se acabaría esta pesadilla…
Aunque sabia perfectamente que el suicidio era pecado, un pecado muy grave, que te impedía la entrada al cielo…
Pero…de que me servia no hacerlo…ya estaba en el mismísimo infierno, quemándome muy lentamente.
William había mentido a mis padres…no nos íbamos a ir a ningún sitio…el solo quería adelantar la boda para que sus padres le entregaran la enorme mansión y su herencia.
¿Cómo podía existir esa clase de gente en este mundo? Tan cruel y tan despreciable…esa es la clase de preguntas que me hacia cada segundo que pasaba con ese…hombre…no con esa rata, que disfrutaba haciéndome la vida imposible.
Ya llevaba dos meses en esa casa, sola y aburrida, sin poder salir de aquella oscura y mal oliente habitación.
La puerta se abrió de golpe haciendo que mis pensamientos se detuvieran bruscamente…
Era Madeleine, y traía un enorme plato de comida…
-el señor quiere que comas…-dijo la criada con un hilo de voz, si esa despreciable cucaracha quería que comiera y así no me debilitara, para después desahogarse conmigo.
Jamás había conocido una persona así…y yo creía que padre era malo, pero comparado con William padre era un santo.
Me dejo la comida en la cama a pocos centímetros de mi.
El olor de los huevos fritos me revolvió el estomago…
Empecé a sentirme muy mareada…y comencé a tener arcadas.
Me tape la boca con mis extremadamente huesudas manos y me dirigí corriendo al cuarto de baño.
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