El carro se detuvo violentamente, haciendo que despertara de mí trance…como desearía haber permanecido allí un poco más…
Se abrió la puerta, ya estaba harta de subir y bajar el carro…
Inspire profundamente y baje del carro con la ayuda de uno de los sirvientes de William.
Me quede maravillada con la grandísima mansión que tenia era casi el triple de grande que la nuestra, y eso que la nuestra no era pequeña…
El jardin parecia un enorme bosque que rodeaba la mansion.
Antes de llegar a la puerta había un sendero de piedras y a sus lados miles de flores, era precioso.
William salió después, vino a mi encuentro, y me cogió la mano, estaba demasiado maravillada como para soltarle la mano, más que maravillada estaba aturdida, había sufrido demasiadas emociones en un sólo día, sólo quería descansar...
Me guió por aquel sendero hasta llegar a la puerta de la enorme mansión, uno de los mayordomos abrió la puerta, al entrar quedé fascinada de nuevo, había un enorme recibidor con una lámpara de araña colgada en el techo delante de mí una gran escalera, a la izquierda había un salón lleno de libros y dos grandes sofás, y a la derecha un comedor con una mesa que tenía más de 50 asientos, me sentía en el paraíso, la casa perfecta... hasta que William dijo algo:
-Van a venir unos amigos, espero que te comportes como es debido - Dijo con voz tajante.
Yo no dije nada, prefería quedarme callada, aunque una parte de mí quería decirle tres o cuatro cositas.
-Te acompañaré a tu cuarto para que te cambies de ropa-Dijo él con una voz un poco más dulce que la anterior.
-De acuerdo-Dije en un susurro, casi inaudible.
Subimos las escaleras hasta llegar a un pasillo, en el que, si te asomabas, veías el enorme recibidor, me acompañó hasta la habitación.
-Esta es Madeleine, ella te dirá qué ponerte-Dijo William señalando a una mujer de unos 20 años, alta y delgada, con el cabello negro alborotado y piel oscura.
William me soltó la mano y bajó por las escaleras.
-Señora Scarlett entre por favor, vamos a vestirla – Dijo Madeleine con una voz muy aguda.
Entré en la gran habitación en ella había un gran vestidor, una enorme cama de matrimonio con sábanas blancas, un tocador bañado en plata y una terraza por la que se veía el gran jardín.
-Señora el señor quiere que baje enseguida, por lo que es mejor empezar a vestirla – Insistió Madeleine.
-Lo siento, aún no me creo esto – Dije aún perdida en mis pensamientos
-Yo tampoco me lo creería, se ha casado usted con un hombre magnífico – Dijo ella con aquella voz con la que me recibió hacía unos instantes
No es por eso, tranquila, es porque, ya no soy libre, me he casa do con un hombre al que ni aprecio y he dejado a mi hermana pequeña sola e indefensa. Me hubiera gustado haberle dicho eso, pero no era el caso.