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Bella y Edward estaban sentados sobre la gran cama, tratando de comer. Ellos solo podían pensar en su amiga Victoria, comían casi con desagrado. La comida no sabía mal, el sabor de boca era por lo que le había podido pasar a Victoria.

-Creo que ella estará bien-susurro Edward.

-¿Por qué lo dices?-pregunto Bella dudando de que eso fuera verdad.

-Lo presiento, siento que realmente está en un lugar mejor que el nuestro-dijo el convencido.

-Eso espero-Susurro ella a la vez que soltaba un suspiro.

La tarde pasó sin más inconvenientes, Bella y Edward se miraban de vez en cuando, sin que el otro se diera cuenta. Ambos tenían… pena de hablar con el otro, así que se limitaron al silencio incómodo.

Ya más tarde, apareció la noche, Isabella se acercó a la ventana y admiro las estrellas, siempre le habían gustado, ellas eran hermosas, siempre brillaban y eran, al parecer, felices. Ella realmente nunca había sido feliz, desde que su madre murió, todo en lo que ella había creído, el amor y la felicidad, se habían ido lejos, ya no existían en su vida.

Edward la observaba sin que ella se diera cuenta, se parecía mucho a su madre, ella era amable y cariñosa, se preocupaba por los demás antes que ella y era tierna. A pesar de haberla odiado una vez, quería protegerla, sabía que ni él ni ella estaban a salvo en ese lugar y no quería que ella saliera lastimada, como estuvo a punto de estarlo hace unas horas, por culpa de ese mal hombre.

También Bella, sin querer, recordó la escena que había pasado horas atrás y las lágrimas comenzaron a resbalarse por sus mejillas, ese estúpido la había querido violar, ella no sabía porque, ¿Por qué a ella?  Si quería desquitarse de algo ¿Por qué no de otra forma? La joven tapo su boca con una de sus manos y cerró los ojos, dejando de ver el hermoso paisaje frente a ella.

Edward noto que ella sollozaba silenciosamente y sin pensarlo se levantó de su sitio y camino asía ella, acaricio su espalda tratando de calmarla.

-¿Qué sucede?-pregunto confundido ante la reacción de la joven.

La chica se limitó a negar con la cabeza, aun con los ojos cerrados.

-Es que me duele Edward-trato de explicarle entre sollozos.

-¿Qué te duele?-el chico pensó que se había golpeado o algo peor.

-El…el…aun no puedo creer que él quería violarme-dijo tapando su cara completamente con sus dos manos.

Edward lo entendía, era obvio que ella no lo olvidaría hasta pasado un tiempo.

Sin poder contenerse más, la atrajo a su cuerpo, ella se dejó llevar y escondió su cara (aun tapada con sus manos) en el pecho de Edward. Siguió llorando y sollozando, Edward trataba de calmarla, sobando su espalda y sus hombros.

-Bella trata de tranquilizarte, no te pasara nada, yo estoy aquí y no permitiré que te hagan daño-las palabras de Edward calmaron un poco a la joven, se relajó un poco y se separó de el delicadamente.

-No te preocupes mucho por mí-susurro tranquilamente-No debes de hacerlo, mejor preocúpate por ti-termino de decir retirando con las palmas de sus manos, las lágrimas.

-Pero quiero hacerlo, quiero preocuparme por ti, siento que debo cuidarte-susurro tímidamente.

Bella no sabía que decirle, sin pensarlo ni quererlo, abrazo a Edward y volvió a llorar escondiendo nuevamente su cara en el pecho musculoso de él joven. El no dudo en envolverla en sus brazos, sentía mucha pena y lastima por ella, si alguien se merecía estar ahí, era el, pero ella no.

-Tal vez debas recostarte en la cama-Bella no respondió, así que Edward la guio, aun teniéndola entre brazos, con una mano, retiro una de las dos sabanas que cubrían la cama, mientras que con la otra seguía abrazando a Bella.

La recostó con cuidado y cubrió su cuerpo hasta su vientre, las lágrimas seguían resbalando por las mejillas de la chica, pero ya estaba más calmada.

Bella lo miro a los ojos, él se hinco en el suelo y tomo la mano de la joven.

-Edward…no me quiero quedar sola…no tengo a nadie-susurro ella suspirando.

-Yo estoy contigo y no te dejare sola-le dijo apretando un poco su mano, ella asintió y serró los ojos, respiro hondo.

-Duerme un poco, lo necesitas-dijo y ella volvió a asentir, perdiéndose en la obscuridad del cansancio.