EL CISNE NEGRO
CAPITULO VISEGIMO QUINTO
-Oh…Edward…- emitió cansada ella.
-Mmmmm….Bella.- logró decir él.
Bella habia caído en el pecho de él, jadante; casi exhausta.
Cuando oyó su nombre en los labios de él, un millón de cosas pasaron por su mente…El primer impulso fue salir corriendo de sus brazos; pero aquello, era demasiado evidente.
Apretó fuertemente la mandíbula y respiró. Una , dos, tres veces; profundamente.
Él no podia notar el efecto que habia producido aquel nombre en el cuerpo de ella…no debia notarlo.
Despegó su rostro del torso bañado en sudor de él y miró su rostro, entre la oscuridad que los envolvía.
-Bella…¿Quién es esa Bella?.- preguntó lo mas indiferente que pudo.
Edward no habia controlado sus impulsos ni sus anhelos. Y al estallar victima del placer; aquel placer sin limites, no pudo remediar nombrar a la mujer que ocupaba todos sus pensamientos, sus sentidos ;hasta lo mas íntimos.
Se echó una mano a la cara, apretando el puente de su nariz.
-No te importa.- dijo él; escueto. Apartó la mano de su cara y quiso tocar el rostro de ella.
-No.- se apartó ella; dejándolo solo y desamparado.
Bella se sentía extremadamente nerviosa. Todo aquello se le iba a ir de un momento a otro de las manos y no lo podia permitir.
Buscó a tientas su ropa y la máscara y se las puso.
Prendió la luz y se mantuvo de pie ante él, contemplando su desnudez.
Una nueva ola de deseo la embargó. Pero no podia hacer caso a su cuerpo. No era su cuerpo lo que mandaba en aquellos momentos; era su mente, y le decía ¡No!.
Edward se sentó sobre la cama y comenzó a vestirse sin mirarla.
Bella sacó una pitillera de uno de los cajones y se encendió un cigarro. Él no podia notar que estaba extremadamente nerviosa.
-¿Te he complacido?.- comenzó a decir ella.
Él sonrió divertido y le lanzó una mirada que recorrió todo su cuerpo.
-¿Tú que crees?
-Tú también eres muy buen amante…me gustaría repetir el encuentro.- Mierda….eso no tenia que haberlo dicho ella…eso lo tenia que haber preguntado él. ¡Maldita sea!
Él que ya habia tapado , la mayor parte de su desnudez; salvo su perfecto torso. Se acercó a ella despacio, observando cada una de las reacciones que aquella desconocida desprendía, al acercarse él, más y más.
-Me gustaría…mucho…pero sin eso.- espetó él , en un susurro tremendamente sensual. Apuntando con un dedo hacia el antifaz.
Se habia acercado lo suficiente para volver a tenerla pegada a su pecho.
Notó como la respiración de ella; era errática y frunció el ceño.
-¿Te conozco?.- volvió a decir en el mismo tono.
Bella notó que le fallaban las piernas.
-¿Y si me conocieras?.- dijo ella, girándose y caminando hacia una de las esquinas de la habitación.
Edward sonrió levemente, mirándola a los ojos.
-Me recuerdas a alguien…
-¿Puedo preguntar a quien?.- preguntó ella, dando una fuerte calada al cigarrillo.No pensó en lo que dijo a continuación.- ¿A esa Bella?
Él que seguía contemplándola fijamente, cerró los ojos.
-Si.
-¿Y porque no estas con ella entonces?.- preguntó lo más serena que pudo.
-Es una historia muy larga…y dolorosa.-
Edward seguía con los ojos cerrados.
La voz del cisne, lo habia hecho temblar de emoción; cuando estaban amándose en el lecho. Pero allí, los dos de pie y entablando una misteriosa conversación; le recordó enormemente a la princesa de sus sueños…de sus anhelos.
-Esta bien…si no quieres hablar; no hablaremos. – Bella echó el humo de la ultima calada del cigarro y pisó la colilla con los interminables tacones.- Me marcho. Cuando quieras verme ;solamente tienes que ponerte en contacto con Demetri.
Edward fué tras ella y le agarró el brazo.
-¿Te marchas sin cobrar?
Ella lo miró de arriba abajo y sonrió, con ironía.
-Ha sido un placer, señor Cullen; Antes de usted hubo muchos y muy buenos, a los que les cobré todo lo que requerían mis servicios. De usted depende, hable con Demetri.
-Me hablas de usted…después de lo que ha pasado.
Edward la giró hacia él con mas fuerza y tocó su sedoso cabello.
-No tienes precio…no entiendo como puedes hacer lo que haces; eres joven y bonita y creo que lo suficiente preparada para hacer cualquier cosa…que no sea esto.
-Si no hubiera sido por que estoy haciendo “ esto” no nos hubiéramos conocido, señor Cullen.
-¿O si?.- dijo él misterioso.
“Mierda” pensó Bella.
-Déjeme, me marcho.- comenzó a revolverse inquieta, para que la soltara.
-¿Otro cliente?.- dijo él con la madibula apretada.
-No.
-¿Qué haces ahora entonces?
-Me voy a mi casa.
-Te acompaño.
-¡NO!.- gritó ella.
-Cada vez que te oigo, te miro y siento tu piel con la mia; mas me recuerdas a mi Bella…a mi niña, a mi amor….- Edward acariciaba su brazo dulcemente, y asombrado como estaba de la calidez de la piel de ella; no pensó en lo que estaban diciendo sus labios.
Bella alzó la mano y la aplastó contra la mejilla de él.
Aquello se le estaba yendo literalmente de las manos y ya no podia más.
-¡No tienes vegüenza, Edward Cullen!.- le gritó furiosa.
Edward atónito se llevó una de sus manos a la cara y la miró con odio.
-¿Qué coño has hecho, puta?
Ella caminó hacia atrás e hizo una mueca de desprecio al hombre.
Alzó el rostro altiva y se giró, caminando hacia la salida; de donde habia salido.
Edward habia dejado casi mil libras al propietario del negocio cuando salió con el rostro levemente sonrojado a causa de la bofetada de la pequeña putita.
Se juró a si mismo que nunca más volveria aquel antro; por mucho que lo necesitara.
Dió al botón de la alarma del volvo y abrió la portezuela del coche.
Mañana seria el dia que viese a Bella…quería olvidar lo que habia ocurrido en aquel local.
Aunque algo en lo más recóndito de su ser; le decía que estaba todo muy entrelazado entre si.
No hizo caso a su sexto sentido y salió como alma que lleva el diablo de aquella calle.
No muy lejos de allí; Bella estaba metida en su ducha; frotando con un estropajo de lavar los platos su cuerpo.
Con la mirada perdida y completamente ausente, dos lágrimas recorrieron sus mejillas.
No se podia permitir volver a llorar por Edward Cullen; otra vez no. No se lo perdonaría a ella misma.
Miró el agua que corria por el subidero y frunció el entrecejo.
El agua se estaba tiñendo ligeramente de rosa.
Miró el estropajo y vió sangre en él.
Aquello fue la gota que colmó el vaso.
Se sentó dando un alarido de frustacion , gimió y gritó con todo el dolor de su recién adquirido corazón.
Edward Cullen se lo habia devuelto y estaba desgastado y magullado, tanto como ella en aquellos momentos.
…………………………………………
El sonido del móvil, liberó a Edward Cullen de una intrigante pesadilla.
Las imágenes que vivía en su sueño; eran desconcertantes y aterradoras.
En ellas aparecia El Cisne, sonriente ,mientras que que besaba a otro hombre; al hombre al que en esos momentos odiaba con todo su ser. : Tiburon Northman, el causante de aquella pesadilla.
Él habia encontrado a Bella y aquella misma mañana , su hija Alice iba a encontrarse con él para darle el paradero de ésta.
Un violento escalofrío lo recorrió de cabeza a pies.
Cogió el mobil y contestó.
-Nena.
-Papá. Soy Alice. Te espero en el vestíbulo de aquí a dos horas. Tengo la dirección de Bella.
Edward pegó un salto de la cama y todo el posible malestar acaecido por su maldito sueño desapareció.
Una sonrisa victoriosa apareció en sus labios y caminó con gracia hasta el lavabo.
Se desvisitió completamente y encendió el grifo del agua caliente.
Hoy volveria a ver a su Bella, a su niña, a su amor.
-No lo quiero cerca de ella. ¿Entiendes Jasper?.- Eric, se habia citado con Jasper Withlock y la novia de este en un céntrico café de Londres y lo miraba con precaución.
-Tienes que entender que mi padre, tiene que verla, Eric…
Alice Cullen tenia semblante serio y miraba a Eric, haciendo un pucherito de los que hacian historia.
Jasper la miró y no pudo reprimir una ténue sonrisa.
Alice era una pequeña arpía. Sabia ganarse a la gente y llevarla hasta donde ella quería.
- Esta bien.- cedió Northman.- Pero yo estaré con ella.- cerró los ojos y frunció levemente el ceño.- Voy a daros mi palabra que no le diré nada. Pero quiero estar con ella cuando se produzca el encuentro. Teneis que comprenderlo. Yo…yo …
-Esta bien, Eric, comprendemos tu punto de vista y ..gracias. Tanto Alice como yo, te estaremos eternamente agradecidos. .- Jasper bajó la mirada y comenzó a enroscar la punta de una servilleta de papel sobre si misma.- Alice y yo nos sentimos muy culpables de la marcha de Bella. Creo que es una cosa que no nos podremos perdonar en la vida. Gracias a ti, vamos a tener la oportunidad de redimirnos con ella y pedirle perdón. Si ella no nos lo concede, estaremos tranquilos porque sin lugar a dudas nosotros ya estamos sufriendo por ello.
-¿Qué paso entonces…para que ella se marchara como lo hizo?.- preguntó Eric, a cercándose a Alice y escrutándola con la mirada.
-Algo pasó entre mi padre y ella…pero no sé lo que fue..- dijo Alice enigmática.
-¿Discutieron?.- preguntó Eric, ansioso.
-Creo que si.
-¿La echó de tu casa, Alice? ¿La echó de tu casa por lo que Jasper te hizo?.- Eric, gritaba. La gente del local se lo quedó mirando extrañada y él bajó el tono de su voz.- No teneis vergüenza….y mira ahora…casi en puertas del matrimonio….y ella a saber donde ha estado todos estos años.
-¿Tu no lo sabes?.- preguntó Jasper.
-Aunque lo supiera; eso es una cosa que me incumbe a mi y a ella.
Alice suspiró y miró fijamente al muchacho rubio de ojos verdes.
-¿Qué quieres decir?
-Voy a pedirle en matrimonio.
-¿Qué?.- dijeron los novios a la misma vez,.
-La amo. Y quiero hacerla mi esposa.
………………………………………………
Cuando Edward bajó al vestíbulo, dos horas después, Alice estaba abrazando a Jasper.
-Chicos…- rugió, mirando a Jasper foribundo.
Alice agarró a su padre del cuello y le dio un fuerte beso en la mejilla.
-Vamos papá. Vamos a visitar a Bella.
Edward sonrió caminó tras su hija.
Hacia un dia esplendido y Edward Cullen no podia desdibujar la sonrisa de su cara.
Estaba feliz.
El timbre de la puerta sonó insistentemente mientras Bella se vestía frenética.
Habia escogido un chándal color azul turquesa de la marca Marc and Jacobs; le sentaba de maravilla.
Habia recogido su cabello en una sencilla coleta y sus mofletes adquirieron un tono de un dulce melocotón al pensar que podría ser Eric.
Al abrir la puerta; unos brazos pequeños y delgados se hicieron dueños de su cuello.
-¡Bella!.- gritó la vocecita, que mas pronto que tarde reconoció.
-Alice.- dijo ella seria. Mirando el rostro del mismo diablo que tenia enfrente. Edward Cullen.
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