Eran los ojos más bonitos que he visto. Nunca vi una mirada como aquella, jamás me había atravesado una mirada de esa manera, no tenía palabras exactas para describir lo que sentía. Su mirada decía tanto.

-¿Por qué me miras así? – dijo confundido, por primera vez oía su voz. Y no estaba distorsionada, era su verdadera voz. Tan masculina. ¿Qué habrá debajo de esa mascara?

-Tus ojos…- dije aturdida – Son tan bonitos.

-Qué extraño escuchar eso – se rasco la cabeza – Pero gracias.

-Pero lamentablemente esa mascara arruina tus ojos.

-Lo hace más misterioso, ¿No lo crees?

-Si – me encogí de hombros.

-Tú también tienes unos hermosos ojos – sentí sonrojarme – Son únicos.

-Si como los tuyos – nos quedamos en silencio, observándonos, ¿Qué me estaba ocurriendo?

-Sera mejor que te bañes – rompió nuestra conexión

-No pensaras que me desnude enfrente de ti.

-Es una buena idea la verdad

-Pervertido.

-Te esperare afuera. No te pongas la misma ropa.

-¿Qué piensas que me pondré entonces?

-Buscare algo de ropa y te la traeré.

-Bien, ahora déjame un momento.

Así lo hizo. Cuando se fué mire a todos lados, buscaba un escape, pero eran inteligentes, no había ni siquiera una ventanilla. Resignada hice mi labor en el baño. Se sintió de maravilla sentir el agua recorrer mi cuerpo y más cuando tenía demasiados días sin tomar un baño. Me quede ahí encerrada más de lo normal, quería disfrutarlo.

Salí envuelta en una toalla, no había rastro de la ropa que según él me traería. Me salí del baño. Aquel hombre estaba sentado en la cama, con la mirada al piso, con algo entre sus manos. Alzo su mirada en segundos, al sentir mi presencia. Quise que me tragara la tierra. Nadie absolutamente nadie me había visto en esta situación.

Su mirada me estaba desnudando por completo. ¿Por qué no me molestaba del todo que me mirara en esta situación? ¿Por qué me gustaba que me mirara de esa manera? Mi cabeza estaba echa todo un desastre.

-Lo siento – bajo su mirada de nuevo.

-Yo lo siento, pensé que no había nadie.

-Te he dicho que te esperaría aquí afuera.

-Lo olvide por completo – sujete bien la toallas.

-¿Por qué sales así? – dijo ya molesto

-No me dejaste la ropa y salí a buscarla.

-No buscaste bien.

-¿Si la dejaste?

-Si, vuelve al baño y busca de nuevo.

Me gire sobre mis talones y me fui al baño de nuevo. Busque de nuevo y efectivamente la ropa estaba en el baño. Me sentí una tonta. Me arregle rápido. El seguía sentado en la cama, mirando lo que traía en manos.

-Te ves mejor en toalla – dijo sin voltear a verme – Pero de todas maneras te ves bonita.

-¿Qué debo contestar a eso? – me cruce de brazos.

-Absolutamente nada, ¿Quiere peinar tu cabello? – me tendió un cepillo.

-Si claro – lo tome de mala gana. Me sentía enojada.

-Te quedaras calva si lo sigues jalando de esa manera.

-Es mi cabello, no importa – le avente el cepillo a su pecho.

-¿Por qué fue eso?

-Por que sí. Por qué me confundes.

-¿Te confundo? – se levantó de la cama y se acercó un poco hacía mí.

-Si – su cercanía me ponía nerviosa - ¿No me llevaras a mi calabozo?

-Ya no te encerrare en ese lugar.

-¿No? – me confundí.

-No. Te llevare aun lugar más decente.

-Ya era hora.

-No queremos que la princesa, viva como un plebeyo.

Le saque la lengua como una niña pequeña, sonrió o eso supuse yo.

-¿En dónde me encerraran ahora?

-Aquí. Esta será tu cárcel de ahora en adelante.

-Bonita habitación – camine de un lado a otro –Pero no tan bonita como la mía.

-No de echo no. La tuya tiene un toque de niña infantil.

-¿Fuiste tú el que entro por mi aquella noche?

-Nadie quería arriesgarse y me mandaron a mí – se encogió de hombros.

Así que tenía frente a mí, al mismo hombre que se había atrevido a entrar a mi habitación. Era un chico misterioso, algo tenía que me inspiraba a seguir conociéndolo y no a huir de él.

-¿Ya se han puesto de acuerdo con lo del rescate?

-No, aún estamos negociando – me senté en la cama y secaba mi cabello, con la toalla, él se quedó parado mirando lo que hacía.

-Ya me quiero ir a casa, extraño a mi familia.

-Pero casi ni pasas tiempo con ellos, te la pasas más metida en tus estudios.

-Mis estudios requieren de mi tiempo.

-¿No es más importante la familia?

-Claro que sí.

-Eres extraña.

-Si ya me lo han dicho antes – dije con un deje de tristeza, él lo noto.

-Pero ereshermosa – algo se removió en mi estómago – Eso nadie te lo puede quitar.

-Me haces sentir especial – sentí el sonrojo en mis mejillas.

-Eres especial o para mí lo eres.

-¿Por qué me tratas como si me conocieras de toda la vida?

-Porque quizá es así.

-Entonces, ¿Ya nos conocíamos de antes?

- Si y no

-Como que sí y no, ¿no puedes ser más específico?

-No. Pero si nos hemos visto antes.

-¿Dónde?

-No te lo puedo decir ya he dicho demasiado de mí.

-¿Si me dices un poquito más?

-No lo creo – negó con la cabeza.

La puerta de aquella habitación se abrió bruscamente, en la puerta había dos tipos, uno grandote y otro de complexión mediana.

-¿Sigues aquí? – dijo el grandulón, su voz se escuchaba fingida.

-Si. ¿Sucede algo?

-Vamos a salir – dijo el otro – Ha donde ya sabes.

-Bien yo aquí me quedo.

-¿No quieres ir a verlo? – Dijo de nuevo el mismo –Él quiere verte.

-Creo que no es un buen lugar para hablar de ello, iré cuando pueda.

-Si claro – bufo el grandote – No te metas tanto con esa chiquilla

La puerta se cerró de un fuerte portazo.

-¿Así son de gruñones tus hermanos? – volteo a verme.

-No. Son buenas personas.

-Si se nota

-Oye no somos malas personas.

-¿Enserio? Se nota que no lo son.

-Necesitamos el dinero por eso lo hicimos.

-¿Y no se pudieron ganar el dinero decentemente?

-Lo intentamos, pero una persona importante para nosotros se nos muere.

-¿Qué tan importante puede ser?

-Mi padre se me está muriendo en el hospital y necesitamos el dinero.

-Oh ya entiendo, pero nada justifica lo que hacen.

-Como quieras, pero si estuvieras en nuestra situación entenderías mucho mejor, niña hueca.

-Oye tu a mí no me llamas así.

-Yo te digo como yo quiera, eso es lo que eres una niña hueca, mimada y consentida de papá, no sabes hacer absolutamente nada por tu cuenta.

-Óyeme tipejo, tú no puedes decir eso, cuando ni siquiera me conoces, yo no soy nada de eso que tú dices.

-Si lo digo, es por algo niña.

-Eres un estúpido, espero que mis padres te encuentren pronto y te metan a la cárcel.

En ese momento los dos nos miramos con tanto odio. Un odio que no existía verdaderamente. Sentía algo extraño en la forma en la que él me hablaba y en mi intento casi nulo por querer ofenderlo.

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