UN AMOR DE LEYENDA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 17/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 20
Comentarios: 53
Visitas: 54713
Capítulos: 20

"FANFIC FINALIZADO"

Gairloch, Highlands, 1432

Según la leyenda, una hada con poderes extraordinarios nacerá cada cierto tiempo en el clan MakSwan. Será sanadora con el conocimiento y la capacidad de ayudar a los demás, pero su fuerza y resistencia deberán ser probados por los obstáculos. Si sobrevive a las duras pruebas del fuego, el agua y la piedra, siempre sera bendecida por Dios.

El hada debe tener cuidado de no enamorarse, pues, si su amor no es correspondido, podría perder sus poderes. Mas si tuviera la suerte de encontrar a su verdadero amor y ser correspondida, sobrevivirá a cualquier problema y vivirá, junto a su amado, felices para siempre.

Así proclama la leyenda.

 

 


Basada en "El laird de Stonehaven" Conni Mason

 

Mi otro Fic

PRISIONERA DE GUERRA:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3899&id_capitulo=0

 

 

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Capítulo 7: SEIS

Isabella fue vagamente consciente de que Edward la estaba moviendo, hasta que sintio que la acostaba en la cama. Abrió la boca cuando le elevó el dobladillo del camison reacia a permitir que le quitara el último jirón de modestia.

Detuvo su mano.

- ¿Tienes que hacerlo?

- Sí. No tienes idea de cómo me estoy quemando por ti – separo sus piernas con prontitud- Tengo que verte, tengo que saber todo de ti. Y cuando haya visto y probado a mi satisfacción, quiero sentir como te derrites a mí alrededor.

Su nombre tembló en sus labios cuando la despojo del camison y lo arrojó a un lado. Ella trató de esconderse de él, pero, a continuación, sus piernas se quedaron sin fuerza cuando un dedo se deslizó hasta su húmeda grieta de su condición de mujer.

-Oh... No debes hacerlo.

-Sí, tengo que hacerlo.

La acarició con una experiencia que la dejó sin respiración y jadeando por más. ¿Era de esta manera lo que sucedia entre un hombre y una mujer? Edward parecía saber exactamente qué hacer, molviendo de manera lenta y rítmica su dedo entre los pétalos de su sexo.

Ella gimió de frustración, sin saber qué había más allá de la excitación de las manos de Edward y temiendo nunca volover a ser la misma después. Luego la besó, y el mundo cayó debajo de ella. Su cuerpo se arqueó hacia él, sus sentidos intensificados por el olor de su excitación, se sentía fuera de control.

Cuando sus labios la abandonaron, envolvio los dedos en su pelo negro y tiro de él hacia atrás, pero llevo su boca hacia abajo para succionar sus pezones. Ella sintió que sus pechos se hinchaban y un calor líquido corrió por sus venas.

Nada en su vida la había la preparó para esto. Pensó que todo lo que tenía que hacer era tirarse sobre su espalda y dejar que Edward hiciera lo que quisiera, pero nada era como lo habia imaginado. Nunca habría pensado que su cuerpo fuera capaz de semejante sentimientos intensos. El placer era una ventaja que no había anticipado.

- Tus pechos son perfectos- susurró. –Toda en ti es perfecto.

De pronto se quedó inmóvil, como si de pronto fuera consciente de lo que había dicho.

Luego se echó hacia atrás y la miró fijamente.

- ¿Qué pasa?- preguntó Isabella, confundida por su repentina retirada.

Edward se levanto para ir por un candelabro, lo sostuvo por encima de ella. Se encogio bajo su oscura mirada mientras la exploraba, preguntándose que era lo que estaba buscando.

- Date la vuelta. Quiero ver tu trasero -, ordenó Edward.

Un gemido de consternación salio de sus labios temblorosos. Lo sabía, oh Dios, lo sabía. Edward estaba buscando la marca de una bruja sobre su cuerpo. ¿Qué tenía que hacer para convencerlo de su inocencia? Estaba enojada tan enojada como no lo había estado nunca. ¿Cómo se atrevia a dudar de ella?

Empezó a alejarse, pero Edward la detuvo volviendola sobre la cama antes de que se diera cuenta de lo que pensaba. Protestó violentamente cuando sintió que su mano se deslizan sobre su trasero y sus piernas.

- ¿Qué esperas encontrar?- preguntó cuando la volvio sobre su espalda. –Lo se, buscas la marca de una bruja en mi piel.

Edward se encogió de hombros.

- Lo siento, muchacha. Tenía que saber.

- ¿Has encontrado lo que buscabas?

- Solo veo una piel lisa, sin manchas.- Bajó la cabeza y la besó el abdomen.- Eres perfecta- Con un movimiento de la mano, se quitó la falda escocesa. -Espero que me encuentres tan tentador como yo te encuentro a ti.

¿Todos los hombres estaban tan magníficamente dotados como Edward? se preguntó. De alguna manera lo dudaba. La gran potencia de su sexo, empujando con orgullo sobre la mata de rizos oscuros en su ingle, y su tamaño le produjo serias dudas sobre si podrian consumar el matrimonio. No seria capaz de tomarlo todo. Era un error. Se levanto de la cama, con la intención a huir.

Como si fuera consciente de sus pensamientos, Edward la atrajo hacia si apretandola contra su cuerpo duro. La longitud hinchada de su erección se apretó contra su vientre, caliente como el fuego y suave como la seda. Una gota de humedad salia de su nacarada cabeza, ya que, se deslizó entre ellos, cálido y resbaladizo sobre su piel.

-No vas a ninguna parte-, le susurró al oído –Viniste a mi dormitorio para esto, ¿no?

- Yo... no tenía idea que iba a ser así.

Su voz era un ronroneo seductor como él comenzó una exploración lenta con las manos.

- ¿No puedes?

El asombro creció hasta convertirse en algo poderoso, algo exigente. Pensó que se volveria loca de placer en cualquie momento, pero no fue nada en comparación con la sacudida que sintio cuando se deslizó por su cuerpo, le abrió las piernas y puso su boca a su intima carne. Su lengua tocó, cálida, húmeda y dura contra la perla de su clitoris. Ella gritó y trató de alejarlo, el impacto emocional fue demasiado.

- No trates de escapar a la sensación - murmuró Edward. -Está bien. No te haré daño.

¿Cómo podia algo tan intenso, tan íntimo, estar bien? Sin voluntad empezó a mover sus caderas contra el beso de Edward, impulsada por una urgencia sin nombre. Se arqueó y se retorcío bajo la presión persistente de su boca, temiendo que volaría. Como si fuera consciente de su dilema, él la sostuvo de las caderas para mantenerla abajo, mientras seguia con besos tiernos de su boca y la lengua.

Ella hundió los dedos en su pelo y lo acercó más, gimiendo de frustración porque no tenía ni idea de qué era lo que quería de él.

Edward debe haber sabido exactamente lo que quería, porque se desplazó hacia arriba, poniendo su sexo en el punto de unido de sus muslos. A la luz de la luna era musculoso y elegante, sus miembros y su torso un relieve fascinante. Sus rasgos reflejaban se necesidad, con los ojos llenos de pasión.

Ella sintió que sus músculos se tensan mientras lentamente sus cuerpos se acoplaban, esperó estoica a que él comenzara su brutal asalto. ¿No era eso lo que todos los hombres hacian?

No se dio cuenta que estaba conteniendo la respiración hasta que se sintió el sexo de Edward pujando con insistencia en contra de su estrecha abertura, y luego la solto con un silbido. Cerró los ojos y esperó a que el dolor que sabía iba a venir cuando se rompiera dentro de ella.

- Relajate. Voy a intentar no hacerte daño.

- Pienso que esto no es una buena idea.

- Es una idea maravillosa.

 

Se acercó hacia adelante, lentamente deslizandose dentro de ella. Sintió la presión... una gran presión. Luego hubo un fuego desgarrador mientras empujaba su longitud por su estrecho pasaje, un ardor que le atravesó y salió a través de gotas de sudor en su frente.

- ¡Alto! Espera un momento.

- Está hecho-, jadeó. -Esto era lo que querías al venir aquí.

Él se movió dentro de ella lentamente. A pesar de que trató de ser cuidadoso, era grande. Pero a medida que avanzaba más profundo dentro de ella, algo pasó. Comenzó a sentir placer a pesar del dolor, el placer que viene de la fricción lenta y sensual sobre su cuerpo de la satinada piel contra la de ella.

Isabella se aferró a él, suspendido en un lugar entre el placer y el dolor, con cada penetración profunda parecía empalarle el alma. Los espíritus se habían equivocado. Esto la cambiará para siempre. Sus pensamientos se detuvieron de golpe, sentía el dolor de su virginidad rota pero este se disipaba en el éxtasis que comenzaba hincharse en su interior. Cerrando los ojos, se aferró a él, enterrando sus dedos en el pelo crespo de su pecho y aferrándose a él mientras se mecía en su interior.

La fuerza de la pasión de Edward estaba empujando a un éxtasis sin aliento.

- ¡Edward!

Su espalda se levantó mientras bombea más fuerte, más profundo, más rápido, enterrandose a sí mismo hasta la empuñadura en su interior. Luego se fue volando. Ella sintió que dejabala tierra a toda velocidad, sintió la dicha de su vertiginosa liberación. Su punto culminante fue totalmente inesperado.

No tenía idea de que las mujeres pudieran experimentar la misma estremecedora versión de lo que los hombres sentían.

A lo lejos, escucho a Edward jadeando mientras flotaba poco a poco volver a la tierra.

- ¡Es mi turno!- gruñó, besando su boca y renovando el asalto a su cuerpo tembloroso.

Con un gemido sin palabras, le empaló una y otra vez, temblando con cada embestida profunda. Sintió que crecia más fuerte, mientras levantaba sus caderas para ir al encuentro de sus golpes contundentes. Su rostro contraído en el furor de éxtasis como un espasmo comenzó a sacudirlo.

Con un grito llegó a su clímax dentro de ella, su palpitante sexo contra las paredes de su pasaje se derramo como un líquido caliente Edward no podía pensar. Hacer el amor con Isabella era más de lo que esperaba. Era una revelación aterradora.

Estaba acostumbrado a un encuentro placentero, sin embargo, la profundidad de la alegría que vibraran a través de él robó su mente y debilitado su energía. ¿Qué había hecho Isabella con el? El primer pensamiento que vino a su mente fue que había sucumbido a uno de sus hechizos.

Lo que había experimentado con Isabella era más profundo que cualquier placer que había conocido a otra mujer, más profundo en formas que no podía expresar. Si no tenía cuidado, podría convertirse en una adicción. Con gran renuencia salió de Isabella cayendo sobre su espalda, su respiración agitada y el corazón que retumbaba contra el de su esposa era extraordinaria y sin precedentes.

Volvió la cabeza para mirar a Isabella, preguntándose si era realmente una bruja con poderes mágicos. Estaba acurrucada hecha bola a su lado, profundamente dormida, parecía un ángel. No la despertaría ahora, pero por la mañana tendría que darle una gran cantidad de explicaciones. Quería saber más acerca de sus sueños y visiones.

Incapaz de resistir la tentación de su belleza etérea, le apartó un zarcillo díscolo del pelo brillante de la frente. La hebra de seda le quemó los dedos, y lo solto rápidamente, aturdido. ¿Qué tipo de magia era esto?

Aunque Edward trató de dormir, no podía. La razón de Isabella por querer consumar su matrimonio no le gustó. Habia llegado a su cama porque tenía miedo de su hermano, no porque deseara a su marido.

Dijo que nunca podría amarlo. Su pasión lo había sorprendido. No tenía ni idea que era capaz de semejante respuesta. Tal vez su respuesta física era la respuesta a sus problemas.

Si pudiera hacerla amarlo, ella perdería sus poderes. Sin sus poderes, nadie podría acusarla de brujería, y estaria fuera de peligro. Sí, eso era lo que iba a hacer. Haria que Isabella le amara, y podria disfrutar de los beneficios de la cama matrimonial al mismo tiempo.

Mientras que su propio corazón estaria bien protegido, él sabía que Isabella era vulnerable. Si la única forma de protegerla de sí misma era utilizar su vulnerabilidad, entonces que así sea.

En cuanto a su sueño de MakSwan y MakBlack. Se mantendria en guardia.

Isabella seguía durmiendo profundamente cuando Edward se levanto de la cama al primer rayo de sol. Se lavó, se vistió y salió de su habitacion para desayunar, con cuidado de no despertar a Isabella.

Tomó asiento junto a Carlisle y Jasper, que estaban disfrutando de sus avenas y tartas.

- Es tarde, muchacho-, dijo Carlisle. -¿Dormiste demasiado?

Reprimiendo un bostezo, Edward asintió con la cabeza y atacó el plato de avena que Jessica puso frente de él.

-¿Qué te pasa esta mañana, muchacho? -preguntó Carlisle. -¿Habéis pasado una mala noche?

Edward sonrió.

-En realidad, tío, he pasado una buena noche.

Jasper casi se ahoga en su bannock.

- ¡Nunca te habias acostado con la bruja! ¿Estas loco, Edward?

- Isabella es mi esposa. Dormir con la esposa es algo normal.

- Quizá, es normal, cuando la esposa de uno es normal - se quejo Jasper – No me preocupe por ti cuando supe que Isabella no te aceptaba en su cama, pero esto lo cambia todo.

Edward le envió una mirada confusa.

- ¿Cómo es eso?

- Después de acostarte con ella, eres más susceptible a sus hechizos. No queria decirte esto, pero ahora no tengo otra opción. Benjamin vio ayer a tu mujer a escondidas en la despensa. Sólo Dios sabe lo que esta tramando.

- Isabella no nos hara daño, ni es una bruja-, protestó Edward. -Haré todo lo que esté a mi alcance para protegerla de sí misma.- mordiendo un pedazo de Bannock, masticó pensativo, y luego agregó: -Por cierto, Isabella cree que su hermano y MakBlack estan acechandonos. Advierte a los demás.

Carlisle negó con la cabeza.

- Yo sabía que la muchacha era un problema. No debistecasarte con ella, Edward. Y no contento con ello la has llevado a tu cama. Una vez que la bruja tenga sus garras sobre ti, lo que hara es manipularte para hacer su voluntad.

-¿Qué es exactamente lo que quieres decir con eso?- preguntó Edward con un toque de diversión. -¿Cómo va a Isabella manipularme?

Carlisle se encogió de hombros.

- No lo se, muchacho. ¿Qué suponéis que estaba haciendo en la despensa a esa hora de la noche?

- En comunión con la naturaleza-, dijo Edward por falta de una mejor respuesta.

Jasper puso los ojos en blanco.

- ¿Vas a decirme que te has enomaroado de la muchacha?

Edward vaciló.

- Ninguna mujer puede llegar a ser como Juana – dijo con cuidado.

- Ya es hora de que te olvides de la pobre Juana - informó Carlisle. Hizo un movimiento hacia la descuidada Jessica, que estaba cerca llevando una jarra de cerveza de barril. -¡No es un secreto que Jessica siente algo por ti. Puedes tomar lo que se te ofrece en lugar de caer bajo el hechizo de tu esposa bruja.

Edward empujó su copa y se puso de pie.

- Basta ya de decir disparates. Isabella no es una bruja, ni es capaz de lanzar conjuros. Lo que hago en la intimidad de mi dormitorio es asunto mio. Si no pueden dar consejos útiles, me gustaría que se unieran a mí en los corrales de las ovejas. - Gruñendo, Carlisle y Jasper abandnaron la sala. Isabella entró cuando Edward se disponia a seguirlos.

- Debo haberme quedado dormida- dijo dudando en enfrentar la mirada de su marido. ¿Recordaba la pasión que había desatado en ella? ¿Su respuesta sin restricciones al hacer el amor? Los colores vivos tiñeron sus mejillas.

Edward parecía no darse cuenta.

- Hoy comenzamos el corte de las ovejas -explicó. –Voy a estar en eso mayor parte del día. Alice normalmente envía comida para nosotros, volvere antes del anochecer. ¿Qué vas a hacer para mantenerte ocupada?

- Pensé que tal vez Esme y yo podriamos ir al bosque a recoger hierbas y corteza de sauce. Esta época del año es perfecta para reunirlas

- No te alejes demasiado del castillo- advirtió Edward.

Isabella lo miró, preguntándose si estaba preocupado. Su expresión casi la dejó sin aliento. Él le sonreía, antes de dar la vuelta y alejarse se se inclinó y le dio un beso en los labios.

Isabella se quedó mirando su espalda al partir, con los dedos pulsando sobre su boca. Todavía se sentía el choque de su beso. Esperaba que él no quisiera compartir su cama de manera regular. Había ido a su cama con el fin de protegerse a sí misma de Emmett, y no había más que eso.

Mentirosa, la acuso su voz interior. Lo importante era que ya no era virgen y Emmett no podia impugnar su matrimonio. Era la esposa de Edward en todos los sentidos.

Isabella entró en la cocina a buscar su propio desayuno, cuando llegó. Encontró a Alice agitando un hervidor de agua en el hogar.

- Espero que sea papilla lo que está agitando-, dijo Isabella.

La cuchara chocó contra la marmita.

- Me asusto, muchacha. ¿No os ha llevado Jessica el desayuno?

- Debe estar ocupada- respondió Isabella. -Voy a comer aquí.

Alice sirvio un tazón de avena y la colocó sobre la mesajunto con una jarra de leche y un plato de tartas.

- Siéntese.

Isabella sacó un banco a la mesa y se sento. Tenía demasiada hambre esa mañana. Con una visión repentina, se dio cuenta de la razón de su hambre y se ruborizó. No estaba acostumbra al tipo de actividad en que había participado la última noche.

La mirada perspicaz de Alice se fijo en Isabella.

- ¿Pasa algo malo, muchacha?

Avergonzada, Isabella metió la barbilla hacia abajo.

- Estoy bien, Alice. ¿Has visto a Esme esta mañana?

- Sí, ella se levantó temprano y fue a hablar con el sábalo. Dijo algo acerca de proporcionar algunas hierbas especiales para hacer su cerveza más sabrosa.

Isabella terminó su desayuno y se levantó.

- Si la ves, dile que voy a estar en la despensa. Me gustaría que ella me acompañe al bosque para recolectar hierbas.

Isabella vagó a la despensa, pero su mente no estaba en las hierbas.

Su cuerpo todavía vibraba de amor por Edward, y no pudo pensar más allá del hecho de que su respuesta había sido una sorpresa para sí misma. El se había tomado su tiempo para poseerla, despertando en ella un placer inesperado.

¿Cómo en el santo nombre de Dios se suponía que iba a negar sus sentimientos por Edward MakCullen cuando todos sus sentidos gritaban que estaba destinada a amar a este viril y fuerte, hombre?

Isabella sintió un movimiento cerca de la puerta abierta y se volvió esperando ver a Esme. En su lugar vio a un muchacho de pie sobre la pequeña puerta agacharse, lanzando su mirada a uno y otro lado, como si tuviera miedo de que algo o alguien le hiciera daño.

- Os necesitan en el pueblo, señora-, dijo con voz tímida.

Antes de que pudiera hacer más preguntas, se volvió y echó a correr.

 

- ¡Espera! ¿Quién me quiere? ¿Hay alguien enfermo o lastimado?

- Siobham dijo a que la viniera a buscar- grito por encima del hombro.

Se lanzó en una esquina y desapareció. Isabella. Desesperada, pensó, si Siobham había enviado por ella. La mujer la odiaba. ¿Debería ir sola o pedir a Esme que la acompañase? La urgencia de la convocatoria la convenció de ir a buscar su canasta. Una sensación de incomodidad se instaló en la boca del estómago de Isabella cuando se dirigió a la aldea.

Algo no iba bien, podía sentirlo en sus huesos. Se dijo a sí misma que estaba cansada. Pero la advertencia que había recibido en su sueño la noche anterior, se reproducia una y otra vez en su mente. Tal vez fue la falta de sueño.

Cuando Isabella llegó al pueblo, no tenía idea de a dónde ir. El muchacho no le había dado ninguna dirección. Por alguna extraña razón, las calles estaban casi desiertas en un momento cuando las mujeres y los niños por lo general estaban fuera de casa. Un temblor de ansiedad se deslizó por su por columna vertebral. Agarrando su canasta con fuerza, Isabella decidió ir a casa de Mab.

No habia dado más que unos pasos cuando Siobham aparecio en la puerta de una pequeña choza. –Venid señora- instó - Daos prisa.

- ¿Qué pasa, Siobham?-preguntó Isabella. -¿Necesita ayuda con algun parto?

La mueca de desprecio en el rostro de Siobham debería haberle advertido que no todo era como debería ser. -No tengo ninguna necesidad de la magia de ayer, señora. Hay otros asuntos que requieren su atención- tomó el brazo de Isabella. -Ven conmigo.

Isabella se dejó llevar al oscrro interior de la choza de Siobham, con la esperanza de encontrar a alguien para curar. En su lugar encontró a su peor pesadilla hecha realidad.

- ¡Tú! ¿Qué estás haciendo aquí? - se volvió hacia Siobham. -¿Qué has hecho?

- Nada más que lo que está bien, señora-, olfateó Siobham- Nosotros no la queremos aquí.

Trató de huir, pero Donald MakBlack, bloqueó la puerta con su descomunal cuerpo. -No vas a ninguna parte, muchacha.

Entonces vio a su hermano.

- Emmett, díle a tu amigo que me deje salir- ordenó.

La risa retumbó en el pecho de barril de Emmett.

- No puedes darme ordenes, Isabella, soy el laird MakSwan ahora y debes obedecerme. Te llevare a casa de vuelta con nosotros, y mañana estarás casada con MakBlack.

- Yo ya estoy casada- argumentó Isabella.

- Se de buena fuente que el matrimonio no ha sido consumado. Si esto resulta cierto, tengo todo el derecho a exigirte volver.

- Ya no soy una doncella- susurró Isabella, apartando la mirada por vergüenza.- Me he acostado con mi marido.

- ¡Estas mintiendo!- declaró Emmett. -Sé sobre la profecía, y no creo que te atreverias a correr el riesgo de perder tus poderes por un poco de placer físico. Además, los rumores dicen que MakCullen ama a otra. Se caso contigo por una deuda de gratitud. Tengo la intención de demostrar que sigues siendo doncella. Busqué en la aldea a una partera. Esta más que deseoso de hacer mi voluntad.

Isabella envió una mirada a Siobham.

- Ella no lo hara.

- No tienes ningun amigo aquí, hermana. Los siervos de MakCullen estarán más que encantado de librarse de ti.

- No tienes que preocuparte por compartir mi cama, Isabella- dijo Donald MakBlack. - Tengo mujeres en abundancia, solo deseo tus poderes. Van a hacerme rico más allá de mis sueños más salvajes.

Isabella miró MakBlack y se estremeció. Era un hombre enorme, con una mata salvaje de pelo rojo y una barba roja peluda.

- Mi hermano te ha mentido - argumentó Isabella -No puedo hacer nada para ayudarle. Soy una sanadora. Mis habilidades jamas te daran lo que deseas.

- Emmett te ha visto hacer magia.

Ella se volvió hacia su hermano.

- ¿Por qué estás tan decidido a entregarme a MakBlack?

- MakBlack quiere los poderes que poseéis, mientras que yo no quiero tener nada que ver con la magia. Él me dara tu dote, que es mas de lo que un MakCullen dara y lo refuerza con la alianza entre los MakBlacks y los MakSwans. Juntos marcharemos con el Rey James lo que traerá prosperidad a nuestros clanes. El rey necesita de nosotros, e incluso ahora nos convertiremos en los terratenientes más poderosos del las Tierras Altas.

- Adelante con ello, MakSwan- gruñó MakBlack. - Que la matrona haga su trabajo. Si la muchacha está todavía intacta, es mía para casarse.

Sin previo aviso, Emmett se abalanzó solbre Isabella. Agarrandola por detrás, le sujetó los brazos a los costados y la arrastró a la cama. Isabella luchó con cada onza de su fuerza, pero no fue suficiente cuando MakBlack entró en la refriega.

Momentos después, estaba clavada en la cama sujeta por MakBlack y Emmett.

- Comieenza el examen, Siobham- ordenó Emmett -Y sera mejor que nos digas lo que queremos oír.

Sus palabras y la sonrisa amarga de Siobham le dieron a Isabella pocas esperanzas de que la partera de verdad hablara de su falta de virginidad. Le diria a Emmett exactamente lo que quería oír. ¿Edward lucharia por ella? se preguntó.

Lo más probable es que estaría contento de perderla de vista. Se resistió violentamente, lo que dificuto a la comadrona para comenzar su examen a pesar de los dos hombres apretándola contra el delgado colchón de paja.

- Prometo que cooperare con ustedes si me dejan a solas con Siobham. Es vergonzoso que los hombres presencien esta parodia.

Los ojos de Emmett se estrecharon.

- No confio en ti.

La desesperación obligó a Isabella a recurrir a tácticas que normalmente desdeñaba desdén.

- Si no salen de la habitación, te juro que voy a lanzar un hechizo que hara que se marchiten sus partes y se asemejen a pequeños gusanos.

Fijó su feroz mirada en Emmett y comenzó un conjuro. La pérdida de la virilidad era una perspectiva terrible, y los dos hombres temieron a Isabella.

- Bruja- gritó Emmett, retrocediendo.

- ¡No!- exclamó MakBlack, protegiendo su virilidad con una mano mientras se retiraba, como el cobarde que era.

-Esta bien, tú ganas- dijo Emmett. -Pero no trates de escapar. Te estaremos esperando en la puerta, mientras que la partera te examina

Una vez a solas con Siobham, Isabella planeo su fuga. No podia dejar que la partera le tocara con sus manos sucias. Cerró los ojos y despejando su mente de todo pensamiento, envió un mensaje a través del tiempo y el espacio para Edward, ordenándole que fuera a la casa de Siobham.

- Estamos perdiendo el tiempo- se rió Siobham. -su hermano quiere saben si su marido ya se aprovecho de usted y tengo la intención de darle la respuesta que está buscando. Tu no peteneces a nuestro laird.

- ¿Te mentiría?

- Nosotros no necesitamos a una de tu calaña en Stonehaven.

Eso fue todo Isabella necesitaba escuchar. Si Edward no llegaba a tiempo, Emmett la llevaría lejos, y con la combinación de MakSwan y MakBlack para Greeme seria imposible rescatarla.

Siobham se movio entre las piernas de Isabella y la empujó.

-¡Espera! Lávate las manos primero. Estan muy sucias

Siobham se miró las manos sucias y se encogió de hombros.

- Jamas se han quejado de mis manos antes. Eres demasiado quisquillosa, señora.

- Lo digo en serio, Siobham. Si no te lavas las manos, voy a lanzar un hechizo particularmente desagradable en ti.

Siobham la miró con un odio y una buena cantidad de miedo, entonces se dio la vuelta y se dirigió al lavabo. La distracion de Siobham fue para su propio beneficio, Isabella tomó un pesado candelero de una mesa cercana y lo dejó caer en la cabeza de la partera. Luego salió por la ventana trasera, se levantó las faldas y echó a correr.

 

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¿QUE TAL?, ¡POR FINNNNNNN! ESTAN JUNTOS, JAJAJA DESPUES DE TANTO TIRE Y AFLOJE YA SE PUSIERON DE ACUERDO JAJAJA, !MALDITOS MAKSWAN Y MAKBLACK! AAAAA ESPEREMOS QUE ISABELLA SEA TAN RAPIDA PARA ESCAPAR DE ELLOS Y ESPEREMOS QUE EDWARD LLEGUE

 

AVISO IMPORTANTE: LAS ACTUALIZACIONES CAMBIARAN, SE PUBLICARA UN CAPITULO DIARIO ¿QUE LES PARECE?

GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTA AVENTURA. BESITOS GUAPAS

 

 

Capítulo 6: CINCO. Capítulo 8: SIETE

 
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