Edward ya había comido y abandonó la sala en cuanto Isabella entro a desayunar la mañana siguiente. Al ir a buscar a la criada se acercó furtivamente y le preguntó si tendria un tazón de avena o huevos con jamón. La muchacha en una evidente falta de respeto, se puso la mano en la cadera, inspeccionado a Isabella de pies a cabeza.

- ¿Hay algo fuera de lugar?- preguntó Isabella. - ¿Me he olvidado de ponerme mi vestido?

Comprobando primero si alguien la estaba mirando, la mujer dijo:

- Jamas habia visto una bruja antes.

Isabella lanzó un suspiro. ¿Nunca terminará?

- No soy una bruja- contestó.

- Has embrujado a nuestro laird.

- ¿Quién eres tú?

- Jessica. Sirvo al laird Edward – sonrió.

Isabella reconoció el nombre de la mujer. Jessica, la mujer que Edward teníaintención de llevar a la cama después de que ella se nego. La idea de ella íntimamente entrelazada con Edward desato un torrente de ira a través de Isabella.

- A partir de hoy debes limitarte a servir en la cocina,- dijo, haciendo hincapié en sus palabras.

- Voy a seguir haciendo lo que me plazca hasta que el laird diga lo contrario- reto Jessica. -¿Vais a tomar gachas o huevos?

- Gachas- dijo Isabella, comprometiéndose a hacer frente a Jessica más tarde.

La vio pasear fuera, demasiado consciente de lo que Edward vio en su ostentoso cuerpo. Aparte de ser voluptuosa, tenía una sexualidad descarada que pedia a gritos la atencion de un hombre. Desde el rabillo del ojo espiaba a Esme corriendo hacia ella con el rostro enrojecido por el esfuerzo. El aura de Esme se había convertido en violeta volátil, y Isabella supo inmediatamente que estaba molesta.

- Isabella, muchacha, debes venir rápidamente- jadeó Esme.

Isabella se levantó de su silla.

- ¿Qué ha pasado?

- Tu marido, muchacha. Está en la despensa, rebuscando en la caja de hierbas -dijo de manera significativa- de pesimo humor ¿Qué pasó anoche?

Isabella se puso pálida.

-Muéstrame el camino. Te diré más tarde.

La despensa estaba situada más allá de la cocina. Se llegaba por medio de un pasillo abovedado cubierto de viñas. Isabella irrumpió a través de la puerta justo cuando su esposo estaba quitando cuatro velas de una caja.

- ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué esculcas mis pertenencias? Estas hierbas son un tesoro para mí.

Edward se volvió al oír el sonido de su voz.

- Después de lo que he visto ayer por la noche, necesito estar seguro de que aquí no hay nada que pueda causar daño.

- Como puedes ver, no he traído más que hierbas y ungüentos conmigo a Stonehaven.

Él olisqueo las velas.

- ¿Para que utilizas esto?

Isabella se encogió de hombros.

- Solo son velas. A veces trabajo hasta tarde y necesito luz. ¿Estás satisfecho?

Edward devolvió las velas a la caja.

- Por el momento - se volvió para irse.

- Me encontré con tu amante esta mañana- aventuró Isabella. – He hablado con ella y le di la orden de limitar sus funciones a la cocina.

Las elegantes cejas de Edward se alzaron hacia arriba.

- ¿Qué?

- Será mejor que vaya a desempacar sus baules- dijo Esme correteando por la puerta. -Yo no me necesitas aquí.

- Cobarde- susurró Isabella a su amiga que la dejó sola para hacer frente a la ira de Edward.

- Esme es una mujer sabia. Ahora, Isabella, por favor explicame porque los deberes de Jessica son motivo de preocupación.

- ¿No soy tu esposa?-dijo Isabella con dulzura.

- Eso es discutible- se quejó Edward.

Isabella optó por ignorar su comentario.

- Como tu mujer, tengo completa autoridad sobre los criados, ¿No es asi?

- En circunstancias normales… quiza. Pero el nuestro es un matrimonio... inusual, por decirlo de alguna manera. No eres realmente mi esposa.

- El padre Eleazar no estaría de acuerdo en eso.

- Estás evadiendo el tema, Isabella. En cuanto a Jessica, ella no tiene que rendir cuentas a nadie excepto a mí.

Los ojos de Isabella se estrecharon.

- Como quieras, mi señor.

Una sonrisa se extendía por las comisuras de los labios de Edward.

- Ay, muchacha, estás celosa.

- Celosa- resopló Isabella. -Apenas te conozco. ¿Cómo puedo estar celosa?

Su sonrisa se ensanchó cuando extendió su mano y le acarició la satinada mejilla.

- Yo puedo remediar eso, muchacha. Podemos conocernos mejor.

Antes de que ella pudiera saber cómo sucedió, estaba en sus brazos, sus labios saqueando los de ella. Entonces sintió la fuerza bruta de su lengua explorar su boca. Su mano se enredó en su pelo, su boca se apodero de la suya en un beso que se volvió feroz.

La profecía, una voz interior le advirtió. Presta atención a la profecía.

Por supuesto que Isabella sabía por qué ella no podía perder su corazón, pero no estaba de humor para escuchar a la razón. Los besos de Edward estaban haciendo a su naturaleza experimentar el placer que ella solo había conocido en sueños.

La lujuria atravesó a Edward tan rápidamente como una espada. Interrumpió el un beso y levantó la cabeza para mirar a Isabella. Sus ojos estaban cerrados, su labios rojo cereza y húmedos, con expresión aturdida.

Es mía, pensó exultante. Una vez que la haya poseido este deseo loco dejara de existir. Tomó posesión de sus labios en un beso largo y lento de forma deliberadamente seductora. Con Isabella en sus brazos, camino con impaciencia hacia la puerta, loco por estar dentro de ella.

Isabella debio haber sido consciente de sus movimientso, ya que se encogió de hombros liberandose de sus labios

- ¿A dónde me llevas?

- A la cama. Es lo que ambos queremos.

- ¡No! Suéltame.

- ¿Por qué luchar contra esto? Estamos casados. La iglesia espera que tengamos hijos. Y sólo hay un camino para que eso suceda. ¿No lo sabes, muchacha?

Su rostro tenía una expresión melancólica.

- Sí, lo sé... pero... -le encantaría tener hijos. Pero primero quería saber mas de él. Apenas se conocían entre sí, y él había sido un novio reticente.

- ¿Por qué me quieres, Edward? No soy hermosa. Tu mismo has dicho que soy... una extraña, y no tengo experiencia en la cama -habia vacilación en los latidos del corazón.

- ¿Crees que no eres hermosa?

- Las personas no ven la belleza en mí, solamente el mal.

Él la dejó en el suelo.

- Yo sólo veo belleza. Debo admitir que no eres como habia imaginado.

Ella sonrió con tristeza.

- ¿Creiste que tenía una verruga en la nariz y el pelo negro y que volaba sobre un palo de escoba?

Su silencio respondió a su pregunta. Se dio la vuelta.

- Si estas tan convencido de que he traído el mal a Stonehaven, vete y dejame desempacar en paz, -dijo Isabella, alejandose de él – Debo colgar mis hierbas de las vigas y guardar mis ungüentos en los armarios.

- Así que te estas escapando una vez más, ¿verdad, muchacha? Es tu problema, yo no batallare para encontrar una hembra dispuesta para calentar mi cama - se volvió para irse, y luego se dio la vuelta, su oscura expresión la sedujo -Cuidado con lo que hagas aquí. Espero que lo que vi ayer por la noche no vuelva a suceder. Es mi última advertencia.

El aura que lo rodeaba se volvió de color azul oscuro y amenazante. Isabella se estremeció. ¿Por qué no podia ser como las otras mujeres? Debido a que Dios hizo de ti lo que eres y no lo puedes cambiar, respondió un pequeña voz dentro de ella. Su misión en la vida era sanar, y nada podría cambiar el curso de su destino.

Después de Edward salio, Esme volvió y ayudó a Isabella a colgar las hierbas en el techo. A continuación, Isabella regresó al castillo más que dispuestas a romper finalmente su ayuno. Edward se sentó con sus parientes, riendo y hablando sin mirar en su dirección.

Isabella trató de consolarse con la idea de que sería ignorada por Edward era lo mejor para ambos. Lo que le molestaba, sin embargo, era la forma en que Jessica adulada a Edward. En ese momento, Isabella habría dado cualquier cosa por ser como las otras mujeres.

Después de que terminó de comer, Sam la llevo a recorrer el castillo. Comenzaron con el almacén en el primer piso y procedió piso por piso hasta el parapeto. Era pequeño en comparación con Gairloch, pero tenía muchas cualidades entrañables, tales como tapices en las paredes para protegerse del viento y el frío, chimeneas numerosas. Estaba bien cuidada y tenía ventanas de vidrio.

La sala estaba impecable, al igual que los dormitorios y la cocina, debido sin duda, a la vigilancia de Alice y la excelente dirección de Sam.

Incluso la guarnición estaba sorprendentemente limpia y ordenada.

- ¿Cuántas personas viven dentro del castillo?- preguntó Isabella impresionada por todo lo que había visto.

- Varía- explico Sam -en función del número de guardias que sirve Laird Edward en un momento dado. Los primos del laird viven aquí, como lo hace Carlisle, su tío. Y ocupan el tercer piso. Alice y yo olcupamos las habitaciones en la parte trasera - Sam desenganchó un manojo de llaves de su cinturón y se los entregó a Isabella. - Estos son suyas ahora.

Isabella dudó. Ella no lo merecia. Era un fraude.

- No estoy capacitada para cuidar del torreón-, admitió. -Soy una sanadora, y mis obligaciones siempre han sido cuidar a los enfermos y heridos. Le agradecería si usted continúa. Todo está funcionando tan bien en sus manos, que no ven la necesidad de cambiar las cosas.

Sam sonrió.

- Estaré encantado de continuar. Pero le consulatre cualquier cosa. Alice mencionó que le gustaría hablar con usted acerca de los cambios en el menú. Quiere saber qué os gusta - Al parecer, Alice estaba dispuesta a aceptarla después de todo, e incluso queria complacerla.

Más tarde ese día Isabella se reunió con Jasper, un tanto cínico pero aMable era de la edad de Edward, pero no ocultaba sus reservas con respecto a su matrimonio con su primo.

- Edward es especial-, le dijo Jasper. -Su fe en Dios fue puesta a prueba en Francia. Fue herido pero volvió con nosotros.

- ¿Edward luchó en Francia?- exclamó Isabella. Sabía muy poco de su marido.

- Sí. ¿Qué no habeis oído hablar de Juana de Arco?

- Por supuesto, ¿Pero ella que tiene quje ver?

- Edward fue a Francia para unirse a su lucha. Fue uno de los escoceses que formaban parte de su guardia personal.

Desconcertada, Isabella le preguntó:

- ¿Por qué Edward dejo su casa para luchar en suelo extranjero?

- Éstaba convencido de que al derrotar al los Ingléses en Francia los escoceses saldrían beneficiados. Desafortunadamente, las cosas no fueron asi.

Isabella se estremeció. Sentía como si alguien hubiera caminado sobre su tumba.

- Juana fue quemada en la hoguera, acusada de brujería por su propia iglesia. No puedo imaginar una muerte peor.

- Ni yo puedo -estuvo de acuerdo Jasper. -Edward llegó a casa muy cambiado, Juana era todo para él.

Isabella se quedó inmóvil.

- ¿La amaba?

Jasper se aclaró la garganta y desvió la mirada, como si acabara de darse cuenta de que hablaba con demasiada libertad.

- Si quieres saberlo tienes que preguntar a mi primo sobre ello. -De repente, su expresión se volvió dura -Lo que estoy tratando de decir es que Edward no necesita mas brujería en su vida. Se casó contigo para pagar una deuda con tu padre, porque es un hombre de honor. Haré todo lo que esté a mi alcance para protegerlo de ti.

Aturdia por la vehemencia en la advertencia de Jasper, Isabella dijo:

- Jamas le haría daño a Edward, incluso si pudiera. Disculpame, tengo que atender a mis deberes.

Isabella se apresuró, sólo para toparse con Esme.

- ¿Estas bien muchacha? Te veo palida.

- No pasa nada, Esme.

- No me mientas. Te conozco mejor que nadie. ¿El Laird Edward te molesta?

- ¿Sabías que Edward luchó en Francia? Fue uno de los guardias de Juana de Arco. Ella fue acusada de brujería y quemada en la hoguera. Ahora entiendo porque Edward desprecia la brujería.

- No te preocupes. Tu eres una una mujer del País de las Hadas, no una bruja.

- Es lo mismo para Edward.

- Pero nosotros sabemos que no es verdad.

De poco consuelo fueron sus palabras para Isabella.

- ¿Tu vas para la cocina? Debo consultar a Alice sobre el menú.

- Ire contigo, después quiero ir a la despensa.

Después de que Isabella se reunió con Alice, se unió a Esme en la despensa. La encontró moliendo hierbas con un mortero. El olor de la raíz de milenrama y la malva impregnaba el aire, haciéndole recordar su casa y su padre. No había tenido tiempo para llorar, y le dolía de su pérdida. Tal vez más tarde iría a la capilla a orar por su alma. No parecía haber un sacerdote en Stonehaven, perono necesitaba a nadie para ayudarla en sus oraciones.

Isabella y Esme trabajaron juntas en amigable silencio hasta que la hora de la cena se acercó. Esme puso las manos detrás de la espalda y se estiró.

- Es tarde. Debeis cambiarte esa sucia bata antes de unirte a tu marido en la sala.

- Estás cansada, también, Esme. Vuelve al castillo. Voy a seguir en unos pocos minutos. Quiero poner los frascos en el armario antes de irme.

Esme asintió con la cabeza y se fue. Isabella terminó su trabajo y estaba por irse cuando sonó un fuerte golpe en la puerta. Sorprendida, Isabella se apresuró a contestar la llamada, suponendo que alguien tenía necesidad de sus poderes curativos.

Una chica de unos doce años, con lágrimas corriendo por su las mejillas, cayó de rodillas antes Isabella y le cogió la mano.

- Por favor, señora mía, oí decir que erais curandera. ¿Podéis ayudar a mi madre?

Isabella levantó a la niña.

- ¿Qué le pasa a tu madre, muchacha? Tengo que saber lo que aflige antes de poder ayudarla.

- Está de parto, pero su bebe no ha llegado. Tiene terribles dolores.

Isabella cerró los ojos. La visión que se formó mostraba una niña pequeña luchando por su vida dentro del vientre de su madre.

- ¿Dónde está tu padre?

- Papá se fue a Inverness. Dijo que iba a regresar antes de que el bebe naciera, pero algo debe haberle retrasado. ¿Queréis venir, señora?

- Por supuesto- dijo Isabella sin dudarlo. -¿Dónde vives?

- En el pueblo.

- Dame un momento para reunir lo que necesito.

Isabella coloco varias bolsas de hierbas secas, tarros, botellas y trapos limpios. Brevemente considero decirle a Edward a dónde iba, pero decidió no hacerlo. Su primer deber era la mujer que sufria. Las explicaciones podían esperar.

La niña, cuyo nombre era Carla, vivía con su madre, y dos hermanos menores en una casa de campo en la aldea. Isabella escucho los gemidos de dolor antes de llegar al serbal plantado en la puerta principal para alejar los malos espíritus.

En el interior, Mab no estaba sola. Varias mujeres vecinas y de la comadrona local, se reunieron alrededor de la cama, cada uno tratando de ayudar a Mab en su propio camino. Todo el mundo se quedó en silencio cuando Isabella entró en el cuarto lleno de gente.

El aire en su interior era fétido, asfixiante y lo primero que Isabella hizo fue abrir las ventanas.

- ¿Qué estáis haciendo?- desafió a una mujer. –Soy Siobham, la partera, y no necesito ayuda.

-MI mama la necesita- insistió Carla. -Yo la traje. Mamá ha estado sufriendo por horas.

- ¡Horas!- exclamó Isabella. -Por favor, muevanse a un lado. Mab necesita mi ayuda.

- ¡Es la bruja!- murmuró alguien. La habitación se convirtió pronto en un hervidero de murmullos. La partera se negó a ceder.

- ¿Quién le dio permiso para interferir?

Isabella supo que a fin de salvar a Mab y su bebe, se vería obligada a ejercer su autoridad.

- Soy la esposa de su señor, no necesito mostrar mi propia autoridad. Salgan todos ustedes, menos usted. –dijo señalando a una anciana- ¿Cuál es tu nombre?

- Rona, señora.

- ¿Alguna vez ha ayudado el nacimiento de un crío, Rona?

- Oh, sí, señora, muchas veces. Asisto a la partera.

- Bueno. ¿Estás dispuesta a ayudarme?

- Sí, señora.

- Vamos a ver-, dijo Siobham beligerante. -He dado a luz a la mitad de este pueblo desde mucho antes de que vos hayais nacido.

- No estoy tratando de usurpar su posición, pero Mab necesita más ayuda de lo que puede proporcionar.

- Que la esposa del laird me ayude, Siobham- dijo Mab débilmente. –No quiero perder a mi bebe.

Murmurando su desaprobación, Siobham salió del cuarto con las demas detraz de si.

- ¿Me puedo quedar?- preguntó Carla.

- No, hija-, respondió Isabella aMablemente. –Ve con tus hermanos pequeños. Ellos te necesitan ahora. Ten la seguridad de que tu madre está en buenas manos.

Isabella se puso a trabajar. Mab parecía estar debilitada por las largas horas de trabajo, decidió que la pobre mujer necesitaba algo más fuerte para aliviar el dolor que un palo para morder. Revolviendo en su cesta, sacó una bolsa de hojas.

- Hojas de frambuesa- dijo entregándoselas a Rona. – Un te fuerte de estoté aliviará, Mab.

- ¿Podéis ayudarme, señora?- preguntó Mab, retorciéndose de dolor cuando otra contracción contorsiono su cuerpo.

Una vez a solas con su paciente, Isabella puso su mano sobre el agitado estómago de Mab y cerró los ojos. Inmediatamente una imagen del crío en el interior se formo ante sus ojos. La niña pequeña trataba de salir con los pies por delante. Isabella sentía el débil latido de su corazón y sonrió.

- Cierra los ojos, Mab y trata de concentrate en tu bebe- pidió Isabella con voz suave. - No pienses en el dolor y este se ira poco a poco.

En silencio, implorando a los espíritus aliviar el sufrimiento de Mab, Isabella se concentro en sus poderes, de buena gana tomaria el dolor de Mab en su propio

cuerpo. Una punzada de dolor ataco su brazo, tan insopotable que gritó. Luego Mab se relajo debajo de su mano como ella sabía que lo haría.

- ¿Qué pasó?-, preguntó Mab. -El dolor se ha ido. ¡Oh, señora, es un milagro.

Rona escogió ese momento para volver, con la taza de humeante té.

- Es Mab... es ella...

- Mab está bien-, dijo Isabella, -pero tenemos que darnos prisa si queremos traer un retoño sano en este mundo. Ayuda a Mab beber el té, y luego buscame una palangana de agua caliente y jabón.

Rona puso la taza en la boca de Mab hasta que el vaso se vació.

Luego se apresuró a buscar el agua caliente y jabón.

La mano de Isabella todavía estaba en el abdomen de Mab cuando Rona regresó, pero ahora Isabella tenía el ceño fruncido. Sentía la angustia del crío y le preocupaba su supervivencia. Apartándose de Mab, se lavó bien las manos y envió a Rona otra vez para una cuenca de agua tibia para bañar al crío y pañales para envolverla. Luego se puso a trabajar para recibirlo.

Isabella miró a Mab, vio que aun estaba libre de dolor pero algo aturdida.

- Voy a girar al bebe para que pueda nacer – dijo.– Relaja tu mente y no pienses en nada mas que en el bebe que amas. -Su voz fluía lento y suave mientras miraba profundamente en los ojos de Mab. – No sentiras nada, Mab. Ya he expulsado tu dolor. Relájate hasta que te diga que debes pujar.

-Sí, mi señora- dijo Mab, sus ojos vidriosos sin dejar nunca los de Isabella

Isabella se puso a trabajar. Poco a poco, con una experiencia adquirida en conocimientos transmitidos de generación en generación de mujeres Faery.

-Puja, Mab.

El bebe llego a las capaces manos de Isabella más tarde, pero vio que no respiraba.

-Tienes una hija, Mab-, dijo Isabella mientras cortaba el cordón.

Para Rona, quien acababa de regresar con la palangana de agua caliente, que le dijo- Encargate de la placenta y ve limpiar a Mab. El crío necesita mi atención.

- El bebe no llora- dijo Rona, la preocupación coloreaba sus palabras.

- ¿Nacio muerto? - exclamó Mab.

Isabella ignoró sus preguntas. Estaba luchando contra el tiempo, los labios de la nena estaban azules y su piel era de color gris ceniciento, apenas podía detectar los latidos de su corazón en el pecho pequeño.

Metió a la niña en la cuenca del agua caliente, la lavó y le quito la mucosidad de la boca. El bebe no respondió. Isabella cerró los ojos, invocado al Dios de la gracia y empezó a masajear el pecho delgado por encima de su corazón. A los pocos minutos sintió las vibraciones. Entonces la niña abrió la boca y dejo escapar un grito. Inmediatamente sus labios se tornaron rosados y la piel perdió la palidez.

-¡Vive! ¡La oí llorar! –llamo Mab desde la cama.

Isabella envolvio al bebe en pañales y lo llevo a Mab. Cuando levanto la vista, vio a Edward al pie de la puerta.

- ¿Qué haces aquí?

- Cuando no apareciste para la cena pregunté por ti y Carlisle reconocio haberos visto salir del castillo con alguien del pueblo. Quería saber lo que estabas haciendo y te he seguido.

- ¿Cuánto tiempo has estado allí?

- Lo suficiente para conocer que el crío nació muerto. ¿Qué hiciste para devolverle la vida? –miro a su alrededor con una expresión mezcla de asombro y repugnancia. - ¿Ha usado magia? ¿Se puede resucitar a los muertos? ¿Es que uno de tus poderes?

- El bebe no estaba muerto- afirmó Isabella. - Yo no puedo revivir a los muertos. Sólo Dios puede hacer eso.

- ¿Qué paso con la madre? Las mujeres que estaban esperando afuera dijeron que pensaban que había muerto debido a que sus gemidos y gritos se detuvieron después de tu llegada. La comadrona estaba furiosa, has ido demasiado lejos. Has hecho crecer tu reputación de ser una bruja y te ganaste un enemigo.

- Ayude a una madre a traer un hijo al mundo esta noche- protestó pasando junto a él. -Tengo que dejar instrucciones para la atención de Mab, con Rona antes de irme.

Isabella volvió a la habitación y recogió sus cosas. Después dejar varias bolsas de hierbas con las instrucciones para su uso, salió de la pequeña casa de campo. Edward caminaba detrás de ella.

- ¿Puedo llevar a mis hermanos a ver a mi madre y mi nueva hermana mi señora?, preguntó Carla tímidamente.

- Tu madre está descansando, pero estoy segura de que le gustaría verte.

Carla tomó la mano de Isabella y la besó.

- Gracias, mi señora. No creo en lo que Siobham dice, no puedes ser una bruja.

Isabella miro fuera de la casa a donde Guna y sus compinches le dirigían miradas amenazadoras, que no presagiaban nada bueno para ella en Stonehaven. El ambiente de tensión crepitaba con una palabra que trajo el miedo a su corazón. Bruja.

-Vete a casa-, ordenó Edward a la mujer. -No hay nada más que puedes hacer aquí. Mab y su retoño se encuentran bien y en buenas manos.

Como para confirmar sus palabras, Rona apareció en la puerta con la criatura en sus brazos.

- El señor dice la verdad-, dijo - y tenemos que dar las gracias a su dama.

La sonrisa que le otrogo a Isabella le dijo que al menos había hecho un amigo en el pueblo. Con el tiempo, tenía la esperanza de ganarse la confianza de los que temian a sus poderes, y eso incluía a su marido.

- ¿Tienes alguna idea de lo preocupado que estaba cuando me enteré de que habías ido al pueblo? Los escoceses son supersticiosos, como bien sabes. No confian en ti todavía.

- El bebe de Mab estaba en peligro y no podía permitirme el lujo de retrasarme.

La incredulidad se pinto en el rostro de Edward.

- ¿Cómo sabias eso?

- Yo... presentía que - balbuceo Isabella. -Carla insistió en que debía acudir de inmediato, y así lo hice.

- Ta has hecho de un enemigo poderoso-, dijo Edward mientras la agarraba del brazo llevándola hacial castillo. La niebla se había apoderado de las colinas y se levantó contra a tierra con zarcillos espeluznantes. Podia ser peligroso a menos que uno estuviera acostumbrado a viajar por el camino.

- Siobham es la partera de confianza. No debiste haber interferido. Tienes que prometerme que seras más prudente en el futuro.

Un lobo aulló, y un escalofrío me recorrió la columna vertebral de Edward. Era una noche perfecta para espíritus y demonios, si uno creia en ellos.

- No puedo hacer esa promesa- objetó Isabella -Tengo que ir a donde me necesitan.

Edwardse detuvo. La presión en el brazo llevó a Isabella a pararse junto a él. -¿Qué pasa, Edward?- preguntó.

- Te necesito, Isabella.

Un silencio tenso se produjo. Cuando habló, sus palabras tenían un dejo de tristeza – No es lo mismo, Edward. Amarte saería tan fácil, pero...

- Pero, ¿qué?

- A menos que mi amor sea correspondido, voy a perder mis poderes.

- Lo que me pides es imposible. Lo sabes. Quisiera conocerte mejor, pero...

- Hasta que llegue ese día, no arriesgare mi corazón.

- Yo solo pido tu cuerpo.

Ella respiró hondo y se alejó.

- ¿Qué sucede? No he pedido tu corazón.

- Sí, lo hiciste, Edward MakCullen,- susurró. –jamas podre entregarte mi cuerpo porque de hacerlo dejaría a mi corazón vulnerable al amor. No quiero perder mi alma por ti.

Su mano se mantuvo en su brazo, un recordatorio visible de su fuerza.

- ¿Qué pasaria si te dijera que te amo?

- Entonces diría que eres un mentiroso, Edward MakCullen.

¿Era un mentiroso? Se pregunto Edward.

No, decidió. Sólo un loco, porque solo un demente podría amar a una bruja.

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ESTOS DOS COMO SE HACEN LOS SUFRIDOS, ISABELLA NO QUIERE NADA CON EDWARD PERO AUN ASI SE PONE CELOSA DE JESSICA, !QUE SE DECIDA HOMBRE!, PERO ESTOY SEGURA QUE EDWARD NO SE DARA POR VENCIDO.

GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTA NUEVA AVENTURA.

ACTUALIZACIONES:"LUNES, MIERCOLES, VIERNES Y DOMINGO"

BESITOS A TODAS.