UN AMOR DE LEYENDA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 17/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 20
Comentarios: 53
Visitas: 54722
Capítulos: 20

"FANFIC FINALIZADO"

Gairloch, Highlands, 1432

Según la leyenda, una hada con poderes extraordinarios nacerá cada cierto tiempo en el clan MakSwan. Será sanadora con el conocimiento y la capacidad de ayudar a los demás, pero su fuerza y resistencia deberán ser probados por los obstáculos. Si sobrevive a las duras pruebas del fuego, el agua y la piedra, siempre sera bendecida por Dios.

El hada debe tener cuidado de no enamorarse, pues, si su amor no es correspondido, podría perder sus poderes. Mas si tuviera la suerte de encontrar a su verdadero amor y ser correspondida, sobrevivirá a cualquier problema y vivirá, junto a su amado, felices para siempre.

Así proclama la leyenda.

 

 


Basada en "El laird de Stonehaven" Conni Mason

 

Mi otro Fic

PRISIONERA DE GUERRA:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3899&id_capitulo=0

 

 

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Capítulo 3: DOS.

Un discreto llamado a la puerta anunció al sacerdote. Edward miro con gran asombro como el huesudo escocés llevaba el plaid MakSwan sobre su negra sotana diriguiendose a la cámara. Se fijo tambien en sus cabellos color de llama y la barba, parecía que los vikingos habian invadido sus tierras hacia mucho tiempo.

- Billy dijo que estaba todo listo - dijo el sacerdote con gran voz.

- Gracias por venir, Eleazar. Edward MakCullen esta dispuesto a casarse - dijo Charly - Pueden empezar Eleazar.

Escudriñó el rostro de Edward, y luego extendió la mano.

- Soy el Padre Eleazar MakSwan. ¿Habéis acordado casaros con Isabella?

- Sí- contestó Edward.

- ¿Y tu Isabella? ¿Quieres casarte con MakCullen?

- Por supuesto que lo hara - replicó Charly.

Isabella asintió con la cabeza bruscamente. Edward pensó que parecía un ciervo atrapado buscando la manera de escapar.

- Sí, me casare con Edward MakCullen.

Como si fuera el momento justo, Billy y una mujer mayor, que Edward jamas habia visto antes entró en la cámara. El Padre comenzó el ritual que uniria para siempre a Edward y Isabella.

La ceremonia fue breve. Cuestión de minutos nada más, dejando a Edward con una extraña sensación en la boca del estómago. Isabella no era la mujer de sus sueños. Sin embargo, era suya para protegerla hasta que la muerte los separase.

- La consumacion - exclamó Charly. - Sigue con la consumacion.

Isabella le dirigio al Padre Eleazar una mirada suplicante, pero no hizo caso de su muda súplica.

- Tu padre tiene razon, muchacha. Es para tu propia protección. MakCullen es tu esposo ahora, no debes avergonzarte por ello.

- Ahora puedo morir en paz -dijo Charly instandolos a retirarse - Eleazar me acompañara en mis últimas horas.

- Por favor padre -sollozó Isabella. - Déjame quedar contigo.

- No, hija. Mi alma está en paz ahora que sé que habéis de estar a salvo de las maquinaciones de Emmett. Si todavía estoy vivo mañana, ven a decirme adios. Si ya he muerto, no llores demasiado por mí. He vivido una vida plena. Mis últimos votos son por tu felicidad, así que haz lo que digo, muchacha, y obecede a tu marido. En cuanto a ti Edward MakCullen, habla con mi administrador, el se encargará que la dote de Isabella te sea transferida.

Sintiendo que Charly estaba en el extremo de su resistencia, Edward agarró el codo de Isabella y la condujo fuera de la cámara.

- ¿Dónde esta tu habitacion? - preguntó con voz ronca.

- No pensaras hacerlo aholra mismo… mi padre se está muriendo y…y…

Edward se puso tenso.

- ¡Es lo que tu padre quiere, Isabella!. Hemos perdido demasiado tiempo ya.

Si bien se había resignado a la suerte que su padre había elegido para ella, Isabella se dio cuenta de que no podía escapar del hecho que ahora era la esposa de Edward MakCullen. A pesar de que habían acordado en privado que no intimarían su padre había frustrado sus intenciones imponiendo su voluntad sobre ellos.

- Hare esto por mi padre, pero sólo por esta vez – insistió Isabella

- De acuerdo - dijo Edward. – Aunque prefiero que mis mujeres estén dispuestas y ansiosas.

Haciendo caso omiso de su observación Isabella camino a lo largo de la galería y torcio por un largo pasillo. Deteniéndose ante una puerta cerrada, vaciló un momento antes de abrirla.

- Dame un poco de tiempo... para prepararme - dijo Isabella.

Unos pasos deslizándose por el oscuro pasillo alertaron a Edward, se giró en la dirección del sonido.

- ¿Quién anda ahí?

Echando un vistazo por encima del hombro de Edward, Isabella vio que Esme se acercaba

- ¡Es sólo Esme, mi doncella!

- He venido para ayudar a preparar a Isabella. Déjadnos, Laird MakCullen. Os ire a buscar cuando Isabella este lista para vos.

- ¿Tienen un cuarto de baño? - preguntó Edward.

- Sí, más allá de la cocina. Pregunte a Billy, él os lo mostrará

- Sí, pues. Voy a darme un baño mientras espero por mi novia. - girando sobre sus talones, se alejó.

- No es tan malo - cacareó Esme cuando noto la expresión de pánico de Isabella. – Es un buen mozo, grande y fuerte.

- ¿Crees que me importa eso? - exclamó Isabella. -¿Te has olvidado de la profecía? No puedo dejar que Edward MakCullen entre en mi corazón. El ama a otra y nunca la olvidara. Tendre que endurecer mi corazón porque amar en vano traeria el fin de mis poderes.

- Ay- se burlaba Esme. -Eso no significa que no puedas disfrutar con él en la cama. Es un hombre viril. No esperes que viva como un monje.

- Lo sé. Le di permiso para tomar una amante, y él estuvo de acuerdo. Esta noche es por mi padre, porque él exigió una consumación, pero será la primera y última vez que voy a acostarme con Edward MakCullen.

- Muchacha tonta - murmuró Esme- Ven conmigo. Vamos a prepararte, no sea que tu marido se impaciente si llega y no estas lista.

Renovado por el baño, Edward regresó a la sala y se sento en una silla delante de la chimenea. Cuando una criada se acercó, le solicito una jarra de wisky. Sentía la necesidad de algo más fuerte que cerveza antes de acostarse con una virgen rejega.

Estaba mirando a las llamas, meditando acerca de su destino, cuando su primo Jasper se unió a él.

-¿Vas a casarse con la muchacha?- pregunto Jasper mientras sacaba un banco al lado de Edward.

-Sí- contestó Edward, renuente a decir más. Jasper se quejó.

- Och, es una vergüenza. ¿La habéis visto? ¿Es tan fea como dicen?

Edward suspiró y tomó otro sorbo de whisky, saboreando su suavidad cuando se deslizó por su garganta. - Se parece más a un ángel que a una bruja.

- Es lo que me temía- suspiró Jasper- Te han embrujado. Es lo que hacen las brujas. Vayamos ahora antes de que te arrastre mas profundo.

- Mi señor, su esposa está esperando – informo Esme mientras se acercaba a los dos hombres.

- ¿Tu esposa? - jadeó Jasper. – No me dijiste que te habías casado con la bruja.

Edward se levantó y se estiró, con una expresión sombría.

- Tu consejo llega demasiado tarde, Jasper. Mi novia me espera en el lecho nupcial.

Impresionado por sus palabras, Jasper se congeló con la boca abierta, cuando Edward poco a poco se abrió paso desde el vestíbulo.

Los sentimientos de Edward fueron mixtos. Se había casado en contra de su mejor juicio para complacer a un hombre moribundo, y no esperaba nada del lecho numpcial. Isabella dejó muy en claro su objeción a la intimidad entre ellos, y él sabía que no podría disfrutar al acostarse con ella en contra de su voluntad.

No es que la encontrara repulsiva. Cualquier hombre en su sano juicio la querria en su cama. Era el hecho de que fuera una bruja lo que lo detenía, Isabella misma confesó que poseía poderes. Pero el no era un hombre supersticioso, mas tenía que ser prudente.

 

Edward llego a la alcoba y se detuvo con la mano en el pestillo. Llamándose a sí mismo absurdo por dudar, abrió la puerta y entró. El día se había oscurecido con la tormenta, y la habitación era una profunda sombra, un recordatorio inquietante de con quien se había casado.

Al principio no la veía. Cuando sus ojos se acostumbraron a la tenue iluminación, espió su posición cerca de la ventana, los brazos levantados, como si abrazara a alguien que no podía ver. Un escalofrío le recorrió la espalda.

Ella debió haberlo escuchado, porque se dio la vuelta, y su visión lo dejo sin habla. Iba vestida con algo blanco, casi transparente. Sus brazos estaban desnudos, el pelo rubio detrás de sus hombros parecía un halo brillante alrededor de su cabeza. Era espectral y frágil, como si estuviera a punto de echar a volar. A medida que su apreciativa mirada vagaba libremente sobre su figura, sintió una clara agitación en la ingle.

Isabella MakSwan era muy femenina, y tenía curvas para demostrarlo. Bruja o no, no tendría problemas para hacer el amor con ella. Un zumbido se apodero de su cabeza, cuando sintió crecer su falo en toda su rigida longitud. Poco a poco avanzó hacia ella, encogiéndose cuando la vio alejarse de él.

- No debes temer Isabella MakSwan. No te hare daño -la barbilla de Isabella se alzo.

- No le temo a ningún hombre. La Profecía…

- Olvída la Profecía. Estamos casados. El último deseo de tu padre se debe cumplir. - le tendió la mano. - Ven a la cama, muchacha.

Evitando su mano, Isabella se dezlizo cuidadosamente hacia la cama. Tocar a Edward MakCullen no era una buena idea.

Sus sueños eran aún demasiado vivos, demasiado reales. Lo recordaba en sus visiones tan fuerte y viril, su cuerpo debajo de su ropa, ¿Cómo se sentiría en su interior?

Tragó saliva.

Esta era la realidad. Mucho más potente que sus sueños. Lo había visto en sus sueños y visiones tantas veces que sentía que ya lo conocía íntimamente, cada duro plano, cada musculo esculpido. Y ahí estaba el, excitante y peligroso. Sería tan fácil amarlo.

 

Edward miro a Isabella subir a la cama con gran anticipación. Con impaciencia se quitó el chaleco y comenzó a desabrocharse la camisa, tirando ambas prendas en un banco cercano. Entonces empezó a desenrollar la tela escocesa.

Como la mayoría de los Escoceses, no llevaba nada debajo, y cuando se la quitó la escucho jadear.

Sabía que iba demasiado rápido para una doncella a quien había conocido apenas unas horas atrás, pero no era capaz de ayudarse a sí mismo. Ella desvió la mirada mientras se subía a la cama.

- Isabella, mírame.

Cuando ella se negó, la tomó de la barbilla y la volvió hacia él. – No debes ser tímida, muchacha. Si esta va a ser nuestra única vez, quiero que sea agradable para ti -se estiro a su lado. - Relajate.

Antes de que ella se diera cuenta de lo que estaba diciendo, las palabras que había pronunciado en sus sueños se escaparon de sus labios.

- No puedo amarte.

- No estoy pidiendo tu amor

Isabella lo sabía. Él aMaba a otra.

- Lo siento por ti, Edward MakSwan. Quedaste atrapado en este matrimonio por culpa de mi padre.

- Sin embargo, vamos a aprovechar lo mejor de este matrimonio una vez que pasemos la prueba de la consumacion ¿Entiendes por qué esto es necesario?

Ella asintió con la cabeza bruscamente. Sabía suficientemente bien lo que sucedería una vez que Emmettse covirtiera en jefe del clan, pero el matrimonio con Edward parecía una medida demasiado drástica.

Sus visiones, sin embargo, le habían señalado claramente que tendría un futuro con el laird de los MakCullen.

Su pensamiento se detuvo de golpe, cuando Edward suavemente comenzó a acariciar su piel retirando su camisola.

- ¿Qué estás haciendo?

Sus manos se detuvieron.

- Quiero verte.

- ¿Es necesario?

- Sólo estás retrasando lo inevitable. ¿No sabes nada sobre hacer el amor?

Sabía cómo se sentía hacerlo con el.

- Lo suficiente.

Estaba tan distraído, que fue apenas consciente de que había descubierto sus pechos. Fue empujando la tela por sus caderas con su mano libre. Ella hizo un intento desesperado por coger el camison, pero se le escapó entre los dedos.

Él lo levantó arrojándolo lejos sobre el montón de ropa desechada. Las manos de Edward se movieron con lenta deliberación sobre el cuerpo de Isabella, saboreando la sensación satinada de su piel, su cuerpo reaccionaba fuertemente a la mujer suave debajo de él.

Ella lanzo un pequeño sonido inarticulado y se movio sin cesar. Él sonrió, consciente de que no era totalmente inmune a él. Su mente podía no estar dispuesta, pero la necesidad de su cuerpo era inconfundible. Había estado con suficientes mujeres en su vida, para reconocer el deseo. Su propia necesidad fue rápidamente en aumento.

Era como si estuviera con alguien a quien había conocido íntimamente en el pasado. Pero, ¿cómo podia ser eso? Su piel debajo de sus dedos se estremeció, pero no sintió miedo en ella. Miró en el fascinante violeta de sus ojos y sintió una punzada de algo que pudo sólo describen como reconocimiento.

Cuando ella se estremeció por debajo de sus manos, el pensamiento racional ceso. Conducido ahora por la cruda lujuria, bajó la cabeza y capturó un pezón rosado que parecía estar pidiendo su atención. Se amamanto con suavidad, su lengua lamiendo el capullo endurecido hasta que ella gritó y se empujó a sí misma más profundamente en su boca.

A continuación, el impulso de besarla, superó todas las barreras. Su boca dejó su seno para capturar sus labios rojos y carnosos. Él gimió de placer en su boca, profundizando su beso cuando probó la dulzura de su interior con la lengua. Nada en su vida lo había preparado para Isabella MakSwan.

¿Qué había sentido por Juana la doncella, un amor inocente, adoración? Mientras que con esta bruja que se retorcía debajo de él todo le sabía a misterio, oscuridad y secretos prohibidos. De repente su boca se aparto de las suya y levantó la mirada a sus ojos fijo.

- ¿Qué eres? - preguntó con voz ahogada. - ¿Quién eres tú?

Isabella levantó la mirada hacia él notando su expresión aturdida.

- Sabes quién soy.

- Quizá… pero quiero que me lo digas. Si vas a lanzar un hechizo sobre mí, muchacha, olvídalo. Seria en vano.

Isabella quería que Edward siguiera besándola y tocandola.

Cuanto más tiempo demorara la consumación, mas complicado seria el proceso. Algo que había prometido evitar. No quería sentir placer. No quería sentir nada, pero Edward MakCullen lo hacia tan difícil.

La sangre caliente se apoderó de ella, y su cuerpo vibro de necesidad al experimentar el placer que había encontrado con él en sus sueños. Pero en algún lugar profundo, escuchaba voces susurrantes advirtiendole del peligro, de poderes perdidos y dolor. Sin embargo, no podía prestar atención a esas voces, mientras Edward la estaba besando, era prácticamente imposible.

¿Por qué no podía portarse egoísta como los demás hombres? ¿Por qué no le abria las piernas y la toMaba? No deseaba que su cuerpo la atormentara. Pero las palabras de Edward sobre los hechizos la trajeron abruptamente a la realidad. Creía que era una bruja y se sentiría siempre así, no importaba cuanto lo negara.

- No hago hechizos -explicó a la defensiva. - Soy una sanadora. Las personas que no me conocen me llaman bruja, pero no lo soy. Lo que hago no hace daño a nadie.

Él murmuró algo que no entendía, y luego se apodero de nuevo de sus labios en un beso que destruyo sus sentidos. Llevado su mente a otra parte, no estaba preparada cuando él deslizó la mano entre sus piernas y le tocó íntimamente.

Sintió que su cuerpo se hinchaba, llenándose de humedad, y gritó cuando inserto un dedo dentro de ella. Sus piernas temblaban y su cuerpo, literalmente, explotó con la sensación de su dedo moviéndose a fondo por el estrecho pasaje, preparándola para su entrada.

- Abrete para mí, Isabella.

Isabella resistió durante un momento, luego se dio cuenta de la inutilidad de sus reservas y dejo que le abriera las rodillas. Se acercó a ella, acomodando su duro miembro en la entrada de su cuerpo. Se sentía duro e hinchado en contra de su carne... y tan caliente.

Ella se tensó un poco, preparándose para su invasión.

Escuchó la conmoción en la puerta antes de que Edward lo hiciera. Lo empujó en el pecho, pero él estaba tan concentrado en la consumación que tomó varios intentos desesperados ponerle sobre aviso antes de que notara a los visitantes no deseados.

- ¿Quién es? - rugió tan fuerte que se escucho a través de la puerta cerrada.

- Billy, Laird Edward. Tengo que hablar con vos.

- ¿Ahora? Por Dios, estoy con mi esposa.

- Lo siento, pero es importante - insistió Billy.

Isabella ya se había bajado de la cama y se ponía la túnica.

- Padre me necesita. Tengo que ir con él.

Edward se envolvió su falda alrededor de la cintura y camino a la puerta.

- ¿Qué pasa?- Gruñó, no muy satisfecho por la interrupción.

- El laird está muerto- dijo Billy- Murió en paz. El padre Eleazar estaba con él.

- Padre- se atragantó Isabella en un sollozo.

Se abrió paso entre Edward antes de que pudiera detenerla. La siguio de cerca.

El padre Eleazar estaba llevando a cabo los últimos ritos cuando llegaron al dormitorio de MakSwan. Isabella se arrodilló junto a la cama, mientras que Charly era ungido con el óleo sagrado y le colocaban monedas en los ojos.

Cuando terminó, dio un paso atrás y coloco una mano consoladora en el hombro de Isabella.

- Las últimas palabras de Charly fueron para ti y tú marido, muchacha. Insistió en que tu y Edward debe dejar Gairloch de inmediato.

- ¿Ahora? - cuestionó Edward.

- Justo antes de que Charly muriera -explicó Billy- un mensajero de Emmett llegó. El nuevo laird vuelve a casa mañana, y Charly quiere que no esteis aquí.

- No puedo irme dejando a mi padre asi - exclamó Isabella- Tengo derecho a estar con él.

- Era el último deseo de tu padre -le recordó Eleazar. – Charly no descansara en paz si hay peligro. Esme ya ha sido avisada y os espera en la sala

con el equipaje listo. Desea viajar con vosotros a Stonehaven, si el Laird MakCullen no tiene ninguna objeción.

- Estoy seguro que Esme va a ser de gran consuelo para Isabella -asintió Edward.

- Sí -estuvo de acuerdo Isabella. -Tendré mucho gusto en que Esme me acompañe. Sin embargo, no puedo marcharme hasta después del funeral de mi Padre.

- No es posible -dijo Edward con firmeza. - Tienes que cumplir con su última voluntad, muchacha.

Ella sacudió la cabeza, lo que provoco que una cascada de rizos dorados cayera sobre sus ojos.

- No, es lo único que pido.

- Tendras tiempo de despedirte de tu padre antes de que nos vayamos. Hice una promesa a Charly MakSwan y tengo la intención de mantenerla.

La tarde estaba cayendo en el momento que estuvieron listos para partir. Plagado por la impaciencia, Edward abrió la puerta de la cámara y entró. Isabella estaba arrodillada al lado de la cama de su padre, la cabeza inclinada, sus labios se movían en la oración silenciosa.

- Ya es hora de salir, muchacha- dijo Edward. Ella no dia ningún signo de haberle escuchado. Tomando el control la levantó por un brazo y le dio vuelta hacia la puerta. -Vistete lo más rápidamente posible y reunete conmigo en la sala.

Isabella se trasladó inexpresivamente hacia la puerta, haciendo una pausa para mirar una vez más por encima del hombro. Luego se apresuró a ir a su habitación.

- Voy a enviar Esme para ayudarte- dijo como despedida.

Isabella se sentó en el borde de su cama, incapaz de moverse o pensar más allá del hecho de que su padre había muerto y ella se veia obligada a abandonar el único hogar que había conocido, para vivir con un hombre del que sólo sabía por sus sueños y visiones.

Había sabido a muy temprana edad era una mujer del país de las Hadas, incluso para entonces había percibido sus poderes y habla con los espíritus, pero no fue sino hasta los últimos meses que se había detectado un verdadero peligro para ella.

No importaba lo que la gente pensaba, no era una bruja. A pesar de que había admitido invocar espíritus, era sólo para buenos propósitos. Hubo momentos en que usó sus poderes para sanar las heridas que no podia ser curadas por otros medios.

¿Cómo podría alguien acusarla de brujería cuando ella creía en el poder y bondad de Dios y sólo quería ayudar a la gente?

- Tu esposo está esperándote, muchacha - dijo Esme bulliciosa- ¿Por qué no os habéis vestido?

- Sé que padre quería que me marchara antes de Emmett llegara, ¿Pero es realmente necesario, Esme?

- Sabéis que lo es. Ahora tienes a un marido que te espera. Ya he hecho vuestro equipaje mientras estabas orando por tu padre a fin de no retrasar el viaje. Con un poco de suerte, podras estar en Stonehaven antes de que Emmett se de cuenta que te has ido.

Edward envió a buscar a Isabella y su docella. En el momento en que las mujeres llegaron a la sala, una comida apresurada había sido servida en las mesas para ellos.

- No tengo hambre -dijo Isabella, mirando a la comida con desagrado.

- Nada de eso, muchacha- dijo Edward con severidad- Vas a comer, incluso si tengo que obligarte. Vamos a montar por largas horas y haremos pocas paradas.

- El laird MakCullen tiene razon- dijo Esme. -Come, muchacha.

Isabella comió, pero Edward podría decir que su corazón no estaba en ella. No podía culparla. No debia ser fácil para ella salir antes de que su padre fuera enterrado. Pero una promesa es una promesa.

Los hombres de Edward habían comido y se fueron a ver a sus monturas cuando Edward se levantó y señaló a Isabella y Esme que era el momento de partir. El padre Eleazar salió para darles la despedida.

- Desafortunadamente, el administrador murió antes de que Charly pudiera hacer los arreglos necesarios para la dote de Isabella, por lo que debéis hablar con Emmett cuando regrese.

- Esta bien. Hay algo que debo pedirle, padre - dijo.

- Lo que sea. Si esta en mi poder lo hare.

- Quiero ser informado de cualquier daño que Emmett pudiera planear en contra de Stonehaven.

- Muchos aquí siguen siendo fieles al viejo laird y a su hija. Si los planes de Emmett son hacer daño, lo sabras – llamo a Edward a un lado, fuera de la vista de Isabella. –Tratala bien, MakCullen.

- Jamas he abusado de las mujeres- dijo Edward, -pero le he prohibido lanzar hechizos o invocar a los espíritus.

Justo en ese momento Jasper llamo la atención de Edward. Era hora de irse.

- Adiós, Padre Eleazar, -se despidió Edward mientras subía a su caballo y empezaba la marcha lejos de Gairloch. A Isabella le dolía la espalda y sus piernas estaban irritadas, pero de alguna manera logró mantenerse al día con Edward.

Sabía montar, pero nunca había montado una gran distancia antes. Al llegar la noche hicieron un campamento pero ensillaron poco después del amanecer.

Si no hubiera estado tan angustiada, habría apreciado los picos de las montañas majestuosas elevarse por encima de ellos y la alfombrapúrpura de brezo en flor en los páramos. No recordaba haber viajar tan lejos de Gairloch. A causa de sus poderes, su padre no estaba dispuesto a dejarla aventurarse más allá de la aldea.

- Estamos cerca de casa- dijo Edward, emparejando su caballo al de ella - Sigue buscando hacia el oeste y verás las torres de Stonehaven. No es tan grande como el castillo de tu padre pero debes encontrarlo cómodo.

Isabella vio las torres situadas a una legua. Stonehaven podría no ser tan grande como Gairloch, sin embargo, era impresionante, con sus gruesos muros y rastrillos de hierro custodiando el castillo. Mientras cabalgaban a través de la aldea los campesinos salieron de sus casas para mirarla.

Sus expresiones, que iban desde hosca hasta un miedo francamente hostil, no presagiaban nada bueno para ella. Isabella no fue inmune a los susurros detrás de si mismo. Pero sí Edward escucho algo no dio indicio de ello. Al parecer, su reputación inmerecida la había precedido. La palabra -bruja- la lastimo una y otra vez, como los golpes físicos.

- No hagas caso, muchacha - advirtió Esme mientras cabalgaba a su lado-Pronto todo cambiara.

- Edward debe saber lo que su gente piensa de mí- dijo Isabella- ¿Por qué padre me hizo esto?

- Sabes por qué- sostuvo Esme. -Dale tiempo, Isabella. Las cosas van a cambiar.

Pasaron por el rastrillo y se dirigieron a los escalones de la entrada del castillo. Edward desmontó y levantó a Isabella de su caballo, mientras que Jasper ayudaba a Esme.

- Bienvenida a tu nueva casa, Isabella-, dijo Edward.

La puerta de roble estaba abierta cuando empezó a subir las escaleras. El tío de Edward, Carlisle MakCullen, salió a su encuentro.

- Me alegro de que hayais podido evitar la boda con la bruja. -Su mirada apreciativa se econtro con Isabella -¿Quién es esta muchacha? ¿Una parienta de MakSwan? Es hermosa. Jessica estará un poquito celosa, os ha tenido para sí misma demasiado tiempo.

Edward le envio a Carlisle una mirada de advertencia y se aclaró la garganta, con la esperanza de detener la charla de su tío. Desafortunadamente, Carlisle parecía ajeno a la advertencia de Edward.

- ¿Me la presentaras, muchacho?

- Deja tu disparates, tío- dijo Edward. -Voy a presentarle a mi esposa. Isabella, este es mi tío, Carlisle MakCullen. Tío, ella es Isabella, la hija de Charly MakSwan y mi esposa. Nos casamos ayer.

Carlisle se tambaleó hacia atrás, como si la hubieran golpeado.

- ¿Te casaste con una bruja? ¿Qué pasó con la nariz ganchuda y pelo negro desordenado? ¿Dónde está la verruga?

- Las historias de Isabella fueron exageradas violentamente. Mi esposa es una curandera, no una bruja. Y como pueden ver, es hermosa.

- Una bruja- murmuró Carlisle.

Con las manos en las caderas, Esme dio un paso adelante, con la mirada fija en Carlisle.

- Puedes mantener vuestra opinión para vos mismo. Mi señora es dulce y buena, mejor que las de ustedes.

- ¿Quién eres tú? -preguntó Carlisle, manteniendo la distancia y la desconfianza en la mujer iracunda.

- Esme. Cuido de Isabella desde que era un bebe. La conozco mejor que nadie en este mundo, y les digo que no es una bruja.

Edward intervino antes la defensa beligerante de Isabella.

- Hazme un favor y encuentra a Alice, tío. Los aposentos tienen que estar preparados para Isabella y Esme, y quiero presentarle a Alice a su nueva señora. Te lo explicaré todo más tarde. Estamos cansados del largo viaje y tenemos la necesidad de comida y baño. Alice es el ama de llaves- le conto a Isabella. –Ella y su esposo Sam han trabajado en la fortaleza desde la época de mi padre.

- ¿Me estaba buscando mi señor?- una anciana con el pelo gris, ojos azules como los de Edward se apresuró a unirse a ellos.

- Sí, Alice- dijo Edward. -Quiero presentarles a la nueva señora –empujo a Isabella hacia adelante. -Saludad a mi esposa, Isabella MakSwan.

Alice se quedó mirando a Isabella, y luego a toda prisa se santiguó, sus labios se movieron en una oración silenciosa.

- Lo has hecho, Edward MakCullen. ¿Habéis perdido el jucio? Te has casado con una bruja.

Una vez más Esme salió a la defensa de Isabella.

- ¡Muerdete la lengua mujer! Mi muchacha no es una bruja. Si sabéis lo que es bueno para vosotros deben aceptar que es la nueva señora aquí y…

- Deja, Esme -dijo Isabella con suavidad. -No puedes luchar mis propias batallas- sonrió a Alice. -Estoy segura que Alice y yo vamos a llevarnos muy bien. Soy sanadora, Alice, y espero que mis habilidades sean útiles a los parientes de mi marido. Puedo preparar infusiones, hierbas, ungüentos simples para sus males y lesiones.

Alice no parecía muy convencida, a pesar de que poner una cara valiente.

-Sí, señora, lo que diga. Si usted lo permite, voy a preparar la comida y el baño - Sedeslizó fuera tan rápido como sus piernas regordetas la llevaron.

- Espéradme-, dijo Esme, apresurándose a seguir a Alice. -Voy a ayudaros a preparar la comida de Isabella.

- Tu pueblo me teme- dijo Isabella.

- Es lamentable- estuvo de acuerdo Edward- pero su opinión puede cambiar. Puedes hacer lo posible por demostarles que eres lo que dices.

- ¿Y tú, Edward MakCullen? ¿Crees que yo soy lo que dicen?

Isabella no tenía necesidad de oír su respuesta, el aura violeta que emana de el hablópor si misma. Púrpura era el color de la duda y confusión. Temía y estaba confundido acerca de sus propios sentimientos con respecto a su matrimonio. Su relación estaba condenada al fracaso incluso antes de empezar.

 

Y ASI SE INICIA LA AVENTURA....¿SE CUMPLIRA LA LEYENDA?......¿ISABELLA PERDERA SUS PODERES?....¿EL PUEBLO LA ACEPTARA?.......

EDWARD Y BELLA NO TENDRAN EL CAMINO FACIL, SE ENFRENTARAN A UN MILLON DE PROBLEMAS........

ESPERO QUE ME ACOMPAÑEN EN ESTA AVENTURA.

GRACIAS A TODAS

Capítulo 2: UNO Capítulo 4: TRES

 
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