UN AMOR DE LEYENDA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 17/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 20
Comentarios: 53
Visitas: 54709
Capítulos: 20

"FANFIC FINALIZADO"

Gairloch, Highlands, 1432

Según la leyenda, una hada con poderes extraordinarios nacerá cada cierto tiempo en el clan MakSwan. Será sanadora con el conocimiento y la capacidad de ayudar a los demás, pero su fuerza y resistencia deberán ser probados por los obstáculos. Si sobrevive a las duras pruebas del fuego, el agua y la piedra, siempre sera bendecida por Dios.

El hada debe tener cuidado de no enamorarse, pues, si su amor no es correspondido, podría perder sus poderes. Mas si tuviera la suerte de encontrar a su verdadero amor y ser correspondida, sobrevivirá a cualquier problema y vivirá, junto a su amado, felices para siempre.

Así proclama la leyenda.

 

 


Basada en "El laird de Stonehaven" Conni Mason

 

Mi otro Fic

PRISIONERA DE GUERRA:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3899&id_capitulo=0

 

 

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Capítulo 13: DOCE

Edward comenzó los preparativos para su viaje a Inverness inmediatamente. Había enviado a gente por delante para asegurar aloSamnto. Preparo el viaje sólo para tres hombres, dejando el resto detrás para proteger Stonehaven. No tenía ni idea de por qué el rey había convocado a una reunión de Terratenientes, pero tenía ganas de ver a algunos miembros del clan que no había visto en mucho tiempo.

Un día, cuando Edward fue abajo para comprobar sus armas, se detuvo ante la sala que ahora servia a Isabella como una despensa. Éstaba desconcertado por su insistencia de que no se fuera a Inverness y quería hablar de su extraño comportamiento.

Una sonrisa curvó sus labios. Nunca se cansaba de hacer el amor con Isabella. Odiaba dejarle mientras iba a Inverness, pero no podia evitarlo. En este momento, sin embargo, necesitaba saber por qué Isabella estaba tan firmemente opuesta a su salida.

Abrió la puerta y miró dentro. Isabella estaba sentada en un banco, inclinada sobre una mesa llena de... bejines. Se aclaró la garganta. Isabella lo miró y sonrió. Edward nunca había visto una sonrisa tan luminosa. La primera vez que la vio pensó que parecía un ángel, y su opinión no había cambiado.

- Tenemos que hablar-, comenzó Edward.

- Sí,- estuvo de acuerdo de Isabella con entusiasmo. -¿Has decidido no ir a Inverness?

- No, tengo que ir. Dime por qué crees que debería quedarme en casa. Tu miedo no tiene sentido.

Isabella repiro calma y dijo: -Yo puedo a veces escuchar o ver cosas. Lo que escuché y vi fue... -sacudió la cabeza. – No puedo hablar de ello. Baste con decir que la advertencia que recibi fue aterradora. No puedes marcharte de Stonehaven.

- ¿De dónde provienen esa advertencia? No creo en los espíritus, Isabella. Dime algo que yo puedao creer.

Isabella negó con la cabeza.

- ¿Cómo puedo hacerlo si no me escuchas?

- Cariño. No estoy en peligro. ¿Qué daño puede hacerme ir a ver al rey, a mis aliados y amigos?

- No lo se. Si lo entendiera, te diría. He aprendido a escuchar mis visiones. Por favor, Edward, si sientes algo por mi, no te vayas.

- Hasta ahora no he oído nada que me pueda hacer cambiar de opinión.

- Mi visión... Los espíritus...

Chasqueó la lengua.

- Las voces y los espíritus. No digas más, muchacha. -Él ya había visto una mujer morir por sus creencias en tales cosas. Se volvió para irse. Al pasar por la puerta, su aura cambio de un agradable tono azul a uno rojo sangre.

Las lagrimas acudieron a sus ojos. No podía dejarlo morir. Con el corazón encogido se dio cuenta de que nada de lo que dijo que iba a cambiar la mente de Edward. Había llegado el momento de usar sus poderes para salvar la vida de Edward.

Esme abrió la puerta y miró dentro.

- ¿Necesitas ayuda?

- Cierra la puerta con pestillo-, dijo Isabella. -voy a hacer algo que Edward ha prohibido.

- ¿Qué pasa, muchacha? ¿Tiene algo que con los muertos de ayer?

- Sí. Los espíritus me enviaron una advertencia. Edward está en grave peligro. Si marcha a Inverness, pero él se niega a escucharme.

- ¿Qué queréis hacer?

- ¿Ha sustituido las velas que se perdieron en el fuego?

- Sí.

- Ve por ellas, mientras recojo las hierbas que necesito.

- ¿Vas a convocar a los espíritus?

- Sí. Las velas, Esme.

Esme colocó las velas en círculo. Isabella se metio dentro de el y espolvoreo hierbas secas alrededor de sus pies. Esme encendió las velas y la se quedo entre las sombras para observar y esperar.

Isabella levanto los brazos y comenzó a cantar una súplica silenciosa.

Las llamas de las velas parpadeaban, con tonalidades del arco iris. La cara de Isabella estaba pálida y sus labios se vacía de todos los colores, alzó los brazos en alto y pidió a los espíritus de los la naturaleza que vinieran a ella.

- Espíritus de la naturaleza, tierra, la luna, el sol y el mar, escuchenme, envien torrentes de lluvia desde el cielo, levanten las mareas de los mares - un repentino relámpago cruzó el cielo, seguido de un rugido atronador. Las nubes oscuras taparon el sol y el viento aumentó con la intensidad de aullidos.

El cálido día de primavera que había comenzado se volvió oscuro y ominoso. El viento se precipitó a través de la ventana, apagando las velas. Luego comenzó a llover, ferozmente golpeando la tierra. Isabella cayó al suelo, completamente agotada.

- Ayúdame, acercame un banco. Necesito un momento para descansar.

- ¿Qué esperáis ganar al traer la lluvia?

- Si la inundacion del Lago Torridon hace desaparecer los puentes, Edward no podra llegar a Inverness a tiempo para la reunión.

Esme ayudó a Isabellay la guió a un banco.

- ¿Sabra que esta en peligro?

- Sí, lo vera, estoy segura.

- No quisiera estar en tus zapatos cuando tu marido descubra lo que habéis hecho. -algo se estremeció por la columna de Isabella. -Hice lo que tenía que hacer para salvar la vida de Edward – de pronto se dio cuenta de que alguien estaba golpeando la puerta.

- Isabella! ¿Por qué está cerrada la puerta? Déjame entrar.

Esme miró a Isabella, se apresuró a abrir la puerta.

Edward entro en el interior cuando Esme recogia apresuradamente las velas.

-¿En nombre de Dios que está pasando aquí?- Sus duras palabras hicieron eco a través de la cámara rebotando en las paredes.

-¿Qué te hace pensar que algo está pasando?-, Preguntó Isabella en voz baja, demasiado cansada como para levantar la voz.

Edward miró fijamente a las velas.

- ¿Has lanzado un hechizo?

- Isabella no ha hecho nada malo-, trató de explicar Esme.

- ¡Vete, mujer!- Rugió Edward. -Quiero hablar con mi esposa en privado.

Aliciua escabulló por la puerta, cerrando suavemente detrás de ella. Edward le devolvió la mirada a Isabella.

- Dime que estoy equivocado. Dime que no has usado la magia.

Isabella se quedo mirando a Edward. No queria mentir.

- Dime, Isabella, y por favor que sea la verdad.

- Jamas te haría daño, ni a ti ni a nadie.

Edward miró fijamente por espacio de un latido del corazón, luego se volvió dirigiendo su mirada a la lluvia golpeando contra la ventana.

- Es extraño -, reflexionó. -El día parecia fresco y primaveral. Espero que este maldita lluvia se detenga antes de que me vaya. El viaje seria más difícil con tan inestable tiempo.

- Olvídate de la lluvia. No hay nadie nada puede hacer algo al respecto. Deberias volver a la sala? Es casi la hora de la cena.

Edward se apartó de la ventana y dirigió su brillante mirada a Isabella.

- ¿Hay algo que quieras decirme, muchacha?

Isabella sabía que mentirle a Edward podria provocar el fin de su relacion, pero estaba en juego su vida. Aunque le costara su confianza tenía que callar. Siguió a Edward a la sala y tomó su lugar junto a él en la mesa principal.

La feroz tormenta que había salido de la nada era el tema de conversación entre todos los presentes.

-¡Es escalofriante, te lo digo yo!-, aventuró Carlisle. Miro a Isabella de manera furtiva antes de continuar. –la tormenta llegó tan de repente. Espero que el granizo no dañe los cultivos.

-Sí la lluvia no termina pronto se inundará el valle y amenazar a nuestras ovejas -advirtió Benjamin.

- La lluvia probablemente terminará esta noche-, sostuvo Edward. –rara vez duran más de unas pocas horas.

Isabella bajó los ojos, incapaz de enfrentar la mirada de sondeo de Edward. Sabía que él sospechaba de ella y solo esperaba tener alguna prueba. Oró porque nunca lo supiera.

Esa noche Edward durmió en su propia cámara. Isabella escuchó sus pasos de un lado a otro. Parecia estar tan inquieto e insome como ella.

Edward no podia quitarse de la cabeza que Isabella estaba involucrada en algo que el no aprobaria. Deseaba ir a su cama pero necesistaba pensar sin distracciones. La cabeza le dolia como el demonio en la mañana. Pero se iria de Stonehaven pronto, y sólo Dios sabe cuando iba a volver. Todo dependía del rey y de su razo para reunir a todos los terratenientes en un solo lugar.

Edward miró por la ventana, frunciendo el ceño cuando vio que la tormenta era tan fuerte como ayer. El patio estaba inundado. ¿Cuando iba a terminar?

Fua a la sala a desayunar, no se sorprendió por el gran número de hombres sin nada que hacer, hablando y bebiedo cerveza. Nadie se atrevería a aventurarse al aire libre.

Edward comio y se unió a Jasper y Carlisle, quienes se calentaban sus espaldas a la chimenea.

- El tiempo es malo - comentó Carlisle. -¡Es como si Dios hubiera enviado un diluvio para castigarnos por nuestros pecados!

- O si una bruja lo hubiese traido sobre nosotros-, murmuró Benjamin.

- ¿Qué dijiste?

Un llamado a la puerta anticipó la respuesta de Benjamin.

- Me pregunto quién está fuera en este tiempo miserable- murmuró. Edward.

Cuatro campesinos, tres hombres y una mujer, se tambalearon por la sala.

-Acerquense al fuego-, dijo Edward. –¿Que los trae por aqui?

-¡Es la bruja-, escupió el primer hombre. -Si le permiten quedarse aquí, van a inundar y arruinar sus cosechas.

- ¿Te refieres a mi esposa?-, preguntó con frialdad Edward.

- Sí. Nadie, ni siquiera nuestros mayores, han visto nada como esto antes

La mujer empujó hacia atrás la capucha de su capa empapada. Era Siobham, la partera.

- Estas advertido, mi Señor. No solo ha causado el diluvio, muchas otras cosas también.

- ¿Cómo qué?-, Preguntó Edward.

- La cabra de Grant murió de repente. Y la mujer de Murray se enfermó. Las vacas de Meg se secaron y no dan mas leche y ahora esta lluvia. No es una coincidencia, la bruja lo está haciendo.

Edward vio a Isabella entrar en la sala y trató de advertirle, pero fue demasiado tarde. Ella había visto a la pequeña reunión y se apresuró a unirse a ellos.

- ¿Qué pasa?

- Ahí esta- Cantó Siobham, apuntando con un dedo huesudo en Isabella. –No queremos a una de su clase aquí.

Los pasos de Isabella se detuvieron. Su columna vertebral estaba rigida.

- Estas buenas personas parecen pensar que has hecho algo para hacerles daño -dijo.

- ¿Por qué querria hacer daño a tus siervos?-, Respondió Isabella.- ¿No he tratado sus lesiones y curado sus dolencias?

-Nuestros cultivos están casi en ruinas, la cabra de Grant está muerto, la vaca de Meg se seco, y la esposa de Murray está enferma.

-¿Crees que soy responsable?-, Preguntó Isabella, claramente horrorizada.

Edward coloco un brazo protector alrededor de ella.

- Mi esposa no tiene nada que ver con los sucesos de la aldea. Calientenese en el fuego y tomen un bocado, luego vuelvan a sus hogares y quedense allí. Estoy seguro de que la lluvia se detendrá pronto y sus cultivos no sufrirán.

-No voy a hacerles daño-, susurró Isabella después de que la delegación salio arrastrando los pies. -¿Me crees? ¿no?

Edward se la llevaron a un rincón privado donde no podían ser escuchado.

-No creo que hayas hecho nada para herirlos, pero tambien sabemos que algo que no es natural tuvo lugar en la despensa. No puedo protegerte si no me dices lo que hisicte.

-Vas a tener que confiar en mí, Edward-, dijo Isabella.

Su expresión se volvió frío.

-¡Es mejor que me lo digas ahora para que yo pueda atajar problemas antes de salir de Stonehaven.

Isabella hizo un sonido de disgusto.

- En realidad, Edward, crees que me rebajaria a este tipo de ataques en contra de los campesinos.

- Estoy empezando a pensar que realmente no lo sabes. No me gustan los secretos.

- ¿Todavía tienes la intención de ir a Inverness?

- Sabes que debo hacerlo. No puedo desobedecer la orden de mi rey.

Se dio la vuelta para irse, pero Edward no se lo permitió. Quería respuestas. Agarrandola por la cintura la mantuvo clavada a su costado.

- Quizá la lluvia te mantendrá en Stonehaven-, dijo.

Él le envió una mirada inescrutable.

- Aunque tenga que retrasarme e ir trotando, no te equivoques, me iré.

- Lo siento, tus siervos me temen-, dijo Isabella. - MakBlack y Emmett siguen propagando rumores sobre mí.

- Sí, es cierto-, coincidió Edward. -Siéntate y come, mientras que yo trato de apaciguar a la delegación de la aldea. No podemos permitirnos el lujo de dejar que esto vaya de las manos.

-¿Habéis hablado con ella?-, Preguntó Siobham, cuando Edward se unio a ellos – ¿Le has dicho que detenga la lluvia?

Edward podría haber culpado a Isabella demuchas cosas, pero la lluvia no tenía que ver con ella. Ningún mortal es capaz de convocar a las fuerzas de la naturaleza.

- Mi esposa no trajo la lluvia, ni puede detenerla,- insistió. -Vete a casa y dile a tu familia que no tienen nada que temer de Isabella.

- Tendría que haberla quemado en el fuego-, murmuró Siobham.

- ¿Qué dijiste?- Exigió Edward.

- Es verdad. Se que alguien prendio fuego a la despensa con ella dentro. Devuelvesela a MakBlack si todavía la quiere. Había un compromiso legal entre ellos.

- ¿Dónde has oído eso?-, Preguntó Edward

- ¡Cállate, Siobham-, advirtió el líder. –no provoques la ira del laird.

- Ay, a veces, mi boca se escapa de mí-, dijo Siobham.

- Será mejor que volbamos con nuestras familias,- corto el lider – si el lago se levanta mas, nos veremos forzados a permanecer aquí.

Si el lago se alzaba mas se inundaria el puente, penso Edward. Y si la tormenta continúa haciendo estragos sin cesar, ni siquiera un barco estará a salvo en el agua turbulenta, lo que significaría que no podia dejar Stonehaven.

Edward le dirigió una mirada especulativa en Isabella. ¿Era o no la responsable de la lluvia torrencial que estaba creando tal caos? No quería que se fuera Stonehaven, le había suplicado que hiciera caso omiso de la citación del rey. Había traído las lluvias para evitar que el se fuera. No, se negaba a aceptarlo. Si él creyera en eso su percepción de Isabella cambiaria para siempre.

Los pensamientos de Edward fueron interrumpidos cuando Benjamin entró en la sala, empapado hasta los huesos

-¡Edward! Acabo de llegar del valle. Tengo malas noticias.

- Por el amor de Dios, suéltalo.

- El valle está inundando. Los animales deberán ser trasladados de inmediato.

Edward escupió una maldición. Se necesitarían varios días para trasladar el ganado por las montañas. Sus parientes y sus medios de subsistencia estaban primero; el rey tendría que entender por qué se había ausentado de la reunión.

Edward se detuvo un momento para hablar con Isabella antes de que siguiera la tormenta.

- Tendras lo que deseas después de todo esposa,- gruñó. – Mas te advierto que si me entero que has tenido algo que ver en esto, nada te salvará de mi ira.

La lluvia continuó. Isabella escucho que el agua no habia llegado a la aldea y se alegró. No había tenido la intención de causar conmoción en el pueblo. Edward no regresó al castillo, durante cuatro días.

Cuando regreso su vista estaba borrosa, su piel palida y arrugada. Su tela escocesa estaba empapada y sus calzonespegados a su piel. Se desplomó en el banco más cercano, apoyando su cabeza en sus manos. No llevaba bien la derrota. Isabella se apresuró a atenderlo. Tomó su manta y la extendió ante la chimenea.

-Tienes que comer y descansar. ¿Por qué no vuelves al castillo como los otros?

- No hay tiempo-, gruñó.

Ella intentó retirar un mechón de cabello húmedo de sus ojos, pero la agarró por la muñeca y lo arrojó. –¡No me toques! Déjame.

-¿Qué pasa?

Miró hacia arriba, y su enojo era tan feroz que Isabella se estremeció, retrocediendo por debajo de su furia.

– Me mentiste, Isabella. Tu no querias que me fuera a Inverness por lo que convocaste esta lluvia. Invocaste a los malos espíritus para destruir todo lo que amamos.

-¡No! Yo no pretendía hacerte daño.

-¿No? Mientras hablamos, el agua está subiendo por las puertas. Todos debemos resguardarnos en el castillo si el lago se levanta…

-Lo siento-, susurró Isabella. Ella no había pensado más allá de salvar la vida de Edward.

-¿Esta satisfecho tu deseo?-, denunció Edward. -No hay manera de que pueda ir a Inverness ahora. Los puentes se han llevado los barcos haciendolos añicos y el lago es demasiado peligroso para intentar pasar.

-No podia permitir que murieras-, le susurró Isabella.

Él le apretó la muñeca, sus ojos brillaban con maldad pura. Estaba tan enojado, Isabella temía que iba a golpearla. Se estremeció y trató de alejarse.

- Queria creer en ti, Isabella, pero ya no puedo negar el hecho de que posees poderes sobrenaturales. Ahora sé de lo que eres capaz.

-Solo soy culpable de tener el deseo de mantenerte con vida-, exclamó Isabella.

La calma fría y muerta en sus ojos le asustaba. Si alguna vez había tenido tiernos sentimientos por ella, ya no existían.

-Tu acción irresponsable trajo el desastre y el sufrimiento. ¡Fuera de mi vista!

Ella se acercó pero el la rechazó.

–No vuelvas atocarme. Vete, no te quiero cerca de mi.

Isabella casi se partio por el dolor. Retrocedió, luego se volvió y huyó por las escaleras a la despensa. Tenía que tratar de deshacer lo que le había acontecido. No podía soportar el peso de la ira de Edward.

Edward estaba literalmente temblando de rabia. Desde el principio había defendido a Isabella en contra de sus enemigos. Aunque le habia llevado tiempo darse cuenta de que, efectivamente, poseia ciertos poderes, estaba seguro que no era mala. Pero esto... admitió que había usado la brujería para atraer la tormenta que había causado tantos estragos entre su pueblo.

Edward recordó la advertencia de Isabella, pero aún se negaba a creer que su vida estaba en peligro. ¿Qué podría pasarle enInverness? Habia estado ahí muchas veces en el pasado.

Edward se quejó cuando vio acercarse a Jessica con una bandeja de alimentos. No estaba de humor para hablar.

-Debes comer-, dijo Jessica.

-Gracias-, murmuró Edward con civilidad. Tenía hambre, estaba mojado y exhausto y desilusionado. Nunca había estado tan decepcionado de otro ser humano.

Jessica volvió con una manta y la extendió sobre los hombros de Edward

-Vas a enfermarte, Edward.- se cernía sobre él, entonces, dijo, -He oído lo que habéis dicho a Isabella. Tu esposa es una bruja.

-Dejalo, Jessica.

Jessica no iba a ser rechazada.

-¿Qué vais a hacer con ella?

-No lo se ¿Puedo comer en paz, por favor?

-Sí, laird. Voy a estar esperandote siempre.

Edward dejó de escuchar a Jessica mucho antes de que ella dejara de hablar. La traición de Isabella se enroscaba alrededor de su corazón. ¿Cómo pudo haberlo hechol? Cuando terminó su sopa, se quedó dormido en la mesa al instante.

Llorando como si su corazón se rompiera, Isabella entró en la despensa.

Para su horror absoluto, sintió que sus poderes se había debilitado desde Edward la había rechazado. ¿Podría estar enamorade de Edward? Después de ver sus ojos llenos de desprecio por ella, sabía que nunca la amaria. De acuerdo con la profecía, sus poderes le serian arrebatados.

Isabella reunio las velas, los colocó en un círculo y espolvoreo hierbas alrededor del perímetro. Luego dio un paso dentro del círculo y comenzó el ritual que se sabía de memoria. Cuando las velas se encendió en varios colores, Isabella levantó los brazos y grito:

-Espíritus de la naturaleza, si me oyen. Envien el agua de regreso al mar. Que salga el sol. - de repente, una luz brillante se formo ante sus ojos. Tan deslumbrante que dolia mirarla. Parpadeó, consciente de que estaba de pie en una viga de sol tan brillante que ya no podía mirar en su centro.

Las nubes de tormenta se habían ido lejos, y el sol brillaba de nuevo. Sus poderes estaban todavía con ella. El desgaste emocional fue demasiado. Con un suave suspiro se desmayo. De la nada salió una voz.

- No te desesperes. Sus destinos están unidos. Algunas estan destinadas a ser.

Esme encuontro a Isabella, acostado en un círculo de velas. No podia despertartla, voló por las escaleras para pedir ayuda. Se encontró a Edward inclinado sobre la mesa en un sueño profundo, con la cabeza apoyada en sus brazos cruzados. Reacio a despertar, vio entrar en Benjamin a la sala y le pidió su ayuda.

- ¿Qué pasó? -preguntó Benjamin mientras se apresuraba detraz de Esme.

- No lo se. ¿Podéis llevarla hasta su dormitorio? El laird esta dormido, no quize despertarlo - Benjamin se inclinó para recoger Isabella.

-¿Cuáles son estas velas? ¿Por qué hay hierba extendida?

- No hay tiempo para preguntas, amigo-, contestó Esme. –Debo atender a mi señora.

El rostro pálido de Isabella debio convencer a Benjamin para que se diera prisa, la tomó en sus brazos y la llevó por las escaleras. Cuando estaban pasando por la sala, Edward abrió los ojos.

-¿Por llevas a mi esposa en tus brazos-, le pregunto a Benjamin.

-Isabella está enferma-, contestó Esme. –No he podido despertarla, le he pedido a Benjamin que la lleve a su dormitorio.

-Dámela-, dijo Edward, levantándose y extendiendo sus brazos. Benjamin obedecio sin discusión, entregandole a Edward la forma inerte de su mujer.

Edward subió las escaleras de dos en dos, contando el silencio las razones por las que no debia preocuparse por su esposa después de la catástrofe que había creado.

-Dejala en su cama, mi laird,- ordenó a Esme. –Yo cuidare de ella.

-¿Hace esto a menudo?-, Preguntó Edward después de clocar a Isabella con cuidado sobre la cama.

-No, pero parece estar haciéndolo con mayor frecuencia en los últimos tiempos.

Esme mirio a Edward cautelosa.

-Me pregunto...

-Lo que hace... –la respiración se detuvo en la garganta de Edward, y corrió a la ventana. -¡El sol brilla! ¡La lluvia ha parado! Gracias a Dios. -

-Gracias a Isabella, probable-, murmuró entre dientes Esme.

-Cuida de ella-, dijo Edward mientras se alejaba de la ventana. -Dile que ya no tendra acceso a la despensa.

-¿Qué estáis diciendo?

-Sé que Isabella lanzó un hechizo para traer las lluvias y no puedo confiar en ella. Le advertí muchas veces acerca del uso de la magia, pero no me obedecio. Ahora mismo nisiquiera puedo mirarla a los ojos -Y diciendo esto, dio media y salio.

-Isabella, muchacha, ¿qué habéis hecho?-, Se lamentó Esme.

Isabella abrió los ojos y tocó la mejilla de Esme. –Sabía en lo que me estaba metiendo, pero no podia permiitir que el muriera. La vida de Edward significa todo para mí.

- Lo amas, muchacha-, observó Esme.

- Sí, lo admito, pero amar a Edward significa que voy a perder mis poderes. Él me odia, Esme. Al detener la lluvia utilice lo ultimo que tenía. Ahora soy como cualquier otra mujer. Ya no soy mas un hada.

-Sabes que eso no es cierto.

-Sí, lo sé. Me siento... diferente de alguna manera. Estoy aturdida y mi estómago revuelto. Nunca me he sentido así antes. – una aguda angustia la dejo palida. -¿Qué va a hacer Edward conmigo?

-Es un Laird honorable. Le hizo una promesa a tu padre que jamas olvidara

-¿Cómo voy a vivir aqui? Soy un paria entre estas personas. Mi marido piensa que soy una bruja.

-No dejes de creer en ti misma. Las cosas tienen una forma de ser

-No esta vez, Esme. Sé que Edward nunca me haría daño, pero no quiero provocar su animosidad. -De repente se tambaleó en la cama, su rostro se torno verde - Oh, creo que voy a…

Esme acerco la la cuenca, mientras que Isabella vaciaba el contenido de su estomago. Después, se enjuagó la boca y cayó de espaldas contra la almohada. Volvió la cara hacia la pared, las lágrimas silenciosas corrian por su rostro. No oyó salir como Esme se movia de puntillas por la camara.

Edward y sus parientes estaban celebrando el regreso del sol y el cielo sin nubes, cuando Esme camino hacia él y le exigió su atención.

No muy satisfecho por la intrusión, Edward aceptó de mala gana hablar con ella. Caminó hasta donde no podían ser escuchados y se volvió.

-¿Qué es? ¿Se trata de Isabella? Si es así, no quiero oírlo. He he terminado con ella.

-Quizá tú hayas terminado con ella, pero ¿qué pasa con el crío que lleva? -

Las venas en el cuello de Edward se abultarons.

-¡Mientes! Tú y Isabella han inventado esto para hacer que la perdone.

-Conozco los sintomas-, insistió Esme.

-¡No me interesas, mujer! No quiero tener nada que ver con Isabella o el retoño que puede o no llevar. Una bruja en esta casa es suficiente. Quizá debería enviarla de regreso a Gairloch y dejarle el problema a su hermano

-Eres un tonto-, reprendió a Esme. -Si le haces daño a mi muchacha, te arrepentiras.

-¿Me estás amenazando, Esme?

Esme lo miró.

– No sere yo quien te castigue – se dio la vuelta desapareciendo entre una oleada de faldas.

Edward se quedó con su cabeza dando vueltas. Ni por un minuto iba a creer que Isabella estuviera esperando un hijo suyo. Lo unico que podia pensar era que ni Esme ni Isabella escatimarian nada en mentir para manipularlo.

 

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!QUE HORROR! !QUE HORRORRRRRRR! POBRE ISABELLA, INTENTO SALVARLO Y AHORA SE A GANADO SU DESPRECIO, !PERO MIRA QUE MATO A EDWARD! TONTOOOOOO, COMO QUE NO QUIERE SABER MAS DE ISABELLA Y SU HIJO, MIRA QUE SI LO MATOOOOOOOOOO, !DIOSSSSSSSSSSSSS! ¿AHORA QUE VA  A PASAR, LAS COSAS SI SE PUSIERON FEAS, ANTES LA GENTE ODIABA A ISABELLA, PERO EDWARD LA DEFENDIA Y AHORA QUE EDWARD TAMBIEN ESTA EN SU CONTRA, ¿QUE IMPEDIRA QUE LE HAGAN DAÑO?

 

GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTA AVENTURA

BESITOS GUAPAS

Edward comenzó los preparativos para su viaje a Inverness inmediatamente. Había enviado a gente por delante para asegurar aloSamnto. Preparo el viaje sólo para tres hombres, dejando el resto detrás para proteger Stonehaven. No tenía ni idea de por qué el rey había convocado a una reunión de Terratenientes, pero tenía ganas de ver a algunos miembros del clan que no había visto en mucho tiempo.

Un día, cuando Edward fue abajo para comprobar sus armas, se detuvo ante la sala que ahora servia a Isabella como una despensa. Éstaba desconcertado por su insistencia de que no se fuera a Inverness y quería hablar de su extraño comportamiento.

Una sonrisa curvó sus labios. Nunca se cansaba de hacer el amor con Isabella. Odiaba dejarle mientras iba a Inverness, pero no podia evitarlo. En este momento, sin embargo, necesitaba saber por qué Isabella estaba tan firmemente opuesta a su salida.

Abrió la puerta y miró dentro. Isabella estaba sentada en un banco, inclinada sobre una mesa llena de... bejines. Se aclaró la garganta. Isabella lo miró y sonrió. Edward nunca había visto una sonrisa tan luminosa. La primera vez que la vio pensó que parecía un ángel, y su opinión no había cambiado.

- Tenemos que hablar-, comenzó Edward.

- Sí,- estuvo de acuerdo de Isabella con entusiasmo. -¿Has decidido no ir a Inverness?

- No, tengo que ir. Dime por qué crees que debería quedarme en casa. Tu miedo no tiene sentido.

Isabella repiro calma y dijo: -Yo puedo a veces escuchar o ver cosas. Lo que escuché y vi fue... -sacudió la cabeza. – No puedo hablar de ello. Baste con decir que la advertencia que recibi fue aterradora. No puedes marcharte de Stonehaven.

- ¿De dónde provienen esa advertencia? No creo en los espíritus, Isabella. Dime algo que yo puedao creer.

Isabella negó con la cabeza.

- ¿Cómo puedo hacerlo si no me escuchas?

- Cariño. No estoy en peligro. ¿Qué daño puede hacerme ir a ver al rey, a mis aliados y amigos?

- No lo se. Si lo entendiera, te diría. He aprendido a escuchar mis visiones. Por favor, Edward, si sientes algo por mi, no te vayas.

- Hasta ahora no he oído nada que me pueda hacer cambiar de opinión.

- Mi visión... Los espíritus...

Chasqueó la lengua.

- Las voces y los espíritus. No digas más, muchacha. -Él ya había visto una mujer morir por sus creencias en tales cosas. Se volvió para irse. Al pasar por la puerta, su aura cambio de un agradable tono azul a uno rojo sangre.

Las lagrimas acudieron a sus ojos. No podía dejarlo morir. Con el corazón encogido se dio cuenta de que nada de lo que dijo que iba a cambiar la mente de Edward. Había llegado el momento de usar sus poderes para salvar la vida de Edward.

Esme abrió la puerta y miró dentro.

- ¿Necesitas ayuda?

- Cierra la puerta con pestillo-, dijo Isabella. -voy a hacer algo que Edward ha prohibido.

- ¿Qué pasa, muchacha? ¿Tiene algo que con los muertos de ayer?

- Sí. Los espíritus me enviaron una advertencia. Edward está en grave peligro. Si marcha a Inverness, pero él se niega a escucharme.

- ¿Qué queréis hacer?

- ¿Ha sustituido las velas que se perdieron en el fuego?

- Sí.

- Ve por ellas, mientras recojo las hierbas que necesito.

- ¿Vas a convocar a los espíritus?

- Sí. Las velas, Esme.

Esme colocó las velas en círculo. Isabella se metio dentro de el y espolvoreo hierbas secas alrededor de sus pies. Esme encendió las velas y la se quedo entre las sombras para observar y esperar.

Isabella levanto los brazos y comenzó a cantar una súplica silenciosa.

Las llamas de las velas parpadeaban, con tonalidades del arco iris. La cara de Isabella estaba pálida y sus labios se vacía de todos los colores, alzó los brazos en alto y pidió a los espíritus de los la naturaleza que vinieran a ella.

- Espíritus de la naturaleza, tierra, la luna, el sol y el mar, escuchenme, envien torrentes de lluvia desde el cielo, levanten las mareas de los mares - un repentino relámpago cruzó el cielo, seguido de un rugido atronador. Las nubes oscuras taparon el sol y el viento aumentó con la intensidad de aullidos.

El cálido día de primavera que había comenzado se volvió oscuro y ominoso. El viento se precipitó a través de la ventana, apagando las velas. Luego comenzó a llover, ferozmente golpeando la tierra. Isabella cayó al suelo, completamente agotada.

- Ayúdame, acercame un banco. Necesito un momento para descansar.

- ¿Qué esperáis ganar al traer la lluvia?

- Si la inundacion del Lago Torridon hace desaparecer los puentes, Edward no podra llegar a Inverness a tiempo para la reunión.

Esme ayudó a Isabellay la guió a un banco.

- ¿Sabra que esta en peligro?

- Sí, lo vera, estoy segura.

- No quisiera estar en tus zapatos cuando tu marido descubra lo que habéis hecho. -algo se estremeció por la columna de Isabella. -Hice lo que tenía que hacer para salvar la vida de Edward – de pronto se dio cuenta de que alguien estaba golpeando la puerta.

- Isabella! ¿Por qué está cerrada la puerta? Déjame entrar.

Esme miró a Isabella, se apresuró a abrir la puerta.

Edward entro en el interior cuando Esme recogia apresuradamente las velas.

-¿En nombre de Dios que está pasando aquí?- Sus duras palabras hicieron eco a través de la cámara rebotando en las paredes.

-¿Qué te hace pensar que algo está pasando?-, Preguntó Isabella en voz baja, demasiado cansada como para levantar la voz.

Edward miró fijamente a las velas.

- ¿Has lanzado un hechizo?

- Isabella no ha hecho nada malo-, trató de explicar Esme.

- ¡Vete, mujer!- Rugió Edward. -Quiero hablar con mi esposa en privado.

Aliciua escabulló por la puerta, cerrando suavemente detrás de ella. Edward le devolvió la mirada a Isabella.

- Dime que estoy equivocado. Dime que no has usado la magia.

Isabella se quedo mirando a Edward. No queria mentir.

- Dime, Isabella, y por favor que sea la verdad.

- Jamas te haría daño, ni a ti ni a nadie.

Edward miró fijamente por espacio de un latido del corazón, luego se volvió dirigiendo su mirada a la lluvia golpeando contra la ventana.

- Es extraño -, reflexionó. -El día parecia fresco y primaveral. Espero que este maldita lluvia se detenga antes de que me vaya. El viaje seria más difícil con tan inestable tiempo.

- Olvídate de la lluvia. No hay nadie nada puede hacer algo al respecto. Deberias volver a la sala? Es casi la hora de la cena.

Edward se apartó de la ventana y dirigió su brillante mirada a Isabella.

- ¿Hay algo que quieras decirme, muchacha?

Isabella sabía que mentirle a Edward podria provocar el fin de su relacion, pero estaba en juego su vida. Aunque le costara su confianza tenía que callar. Siguió a Edward a la sala y tomó su lugar junto a él en la mesa principal.

La feroz tormenta que había salido de la nada era el tema de conversación entre todos los presentes.

-¡Es escalofriante, te lo digo yo!-, aventuró Carlisle. Miro a Isabella de manera furtiva antes de continuar. –la tormenta llegó tan de repente. Espero que el granizo no dañe los cultivos.

-Sí la lluvia no termina pronto se inundará el valle y amenazar a nuestras ovejas -advirtió Benjamin.

- La lluvia probablemente terminará esta noche-, sostuvo Edward. –rara vez duran más de unas pocas horas.

Isabella bajó los ojos, incapaz de enfrentar la mirada de sondeo de Edward. Sabía que él sospechaba de ella y solo esperaba tener alguna prueba. Oró porque nunca lo supiera.

Esa noche Edward durmió en su propia cámara. Isabella escuchó sus pasos de un lado a otro. Parecia estar tan inquieto e insome como ella.

Edward no podia quitarse de la cabeza que Isabella estaba involucrada en algo que el no aprobaria. Deseaba ir a su cama pero necesistaba pensar sin distracciones. La cabeza le dolia como el demonio en la mañana. Pero se iria de Stonehaven pronto, y sólo Dios sabe cuando iba a volver. Todo dependía del rey y de su razo para reunir a todos los terratenientes en un solo lugar.

Edward miró por la ventana, frunciendo el ceño cuando vio que la tormenta era tan fuerte como ayer. El patio estaba inundado. ¿Cuando iba a terminar?

Fua a la sala a desayunar, no se sorprendió por el gran número de hombres sin nada que hacer, hablando y bebiedo cerveza. Nadie se atrevería a aventurarse al aire libre.

Edward comio y se unió a Jasper y Carlisle, quienes se calentaban sus espaldas a la chimenea.

- El tiempo es malo - comentó Carlisle. -¡Es como si Dios hubiera enviado un diluvio para castigarnos por nuestros pecados!

- O si una bruja lo hubiese traido sobre nosotros-, murmuró Benjamin.

- ¿Qué dijiste?

Un llamado a la puerta anticipó la respuesta de Benjamin.

- Me pregunto quién está fuera en este tiempo miserable- murmuró. Edward.

Cuatro campesinos, tres hombres y una mujer, se tambalearon por la sala.

-Acerquense al fuego-, dijo Edward. –¿Que los trae por aqui?

-¡Es la bruja-, escupió el primer hombre. -Si le permiten quedarse aquí, van a inundar y arruinar sus cosechas.

- ¿Te refieres a mi esposa?-, preguntó con frialdad Edward.

- Sí. Nadie, ni siquiera nuestros mayores, han visto nada como esto antes

La mujer empujó hacia atrás la capucha de su capa empapada. Era Siobham, la partera.

- Estas advertido, mi Señor. No solo ha causado el diluvio, muchas otras cosas también.

- ¿Cómo qué?-, Preguntó Edward.

- La cabra de Grant murió de repente. Y la mujer de Murray se enfermó. Las vacas de Meg se secaron y no dan mas leche y ahora esta lluvia. No es una coincidencia, la bruja lo está haciendo.

Edward vio a Isabella entrar en la sala y trató de advertirle, pero fue demasiado tarde. Ella había visto a la pequeña reunión y se apresuró a unirse a ellos.

- ¿Qué pasa?

- Ahí esta- Cantó Siobham, apuntando con un dedo huesudo en Isabella. –No queremos a una de su clase aquí.

Los pasos de Isabella se detuvieron. Su columna vertebral estaba rigida.

- Estas buenas personas parecen pensar que has hecho algo para hacerles daño -dijo.

- ¿Por qué querria hacer daño a tus siervos?-, Respondió Isabella.- ¿No he tratado sus lesiones y curado sus dolencias?

-Nuestros cultivos están casi en ruinas, la cabra de Grant está muerto, la vaca de Meg se seco, y la esposa de Murray está enferma.

-¿Crees que soy responsable?-, Preguntó Isabella, claramente horrorizada.

Edward coloco un brazo protector alrededor de ella.

- Mi esposa no tiene nada que ver con los sucesos de la aldea. Calientenese en el fuego y tomen un bocado, luego vuelvan a sus hogares y quedense allí. Estoy seguro de que la lluvia se detendrá pronto y sus cultivos no sufrirán.

-No voy a hacerles daño-, susurró Isabella después de que la delegación salio arrastrando los pies. -¿Me crees? ¿no?

Edward se la llevaron a un rincón privado donde no podían ser escuchado.

-No creo que hayas hecho nada para herirlos, pero tambien sabemos que algo que no es natural tuvo lugar en la despensa. No puedo protegerte si no me dices lo que hisicte.

-Vas a tener que confiar en mí, Edward-, dijo Isabella.

Su expresión se volvió frío.

-¡Es mejor que me lo digas ahora para que yo pueda atajar problemas antes de salir de Stonehaven.

Isabella hizo un sonido de disgusto.

- En realidad, Edward, crees que me rebajaria a este tipo de ataques en contra de los campesinos.

- Estoy empezando a pensar que realmente no lo sabes. No me gustan los secretos.

- ¿Todavía tienes la intención de ir a Inverness?

- Sabes que debo hacerlo. No puedo desobedecer la orden de mi rey.

Se dio la vuelta para irse, pero Edward no se lo permitió. Quería respuestas. Agarrandola por la cintura la mantuvo clavada a su costado.

- Quizá la lluvia te mantendrá en Stonehaven-, dijo.

Él le envió una mirada inescrutable.

- Aunque tenga que retrasarme e ir trotando, no te equivoques, me iré.

- Lo siento, tus siervos me temen-, dijo Isabella. - MakBlack y Emmett siguen propagando rumores sobre mí.

- Sí, es cierto-, coincidió Edward. -Siéntate y come, mientras que yo trato de apaciguar a la delegación de la aldea. No podemos permitirnos el lujo de dejar que esto vaya de las manos.

-¿Habéis hablado con ella?-, Preguntó Siobham, cuando Edward se unio a ellos – ¿Le has dicho que detenga la lluvia?

Edward podría haber culpado a Isabella demuchas cosas, pero la lluvia no tenía que ver con ella. Ningún mortal es capaz de convocar a las fuerzas de la naturaleza.

- Mi esposa no trajo la lluvia, ni puede detenerla,- insistió. -Vete a casa y dile a tu familia que no tienen nada que temer de Isabella.

- Tendría que haberla quemado en el fuego-, murmuró Siobham.

- ¿Qué dijiste?- Exigió Edward.

- Es verdad. Se que alguien prendio fuego a la despensa con ella dentro. Devuelvesela a MakBlack si todavía la quiere. Había un compromiso legal entre ellos.

- ¿Dónde has oído eso?-, Preguntó Edward

- ¡Cállate, Siobham-, advirtió el líder. –no provoques la ira del laird.

- Ay, a veces, mi boca se escapa de mí-, dijo Siobham.

- Será mejor que volbamos con nuestras familias,- corto el lider – si el lago se levanta mas, nos veremos forzados a permanecer aquí.

Si el lago se alzaba mas se inundaria el puente, penso Edward. Y si la tormenta continúa haciendo estragos sin cesar, ni siquiera un barco estará a salvo en el agua turbulenta, lo que significaría que no podia dejar Stonehaven.

Edward le dirigió una mirada especulativa en Isabella. ¿Era o no la responsable de la lluvia torrencial que estaba creando tal caos? No quería que se fuera Stonehaven, le había suplicado que hiciera caso omiso de la citación del rey. Había traído las lluvias para evitar que el se fuera. No, se negaba a aceptarlo. Si él creyera en eso su percepción de Isabella cambiaria para siempre.

Los pensamientos de Edward fueron interrumpidos cuando Benjamin entró en la sala, empapado hasta los huesos

-¡Edward! Acabo de llegar del valle. Tengo malas noticias.

- Por el amor de Dios, suéltalo.

- El valle está inundando. Los animales deberán ser trasladados de inmediato.

Edward escupió una maldición. Se necesitarían varios días para trasladar el ganado por las montañas. Sus parientes y sus medios de subsistencia estaban primero; el rey tendría que entender por qué se había ausentado de la reunión.

Edward se detuvo un momento para hablar con Isabella antes de que siguiera la tormenta.

- Tendras lo que deseas después de todo esposa,- gruñó. – Mas te advierto que si me entero que has tenido algo que ver en esto, nada te salvará de mi ira.

La lluvia continuó. Isabella escucho que el agua no habia llegado a la aldea y se alegró. No había tenido la intención de causar conmoción en el pueblo. Edward no regresó al castillo, durante cuatro días.

Cuando regreso su vista estaba borrosa, su piel palida y arrugada. Su tela escocesa estaba empapada y sus calzonespegados a su piel. Se desplomó en el banco más cercano, apoyando su cabeza en sus manos. No llevaba bien la derrota. Isabella se apresuró a atenderlo. Tomó su manta y la extendió ante la chimenea.

-Tienes que comer y descansar. ¿Por qué no vuelves al castillo como los otros?

- No hay tiempo-, gruñó.

Ella intentó retirar un mechón de cabello húmedo de sus ojos, pero la agarró por la muñeca y lo arrojó. –¡No me toques! Déjame.

-¿Qué pasa?

Miró hacia arriba, y su enojo era tan feroz que Isabella se estremeció, retrocediendo por debajo de su furia.

– Me mentiste, Isabella. Tu no querias que me fuera a Inverness por lo que convocaste esta lluvia. Invocaste a los malos espíritus para destruir todo lo que amamos.

-¡No! Yo no pretendía hacerte daño.

-¿No? Mientras hablamos, el agua está subiendo por las puertas. Todos debemos resguardarnos en el castillo si el lago se levanta…

-Lo siento-, susurró Isabella. Ella no había pensado más allá de salvar la vida de Edward.

-¿Esta satisfecho tu deseo?-, denunció Edward. -No hay manera de que pueda ir a Inverness ahora. Los puentes se han llevado los barcos haciendolos añicos y el lago es demasiado peligroso para intentar pasar.

-No podia permitir que murieras-, le susurró Isabella.

Él le apretó la muñeca, sus ojos brillaban con maldad pura. Estaba tan enojado, Isabella temía que iba a golpearla. Se estremeció y trató de alejarse.

- Queria creer en ti, Isabella, pero ya no puedo negar el hecho de que posees poderes sobrenaturales. Ahora sé de lo que eres capaz.

-Solo soy culpable de tener el deseo de mantenerte con vida-, exclamó Isabella.

La calma fría y muerta en sus ojos le asustaba. Si alguna vez había tenido tiernos sentimientos por ella, ya no existían.

-Tu acción irresponsable trajo el desastre y el sufrimiento. ¡Fuera de mi vista!

Ella se acercó pero el la rechazó.

–No vuelvas atocarme. Vete, no te quiero cerca de mi.

Isabella casi se partio por el dolor. Retrocedió, luego se volvió y huyó por las escaleras a la despensa. Tenía que tratar de deshacer lo que le había acontecido. No podía soportar el peso de la ira de Edward.

Edward estaba literalmente temblando de rabia. Desde el principio había defendido a Isabella en contra de sus enemigos. Aunque le habia llevado tiempo darse cuenta de que, efectivamente, poseia ciertos poderes, estaba seguro que no era mala. Pero esto... admitió que había usado la brujería para atraer la tormenta que había causado tantos estragos entre su pueblo.

Edward recordó la advertencia de Isabella, pero aún se negaba a creer que su vida estaba en peligro. ¿Qué podría pasarle enInverness? Habia estado ahí muchas veces en el pasado.

Edward se quejó cuando vio acercarse a Jessica con una bandeja de alimentos. No estaba de humor para hablar.

-Debes comer-, dijo Jessica.

-Gracias-, murmuró Edward con civilidad. Tenía hambre, estaba mojado y exhausto y desilusionado. Nunca había estado tan decepcionado de otro ser humano.

Jessica volvió con una manta y la extendió sobre los hombros de Edward

-Vas a enfermarte, Edward.- se cernía sobre él, entonces, dijo, -He oído lo que habéis dicho a Isabella. Tu esposa es una bruja.

-Dejalo, Jessica.

Jessica no iba a ser rechazada.

-¿Qué vais a hacer con ella?

-No lo se ¿Puedo comer en paz, por favor?

-Sí, laird. Voy a estar esperandote siempre.

Edward dejó de escuchar a Jessica mucho antes de que ella dejara de hablar. La traición de Isabella se enroscaba alrededor de su corazón. ¿Cómo pudo haberlo hechol? Cuando terminó su sopa, se quedó dormido en la mesa al instante.

Llorando como si su corazón se rompiera, Isabella entró en la despensa.

Para su horror absoluto, sintió que sus poderes se había debilitado desde Edward la había rechazado. ¿Podría estar enamorade de Edward? Después de ver sus ojos llenos de desprecio por ella, sabía que nunca la amaria. De acuerdo con la profecía, sus poderes le serian arrebatados.

Isabella reunio las velas, los colocó en un círculo y espolvoreo hierbas alrededor del perímetro. Luego dio un paso dentro del círculo y comenzó el ritual que se sabía de memoria. Cuando las velas se encendió en varios colores, Isabella levantó los brazos y grito:

-Espíritus de la naturaleza, si me oyen. Envien el agua de regreso al mar. Que salga el sol. - de repente, una luz brillante se formo ante sus ojos. Tan deslumbrante que dolia mirarla. Parpadeó, consciente de que estaba de pie en una viga de sol tan brillante que ya no podía mirar en su centro.

Las nubes de tormenta se habían ido lejos, y el sol brillaba de nuevo. Sus poderes estaban todavía con ella. El desgaste emocional fue demasiado. Con un suave suspiro se desmayo. De la nada salió una voz.

- No te desesperes. Sus destinos están unidos. Algunas estan destinadas a ser.

Esme encuontro a Isabella, acostado en un círculo de velas. No podia despertartla, voló por las escaleras para pedir ayuda. Se encontró a Edward inclinado sobre la mesa en un sueño profundo, con la cabeza apoyada en sus brazos cruzados. Reacio a despertar, vio entrar en Benjamin a la sala y le pidió su ayuda.

- ¿Qué pasó? -preguntó Benjamin mientras se apresuraba detraz de Esme.

- No lo se. ¿Podéis llevarla hasta su dormitorio? El laird esta dormido, no quize despertarlo - Benjamin se inclinó para recoger Isabella.

-¿Cuáles son estas velas? ¿Por qué hay hierba extendida?

- No hay tiempo para preguntas, amigo-, contestó Esme. –Debo atender a mi señora.

El rostro pálido de Isabella debio convencer a Benjamin para que se diera prisa, la tomó en sus brazos y la llevó por las escaleras. Cuando estaban pasando por la sala, Edward abrió los ojos.

-¿Por llevas a mi esposa en tus brazos-, le pregunto a Benjamin.

-Isabella está enferma-, contestó Esme. –No he podido despertarla, le he pedido a Benjamin que la lleve a su dormitorio.

-Dámela-, dijo Edward, levantándose y extendiendo sus brazos. Benjamin obedecio sin discusión, entregandole a Edward la forma inerte de su mujer.

Edward subió las escaleras de dos en dos, contando el silencio las razones por las que no debia preocuparse por su esposa después de la catástrofe que había creado.

-Dejala en su cama, mi laird,- ordenó a Esme. –Yo cuidare de ella.

-¿Hace esto a menudo?-, Preguntó Edward después de clocar a Isabella con cuidado sobre la cama.

-No, pero parece estar haciéndolo con mayor frecuencia en los últimos tiempos.

Esme mirio a Edward cautelosa.

-Me pregunto...

-Lo que hace... –la respiración se detuvo en la garganta de Edward, y corrió a la ventana. -¡El sol brilla! ¡La lluvia ha parado! Gracias a Dios. -

-Gracias a Isabella, probable-, murmuró entre dientes Esme.

-Cuida de ella-, dijo Edward mientras se alejaba de la ventana. -Dile que ya no tendra acceso a la despensa.

-¿Qué estáis diciendo?

-Sé que Isabella lanzó un hechizo para traer las lluvias y no puedo confiar en ella. Le advertí muchas veces acerca del uso de la magia, pero no me obedecio. Ahora mismo nisiquiera puedo mirarla a los ojos -Y diciendo esto, dio media y salio.

-Isabella, muchacha, ¿qué habéis hecho?-, Se lamentó Esme.

Isabella abrió los ojos y tocó la mejilla de Esme. –Sabía en lo que me estaba metiendo, pero no podia permiitir que el muriera. La vida de Edward significa todo para mí.

- Lo amas, muchacha-, observó Esme.

- Sí, lo admito, pero amar a Edward significa que voy a perder mis poderes. Él me odia, Esme. Al detener la lluvia utilice lo ultimo que tenía. Ahora soy como cualquier otra mujer. Ya no soy mas un hada.

-Sabes que eso no es cierto.

-Sí, lo sé. Me siento... diferente de alguna manera. Estoy aturdida y mi estómago revuelto. Nunca me he sentido así antes. – una aguda angustia la dejo palida. -¿Qué va a hacer Edward conmigo?

-Es un Laird honorable. Le hizo una promesa a tu padre que jamas olvidara

-¿Cómo voy a vivir aqui? Soy un paria entre estas personas. Mi marido piensa que soy una bruja.

-No dejes de creer en ti misma. Las cosas tienen una forma de ser

-No esta vez, Esme. Sé que Edward nunca me haría daño, pero no quiero provocar su animosidad. -De repente se tambaleó en la cama, su rostro se torno verde - Oh, creo que voy a…

Esme acerco la la cuenca, mientras que Isabella vaciaba el contenido de su estomago. Después, se enjuagó la boca y cayó de espaldas contra la almohada. Volvió la cara hacia la pared, las lágrimas silenciosas corrian por su rostro. No oyó salir como Esme se movia de puntillas por la camara.

Edward y sus parientes estaban celebrando el regreso del sol y el cielo sin nubes, cuando Esme camino hacia él y le exigió su atención.

No muy satisfecho por la intrusión, Edward aceptó de mala gana hablar con ella. Caminó hasta donde no podían ser escuchados y se volvió.

-¿Qué es? ¿Se trata de Isabella? Si es así, no quiero oírlo. He he terminado con ella.

-Quizá tú hayas terminado con ella, pero ¿qué pasa con el crío que lleva? -

Las venas en el cuello de Edward se abultarons.

-¡Mientes! Tú y Isabella han inventado esto para hacer que la perdone.

-Conozco los sintomas-, insistió Esme.

-¡No me interesas, mujer! No quiero tener nada que ver con Isabella o el retoño que puede o no llevar. Una bruja en esta casa es suficiente. Quizá debería enviarla de regreso a Gairloch y dejarle el problema a su hermano

-Eres un tonto-, reprendió a Esme. -Si le haces daño a mi muchacha, te arrepentiras.

-¿Me estás amenazando, Esme?

Esme lo miró.

– No sere yo quien te castigue – se dio la vuelta desapareciendo entre una oleada de faldas.

Edward se quedó con su cabeza dando vueltas. Ni por un minuto iba a creer que Isabella estuviera esperando un hijo suyo. Lo unico que podia pensar era que ni Esme ni Isabella escatimarian nada en mentir para manipularlo.

Capítulo 12: ONCE Capítulo 14: TRECE

 
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