UN AMOR DE LEYENDA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 17/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 20
Comentarios: 53
Visitas: 54724
Capítulos: 20

"FANFIC FINALIZADO"

Gairloch, Highlands, 1432

Según la leyenda, una hada con poderes extraordinarios nacerá cada cierto tiempo en el clan MakSwan. Será sanadora con el conocimiento y la capacidad de ayudar a los demás, pero su fuerza y resistencia deberán ser probados por los obstáculos. Si sobrevive a las duras pruebas del fuego, el agua y la piedra, siempre sera bendecida por Dios.

El hada debe tener cuidado de no enamorarse, pues, si su amor no es correspondido, podría perder sus poderes. Mas si tuviera la suerte de encontrar a su verdadero amor y ser correspondida, sobrevivirá a cualquier problema y vivirá, junto a su amado, felices para siempre.

Así proclama la leyenda.

 

 


Basada en "El laird de Stonehaven" Conni Mason

 

Mi otro Fic

PRISIONERA DE GUERRA:

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Capítulo 17: DIECISEIS

Edward, Jasper, Benjamin y Carlisle estaban discutiendo las medidas que debian tomar contra MakBlack, cuando llegó un mensaje de el rey. Edward envió al mensajero a la cocina para que se aliemtara mientras examinaba la misiva.

-¿Qué quiere el rey ahora?-, Preguntó Carlisle cuando Edward escupió una maldición y golpeó la mesa con el puño.

-Dinero para pagar su rescate, hombres para luchar contra el Inglés. El rey ha ordenado a los terratenientes Highland reunir hombres y armas y unirse a él en Hawick. ¡Maldito sea! Quiere vaciar nuestras arcas.

-¿Qué os vamos a hacer?-, Preguntó Jasper.

-Después de la forma en que el rey me ha tratado, debería pasar por alto esta citación. No voy a darle dinero al hijo de puta que tenía la intención de ejecutarme.

-Provocaras la ira del rey-, advirtió Carlisle.

Edward se quedó pensativo.

- Jasper, ¿Cuántos hombres podemos reunir?

- Doscientos, si se envía la llamada a los miembros de un clan que vive en los pequeños pueblos de pescadores a lo largo de la costa. Ellos vendrán.

- Y tal vez otros puedan llegar a Hawick.- Edward se acarició la barbilla. -Podría funcionar.

- ¿Qué estáis pensando, chaval?-, Preguntó Carlisle.

- Doscientos hombres no es un número despreciable. Algunos terratenientes podria ignorar la llamada, porque no le han perdonado lo que sucedió en Inverness, y no puedo culparlos.

- ¿Están ustedes diciendo que vamos a ignorar el llamado a las armas y el dinero?

- No, no es lo que tenía en mente. El rey se desesperara por los hombres y dinero. Va a desesperarse aún más cuando se entere de que los terratenientes que tenía la intención de encarcelar van a ignorar su llamado. Va ha necesitar nuestros doscientos hombres. -Sonrió. -¡Es perfecto. Le daré lo que quiere, pero pedire algo a cambio.

- ¿Esperas que el rey de Escocia cumpla con tus deseos?-, Dijo Jasper con incredulidad.

- Sí. Tengo la intención de decirle a James que le dare dinero y doscientos hombres, si restaura mi matrimonio con Isabella.

Carlisle quedó sin aliento.

- Es un paso valiente sobrino. Quizá te iria mejor sin la chica.

Esme, que había estado de pie en el fondo, se acerco indignada.

– No puedo creer lo que dijiste, Carlisle. Si no fuera por Isabella, tu no estarias aquí. Ella te salvó la vida.

- Esme está bien-, coincidió Edward. –Yo prometi al padre de Isabella que la protegería.

Jasper envió Edward una mirada de sondeo.

- ¡Es más que eso!- murmuró. - Di lo que quieras, pero es más que ovio que amas a la muchacha.

Edward comenzó a negar la acusación, pero cambió de opinión.

- Tengo que admitir que me estoy aficionando a ella.

- ¡Ja!- Baló Jasper.

- ¡Lo sabía!-, Dijo Esme, sonriendo con aire de suficiencia.

- Mis sentimientos no son el problema-, dijo Edward. – ¿Que piensan de mi plan?

- Estoy de acuerdo en que es posible que los terratenientes no envien hombres ni dinero -, reflexionó Benjamin. -Creo que el plan tiene mérito, terrateniente.

- Sí-, los demás estuvieron de acuerdo.

- Esme, ve a buscar al mensajero.

- ¿Pensáis que el rey va a aceptar los términos?-, Preguntó Jasper.

- Sí, creo que sí. No es estúpido. Éstará de acuerdo si esta lo suficientemente desesperado. Jasper, envia la convocatoria de los hombres. Benjamin, comprueba las armas. Tío, voy a dejar el castillo, una vez más en tus manos.

Isabella estaba en un charco de luz de la luna. La conciencia volvió a ella lentamente, pero una vez que estaba completamente despierta, recordó todo. Sabía dónde estaba el tesoro de MakBlack. Vacilante, se levantó y trepo hasta su cama. Sus pensamientos la volvian loca. ¿En caso de que se lo dijera a MakBlack? ¿Le otorgaria su libertad?

Isabella no podía pensar en eso ahora. Había más cuestiones importantes a la mano. Lo más significativo era el regreso de sus poderes. Si la profecía era cierta ya no teníaninguna razón para dudar, Edward la amaba. Lo que Isabella más desea sobre todas las cosas era el amor de Edward, pero hasta que los espíritus habían hablado con ella esta noche había perdido la esperanza de alguna vez tenerlo. ¿Por qué había tardado tanto en reconocer sus sentimientos?

Pero no estaban ya casados. El rey había terminado su unión con un golpe de pluma.

No importaba, decidió. Ella iría a Stonehaven y no se separaria de Edward. Isabella miro por la ventana, como un amanecer sombrío se rompió a través de la niebla. El cielo encapotado prometía lluvia, y en poco tiempo una ligera llovizna empezó a caer. A los pocos minutos la llovizna se convirtió en un aguacero que golpeaba la ventana. Un pésimo comienzo para un día portentoso, pensaba Isabella.

Temblando, realizó sus abluciones matinales y se fue a continuación a la sala. Estaba caminando hacia una de las mesas más bajas cuando MakBlack le indicó con un gesto que se uniera a el.

-Bueno-, se preguntó con impaciencia. -¿No tienes alguna respuesta para mí? No puedo esperar más tiempo.

Isabella llenó su plato con huevos y jamón y comenzó a comer. Tenía la intención de apaciguar su hambre antes de tratar el asunto con MakBlack. Su apetito, a pesar de su difícil situación, no se había desvanecido. Durante las ultimas semanas había sido feroz y temia que pronto estallarian las costuras de su vestido.

- Háblame, muchacha,- gruñó MakBlack.

- No puedo hacerlo con el estómago vacío-, dijo Isabella, que necesita tiempo para considerar las ramificaciones de revelar la ubicación del tesoro.

-Come entonces dime lo que quiero saber. ¿Qué es tan difícil para alguien que sabe de magia?

Isabella levantó la cabeza y miró fijamente a MakBlack.

- ¿Lo que está en él es para mí?

- ¿Eres tonta? ¿Habra algo que valga la pena en el?

- ¿Una fortuna en oro y joyas no significan nada para ti?- Isabella disparó de nuevo.

Una idea acababa de ocurrirsele. Quería tomar algo de valor para Edward, sobre todo si había recibido la misma solicitud de dinero y armas del rey que tenía MakBlack.

- El tesoro existe realmente, y vale más de lo que imaginas.

- Ahhh-, suspiró MakBlack, recostándose en su silla. - Lo sabía- hizo tamborilear los dedos sobre la mesa y miró hacia el espacio, sus ojos entornados, con una expresión satisfecha.

- El rey no sabe nada de esto. Jamas lo compartiria con él. – se dirigió a Isabella y la agarró por los hombros, los dedos clavados en su carne suave. -¿Dónde está mi tesoro?

- ¡Suélteme! El tesoro está donde nunca lo encontrarás sin mi ayuda. - Sus manos se alejaron.

- ¿Qué estáis diciendo, muchacha?

- Si te digo donde esté tu tesoro, es justo que me des una parte de él.

- ¿Piensas que voy a compartir mi tesoro contigo?

- Sólo una pequeña parte. No soy codiciosa.

- No.

Isabella se encogió de hombros. }

-Entonces nunca te voy a revelar su ubicación. -con el regreso de sus poderes, Isabella no tenía miedo de MakBlack. Se puso de pie. MakBlack la agarró del brazo y tiró de ella hacia abajo.

- Deja de jugar conmigo como un tonto, Isabella MakSwan, o sufriras mi ira.

- No me asustan tus amenazas. Podria hacer que un rayo te partierta en este instante.

- No puedes.

- ¿Lo crees? Te estoy pidiendo una pequeña parte del tesoro.

- ¿Qué tan pequeño?

Isabella ladeó la cabeza, cerró los ojos y se le concedió una visión de la enorme riqueza oculta en el cofre del tesoro.

– Quiero una cuarta parte.

- ¡No, es demasiado!.¡Una décima parte! Te daré la décima parte.

Isabella considero. Una décima parte del tesoro sería suficiente.

- Bien, estoy de acuerdo

- ¿Cómo sabéis lo que contiene el tesoro?

- Lo he… visto. Estaras satisfecho.

- Ahora dime donde encontrar toda esta riqueza.

Isabella se levantó.

- Voy a buscar mi abrigo y te llevare a ella.

- Sé rápida-, ordenó MakBlack. –no puedo esperar.

Isabella regresó poco tiempo después, envuelto en una capa resistente a la lluvia escalofriante. Caminó por el pasillo y por fuera la puerta, tan seguro de que MakBlack iba tras ella que no se molesto en mirar hacia atrás.

MakBlack se encontró con ella en el patio.

- ¿Dónde está, muchacha? No se te ocurra engañarme.

Haciendo caso omiso de él, Isabella se dirigió directamente al serbal. Se detuvo bruscamente y señaló a la tierra bajo sus pies.

- Aquí. Vas a encontrar el tesoro en el fondo de un pozo abandonado. - MakBlack dio un bufido despectivo.

- No hay pozo abandonado por debajo de tus pies.

- ¿Dudas de mí?

MakBlack la estudió desde debajo de los párpados. Miró escéptico.

- Voy a poner a los hombres a cavar de inmediato.

Girando alrededor, se dirigió a uno de los guardias de pie cerca. Unos minutos más tarde media docena de hombres armados con palas salian de una de las dependencias.

- Diles dónde cavar-, ordenó MakBlack.

Isabella señaló el punto debajo de sus pies y se movió a un lado. Miro desapasionadamente como los hombres comenzaron a cavar furiosamente. Estaba empapado hasta la piel y tenía escalofríos. Cuando intentó volver al calor del fuego en el interior MakBlack enganchó su cintura.

-Vamos a ver esto juntos.

El objeto sólido resultó ser una barrera de madera que parecia cubrir una abertura de algún tipo.

- Maldita sea, has dicho la verdad-, cantó MakBlack.

Las tapas fueron levantadas, dejando al descubierto un hoyo profundo y oscuro. Isabella se trasladó hacia el borde. Una luz brillante que sólo ella podía ver apareció ante sus ojos. Su mirada siguió a la luz a la parte inferior del pozo. Vio el cofre del tesoro sentado exactamente donde había yacido por más de cien años.

- ¿Qué veis?-, Preguntó MakBlack. – Esta muy oscuro ahí.

- Dale a dos hombres antorchas y bajalos con cuerdas. Ellos sabrán qué hacer cuando llegen al fondo.

Estavez MakBlack no la detuvo cuando se fue. Demasiado absorto en recuperar el cofre del tesoro. Isabella se calentó a sí misma antes el fuego, mientras los hombres trabajaban fuera de la lluvia. Una hora más tarde un jubiloso MakBlack

regresó, seguido por cuatro hombres cargando algo. Una multitud se congregó en torno a él cuando fue colocado sobre una mesa, esperando que MakBlack rompiera la cerradura oxidada.

-¡Isabella MakSwan!- Gritó MakBlack. -Ven aquí, muchacha. Quiero que estes a mi lado cuando pueda abrir el tesoro.

Isabella se acercó MakBlack, consciente de que el contenido no le decepcionaria. MakBlack ataca la cerradura oxidada con la empuñadura de su daga. Finalmente, el bloqueo cayó al suelo en pedazos.

La cámara reverberaba con el entusiasmo de hombres y mujeres presionado cerca para echar un vistazo del tesoro. El brillo del oro casi cego a Isabella, abrio la boca y se dio vuelta, su rostro habia palidecido. Pero no era el brillo del oro que la sobresaltó.

Fueron los gritos lastimosos de los que habían muerto por la espada de los antepasados de MakBlack, los hombres que habían atacado y asesinado. Fue consciente de algo que ella no había detectado antes. Había una maldición en ese cofre. Algo que afirMaba que el hombre que lo poseyera no viviría lo suficiente para disfrutarlo.

Cada piedra preciosa y cada moneda de oro le habló a Isabella de la brutalidad, la traición y la muerte. Un escalofrío corrió por su espina dorsal. El tesoro estaba hecho de ganancias mal habidas. Le prestaria atencio MakBlack si le hablaba de la maldición?

- Tienes lo que querías, voy a recoger mis cosas para irme.

- ¿Qué pasa con la recompensa?-, Preguntó MakBlack, con aspecto aturdido como Isabella se sentía después de ver el tesoro y oír el atormentado lamento de voces llamándola.

- No quiero ser parte de ella.

Los ojos de MakBlack se estrecharon.

– Nosotros llegamos a un acuerdo. Su parte del tesoro es insignificante.

- No quiero ser parte de ella. Esta maldito. Un caballo es todo lo que necesito.

- Dale un caballo a la muchacha-, gritó MakBlack a uno de sus parientes, como si temiera que cambiara de parecer.

- Gracias. Voy a recoger mis cosas -, dijo Isabella, dando la espalda al tesoro y toda la miseria de la que representaba. Todavía podía oírlos lementos devenganza, y tuvo que huir de esas voces inolvidables.

De repente se quedó sin aliento y se puso rígido cuando un dolor punzante en la mitad de la espalda la hizo detenerse. Sentía como si alguien le hubiera puesto un puñal en la carne. Echando un vistazo por encima del hombro, se sorprendió al ver MakBlack mirándola a través de los párpados entrecerrados. Su aura era de color verde, el color de la codicia, y Isabella podía leer sus pensamientos como si le hablara en voz alta.

Éstaba reconsiderando su consentimiento preguntandose cómo usar sus poderes para lograr sus ambiciones. Decidio que era hora de huir, Isabella corrio hacia la puerta principal y a la tempestad furiosa en el exterior.

-¡No dejen que se vaya!-, Gritó MakBlack.

Isabella se desvió hacia los establos. Sin un caballo no tenía posibilidad de escapar. Lanzando un vistazo por encima del hombro, vio que MakBlack y sus hombres estaban cerca de ella. Se detuvo bruscamente, consciente de que sus poderes eran todo lo que se interponía entre ella y el regreso a la cautividad.

Extendió sus brazos y suplicó en silencio a los espíritus su ayuda. Ella sintió una oleada de energía a través de su cuerpo, supo que los espíritus estaban con ella. Alzando la voz por encima de los lamentos del viento, llamó a los fuerzas de la naturaleza. MakBlack casi la alcanzaba cuando un rayo de luz, golpeo el suelo cerca de sus pies.

MakBlack y sus hombres volaron en todas direcciones, aturdidos e incapaces de moverse. Aprovechando la situación, Isabella se precipitó a los establos, montó en el primero caballo que vio y voló más allá de la confusión de los hombres en el suelo. Después de haber tenido poco tiempo para ensillar la yegua, Isabella se aferró a su melena corriendo a toda velocidad por la puerta y estableciendo su curso para Stonehaven.

Sentir una necesidad imperiosa de ayudar a Isabella, Edward estaba demasiado preocupado e impaciente para esperar la respuesta del rey a su oferta. El conocimiento de que Isabella estaba cautivo de MakBlack lo llevó a la locura.

El día después de que el mensajero del rey dejó Stonehaven, Edward comenzó a hacer planes. Después de una noche de insomnio, llamó a Jasper.

-¿Qué pasa, primo?-, Preguntó Jasper.

- Voy a ir a la fortaleza de MakBlack a exigirel regreso de mi esposa. Voy a necesitar tantos hombres como se pueda.

- Esta lloviendo-, dijo Jasper. -El viaje será incomodo.

- ¿Desde cuándo te preocupas por el tiempo?

Jasper miró a Edward un momento y luego se encogió de hombros y se apresuró a obedecer. Edward sabía Jasper consideraba que sus esfuerzos para rescatar a Isabella eran en vano, pero él no dejó que eso lo detuviera. Una hora más tarde, montado en su más veloz caballo avanzaba por la lluvia.

Edward cruzó la frontera con las tierras de MakBlack. Podía ver algo través de la cortina de lluvia, pero una incómoda sensación en el estómago le hizo iser prudente. Su caballo se asustó cuando un rayo de luz cruzó el cielo y el trueno sacudió el suelo.

Edward temía estar viendo cosas cuando un jinete solitario se materializo a través de la espesa cortina de lluvia. Le hizo una señal a sus hombres de permanecer detrás mientras el iba por delante. La parte trasera de su cuello se erizó cuando se dio cuenta de que el jinete era una mujer, sus faldas al viento detrás de ella. Su corazón latio con fuerza, tiró de las riendas bruscamente.

Isabella se sentía inclinada a parar, y como no tenía riendas, lo único que podía hacer era aferrarse a la melena de la yegua. Edward debio saber su dilema, detuvo a la yegua a su paso y la cogio para acomodarla en su silla delante de el.

-A salvo-, exclamó Isabella. –Ellos estan muy lejos.

Edward dio la vuelta a su caballo y salió de nuevo hacia Stonehaven, confiando en que sus hombres le seguirian. Sentía los escalofríos de Balir en su contra y la cubrió con su tartan -¿Has traído la lluvia, muchacha?

-N-n-no esta vez-, tartamudeó.

-¿Qué pasó? ¿Sabe MakBlack que te fuiste?

-N-n-no exactamente.

-¿Crees que te este siguiendo?

-Tal vez, el rayo lo sorprendió más de lo que esperaba. Seguía tirado en el suelo cuando me fui.

Edward echó atrás la cabeza y se rió.

- ¿Lo asustaste con un rayo?

- Tenía que hacer algo-, fue su respuesta amortiguada. – No iba a dejarme marchar, a pesar de que cumplí con mi parte del trato.

- Me contaras toda la historia cuando volvamos a casa, al lugar que perteneces.

Isabella se asomó a través de una abertura en la tela escocesa.

- Ya no estamos casados. El rey ha anulado nuestro matrimonio.

- No voy a permitirlo-, dijo Edward con los dientes apretados.

Su tono confiado le ofrecio un poquito de esperanza. Acurrucandose contra él, saboreó su olor, el calor de su cuerpo grande y la fuerza protectora de sus brazos. Nada podría hacerle daño ahora. Los espíritus no se habían equivocado. Edward era su futuro. Estaban destinados a estar juntos.

Un pequeño gesto se formo entre sus cejas. Casi habia olvidado el último obstáculo que se interponía en el camino de la verdadera felicidad. El juicio por la piedra.

El alivio corrio a través de Edward cuando finalmente llegó Stonehaven. Edward continuó a través de la lluvia al castillo, donde cuidadosamente dejo a Isabella en el suelo. Desmontó detrás de ella y la apretó contra él cuando un muchacho corrió a tomar su caballo. Levantandola en sus brazos, la llevó por las escaleras. Jaime abrió la puerta, sonriendo de oreja a oreja.

- Bienvenida a casa, señora.

En el momento Edward entro con Isabella casi fue arrollado por Esme, quien se arrojó a ella.

- ¡Estas en casa, muchacha! ¿Qué hizo ese hijo de puta? ¿Es cierto que Emmett no estaba enfermo?

- Vamos a recuperar el aliento-, dijo Edward. –Tu señora tiene necesidad de secarse y cambiarse de ropa junto a la chimenea.

- Yo me ocupo de ella, Laird,- dijo Esme. -Sam, mi señora necesita un baño caliente y algo para beber.

- Sí, se lo llevo de inmediato-, dijo Sam.

- Ve con Sam-, dijo Edward. -Puedo cuidar de Isabella.

- Ya no estamos casados-, repitió Isabella cuando Edward la llevó por las escaleras.

- Espero poner remedio a eso pronto.

- ¿Cómo?

-Te lo explicaré más tarde.- La llevó a su recámara y con suavidad la puso de pie delante del hogar. -Vamos quitarte esta húmeda ropa.

Isabella se estremeció cuando quedo desnuda ante la chimenea mientras su marido la frotaba con una toalla. Cuando su piel quedo seca la llevo hacia la cama y la envolvió en una manta.

Esme llegó momentos después con un ponche caliente, seguida de los criados que llevaban una tina de madera y los cubos de agua caliente y fría. Isabella tomó un sorbo de ponche hasta que el baño estuvo preparado. A continuación, Edward despidió a los criados con una seca inclinación de cabeza y cerró la puerta detrás de ellos.

- ¿Estás lista para tu baño, cariño?

- Quitate esa ropa mojada en primer lugar. Si coges paludismo no te cuidare dia y noche como enfermera - Edward sonrió y comenzó a quitarse la ropa. Cuando su manta húmeda cayó a sus pies. Tomo a Isabella en sus brazos y la colocó en la bañera. Luego se arrodilló y empezó a lavarla con una fragancia de jabón.

Isabella se relajó con las atenciones de Edward. Sus manos eran suaves, su toque reconfortante. Era el hombre que amaba, el hombre con el que estaba destinada a pasar su vida. Y él la amaba.

Tenía que creer, de lo contrario la profecía que había gobernado a los MakSwans por tantas generaciones era falsa.

-Inclina la cabeza hacia atrás, amor, para que pueda lavarte el pelo- dijo Edward.

Isabella obedeció sin protestar, sorprendida por la voluntad de Edward para actuar como su doncella. Había muchas facetas de la personalidad de Edward que aún no había descubierto, le enjuago el jabón del pelo con agua limpia y luego se sentó sobre los talones y la miró. Era tan hermosa que casi le lastiMaba los ojos mirarla.

Edward la levanto tomó un paño de un banco al lado del hogar y la mantuvo abierta para que Isabella pudiera entrar en él.

Le secó el pelo en primer lugar, luego paso la tela seductoramente sobre su cuerpo, sus pechos y entre sus muslos, teniendo mucho cuidado de secar todas sus grietas ocultas.

En el momento en que terminó, Isabella se volvio hacia el.

- Quiero verte-, dijo Isabella, dando un paso atrás para poder admirar cada centímetro de su cuerpo magnífico. -Eres un hombre hermoso, Edward MakCullen. Te extrañé.

Edward temblaba ligeramente cuando se acerco a él y lamió sus pezones. Ella continuó hasta su estómago, acariciandolo con sus labios.

Sabía que era grande y fuerte, y que las muchachas parecía encontrar su aspecto lo suficientemente agradable, pero Isabella era la unica mujer cuya opinión importaba. Él sabía que ella lo amaba, y eso lo conmovió profundamente.

Edward gimió, deseando sus labios en el lugar donde le dolía. Cuando lo tuvo en su mano, casi saltó de su piel.

- Eres tan viril-, susurró ella, acariciándolo suavemente - La seda sobre el acero. Quiero tenerte profundo dentro de mí.

- Me tienes tan excitado que no sé cuánto más podre estar de pie.

- Mucho más, espero.- Sonriendo con júbilo secreto, ella bajó la cabeza y comenzó a amarlo con la boca. El calor de su boca, los golpes de su lengua, sus manos hábiles, casi lo pusieron de rodillas.

A continuación, la capacidad de pensar lo dejó ya que perdió el control de sí mismo con el placer que ella le dio, rezando para poder encontrar la voluntad de soportar durante un tiempo muy largo.

Su punto culminante fue cuando, con un gruñido, levantó a Isabella y la llevó hasta la cama, acostandola sobre su estómago. Un escalofrío pasó por ella

- ¡Edward!

Riéndose, él le dio la vuelta, deslizando sus manos a los pechos. Con los ojos entornados, observó con satisfacción que sus pezones endurecidos debajo de su tacto y su respiración se aceleró.

Poco a poco deslizo sus dedos por su vientre tenso y entre sus piernas. Su corazón latía con fuerza mientras sus ojos violetas miraban sus movimientos cada vez vidriosos cuando su pasión se intensificó.

-¡Ah, amor, eres tan hermosa cuando estas poseida por la pasión!- miraba absorto en el lugar entre sus piernas donde sus dedos la acariciaban- Y tan hermoso aquí.

Acercándose, se deleitaron con sus senos firmes hasta que se sintió que su cuerpo temblaba. Entonces empezó a besar su esbelto cuerpo. Ella se puso tensa cuando llegó a su meta poniendo su boca sobre los pétalos hinchados de su sexo.

Isabella se arqueó y gritó, haciendo que el calor de cuerpo estallara en llamas. De pronto se irguió.

- ¿Me detengo, amor?

- No, no podria soportarlo.

Se paso los dedos por el pelo, instándole a volver a su fiesta íntima. El placer embriagador de su lengua y la boca sobre ella la estaban conduciendo hacia su finalización. Se arqueó por debajo de el gritando su nombre cuando la alcanzo.

Avanzando por su cuerpo, Edward empujo duro y profundo dentro de ella. La segunda vez que alcanzó su punto máximo, Edward vino con ella, rugiendo su placer en voz alta. Cuando finalmente recuperaron sus sentidos, se encontró con Edward limpiando la humedad entre sus muslos con un paño húmedo. Ella le sonrió, sabiendo en su corazón que la amaba.

- Me amas- susurró.

Edward se quedó inmóvil.

- ¿Qué dijiste?

- Admítelo. Tú me amas.

Edward respiró hondo.

- No.

- No mientas, Edward MakCullen. Mis poderes han regresado. Me dejaron por un tiempo corto, sólo había una forma en que podian regresar –le sonrio- Por fin te diste cuenta de que me amas.

Su rostro tenía una expresión de preocupación.

- Dios sabe que traté de guardar mi corazón.

- Nuestro amor estaba destinado a ser-, dijo Isabella. -Lo sabía mucho antes de nos casaramos, pero luche cuando me enteré de que amabas a otra - Edward se acosto a su lado, hecho una manta por encima de ellos y la tomó en sus brazos.

- Yo adoraba a Juana la Doncella. Más confundi la adoración con el amor, creí que nunca podría amar a otra persona cuando ella murió.

- Juana era una santa- dijo Isabella. -Ella dio su vida por Dios y su país.

Él le cogió la barbilla y le levantó la cara para poder mirar en sus ojos.

- Escucha bien, mi amor. Debes evitar a los que desean hacerte daño. Juana fue acusada de brujería y quemada en la hoguera porque creía que Dios le habló y le pidio que condujera a su ejercito. Si alguien te acusa de usar la brujería, el asunto puede ser llevado ante el rey, lo mismo podria sucederte. Eso es lo que he estado tratando de evitar.

- ¡Es verdad que los espíritus me guían y me cuidan!. A veces uso mis poderes para sanar cuando por otros medios no podia hacerlo. Hay un mundo de diferencia entre una bruja y un hada.

- Yo lo se, mi amor, pero me temo que soy el único que entiende. Prométeme que te cuidaras.

Isabella lanzó un suspiro.

- Voy a tratar, Edward. Pero cuando los espíritus me hablen o me adviertan del peligro, no podre hacer caso omiso de ellos -Ella buscó en su cara. -Tú me amas, Edward. Lo puedo sentir en mi corazón y verlo en tus ojos.

- Tengo miedo por ti, amor, mucho miedo. Me temo que algo terrible va a suceder y alguien te arrebatara de mí si doy voz a mis sentimientos.

No era precisamente lo que Isabella quería oír, pero fue suficiente por ahora.

 

__________________-

QUE BIEN, PORFIN, EDWARD ADMITIO QUE LA AMABA JAJAJA AMEDIAS, PERO LO ADMITIO, AHORA QUE PASARA? ¿EL REY ACCEDERA A LA PETICION DE EDWARD? NO VALLA SER QUE SE MOLESTE POR LA OSADIA Y LAS COSAS SE EMPEOREN.

 

GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTA AVENTURA.

BESITOS GUAPAS

Capítulo 16: QUINCE Capítulo 18: DIECISIETE.

 
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