HOLA CHICAS ¿COMO ESTAN? AQUI ESTA EL EPILOGO SE QUE ES PEQUEÑO PERO DEJA MUCHO A LA IMAGINACION DE CADA QUIEN, ESPERO LES GUSTE.
GRACIAS DE TODO CORAZON A TODAS LAS CHICAS QUE ME ACOMPAÑARON DURANTE ESTE CORTO TRAYECTO, ESPECIALMENTE A
JENNI, KDEKRIZIA, KIMBERLY, CARO, SPCULLEN, ASTRID, ASTRIDCANALES, BELLSSWAN, PAJARITO, NEMESIS, VINYET, QUEQUETA, ELIZTWILING,
EPILOGO
Debía de ser el nacimiento más ruidoso registrado alguna vez en la historia de Imperia.
—Edward, —dijo Bella, jadeando, con un brillo de sudor y dolor humedeciendo su frente—. ¿Cómo pudiste hacerme esto?
Él se quedó inmóvil, preocupado por ella, y bastante confundido por su pregunta.
—¿Qué, pequeño dragón?
—¡Embarazarme,!
Ante esto, él rió ente dientes, aunque el sonido fue forzado. Odiaba que ella sufriera tanto dolor y quería tomarlo el mismo. Edward le limpió la frente con la mano suavemente.
—Imagínate, mi amor. Pronto daremos la bienvenida a nuestro hijo al mundo.
Aquellas palabras hicieron que la paz se colocara sobre sus rasgos.
—Sí. Daremos la bienvenida a nuestro hijo. —Otra contracción la golpeó y ella gritó—. Si no se da prisa, yo personalmente lo haré salir. —Mientras el dolor se desvanecía, ella soltó un aliento, luego otro, y se recostó sobre la cama.
—¿Ya no te duele? —le preguntó con esperanza.
—Un poco. —cerrando los ojos, ella pronunció un cansado suspiro—. No puedo creerlo. Estoy a punto de ser madre.
—La vida es buena. ¿Te he dicho alguna vez que el Sumo Sacerdote Druinn predijo que nuestro primer hijo gobernaría algún día Imperia?
—No. —El pensamiento la complació. Ella, una mujer antaño corriente y tímida estaba a punto de dar a luz a un futuro rey—. Es tan increíble.
—Fácilmente puedo imaginarme a nuestro muchacho sentando en el trono real. Será conocido por su bondad, siendo un rey con tal imparcialidad que rivalizará con la de su madre.
Excepto que, quince minutos más tarde, Edward daba la bienvenida a su hija al mundo —una niña que algún día gobernaría Imperia, comprendió. Que.... asombroso.
Sosteniendo al hermoso infante que lloriqueaba entre sus brazos, Bella hociqueó el cuello del bebé, canturreando suaves palabras.
—Finalmente —dijo ella—, una dirigente extrañamente inteligente.
Edward estaba inmóvil, la conmoción todavía recorriéndolo por las venas.
—Un soberano femenino, —susurró.
Bella alzó la vista y lo miró a través del escudo de sus largas pestañas.
—¿Estás decepcionado de que no tuviéramos un hijo?
—No, dulce. —Él sonrió y la miró con todo el amor que sentía brillando en sus ojos—. Nunca he sido más feliz.
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