EL ESCLAVO DEL PLACER.....(+18)

Autor: Monche_T
Género: + 18
Fecha Creación: 06/01/2013
Fecha Actualización: 26/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 18
Comentarios: 123
Visitas: 69762
Capítulos: 25

"FINALIZADO"

 

Cuando la anticuaria de Santa Fe Isabella Swan  fue curiosamente dirigida a comprar un abollado joyero, nunca hubiera imaginado que este contendría su propio y personal esclavo para el amor. Especialmente el alto, oscuro, pecaminoso y guapo Edward (un hombre difícil de resistir, decidido a cumplir todos sus deseos). Aunque Edward era un pícaro tanto en la batalla como en el dormitorio, hacer el amor a Bella no se parece a nada qué haya conocido. Sin embargo, revelar la verdad de su corazón podría romper el hechizo de siglos de antigüedad y separarlos para siempre. Y Edward haría lo que fuese por quedarse como amante de Bella..… aún siendo un esclavo por toda la eternidad.

 

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es una adaptacion del libro "The pleasure Slave" de Gena Showalter.

 

Mi otra historia: "No me olvides" http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3552

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Capítulo 16: CITA DOBLE

DEDICADO ESPECIALMENTE PARA

CARO, KIMBERLY, SPCULEN, NEMESIS, JENNI, BELLSSWAN, KDEKRIZIA

 

 

 

REGLA 14: Viste siempre como complazca a tu Ama. Si ella desprecia la ropa, debes permanecer desnudo

La mañana del sábado amaneció fría, pero hermosa. El aire danzaba con el viento de principios de primavera, los pájaros canturreaban en los árboles e impacientes flores intentaban valientemente brotar.

Dentro de la casa de Bella, las velas brillaban con llamas perfumadas de vainilla. Los mostradores recién pulidos resplandecían intensamente en la cocina y un caliente e invitador aura lo envolvía todo como una vieja y consoladora manta.

Bella estaba a punto de vomitar.

El café no le había ayudado. Nada le había ayudado

Ayer, finalmente, había encontrado el coraje para invitar a Jacob a cenar. Al principio, le dijo que no. Entonces ella se ofreció a pagar. Aun así, él rehusó. Sólo la amenaza de la furia de su —hermano— había influido en que, por fin, estuviera de acuerdo. La clara renuencia en su voz cuando finalmente dijo que sí —un extraño rechinar que indicaba claramente que no quería cenar con ella— había herido su orgullo.

¿Es que era tan indeseable que tenía que amenazar a un hombre para que comiera con ella?

—¿Qué vas a ponerte? —le preguntó su hermana alegremente. Rosalie había llegado hacía sólo unos minutos para ayudarle a arreglarse—. Hoy es el gran día.

—No lo sé, —contestó ella—, pero no puedo ponerme nada hasta que no encuentre mis zapatos negros. —Con los labios apretados y frunciendo el ceño, buscó desesperadamente a través del mar de maquillaje que había encima del mostrador, y luego entre el montón de ropa que había en el suelo. En estos momentos, sólo llevaba puesto su nuevo sujetador y las bragas a juego, hechos con un material opalescente que recogía los diferentes tonos de luz. El color le recordaba a los ojos de Edward—. ¿Los has visto? He mirado por todas partes. Tienen que estar por aquí.

—Cálmate, cálmate. —El tono tranquilo y apacible de Rosalie, no logró penetrar la coraza de pánico que la envolvía—. Yo los encontraré.

—¡Se supone que él estará aquí en una hora y dos minutos, y yo no puedo encontrar mis zapatos! No estoy vestida, y mi pelo está hecho una mierda. ¿Qué me clame dices? ¡No pienso hacerlo!

Rosalie la sujetó por los hombros, obligándola a detener su frenética búsqueda.

—Es una cita, Bellaes, no una ejecución. Respira. Eso es. Ahora, poco a poco, suelta todo el aire. Buena chica.

—¿Qué hago? —Bella se frotó las sienes, intentando alejar un creciente dolor de cabeza—. Las citas son estúpidas. Los hombres son estúpidos. No debería estar haciendo esto. ¿Por qué lo hago?

—Porque buscas un hombre que comparta la vida contigo.

—Oh, Dios. —De pronto, la enormidad de la situación la golpeó. Con los ojos muy abiertos, Bella corrió hacía el cuarto de baño, cubriéndose la boca con las manos. En el lavabo, se encorvó y vació todo el contenido de su estómago. Rosalie estuvo detrás de ella en un instante, sujetándole el pelo.

¿Por qué se ponía ella misma en esta situación?

Bella odió el hecho que su hermana y Edward siguieran con esto. La afortunada pareja sería testigo de todas sus meteduras de pata. Ella ya se imaginaba derramando sobre su vestido la sopa de verduras, consiguiendo que las espinacas se le quedaran entre los dientes o que el papel higiénico se pegara a sus zapatos... no a sus zapatos negros, claro, porque no sabía dónde infiernos estaban.

Con los ojos cerrados, se frotó las sienes. Incluso aunque Edward le había ayudado a aprender a coquetear, no estaba realmente segura de lo que debía hacer o decirle a un hombre. Durante toda la mañana, sus viejas inseguridades habían resquebrajado su resolución, y ahora luchaban por la dominación completa. Iba a hacer el ridículo; lo sabía. Sorprendentemente el pensamiento de su insensatez no le molestaba tanto como el pensamiento de Rosalie y Edward implicados románticamente. Los dos eran tan guapos, tan perfectos juntos, que no podían comprender como de estúpida, estúpida, estúpida, era esta doble cita.

Bella odió los celos que sentía por su maravillosa hermana mayor, la mujer que prácticamente la había criado, pero no tenía ningún control sobre sus emociones en lo que a Edward concernía.

Agotadas su confianza y sus fuerzas, se derrumbó en el frío suelo de azulejos, se abrazó las rodillas y miró desconsolada a Rosalie.

—No puedo hacerlo. No puedo. Ni siquiera estoy segura de que me guste Jacob el Débil, —admitió ella.

—¿Jacob el Débil?

—Es como lo llama Edward.

Una mordaz diversión brilló en los ojos de Rosalie.

—Me pregunto por qué.

—Eso es algo que sólo sabe Edward, —terminó ella sin convicción.

—¿Celoso?

—No.

—¿Protector?

—Absolutamente. —Ella se hundió más profundamente contra el suelo—.Y por eso, él y Jacob no se llevan muy bien.

—Bien, entonces, llama a Jacob y dile que no puedes hacerlo. Así, Edward y tú podéis pasar aquí la tarde y explorar ese lado protector suyo.

Gimiendo, ella se tapó la cara con las manos. ¿Realmente quería abandonar, admitir la derrota antes incluso de que la cita empezara? No estaba segura. Si sólo, aunque fuera remotamente, estuviera atraída por Jacob, la cita podría parecer más llevadera. Pero noooo, ella sentía lujuria por un hombre que haría que los supermodelos babearan por su belleza.

—No, —dijo finalmente a su hermana—. Estoy bien. Quiero hacerlo. Tengo que hacerlo.

—Bien. —Rosalie le dio una fría y húmeda toalla—. Recomponte, y luego te maquillaré.

Bella usó el paño para limpiarse la boca y se levantó. Sus rondillas flaquearon al principio, pero se apoyó contra el lavabo para mantener el equilibrio. Una vez estable, se cepilló los dientes y salpicó agua fría sobre su cara.

—Venga vamos, —dijo Rosalie cuando terminó—. Tienes que vestirte.

—No antes de que encuentre mis zapatos. —Encontrar aquellos condenados tacones negros se había convertido de pronto en el mayor objetivo de su vida.

—Estarán por aquí cerca. Que no cunda el pánico. Los encontraremos.

Lo buscaron entre las dos y diez minutos después, Rosalie los encontró metidos dentro del cesto de la ropa sucia. Ella suspiró aliviada.

—¿Cómo acabaron ahí? —preguntó Rosalie, sosteniéndolos entre dos dedos.

—Debería estar distraída, —admitió Bella—, porque no lo recuerdo. —Ahora que sus zapatos estaban en su sitio, se concentró en la ropa. Lamentablemente, nunca se había probado sus nuevos vestidos para Edward, así que no tenía ni idea de si, en realidad, le quedaban bien. De todos modos, los cogió.

—Pensé en llevar esto. —Ella le enseñó un rizado suéter rosa y una larga falda estampada con flores.

Con una mueca, Rosalie negó con la cabeza.

—Es una cita, Bellaes. No espantes al hombre fingiendo ser una nube de algodón de azúcar. De todos modos, ¿dónde conseguiste estas cosas?

—Edward las eligió.

Su hermana hizo rodar los ojos.

—Te lo juro, si parece comestible, seguro que los hombres lo compran.

—Dios, necesito una copa de vino, —se lamentó Bella—. El estrés de este día va a matarme.

—Bébete la botella entera. Encontraré un conjunto que hará que Edward... y de paso, Jacob...babeen.

—¿Qué haría yo sin ti, Rosalieie?

—Pasearte por ahí como una empalagosa nube de algodón de azúcar, eso es lo que harías.

Vestido sólo con unos calzoncillos blancos de algodón, Jacob Gallow dobló sus escasos bíceps frente al espejo de cuerpo entero que colgaba de una pared de su dormitorio. Un marco perfecto para su Art-decó y negras lámparas de pie.

—Soy un hombre. Un tigre, —dijo él con prudencia.

Su cita con Bella comenzaría pronto. Cuando ella lo había llamado y le había pedido que cenara con ella—y él había aceptado—su sistema nervioso había dado volteretas en el aire a una gran velocidad. Lamentablemente, ahora parecía tener colmenas en el estómago. Jamás se había sentido cómodo con las mujeres y por eso no tenía mucha práctica en salir con ellas. Sus nervios le impedían actuar según sus deseos.

Pero Bella le gustaba. Ella le hacía sentirse cómodo.

Su hermano lo asustaba como el infierno.

Al principio, cuando se mudó al lado de la casa de Bella, apenas la notó. Pero cada mañana, cuando preparaba sus plantas para los intensos rayos veraniegos, la veía salir para el trabajo, y cada tarde, mientras fertilizaba y quitaba las malas hierbas de su jardín, la veía regresar. Y cada vez que la veía, más atraído se sentía por ella. No estaba seguro de cómo era posible, pero ella se había vuelto más y más bonita hasta que su imagen llenó constantemente su mente.

Pequeñas cosas en ella le gustaban. El vivaz brillo de sus ojos. La forma en que su pelo se rizaba en las puntas. La delicadeza de sus muñecas. Él había querido acercarse y hablarle muchas veces y, de hecho, casi había reunido el coraje un par de veces. Pero siempre perdía el valor antes de llegar a su casa, y regresaba corriendo a la suya.

Entonces la había visto escondida detrás de sus arbustos, tan nerviosa como él mismo, y decidió ir a por todas. Y casi había sido asesinado en el intento por su hermano. Jacob no se consideraba un hombre fuerte o, al menos, aún no se consideraba un hombre fuerte. Pero leyendo libros de autoayuda, llegaría a ser un hombre más positivo.

Cuando Bella le había pedido salir, se sintió atontado. Y aterrorizado. Muy, muy aterrorizado. No sólo porque había tenido muy pocas citas en su vida, sino porque encolerizar a Edward podría significar su muerte. Él nunca había visto una expresión tan feroz, o un hombre tan intimidante. Edward, obviamente, amaba a su hermana y, como cualquier hermano fiel, la protegería y aplastaría a cualquiera que le hiciera daño.

Pero hoy, Jacob la tendría toda para él. Y ya se aseguraría de no hacerle nada que pudiera contarle a Edward y que lo enviaría sobre él como un gigantesco Hulk lleno de rabia. Entonces pensó, ¿Y si actuaba de forma descortés? ¿Qué le haría Edward?

—Si Edward hace alguna gilipollez, lo aplastaré como a un bicho. —dijo flexionando de nuevo sus músculos—. Soy un hombre, —repitió—. Un tigre. Ninguna mujer puede resistirse a mí.

Espera. Jacob hizo una pausa. No era así. Frunciendo el ceño, caminó a zancadas hasta su mesita de noche y levantó la copia de Suelta al Tigre de tu Interior. Buscó a través de las desgastada páginas, encontró el capítulo cuatro y leyó,

—Deja a tu mantra ser un hombre. Un tigre. Una fuerza irresistible de la naturaleza a la que ninguna mujer puede resistirse.

Con un asentimiento, tiró el libro sobre las sábanas negras de seda.

—Soy una fuerza irresistible de la naturaleza a la que ninguna mujer puede resistirse. —Rociándose con colonia afrodisíaca, recogió las tarjetas de sonetos, elogios y temas que había hecho para ser capaz de mantener una conversación fluida.

¿Cómo podía no gustarle a Bella?

Le echó otro vistazo a su reflejo y luego gruñó por lo bajo.

—Soy un hombre. Un tigre.

Bella estaba de pie en su dormitorio, bebiendo a sorbos una copa de vino. Lamentablemente, el alcohol no hizo nada para disminuir su terror ante la próxima cita.

—Intenta con el ligero vestido verde menta, —dijo Rosalie.

Una especie de incertidumbre la invadió, y sus cejas se arquearon hacia arriba.

—¿Crees que es lo suficientemente sexy?

—Oh, sí. —asintió Rosalie, con una segura sonrisa levantando las esquinas de sus labios—. Mojarán el suelo con sus babas.

Riendo por primera vez en ese día, Bella se puso el vestido por la cabeza y lo alisó sobre su sujetador y bragas.

—Te queda perfecto. —Rosalie asintió con aprobación y colocó un mechón de pelo sobre su hombro—. Ahora ve a enseñárselo a Edward. Le encantará.

La diversión de Bella se transformó en impaciencia mientras se dirigía a la sala de estar. ¿Qué pensaría Edward de ella con un vestido? ¿Le sonreiría y le diría que estaba hermosa? Oh, por supuesto que sí, ya que él había querido verla con un vestido desde su primera noche juntos. De hecho, ya se podía imaginar el destello de apreciación en sus ojos.

Y a Jacob también le gustaría, desde luego.

Edward estaba tumbado sobre los cojines color esmeralda y rubí del sofá. Parecía Ares, el dios griego de la guerra, antes de una batalla, listo para abatir a los que lo

desafiaran, pero esperando pacientemente el momento perfecto para actuar. Todo lo que le faltaba a la escena, era una joven esclava que lo abanicara.

Ella tembló y tuvo que detenerse a sí misma antes de gritar al cielo, yo quiero el trabajo.

—¿Qué opinas? —preguntó ella.

Ante el sonido de la voz de Bella, Edward levantó la cabeza y la estudió detenidamente de arriba a abajo. Con un dedo, hizo un movimiento circular para que girara. Ella hizo como le ordenó.

—Otra vez, —dijo Edward, queriendo echar otra ojeada a la parte posterior de Bella. Su ingle se apretó por la necesidad. Por Elliea, era hermosa, más allá de toda comparación. Pero el pensamiento de que llevaba un vestido tan sexy para otro hombre —nada menos que un vestido que él había escogido—envió una afilada y cortante punzada de posesividad a través de él. Ella no llevaría ese vestido para Jacob el Débil.

—¿Y bien… qué opinas? —Expectante e impaciente, ella giró por tercera vez.

—Es demasiado largo, —dijo él con un matiz aparentemente perezoso.

La confusión se reflejó en su cara, y ella examinó la longitud de su vestido. Hizo una pausa.

—¿Demasiado largo?

—Sí.

—Tal vez no notaste el hecho de que llevo un vestido.

—Lo noté.

—¿Y? ¿Es todo lo que tienes que decir?

—Deberías cambiarte. —Luego, con un movimiento perezoso en desacuerdo con el peligroso fuego en sus venas, se metió una uva en la boca.

Bella se obligó a ignorar la punzada de deseo que esa acción le causó y regresó a su cuarto, anunciación,

—¡Lo odia!

—¡Hmmmm! —Una mueca se formó en la boca de Rosalie—. ¿Estás segura?

—Estoy segura.

—Bueno, prueba con éste.

Oh, sí, pensó ella, mirando el ceñido vestido rojo. Perfecto. Edward había parecido haber estado particularmente fascinado por él en la pequeña tienda de moda, Así que deslizó por su cuerpo la ceñida tela hasta que ésta abrazó cada curva. Sabiendo que esta vez recibiría un elogio, volvió deprisa a la sala de estar.

—Bueno, ¿Y éste?

De nuevo él la miró de arriba y abajo. Un músculo se marcó en su mandíbula, que se hizo más visible por segundos.

—Demasiado rojo.

—¿Demasiado rojo?

—Tu oído es excelente.

—No me lo puedo creer. —Ella lanzó sus manos al aire—. ¿Crees que mi vestido es demasiado rojo? ¿Es lo único malo que ves en él?

—Lo que pienso de ese vestido no puede describirse con meras palabras.

Frunciendo el ceño ahora, ella salió furiosa de vuelta a su dormitorio.

—¿Qué tiene ese de malo? —le exigió Rosalie.

—Dice que es demasiado rojo, —contestó Bella, imitando el tono soy-el-amo-del-universo de Edward . La siguiente vez que entró en la sala de estar, llevaba un traje de vestir negro, completado con un pañuelo en el cuello. No era rojo, y no era largo. Era el epítome de la elegancia.

Sin embargo, justo antes de que pudiera preguntarle su opinión, él levantó una ceja y dijo,

—Demasiado serio.

Cuarenta y cinco minutos más tarde, Bella quería ahogar a Edward con el montón de ropa que había rechazado. Modelo tras modelo, ella oyó una gran variedad de quejas.

—Demasiado verde. Demasiado escotado. Demasiado suelto. —Hasta que finalmente escuchó—. Demasiado… No llevarás eso, Bella. Lo prohíbo.

Profundamente irritada ahora, ella volvió sobre sus pasos, pisando con fuerza. Se puso una falda que le llegaba a la mitad del muslo y se lanzó de vuelta a la sala de estar.

—¿Y éste?

—Demasiado corto. ¿Puedo sugerir que elijas una mejor selección la próxima vez?

—Tú elegiste todo lo que te he mostrado. ¿Recuerdas nuestro pequeño paseo al centro comercial?

Él se encogió de hombros como diciendo, Tu deberías ser capaz de elegir mejor tu maldita ropa.

Perpleja, ella y Rosalie saquearon el contenido de su armario entero, quejándose de esa plaga conocida como—hombre—. Bella barajó brevemente la posibilidad de

ponerse el vestido verde y naranja de los años sesenta que Edward había encontrado la primera noche que apareció, pero ella no quiso asustar a los niños pequeños. Al final, se decidió por una falda floreada de color lavanda y una blusa de cuello cerrado a juego, las cuales combinaban con su sujetador y bragas. El conjunto se pegaba a sus curvas y se balanceaba cuando andaba. No era su primera opción, pero por Dios que sería la última.

Se dejó el pelo suelto sobre los hombros y, por primera vez en su vida, se aplicó suficiente maquillaje como para conseguir que las acciones de la empresa de cosmética subieran. Con las delgadas correas de sus sandalias atadas en su lugar, voló hasta la sala de estar por última vez.

—No digas ni una palabra sobre mi conjunto, —le ordenó a Edward, enganchando su pelo detrás de las orejas.

De nuevo, él se encogió de hombros, pero su ardiente mirada dio a entender lo suficiente. ¡Le gustaba el conjunto! El placer ahuyentó su mal humor, y la confianza brotó en su pecho.

Rosalie le echó una mirada tipo por qué-te-has-comportado-como-un-asno, y luego dirigió su atención a Bella.

—Estás que quitas el sentido, Bellaes. Simplemente impresionante. No dejes que la opinión de un idiota demente te haga pensar lo contrario.

—Creo que ella es encantadora, —dijo Edward—, se ponga lo que se ponga.

Bella sonrió ante su cumplido.

Rosalie estaba radiante con su sofisticado traje-pantalón negro. Su oscuro pelo estaba recogido en un alto y sencillo moño. Edward, tan sexy como siempre, llevaba un par de vaqueros que se ceñían sobre sus musculosos muslos, y una camisa negra con el primer botón del cuello desabrochado, revelando esa deliciosa piel que le gustaría probar en vez de mirar. Su boca se hizo agua, y ella se estremeció

El timbre sonó a través de la casa.

—Es él. —Al instante las mariposas aletearon dentro de su estómago. Incluso su deseo por Edward fue ensombrecido por su miedo. Cálmate, se ordenó. Pero eso no le ayudó. Todavía temblando, ella se alisó el pelo, inspiró profundamente y caminó despacio hacia la puerta. Puedo hacerlo. Abrió la puerta y una fría brisa la golpeó.

—Lo siento, llego tarde, —dijo Jacob, ofreciéndole una tímida sonrisa—. Perdí la noción del tiempo.

Ella le devolvió su sonrisa con una propia.

—Estás perdonado.

Con sus pantalones grises y la camisa de etiqueta blanca, él parecía dulce y tímidamente encantador. Y aún así, verlo no le afectó en absoluto. Soy idiota. Es perfecto para mí. Le daré una oportunidad.

—Estás muy elegante, Jacob.

—Como tú. Pareces... —Él bajó la mirada hasta sus manos, y Bella juraría que lo oyó murmurar—soy un tigre—. Luego él se dejó de tonterías y le dijo—. Eres como el más raro de los cactus que florece con un rosado rubor sólo una vez al año.

—Yo... gracias.

—¿Estas lista?—le preguntó, con los ojos brillando por el orgullo, como si acabara de subir una montaña sin una cuerda y hubiera sobrevivido. Él se inclinó sobre ella, y el fuerte olor de su colonia llegó hasta las ventanas de su nariz—. He estado esperando este momento desde que me llamaste.

Edward decidió en ese momento aparecer detrás de ella e, inconscientemente, se reclinó sobre él.

—Estamos listos, —gruñó él.

Al instante, la cara de Jacob se volvió blanca, dejándolo pálido como un muñeco de cera. Confuso.

—Uh… ¿nosotros?—preguntó él.

—Jacob, —dijo Bella, con la esperanza de calmarlo—, ya conoces a Edward, quien ha prometido no morderte.

De ser posible, la cara de Jacob se volvió más pálida.

—Sí, ya lo conozco.

Poco a poco, él se echó hacia atrás.

—Y esta es mi hermana, Rosalie, —dijo Bella señalando con la mano hacia su hermana.

—Encantada de conocerte, Jacob. —Rosalie avanzó con una sonrisa sexy tipo cae-rendido-a-mis-pies.

Y Jacob cayó en el acto. Perdido en la cruda feminidad que Rosalie irradiaba, la estudió durante un silencioso momento, con los ojos medio cerrados por la admiración. Entonces, recordando que Edward también era el hermano de Rosalie, se angustió de nuevo y estiró de su corbata azul a rayas. Tragando, volvió a mirar a Bella.

—¿Dijo tu hermano que estamos listos?

—¿Hermano?—preguntó Rosalie.

—Pensé que sería agradable que mi familia se nos uniera, —lanzó Bella, con un vistazo de advertencia a su hermana. ¿Qué más podría decir? Ah, a propósito, Rosalie.

Mentí y le dije que todos somos familia. O, Jacob, querido, ellos me obligan a llevarlos—. Espero que no te importe, —terminó diciendo.

—Quizás deberíamos dejarlo para otro día, —dijo él—. Quiero decir que...

—¡No! —Bella no estaba segura de poder sobrevivir a otra mañana llena de nervios—. Hoy es perfecto. Nos lo pasaremos muy bien. —Eso espero.

Rosalie se interpuso entre ellos y pestañeó hacía Jacob.

—Por favor, llámame Rosalieie. Todos lo hacen.

—No estoy seguro que esto sea una idea buena, —comenzó Jacob de nuevo—. Tengo una reunión mañana temprano y necesito...

Edward lo cortó antes de que pudiera continuar.

—Basta de conversación. —Un leve fulgor de advertencia acompañó a sus palabras—. Nos marchamos ahora. Y tú vendrás con nosotros. ¿Entendido?

Con una mezcla de horror y miedo, Jacob simplemente asintió con la cabeza.

—Jacob, —dijo Rosalie, rompiendo la creciente tensión—. Me encantaría acompañarte en tu coche.

—Una idea excelente, —dijo Bella, desesperada por un respiro. Cualquier tipo de respiro—. Vosotros tres seguid adelante. Yo tengo que apagar las luces. —Se alejó antes de que ninguno de ellos pudiera protestar. Cuando oyó el golpe de las puertas del coche cerrarse, ella inspiró una bocanada de aire. Puedo hacer esto. Puedo hacerlo.

 

HOLA CHICAS ¿COMO ESTAN?, AQUI LES TRAIGO OTRO CAPITULO, ¿QUE LES PARECIO? JAJAJA VERDAD QUE ESTUVO DIVERTIDO, EL PROXIMO CAPITULO SERA EL DECISIVO, SE LLAMARA "SENTIMIENTOS" EDWARD MARCARA SU TERRITORIO Y DEJARA MUY EN CLARO A PETER EL DEBIL QUIEN ES EL HOMBRE PARA BELLA.

GRACIAS POR SUS COMENTARIOS, NO SABEN COMO ME MOTIVAN A CONTINUAR. MUCHAS GRACIAS DE TODO CORAZON.

NOS VEMOS MAÑANA. LES MANDO UN FUERTE ABRAZO DESDE MEXICO. :)

Capítulo 15: ROALIE = PROBLEMAS Capítulo 17: SENTIMIENTOS.

 
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