EL ESCLAVO DEL PLACER.....(+18)

Autor: Monche_T
Género: + 18
Fecha Creación: 06/01/2013
Fecha Actualización: 26/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 18
Comentarios: 123
Visitas: 69760
Capítulos: 25

"FINALIZADO"

 

Cuando la anticuaria de Santa Fe Isabella Swan  fue curiosamente dirigida a comprar un abollado joyero, nunca hubiera imaginado que este contendría su propio y personal esclavo para el amor. Especialmente el alto, oscuro, pecaminoso y guapo Edward (un hombre difícil de resistir, decidido a cumplir todos sus deseos). Aunque Edward era un pícaro tanto en la batalla como en el dormitorio, hacer el amor a Bella no se parece a nada qué haya conocido. Sin embargo, revelar la verdad de su corazón podría romper el hechizo de siglos de antigüedad y separarlos para siempre. Y Edward haría lo que fuese por quedarse como amante de Bella..… aún siendo un esclavo por toda la eternidad.

 

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es una adaptacion del libro "The pleasure Slave" de Gena Showalter.

 

Mi otra historia: "No me olvides" http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3552

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Capítulo 23: LUCHANDO POR AMOR.

HOLA CHICAS LES TENGO UNA NOTICIA QUE NO LES QUISE DECIR AYER

ESTE ES EL CAPITULO FINAL

 

 DEDICADO ESPECIALMENTE PARA TODAS LAS CHICAS QUE SE HAN TOMADO EL TIEMPO DE LEER ESTA HISTORIA

 

 

REGLA 20:Tu mayor satisfacción será saber que tu Ama está contenta

 

IMPERIA……………

—Ven.

Él oyó la llamada de Tanya y obedeció sin vacilar. Apareció en su dormitorio. Las paredes, la cama, el suelo, todo era blanco, tal y como lo recordaba. De igual forma, su corazón era tan negro como lo recordaba.

—Tanya, —dijo suavemente, lánguidamente.

—Sí. —Ella sonrió, desnuda y preparada frente al hogar. Las llamas ardían tras de ella, iluminando su cuerpo con un halo de ámbar encendido—. Estoy aquí, mi mascota. Mi maravilloso esclavo.

—He estado esperando tu llamada, —le dijo, y ella percibió la verdad en su tono.

Su sonrisa creció.

—Ya te dije que Bella no significaba nada.

—Sí, lo dijiste.

Con eso, sus ojos se suavizaron.

—Eres mío de nuevo.

—Eso parece.

—Ven aquí y dame la bienvenida con un beso.

Él lo hizo, odiando cada paso que lo atraía más cerca. Cuando la alcanzó, ella ahuecó su cara entre las manos y le obligó a bajar la cabeza. Sus labios se unieron y él odió su gusto, su olor. La forma en que su boca se movía contra la suya. La forma en que sus dientes se rozaban. Cuando su respuesta no contó con su aprobación, ella se retiró, entrecerrando los ojos.

—Te haré olvidar a esa mujer aunque eso te mate.

Edward se distanció, también, y cruzó los brazos sobre su pecho. Estaba preparado, más que preparado, para coger por fin su destino entre sus propias manos.

—Primero tengo algo que decirte.

Impaciente, ella tiró de su camisa hasta que su pecho fue expuesto y pudo lamer sus pezones.

—¿Y qué es, esclavo?

Él soltó un gemido forzado, una emoción que no sentía, y observó cómo sus ojos se abrían con esperanza. Él afianzó su resolución.

—Yo amo…

—Sí, —tanteó ella—. Dime. —Sus uñas rasparon su pecho—. Dime a quién amas. He esperado una vida entera para oírte decir estas palabras.

—Yo... amo... a Bella.

Tres palabras que una vez pensó imposibles de pronunciar. Tres simples palabras que, de repente, se habían vuelto reales y lo llenaban de una emoción que nunca había conocido antes. Él inhaló bruscamente, sintiendo que su corazón se elevaba con la fuerza del amor que acababa de declarar.

Amaba a Bella. Ella lo hacía fuerte, no débil. Ella no intentaba dominarlo, si no simplemente devolverle su amor.

—Amo a Bella, —dijo de nuevo.

Y el hechizo con el que Tanya lo mantuvo atado durante tanto tiempo se rompió.

El aire a su alrededor giró y lo empujó con fuerza hacía atrás, contra la pared. Sintió el chasquido de invisibles cintas en su cuello y muñecas romperse, y toda obligación a ser dócil y complaciente, levantarse de sus hombros. Él se inclinó, bramando con todo el aire de sus pulmones. Y cuando se enderezó, supo que era libre.

¡Libre!

El conocimiento no le proporcionó ninguna alegría. Sólo un doloroso recuerdo de que estaba sin Bella.

Tanya gritó con rabia y se arrojó sobre él, golpeando y dando patadas.

Lo que debería ser una masa de dientes, puños y uñas eran sólo los golpes de una criatura para ser compadecida. Él reconocía su agonía, porque experimentaba la suya propia.

Él suspiró mientras Tanya rabiaba. Y esperó. Sí, entendía la obsesión de esta bruja. Lo entendía tan bien que casi podía perdonarla. Casi.

—No descansaré hasta que hayas sufrido mil muertes, —escupió ella, luego se derrumbó en el suelo, llorando intensamente. Ya no lo poseería más, y no podía maldecirlo de nuevo, no ahora que su corazón conocía el amor verdadero.

—No te preocupes. Siempre sufriré, —contestó él—, ya que estoy separado de la mujer que amo. —Que ciertas eran aquellas palabras. Su vida no era nada sin Bella.

Él se dio la vuelta para alejarse de los sollozos de Tanya, cuando un sonido ensordecedor lo detuvo.

Percen, Sumo Sacerdote del Druinn, apareció en un remolino de viento, resplandeciente en su traje real turquesa y escarlata. La oleada de poder que trajo con él casi tiró a Edward al suelo. Él sintió el apretón del Sumo sacerdote sobre su brazo y se dio la vuelta para afrontarlo.

—Deseo tener unas palabras contigo, Edward. Pero primero… —Percen liberó a Edward y señaló con un dedo acusatorio a Tanya—. Debo tratar contigo. Eres una desgracia para nuestra clase.

—No, soy la mejor de nuestra clase, —gruñó ella, levantándose de golpe.

—Sigue hablando. Así sólo aumentarás tu castigo.

Su sonrisa arrogante y su aire satisfecho se esfumaron. Ella lo miró petrificada y agarró rápidamente su traje en una tentativa por cubrirse.

—¿Y qué pasa con Romulis? Él me ayudó.

—No. Él me ayudó distrayéndote, y creyó que podría salvarte en el proceso.

—Percen...

—Te dije que dejaras solo a este mortal. Te dije que los Destinos algún día lo devolverían.

Edward miró fijamente al hombre que lo había lanzado a través de las galaxias y se sintió… vacío. No podía odiar al hombre por haberle enviado a Bella, no más de lo que podía despreciar a Tanya, que sentía las flechas del amor con tanta ferocidad en su corazón. Todo lo que ahora quería era regresar con Bella.

—Percen...

Percen hizo callar a Tanya con una ondulación de su mano.

—No volverás a interferir en las vidas de los mortales. La Alianza es demasiado importante para nuestra clase. —Él levantó sus manos en el aire y pronunció un hechizo, muy parecido al del esclavo del placer que Tanya había pronunciado sobre Edward hace tanto tiempo.

Los ojos de Tanya se abrieron con horror mientras su cuerpo se volvía transparente y luego, como un zarcillo de humo, entraba en la misma caja que Edward había una vez ocupado. Percen levantó la caja.

—Se la daré al mortal Jacob, —dijo él, acariciando la tapa—. Te quiero lejos de mi hijo. Él debía mantenerte ocupada, —refunfuñó él—, no caer enamorado de ti. Tal vez algún tiempo alejado de ti le mostrará el error que ha cometido.

Percen suspiró, luego contempló a Edward.

—Espero que Romulis encuentre a su auténtica compañera de vida pronto. Quizás entonces libere a Tanya. Por ahora, ella debe aprender cual es su lugar. —Él puso nuevamente una mano sobre su hombro—. Te lancé un hechizo de destierro porque aún no era hora de que fueras liberado. ¿Me perdonas?

—Entiendo y perdono. —Y realmente lo hacía.

—El Druinn te dejará en paz.

—Espera, —dijo Edward precipitadamente—. Primero quiero pedirte un favor.

Percen hizo una pausa, con expresión cansada, luego asintió.

—Pide.

—Hay una mujer en el otro mundo, Bella. Te pido que me envíes de vuelta con ella.

Él negó con la cabeza.

—Tu lugar está aquí. Los siglos que soportaste en otros mundos aún no han pasado aquí. Para nosotros, te has ido sólo por unos ciclos. Estamos todavía a la deriva mientras la rebelión crece, y necesitamos líderes como tú para tranquilizar los ánimos de la gente. Lo siento, Edward, pero debes quedarte aquí. Ya ha sido profetizado que tu primer hijo un día gobernará Imperia.

Edward parpadeó, casi ahogándose con una oleada de anhelo.

—¿Mi hijo gobernará?

—Tu hijo terminará con la contienda entre nuestra gente. Para siempre. ¿Dejarías este planeta en guerra, simplemente por estar con tu mujer?

Parte de él gritaba que no. Otra parte gritaba Sí.

—Tráeme a Bella, entonces. Ella puede darme ese hijo, ya que no engendraré a un niño con ninguna otra mujer.

—¿Y si ella no quiere venir?

Él rechazó considerar tal posibilidad.

—Ella vendrá a mí.

Percen suspiró.

—Entonces te ofrezco lo siguiente... si pasas la siguiente estación luchando contra la rebelión y todavía deseas a esa mujer de otro mundo —y ella quiere venir a ti— te la traeré.

Sabiendo que no tenía otra opción, Edward asintió con la cabeza rígidamente.

LA TIERRA..........

—Bella, —dijo Rosalie con un suspiro. Ella se sentó en el borde de la cama de Bella, preocupada—. Edward te dejó. No puedes estar deprimida para siempre, descuidando tu vida y tu negocio, rezando para que él vuelva. Tienes que seguir adelante. Ningún hombre vale tal cantidad de sufrimiento.

—No lo entiendes, Rosalie, —contestó ella suavemente. Ella sabía que decirle adiós a Edward sería duro. Brutal, incluso. Había creído que estaría preparada. Pero esto… esto era la tortura más cruel, amar a Edward y vivir sin él. Él lo era todo para ella; sin él ella no tenía nada.

Ella siempre pensó en sí misma como alguien feliz. Pero jamás conoció la auténtica alegría antes de Edward.

La sombría oscuridad llenaba su dormitorio ya que las cortinas estaban echadas y las luces apagadas. Le gustaba de esa forma. Aquí, podía recordar; podía imaginarse a Edward en su mente, podía percibir un atisbo de su persistente olor sobre las sábanas y fingir que aún estaba aquí.

—Sólo vete, Rosalie, —dijo ella. Quería estar a solas con sus recuerdos. Tal vez si se concentraba lo suficiente, él aparecería.

No llores, se ordenó ella. Hagas lo que hagas, no llores. Una vez que empieces, nunca pararás.

—Ayer vi a Jacob, —dijo Rosalie.

—No me importa.

—No sé lo que le pasó, pero estaba radiante.

—No me importa, —dijo ella de nuevo.

Su hermana permaneció sin inmutarse.

—El negarte a salir de la cama no va a ayudarte. Miles de mujeres han sido abandonadas en todo el mundo. Tienes que levantarte y demostrar que puedes vivir sin él.

—Él no me abandonó. —Ella había oído cada palabra. Escuchó como Edward le dijo que viviera sus sueños, oyó su tácita declaración de amor. Se había marchado con Tanya para salvarla. Oh, como sufría por él, como le gustaría poder confesarle de nuevo su propio amor—. Lo obligaron.

Rosalie resopló.

—Aquel hombre era una montaña. Nadie podría obligarlo a hacer nada que él no quisiera hacer.

—Sí, ellos podían. —Con voz casi imperceptible, ella le contó toda la historia a Rosalie. Su hermana no la creyó, y ella no tenía fuerzas para convencerla.

Había cerrado su tienda durante toda la pasada semana. Simplemente no había tenido tiempo o energías para trabajar. Necesitaba a Edward, y cada momento que estuvo despierta lo pasó en casa, en la cama o en el ordenador, buscando información sobre magia y hechizos, algo, cualquier cosas que la condujera a Imperia.

A Edward.

Hasta ahora, sólo había encontrado vacío y desesperación.

Recuérdame, le había dicho él con voz triste.

—Le echo tanto de menos, —le dijo a su hermana, y una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla. Fue todo lo que necesitó para romperse. Ella sollozó y tembló con la fuerza de su dolor, con un torrente de lágrimas cayendo por sus mejillas, mojando la almohada.

Rosalie le acarició suavemente el pelo, abrazándola con fuerza y susurrándole palabras de consuelo.

Pero no había ningún consuelo para ella.

IMPERIA…..

El día anterior a que la estación requerida sin Bella pasara, los finos cabellos de la nuca de Edward se erizaron, advirtiéndole de que un adversario se acercaba. Él estaba sentado sobre un astado stag, la oscuridad rodeándolos a él y a sus hombres. Ya había luchado en muchas batallas, y sabía que muchas más estaban por venir. Era como si nunca hubiera abandonado este lugar, sus instintos de batalla seguían igual de agudos y afilados. Tal vez porque sólo quería a Bella de vuelta entre sus brazos, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por traerla hasta aquí.

Sabía que sus hombres se preguntaban por qué luchaba tan ferozmente, con más rudeza de lo que lo hacía antes. Sólo se lo había contado a su amigo, Roake, que había decidido luchar a su lado, ofrecerle su ayuda.

En un tono bajo, tranquilo, advirtió a su ejército que protegieran los flancos. El peligro estaba cerca, al acecho. La espada a su costado tarareaba de anticipación. Edward agarró la empuñadura, preparado. Oh, sí. Una batalla se avecinaba.

Un grito de guerra sonó —y no era suyo.

Los atacantes rebeldes saltaron de los árboles, con las armas levantadas en el aire, la única cosa visible en la noche. El combate comenzó segundos más tarde. La espada de Edward cortaba a través del aire, vibrando cada vez que entraba en contacto con la carne.

La energía recorrió sus venas. La batalla siempre tenía ese efecto en él, siempre incrementaban su fuerza. Aunque esta vez, su energía provenía de su deseo por estar con Bella. Este era su último día sin ella, si es que Bella quería venir con él. Tenía que creer que lo haría. De otra forma, su vida no valdría nada.

Él luchó como un hombre poseído. Oyó los gritos de los hombres heridos. La sangre de los rebeldes corrió como ríos carmesíes a lo largo del herboso campo. Los músculos en sus brazos le ardían, no recuperados por completo de las muchas batallas que había soportado durante los últimos ciclos, pero siguió luchando, blandiendo su arma con precisión mortal. Había demasiado en juego para rendirse ahora.

Cuando terminó con un hombre, otros dos más lo atacaron. Él dio un paso hacia atrás, bloqueando un golpe bajo y luego se abalanzó hacía delante, matando a su atacante de un solo y fluido golpe. Cuando se enderezó, algo apuñaló su espalda.

Instintivamente, se arrojó hacía la derecha, un movimiento que impidió que una daga traspasar el músculo y se hundiera hasta el hueso, salvándole la vida. Estremeciéndose mientras la nueva herida palpitaba en protesta, giró alrededor. Su combatiente sonrió abiertamente, sintiendo la victoria, y levantó los brazos. El metal plateado destelló a la luz de la luna cuando formó un arco hacia abajo.

Sin detenerse, Edward desenvainó las dagas que Bella le había regalado mientras giraba y apuñalaba hacia arriba. Contacto inmediato. Con un grito doloroso, el hombre se derrumbó.

Más hombres atacaron desde los árboles, y él y sus hombres siguieron luchando. No mucho después, Roake soltó un grito de victoria. Aplausos ruidosos, dichosos, cubrieron los persistentes sonidos de batalla, los gemidos de cientos de hombres tumbados heridos, tiñendo de sangre la hierba.

Edward se frotó con cansancio la cara, y luego miró fijamente el cielo. Ya había tenido bastante. Era la hora.

—Percen, —gritó, rezando para que el Sumo Sacerdote lo oyera—. No lucharé más hasta que cumplas con nuestro trato.

Bella estaba en la cama. Llevaba la misma camiseta y pantalones cortos que había llevado cada día desde que Edward se había marchado. Eran de él, y ella agradecía el pequeño consuelo que le proporcionaban. Había pasado otra semana sin Edward. Otra horrible semana, sola.

No dormía. Solo daba vueltas y vueltas, imaginándoselo.

¿Cuándo disminuiría este dolor terrible? Simplemente no lo sabía. Mientras abrazaba su almohada contra el pecho, ella escuchó el sonido de una voz a través de la casa. Se sentó de golpe, asustada.

—¿Deseas irte con él, muchacha? —Era la misma voz con acento escocés que había oído en el Rastrillo, cuando había comprado la caja de Edward.

No se hizo preguntas sobre su cordura. Simplemente gritó,

—¡Sí!

En cuanto pronunció la palabra, su mundo comenzó a girar y cerró los ojos con fuerza. Los colores se arremolinaron detrás de sus párpados, y algo zumbó en sus oídos. Cuántos minutos pasaron, no estaba segura. Por favor deja que esto sea real, pensó, intentando mantener su creciente esperanza.

Una eternidad más tarde, las vueltas cesaron.

Cuando abrió los ojos, tuvo que parpadear hasta que se adaptó a la brillante luz del sol. Estaba de pie sobre un manto de hierba blanca. Hombres medio vestidos caminaban a zancadas a su alrededor, sudorosos y sangriento. Algunos recién lavados. Ellos le dirigieron confusas miradas, pero no se acercaron a ella.

Un gran lago de agua increíblemente clara se entendía por gran parte de la tierra. Edward se apoyaba contra una brillante roca plateada, con los ojos cerrados mientras el agua caía en torrentes bajo su torso desnudo y sus piernas cubiertas por los pantalones.

Con un grito alegre, ella gritó su nombre,

—¡Edward!

Sus párpados se entreabrieron y él sacudió la cabeza, como si no creyera lo que veía sus ojos. Entonces saltó en movimiento. Corrió y la estrechó entre sus brazos

—¿Estás aquí? ¿Realmente estas aquí?

—Estoy aquí, estoy aquí. —Las lágrimas quemaban sus ojos, pero eran lágrimas de felicidad.

Él la abrazó con tanta fuerza que casi perdió el aliento.

—Bienvenida a Imperia, pequeño dragón, —susurró él en su cuello.

Frías gotitas de agua empaparon su ropa, pero a ella no le importó. Enlazó sus brazos alrededor de su cuello y se apretó más contra él.

—Te he echado tanto de menos. Mi casa está vacía sin ti.

Él se apartó un poco de ella.

—No puedo volver contigo, Bella. Nunca podré.

Bella pensó en Rosalie. La echaría de menos, pero sabía que su hermana estaría bien sin ella y esperaba que algún día la comprendiera.

—Me gustaría quedarme contigo. Si quieres.

—¿Si quiero? —Con otro grito de placer, él inundó su cara de besos y caricias—. Moriría sin ti. Te amo tanto que me duele.

Los hombres a su alrededor los vitorearon ruidosamente y Bella se fijó en la sonrisa de un hombre. Él era alto, tan alto como Edward, con una cicatriz que cruzaba el lado izquierdo de su cara. Ella no pudo menos que devolverle la amplia sonrisa.

—Quiero hacerte mi compañera de vida, —dijo él—. Quiero darte mis hijos. Puedes incluso abrir una tienda en el mercado y toda Imperia vendrá a comprar tus mercancías.

—Sólo hay una cosa que necesito, Edward, y esa eres tú. —Su alegre sonrisa creció mientras ella lo miraba a los ojos. Jamás se había sentido tan completa y llena—. Formas parte de mí y no quiero vivir sin ti. A tu lado soy feliz.

—Creo que siempre estuvimos destinados a encontrarnos el uno al otro. —Dijo Edward ahuecado su cara entre sus manos—. ¿Estás dispuesta a dejarlo todo por mí?, —dijo él, intimidado por aquel hecho.

—No, simplemente estoy dispuesta a coger lo que más me importa.

—¿Y qué es lo que más te importa, Bella? Como tú, necesito las palabras. ¿Qué es lo que más te importa?

—Mi lección final, por supuesto.

Él se quedó inmóvil. Eso no era lo que había esperado, pero claro, ella siempre hacía lo inesperado. Él le devolvió la sonrisa.

—Mejor me cuentas en qué consiste esa última lección.

Ella lo miró fijamente a través de los párpados entornados.

—Pues, ser felices para siempre.

—Haré algo mejor que eso. —Su mirada nunca se apartó de la suya—. Me daré a ti para siempre, mi belleza, mi dragón. Te doy mi amor, todo mi corazón y mi alma. Te doy mi nombre y mis hijos.

—Te amo, Edward.

—Por Elliea, podría vivir sólo con esas palabras. Yo también te amo. —Bella lo hacía más fuerte, lo complementaba de una forma hasta ahora desconocida para él. No podía respirar sin ella, no podía funcionar sin ella a su lado—. ¿Vas a unir tu vida a la mía, a tener a mis hijos? —le preguntó dejando caer suaves besos como mariposas sobre su cara.

—Ah, será un placer. —Lágrimas de felicidad asomaron a sus ojos y su barbilla tembló ligeramente.

—Y el mío también. Siempre seré tu esclavo del placer. Siempre.

—¡Um!… —Ella rozó sus labios con los suyos—. Eso es todo lo que una chica puede pedir.

 

FIN

 

 

¿LES GUSTO CHICAS? JAJAJAJA SOY MALA POR NO DECIRLES AYER QUE HOY ERA EL CAPITULO FINAL PERO QUERIA QUE FUERA SORPRESA, MAÑANA SUBIRE EL EPILOGO. ¿LES GUSTO EL FINAL DE TANYA? EL PEOR CASTIGO FUE QUE SERA ESCLAVA DEL PLACER DE JACOB EL DEBIL JAJAJAJA ¿GENIAL NO? UNA CUCHARADA DE SU PROPIA MEDICINA.

AHORA QUIERO PEDIRLES UN ENORME FAVOR EL DIA DE AYER ADTRIDCANALESD@YAHOO......ME ESCRIBIO UN MENSAJE QUE LA VERDAD ME IMPRESIONO ELLA TIENE UNA SUGERENCIA PARA UNA HISTORIA QUE QUIERE QUE ESCRIBA Y CREANME QUE ME SIENTO MUY ALAGADA LA VERDAD, AUNQUE ME GUSTARIA SABER LO QUE USTEDES PIENSAN AL RESPECTO, ASI QUE LES PIDO QUE SE TOMEN UN SEGUNDO DE SU TIEMPO Y PASEN A LEER SU COMENTARIO Y SI DE USTEDES NACE OPINAR SE LOS AGRADECERIA MUCHO OKIS.

 

Capítulo 22: NO ME OLVIDES. Capítulo 24: EPILOGO.

 
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