EL ESCLAVO DEL PLACER.....(+18)

Autor: Monche_T
Género: + 18
Fecha Creación: 06/01/2013
Fecha Actualización: 26/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 18
Comentarios: 123
Visitas: 69755
Capítulos: 25

"FINALIZADO"

 

Cuando la anticuaria de Santa Fe Isabella Swan  fue curiosamente dirigida a comprar un abollado joyero, nunca hubiera imaginado que este contendría su propio y personal esclavo para el amor. Especialmente el alto, oscuro, pecaminoso y guapo Edward (un hombre difícil de resistir, decidido a cumplir todos sus deseos). Aunque Edward era un pícaro tanto en la batalla como en el dormitorio, hacer el amor a Bella no se parece a nada qué haya conocido. Sin embargo, revelar la verdad de su corazón podría romper el hechizo de siglos de antigüedad y separarlos para siempre. Y Edward haría lo que fuese por quedarse como amante de Bella..… aún siendo un esclavo por toda la eternidad.

 

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es una adaptacion del libro "The pleasure Slave" de Gena Showalter.

 

Mi otra historia: "No me olvides" http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3552

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 14: RENEGOCIANDO.

HOLA CHICAS, LAMENTO NO HABER PODIDO ACTUALIZAR AYER, PERO TUVE PROBLEMAS CON LA COMPU, PERO YA ESTOY OTRA VEZ, GRACIAS POR SUS COMENTARIOS.

 

dedicado para:


KIMBERLY, NEMESIS, CARO, JENNI

 

 

REGLA 12: Recuerda siempre que no eres nada más que una propiedad para tu Ama.

El silencio, cargado de una corriente submarina de prohibidos deseos, se estiró entre ellos y las mejillas de Bella enrojecieron. ¿Por qué no decía nada? ¿Sospechaba acaso que había dicho la verdad?

Finalmente él se aclaró la garganta.

—Fue… interesante.

El alivio la atravesó, tan delicioso y bienvenido como su toque. No lo sabía, no lo sospechaba. Casi suspiró y sonrió ampliamente.

—Gracias.

—Quizás deberíamos dejar las lecciones por hoy, —dijo él, pasándose la mano por la cara, limpiando el sudor que perlaba su frente. El movimiento también logró borrar cualquier atisbo de emoción.

—No podemos parar ahora, —dijo ella—. Prometiste ayudarme con el flirteo.

Una prolongada pausa llenó el espació ente ellos.

—Entonces lo haré, —claudicó él, inspirando profundamente para fortificarse, y aliviando así la tensión de alrededor de sus labios—. Flirtear es un intercambio de ingenios con un matiz sexual, sólo ligeramente diferente a la seducción con palabras. ¿Cómo empezarías? Y esta vez, —añadió él—, no te guiaré. Debes hacerlo tú misma.

Resuelta, Bella asintió, cerrado los ojos. Puedo hacerlo. Puedo.

—Desayunemos juntos mañana. ¿Te despierto con mi voz o dándote un codazo?

Sus labios se estiraron, y él negó con la cabeza.

—Inténtalo otra vez.

—Soy una cocinera realmente buena. Mi especialidad es el desayuno en la cama.

—Ahora estas siendo ridícula.

—Lencería. ¿Puedo hablarte de ella?

—Bella, por favor. ¿Intentas seducirme o matarme de la risa?

Su voz bajo un grado, volviéndose ronca, y sus siguientes palabras surgieron por voluntad propia.

—No quiero flirtear con palabras, Edward. Quiero flirtear con mi boca. Lamer y mordisquear tu piel. Probar y saborear tu esencia.

Él dejó de reírse.

Edward usó su cuerpo, un leve cambio de peso y una sutil demostración de su dominio, para hacer que retrocediera y se arqueara. El carnal olor de su fragancia la envolvió y la llenó. Consumiéndola. Él la fulminó con la mirada, presionándola más hacía atrás.

—¿Dónde aprendiste a decir esas cosas?—le exigió.

Lejos de estar intimidada, ella aplaudió con las manos, con un orgullo casi vertiginoso.

—No lo sé. ¿Entonces lo hice bien? ¿Flirteé de verdad contigo? Oh, esto es tan divertido. Enséñame más.

—Tal vez ya estés preparada para un cursillo avanzado. —Un puro y fundido calor, hipnótico en su intensidad, le despojó de toda expresión—. ¿Qué piensas de eso?

Lentamente su alegría disminuyó, y un hambre lujuriosa la reclamó.

—Creo... creo que estoy preparada.

—Vamos a tener una conversación muy erótica, Bella. Nada de bromas. Nada de insinuaciones. Tu objetivo es atraerme a tu cama, así que usa todo lo que te he enseñado hasta ahora. Todo. ¿Crees que lo conseguirás?

Dios, eso esperaba, pero…

—No. —Ella sacudió la cabeza—. No sé por dónde empezar. ¿Me haces una demostración?

—Claro. —Moviéndose con lentitud seductora, atrayéndola con un sentido engañoso de protección, él cerró la distancia entre ellos, con su aliento a sólo un suspiro del suyo. Él se mantuvo en medio de sus piernas abiertas, cogió su muñeca y presionó un suave beso sobre su pulso.

Ella tembló, sacudida por su majestuosidad, por sus crudas atenciones.

Su otra mano subió, subió y subió por su muslo, hasta que las puntas de sus dedos rozaron el rojo encaje transparente de sus bragas.

—Eres miel y nata, Bella. —Sus pestañas bajaron lentamente y, luego, se alzaron a un paso aún más lento—. ¿Sabes por qué?

Atrapada por su hipnótica voz y sus ardientes dedos, ella apenas logró decir,

—No. No, lo sé.

—Tu piel me recuerda a la nata. Lisa y deliciosa, creada para lamer. Y cuanto más la saboreo, más la quiero. Y tu pelo... —Él abandonó su muñeca y liberó sus largos mechones del pasador de pelo. Todos los rizos cayeron en cascada sobre sus hombros y espalda—. Tu pelo es del color de la miel. Suave y dulce miel que acariciará mi pecho cuando me montes. También tus labios parecen miel. Suculenta miel y llevó mucho tiempo deseando saborearlos una y otra vez.

Su calor traspasó su ropa, hasta llegar a su piel, pero sus palabras, oh, sus palabras la envolvieron en un capullo de embriaguez sensual. Sus ojos llamearon con conocedora intención. Ella se encontró hundiéndose más profundamente en sus brazos, ansiando más, necesitando más.

—Tu turno. —le susurró él, dejando caer las manos a los costados.

—Eres hermoso, Edward. El hombre más hermoso que jamás he visto. —Pero sus palabras no llegaban a describirlo con exactitud; no eran suficientes para describir al hombre que ella sabía que era.

—La belleza es subjetiva y fácilmente reclamada. —Utilizando la punta de su dedo, él remontó un camino a lo largo de su mandíbula—. Dime lo que ves cuando miras al hombre que realmente soy.

Atráelo con palabras. Con los ojos entornados, viéndolo más con su mente que con los ojos, dijo.

—Cuando te miro, veo unos claros ojos violetas que a menudo transmiten un atisbo de tristeza, pero también bondad. Veo a un guerrero apacible, compasivo que es capaz de dar más con un simple beso que lo que yo podré dar en toda una vida. Veo un innato sentido del deber que pocos poseen y una asombrosa capacidad para amar, si sólo te atrevieras a ello.

Edward se aclaró la garganta.

—Bella...

—No he terminado. —En aquel momento, ella olvidó su decisión de negar su atracción por Edward. Se olvidó de Jacob y de todo excepto de la verdad—. A veces, cuando te miro, mis manos ansían tocar tu pecho, sentir el latido de tu corazón bajo mis palmas, para poder asegurarme que no eres un sueño, que eres real. El dolor es tan poderoso que me estremezco.

—Yo también imagino tus manos sobre mí, —dijo él con voz rota—. Excepto que las mueves más abajo, a mi erección. Me acaricias hasta que ya no lo puedo soportar más mientras yo te hago lo mismo. Y tú te retuerces bajo mis manos, gritando de placer. Sólo entonces separo tus piernas y me deslizo en tu mojada suavidad, uniendo nuestros cuerpos en uno. —Su entrecerrada mirada la observó, estudiándola—. ¿Qué piensa de eso, pequeño dragón?

—Pienso que... —Señor, ¿qué pensaba?—. Me has enseñado más de lo jamás esperaba aprender.

Él no respondió. La atracción entre ellos era ahora demasiado fuerte. Ella no podía apartar su intensa mirada, no podía moverse. No podía formar ni un sólo pensamiento racional. El tiempo pareció detenerse, y el mundo a su alrededor dejó de existir. Ella oyó el bombeo de su corazón, y cada golpe incitó al suyo. ¿Qué pasa? se preguntó ella apenas.

Edward fue el primero en romper el hechizo. Él parpadeó, sacudiendo la cabeza. Hasta se alejó dos pasos, nivelándose con ella, con el ceño fruncido.

—Estoy seguro de que Jacob estará contento.

¿A quién le preocupaba Jacob? Bésame, le suplicó ella con los ojos. Nunca un momento fue tan perfecto para amarse. Nada más importaba. Ni los motivos por los que Edward la deseaba, ni las lecciones.

Pero siendo el guerrero orgulloso que él era, jamás la besaría si sospechaba que ella se lo imaginaba como Jacob. Ella lo supo por la repentina rigidez de sus hombros, por el modo en que alzó su nariz.

—Quizás deberíamos terminar, aquí y ahora, esta lección, —dijo él, gruñendo suavemente las palabras, pero de una forma extraña, distante—. Comenzaremos de nuevo mañana por la mañana.

—¿Es eso lo que quieres? ¿Parar?

—Desde luego. Un buen profesor no fuerza a sus alumnos a estudiar en exceso.

La decepción la atravesó, y ella lo fulminó con la mirada.

—Quizás practique con Jacob cuando tengamos nuestra primera cita.

—Él nunca te satisfará.

—Tal vez no, pero... me gustaría que me liberases de la primera regla. —Ya está. Ya lo había dicho. Era lo mejor; eso le ayudaría a acabar con su constante ansia por él y sus besos. Besos que parecía que no quería darle.

Silencio.

El silencio fue tan espeso que pareció que una opresiva niebla cubría el cuarto.

Finalmente él dijo,

—¿Es lo que realmente quieres?

No .

—Sí.

—Muy bien. —Un músculo de su mandíbula se apretó y luego se relajó—. A partir de este momento y en adelante, eres libre de hacer cualquier cosa que quieras con Jacob el Débil.

Capítulo 13: LA ALUMNA SUPERO AL MAESTRO Capítulo 15: ROALIE = PROBLEMAS

 
14444658 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios