Capítulo 15: Cegada por el dolor  

No dejo de llover hasta el amanecer, sin embargo mis lágrimas no dejaron de caer hasta mucho después. El sol empezaba a asomar entre las cortinas de la ventana entreabierta, pero yo no tenia fuerzas suficientes como para levantarme de la cama. Las horas fueron pasando, tal vez serian las doce del mediodía cuando alguien llamó a la puerta de mi apartamento. Yo me limité a taparme la cabeza con las mantas y fingir que no estaba allí. Solo había una persona que quería ver en estos momentos, pero sabía que esa persona no aparecería. Llamaron otra vez, seguido de una voz insistente, no me quedó otra que levantarme e ir a abrir.

- Eveline se que estas ahí

Era Patricia. Fui arrastrando los pies por todo el suelo hasta llegar a la puerta y la abrí.

- ¡Por Dios, que te ha pasado Ev! – exclamó

Me aparté un poco para que ella pudiera pasar y cerré la puerta.

- ¿A que te refieres? – dije pasándome la mano por el pelo

- ¿Cómo que a que me refiero? Tienes un aspecto horrible, sin ofender, y ¿Que le ha pasado a tu mano?

No respondí, simplemente baje la mirada.

- Ev ¿que ha pasado? No me asustes por favor

Suspiré

- Esta bien, vamos al salón

Una vez sentadas en el sofá empecé a hablar.

- Edward y yo tuvimos una… pequeña discusión ayer – noté como mis ojos empezaban a humedecerse

- ¿Qué paso? – preguntó con aspecto preocupado

- No puedo decírtelo

- ¿Por qué?

- No quiero perderte a ti también – ahora las lagrimas estaban apunto de salir

- ¿Es algo que nos afecta a todos?

- Algo así

- ¿Qué puedo hacer para ayudarte?

- No creo que nadie pueda hacer nada – en ese momento las lagrimas empezaron a caer y no pude hacer nada para evitarlo

- Escúchame – dijo tomándome de las manos – Seguro que hay algo que puedas hacer. A veces pensamos que en algunos casos no hay solución, pero no es cierto, en realidad la tenemos delante de nuestros ojos, pero no la podemos ver por que estamos cegados por el dolor. Estoy segura que esto también tiene su propia solución. – Hizo una pausa para mirarme y limpio las lagrimas que caían por mis mejillas - Mira, no se lo que pasó y esta bien si no me lo quieres contar, estas en todo tu derecho, pero si vas y hablas con él todo se arreglara, hazle ver tu situación, tus sentimientos, tus miedos y tus dudas desde tu punto de vista, es entonces cuando te podrá comprender mejor y será mas fácil para los dos encontrar la solución.

Me quedé pensando en aquello, ¿Era posible? ¿Era posible que aun hubiera una oportunidad de arreglarlo cuando habían pasado tantas cosas? Tantas cosas… pero él tubo que descubrirlas de la peor forma posible.  Tal vez Patricia tenía razón después de todo, pero es tan difícil enfrentarse a tus propios miedos.

- Esta bien, lo aré - Ella soltó una leve sonrisa - Iré a arreglarme, ya vengo.

Fui hacia mi habitación casi corriendo, me dirigí hacia el armario y cogí lo primero que vi. Una vez vestida fui hacia el baño para peinarme, pero al entrar me acorde de que la noche pasada había roto el cristal así que no tuve otro remedio que peinarme rápido ni siquiera mirarme al espejo. Cogí las llaves que estaban encima de la mesa del salón y me quede mirando a Patricia que parecía que no se había movido des de que fui a cambiarme de ropa.

- ¿Quieres quedarte aquí? Puedo dejarte las llaves para que cierres al irte, ya me las darás mañana, seguramente tardaré un rato…

- No, no, si tu te vas entonces yo también me iré, no tengo nada que hacer aquí, solo había venido a visitarte a ti, pero es mucho mas importante que vayas y arregléis las cosas – dijo levantándose del sofá

- Gracias por hacerme ver que no debo quedarme aquí sentada, simplemente esperando, así no arreglare nada…

Ella sonrió

- De nada, para eso están las amigas

Nos abrazamos, luego salimos y yo cerré la puerta con llave.

- ¿Quieres que te lleve yo? – me preguntó ya en la entrada

- ¿No te molestaría mucho no? – pregunté

Ella me contestó con una sonrisa.

El trayecto fue silencioso, ninguna de las dos habló. Conforme nos acercábamos más a la casa, mi corazón latía más fuerte. Cuando al fin llegamos, aparcó justo delante de la puerta de la casa de los Cullen.

- Buena suerte – dijo antes de que me bajara del coche.

No fue algo fácil el simple hecho de bajarse, mis piernas temblaban como hojas ante el viento, mi corazón latía tan fuerte que parecía que se me fuera a salir y ni siquiera sabia como seria capaz de poder hablar cuando lo tuviera delante de mí. Ni siquiera fui conciente cuando presione el botón del timbre y el coche se fue tan rápido que ni siquiera me di cuenta. De repente la puerta se abrió delante de mí y el rostro más hermoso del mundo apareció delante de mí.

- Hola… - me limité a decir.