El amor siempre vence a pesar de todo (+18)

Autor: isakristen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/01/2013
Fecha Actualización: 25/08/2022
Finalizado: NO
Votos: 187
Comentarios: 473
Visitas: 340421
Capítulos: 40

Summary: Dos poderosas familias de la mafia enfrentadas desde hace generaciones por dominar la ciudad. Pero serán las hijas Charlie Swan: Rosalie, Alice e Isabella y los hijos de Carlisle Cullen: Emmett, Jasper y Edward quienes decidan que ya era hora de acabar con ese absurdo enfrentamiento Sin ser consciente del horror que se desataría al final, al enfurecer al que creían su mayor aliado.

 

Prologo:

Bella una adolescentes de 14 años, hija menor de Charlie Swan uno de los mafiosos más peligrosos de Chicago. Novia de Edward Cullen un adolescentes de 16 años hijo del mafioso Carlisle Cullen.

Su amor puro e inmenso era amenazado por sus familias, quienes desde hace años tenían una rivalidad por el dominio del poder. Ellos al enterarse de la relación amorosa de los jóvenes deciden separarlos y enviarlos lejos. Sin saber que su amor ya había dado frutos, unas pequeñas personitas que iban protegidas en el vientre de su madre, la cual los unirían para siempre. Dos niños con la marca del sol naciente en el brazo izquierdo de los Swan como la media luna en el brazo derecho de los Cullen.

Diez años después su amor seguía intacto, más grande que antes y ellos estarán listos e dispuestos a luchar por él y por su felicidad, uniendo así ambas familias. Quienes tendrían que unirse y luchar por la misma causa. Dos niños intocables por ambos bando, siendo su talón de Aquiles. Y sus enemigos no dudaran en utilizarlos, matando así dos pájaros de un tiro; rompiendo en el camino el acuerdo llegado desde hace generaciones de no incluir en la rivalidad a las mujeres y a los niños.

  


 "Los personajes más importante de esta historia son propiedad de Stephanie Meyer pero la trama es mía y no esta permitido publicarla en otro sitio sin mi autorización"

 


 

 Historia registrada por SafeCreative bajo el código 1307055383584. Cualquier distribución, copia o plagio del mismo acarrearía las consecuencias penales y administrativas pertinentes.

 


 

 Traíler de esta historia ya esta en youtube y en mi grupo  en facebook "Entre mafiosos y F.B.I"


Link del grupo de Facebook

https://www.facebook.com/groups/1487438251522534/

 Este es el Link del trailer: 

http://www.youtube.com/watch?v=BdakVtev1eI&feature=youtu.be

 

 


Hola las invito a leer mi Os se llama: Si nos quedara poco tiempo.

http://lunanuevameyer.com/salacullen?id_relato=4201

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Capítulo 27: Estoy embarazada

Disclaimer: Esta historia es totalmente mía, solo los personajes pertenecen a S. Meyer.

Capítulo beteado por Manue Peralta, Betas FFAD;

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Estoy Embarazada.

 

BPov.

 

Edward salió como si fuera un huracán del cuarto de baño. Me alzó en el aire y comenzó a dar vueltas riendo. Su risa era tan contagiosa que no pude evitar acompañarle.

 

Yo también me sentía feliz.

 

Había llegado a resignarme que solo me quedaría con Ethan y Elizabeth, ya que sin Edward no había manera de tener otro bebé.

 

—Mi amor, gracias, gracias, gracias. Te amo, Bella —declaró antes de besarme.

 

Un pequeño roce de labios, pero demostrando todo el amor que sentimos el uno por el otro.

 

—Asco —se quejó mi gatita a nuestra espalda.

 

Edward se alejó de mí con una enorme sonrisa en el rostro.

 

—Te amo —repitió acariciando mi labio inferior con su pulgar.

 

—Yo también te amo —susurré mordisqueando su dedo.

 

— ¿Qué celebran? —curioseó Tony entrando a la habitación—. Los gritos de papá se escuchan hasta el pasillo.

 

—Mami va a tener un bebé —respondió Edward haciendo que me tensara. Temí la reacción de mis niños. Además, él no debió decir nada hasta que un doctor me lo confirmará.

 

—Mami, ¿voy a tener el hermanito que me prometiste? ¿Seré la hermana mayor? —interrogó mi gatita dando saltitos. En eso se parecía mucho a Alice.

 

Sonreí y negué con la cabeza.

 

—Aún no lo sé con certeza, bebé. Un médico debe confirmarlo —contesté, halándola con mis brazos hacia mi cuerpo.

 

— ¿Todavía dudas de mi puntería? —inquirió Edward mirando a nuestros hijos.

 

Negué con la cabeza sonriendo.

 

—No, no dudo de tú puntería, señor fanfarrón.

 

— ¿Dónde está mi hermanito? ¿Cuándo vamos a buscarlo? ¿Te va a crecer la panza como a mamá Rose? ¿O como a mamá Alice?

 

—Gatita —murmuré sentándome en la cama con ella en mi regazo—. Sí, me va a crecer la pancita como a mamá Rose.

 

—Yo también quiero tener un bebé. ¿Yo puedo tener un bebé, mami?

 

La sonrisa que adornaba el rostro de Edward desapareció de pronto.

 

—No, definitivamente no —aseveró Edward repentinamente muy serio.

 

— ¿Por qué no? —insistió mi gatita haciendo un adorable puchero.

 

Solté unas risitas sobre el cabello de mi nenita.

 

—No y punto —rebatió Edward tensándose y apretando la mandíbula.

 

—Creo que ha llegado el momento de hablarles de los hechos de la vida —comenté tragando saliva.

 

— ¡¿Los hechos de la vida?! —exclamaron mi gatita y Tony muy confundidos.

 

—Sí, los hechos de la vida —enfaticé indicando a Tony que se ubicara frente a mí—. Cuando una niña se convierte en mujer y el niño en hombre... —comencé buscando las palabras para ellos entendieran—. Bueno… —acaricié los brazos de mi nenita—. Tú cuerpo se hará más redondo y tendrás pechos como los míos —proseguí mirando los bellos ojos de mi niña—. Y todos los meses sangrarás un poco de la abertura entre las piernas, al igual que yo, mamá Rose y mamá Alice. En realidad, les ocurre a todas las mujeres.

 

En ese aspecto mis niños no sabían nada. Yo tenía mucho cuidado cuando estaba en mis días.

 

—No quiero sangrar, mami. Eso es asqueroso. —mi gatita se estremeció ligeramente e hizo un mohín.

 

—Solo dura unos días. Es una gran bendición, significa que puedes tener un bebé.

 

— ¿Yo también voy a sangrar, mami? —indagó Tony con un poco de ansiedad en la voz.

 

Lo atraje hacia mi cuerpo.

 

—No, pero tu cuerpo también cambiará. Tú voz será más gruesa y te saldrá vello en la cara —le respondí sonriendo y negando con la cabeza.

 

— ¿Cómo a mi papi? —preguntó mi gatita con curiosidad.

 

—Si, como a tu papá. —le besé la mejilla a mi campeón. Me volví hacia mi gatita—. Hay un lugar especial en la mujer, donde el bebé está tranquilo y seguro hasta que está listo para nacer al mundo. —me toqué el vientre con ternura.

 

Mi nenita sonrió y asintió muy contenta.

 

— ¿Cuánto tiempo dura el bebé ahí adentro? —interrogó mi gatita tocando mi vientre.

 

—Normalmente nueve meses, más específicos, de cuarenta a cuarenta y dos semanas, si es tu primer bebé. De treinta y ocho semanas a cuarenta semanas si es tu segundo o tercer bebé.

 

— ¿Cómo entra ahí el bebé, mami? —consultó Tony frunciendo el ceño.

 

Tragué grueso.

 

—Bueno… Cuando el hombre y la mujer se quieren mucho…

 

— ¿Cómo tú y papi? —interrumpió mi gatita asintiendo energéticamente.

 

—Sí, como tu papi y yo. Bueno…ellos se acuestan uno muy cerca del otro y…

 

— ¿Y? —insistieron ambos al mismo tiempo.

 

— ¡Edward, creo que necesito tu ayuda! —pedí con voz temblorosa buscándolo con la mirada.

 

Edward había permanecido todo este tiempo en silencio parado detrás de nosotros, al otro lado de la habitación.

 

Eso solo quería decir que no sabía qué decirle a nuestros hijos de este tema.

 

— ¿Qué les parece si nos vamos al cine? —trató de cambiar de tema cargando a nuestra gatita en sus brazos.

 

—Nop, yo quiero saber cómo entra ahí el bebé, papi —lo contradijo nuestra gatita negando con la cabeza.

 

— ¿Y si te compro lo que tú quieras? —incitó Edward—. Campeón, ¿qué dices?

 

—Vamos al cine, Lizzy. Es una buena oferta. Papá no va a decirnos.

 

— ¿No me dirás, papi? —preguntó nuestra gatita a Edward con un adorable puchero en los labios.

 

—No, lo siento, princesa. Cuando tengas más edad —le aseguró Edward acariciando su espalda.

 

—Está bien. —mi gatita le dio un tierno beso a Edward en la mejilla—. Yo quiero ver Frozen, una aventura congelada.

 

—Pero yo quiero ver Thor, el mundo oscuro —repuso Tony cruzándose de brazos y haciendo un mohín.

 

Frozen —rebatió mi gatita desde los brazos de su padre.

 

Thor —contraatacó Tony.

 

Frozen.

 

Thor.

 

Frozen. —se enfurruñó mi gatita fulminando a Tony con la mirada.

 

Thor. —se impuso Tony también fulminándola con la mirada.

 

Estaba anonadaba, era la primera pelea de hermanos que tenían ellos.

 

Mi gatita se volvió hacia Edward, colocó sus manos en cada mejilla de su padre y lo miró fijamente con esos bellos ojos suyos.

 

—Papi —susurró moviendo su naricita contra la de Edward—. ¿Podemos ver Frozen, una aventura congelada?

 

Por la mirada de Edward supe que había caído rendido en las redes de nuestra princesa.

 

—Eso es trampa, Lizzy. —se quejó Tony enfadado, sentándose de golpe en la cama.

 

Sonreí negando con la cabeza.

 

—¿Qué les parece... —comencé sentándome al lado de mi hijo, antes de atraerlo a mi regazo— Si Tony y yo entramos a ver Thor, el mundo oscuro y Edward entra con Lizzy a ver Frozen, una aventura congelada.

 

— ¿De verdad, mami? —me preguntó mi campeón esperanzado.

 

—Claro que sí, bebé. ¿Qué opinas, Edward?

 

—Entrarás conmigo, papi, ¿verdad que siiiiii?

 

Edward sonrió y le besó la pequeña nariz a nuestra bebita.

 

—Sí, princesa, veremos Frozen.

 

— ¿Jass puede ir con nosotros? —interrogó mi gatita a Edward, pasando su mano derecha distraídamente por el cabello rebelde de su padre, alborotándolo más como si fuera posible.

 

Tony volteó a verme con la pregunta reflejada en su rostro.

 

—Llamaré a Rose para ver si Emer puede ir con nosotros —le dije pasando mis manos por sus brazos. Tony asintió y levanté la vista a mi nenita—. Le preguntaré a Alice.

 

—Ok, mami —aceptó con una sonrisa—. Papi, ¿me bajas? Voy a terminar de vestirme.

 

—Claro, princesa —susurró Edward besando la mejilla de nuestra gatita.

 

La dejó sobre sus pies y en cuestión de segundos, nuestra gatita desaparecía por la puerta.

 

—Yo también voy a terminar de vestirme, mami —habló Tony distrayéndome de mi tarea.

 

Acariciaba tiernamente sus rebeldes cabellos.

 

—Claro, bebé. —besé su mejilla derecha.

 

Me sobresalté un poco al ver entrar a mi gatita de nuevo a la habitación de forma apresurada.

 

Empujó a Tony de mi regazo, haciendo que este cayera confundido en la cama, y se arrodilló frente a mí.

 

—Hola, bebé, soy Lizzy, tu hermana mayor… Ya vengo, voy a vestirme. Vamos al cine. Papi nos llevará. Tú también vas a ir —narró sobre mi piel. Ella había levantado mi vestido. Se inclinó hacia adelante y plantó un tierno beso en mi vientre—. Te amo.

 

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mi nenita es tan tierna, tan inocente.

 

Mi gatita levantó su vista hacia mi rostro.

 

—No llores, mami —me pidió besando mi nariz.

 

Con sus pequeños pulgares limpió las pocas lágrimas que derramé.

.

.

.

 

— ¿Estás seguro? Porque…puedo llevármelos conmigo —le pregunté a Edward sobre su pecho.

 

Su torneado brazo estaba ceñido a mí alrededor.

 

—No te preocupes, todo estará bien, espero que no quememos la mansión mientras tú no estés. Dexi se tomará libre este fin de semana, su hijo está enfermo.

 

Asentí.

 

—Prométeme que vas a cuidarte y dejarás que Jordán te proteja —señaló Edward sobre mi cabello.

 

—Lo prometo —acepté buscando sus apetitosos labios—. Prométeme que cuidarás bien de los niños. Por las noches revisa a Tony. Sé que Lizzy estará junto a ti.

 

Me dio un tierno beso.

 

—Lo prometo —acordó sonriéndome con mi sonrisa torcida favorita.

 

—Te amo.

 

—Yo también te amo.

 

Nos dimos un beso ligero.

 

—Gatita, cuida de tu papi y de Tony. —me volví hacia ella. Mi gatita estaba en los brazos de su padre, quedando en medio de los dos.

 

—Sí, mami. —se inclinó hacia adelante y me besó la mejilla.

 

—Te amo, princesa —susurré arrebatándosela a Edward de sus brazos e ignorando su ceño fruncido.

 

—También te amo, mami.

 

—Bella, es hora de irnos —me informó Alice.

 

Asentí en su dirección.

 

Viajaríamos en el Jet privado de los Cullen.

 

Edward tomó de mis brazos a nuestra gatita.

 

—Tony —lo llamé buscándolo con la mirada. Él estaba junto a Emerson y Emmett.

 

—Cuídate, mami —declaró abrazándome.

 

—Cuida de tu hermana —le susurré en su oído, apretándolo contra mi pecho.

 

—Sí, mami.

 

—Te amo —le aseguré besando su frente.

 

Él mesonrió con la sonrisa torcida idéntica a la de Edward.

 

—Yo también te amo, mami.

 

Dio media vuelta y corrió hasta donde estaban Emer y Emmett.

 

Mi gatita se bajó de los brazos de su padre y fue hacia donde estaba Jass.

 

— ¿Vas a ir al ginecólogo? —interrogó Edward atrayéndome de nuevo hacia el refugio de sus brazos.

 

—Lo tenemos pensado.

 

—Me gustaría ir contigo.

 

—Lo sé, pero no debemos dejar solo a los niños y la doctora de Alice está en Los Ángeles, por lo que aprovecharemos que vamos a buscar algunas de nuestras cosas más importantes e ir a verla y salir de dudas. Te llamaré.

 

—Cuídate y avísame cualquier cosa.

 

—Lo haré —aseguré—. Cuida de mi vida, Edward.

 

—Y tú…cuida de la mía.

 

—Lo haré —le prometí con una sonrisa.

.

.

 

El viaje en el jet lo pasé durmiendo al igual que Rose y Alice. Últimamente estaba muy cansada. Mi apetito había aumentado considerablemente. Estaba muy irritable. Mis pechos estaban muy sensibles, ya no me los podía casi tocar. Eso solo me confirmaba que sí estaba embarazada.

 

Jordán nos despertó al momento de abrocharnos los cinturones de seguridad para el aterrizaje. Este ocurrió sin ningún contratiempo.

 

Al salir de la pista, nos esperaban cinco camionetas blindadas.

 

Cada una de nosotras fue escoltada a una camioneta con nuestros respectivos escoltas.

 

No pude evitarlo y en el trayecto a nuestra mansión me quedé dormida nuevamente.

 

Desperté minutos más tarde por el suave movimiento de Jordán en mi hombro.

 

—Llegamos, señora Cullen —anunció apartándose.

 

Asentí bostezando.

 

—Gracias, Jordán —agradecí tomando la mano que me ofrecía.

 

—Ya le informé al señor Cullen que llegamos, pero aún así le manda a decir que lo llame.

 

Asentí para que viera que lo había escuchado.

 

Llamaría a Edward cuando estuviera metida en la cama.

 

—Al fin llegamos —exclamó Alice acercándose con Rose a donde yo me encontraba—. El viaje se me hizo eterno.

 

—Alice, dormimos todo el viaje —murmuró Rose cuando entrábamos por la puerta principal de la mansión.

 

—Lo sé, pero sentí que no dormí nada —espetó Alice bostezando.

 

—Yo no sé ustedes, pero primero voy a descansar un poco, luego empaco las cosas —comuniqué caminando hacia las escaleras.

 

Me volví hacia los chicos que nos cuidaban.

 

—Jordán, por la piscina hay una cabaña lo suficientemente grande para albergarlos a todos ustedes juntos. Espero que puedan descansar un poco. —después de decir eso, seguí mi camino hacia la que había sido mi habitación.

 

Nada más traspasar la puerta, me fui despojando de mi ropa y me lancé de lleno a la suave cama. No me importó que estuviera cubierta por una ligera capa de polvo.

 

Al caer sobre el colchón esta se levantó por el aire, haciéndome toser un poco. Tomé las almohadas y, sin levantarme de la cama, las sacudí.

 

Protestando un poco, me puse de pie y le quité el cobertor a la cama.

 

Me volví a lanzar sobre esta quedándome dormida en cuestión de minutos.

.

 

El sonido irritante de un teléfono móvil me trajo de vuelta del mundo de los sueños, si no contestaba ese condenado aparato, se estaban buscando que Isabella Swan lo destrozara en pedacitos.

 

— ¡Alice Swan, contesta ese maldito aparato! —le grité a mi hermana sin abrir los ojos.

 

¡Rosalie Swan, si no lo contestas, lo destrozaré en trozos tan chiquitos y te llevaré una semana entera de compras! —le vociferó Alice, a su vez, a Rose.

 

— ¡Alice, Bella, es el suyo par de tontas, yo estoy hablando con Emmett desde hace cinco minutos!

 

Agudicé mi oído y definitivamente era el mío. El sonido venía de adentro de la habitación.

 

Con los ojos cerrados me senté en la cama y, a tientas, busqué el móvil en el montón de ropa.

 

Respondí sin mirar quien era, ya que no tenía necesidad de hacerlo, sabía perfectamente quien estaba del otro lado de la línea.

 

—Hola, mi amor —saludé bostezando y regresándome a recostar en la cama.

 

—Hola, mami.

 

Sonreí abiertamente.

 

Ella era tan predecible.

 

— ¿Cómo estás, princesa?

 

—Bien, mami. Te extraño.

 

—Lo sé, amor, yo también te extraño. ¿Cómo están papi y Tony?

 

—Tony se encuentra dormido en su habitación y papi está duchándose. Voy a dormir con él, mami.

 

— ¿Puedes ir a darle un beso a Tony de mi parte? Y en cuanto papi salga, le das uno.

 

—Sí, mami.

 

—Te amo mucho. Lo sabes, ¿verdad?

 

—Sí. Ya estoy entrando a la habitación de Tony. Espera un momento.

 

— ¿Qué quieres, Lizzy? —escuché la voz adormilada de mi campeón.

 

—Mami te manda un beso.

 

—Ok, déjame dormir. —se quejó mi campeón.

 

—Qué aguafiestas estás, Tony —refunfuñó mi gatita—. ¿Mami?

 

— ¿Sí, bebé? —murmuré con una sonrisa.

 

—Ya se lo di, mami. Aunque Tony se quejó. Está cansado, él y Emer no pararon de jugar fútbol en toda la tarde.

 

— ¿De verdad? ¿Qué hiciste tú?

 

—Jass y yo vimos La princesa y el sapo. Comimos palomitas, las hizo el tío Jasper. Papi me dio soda, mami.

 

—Ajá. ¿Qué estaba haciendo papi?

 

—Papi estaba en el bar con tío Emmett y tío Jasper, después vinieron los tres y vimos Enredados. Pero te extraño, mami.

 

—Yo también te extraño, bebé. Pero solo serán dos días, máximo tres.

 

—De acuerdo. —la escuché bostezar.

 

—Ve a dormir, princesa. —la alenté—. Te amo.

—Hasta mañana, mami.

 

—Hasta mañana, bebé.

 

Colgué la llamada pues sabía que mi princesa no sería capaz.

 

Esta era la primera vez que los dejaba solos. Me sentía vacía, como si me faltara una parte importante de mi corazón.

 

Sabía que ellos estaban bien, que Edward no dejaría que nada malo les ocurriera. Pero eso no quitaba que sintiera nostalgia, que me hicieran falta su calor, su voz.

 

Estaba saliendo del cuarto del baño, luego de vaciar mi vejiga, cuando mi teléfono móvil volvió a timbrar.

 

Lo contesté sin mirar quien era. Mi corazón ya sabía la respuesta.

 

—Hola, amor —me saludó una voz aterciopelada al otro lado de la línea.

 

—Hola, amor —repetí con una sonrisa en los labios.

 

—Estuve esperando tu llamada.

 

—Ups, lo siento, me quedé dormida.

 

Escuché su hermosa risa a través del teléfono.

 

—Lo sé, Jordán me lo dijo —comentó como si nada. De repente su voz se tornó seria—. Bella… amor, de verdad lo lamento. Sé que esto traerá consecuencias a nuestro compromiso, pero… de verdad no pude evitarlo. Ella era tan irresistible. Estoy durmiendo con otra mujer, en nuestra cama. De hecho… la tengo en estos momentos dormida entre mis brazos.

 

—Edward Anthony Cullen Masen, ¿cómo se te ocurre hacerme esto? Yo te amaba tanto. Te he esperado por diez largos años, para que cuando por fin logramos estar juntos, tú haces esto —acusé con voz seria, aunque mi rostro estaba adornado con una enorme sonrisa.

 

—Bella… es que sus ojos, son como jamás he visto. Sus sonrojos me recordaron a ti, pero en ella se veían tan bellos, tan inocentes. Su olor es tan adictivo. De verdad lo lamento, pero lo nuestro no puede seguir.

 

Está bien, si es como la describes no creo que pueda competir contra eso. En cuanto pueda, paso a recoger a nuestros hijos.

 

—Trataré de evitar que ella esté aquí, no quiero que ambas tengan un encontronazo.

 

Escuché la hermosa risa de mi niña, seguida de la de Edward.

 

—Gatita, es hora de dormir.

 

—Lo sé, mami. Te amo.

 

—Ven, gatita. —oí el murmullo de Edward.

 

—Te amo, princesa —le susurré—. Edward, dale un beso de mi parte.

 

—Claro que sí, amor. —dijo Edward antes de comenzar a tararear la nana de nuestra princesa.

 

Me recosté de nuevo en la cama con el teléfono en alta voz.

 

Por toda mi habitación se escuchaba el tarareo de Edward.

.

 

—Bella, amor, ¿estás ahí? —la voz de Edward me sacó del sopor en el que el tarareo me había metido.

 

—Sí, aquí estoy —contesté abriendo los ojos.

 

La risa de Edward resonó del otro lado.

 

— ¿Te quedaste dormida? —inquirió antes de carcajearse.

 

—Edward, anoche me dejaste sin fuerzas.

 

— ¿Te hice daño? —me preguntó con ansiedad en la voz.

 

Negué con la cabeza. Edward nunca cambiaría.

 

—No, solo me dejaste exhausta. Cuatro rondas en una noche. Bebé, yo también necesito dormir.

 

—Eso no lo decías anoche.

 

—Lo sé, anoche no estaba cansada. No quería que te detuvieras. Te quería sentir más profundo dentro de mí.

 

— ¡Bella…! —protestó con voz ronca.

 

Lo ignoré.

 

—Anoche me tenías tan caliente, húmeda y resbaladiza, necesitada de todas de tus atenciones…

 

—Bella…

 

—E-Edward. —gemí quedito.

 

—Isabella Marie Swan —suplicó con la respiración rápida.

 

Apreté mi rostro contra la almohada para poder mitigar un poco mi risa.

 

—Oh, Edward —jadeé.

 

— ¿Te estás tocando? —clamó con la voz estrangulada.

 

Me mordí el labio inferior para no reír.

 

—Dios, Edward, tus manos son tan deliciosas —alabé ignorando su pregunta.

 

—Sí, te estas tocando.

 

—Edward —gemí nuevamente.

 

—Bella, por favor no me hagas esto.

 

— ¿Papi? —murmuró la voz adormilada de mi gatita.

 

—Shhh, duerme, princesa. Necesito ir al baño.

 

Me mordí la mejilla para no estallar en risotadas.

 

—Isabella Cullen, no vuelvas hacer algo como esto —gruñó con voz seria.

 

—Isabella Swan, bebé. Aún sigo siendo una Swan —objeté con una sonrisa.

 

—No por mucho tiempo y ese anillo, en tu dedo corazón de tu mano izquierda, te hace una Cullen.

 

—Aunque no oficialmente. —me gustaba llevarle la contraria en este tema.

 

—No me hagas decirle a Alice que adelante los preparativos para nuestra boda.

 

— ¡Edward Cullen, no lo digas ni en bromas! Me trae como loca y eso que la boda es en dos meses y medio.

 

—Entonces, tú no vuelvas a decir que no eres una Cullen.

 

—Está bien —accedí rendida—. Pero sigo siendo una Swan hasta el día de nuestra boda.

 

— ¡Isabella!

 

—Oh Edward, me encanta tu polla. —cambié de tema.

 

—Be-Bella —tartamudeó un poco.

 

—Humm… Qué rico sabe tu polla, Edward —ponderé haciendo sonidos de succión.

 

Sabía que con esto se le iba a olvidar de qué estábamos hablando. Yo sería una Swan hasta el día de nuestra boda. Aunque no faltaran más de dos meses. Alice era la encargada de toda la preparación.

 

—Adiós, amor. Te amo —lloriqueó Edward sin tomar aire y colgó el teléfono. No pude evitar estallar en carcajadas.

.

.

 

—Hola, Lorena —saludó Alice a la chica detrás del escritorio.

 

—Oh… Hola, Alice. —la chica levantó la vista de los papeles que cargaba en sus manos—. Al fin vuelves.

 

—Lo sé, estaba un poco perdida, ¿no?

 

—Sip.

 

— ¿Tienes cita, Alice? ¿O quieres que te busque un huequito?

 

—Tenemos cita, Lorena.

 

—Ok, déjame revisar y te digo en qué tiempo podrás entrar.

 

—Okis.

 

— ¿De verdad tienes cita hoy, Alice? Porque no veo tu nombre.

 

Rose y yo fulminamos a Alice con la mirada.

 

—Claro que sí, tú me dijiste que viniera hoy cuatro de diciembre.

 

—Alice, yo no he hablado contigo. Lo recordaría.

 

—Llamé hace siete días.

 

—Déjame y chequeo. —la secretaria tecleó algo en la computadora—. No, no tengo a ninguna Alice Swan.

 

—Nos hiciste venir para nada —le reproché colocando mis brazos en garras.

 

—Te voy a matar. No sabes lo difícil que ha sido estar sin Emer todos estos días para nada.

 

— ¿De verdad no estamos ahí, Lorena? —Alice hizo un puchero.

 

—No, Alice, de verdad. —le respondió la chica.

 

—Alice Cullen —exclamó de pronto Rose—. Alice Cullen, Rosalie Cullen e Isabella Cullen.

 

—Sí, tengo a unas Cullen aquí —concertó Lorena revisando la computadora—. Sip. Ya es casi su turno. Pueden sentarse allí, la doctora DiVeneré ya las va a atender.

 

—Gracias, Lorena —murmuramos las tres al mismo tiempo.

 

—Alice Cullen —llamó la doctora DiVeneré al cabo de unos diez minutos.

 

Alice se levantó de la silla con una sonrisa en el rostro. Rose y yo la seguimos.

 

Hacía demasiado tiempo que no asistía a ver una ginecóloga. Desde la última consulta del embarazo de los niños. Para qué ir si no estaba activa sexualmente.

 

—Hola, Charlotte —dijo Alice entrando al consultorio, conmigo y Rose pisándole los talones—. Ellas son mis hermanas, Rose y Bella.

 

—Doctora, Charlotte DiVeneré.

 

—Rosalie Cullen.

 

—Isabella Swan.

 

Ambas, Rose y yo estrechamos la mano que nos tendió.

 

—Por qué no se sientan y me cuentan qué las traes por aquí. Ya que esta señora estaba perdida —manifestó mirando a Alice.

 

Las cuatro tomamos asiento.

 

—Tu ausencia me da a entender que no has tenido más problemas con tu menstruación. ¿Sigues tomando la píldora que te receté? —le interrogó a Alice buscando en la gaveta.

 

—La píldora la habían regulado, pero vengo porque…creo que estoy embarazada.

 

— ¿De Tim? —curioseó la doctora.

 

—No, de Tim no. —Alice negó rápidamente—. Tim usó protección y yo consumía la píldora. Pero aún así… tomé la píldora del día después.

 

—Auch, eso dolió. —la doctora le sonrió.

 

Las miré confundida. Al igual que Rose.

 

Alice volteó a vernos.

 

—Ella es prima de Timothy.

 

—Así que de Tim, no. ¿Quién será el afortunado? ¿Lo conozco?

 

Alice sonrió abiertamente.

 

—No, o tal vez sí. Es Jasper Cullen.

 

La doctora silbó recostándose en el espaldar de la silla.

 

—Ese sí que es un bombón, Alice. Aunque ocurre algo, ¿no es cierto? Alice asintió.

 

—Él se cuidó.

 

—Ohh…

 

Por primera vez Alice se sonrojó.

 

—La verdad no estoy muy segura si Jasper utilizó o no protección. Pero tengo un retraso de varios días.

 

—Entiendo. Saldremos de dudas. ¿Ustedes chicas?

 

—Nosotras también tenemos un retraso —le informó Rose.

 

—Ohh bien. ¿Prueba de embarazo para las tres? No me digan, déjenme adivinar: Emmett y Edward Cullen.

 

Ambas asentimos con una sonrisa.

 

—Ustedes sacaron del mercado a los tres bizcochos más apetecibles del mundo. —sonrió negando con la cabeza—. Las fans de los hermanos Cullen deben haberse entristecido. A ver si así mi sobrina desiste de suspirar por Edward.

 

Sonreí negando con la cabeza.

 

— ¿Qué edad tiene? —me interesé sonriendo.

 

—Seis años —me respondió riendo a carcajadas—. Se molestará bastante. Planeaba que en cuanto creciera se casaría con Edward. Así que señoras Cullen, vamos hacerles un ultrasonido vaginal para confirmar si hay o no embarazo.

 

—Próximamente señora Cullen —le aclaré.

 

Me sonrió.

 

— ¿Quién de las tres será la primera?

 

Yo señalé a Alice, quien a su vez apuntó a Rose y esta me señalaba a mí.

 

Las cuatro rompimos a reír.

 

—Bueno… empecemos con la futura señora Cullen y luego pasamos con las señoras Cullen. Bella —me indicó una esquina de la habitación—, puedes cerrar las cortinas y cambiarte por la bata que se encuentra allí.

 

Asentí. Me incorporé, cerré la cortina y me cambié los vaqueros y la blusa por una bata de hospital de color rosa, abierta por el frente, solo se cerraba amarrando dos pequeñas tiras.

 

Salí y la doctora Charlotte y mis hermanas me esperaban de pie al lado de la camilla.

 

Rose y Alice hablaban en voz baja.

 

—Recuéstate aquí, Bella y subes las piernas acá —subrayó señalando la camilla.

 

Hice lo que me pidió.

 

Me sonrojé furiosamente cuando se ubicó en medio de mis piernas y abrió un poco la bata.

 

Tomó una especie de manguerita y le colocó un preservativo.

 

—Respira profundo y relájate, sentirás un poco de molestia, pero nada más —explicó encendiendo el aparatito.

 

Respiré profundo y miré fijamente la pantalla, tratando de olvidar que ella estaba sentada en medio de mis piernas abiertas y yo estaba completamente desnuda de la cintura para abajo. Me sentía un poco expuesta. No creo que sea capaz de dejar que un ginecólogo me haga esto.

 

—Muy bien, Bella —dijo mirando la pantalla, hizo un pequeño movimiento y apareció una imagen un poco borrosa—. Mira, allí están tus bebés. —señaló dos puntos en la pantalla—. Estas dos manchitas blancas, son tus bebés. Tienes alrededor de cinco semanas de gestación. Todo marcha perfecto. Felicidades, dentro de alrededor de treinta y tres semanas tendrás dos hermosos bebés. Ahora, escuchemos el latido de sus corazones.

 

Tum, Tum, Tum, Tum, Tum, Tum.

Tum, Tum, Tum, Tum, Tum, Tum.

 

Dos bebés, pensé con una sonrisa. Dos hermosos y preciosos bebés.

 

Edward me había vuelto a regalar dos hermosos pequeños.

 

— ¡Bella, dos bebés de nuevo! —exclamaron Rose y Alice al mismo tiempo.

 

—Sí, dos sanos y fuertes bebés —confirmó la doctora—. ¿Quieres una foto?

 

—Por favor —pedí tragándome las lágrimas.

 

—Edward va a morirse de la alegría —comentó Rose apretando mi mano.

 

Me reí a carcajadas.

 

—Listo, Bella, terminamos —murmuró la doctora palmeando mi pierna.

 

Asentí y me levanté limpiando de mis mejillas las pocas lágrimas que había derramado.

 

—Rose, puedes ir con Bella y cambiarte por una de las batas —estipuló la doctora a Rose.

 

Mi hermana me abrazó y me besó en mi cabello.

 

—Edward tiene demasiada puntería, hermanita —susurró en mi oído.

 

Solté unas risitas y asentí.

 

Sustituí la bata por mi ropa y esperé a que Rose terminara de cambiarse. Pasé mi brazo por su cintura y así salimos.

 

Rose tomó la misma posición que yo había tenido minutos atrás.

 

La doctora reemplazó el condón e hizo lo mismo que a mí.

 

—Respira profundo y relájate, sentirás un poco de molestia. —le indicó—. Ohh Dios… —murmuró la doctora moviendo el aparatito—. Bueno, Rose, ¿tienes hijos?

 

—Sí, Emersón tiene cinco años.

 

— ¿Por qué? ¿Qué pasa? —cuestionamos las tres al mismo tiempo.

 

— ¿Qué ven ustedes aquí? —dijo con una enorme sonrisa.

 

—Yo nada —admití sinceramente mirando fijamente el ecógrafo.

 

—Yo solo veo borroso —prosiguió Alice sin parpadear.

 

—Yo veo tres manchas —dijo Rose con una sonrisa—. ¿Eso significa, lo que creo que significa?

 

— ¿Qué significa? —preguntamos Alice y yo a la vez.

 

—Que serán tres bebés —notificó Rose mirándonos con un hermoso brillo en los ojos.

 

— ¡Tres! —chillamos al unísono Alice y yo.

 

—Tres sanos y fuertes bebés —confirmó la doctora—. Tienes alrededor de cinco semanas de gestación. Unos días más o unos días menos que Bella. Todo está perfecto. Escuchemos sus corazones.

 

Tum, Tum, Tum, Tum, Tum, Tum.

Tum, Tum, Tum, Tum, Tum, Tum.

Tum, Tum, Tum, Tum, Tum, Tum.

 

— ¿Quieres una foto, Rose?

 

—Por supuesto, Emmett va a morirse. Tres bebés. Dios… qué puntería tienen los hermanos Cullen —expuso Rose antes de carcajearse.

 

Alice y yo la seguimos.

 

—Ahora es capaz que yo esté embarazada de quintillizos —soltó de pronto Alice y al terminar de decirlo estalló en risotadas—. Voy a cambiarme. Bájate de allí, Rose, es mi turno.

 

Rose soltó unas risitas y se bajó de la camilla.

 

— ¿Es tu primer embarazo? —consultó la doctora cuando quedamos a solas.

 

—No —le respondí negando con la cabeza—, es el segundo embarazo. El primer fue igual. Un par de morochos. Ethan y Elizabeth ya tienen nueve años.

 

—Nueve años. ¿Qué edad tienes?

 

—Veinticinco.

 

— ¿Quince?

 

—Sí.

 

— ¿Se la llevan bien con Edward? —me preguntó con curiosidad.

 

Sonreí abiertamente.

 

—Sí, él es su padre. Edward tenía diecisiete cuando ellos nacieron, yo estaba por cumplir los dieciséis.

 

— ¿Y aún así no están casados?

 

Mis labios se estiraron en una sonrisa triste.

 

—Estuvimos separados por mucho tiempo. Diez años para ser más específica.

 

—Ohh…

 

—Estoy lista —exclamó Alice dando saltitos hacia donde estábamos.

 

—Cuidado, Alice. Si estás embarazada, dañarás a mi sobrino —reproché colocando mis manos en sus hombros.

 

—Es que ya quiero saber. Ustedes ya saben si están embarazadas, pero yo todavía nop —dijo con un puchero al estilo Alice: labio inferior afuera y los ojos del gato con botas de Shrek.

 

—Prométeme que no saltarás más y permito que te revisen —aseveré acariciando sus cabellos negros.

 

—Lo prometo, Bella, no saltaré más. Pero… por favor, déjame pasar.

 

—Vamos, ya quiero saber si viene una mini Alice o un mini Jasper en camino —la incité pasando mi brazo por sus hombros y haciéndola caminar.

 

La ayudé a subir a la camilla, colocándome a su lado izquierdo mientras que Rose se ubicó a su lado derecho.

 

—Bueno, Alice, veamos si también hay bebé —dijo la doctora cambiando el condón.

 

Se ubicó en medio de las piernas de Alice.

 

Movió el aparatito y miró la pantalla.

 

— ¡Felicidades, Alice! Tú también vas a tendrás dos hermosos y fuertes bebés.

 

— ¡Si! —exclamó Alice con alegría—. Espera, ¿dijiste dos bebés? —inquirió Alice mirando con concentración la pantalla del ecógrafo.

 

Ja, Ja, Ja, Ja.

Ja, Ja, Ja, Ja.

 

Nos reímos Rose y yo al ver la cara de susto de Alice.

 

—Sí, Alice, dos bebés. Tienes alrededor de cinco semanas. Unos días más o unos días menos que tus hermanas. Escuchemos sus corazones.

 

Tum, Tum, Tum, Tum, Tum, Tum.

Tum, Tum, Tum, Tum, Tum, Tum.

 

—Todo está perfecto. ¿Quieres una foto?

 

—Claro —aceptó Alice con una enorme sonrisa.

 

—Es todo, Alice, puedes cambiarte —le indicó haciendo algo con el ecógrafo.

 

—Okis. —Alice se bajó de la camilla y a pasos apresurados fue a cambiarse.

 

—Vamos, chicas, debo darle las instrucciones. Rose debes tener mucho reposo. Tú embarazo es de riesgo y es probable que no llegue a término. De treinta y tres a treinta y cuatro semanas se te practicará una cesaria. Ya tienes una, ¿verdad?

 

—Sí.

 

—Alice y Bella puede que a ambas les practiquen la cesaría el mismo día. Tienen el mismo tiempo, pero será unas tres semanas después de la de Rose.

 

—De acuerdo —murmuramos Rose y yo al mismo tiempo.

 

Alice salió cinco minutos más tarde.

 

La doctora nos dio la receta de las vitaminas prenatales que debíamos tomar y nos refirió a un ginecólogo, colega suyo, en la ciudad de Chicago.

.

.

 

—Hola, amor. —Edward estaba de pie esperándome en la puerta de entrada de la mansión.

 

Se veía hermoso y apetecible con esos pants negro y la guardacamisa blanca; unas gotas de transpiración corrían desde su cuello hasta su pecho, señal que estaba en el gimnasio.

 

—Hola, amor —lo saludé apretando mis brazos a su alrededor, mientras mis labios buscaban los suyos—. Te extrañé —susurré sobre sus labios.

 

—Yo igual, esta casa no es nada sin ti —comentó ciñendo sus brazos a mi alrededor.

 

—Te tengo una buena noticia —declaré sobre su pecho.

 

— ¿Ah sí? —dijo besando mi cuello.

 

Me estremecí entre sus brazos.

 

— ¿Te gustaría tener más bebés?

 

—Eso no hay que preguntarlo. Sabes que lo ansío. Quiero ver tu cuerpo albergando a mis hijos.

 

—Mi cuerpo… ya albergo a tus hijos —le informé mordisqueando su sudoroso hombro.

 

—Lo sé, pero quiero verte con mis propios ojos, sentir tu piel, degustar tus sensibles pechos…

 

—Edward —gemí apretando mis brazos alrededor de su cuello—. Los niños.

 

—Están arriba. Dios… mi deseo por ti incrementa cada día más.

 

—El mío igual.

 

— ¿Es verdad? —consultó confundiéndome.

 

— ¿Qué? —articulé confundida.

 

— ¿Vamos hacer padres de nuevo?

 

— ¿Cómo lo sabes? ¿Rose o Alice te dijeron?

 

—No, no te creí cuando me llamaste y me dijiste que era una falsa alarma. Conozco tu cuerpo, Bella y sé que está cambiando. Te encuentras más sensible.

 

— ¡Felicidades, serás papá por segunda vez por partida doble!

 

— ¿Gemelos? —preguntó con alegría en la voz apretando sus brazos a mi alrededor.

 

—Morochos… como Lizzy y Tony. Ellos no comparten la misma placenta. Tienes una excelente puntería, Edward Anthony Cullen, has dado otra vez; dos veces en el mismo blanco.

 

Soltó unas risitas sobre mi cabello apretándome contra su pecho.

 

— ¡Mami! —escuché el grito de alegría de mi gatita.

 

Separé mi rostro del pecho de Edward para observarla correr escalera abajo.

 

¿Cuántas veces debía decirle que no lo hiciera?

 

Me separé de Edward y abrí mis brazos con una enorme sonrisa en el rostro. Había extrañado tanto a esta pequeñaja.

 

— ¡Elizabeth no! —exclamó Edward de pronto.

 

Fruncí el ceño al ver el fuerte brazo de Edward interponerse entre el cuerpo de mi gatita y el mío, para luego atraerla hacia su cuerpo.

 

—Mami está esperando un bebé. No debes abrazarla fuerte, ni hacer que te carguey mucho menos estrellar tu cuerpo contra el de ella. ¿Me entendiste, Elizabeth?

 

Rechiné los dientes al escuchar las palabras de Edward.

 

—Sí, papi. —mi corazón se estrujó al escuchar la voz temblorosa de mi nenita.

 

—Ahora ve a darle un suave abrazo a mami. —la alentó Edward dejándola de nuevo sobre sus pies.

 

Sonreí esperando con los brazos abiertos.

 

Hice una mueca al ver su vacilación.

 

—Te extrañe tanto, bebé. —suspiré apretándola contra mí.

 

Mi corazón volvió a estrujarse cuando ella no rodeaba mi cintura con sus bracitos, como lo hacía antes.

 

— ¿Quieres ver lo que te traje? —le pregunté levantando su mentón.

 

Tragué saliva al ver que rehuía mi mirada.

 

—No, después… Debo… Debo… terminar mi tarea —dijo dando media vuelta, antes de correr escaleras arriba.

 

Me volví hacia Edward y lo fulminé con la mirada.

 

¿Qué le pasaba? ¿Por qué le había hablado así a mi nenita?

 

Dejé mi bolsa en el sofá y me apresuré a seguirla. Sabía lo sensible que era mi nenita, y esto la hirió bastante.

 

Me encontré con Tony al final de las escaleras.

 

—Hola, mami. —me saludó mi campeón.

 

—Hola, mi amor. —le correspondí muy entusiasmada dando un paso hacia adelante para abrazarlo.

 

Mi corazón hizo crack al ver a mi bebé vacilante dando un paso atrás.

 

Esta me las pagas Edward Anthony Cullen Masen, pensé furiosa rechinando los dientes.

 

Volteé a fulminar de nuevo a Edward con la mirada.

 

Él no se había movido de su lugar. Su mirada no se despegaba de las escaleras.

 

A pasos decididos cerré la distancia que me separaba de mi hijo y lo abracé fuerte, antes de alzarlo en el aire.

 

—Te amo. No le hagas caso a nada de lo que te diga tu padre —le indique bajándolo al suelo.

 

—Ok, mami. —sonrió torcidamente. Sonrisa tan idéntica a su padre.

 

Crucé el pasillo del segundo piso.

 

Respiré profundo, tomando el pomo de la puerta de la habitación de mi gatita. Lo giré suavemente.

 

Esperé encontrar a mi bebita sentada en su mesa de trabajo o en su cama. Pero ella no estaba a la vista.

 

Entré dejando la puerta abierta.

 

Atravesé la habitación hasta el cuarto de baño. Al abrir la puerta, me di cuenta que también estaba vacío.

 

Mi cabeza giró violentamente al escuchar un pequeño sollozo proveniente del armario.

 

Te mataré Edward Cullen, pensé viendo todo rojo.

 

Abrí de un tirón la puerta del armario. Mi corazón sangró al ver el estado de mi bebita.

 

—Ay, mi amor… —susurré entrando al armario y tomándola en mis brazos.

 

Me senté en el suelo cubierto por una gruesa alfombra de color rosa con mi gatita sentada a horcadas sobre mi regazo.

 

Los sollozos de mi princesa tomaron intensidad.

 

—Shhh… Mi amor, no llores, mami está aquí —aseguré sobre su cabello a la vez que mis manos acariciaban su pequeña espalda.

 

—Papi ya no me quiere. —hipeo—. Ya no soy su bebé, mami. —hipeo—. Yo quiero un hermanito —hipeo—, pero no quiero que papi me deje de querer. —hipeo—. ¿Puedes devolver al bebé, mami? —hipeo—. Ya no lo quiero. —sorbió nada elegante por la nariz.

 

—Elizabeth, mi amor, no debes hablar así. Por supuesto que tu papi te ama. Te ama con locura. Es capaz de dar su vida por ti. Como yo. También amo a Tony y ahora amo de la misma manera a tus hermanos. Los amo a los cuatro.

 

— ¿Hermanos? —me preguntó separando su rostro de mi pecho.

 

Sonreí limpiando las lágrimas de sus sonrojadas mejillas.

 

—Vas a tener dos hermanitos. Dos pequeños hermanitos a quien cuidar y mimar. Serás la hermana mayor por partida doble.

 

—Dos —exclamó con una brillante sonrisa.

 

Asentí correspondiendo su sonrisa.

 

—Sip, dos.

 

— ¿Dos niñas? —soltó esperanzada.

 

—Todavía es muy pronto para saberlo, pueden ser dos niños.

 

—Nop. —negó con la cabeza haciendo un tierno puchero—. Quiero dos niñas.

 

—Esperemos que sean dos niñas, aunque… ¿con una no te conformarías?

 

—Sip. —asintió energéticamente.

 

Me quedé un buen rato con ella en mis brazos, meciéndola como cuando era bebé. Le tarareé mi nana, le conté cómo me fue en Los Ángeles y la consulta con la ginecóloga.

 

— ¿Puedo ir contigo la próxima vez? Quiero ver a mis hermanitos dentro de ti.

 

—Por supuesto, si Tony también quiere, irá.

 

Mi nenita se recostó de nuevo en mi pecho.

 

— ¿Bajamos? —le pregunté separándola y besando sus sonrojadas mejillas.

 

—No, no quiero ver a papi. Él ya no me quiere.

 

—Elizabeth…

 

—No quiero que me separen de ti, mami.

 

—Nadie nos va a separar, bebé.

 

—Papi sí, él no quiere que yo me acerque a ti.

 

—Elizabeth.

 

— ¡No quiero! —casi gritó cruzándose de brazos e inflando sus mejillas.

 

Por primera vez en nueve años, mi hija hacía un berrinche.

 

—Papi no quiere que yo te abrace. No quiere que tú me cargues. Ya no me mimarás más, mami, papi no dejará. Solo serás de los bebés —argumentó enumerando con sus deditos.

 

—Elizabeth…

 

—Me quiero ir —susurró colocando sus dos manos en cada una de mis mejillas. Me perdí en la belleza de sus ojos—. Vámonos solas; tú y yo, mami. Unos días de chicas.

 

—Bebé…

 

—Por favor, mami, ¿es que ya no me quieres?

 

—Por supuesto que te amo. Nunca dudes de mi amor.

 

—Entonces vámonos. Tú y yo solas.

 

— ¿Y Tony? —consulté acariciando su mejilla.

 

Estaba muy sorprendida, mi hija nunca había hecho nada parecido. Ella es muy tranquila y nada caprichosa. Las palabras de Edward hirieron profundamente su pequeño corazón.

 

—Sip, Tony también. Solo los tres, como antes. Los tres contra el mundo.

 

—Elizabeth, ¿ya no amas a papi?

 

—Claro que amo mucho a papi. Pero me dolió lo que me dijo. Quiero estar unos días sin él, mami.

 

—Papi se sentirá triste.

 

—Solo serán unos días, luego volvemos. Quiero estar a sola contigo, mami. —se recostó de nuevo en mi pecho y comenzó a jugar con mi anillo de compromiso—. Podemos dejarle una nota, pero… por favor, mami.

 

Suspiré profundo.

 

—Está bien —acepté—. ¿A dónde quieres ir?

 

—A donde sea.

 

— ¿Pueden ir mamá Rose y mamá Alice?

 

—No, solo Tony, tú y yo.

 

Esto te lo ganaste tu solo, Edward, pensé acariciando la pequeña espalda de mi nena. Te amo más que a nada en el mundo al igual que a nuestros hijos, por lo que hoy debo apoyarla a ella.

 

Me levanté del suelo con mi nena en mis brazos.

 

—Tomemos algunas cosas y nos vamos —le informé saliendo del armario.

 

Mi princesa me sonrió abiertamente.

 

—Te amo, eres la mejor mami del mundo —me alabó mi gatita apretando sus brazos alrededor de mi cuello.

 

Mi corazón se hinchó de felicidad. Estos eran los momentos más valiosos que teníamos todas las madres.

 

—Tú eres la mejor hija del mundo. No tengo ninguna queja de ti. Eres uno de mis dos orgullos.

 

—Lo sé, Tony es el otro y pronto seremos cuatro tus orgullos.

 

Sonreí acariciando su mejilla.

 

—Sí, pronto tendré cuatro orgullos.

.

.

 

— ¡Ethan Cullen! —grité bajando las escaleras con mi gatita en mis brazos—. ¡Ethan Cullen!

 

—Sí, mami —expresó saliendo del cuarto de juego.

 

Con mi gatita en mis brazos, agarré mi bolsa de donde la había dejado y las llaves de mi Aston Martin.

 

Me volteé buscando a Tony con la mirada y me encontré a Edward paralizado en la puerta de su despacho mirándome confundido.

 

Aparte de mi nenita, que llevaba su rostro escondido en la base de mi cuello, de mi brazo colgaba un pequeño bolso con varias pertenencias de mis hijos y mías.

 

No le dirigí ni una sola palabra. Si lo hacía, flaquearía en mi decisión de irme sola unos días con los niños y eso me alejaría de mi nenita.

 

Sostuve a Tony de la mano y me apresuré hacia el garaje.

 

— ¿A dónde vamos mami? —indagó Tony mirándome confundido.

 

—Lejos —reveló mi gatita por mí.

 

— ¿Por qué? —preguntó Tony halando mi mano.

 

—Luego te digo, ¿sí?

 

—Ok. ¿Y papá? —interrogó Tony con ansiedad en la voz.

 

—Papi no vendrá —respondió mi princesa apretando sus brazos en torno a mi cuello.

 

Subí a mis bebés en mi coche.

 

Al abrir la puerta del piloto, levanté mi vista al sentir la mirada de Edward sobre mí.

 

Mi corazón dolió al ver la inmensa tristeza en esos bellos orbes esmeraldas sabiendo que yo era la causante. Pero él debía entenderlo.

 

Negué con la cabeza y me subí al coche cerrando con un portazo.

 

Jordán se adelantó, pero Edward con un movimiento de mano lo detuvo.

 

Sabía que esto era muy difícil para él.

 

Salí del garaje sin mirar atrás.

 

 

Capítulo 26: Compromiso Capítulo 28: El gran día

 


Capítulos

Capitulo 1: El comienzo de esta historia de amor: Capitulo 2: Cumpleaños de Bella: Capitulo 3: La separación: Capitulo 4: Forks: Capitulo 5: Sospecha de embarazo: Capitulo 6: El primer movimiento de los bebés: Capitulo 7: La reacción de Charlie y Angustia por Edward: Capitulo 8: La visita de Don Carlisle Cullen: Capitulo 9: Por fin noticias de Edward: Capitulo 10: Día de las madres: Capitulo 11: El parto de Bella: Capitulo 12: Elizabeth Marie y Ethan Anthony Cullen Swan: Capitulo 13: Bautizo de los bebés y El viaje a Bostón: Capitulo 14: El prrimer cumpleaños de los bebés y La aparición de Jacob: Capitulo 15: Paseo con Ethan y Elizabeth: Capitulo 16: El embarazo de Rosalie: Capitulo 17: Altercado con Charlie y El parto de Rosalie: Capitulo 18: Desde el inicio de la relación hasta el encuentro con Elizabeth: Capitulo 19: Una visita inesperada: Capitulo 20: Búsqueda de Bella: Capitulo 21: Jasslye Anthonela ¿Swan? Capitulo 22: Después de diez años vuelvo a verte: Capitulo 23: Es Bella y ¿Son mis hijos? Capitulo 24: Una maravillosa noche Capitulo 25: La cabaña y La visita de Tanya Capitulo 26: Compromiso Capitulo 27: Estoy embarazada Capitulo 28: El gran día Capitulo 29: Luna de miel y Celos Capitulo 30: Enfrentamientos, Risas y Amenazas Capitulo 31: ¿Que es el sexo? Capitulo 32: James Capitulo 33: El secuestro de Tony, Bella y Lizzy Capitulo 34: Parto de Bella Capitulo 35: Regreso del pasado Capitulo 36: Alianza inesperada Capitulo 37: Vulturi, ¡firmaron su sentencia de muerte! Capitulo 38: ¡No debieron tocar lo que más amo! Capitulo 39: ¡Enfrentame como honmbre Demetri! Voy a matarte con mis propias manos Capitulo 40: No me dejes, Edward

 


 
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