Capítulo beteado por Manue Peralta, Beta FFAD
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Una maravillosa noche.
BPov.
—Edward, ¿de verdad estás bien? —pregunté tomando de sus brazos a mi gatita.
Mi corazón aún martillaba violentamente contra mis costillas. No había bajado sus rápidos aleteos, desde que Edward me dijo esas horribles palabras: “Le dispararon a Elizabeth”. Parecía que se iba a salir de mi pecho.
—Por supuesto que sí, compruébalo por ti misma —respondió tomando a Tony en sus brazos.
No había terminado de hablar cuando ya estaba desvistiendo a mi gatita dejándola solo en su braguita.
—Mami —se quejó con una sonrisa.
—Mi bebé, oh... mi bebé —susurré apretándola contra mi pecho.
No sabía qué sería de mí si a alguno de mis niños le llega a pasar algo, creo que me moriría. No podía seguir viviendo sin ellos a mi lado.
—Estoy bien mami —dijo mi gatita soltando unas risitas rodeando mi cuello con sus bracitos. Acaricié tiernamente sus cabellos.
—Te amo princesa, te amo tanto —repetí, con mis ojos cerrados, apretándola más contra mí.
—Es mejor que nos vayamos a la mansión Cullen, no quiero exponerlos a ningún peligro. Allí estarán seguros, nadie atravesaría los gruesos muros para llegar a ustedes. —dijo Edward. Abrí mis ojos y lo miré hacerle cosquillas a nuestro campeón.
—Ja, ja, Pa… ja, ja Pa… ja, ja, bas… ja, ja, bas… ja, ja ta —logró Tony decir entre risas.
Sonreí apreciando esa hermosa escena.
—Pero… ¿tus padres? —pregunté un poco dudosa, vistiendo de nuevo a mí gatita.
—Carlisle y Esme están de viaje, la mansión Cullen está sola o hasta que lleguen tus hermanas y mis hermanos. Los llamé viniendo para acá y les conté todo. Llegarán esta noche —respondió Edward acercándose a nosotras—. No te preocupes, no voy a permitir que nadie nos separe —prometió abrazándonos a los tres.
— ¿Iremos a tú casa papi? —preguntó mi gatita con sus bracitos estirados hacía Edward. Lo que traducido sería “Cárgame papá.”
—Iremos a nuestra casa princesa —respondió Edward tomándola con un poco de dificultad con su brazo derecho. Aún cargaba a Tony en su brazo izquierdo—. Lo que es mío es de ustedes.
—No creo que al abuelo Charlie le gusto eso, papá —dijo Tony mirándome por encima del hombro de Edward.
Era verdad. Ethan tenía toda la razón. En cuanto Charlie se entere que estamos con Edward no me cabía duda de que se formaría la tercera guerra mundial.
—No quiero que vuelva a lastimar a mí mami —cerré mis ojos al escucharlo decir eso. Después de estos cinco años había pensado que mí bebé no recordaba ese día.
— ¿Cómo? —preguntó Edward con la voz contenida.
No lo quería mirar. No quería ver la furia reflejada en sus bellas facciones.
—El abuelo Charlie le pegó a mí mami porque no estaba enamorada de Jacob —me encogí al escuchar la voz de mí gatita.
—Bella —murmuró Edward entre dientes.
Suspiré profundo.
—Fue hace mucho tiempo Edward, no le des importancia —dije acercándome a la mesa—. Ethan, Elizabeth, vengan a comer. Tú también, Edward.
—Bella —volvió a decir.
—Ahora no, Edward —atajé sirviéndole un vaso de jugo a mí gatita.
Lo conocía demasiado bien como para saber que iba a explotar en cuanto le contara todo, y no quería a los niños cerca.
— ¿Por qué? —preguntó apretándose el puente de la nariz con el dedo índice y el pulgar.
Señalé la mesa donde nuestros hijos comían tranquilamente. No hacían falta las palabras, me entendió perfectamente.
Suspiró profundo varias veces. Se acercó a mí y me dio un suave beso en los labios y se alejó, al momento que entrelazaba mis dedos en sus rebeldes cabellos.
Le hice un puchero.
—Prometí no besarte delante de ellos —dijo con una sonrisa torcida acariciando mi labio inferior con su pulgar.
Suspire y asentí antes de volverme hacia la mesa.
Los cuatro comimos entre risas, por las monerías de mi gatita. Ethan y Elizabeth se enfrascaron en una conversación con Edward donde le contaban toda su corta vida. Edward por ratos se quedaba mirándome fijamente con un brillo de adoración en sus orbes verdes esmeraldas.
Salimos de la cabaña luego de terminar de recoger nuestras pocas pertenencias. Tony y mi gatita cayeron profundamente dormidos luego de veinte minutos de viaje.
Edward manejaba con solo su mano izquierda apoyada en el volante, los dedos de su mano derecha estaban entrelazados con los de mi mano izquierda sobre su muslo. Su pulgar hacia pequeños círculos en mi piel.
—Me encontré con Sam —comentó Edward de repente, haciendo desviar mi mirada del camino para posarla en él.
— ¿Qué? —pregunté confundida.
—No sé si Elizabeth te lo dijo, pero Sam nos encontró unos minutos después de ocurrir el incidente. Él quería llevársela, fue ella la que impidió que eso ocurriera. No iba a enfrentarme a él, sabiendo que ella podría resultar herida —dijo sin mirarme, su mirada estaba fija en la carretera—. No quiero a Charlie Swan más nunca cerca de mis hijos —exclamó de pronto con voz contenida mientras apretaba su mano izquierda en el volante haciendo que sus nudillos se blanquecieran por la presión que ejercía—. Tampoco lo quiero cerca de ti.
—Edward —murmuré apretando levemente su mano.
Volteó a mirarme con mí sonrisa favorita en sus labios. Levantó su mano derecha llevándosela a sus deliciosos y apetecibles labios, para dejar un tierno beso en mí mano.
—Ya no soy aquel adolescente de 16 años que no supo defenderlos en ese momento. Ahora soy un hombre y no voy a permitir que me separen de mí familia nuevamente. —dijo mirando mis ojos, para luego subir la mirada y ver a nuestros hijos por el espejo retrovisor.
—Yo tampoco voy a permitir que nos separen de ti —aseguré mirándolo fijamente.
—Te amo —dijo mirándome con mí sonrisa torcida favorita.
—Yo también te amo —contesté acercándome para darle un beso.
— ¡Mierda! —exclamó cuando mis labios estaban a centímetros de los de él.
Me alejé sorprendida y un poco asustada. Noté el cambio de velocidad. De pronto el coche comenzó a ir más rápido.
— ¿Qué ocurre Edward? —pregunté sosteniéndome del salpicadero.
—Ese coche negro nos viene siguiendo desde hace veinte minutos, pensé que iba a pasarnos al bajar la velocidad, pero él también lo hizo —respondió acelerando el coche. Soltó mi mano y sacó su arma.
—Edward —lo llamé aterrada. No quería que mis hijos estuvieran en medio de un enfrentamiento, donde nosotros íbamos a estar en desventaja.
—No dejaré que les pase nada —aseguró sacando su móvil—. Marca a Jordán y dile lo que está pasando, voy a tratar de evadirlos.
Frenó bruscamente, haciendo que me fuera hacia adelante. Si no fuera por el cinturón de seguridad hubiese sido un fuerte golpe.
Tomó el camino de la derecha.
—Mami —dijeron asustados Tony y mí gatita al mismo tiempo.
—No pasa nada —susurré buscando en el móvil de Edward el número de ese tal Jordán.
—Ethan y Elizabeth, el coche de atrás nos viene siguiendo, cuando les diga, deben meterse abajo el asiento —indicó Edward mirando por el espejo retrovisor al coche que nos seguía a unos veinte metros de distancia.
—Si, papá —dijo Tony apretando la mano de mi gatita.
Me llevé el móvil al oído y esperé.
—Papi, tengo miedo —susurró mi gatita con voz llorosa.
—Señor Cullen —habló una gruesa voz del otro lado de la línea.
—Jordán, soy Isabella Swan.
—Señora Swan, y ¿el señor Cullen?
—Nos están siguiendo —dije sin responder su pregunta—. Vamos camino a la ciudad, un coche nos sigue. ¡Ahhh! —grité al escuchar un disparo.
— ¡Mami! —gritaron Tony y mí gatita.
—Malditos —exclamó Edward con la mandíbula apretada.
—Edward, sácanos de aquí —pedí al momento que sentíamos más balas chocar contra la carrocería de la camioneta.
— ¡Papi! —gritó mi gatita.
— ¡Papá! —gritó Tony.
—Bajo el asiento, ¡ahora! —gritó Edward acelerando más la camioneta.
—Señora Swan, señora Swan, ¿dónde están? Señora Swan, ¡conteste!
—Jordán —dije con voz temblorosa.
Edward extendió su brazo pidiendo sin palabras el móvil. Se lo entregué inmediatamente.
—Jordán —dijo Edward volviendo a salir a la carretera principal que nos llevaría directo al centro de Chicago.
Edward habló tan rápido que no logré entender nada. Colgó lanzando el móvil al salpicadero. Su expresión furiosa, su cuerpo irradiando una ira homicida, me estaba comenzando aterrar.
Un disparo resonó y de inmediato sentí el movimiento brusco de la camioneta.
—Maldición —dijo Edward golpeando el volante con su puño derecho.
Edward no disminuyó en ningún momento la velocidad a pesar de que la camioneta se tambaleara.
Veinte minutos más tarde y unos cuantos disparos más, pude respirar de alivio al ver venir unas siete u ocho camionetas negras dirigiéndose hacia nosotros. Vi como el coche que nos venía siguiendo se detenía de forma brusca y cambiaba de dirección.
Edward se detuvo, tres camionetas nos rodearon, mientras que las demás nos pasaban dirigiéndose hacia el coche que se daba a la fuga. Me volteé hacia Edward y ya no estaba a mí lado. Lo busqué con la mirada a través del vidrio y lo encontré en medio de un semicírculo ladrando órdenes.
—Mami —la voz de mí gatita me hizo desviar mi atención de su padre.
— ¿Ya pasó todo mami? —preguntó Tony sacando su cabecita.
En menos de un segundo estaba en el asiento trasero sacando a mis hijos de su escondite para estrecharlos contra mí pecho.
—Mami, tenía mucho miedo —susurró mí gatita con voz llorosa.
La apreté más contra mí. Los quería fundir en mí piel para que nada malo les pasara.
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—Bienvenidos a su casa —dijo Edward sonriendo con mi sonrisa torcida favorita después de detener la camioneta frente a la mansión Cullen.
La primera camioneta donde veníamos hasta que comenzaron a perseguirnos y dispararnos —que gracias a Dios era blindada—, se quedó en la carretera junto a dos hombres que trabajan para Edward esperando una grúa. Uno de los disparos ponchó una llanta.
—Tú casa es muy bonita, papi —murmuró mi gatita con las mejillas sonrojadas.
—Nuestra casa princesa, nuestra casa. Vamos —dijo Edward antes de bajarse de la camioneta. Lizzy, Tony y yo lo seguimos de inmediato.
Los hombres que trabajan para Edward no nos dejaban de mirar de forma extraña. No perdían ninguno de nuestros movimientos.
—Las órdenes de mí mujer deben ser acatadas de inmediato, serán como si las estuviera dando yo. —dijo Edward en voz alta rodeando mi cintura con su brazo izquierdo. Mis mejillas se tiñeron de un rojo intenso—. Espero que todos sean informados.
—Como ordene señor Cullen —dijo Jordán con un inclinamiento de cabeza.
—Vamos adentro —nos indicó Edward soltando mi cintura solo los segundos que le tomó cargar a nuestra gatita. Tony tomó mi mano. Así, los cuatro juntos entramos a la enorme, pero muy hermosa mansión Cullen.
Nunca había visto la mansión Cullen por el exterior ni mucho menos el interior, pero es enorme, y al igual que la de Charlie, también es muy hermosa. Tiene ese toque característico que le da una mujer. El toque materno, se podría decir. En este caso la señora Cullen. Se puede sentir el calor de hogar en toda la casa.
No es que a la de Charlie le falte porque mi Bubú se ha encargado todos estos años desde la partida de mí madre, a darle ese toque, ese calorcito tan propio de ella. Pero sigue no siendo igual.
— ¿Y los abuelos, papá? —preguntó Tony mirando con un poco de recelo todo a su paso—. ¿Dónde están?
—En algún lugar de Londres o en París, la verdad no tengo idea —respondió Edward alborotándole el rebelde cabello como él.
—Papi, tengo hambre —pidió mi gatita en algún lugar del enorme recibidor. Nada más entrar, se bajó de los brazos de su padre y comenzó a mirar todo.
Solté unas risitas. Si mí gatita no hiciera tanto ejercicio en los ensayos de danza, sería una bolita rodante.
— ¿Por qué te ríes? —preguntó Edward atrayéndome hacia su pecho de forma brusca. No pude quejarme ni responder nada. La razón: me perdí en las profundidades de sus orbes esmeraldas.
Parpadeé al sentir el suave roce de sus labios sobre los míos. Se alejó muy rápido para mí gusto. Le hice un puchero como los que hace mí gatita. Sonrió torcidamente antes de inclinarse de nuevo y besarme largo y prolongado.
Este beso sí que me gusto.
Llevé mis manos a su cuello acariciando todo a mí paso, sus torneados brazos, sus anchos hombros, su largo cuello y por último entrelacé mis dedos en su cabello cobrizo.
—Deja de besar a mi mami papi. Tengo hambre —dijo mi gatita llegando hasta nosotros, antes de comenzar a separarnos.
Edward sonrió sobre mis labios, me dio un casto beso, se agachó y la alzó en sus brazos.
—Veamos que tiene Rosa preparado, gatita —murmuró Edward tomando mi mano derecha entre la suya.
Suspiré profundo para calmar mi respiración agitada.
—Tony —llamé buscándolo con la mirada. Mi campeón no estaba por ninguna parte.
De un momento a otro el ambiente fue llenado por una hermosa y suave melodía. Era mí nana.
Mi gatita suspiró y se acurrucó en los brazos de su padre. Edward volteó a verme con una enorme sonrisa, antes de comenzar a guiarnos hacia el maravilloso sonido.
Tony estaba sentado en el banquillo frente a un hermoso piano de cola color negro. Edward lo miraba con una expresión de adoración y orgullo. La misma expresión que yo coloqué la primera vez que vi y lo escuché tocar.
Mi gatita se removió hasta que Edward la dejó sobre sus pies. Se acercó con su paso propio de bailarina al centro de la habitación y comenzó a danzar con la música. Como siempre lo hacía.
—Estoy tan orgulloso de ellos, como lo estoy de ti. Los sacaste adelante sola, enfrentando a tu padre. Me arrepiento de no haberte buscando antes, todo esto es mí culpa.
—Edward —lo corté.
—No. Fue mi culpa. Debía ser más precavido. Debí ser más prudente. Debí cuidarlos y estar con ustedes. No cumplí con mi deber.
—No Edward… —no me dejo terminar, me besó.
—Fue mí culpa —susurró sobre mis labios antes de besarme de nuevo.
— ¿Te gustó papi? —preguntó mí gatita haciendo que me separara de Edward.
—Me encantó princesa, me fascinó. Estoy muy orgulloso de ustedes dos. Ven aquí campeón. —Tony corrió hasta Edward, quien lo abrazó fuerte—. Los amo, los tres son mí vida, la razón de mí existencia —murmuró mirándome intensamente—. Te amo Isabella Swan, gracias por darme estos dos hermosos regalos.
Mis mejillas se tiñeron de un rojo escarlata.
Abrí la boca para decirle que fue él quien me dio esos dos hermosos regalos a mí. Pero no pude decir nada, una señora mayor entró a la habitación. Era de unos cincuenta y tantos de cabello entre canoso y color negro. Tez bronceada. Ojos color avellana.
—Joven Edward, no lo había escuchado llegar. Me sorprendí mucho al escucharlo tocar esa nana después de tanto tiempo… —la señora se calló al vernos al lado de Edward.
—Rosa, te presento a mi familia. Mis hijos Ethan y Elizabeth, y mi mujer Isabella.
—Un gusto conocerlos, señora Swan —saludó con un inclinamiento de cabeza—. Usted jovencito, se parece mucho a su padre, aunque el cabello sea del color de su madre —se dirigió a Tony mirándolo con mucha ternura—. Ésta hermosa princesita tiene un poco de ambos y unos preciosos ojos, el cabello es más parecido al de su abuelo, que al de sus padres —le sonrió a mi gatita, la cual se escondió detrás de mí con las mejillas sonrojadas—. ¡¿Les gustaría comer algo?! Hay lasaña y pastel de chocolate. Pero si gustan les puedo preparar otra cosa.
—Pastel —dijeron Tony y mi gatita al mismo tiempo, la última saliendo de su escondite.
—Vamos —les indicó extendiendo sus manos en una invitación difícil de ignorar para mis hijos. Ambos aman el pastel de chocolate. Por lo que no dudaron en correr y tomarle las manos.
La señora desapareció de mi vista muy sonriente con mis hijos tomados de sus manos.
—Ven, voy a enseñarte la mansión —dijo Edward tomando mi mano.
Salimos de la habitación y Edward comenzó su recorrido como todo buen anfitrión. Me mostró toda la plata baja, el despacho de Don Carlisle, la habitación de juegos, la sala de cine, el salón de fiesta, la biblioteca, el mini bar —que no tenía nada de mini—, la cocina, el comedor.
También me indicó el pasillo que lleva a las habitaciones del servicio. Subimos a la planta alta. Me señaló la habitación de trabajo de Doña Esme, la habitación de Emmett, la de Jasper, la de sus padres, las habitaciones de invitados, había muchas otras puertas. Me explicaba a qué pertenecía cada cuadro, cada pintura que adornaba las paredes de la mansión, los adornos, todo. Culminamos el recorrido en la parte sur de la mansión, luego de recorrer un largo pasillo, nos encontramos con tres puertas de madera.
—Siempre me ha gustado estar solo, por lo que mi madre y Carlisle me han cumplido mi deseo desde que era un niño. Aquí solo esta mí habitación y dos más que nunca se utilizan, pero eso va a cambiar. Rosa ya se encargó de organizarlas para que sean las de los niños —explicó Edward abriendo la puerta del lado derecho—. Solo falta decorarlas como ellos quieran —me indicó que entrara.
La habitación era muy espaciosa, de un tono rosa pálido, la cama matrimonial estaba vestida con un hermoso juego de cama de princesas, grandes almohadones reposaban en ella. Dos enormes y hermosos peluches se encontraban en el centro de esta misma. En el estante de la izquierda había un hermoso y sofisticado reproductor de música. Su enorme plasma pantalla plana estaba a mi derecha. Un sofá de tapicería de cuero gris estaba muy cerca de él.
— ¿Es para Elizabeth? —indagué acercándome a una de las dos puertas, era la de un enorme armario.
—Sí, pero no sé qué le gusta a mi hija. Por eso no me atreví a mandarla a decorar —dijo con voz contenida.
Me volteé a mirarlo con una sonrisa.
—Creo que eso se resolvería con una charla entre padre e hija —sugerí acercándome a él y rodear su cintura con mis brazos—. A ellos les encantaría —besé su mejilla—. Además de que les hace falta —besé la comisura de su boca—. Te aman Edward, eso no lo dudes —susurré sobre sus labios.
Rodeó mi cintura con sus fuertes brazos atrayéndome hacia su pecho y me besó. Su lengua invadió mi boca dominando la mía segundos después de comenzar su beso hambriento. Indagó hasta el sitio más alejado de mi paladar. Nos separamos cuando nos fue muy necesario respirar.
— ¿Quieres ver la de Ethan? Es igual a ésta, solo que el juego de cama es de Cars y las paredes de azul cielo —comentó, acariciando con sus largos dedos la piel desnuda de mi espalda.
—Quiero ir a la tuya —pedí encaminando hacia la puerta, pero un fuerte brazo rodeando mi cintura me lo impidió.
— ¿Por qué no vamos abajo con los niños? —susurró Edward sobre mi cabello. Apartó éste de mi hombro y comenzó a dejar cálidos y húmedos besos en mi cuello, movió hacia un lado mi blusón y dejó besos en mi hombro.
Me estremecí entre sus brazos. Sus labios despertaban sensaciones en todo mi cuerpo. Sensaciones que solo me recordaban aquella noche en su cabaña. La noche de mi fiesta de quince años, donde ambos perdimos nuestra virginidad.
—Edward, ¡quiero ver tú habitación! —pedí con voz temblorosa.
Solté un pequeño gemido cuando succionó la piel de mi cuello donde se podía sentir el rápido aleteo de mi corazón.
—Nop, no la veras hasta dentro de un par de horas —contrarrestó contra mi piel.
— ¿Por qué? —pregunté con las piernas temblorosas.
Sus labios en la piel de mi cuello y sus manos en mi vientre me estaban haciendo perder la cordura.
—Es una sorpresa —susurró mordisqueando el lóbulo de mi oreja. Me estremecí de nuevo entre sus brazos, rindiéndome a las sensaciones que me provocaba.
Me volteó en un rápido movimiento y me besó, un beso cargado de pasión y deseo. Se separó de mí cuando el oxígeno fue necesario para ambos.
—Vamos abajo —dijo con la respiración agitada.
Asentí respirando profundo.
Bajamos tomados de la mano hacia la cocina. Al entrar encontramos a los niños sentados en el desayunador, acabándose el pedazo de pastel de chocolate más el vaso de leche que, al parecer, la señora Rosa les había dado.
—Muchas gracias, señora Rosa —dije tomando una servilleta para limpiarle la boquita a mi gatita.
—Nada de señora Rosa, es simplemente Rosa —me atajó con una sonrisa.
—Rosa, muchas gracias —agradecí con las mejillas sonrojadas.
—Así está muy bien —dijo antes de volverse a la cocina.
—Papi, ¿a qué hora llegan los tíos? Quiero jugar con mi hermanita Jass —preguntó mi gatita dejando a un lado el vaso de leche.
—Más tarde —respondió Edward mirándome confundido.
—Tonta Lizzy, no debes preguntar así. Papi no entenderá —la reprochó Tony.
— ¡Ethan! —reté.
—Ok —susurró mi gatita afligida.
— ¡¿Quieres que llame a mamá Alice?! —pregunté, abrazándola por detrás.
— ¡Sí! —respondió más animada.
—Edward, ¿me prestas tu móvil? —pedí levantando mi mirada hacia él.
Me sonrió de forma torcida, se lo sacó del bolsillo de sus vaqueros y me lo pasó.
—Así que, ¿mamá Alice? —preguntó Edward pasando el brazo por los hombros de Tony.
—Sí, y mamá Rose —respondió Tony antes de tomar un poco de leche.
— ¿Por eso el pequeño rubio te llamó mamá? —preguntó como si nada.
—Sí —respondí buscando el número de Jasper en los contactos de Edward—. Al igual que Jasslye.
—Emerson y Jasslye son nuestros primos hermanos, pero yo prefiero llamarlo hermanos —le explicó mi gatita—. Yo llamo mami, a mi mami Bella y llamo mamá a mamá Rose y a mamá Alice.
—Para mí también. Al igual que para Emer y Jass —murmuró Tony.
—Edward —escuché la voz de Jasper a través del móvil.
—Hola Jazz, es Bella. —Hola Bella —dijo más animado.
— ¿Está Alice cerca? —pregunté acariciando de forma distraída la cabellera de mi gatita. Podía sentir la mirada de Edward y de Tony sobre mí.
—Si, ya te la comunico —respondió—. Alice amor, es Bella, quiere hablar contigo.
—Hola Bella. ¿Qué ocurre? —preguntó Alice rápidamente.
—Hola Al, no pasa nada, solo que Lizzy extraña a Jass. Quería saber a qué hora van a llegar.
—Ja, ja, ja esas niñas están sincronizaba. Jasslye me acaba de hacer la misma pregunta. Dile que estaremos allí en unas horas.
—Mami, quiero hablar con Jass —pidió mi gatita sentándose de rodillas en la butaca para estar frente a mí.
—Alice, Lizzy quiere hablar con Jass.
—Déjame y la busco, está charlando con Jasper —se escuchó el movimiento del aire—. Jass bebé, Lizzy quiere hablar contigo.
—Ola Lichi —saludó mi otra princesita.
—Es mamá Bella Jass, ya te comunico a Lizzy —dije antes de pasarle el móvil a Lizzy.
—Hola Jass —saludó mi gatita muy animada.
— ¡Familia, ya llegamos! —retumbó el grito de Emmett por toda la casa.
— ¡Emer! —murmuró Tony levantándose y corriendo hacia el recibidor.
Edward cargó a mi gatita que seguía hablando con Jass, tomó mi mano y se encaminó hacia el recibidor.
—Hola oso —saludé, buscando con la mirada a Rose y a Emer.
—Hola Bella. Emerson está dormido, en el camino le dio calentura y Rose fue a dejarlo a la habitación, Ethan y Rosa la están acompañando —explicó acercándose a nosotros—. Hey, ¿te acuerdas de mí? —preguntó antes de tomar de forma brusca a mi gatita de los brazos de Edward.
—Emmett —gruñó Edward antes de que el móvil se cayera de la mano de mi gatita.
Emmett lo ignoró.
—Hola, ¿te acuerdas de mí?
—Sí, tío Emmett —respondió mi gatita con las mejillas sonrojadas.
—Estás hermosa —susurró Emmett haciéndole cosquillas.
Rose bajó con Tony de la mano, ellos venían charlando muy animadamente. Edward abrazó a Rose, le dio un beso en la mejilla.
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— ¡¿Papá podemos pedir pizza para cenar?! —gritó Tony mientras jugaba con el Wii de Emmett.
—Sí, pizza papi —lo secundó mi gatita.
—Claro. ¿Qué tipo de pizza? —preguntó Edward.
Los cuatro: Rose, Emmett, Edward y yo estábamos sentado en los sofás en la sala de juego mirando a mis hijos jugar con los diferentes juegos.
—Margarita, ellos no comen de otra, al igual que Bella —respondió Rose con una sonrisa.
Mis mejillas se tiñeron de rojo.
Edward me sonrió, sin dejar de jugar con los mechones de mi cabello, aquellos que se salieron de mi coleta.
—Margarita para ustedes y ¿una Napolitana para nosotros? —preguntó Emmett sacando su móvil mirando a Rose y Edward.
Rose asintió.
—Por mí está bien —respondió Edward sin mirarlo.
La cena fue pizza para todos, excepto Emer que Rosa le hizo una sopa de pollo.
Los niños se quejaron de sueño a eso de las nueve de la noche. Edward me acompañó acostarlos. Acompañó a Tony mientras que yo acompañaba a mi gatita y ella se duchaba.
La ayudé a colocarse el pijama, le cepillé el cabello, le arropé luego que se metiera a la cama, le di un besito de buenas noches.
—Buenas noches princesa, voy a decirle a papi que venga, mientras que estoy con Tony —murmuré besando su mejilla.
—Ok mami —susurró cerrando sus bellos ojos.
Salí de la habitación de mi gatita, crucé el pasillo y me detuve en la puerta de la habitación de Tony.
No quise interrumpir su conversación padre e hijo que estaban teniendo en ese momento, por lo que me devolví a la habitación de mi gatita.
— ¿Papi? —preguntó mi gatita sin abrir sus ojitos.
—No princesa, papi está conversando con Tony y no quise interrumpir —informé acercándome a la cama, me recosté en ella, antes de atraer a mi gatita contra mí pecho—. ¿Qué te pareció tú papi? —pregunté acariciando su cabello.
—El mejor papi del mundo —respondió recostando su cabecita en mi hombro—. Como tú eres la mejor mami del mundo. Te amo mami.
—Yo también te amo princesa —susurré besando el tope de su cabeza.
Se acurrucó contra mi cuerpo, minutos después pude sentir contra mi piel su suave respirar.
—Lamento haberme demorarme —dijo Edward desde el umbral de la puerta.
—Tranquilo, ella lo entendió. Fui a darle las buenas noches a Tony y los escuché conversando, como no quise interrumpir vine hacerle compañía —dije levantándome con cuidado de la cama sin despertar a mi gatita.
—Ven —me llamé estirando su mano hacia mí, la tomé sin vacilar—. Es hora de tu sorpresa.
Salimos de la habitación de nuestra gatita cerrando suavemente la puerta. Di un paso hacia la habitación de Edward, pero este me detuvo.
—Para entrar a mi habitación te hace falta esto —susurró sacando una de sus corbatas o eso me parecía.
—Edward —me queje cuando la llevó a mis ojos.
—No te preocupes, nunca te haría daño —me tranquilizó.
Suspiré y dejé que vendara mis ojos. No vi el movimiento pero sentí cuando me tomó en sus brazos.
—Edward —jadeé llevando mis brazos a su cuello.
Como no podía ver a mí alrededor, mis otros sentidos se intensificaron, podía oír su respiración un poco agitada, sus pisadas, sentía el movimiento que hacía al caminar. Escuché como se abría una puerta y de inmediato mi asaltó una gama de olores.
—Huele delicioso —dije besando, a mí parecer, su mentón.
Me dejó sobre mis pies. Sus manos acariciaron mis brazos, luego se dirigieron detrás de mi cabeza y desató lo que me impedía ver.
Parpadeé un poco. Dirigí mí vista en lo que tenía en la mano y efectivamente era una corbata de seda color negro.
Levanté mi mirada para apreciar toda la habitación, lo primero que captó mi atención fue la gran cama con sábanas de color blanco con rojo que le daba un toque pasional, en ella justo en el centro había un corazón hecho con más pétalos de rosas rojas, en su centro, un pequeño ramo de flores. Detrás de ella, en la pared descansaban cuatro cuadros. Lo siguiente que me percaté fueron los pétalos de rosas rojas esparcidos por el suelo haciendo un camino. A mí izquierda había una mesa con un hermoso arreglo floral y una caja de bombones. A un lado de ésta, había un recipiente con hielo y una botella de champagne. En una de las esquinas de la habitación había lámparas en forma de antorchas.
—Edward, es hermoso —susurré volteando a verlo.
—No más hermoso que tú —dijo rodeando mi cintura con sus fuertes brazos y atrayéndome hacía su pecho—. No más hermoso que tú —repitió, inclinándose para besarme.
Me puse de puntitas, mientras que retorcía el cabello de su cuello con mis dedos y lo atraía hacia mí.
Nuestros labios se unieron en un beso suave, moviéndose sincronizadamente.
Edward me alzó para no tener que inclinarse, al sentirme en el aire, rodeé su cintura con mis piernas, mi entrepierna quedó justamente en su miembro erguido, haciendo una deliciosa presión allí.
Mi cuerpo se encendió con solo un beso, entreabrí mis labios cuando su lengua pidió acceso. Su lengua invadió mi boca tratando de dominar la mía. Sus caderas embistieron a las mías, por lo que comencé a moverme arriba y abajo, creando una fricción que nos hizo gemir a ambos.
No sé como lo hizo Edward, pero mientras me besaba rasgó mi blusón, sin dejarme caer.
—Esto se tiene que ir —susurró besando mi cuello, mientras con sus ágiles dedos desabrochaba mi brassier.
Asentí mordisqueando su cuello.
Me depositó con sumo cuidado en el centro de la cama, dejando mi cuerpo debajo del de él. Me besó de nuevo en los labios, solo unos segundos, luego bajó por mi cuello y llegó al valle de mis senos. Los acarició de forma tierna, como con adoración.
—Me hubiese gustado ver como ellos alimentaban a nuestros hijos —dijo, haciendo chocar su aliento contra la caliente piel de mi seno derecho.
Dio una pequeña lamida a mi rosado pezón, haciendo que se endureciera. Mi braguita estaba muy húmeda. Sentí mi entrepierna muy caliente y resbaladiza. Mi centro estaba palpitante, exigiendo sus atenciones.
—E-Edward —gemí estremeciéndome.
—Humm —susurró, lamiendo mi pezón izquierdo e introduciéndoselo a su boca.
—Edward —gemí arqueándome. Llevé mis manos a sus cabellos. No quería que él dejara de hacer lo que estaba haciendo en mi cuerpo.
Mientras que succionaba de mi pezón izquierdo sus manos acariciaban mi pezón derecho imitando lo que hacía con su boca.
—Edward —jadeé por la intensidad de las sensaciones.
Me quejé cuando abandonó me pezón, lo que hizo que él soltara unas risitas.
—Esto también debe irse —dijo de forma distraída bajando sus manos por los costados de mi cuerpo hacia el botón de mis vaqueros. Lo desabrochó rápidamente, bajó el cierre y mis vaqueros desaparecieron junto con mis zapatillas.
—No se vale, tienes mucha ropa —me quejé con un puchero.
Él estaba completamente vestido y a mí solo me cubría mi braguita de encaje color azul.
Se alejo de mí, arrancó los botones de su camisa. Dejo caer ésta en alguna parte de la habitación. Sus vaqueros le siguieron, al igual que sus zapatos. Solo se quedó en un bóxer de color marrón que se adhería a su piel tan malditamente sexy. Se veía tan apetecible.
Pude deslumbrar que tenía una erección que le puede estar resultando casi dolorosa.
Mi mente viajó a la noche de la cabaña diez años atrás, donde hicimos el amor e hice la comparación. Ahora su miembro se notaba mucho más grande.
Me estremecí de anticipación, pero al parecer Edward lo tomó diferente.
—Si tiene miedo y no quieres continuar, no pasa nada, no pienso forzarte —murmuró alejándose de mí.
Lo tomé de los brazos y con mis piernas me ayudé a que quedara entre ellas.
—Si te vas dejándome así, te arrepentirás Edward Anthony Cullen —reté muy enojada.
¿Cómo se le ocurría pensar dejarme así: excitada y necesitada?
—Bella —trató de alejarse.
—Edward —susurré besando en las comisuras de sus labios—. Por favor, Edward.
—Dime si te duele y pararé —dijo con la mandíbula apretada—. No me importa nada de lo que me digas ni tus caritas.
Asentí de inmediato.
Me besó de nuevo, mientras rompía mis braguitas.
—Me las debes —susurré besando su cuello.
—Te compraré todo lo que quieras, si me pides la luna te la compraré —susurró desasiéndose de su bóxer.
Pude sentir su miembro erguido, duro y caliente contra mi muslo.
—Te amo —dijo, mientras dirigía su rígido miembro hacia mi entrada.
—Yo también te amo —respondí rodeando su cuello con mis brazos.
Se fue introduciendo en mí lentamente, pulgada a pulgada.
Respiré hondo para no gemir de dolor, no era dolor como nuestra primera vez, pero sí me estaba doliendo que un poco.
Me sentí llena cuando estuvo completamente dentro de mí.
Edward no se movió de una vez, se quedó muy quieto, aunque supe —por lo tenso que estaba su cuerpo—, que se estaba conteniendo. Dejándome acostumbrar a él. Me besó apasionadamente.
Pasaron unos segundos o minutos —no sabría decir—, pero ya no me dolía ni me molestaba.
—Puedes moverte —le alenté acariciando su ancha espalda y mis piernas rodeando su cintura. Su miembro salió de forma lenta.
—Dios… estas tan húmeda y eres tan estrecha, me cuesta avanzar —dijo entrando de nuevo en mí.
—Edward —gemí, sintiendo como entraba y salía de mí a una velocidad considerable.
—Bella —gruñó con una embestida profunda.
—Más rápido, por favor —pedí haciendo que mis caderas salieran a su encuentro.
— ¿Así? —preguntó acelerando sus embestidas.
—Si. Dios, sí —respondí en medio de un gemido—. Edward —jadeé cuando lo sentí acariciar con su pulgar mi clítoris.
En mi bajo vientre se comenzó a forma algo intenso. Algo un poco desconocido pero no tanto.
—Edward —gemí enterrando mi rostro en la base de su cuello.
—No durare mucho —susurró un poco frustrado—. Solo he estado contigo, y eso fue hace mucho tiempo. No voy a llegar sin ti.
Mis gemidos y jadeos se mezclaron con los de él.
Solo por unos minutos en la habitación solo se escuchaban nuestros gemidos, jadeos, y algunos gruñidos por parte de Edward.
— ¡Edward! —grité cuando alcance la cúspide del cielo. Mi orgasmo fue arrollador, e hizo que Edward me siguiera luego de una embestida más.
—Bella —gruñó enterrando su rostro en la base de mi cuello.
Dentro de mí, puede sentir algo cálido y espeso.
Edward en un rápido movimiento se dejo caer de espalda contra el colchón conmigo encima de él.
Suspiré profundo, recostando mi cabeza en su pecho.
— ¿Estas bien? —preguntó acariciando mi cabello.
—Estoy muy bien —respondí antes de dejar un beso en su sudado pecho.
Me acurruqué contra él, me sentía un poco cansada.
—No puedes dormirte conmigo dentro de ti, te vas a irritar —informó besando mi cabello.
Se movió de nuevo dejándome debajo de su cuerpo. Me besó mis ojos, mis mejillas y mis labios. Una sensación de abandono sentí cuando salió de mí.
Volvió a moverse y quedó acostado de espalda en la cama a mí lado. Me acurruqué a su cuerpo. Pasaron unos minutos, pero a pesar de sentirme muy cansada no podía conciliar el sueño.
Me moví suavemente quedando acostada boca abajo. Edward nos cubrió a ambos con el edredón de color rojo.
Transcurrieron otro par de minutos y nada que lograba dormirme.
— ¿Te estás cuidando? —soltó Edward de pronto, acariciando con la yema de sus dedos la piel desnuda de mí espalda.
— ¿Qué? —pregunté confundida, dándome la vuelta quedando acostada de costado, sosteniendo mi peso en mi codo derecho, para poder dejar mi rostro a la altura del suyo.
— ¿Estás tomando anticonceptivos? —preguntó mirándome intensamente.
—No. ¿Por qué? —pregunté frunciendo el ceño.
La verdad no tenía idea a donde quería llegar.
—Es todo lo que necesitaba escuchar —murmuró antes de atacar mis labios en un beso hambriento, posicionándose de nuevo encima de mí, entre mis piernas.
—Edward —jadeé al sentir su miembro erguido de nuevo contra mi vientre.
— ¿Confías en mí? —preguntó en un susurro, de pronto, alejándose de mí.
—Con mi vida —respondí segura.
— ¿Puedes colocarte sobre tus codos y rodillas? —pidió con una sonrisa torcida—. Quiero intentar algo.
Asentí un poco dudosa, antes de voltearme y colocarme en la posición que me indicaba. Volteé a verlo sobre mi hombro. De esta manera me sentía más vulnerable, pero no podía negar que me estaba excitando cada vez más por las expectativas.
—Dime si te hago daño y pararé —dijo acariciando lentamente la cara interna y externa de mis muslos.
Me retorcí por las miles de sensaciones que su toque me generaba.
— ¿Me lo dirás? —preguntó besando y lamiendo mi cadera.
Gemí tan fuerte que por un momento temí haber despertado a los niños.
—Siiiiiii —respondí entre dientes.
Subió sus besos y lamidas por toda mi espalda, mientras que sus avariciosas manos acarician todo a su paso.
Besó y mordisqueó mi cuello y hombro.
—Edward —gemí bajito retorciéndome bajo su cuerpo.
Descendió de la misma forma que subió. Besando, lamiendo y mordisqueando toda la piel de mi espalda. Lo sentí acariciar mi sexo, primero con sus aventureros dedos, extendiendo con ellos mi humedad. Luego con la punta de su miembro. Arriba y abajo. Arriba y abajo.
Mis caderas se elevaron buscando más fricción.
—Te amo Bella —susurró ubicando su miembro en mi entrada.
—Yo también te amo —susurré antes de morderme el labio inferior, a la vez que sentía como se introducía en mí, centímetro a centímetro, haciéndome estremecer por la sobrecarga de sensaciones.
Lo escuche gruñir y sentí como apretó fuertemente sus manos en mis caderas.
—Eres tan malditamente estrecha —dijo con los dientes apretados.
—Tú eres muy grande —susurré arqueando mi espalda para poder sentirlo más profundo. Dejó que me acostumbrara a su longitud, antes de comenzar con sus embestidas. Primero lentas y precisas. Luego pasaron a ser un poco más salvajes y rápidas.
Yo solo podía apretar las sábanas tomándolas en puños y morder mi labio inferior para no gritar del placer que Edward me hacía sentir. El sonido de sus caderas chocando contra las mías, se unieron a mis gemidos y jadeos, como también a los siseos y gruñidos de Edward. El cosquilleo en mi vientre no tardó en aparecer.
El miembro de Edward entraba y salía de mí creando esa maravillosa fricción. Sus largos dedos acariciaron mi clítoris haciéndome sisear de placer. El remolino en mi vientre se intensificó. Al momento que sentía cómo su miembro comenzaba a vibrar dentro de mí.
Me mordí el labio inferior para no dejarlo ir aún, no quería que estoy acabara tan pronto.
—Amor déjalo ir —dijo Edward inclinándose sobre mi espalda para poder besar mis labios—. Dámelo —pidió mordisqueando mi labio inferior.
Negué con la cabeza.
—Andaba bebé, dámelo —susurró haciendo círculos con su pulgar en mi clítoris.
Ese fue el detonante de mi maravilloso orgasmo.
Apreté mis puños y mordí la ropa de cama. Solo solté un suspiro de satisfacción.
Edward me siguió después de una embestida más, soltando un gruñido gutural, se desplomó con cuidado sobre mí.
Mi respiración estaba agitada, mi cuerpo estaba agotado, por lo que no me moví de mí lugar. Me acurruqué más al cuerpo sudoroso de Edward.
—Aún no es hora de dormir, te tengo otra sorpresa —comentó Edward acariciando mi brazo derecho.
— ¿Cuál? —pregunté mirándolo con curiosidad.
—Ven, vamos —indicó levantándose de la cama, dejándome admirar su hermoso cuerpo totalmente desnudo—. ¿Ves algo que te guste? —preguntó extendiendo su mano hacia mí.
Mis mejillas enrojecieron de un rojo intenso.
Tomé su mano y dejé que me ayudara a levantar. En un rápido movimiento me cargaba al estilo novia hacia el cuarto de baño.
Entramos y pude ver un hermoso jacuzzi decorado al igual que la habitación. Pétalos de rosas rojas cubrían los bordes y hacían un camino hasta la puerta. Las velas aromáticas eran las únicas que iluminaban tan hermosa escena, a un lado hay una taza con fresas y otra con chocolate.
Fresas con chocolate, mis favoritas.
—Edward, es hermoso —susurré con una sonrisa.
Me depositó con sumo cuidado dentro de la tibia agua, siguiéndome segundos después. Se ubicó detrás de mí, dejándome entre sus piernas. Comenzó a lavar suavemente mis brazos, mis hombros, bajo sus aventureras manos hacia el valle de mis senos. Me estremecí sin poder evitarlo. Escuche como soltó unas risitas.
—Edward —gemí cuando tomó mis senos en sus agiles manos.
—Humm —ronroneó besando mi cuello y acariciando mis senos con sumo cuidado, los apretaba suavemente, con su pulgar hacía círculos en mi pezón, lo tomaba en sus dedos y daba pequeños jalones.
—Edward —volví a gemir colocando mis manos en sus muslos.
—Te deseo de nuevo —susurró mordisqueando el lóbulo de mi oreja—. Creo que nunca me cansaré de hacerte el amor —dijo bajando sus manos hacia mi entrepierna, acariciando suavemente mi estómago, mi vientre —como si lo adorara— bajo más abajo dando suaves caricias a mi pelvis.
—Yo tampoco y también te deseo —aseguré cuando lo sentí acariciar mis húmedos rizos, húmedos por el agua tibia y mi excitación.
Me tomó por mis caderas y me alzó, con mi mano derecha lo ubiqué en mi entrada. Lo necesitaba ya. Me fue bajando poco a poco, haciéndome sentir cada pulgada de él, sentir como me llenada.
Se sentía muy diferente de esta forma.
—Edward —gemí quedito apretando mis manos en sus muslos.
—Dios… eres tan calidad y tan estrecha —susurró con los dientes apretados.
Cuando estuvo todo dentro de mí, dejo pasar unos minutos sin moverse, dejando que mi cuerpo se acostumbrara a su intruso. Recargó su frente en mi espalda, sus brazos estaban ceñidos alrededor de mí cintura.
—Dime cuando pueda moverme —dijo besando mi espalda.
Suspiré antes de recostarme en su torneado pecho y comenzar a moverme suavemente.
Movió sus brazos de mi cintura para tomar posesivamente mis caderas y poder ayudarme con mis movimientos. Al empezar a movernos, el agua comenzó a desbordarse del jacuzzi. De nuestros labios solo salían jadeos, gemidos, como también pequeñas frases entrecortadas de amor.
No dejé de decir en ningún momento te amo y Edward de responder.
El remolino en mi vientre hizo su aparición, segundos, minutos o quizás horas, no lo sé, el tiempo se detuvo para nosotros.
Edward al sentir que estaba cerca de tener mi orgasmo y él el suyo, aumentó la velocidad de sus embestidas.
— ¡Te amo Edward! —grité cuando llegué a la cima del cielo.
—Te amo Bella —gruñó Edward apretando sus manos en torno a mis caderas y derramando su cálido semen dentro de mí.
Caí exhausta sobre su pecho, sus manos dejaron de apretarme las caderas para abrazarme —de seguro mañana tendría unas marcas ahí—, me alzó un poco, suspiré profundo cuando sentí que su miembro abandonó mi interior.
—Te amo —repitió en mí oído mientras comenzaba a lavar mi cuerpo.
Volví a suspirar.
Lo dejé hacer su tarea sin objeción, estaba muy cansada. Cuando terminó, me removí en sus brazos hasta quedar a horcadas sobre él, comencé a lavarlo de la misma manera que él lo hizo conmigo.
Al tocar cierta parte de su torso, sentí bajo de mí cómo su miembro volví a cobrar vida.
—Eres insaciable —dije dándole un casto beso.
—Es… porque eres tú, pero ignóralo —respondió acariciando mi mejilla.
—Ven, vamos. —indiqué levantándome abajo su atenta mirada.
— ¿Qué estás pensando? —me picó levantándose.
—Debes averiguarlo —expresé secando su cuerpo con una toalla.
Con un rápido movimiento tomó otra y secó mi cuerpo.
Tomé su mano y lo guié hasta la cama. Al llegar a ella lo tumbé de espalda.
—Quédate ahí, si te mueves, me voy a dormir con Elizabeth —le amenazé, subiéndome a la cama de forma lenta y sensual.
Comencé acariciando suavemente su torso con mis manos, mientras que mi lengua dejaban pequeñas lamidas, mis dientes pequeños mordiscos y mis labios pequeños besos húmedos.
Bajé mis caricias más abajo, hacia la zona sur de su espléndido cuerpo. Estaba disfrutando al máximo tener a Edward a mi merced. Observarlo debajo de mi cuerpo temblando de anticipación, ver su hermoso rostro distorsionado por el placer que yo le estaba brindando en este momento, definitivamente me hacía sentir poderosa.
Acaricié lentamente sus muslos hasta llegar a su miembro erguido en todo su esplendor, expectante, anhelado mis caricias. Me senté en sus muslos antes de tomar tímidamente con mis pequeñas manos su miembro. Él era enorme. Mucho más grande de lo que recordaba.
Mi mano derecha intento abarcarlo, pero me fue imposible, por lo que, lo tomé con ambas manos.
—Bella —gimió estremeciéndose.
Bajé la cabeza y besé la punta humedecida por el líquido pre-seminal. Nunca lo había hecho, pero siempre hay una primera vez para todo.
Di una pequeña lamida. No tenía mal sabor, así que lo lamé desde la base hasta la punta. Antes de introducir solo su cabeza roja e hinchada en mi boca y juguetear con ella.
—Bella —gimió más fuerte tomando de forma brusca el cabecero de la cama.
—Humm —ronroneé introduciéndome de a poco su miembro en mi boca.
Chupé y lamí todo el tiempo que quería. Era mi paleta. Mi nuevo juguete favorito.
Me ayudaba con mi mano derecha a masajear lo que no lograba introducir en mi boca. Con mi mano izquierda masajeaba sus rosados testículos.
—Estoy cerca amor y no quiero llegar en tu boca —alertó en medio de un gemido cuando sentía temblar su miembro dentro de mi boca.
Asentí antes de chupar más fuerte y soltarlo con un sonoro plop. Me senté sobre él al mismo tiempo que Edward colocaba sus manos en mis caderas. Tomé su miembro en mi mano derecha dirigiéndolo a mi entrada, bajé lentamente introduciendo su cabeza.
Solté un fuerte y vergonzoso gemido, mientras que Edward gruñía.
Toc Toc Toc
Me congelé mirando aterrorizada a Edward. Éste me devolvió la mirada de la misma forma. La perilla sonó cuando era girada.
"Mierda", pensé saltando el cuerpo escultural de Edward con único propósito de llegar a su suéter que había caído en la mesita de noche a mi izquierda.
—Mami —llamó mi gatita abriendo completamente la puerta y entrando a la habitación.
— ¿Sí, bebé? —pregunté dándome la vuelta mientras terminaba de bajar el suéter de color negro que me llegaba hasta medio muslo.
Edward no estaba en la cama donde lo había dejado. La puerta del cuarto del baño estaba entreabierta y se escuchaba el agua de la ducha caer.
—Me duele mucho la garganta —respondió cuando la tomaba en mis brazos.
—Shhhh, aquí está mamá —alenté acariciando su pequeña espalda.
— ¿Puedo dormir contigo? —preguntó acurrucándose contra mi pecho.
Suspiré profundo. "Adiós a mi maravillosa noche", pensé meciendo a mi gatita.
—Claro que sí, bebé —respondí acercándome al sofá—. Solo déjame cambiar la ropa de cama, sin querer derrame un poco de agua.
—Ok mami —aceptó, acurrucándose contra la tapicería de cuero negro.
Le di gracias a Dios de que mi gatita no se diera cuenta de nuestra ropa esparcida por toda la habitación. Recogí todo, dejé el pequeño montoncito al pie de la cama.
Quité la ropa de cama, luego tomé el resto y fui hasta el cuarto de baño para dejarla en el cesto de la ropa sucia. Al entrar pude apreciar el cuerpo desnudo de Edward a través de la mampara del vidrio. Se encontraba con la cabeza recostada en la pared de la ducha.
“Pobre”, pensé con una sonrisa. “Por lo menos alguien puede terminar”.
Apreté mis muslos y sentí una deliciosa fricción que me hizo estremecer y desear estar en la ducha con él.
Miré a mi gatita y luego al cuerpo desnudo de Edward. Suspiré profundo.
Mi mente y mi cuerpo se debatían: “Entre lo que debía hacer y lo que quería hacer”.
Dejé la ropa, tomé la ropa de cama y de forma reticente salí del cuarto de baño.
Vestí la cama, luego fui a la habitación de mi gatita por su medicamento. Regresé y nada que Edward salía de la ducha.
Me acerqué al sofá. Medio desperté a mi gatita, le di el medicamento. La tomé en mis brazos y la pasé a nuestra cama. La observé dormir por un par de minutos.
La amo. La amo tanto como a Tony y a Edward y no me molesta en absoluto que haya interrumpido nuestra maravillosa noche. Estoy consciente que habrá muchas más.
—Te amo princesa —susurré arropando su pequeño y frágil cuerpo.
“¿Por qué dura tanto?” Pensé mirando hacia la puerta entreabierta del cuarto de baño. “Necesito ducharme. Tengo mi sexo y mis muslos húmedos, tanto de mi excitación, los restos de mi orgasmo y el tuyo”.
Atravesé la habitación, abrí la puerta del cuarto de baño y entré quitándome el suéter.
—Edward, necesito ducharme —dije abriendo la mampara.
La visión que tenía delante de mí, hizo que mi sexo se humedeciera aún más. Edward tenía su miembro tomado con su mano derecha, pude apreciar como el agua se llevaba su semen. Sus ojos estaba cerrados y su cara en una expresión de placer.
Tragué el nudo de mi garganta.
—Elizabeth está dormida en nuestra cama, debes salir y cuidar…
Se volvió tan rápido que mis ojos no lograron captar su movimiento. Solo pude sentir como sus labios se estrellaban con los míos cortando mis palabras. Era un beso ansioso. Su lengua invadió mi boca al mismo momento que me tomaba bruscamente de la cintura y mi espalda chocaba con algo duro y frío.
“La pared de la ducha” Pensé respondiendo a su hambriento beso y rodeaba su cintura con mis piernas.
—Edward —logré decir cuando bajó sus labios de los míos para besar, lamer y mordisquear mi cuello y mandíbula.
—Te deseo, no sabes cuánto. Nada se compara contigo —apuntó contra la piel ardiente de mi cuello.
—Elizabeth —murmure antes de soltar un pequeño gemido.
Me mordí el labio inferior para no gritar de placer.
— ¿Cerraste la puerta?—preguntó con mi pezón en su boca mordisqueándolo sin llegar hacerme daño.
—Nooooo —respondí gimiendo quedito
—Por favor no hagas ruido —suplicó entrando en mí de una fuerte estocada.
Me mordí fuertemente el labio inferior, en mi boca pude sentir el sabor de la sangre que probablemente en este momento brotaba, pero no importaba... Estaba demasiado ocupada en sentir todo lo que Edward estaba haciendo conmigo... No aguanté mas y clavé mis uñas....
—Esto será fuerte, duro y rápido —me indicó saliendo de mí antes de entrar de nuevo de la misma manera. Enterró su rostro en la base de mi cuello. Mis uñas se clavaron de nuevo en su espalda.
Así comenzó con sus embestidas, rápidas, fuertes y profundas.
Ese delicioso cosquilleo en mí bajo vientre no tardó en hacer su aparición, y exploté en un arrollador y maravilloso orgasmo. Cuando salió de mí entrando fuertemente al mismo instante que apretaba y masajeaba mi clítoris.
Me mordí la mejilla evitando soltar el grito que quedó atorado en mi garganta, solo se escapó de mis labios un fuerte suspiro de placer.
Edward me siguió segundos después luego de dar una de sus deliciosas embestidas, soltando un gruñido gutural, antes de encajar sus dientes en la piel de mi hombro.
Pude sentir en mi interior su cálido y espeso semen.
Edward se separó un poco de mí —aun manteniéndome en sus brazos—, para poder observarme.
—Lo siento si fui muy rudo —se disculpó, acariciando la marca que había dejado en mi hombro luego mi labio inferior con su pulgar derecho.
—Estuvo fantástico —logré gesticular al momento que bajaba mis piernas de su cintura.
Nos duchamos rápidamente entre caricias para nada sensuales. Estábamos muy conscientes que esta vez no tendríamos tanta suerte.
Salí del cuarto de baño con Edward siguiéndome muy de cerca. Mi gatita estaba acurrucadita en el centro de la cama, ajena de lo que acabábamos de hacer en la ducha.
— ¡Oye! —me quejé cuando Edward estampó la palma de su mano en mi trasero. Él solo me sonrió torcidamente. Con mi sonrisa favorita.
Me coloqué una braguita de algodón de color blanco y una camiseta de Edward de color azul, que me llegaba un poco más debajo de la punta de mi trasero.
Me estaba cepillando mi muralla de cabello.
Edward me observaba acostado del lado derecho de la cama, solo con un pantalón de pijama de color negro.
Toc Toc Toc.
Un tímido golpecito me hizo voltear hacia la puerta.
Edward se levantó de la cama y fue abrirla, para encontrarse con un somnoliento Tony.
— ¿Puedo dormir con ustedes papá? —preguntó tallándose su ojito derecho.
—Claro campeón, entra —respondió Edward haciéndolo entrar antes de cerrar la puerta.
Tony no tardó en correr hacia la cama, se subió y se acurrucó al lado de mi gatita.
Le sonreí a Edward cuando ambos nos metíamos a la cama done nuestros pequeños nos esperaban.
Me acurruqué al cuerpecito de mi gatita.
—Te amo —dijo Edward mirándome por encima de los niños.
—Yo también te amo —susurré cerrando mis ojos.
Estaba agotada, muy agotada, pero me encontraba feliz, muy feliz y llena de dicha.
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Fui la primera en despertar y lo primero que noté fue el cuerpecito cálido de uno de mis niños. Abrí mis ojos para toparme con una mopa de cabellos rebeldes de color castaño.
Mi hermoso niño dormía plácidamente con su cuerpecito entre mis brazos, su cabeza descansaba sobre mi hombro, su brazo izquierdo pasaba posesivamente sobre mi pecho, tomando en su pequeño pucho la camiseta de Edward, su pierna izquierda estaba sobre las mías.
Ethan es tan o más posesivo que el mismo Edward.
Mi gatita dormía profundamente sobre el pecho de su padre, quien con su brazo derecho rodeaba posesivamente su pequeña cintura.
Me moví suavemente hasta dejar a mi bebé recostado en la cama abrazando la almohada que hasta segundos atrás descansaba mi cabeza.
Entré al cuarto de baño, cepillé mi cabello recogiéndolo en una coleta alta cuando terminé de hacerlo, luego cepillé mis dientes.
En el espejo se reflejaba una Bella sonriente, con sus mejillas un poco sonrojadas y sus ojos brillando.
Salí directo hacia el armario, busqué un short corto de tela de color negro y un blusón de color perla.
Salí de la habitación dejando a mis tres grande amores profundamente dormidos en la cama.
Tony se había movido hasta llegar al cuerpo de Edward y había pasado su pierna derecha sobre la de su padre, su brazo derecho sobre la espalda de su hermana, su cabeza estaba sobre el hombro de Edward.
Bajé las escaleras de forma tímida. No me sentía muy a gusto andar en esta mansión.
—Buenos días, señora Rosa —saludé tímidamente entrando a la cocina.
—Buenos días, señora Isabella —correspondió a mi saludo tendiéndome una taza de café.
—Solo dígame Bella y gracias, pero desde el embarazo no tolero el café —rechacé amablemente.
— ¿Una taza de té? —indagó volviéndose a la estufa.
—Si, por favor —respondí sentándome en la barra del desayuno.
—Buenos días —saludaron a coro Rose y Alice entrando a la cocina con una enorme sonrisa.
—Buenos días —dijo la señora Rosa—. ¿Una taza de café?
—Si, por favor —respondieron sentándose Rose a mi lado y Alice frente a mí.
—Hola —saludé con una sonrisa.
—Tienes cara de bien follada —soltó Rose mirándome intensamente de la misma manera que lo estaba haciendo Alice.
Me sonrojé intensamente.
—Ustedes también —contraataqué.
Sorpresivamente… ambas se sonrojaron furiosamente.
—Como extrañaba lo salvaje que es mí osito la cama —comentó Rose con un suspiro de satisfacción.
—Jasper es tan apasionado —dijo Alice con un suspiro y una sonrisa boba en los labios.
—Demasiada información —dije levantando mis manos hacia mi rostro.
—Y tú, ¿disfrutaste tu noche con Edward? —preguntó Rose picándome en el costado izquierdo.
Sonreí abiertamente mientras sentía mis mejillas arder.
—Sí, la disfruté bastante mientras duró —respondí jugueteando con la taza de té.
— ¿Cómo es eso de “mientras duró”? —preguntó Alice haciendo comillas en el aire.
Suspiré profundo.
—Lizzy llego a la habitación cuando Edward y yo... bueno ya saben. Estábamos haciendo el amor —respondí con la miraba baja.
—Oh —susurraron las dos al mismo tiempo.
— ¿Elizabeth los vio teniendo sexo? —preguntó Rose de pronto muy sería.
Negué con la cabeza, subiendo mi mirada a su rostro.
—No, casi, pero no —respondí desviando mi mirada a Rosa que preparaba el desayuno en silencio.
—Te lo dije, te lo dije hace tiempo, Bella. Necesitabas enseñarles a dormir en su habitación y no me hiciste caso —me retó Alice señalándome con su dedo acusador poniéndose de pie de un salto para llegar frente a mí, al otro lado de la barra—. Por tú impudencia, casi traumas a la niña.
—Alice —susurré con voz rota.
—Alice nada. Por Dios, Bella. ¿Que le hubieses dicho si Elizabeth los hubiera visto? —preguntó con los brazos en garras caminando como león enjaulado por toda la cocina.
—No lo sé —respondí en un susurro.
— ¡¿No lo sabes?! —exclamó deteniendo abruptamente su caminar mientras subía sus brazos al aire.
—Alice basta —la atajo Rose.
—Rosalie —dijo Alice de forma brusca volviéndose hacia ella.
—Basta —replicó Rose de la misma forma.
Alice no dijo nada más y se volvió a sentar frente a mí soltando un sonoro bufido.
—Si Alice, lo entiendo. No volverá a pasar —dije mirando a mi hermana, quien se negó a mirarme.
Rosa aprovechó ese momento para dejar frente a mis hermanas su respectiva taza de café, a mí amablemente me cambió la taza de té frió sin probar por uno más caliente.
—No se preocupe, siempre nos pasa eso a los que somos padres —expresó palmeando mi hombro.
Le brindé una pequeña sonrisa.
Ninguna de las tres habló, por lo que por primera vez estábamos en un incómodo silencio.
Suspiré.
— ¿Cómo tomó Emm lo de Emer y su concepción? —pregunté en un susurro.
—Lo tomó mejor de lo que yo esperaba —respondió luego de tomar unos sorbos de café—. Antes de que me diera cuenta de que era él, puedo decir... que aún recuerdo perfectamente las clases de defensa personal de Sam —exclamó con una enorme sonrisa.
Sonrisa a la que Allie y yo le correspondimos.
—Pobre del oso —susurró Alice colocando sus manos para esconder sus risitas—. Lo debe haber pasado muy mal —dijo antes de estallar en carcajadas.
Rose y yo nos unimos segundos después.
—Muy mal —Rose suspiró—. Tan mal, que aún tiene su ojo morado.
Estallamos de nuevo en estruendosas carcajadas.
Rosa nos miraba en ese momento con una sonrisa en los labios.
— ¡Rosalie! —exclamé negando con la cabeza, pero con una sonrisa bailando en mis labios.
— ¿Qué? —preguntó en un tono inocente—. Solo defendía a mí hijo y a mí.
—Como quieras —dije con una sonrisa—. Pero no me has dicho, ¿cómo se lo tomo?
Suspiró profundo.
—Cuando me dijo Rosie osita, me di cuenta que era él, así que deje de golpearlo y me lancé a sus fornidos brazos llorando de felicidad, besando todo lo que mis labios tenían alcance. Duramos unos segundos, minutos, horas, a decir verdad, no lo sé, todo el mundo pareció detenerse, solo existíamos nosotros dos y Emerson en la otra habitación contigua. Después, en un susurro, me preguntó si Emer era mi hijo, por lo que suspiré. Era el momento. Me separe de él y lo guié hasta el sofá, me senté a su lado y comencé con mi relato bajo su atenta mirada. Cuando llegué a la parte de mi violación, no había terminado de contar, cuando ya se había puesto de pie de un salto, comenzó a despotricar y a lanzar todo a su paso. Les confieso que de verdad en ese momento me asusté mucho, nunca lo había visto así. Me preguntó en un grito si Emer era producto de eso. Les juro que mi corazón se rompió en ese momento, amo a Emmett, pero Emerson está primero. Sus fuertes gritos y las cosas aventadas y rompiéndose, despertó a Emerson, quien no dudó en aparecer en ese momento en la habitación. Les puedo jurar que en ese momento el rostro de Emmett estaba tan rojo por la ira, que temí por la vida de mi hijo. Me moví tan rápido interponiendo mi cuerpo entre los dos, que parecí no sé... un vampiro. Nunca voy a permitir que Emmett dañe a mí bebé. El Emmett que estaba en ese momento frente a mí, era un completo desconocido. Tenía sus ojos inyectados con una ira asesina, estaba como distante, era como si no nos viera delante de él. Fueron las palabras de Emerson las que lo trajeron al presente. —Rosalie suspiró con una sonrisa en los labios.
— ¿Qué le dijo Emer? —preguntó Alice en un susurro.
Asentí dando a entender que era lo mismo que yo me estaba preguntando.
—Le dijo “papá” —respondió Rose con una enorme sonrisa—. En ese momento sentí a mi corazón estallar de felicidad. Emmett se nos acercó muy lentamente y se acuchillo frente a mí hijo, yo solo pude observar como una intrusa ese mágico momento. ¿Por qué gritas, papi?, fue la pregunta de Emerson mientras retorcía sus pequeñas manos. Es que no te alegras de vernos, porque yo sí papi, te extrañé mucho, igual mami. Por favor, no te vuelvas a ir. Emerson habló tan rápido que me costó oírlo. El movimiento de mi osito fue tan rápido que no lo noté. En un parpadeo Emer dejó de estar parado frente a él, para estar al siguiente entre sus brazos. Claro que me alegro de verlos, yo también los extrañé mucho, le dijo mi osito irguiéndose para atraernos a sus brazos, apretándonos contra su fuerte pecho. Él nos guió hasta el sofá y se enfrascó en una larga conversación con Emer. Fue hasta que el niño se durmió que no logré seguir con nuestra conversación. Me pidió perdón por su comportamiento, él no quería asustarnos y mucho menos hacernos daño. Emerson conquistó su corazón. Le dije que… me había tomado el atrevimiento de decirle a Emer que él era su padre, que si no nos quería junto a él, luego de saber todo, que por favor no fuera a romperle el corazón al niño. Me besó interrumpiendo mi monólogo. Al separarnos me dijo que me amaba, que me amaba mucho, al igual que a su hijo y de forma brusca me juró que no descansaría hasta dar con ese desgraciado y hacerlo sufrir de forma lenta y luego lo mataría con sus propias manos. Luego bueno… ya se lo imaginan —terminó apartando la taza del café para apoyar los codos en la barra—. Tú Alice, ¿cómo te fue con Jasper?
Ambas miramos al mismo tiempo, la aludida nos sonrió a ambas.
—Jasper no me mantuvo en suspenso todo el camino a nuestro destino, se quitó el pasamontaña cuando dejamos atrás la mansión, al principio sí me sorprendí un poco y eso es todo —respondió Alice sin detenerse a respirar.
—Párale ahí, párale ahí. Nos cuentas todo con lujo de detalles —la atajó Rose colocando sus manos hacia adelante como si estuviera deteniendo el tráfico.
—Todo, Marie Alice Swan —la apremié.
Suspiró y me encogió en la butaca.
—Jasper no se quitó el pasamontaña de inmediato, primero se burló un poquito de mí. Como estaba un poquito en shock por lo que estaba pasando, acabábamos de llegar y ya nos secuestraban. Pues… estaba sumida en el silencio. Él se burló de mí. “Nunca pensé que llegaría el día de ver a Marie Alice Swan sin habla” —contó haciendo comillas en el aire.
Rose y yo soltamos unas risitas.
—Fue ahí que supe que era él. Lo reté: Jasper Anthony Cullen, cómo se te ocurre darme seme rendo susto, ¿quieres matarme de un paro cardíaco? y él solo se rió, ¡se río de mí! —exclamó casi con un ataque de ansiedad—. ¿Saben lo que respondió? —preguntó levantándose de la butaca y caminar como leona enjaulada.
Rose y yo negamos con la cabeza.
—Vengo a buscar lo que es mío. Como si yo fuera de su propiedad. Joder… es que estoy hombres no aprenden nada.
—Alice, te desviaste del tema —murmuró Rose deteniendo su agitado avance o dejaría una zanja en medio de la cocina de la señora Esme Cullen.
—Jasper fue directo, me pregunto por Jass, “Es muy hermosa tú nena” —Alice sonrió como siempre lo hacía al hablar de Jasslye—. No es mía, bueno sí. Es complicado. Entonces él solo dijo que había un camino muy largo que recorrer, que nos daba mucho tiempo para que le contara todo. Acarició mi mejilla, luego el rubio cabello de Jass. Así que comencé a contarle todo, desde que Jasslye es nuestra sobrina, hija de Caled, aquel hermano que teníamos y no supimos de él hasta después de su muerte. Fue ahí donde nos enteramos que nuestro amigo era en realidad nuestro medio hermano, hijo de papá. Caled me dejó la custodia de Jasslye. ¿Jasslye? Me preguntó el nombre confundido. —Alice dijo todo de sopetón, sin detenerse a tomar aire—. Le expliqué cómo Elizabeth y Ethan buscaron el nombre. Me preguntó por mi vida. Le conté todo: mi graduación, el trabajo en la empresa de papá, hasta lo que hice hace cuatro días. Le dije que había tenido sexo con Tim, un pretendiente, pero que no sentía nada por él. Que mi corazón le pertenece a él. A Jasper Cullen.
— ¿Qué dijo? —preguntó Rose al mismo momento que yo preguntaba.
— ¿Cómo se lo tomó?
—Se quedó en silencio por varios minutos. Por lo que le aclaré que solo había sido una vez, hace tres días y que Timothy no es nada en mi vida. Comenzó a pedirme perdón: Perdóname, pelinegra amor, perdóname. Yo estaba muy confundida, porque él me pedía perdón si fui yo la que lo engañó. Fui yo la que cometió el error de acostarse con otro hombre. ¿Por qué debo perdonarte? Le pregunte mirándolo fijamente. Su expresión de dolor, su expresión desolada, como si él fuera cometido el peor de los crímenes. Comencé a sentirme mal, su estado de ánimo me comenzaba afectar. Ahí, de verdad, creí que mi Jasper sí se había casado con otra. Entonces le exigí Jasper Cullen, llévame de vuelta a mí casa. No quería que él me dijera aquello que iba a romper más mi corazón. No quería que él me contara lo feliz que era con su esposa. Le pregunté el porqué me sacaba de la casa si estaba casado. En ese momento la camioneta se detuvo de forma brusca. Solo pude apretar a Jass más contra mi pecho. Él solamente lo negó, mientras se reía de forma irónica. Me acusó de ser yo quien había contraído matrimonio. Cuando dijo eso, fue mi turno de reír de forma irónica. No me vengas con tonterías Jasper Cullen yo no me he casado, pero tú sí. Ahora llévame de vuelta a mí casa. Peor él me ignoró y comenzó a explicarme lo que había sido de su vida. Él no se casó como nos hicieron creer, se gradúo en la universidad de Arquitecto. Me contó que cuando se enteró de mi supuesto matrimonio, tuvo una aventura. Según él, no fue por mucho tiempo. Que su corazón me pertenece solo a mí y a pesar de que yo no lo siguiera amando, él sí. Así que cortó su relación y ha permanecido solo desde entonces.
—Oh —susurré asombrada.
Rose estaba con la boca abierta hasta el suelo.
—Jasper… —comenzó Rose pero Alice la interrumpió.
—Tuvo una relación con una mujerzuela de un burdel donde ellos venden sus cosas. Sí —dijo Alice con expresión asesina—. Lo quise matar en ese momento, lo hubiera hecho, si él no hubiera estado manejando el coche donde Jasslye viajaba. Yo muriéndome por dentro pensando que lo había engañado y solo fue una vez, lo de él fue por tres meses. Dios… tres meses. No le hablé en todo el camino que nos faltaba. Cuando ya íbamos llegando a la casita de campo que fue nuestro refugio años atrás mi pequeña rubia se despertó. La observé mirar fijamente a Jasper. Jass no perdía ninguno de sus movimientos, pero no se movía de su lugar. Jasper se dio cuenta y la miró sonriendo. Hola, mi princesa. Ya estás con papá, le dijo acariciando su cabello. Jass sonrió como si fuera la mañana de navidad y tuviera el mejor regalo del mundo. Mi corazón enojado se derritió de inmediato. Así que usted mi hermosa princesita es Jasslye Anthonella, mi nenita. Jass solo asintió y se escondió entre mi cabello. Como ustedes saben, no pude permanecer mucho tiempo enojada con él, nos pedimos perdón mutuamente y decidimos luchar por lo nuestro. Tú Bella, ¿cómo te fue como Edward?
Suspiré con una sonrisa de enamorada en el rostro.
—Edward nos llevó a una cabaña que le pertenece a Garrett su mano derecha…
—Buenos días —saludó Edward entrando a la cocina con nuestra gatita en sus brazos y nuestro campeón encima de su espalda.
—Buenos días, Edward —saludaron Alice y Rose.
Edward les dio un beso en las mejillas.
—Buenos días amor —se inclinó para dejar un casto beso en mis labios.
—Guacala —se quejaron mi gatita y Tony.
—Elizabeth Marie y Ethan Anthony, ¿para nosotras no hay buenos días? —se quejó Rose con una sonrisa.
Mi gatita se removió en los brazos de su padre al momento que Tony saltaba con un ágil movimiento hacia el suelo. Edward la dejó sobre sus pies.
—Buenos días mamá Rose —saludó mi gatita saltando a los brazos de su tía.
—Buenos días mamá Alice —saludó Tony con un beso en la mejilla.
—Mi beso de buenos días —susurró Edward atrayéndome hacia su torneado pecho luego de rodar mi cintura con sus fuertes brazos.
—Buenos días amor —susurré llevando mis manos a sus cabellos y entrelazando en ellos mis dedos lo atraje hacia mí de forma brusca.
Nuestros labios se juntaron, en un suave roce, pero yo quería más, así que asalte su boca con mi lengua. Saboreando, degustándome su sabor unido al de la pasta dental y el enjuague bucal.
—Guacala mamá Bella —la voz de Emer me hizo separarme de Edward. No sin antes morder suavemente su labio inferior.
Me volví hacia mis diablitos con las mejillas sonrojadas.
Emer miraba a Edward desafiándolo con la mirada.
— ¿Qué pasó guapo? —pregunté tomándolo en mis brazos.
— ¿Con quién te besas mamá Bella? —preguntó según él en un susurro en mí oído. Pero sé que todos lo escucharon.
—Es Edward, Emer, el papá de Lizzy y Tony —respondí haciendo que me mirara.
— ¿Tío Edward? —preguntó mirando a Edward sobre mi hombro.
—Sí —respondí con una sonrisa.
—Hola tío Edward —saludó Emer con una sonrisa.
—Hola Emerson —Edward me lo arrebató de mis brazos y lo alzó arriba de su cabeza—. Te pareces mucho a tu madre.
—Lo sé, papi también me lo dijo —murmuró Emer con una sonrisa—. Lánzame tío.
Edward sonrió y lo lanzó en el aire. Creo que esos fueron los peores segundos de la vida de Rose, la vi cerrar sus ojos no queriendo ver si Edward no llegaba atraparlo.
La cocina fue llenada por la risa musical de Emer.
Edward lo atrapó segundos después de haberlo lanzado. Pude ver como Rose suspiraba de alivio.
—Papi, yo también quiero —dijo mi gatita acercándose a su padre.
Me tensé y miré con mis ojos entrecerrados a Edward, él solo me sonrió con mi sonrisa torcida y la alzó en sus brazos.
—Ed… —no me dejó terminar de hablar cuando ya la estaba lanzando en el aire.
Mi corazón se saltó un latido, levanté mis brazos hacia arriba tratando de tomarla.
La risa de campanilla de mí nena se escuchó por todo la cocina.
—Tranquila amor, no dejaría que le ocurriera nada —me tranquilizó Edward atrapándola.
—Edward Anthony Cullen, no quiero que lo vuelvas hacer —lo reté fulminándolo con la mirada.
—Mami —mi gatita hizo un puchero.
—Esta vez no, Elizabeth Marie —dije con las manos en las caderas.
—Lo siento mami, no le volveré a decir a papi que me lance —se disculpó mordiéndose el labio inferior.
—Está bien princesa, solo… me asusté mucho —susurré quitándose a Edward de sus brazos para estrecharla con los míos contra mí pecho.
—Te prometo que no volveremos asustarte —prometió Edward abrazándonos a las dos.
Tony se unió nuestro abrazo.
—Buenos días —saludaron Emmett y Jasper entrando a la cocina. Este último con Jasslye en sus brazos.
—Buenos días —saludamos todos a la misma vez.
— Hola Emm, hola Jazz —saludé acercándome a ellos con mi gatita aun en mis brazos.
—Hola Bella —me correspondió Jasper abrazando con su brazo libre—. Elizabeth ¿cierto? —preguntó mirando a mi gatita.
—Hola tío Jasper —saludó mi gatita con las mejillas sonrojadas.
—Es un gusto conocerla oficialmente señorita Cullen, Jasper Cullen su tío —se presentó como todo un caballeo.
Mi gatita y Jass soltaron unas risitas.
—El gusto es mío, señor Cullen —murmuró mi gatita seria, pero no tardó en soltar unas risitas.
—Enos ías mamá Bella —me saludó Jass con una sonrisa.
—Hola Bellita —me saludo Emm atrayéndome hacia su enorme pecho con sus fuertes brazos de forma brusca.
—Hola oso —dije con una sonrisa.
— ¿Ya te dije que te extrañé Bellita? —susurró apretándonos en un abrazo de oso.
—Tío —se quejó mi gatita.
—Oso… no… podemos… respirar —dije con lo poco de oxígeno que le quedaba a mis pulmones.
—Emmett Cullen, suelta en este instante a Bella y a Elizabeth —exclamó Edward con los dientes apretados.
—Ups —dijo Emm con una sonrisa.
Los brazos de Emmett fueron sustituidos por los brazos de Edward.
— ¿Están bien amor? —preguntó Edward con ansiedad en la voz.
—Estoy bien papi —respondió mi gatita extendiendo sus brazos hacía él.
Edward la tomó en sus brazos y le besó ambas mejillas, levantó su mirada hacía mí y tiernamente me acarició mi mejilla.
—Estoy bien amor —susurré recargando mi rostro contra su mano.
—Señores Cullen, el desayuno ya está listo, pueden pasar al comedor —habló Rosa por primera vez.
—Sentimos invadir tu cocina Rosa —me disculpé.
—No se preocupe, señora Swan —me tranquilizó—. Me agradó mucho tenerlos aquí, esta vieja a veces se siente muy sola.
—Ya no estarás más nunca sola, nos tendrás a nosotros —dijo mi gatita sobre el hombro de Edward.
—Eso me alegra mucho pequeña —dijo Rosa con una sonrisa.
—Familia, andando que me muero de hambre —se quejó Emmett empujándonos hacia el comedor.
En seguida entramos al comedor, las paredes estaban de un color rojo intenso, en el centro del salón se podía apreciar el gran comedor de cristal de nueve sillas, el cual estaba iluminado, por un hermoso candelabro con velas a los alrededores, encima de éste. Del lado derecho había una hermosa chimenea color blanco y flores que la adornaban. Al fondo del salón se podía apreciar un gran ventanal, cubierta por unas cortinas color pastel.
Edward tomó asiento en la cabecera de la mesa. Me senté a su izquierda. Mi gatita se sentó a mi lado, a mi izquierda, la silla continua a la de mi gatita se sentó Tony, Emmett en la otra cabecera con Emerson en su regazo, a su izquierda se sentó Rose, a su lado Alice, a la derecha de Edward se sentó Jasper con Jasslye en su regazo.
Rosa se lució con el desayuno, había tanto de donde escoger.
A pesar de que estábamos desayunando eso no impidió las bromas pesadas de Emmett.
—Papi, ¿podemos bañarnos en la piscina? —preguntó mi gatita luego de que termináramos de desayunar.
—Claro bebé —respondió Edward mirándola con adoración.
—Por supuesto que no —se quejó Alice de inmediato haciendo que todos los ojos se posaran en ella—. Ninguna tiene traje de baño.
—Alice, se pueden bañar en ropa interior —exclamó Rose fijando su mirada en mí—. Son niños.
—Debemos ir de compras, no podemos estar aquí sin tener con qué vestirnos —se quejó levantándose de la silla—. Rose, Bella.
—Alice, no puedo —me excusé rápidamente—. Debo cuidar de los niños, ellos no esperaran a que vengas del centro comercial.
—Puedes ir sola, nosotras cuidaremos de Jass —murmuró Rose.
—Está bien, ustedes se lo pierden. Jasper, ¿me acompañas? —le hizo un puchero al estilo Alice Swan.
—Aunque no me lo pidieras, no iba a dejarte ir sola —exclamó Jazz con una sonrisa levantándose para dejar a Jass sentada en su silla.
—Jasslye, te portas bien —murmuró Alice besando el tope de su cabeza.
—Chi mami —dijo poniéndose de pie en la silla.
La gran mano de Edward se posó en su pequeña cintura, sosteniéndola.
—Joven Edward, joven Emmett, aquí está la prensa —dijo Rosa entrando con varios de ellos en sus manos.
Dejó unos en las manos de Emmett y dejó otros en las manos de Edward.
Emerson de bajó del regazo de Emmett y se sentó en la silla que antes ocupó Alice, los cuatro diablillos comenzaron a charlar muy animadamente.
Tomé la prensa que Edward había dejado en la mesa. Era el Chicago Tribune. La abrí y en primera plana como anuncio de neón estaba publicado un artículo que haría que se formara la tercera guerra mundial o nos cayera encima una bomba como la de Hiroshima cuando Charlie o Don Carlisle lo leyera.
El artículo estaba titulado:
¿Edward Cullen e Hija? Edward Cullen el soltero multimillonario más codiciado del mundo. Fue visto ayer por la mañana en la plaza principal de un pueblo pequeño a las afuera de la ciudad de Chicago en compañía de una niña de unos diez años de edad. Según fuentes cercanas, la niña se trata nada más y nada menos de la hija de Isabella Swan, hija del empresario multimillonario Charlie Swan. La niña corresponde al nombre de Elizabeth Cullen Swan, hija de ambos mencionados. Todavía no se confirma si estos dos mantienen o mantenían una relación, ya que para todos es evidente de la tensión que siente cada familia respecto a la otra.
Al lado del artículo estaba una foto de Edward con Elizabeth en sus brazos, se puede divisar la marca de media luna en el brazo derecho de mi gatita.
Tragué el nudo que se formó en mi garganta.
— ¿Qué te pasa Bella? —preguntó Rose con angustia en la voz. Pude sentir de inmediato ocho pares de ojos mirándome.
—Charlie va a matarme —susurré bajito.
Sentí como el cuerpo de Edward se tensó.
— ¿Por qué? —preguntó Rose confundida.
Le pasé la prensa, sin decir nada más. Pude apreciar como sus ojos se abrían como platos y me miraba asustada.
— ¿Qué ocurre? —preguntaron Edward y Emmett al mismo tiempo.
Sentí en ese momento el cuerpito cálido de mi gatita sentándose en mi regazo y los brazos de Tony envolver mi cuello. Ambos los rodeé con mis brazos.
—No dejaré que el abuelo te haga daño —dijo Tony con su pequeño cuerpo tenso.
— ¿Qué está pasando? —volvió a preguntar Edward con voz contenida. Rosalie le pasó la prensa, Edward la recibió y comenzó a leer, pero su rostro estaba sin expresión alguna. Al terminar se la pasó a Emmett, que no tardó más que unos segundos en leerla.
— ¿Qué haremos? Charlie o papá ya se deben haber enterado —preguntó dejando la prensa sobre la mesa.
—Necesito hablar con Jenks, vamos al despacho —exclamó levantándose de la mesa. Se volvió hacia nosotros—. No se preocupen, nada les va a pasar ni nadie nos va a separar —nos dio un beso en la frente a los tres—. ¿Por qué no van a bañarse en la piscina?
Le traté de sonreír. Se inclinó de nuevo y me besó castamente. En esta ocasión ninguno de los niños se quejó.
—Te amo —susurró sobre mis labios.
—También te amo —susurré con una meda sonrisa.
Edward y Emmett desaparecieron por la puerta que lleva al recibidor.
—Llevemos a los niños a la piscina —me indicó Rose cargando a Jass y con Emer de la mano.
Me levanté con mi gatita en brazos, tomé la mano de Tony y seguí a Rose.
Nos encontramos con Rosa en el vestíbulo.
—Rosa, ¿nos puede traer un par de toallas? Los niños se meterán un rato a la piscina —Rose pidió amablemente.
—Por supuesto. También les traeré una de esas cosas que utilizan, para que los puedan vigilar sin necesidad de estar afuera —murmuró Rosa con una sonrisa.
— ¿Una qué? —pregunté confundida.
—Es una cosita, como se llama, ah sí, un laptop, por ella los podrán observar por las cámaras. El joven Edward tiene una en el despacho. Le voy a pedir a Jordán que me pase una. Ya vuelvo —se fue rápidamente hacia el garaje.
Rose encabezó la marcha hacia el jardín. Salimos por unas puertas de vidrio por el lateral de la mansión. Por esta puerta se llegaba directo a la piscina.
Los niños se quitaron sus pijamas, comenzaron a jugar en ropa interior. El bóxer de Tony era de color negro, los de Emer de color azul. La braguita de mi gatita era de color rosado, con una Barbie de estampado, la de Jass era de color rosado un tono más claro, con campanita.
Los dejamos jugando tranquilamente al lado de la piscina con una pelota playera que les lanzó uno de los hombres que trabajan para Edward. Él hombre de tez bronceada, cabello de color castaño oscuro y ojos de color avellana. Se paró a unos veinte metros de la piscina, un arma, no podría decir de qué tipo, la tenía en la cintura de sus vaqueros, solo podía observar la cacha de color negro.
Rosa llegó unos minutos más tarde.
—Él es Jesús. El joven Edward lo mandó a custodiar a los niños mientras estén aquí afuera en la piscina —nos dijo dejando las toallas sobre uno de los camastro—. En la mesa al lado de la puerta de vidrio, dejé el aparatito. Jordán ya lo encendió y les dejó listo para que los observen por la cámara.
—Gracias Rosa —agradeció Rose con una sonrisa.
—De nada señora Swan, es un placer para mí atenderlas, ustedes hacen muy felices a mis muchachos. Además siempre ha sido mí deber cuidar a los niños Cullen. Ya mis muchachos están grandes, pero aun así los cuido. Ahora es mi deber cuidar de la pequeña Elizabeth y el niño Ethan —dijo dirigiéndose a ellos y ofreciéndoles una limonada.
—Deben esperar un rato antes de nadar —les dije caminando detrás de Rose.
Entramos a la mansión de nuevo, y efectivamente al lado de la puerta por donde habíamos entrado había una pequeña mesa con dos tazas de té caliente y un plato lleno de galletas, más la laptop.
Rose y yo nos peleamos por quien se sentaba frente a la laptop, como nadie se daba por vencida, colocamos ambas sillas frente a esta.
Comenzamos a tomarnos el té tranquilamente, aproveché en ese momento en contarle con lujo de detalle cómo me enteré de que Edward era el encapuchado que me llevó esa noche. Le conté todo lo que dijo Edward. Ella también lo hizo, me contó todo lo que habló con Emmett. Él también le contó toda su vida después de que nos separaran.
Terminamos el té y seguimos charlando muy animadamente.
Los niños llevaban como media hora dentro de la piscina. Ethan, Elizabeth y Emerson nadaban muy bien, a Jasslye se le dificultaba un poquito por eso ninguno de los tres la dejaba sola.
La pelota salió de la piscina, vi como mi gatita salía del agua, Tony ayudó a Jass a salir y ambas tomadas de las manos corrieron detrás de la pelota, esta se dirigía hacia la entrada de la mansión.
Mi corazón se detuvo al ver a esas dos personas detener la pelota.
Mi gatita se paró y los miró fijamente.
La respiración de Rose se enganchó.
Mi cuerpo comenzó a temblar. Solo podía observar la escena por la pantalla de la laptop.
—Hola abuelito Carlisle —saludó mi gatita con una enorme sonrisa.
—Hola princesa, estás enorme. La última vez que te vi, eras solo una bebita de un año —dijo Carlisle antes de acuclillarse a su altura.
—He crecido mucho. Pero no mientas, yo te vi en mi última competencia de Danza al igual que a la abuela —contradijo mi gatita mirando a Esme.
—Eres muy inteligente pequeña —la alabó Esme mirándola con adoración.
—Lizzy —dijo Tony llegando al lado de mi gatita antes de interponerse entre ella y sus abuelos—. Hola, abuelo Carlisle.
—Hola, abuelo Carlisle —saludó Emer llegando hacia ellos.
Carlisle y Esme se miraron confundidos.
—Hola pequeño —saludó Esme sonriéndole.
Mi cuerpo estaba congelado, mis estremecidas no me respondían. Quería ir a alejar a mis niños del peligro que representaban sus abuelos.
El ruido de una puerta abriéndose de forma brusca me hizo dar un respingo.
Vi como Edward salió como alma que lleva el diablo del despacho sin siquiera a dignarse a mirame. Cruzó en unas cuentas zancadas el vestíbulo, abrió la puerta de la entrada y se precipitó fuera. Emmett lo seguía muy de cerca.
—Ethan, Elizabeth, Emerson y Jasslye, vayan adentro con su madre —dijo con la mandíbula apretada caminando hasta donde ellos estaban.
Gracias a todos aquellos lectores anónimos que leen esta historia y dejan su voto. También gracias a: Sachiko065, MayaMasenCullen, AstridCullen, BrendiTwilithg, Martha, AngelNegro, Baaarbyguffanti, NathalyR, Bechi, Robsesionada2013, Haf276, Reenes_tylor, Aylin, HindyraCullen, Monica2408, MariaGomez2312, Isabella_256, AndreAlice, Val395, NorblackdPattinson, Vale2Cullens, Ayame, BripatCullen, SablanCullen, Jaedbellsnessi, Yalexa, Honey, Priscy_Cullen, Nenamadilinda, Vikingay, Xiomy, Anayely_29, GloriaCullen, Carocruzz, PrincesaVespa, Kristy_87, SabriiCullen, Zuleidy, LoreeFernandez, Ec07, Silmo, NicoleCullenPattinso, Winney_03, Mafe, Samilan, Adrianav15Diaz@Gmail, Jemi910, ChicaEdward, Rebekah_Mikaelson, Bibi_Cullen_Swan_10, WishanDangel, BeaBell, LoreeIsaCullenSwan, SofiRojas280, Mili_Cullen, Viviana, LucyPattinsonCullen, MimaBells, AymeCullen, Crazy_Jacob_Edwuard, Isvi2507Edward, Micaela Fernandez, Karolay28, Lachopilara, Karenttz3lVulturi, Valegis, RosalieWolfVamp, SofiaCulen, Aleariass, Melii, Nicoli, Maca-c, Jesiflexer, Elenita4_Cullen, Annaris, Andrea_black, Mayita, AnarilRamirez, Hello, OswalgoMonasterius, IsabellaKriste1421, Daryanny Cullen, TikaCullen, Gata, Alexelizabeth, U.u, Silvia Delgado, Vanessita15, Lorena Wwq, Leidy07, Karensiux, Florrr, Cris87, Fabiana, MichelleSwa, Irus, Claudia12, MainReader, CarlaRobPatt4Ever, Xiomy, Samka07@Gmail.Com, Katha Elizabeth, AnailRamirez, DianaCullenMasen, VioletaMoon20, LiziCullen, Elizabeth_Cullen. Por sus comentarios y su voto.
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