Capítulo beteado por Manue Peralta.
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Regreso del pasado
EPov.
Escuché un débil llanto, no sabría decir a cuántos metros ni en qué dirección, las llamas proyectaban sombras pero no se diferenciaba. Mi corazón latía acelerado. ¿Sería solo mi imaginación jugándome una jugarreta? Mi mayor anhelo era que ellos estuvieran bien.
Al pasar los segundos el llanto se hizo más fuerte. En cuanto mi mente y mi corazón lo registraron, sabía que pertenecía a mi bebé.
Comencé a guiarme a través de los árboles, siguiendo mi nueva pista. Mi corazón me decía que no estaba equivocado, que no era una alucinación. Ese llanto pertenecía a uno de mis hijos.
La arboleada comenzó a desaparecer y salí a una especie de claro.
Mis piernas se debilitaron y me precipité al suelo al ver la escena que tenía delante de mis ojos… El arma que traía en mi mano derecha cayó en el suelo con un suave golpe, mi cuerpo había perdido la fuerza por completo. Mi corazón latió a mil por horas contra mis costillas, pero en vez de ser por miedo, era por felicidad.
Allí, al pie de un grueso roble se encontraba mi hija, mi pequeña niña ubicada en medio de las piernas de su madre sosteniendo en sus pequeños brazos el frágil cuerpo de su hermanito o hermanita. Pero los latidos de felicidad cambiaron a de terror, aún no era tiempo, todavía le faltaba para que mis bebés llegaran al mundo.
Esto no podía estar pasando. No ahora.
— ¡Papi! —el chillido emocionado de mi pequeña me sacó de mi ensimismamiento.
No era el momento para vacilar, mi familia dependía de mí. Me levanté con rapidez y en unas cuentas zancadas recorrí la distancia que nos separaba, acuclillándome al lado de mi hija. Trabé mi mirada en el bebé, él, porque pude notar que era mi hijo quien se retorcía llorando en los brazos de su hermana mayor.
Era una cosa tan diminuta, de mejillas, brazos y piernas regordetas. Su cuerpo estaba lleno de sangre y, mientras se removía frenéticamente en los brazos de su hermana, la embarrotaba a ella también. Era tan bello. No podía decir el color de su cabello debido a la pasta blanca y de sangre que lo cubría, aunque podía deducir que sería de un tono oscuro como el de su madre.
El bebé continuaba llorando, pero con el paso de los minutos su llanto iba disminuyendo dejando de retorcerse en los brazos de su hermana.
Mis manos picaban por tocarlo, más tenía miedo de hacerle daño. No sabía cómo tomarlo, además mis manos están manchadas de sangre, de la sangre de todas esas personas que maté. ¿Cómo podría tocarlo con ellas, a algo tan puro, tan hermoso, como lo es mi bebé? A pesar de eso, el miedo de que algo le hubiese ocurrido bullía en mi interior, quería asegurarme que todo estuviera bien. Tenía sentimientos encontrados.
Volteé a ver a mi Bella para cerciorarme de que se encontrara bien, pero lo único que salió de mi boca fue:
—Aún no era tiempo —declaré casi sin voz.
—Lo sé —me confirmó con un suspiro.
— ¿No es lindo, papi? —comentó nuestra hija haciendo que desviara mi atención de nuevo a ella.
—Sí, nena. Es hermoso —secundé sonriendo levemente y posando mi mano con delicadeza sobre la cabecita de nuestro bebé.
Estaba concentrado mirando fijamente a la diminuta cosa, por lo que me sobresalté al escuchar el grito desgarrador de mi nenita.
— ¿Qué? ¿Qué ocurre? —le pregunté frenético, pasando mis manos en cada parte de su piel. Ella no me respondió. Sus hermosas facciones se distorsionaban a causa de un dolor tan intenso que estaba sintiendo. ¿Qué le estaba ocurriendo a mi hija? ¿Estaba herida y no me había dado de cuenta? ¿El maldito desgraciado de James la lastimó? Un ansia asesina me recorrió todo el cuerpo. Lo mataría muy lentamente. No se iba a librar de mí.
—Tiene el brazo izquierdo fracturado, Edward —informó mi Bella con voz llorosa.
¿Cómo?
Asentí levemente con el cuerpo tenso.
—Fue James, ¿cierto? —gruñí acariciando las mejillas de nuestra niña y eliminando en el proceso todo rastro de lágrimas. Me incliné y deposité un tierno beso sobre sus rizos enmarañados.
Yo sabía que se trataba de James, no hacía falta que ella me lo confirmara.
—Sí —me respondió bajando la mirada—. Lo siento, Edward, perdóname. No pude defenderla. Es mi culpa.
Mi cabeza giró tan violentamente hacia ella que sentí un tirón en mi cuello, pero lo ignoré.
— ¿Tu culpa? —repliqué anonadado—. No fue tu culpa, amor. Todo es culpa mía. Yo soy el único culpable de todo —hablé en voz baja, con ira contenida.
Mis manos acariciaron sus mejillas con suavidad. La vi apretar los dientes. Eso me recordó que aún no hemos terminado aquí.
Me incliné hacia ella y le di un tierno beso en su frente sudorosa.
—Aún no hemos acabado aquí. Nos falta nuestra princesa, cielo —susurré sobre su piel. Ella asintió con una pequeña sonrisa.
Me volví hacia donde se encontraba nuestra gatita con el bebé en sus brazos lastimados.
—Edward… —apenas y escuché la voz de mi Bella.
—Dime, amor —dije volviendo hacia ella y apartando un par de mechones de su rostro.
— ¿Y Tony? —titubeó.
Sonreí abiertamente.
—Él está bien, amor. No te preocupes. —la tranquilicé.
— ¿Seguro? —repitió indecisa.
—Completamente. Está en casa de Emmett con tus hermanas y tu Bubú —contesté con una sonrisa.
Asintió levemente.
Me acerqué a nuestra hija y con suavidad la trasladé en mis brazos desde el medio de las piernas de su madre hasta al lado de su cabeza. No me parecía lo correcto que mi nenita hubiese presenciado esto, ella no estaba preparada para tanta información. Paré de cavilar, me quité la chaqueta y envolví al bebé.
Hola, campeón, lo saludé en mi mente. Una sonrisa se extendió por mi rostro. A pesar de que le faltaba tiempo, mi bebé era grande y respiraba con rápidos y sorprendidos jadeos. Sus diez dedos en cada mano y pies, dos ojos, una naricita respingona, dos orejitas, unos labios llenos que se fruncían en una mueca muy graciosa. A simple vista se veía que nada estaba fuera de lugar, pero no me relajaría hasta que un pediatra no lo examinara.
Vislumbré un botiquín de emergencia cerca de mi Bella, lo removí buscando algo que me sirviera y encontré un par de vendas.
Sí, pensé, estas me servirán para que mi gatita pueda mantener a su hermano en sus brazos sin dejarlo caer.
Las tomé, coloqué al bebé en los brazos de mi nenita y con suavidad posicioné el bueno sobre la parte superior del cuerpecito de su hermanito, sosteniendo firmemente su pequeña y frágil cabeza. Luego, con delicadeza, tomé su bracito lastimado y lo moví con gentiliza, pero aun así mi princesa soltó un grito silencioso. El dolor tan intenso que se reflejaba en su angelical rostro me heló la sangre, ella estaba así porque yo no supe protegerla a ella, a su madre y a sus hermanos.
—Gatita, princesa, si quieres gritar, hazlo —expresé con ansiedad en la voz.
Nuestra gatita trabó su mandíbula en la manga de mi camisa y negó con la cabeza, su respiración era rápida y superficial. Sentí un ligero pinchazo de dolor al momento que agarró mi piel con sus dientes, pero aun así no me quejaría, ella estaba sintiendo un dolor más intenso que eso.
—Gatita, bebé —murmuró mi Bella llamando su atención—. Dile a papá qué nombre escogiste para los bebés.
¿Los nombres de los bebés?, pensé un poco confundido, pero de inmediato caí en cuenta de que algo había ocurrido y ella utilizó esa táctica para distraerla.
Sentí un poco más de dolor al momento que apretó la mandíbula y negaba con la cabeza.
—Anda, princesa, dime el nombre de tu hermanito —rogué acariciando sus enredados rizos.
La sentí tomar una respiración profunda, antes de comenzar a soltar la camisa y mi piel de poco a poco.
—E… —tartamudeó—. Eider… Anthony —me respondió con voz temblorosa—. ¿No te molesta, papi?
Eider. Lo sopesé en mi mente. Me gustó el nombre.
—Claro que no, princesa. Me encanta. Es perfecto —le aseguré terminando de vendar los brazos sus brazos al cuerpecito de Eider. Le besé ambas mejillas y una de sus sienes. Luego besé la cabecita de mi pequeño bebé, y le regalé una pequeña sonrisa.
Faltaba mi Bella y mi otra princesa que aún no llegaba al mundo.
Volví mi rostro decidido hacia mi esposa y con rapidez me ubiqué en medio de sus piernas. A pesar que intenté no mostrar lo aterrado que estaba, creo que no pude engañar a mi esposa.
La verdad no estaba preparado para lo que me encontré.
—Amor, en la próxima contracción, puja —le indiqué con una pequeña sonrisa, rezando porque no tenía ni idea de cómo ayudarla.
Pasaron los minutos y la veía pujar y pujar, pero pude detectar que sus fuerzas iban menguando.
—Ya no puedo más, Edward —susurró sin aliento.
— ¿Qué? No, amor, no te rindas. Dame a la bebé, sí, por favor. Dame a nuestra hija —apremié desesperado. Ella no podía dejarme. No podía dejar a nuestros hijos. Yo no se lo iba a permitir—. Isabella Marie Swan, te prohíbo que te rindas. Piensa en nuestros hijos. Piensa en mí. —mi voz se quebró al final.
Un fiera determinación apareció en su rostro y la vi pujar con fuerzas renovadas. Mi pequeña comenzó a coronar. Comencé a ver el tope de su cabeza.
—Veo su cabeza, le falta poco, amor, sigue así, vamos. Elizabeth, recuérdale a mami cómo llamaremos a tu hermanita —le pedí con el corazón latiendo a mil por horas. Sabía que mi Bella no se rendiría si escuchaba la voz de nuestra hija.
Nuestra Gatita tragó un sollozo.
— ¿Lo recuerdas, mami? —le preguntó con ansiedad en la voz.
Mi Bella asintió con lentitud.
—Díselo a papi, él aún no lo sabe —le indicó en voz baja, con dificultad le acaricio su humedad mejilla.
—Eileen… Eileen Marie.
Eileen. Saber su nombre la hacía mucho más presente. —Bien, amor… una más y tendremos a Eileen con nosotros —le animé.
Con una contracción más su cabecita salió, revelando una espesa mopa de rizos ensangrentados y apelmazados, mis manos de inmediato la ayudaron a salir. Ella no lloraba, de hecho parecía que no respiraba. Su hermoso y pequeño rostro se estaba tornando azul.
Me asusté, mejor dicho me aterré. Sin dudar comencé a masajear su pecho, limpié sus fosas nasales, su boca, su rostro que estaban cubiertos con sangre. Todo esto sin parar de estimular su pecho. Mi última opción, que ya estaba por implementarla, era darle respiración de boca a boca, pero su color cambió. En el mismo momento que mi Bella susurraba mi nombre con voz temblorosa, se escuchó el llanto de mi bebita.
Suspiré de alivio al escucharlo fuerte y claro.
Ella estaba bien, mi niña estaba bien. De mi garganta burbujeó una risa entre alegre y aliviada.
Miré a mi Bella con la felicidad que sentía reflejándose en mi rostro, sentía como si fuera a explotar, transmitiéndole con la mirada el alivio al saber que nuestra hija se encontraba bien. Su respiración era constante.
Dejé a Eileen sobre el vientre de su madre. Tomé unas cosas del botiquín que me servían para cortar el cordón umbilical y lo hice. Me quité la camisa, quedando solo con una guardacamisa del mismo color que la prenda. Al terminar la dejé sobre el pecho de su madre.
Solo faltaba que saliera la placenta, comencé a tirar suavemente de lo que quedaba del cordón umbilical, rezando interiormente de que esto fuera necesario y no le hiciera daño a mi Bella. Se comenzó a ver una delgada capa casi transparente encima de un rojo carmesí. Un par de tirones más y ésta se expulsa de su cuerpo. La dejé caer al suelo, y me di cuenta de que salía mucha sangre de la vagina de mi esposa.
Debíamos ir de inmediato a un centro médico.
Me levanté con rapidez, coloqué a mi gatita de pie y me giré hacia mi Bella.
—No la dejes caer —demandé antes de tomarla en mis brazos—. Elizabeth, sígueme —indiqué a nuestra hija antes de comenzar a caminar a pasos apresurados—. Amor, trata de descansar un poco —susurré en su oído al sentirla apoyar su cabeza contra mi pecho—. Elizabeth —murmuré de pronto aminorando el paso—, ¿todo bien? —le pregunté deteniéndome. Quería saber si ella estaba bien.
—Sí, papi —me respondió alejando todos mis temores.
—Ya falta poco, amor —la animé volviendo a emprender camino.
—Ok, papi.
— ¿El bebé respira? —me aterré al realizar la pregunta, pero debía saber si el bebé continuaba respirando.
—Sí, papi. —suspiré aliviado.
— ¿Bella? —podía ver cómo se movía el pecho de mi hija, pero puede que sea una alucinación.
—Sí, Edward —dijo luego de un par de segundos.
Volví a suspirar aliviado.
—Papi. —la voz de mi hija sonó muy seria.
— ¿Sí, nena? —le pregunté volviendo a reducir el paso.
—Si yo estuviera reducida a carbón, ¿me reconocerías? —me preguntó como si fuera la cosa más importante del mundo. Sus palabras me hicieron consciente de que ellas pudieron verse convertido en cenizas, y de que el maldito de James las había amenazado.
Mi cuerpo entero se tensó, mi respiración se entrecortó.
—Solo respóndele —pidió mi Bella con voz pastosa.
Cerré los ojos con fuerzas, luego poco a poco los volví abrir.
—Sí, nena, te reconocería. —mi voz vaciló.
—Me alegro. Yo también a ti, aunque no seas mi hijo, pero eres mi papi.
No sé a qué venía eso de que no soy su hijo, pero luego tendría tiempo de averiguarlo, ahora lo primordial era llevarlas a un centro médico. Mi Bella estaba sangrando demasiado.
Escuché a mi esposa soltar una pequeña carcajada. Me deleité con ese sonido tan maravilloso, el cual llegué a pensar que nunca más lo volvería a escuchar. Mi cuerpo con instinto respondió a ese estímulo soltando una pequeña carcajada.
—Mi papi. —repitió—. Solo mío, de mi mami y de mis hermanos. —su tono de voz no dejaba réplica.
Sonreí por lo posesivo que se escuchaba eso. No tenía que confírmalo, yo solo era de ellas.
—Soy solo de ustedes, nena —le confirmé mirando a mi Bella con amor—. Ustedes son mis chicas. Te amo —declaré lo último sobre sus labios, luego besé tiernamente sus labios resecos.
—Yo también te amo —exclamó recargando su cabeza de nuevo en su pecho.
Caminamos un par de minutos más buscando salir cerca de lo que quedaba de la cabaña. Hubo movimiento delante de nosotros, dejando al descubierto que se trataba de Black. El cuerpo de mi esposa se tensó.
—Black —murmuré deteniendo mi avance.
—Cullen —espetó—. ¿Las has encontrado?
— ¡Sí! ¿Podrías ayudar a Elizabeth? —le pedí un poco dudoso, pero mi hija lo necesitaba.
—Por supuesto —aceptó sin dudar.
Mi Bella miró fijamente a Black.
—Te ves fatal —comentó recorriendo el cuerpo de mi esposa con la mirada.
Apreté los dientes, eso no me gustó para nada.
—No estuve en un Spa precisamente —contraatacó mi Bella de forma mordaz.
Black sonrió abiertamente.
—A que James no le gustó tu afilada lengua, mujer —replicó soltando una pequeña carcajada.
— ¿Qué haces aquí? —le preguntó molesta.
—Buscarte. Charlie también está aquí. ¿Qué pensabas, que nos quedaríamos de brazos cruzados, esperando recibir tu cuerpo sin vida y el de Elizabeth? Yo no permito que nadie dañe a mi familia.
Me fastidió ese tono. No tenía derecho de hablarle como si fuera una niña.
—Charlie y Jacob nos ayudaron a buscarlas —le informé con dulzura besando su frente.
No quería que se preocupara.
— ¿Familia? —preguntó mi Bella confundida. A decir verdad hasta yo estaba confundido.
—Olvida lo que dije —dijo rodeándonos.
Di media vuelta, así podía observar a Black acercarse a mi hija. Mi nenita dio un paso atrás.
—No pasa nada, nena. No te haré daño. —la tranquilizó, o eso intentó.
—Tú no me caes bien —le dijo mi gatita mirándome. Ella quería que lo alejara de su hermano y de ella.
—Elizabeth, deja que Black te ayude —le pedí.
Mi nenita me hizo un mohín.
Sonreí.
—Ven con tío Jake, princesa —dijo Black cargando a mi gatita—. Qué desgraciado, mira cómo te ha dejado. Espero que tú y Bella le hayan dado una buena paliza antes de morir. Eh, eres una Cullen Swan, lo hiciste sufrir, ¿verdad?
—Sí —contestó mi gatita con un deje de renuencia en la voz—. Mami lo hizo sufrir.
Jacob sonrió abiertamente. Mi pecho se hinchó de orgullo al saber que mi Bella había hecho sufrir al maldito de James.
—No se esperaba menos, es una Swan —habló con orgullo en la voz.
Fruncí el ceño, me intrigaba sus palabras.
—Sigues cayéndome mal, a pesar de que te deje llevarme —le recordó mi gatita.
No pude evitarlo y me carcajeé. Esa es mi hija, fue mi pensamiento.
Di media vuelta y me encaminé de nuevo.
—El helicóptero está esperando —me informó Black en el momento que escuché el inconfundible sonido de hélices.
Dejé atrás los árboles, saliendo en un lateral de donde se ubicaba la cabaña, la cual las llamas habían consumido. Mi padre y Charlie nos esperaban expectantes; en cuando nos vieron, Charlie se apresuró a nuestro encuentro.
— ¿Están bien? —su voz era jadeante.
Dudé. Ella estaba bien, en lo que cabe.
—Estoy bien —expresó mi Bella—. Estamos bien —rectificó. Pero no era así, ella no dejaba de sangrar y nuestra hija tenía un brazo fracturado, nuestros bebés. Dios… aún no sabemos qué podrían tener.
—Hay que llevarlos de inmediato a un hospital —le dije ignorando a mi Bella por completo.
Charlie se volvió con rapidez.
—Nos vamos. Edward y Jacob irán con Bella y los niños en el helicóptero, nosotros nos vamos en las camionetas.
Todo el mundo, hasta los hombres de mi familia, se pusieron en movimiento. Mi padre se nos acercó cuando me dirigía al helicóptero.
—Tu tía la está esperando en el Northwestern Memorial Hospital. Tu madre también está allí —anunció.
Asentí.
— ¿La abuela está bien? —le preguntó mi hija con voz llorosa.
Mi padre se volvió hacia ella. Le acarició la mejilla y los cabellos.
—Tu abuela está bien. Te está esperando. Quiere llevarte a pasear cuando se recupere, si tus padres no tienen ningún inconveniente —dijo lo último mirándome fijamente.
No quería hablar de eso ahora. En estos momentos, solo me interesaba llevar a mis chicas a un centro médico.
—Ahora no hablaremos de eso. La prioridad es llevar a Bella y a los niños a un centro médico —dije de forma brusca, subiéndome al helicóptero sin necesitar ayuda de nadie, aunque Garrett y Sam estaba allí a mis costados, por si llegaba a necesitarla.
Black, con un pequeño salto, estuvo al lado de nosotros.
—Descansa —alenté a mi Bella cuando las hélices cobraron intensidad.
La vi luchar contra la inconsciencia por un par de minutos, pero perdió la batalla. Apreté más mis brazos entorno a su cuerpo. Como en cámara lenta, los brazos de mi Bella perdieron fuerza y mi pequeña hija quedó sin soporte y se inclinó hacia el suelo del helicóptero. Se me formó un nudo en la garganta. Mis brazos estaban ocupados sosteniendo el peso de mi esposa, ¿cómo podía hacer para sostener también a mi hija?
Black se movió rápidamente, dejó a Elizabeth en el asiento y estuvo frente a mí en cuestión de segundos.
—Eh nena, ¿para dónde piensas ir? —Black le habló con suavidad acunándola en sus brazos, mi pequeña solo gimoteó.
—Gracias —agradecí en un hilo de voz.
Black asintió sin mirarme, antes de sentarse de nuevo al lado de mi gatita. Sus ojos no se apartaban de mi pequeña bebé.
—Espero que la próxima vez sepas protegerlas mejor, Cullen o me encargaré personalmente que no los veas nunca más —aseveró con brusquedad meciendo a la bebé.
—Estás equivocado si piensas que me quedaré de brazos cruzado viendo cómo alejas a mi familia. Entiende bien, Jacob, son Mi familia. Mi mujer. —hice énfasis en Mi—. Mis hijos.
—Eso no me importará, te lo aseguro —replicó mirándome con expresión fría.
—Papi. —el llamado de mi hija me impidió que le dijera a Black unas cuantas cosas no aptas para mi niña.
—Dime, princesa.
—Mami estará bien, ¿cierto? —me preguntó recelosa.
—Claro que sí, nena —le respondí al momento que Black lo hacía, como si mi hija se lo hubiera preguntado a él.
—Por supuesto.
Mi hija dejó salir el aire, como si se hubiese quitado un gran peso de encima.
—Estamos por llegar. —nos informó el piloto—. En cinco minutos estaremos aterrizando.
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Entre Charlie y yo existía una competencia, no sabíamos cuál de los dos abriría una zanja en el piso de la sala de espera más rápido que el otro.
Mi corazón latía violentamente contra mis costillas. Estaba asustado, mejor dicho aterrado; me había dado de cuenta que al colocar el cuerpo de mi Bella en la camilla, su tez no tenía color, sus mejillas no mostraban el rosa suave de siempre. Ella no paraba de sangrar, su tersa y hermosa piel se sentía ligeramente más fría.
Mis cuñadas y Doña Marie hacía poco que se habían presentado en la sala de espera, todos preocupados por la salud de mi esposa y de mis hijos. Tony era el más afectado de los presentes. Le agradecí a mi hermano Emmett cuando lo invitó a ir a la cafetería por algo de tomar. Mi hijo estaba renuente, pero Emerson lo logró convencer.
Mi padre había ido a ver a mi madre nada más llegar, ella gracias a Dios se encontraba bien, en su habitación. Mis hermanos habían ido un rato con ella, yo por más que quisiera no me alejaría de mis chicas. Había sido una tarea casi imposible hacer que Tanya y Daniel se marcharan, pero con tres meses de embarazo este no era lugar para mi prima.
Un movimiento a mi izquierda me sacó de mis pensamientos.
Sam se acercó con expresión imperturbable hacia Black y le dijo algo al oído, que logró cambiar el semblante del aludido. Este de inmediato negó con la cabeza y apretó los puños. Miró a mi suegro y lo fulminó con la mirada.
Sam se dirigió a Charlie.
—Señor, ya están aquí —le informó dejándonos confundidos a todos.
Doña Marie sonrió en grande.
—Ya era hora que se supiera esto. No es justo para ellos. —se colocó de pie con una enorme sonrisa.
Los miré interrogante, alternando mi mirada entre ellos tres, mi padre, mi hermano Jasper y mis cuñadas los observaban de la misma forma.
Charlie desvió la mirada.
Black se adelantó diciendo.
—Me niego a aceptar esto.
Doña Marie lo retó.
—Ya es hora. —su tono de voz dejaba entrever que no quería réplica.
— ¡Papi! —se escuchó el grito de una niña.
Volteé hacia el sonido, y con la jodida boca abierta observé a la hermosa castaña, tan parecida a mi Bella correr con los brazos abiertos hacia Black. Detrás de la pequeña niña venía un niño de unos ocho o nueve años empujando una carriola, en ella venía una pequeña princesa de unos dos meses de edad. Algunos de los hombres Swan y Black los traían rodeados, custodiándolos.
¿Qué mierda estaba pasando aquí?
— ¿Qué está pasando aquí? —exigió Rose colocándose de pie haciendo eco de mis pensamientos—. ¿Papá? ¿Abuela? —los miró a los dos.
Black alzó a la niña pequeña y le sonrió.
Por primera vez en mi vida, veía una expresión de afecto en Black. Pude darme cuenta que la pequeña niña lo tenía en su diminuta palma. Supe esto, porque la miraba de la misma manera que yo miro a mi hija.
Charlie se metió las manos en los bolsillos y miró a su madre. Esta dio un paso adelante y abrazó al niño que se le acercó. Le dio un beso en la frente y tomó en sus brazos a la bebé, pasando el derecho por encima de los hombros del niño.
—Estamos conscientes que esto —señaló dirigiéndose a todos—, debió haberse sabido desde hace mucho tiempo. Ellos son Jheison… —le sonrió al niño—, Camryn —miró a la niña que se encontraba en los brazos de Black—, y Sunjay. —besó la tierna mejilla de la bebé—. Son mis bisnietos.
— ¿Qué? —exclamó Rose anonadaba.
— ¿Cómo? —jadeó Alice llevándose las manos a la boca.
Mi padre me tocó ligeramente el hombro para recordarme que debía cerrar la boca.
Jasper los observaba asombrado.
—No deberíamos seguir. —Black se mostraba incómodo. Todas las miradas estaban puestas en él.
—Claro que sí, Jacob, haz silencio. —Doña Marie lo reprendió mirándolo fugazmente, luego se volvió hacia Rose y Alice—. Jacob es mi nieto, es hijo de mi adorada Mariela.
—Papi, ¿quiénes son esas personas? —la voz de la castañita atrajo mi atención de nuevo.
—Camryn, cielo, ven con la abuela. —la llamó Doña Marie con voz tierna.
La pequeña castañita no alejaba su mirada de la mía. Sus mejillas se colorearon con un suave rosa. Asintió en dirección a Doña Marie, se removió hasta que Black la dejó sobre sus pies y se dirigió a ella con pasos vacilantes, sin dejar de mirarme.
Su padre apretó los puños al percatarse de ello.
Le sonreí torcidamente a la castaña, ocasionando que sus mejillas pasaran de un rosa suave a un rojo carmín. Miré a Black y levanté la ceja derecha diciéndole con arrogancia: ¿qué opinas de esto? Le gusto a tu hija.
Él solo apretó la mandíbula.
— ¿Papá? —mis cuñadas se volvieron hacia Charlie.
Mi suegro se veía apenado.
—Lo siento, sé que no estuvo bien que le impusiera Jacob a Bella, pero la queríamos alejar de Cullen. —me miró por unos segundos—. Y fue lo que se nos ocurrió. Obviamente no iba a pasar nada entre ellos, pero así ella no estaría libre y dispuesta para Edward, Jacob protegería a su prima y cuidaría de los niños. Era la mejor opción en ese momento.
—Yo siempre me opuse a eso —aseveró Doña Marie—, los niños estaban de por medio. Ethan y Elizabeth son mayores por año y medio que Jheison. En ese momento Jacob tenía problemas como para agregarle otro más. Siempre supe que Edward y Bella acabarían juntos.
—No recuerdo que tú nos hablaras alguna vez que teníamos una tía, abuela. —Rose se mostraban indignada.
—Fue egoísta de tu parte, Abu. —Alice se cruzó de brazos.
Doña Marie asintió.
—Mi hija Mariela falleció dando a luz a Vanessa.
—A ver, recopilemos todos desde el principio —pedí confundido.
Doña Marie me sonrió.
—Vamos a sentarnos —indicó haciendo lo que dijo. Jheison quedó de pie al lado de ella.
La castaña volteó a verme, sus mejillas se colorearon de nuevo y corrió hacia Black. Al llegar frente a él, habló dejándonos —sobre todo a mí— con la boca abierta.
—Papi, yo me quiero sentar en las piernas del señor de los ojos lindos. También quiero ser su novia, como Asia tiene novio, yo quiero que él sea mi novio. Él es lindo.
No pude evitarlo, mis mejillas se sonrojaron.
Jasper me observaba con una enorme sonrisa y con expresión de burla.
Mi padre tosió tratando de disimular la carcajada que estuvo a punto de soltar.
Agradecía que Emmett no estuviera presente, porque si no ya fuera aullado de risa burlándose de mí y de Black.
Charlie se paralizó mirando asombrado a la castañita.
Black parecía que se hubiese chupado un limón, como si le fuera a dar un derrame cerebral.
—Cam, nena... —comenzó Black con expresión asesina.
—No me vengas a decir que no puedo. —lo miró molesta. Se volvió hacia mí recorriendo la distancia que nos separaba—. Señor de ojos lindos, ¿me puedo sentar en sus piernas?
—Camryn Black —aseveró Jacob dando un paso amenazante hacia nosotros.
—Jacob —resonó una gruesa voz por toda la habitación. Volteé a ver al recién llegado. Billy Black se acercó con paso firme a Charlie—. No es forma de hablarle a la niña —lo reprendió molesto—. Ella está fuera de cualquier conflicto que tengas hacia Edward.
Un pequeño tirón en mi camisa me hizo bajar la mirada.
— ¿Puedo sentarme? —me sonrió en grande, con un brillo de ilusión en la mirada.
Podía sentir la taladrante mirada de Black sobre mí.
—Claro, cielo. Eres muy hermosa. —al decirle eso, sus mejillas se tornaron de un rojo carmesí.
Me senté al lado de mi padre y sin mirar a Black la subí a mi regazo.
Doña Marie le sonrió a Billy, su expresión se tornó seria al dirigirse de nuevo a nosotros.
—Mi hija Mariela y Billy vivían cerca de Charlie, por esa razón yo vendí mi casa y dejé atrás todos los recuerdos de mi esposo y mi matrimonio porque no soportaba estar sola. Además, Mariela estaba esperando a Jacob, al igual que Renée esperaba a Rosalie. Charlie tenía problemas con ella. Renée no tomaba ninguna precaución. Eso tenía que cambiar, o perjudicaría al bebé. Decidí mudarme a la mansión de Charlie, así cuidaría de mi hija, y de que Renée no hiciera ninguna estupidez…
Me perdí un poco el hilo de la historia al momento de sentir el suave peso, el calorcito de la castaña al apoyarse en mi pecho.
Me encontraba mudo de la impresión.
Mire a Black y él estaba que saltaba al ataque, directo a mi yugular. Lo ignoré y con toda la malicia, le acaricié con ternura los bracitos a la castañita. Ella me miró con una sonrisa y sus mejillas sonrojadas. Le sonreí torcidamente.
Me incliné levemente y dejé un beso en el cabello de la castaña.
Eso fue suficiente para que Black explotara.
—Ya no puedo soportar esto —rugió furioso, con paso energético y sin que nadie lo pudiera evitar, se nos acercó, me quitó bruscamente a la castaña de mis brazos y su puño derecho impactó contra mi mandíbula.
—Jacob —exclamaron Doña Marie, Charlie y Billy.
Garrett saltó alejándolo de mí, sin hacerle daño a la niña.
Acariciándome la mandíbula solté una sonora carcajada.
— ¿Qué ocurre, Black? ¿Celoso? ¿Estás molesto porque le gusto a tu hija? —hablé de forma irónica.
Black saltó de nuevo hacia mí, pero Sam y Garrett estaban en su camino.
Me partió el corazón escuchar el llanto de la castaña.
—Jacob Black. —la voz de Billy se escuchó por encima del alboroto.
—Papá. —Jacob se soltó de Sam y Garrett, y acomodándose la camisa dijo—. No me quedaré de brazos cruzados viendo cómo él —me señaló de forma despectiva—, acaricia y besa a mi hija.
Mi padre me miró con expresión furiosa.
—Es momento de pensar en los niños. No pueden molerse a golpes cada dos por tres. Edward —Rose estaba furiosa—, fue un abuso de tu parte y no debiste provocar a Jacob de esa forma. —me fulminó con la mirada—. Jacob, estuvo fuera de lugar que atacaras a Edward de esa manera. Es momento de estar unidos. Ambos quieren a Bella a su manera, pero la quieren. Por ella es que estamos todos aquí.
Asentí dejando de reír.
Black asintió renuente. Tomó en sus brazos a la castaña que lloraba desconsoladamente y se sentó en la silla más alejada.
—Lo siento, princesa. —lo escuché disculparse besando los cabellos de la castaña.
—Ahora, abuela, continúa con la historia —alentó sentándose de nuevo.
—Jacob nació dos semanas antes que Rose, un bebé hermoso. Pero hubo complicaciones en el parto. Mariela quedó un poco lastimada en cierta forma. Ella era muy pequeña y delicada. Así como Bella, yo veo a mi Nina y me la recuerda tanto. —suspiró nostálgica—. Yo estaba con ella cuando Zoe me llamó para avisarme que Renée se había puesto de parto, en ese momento me asusté un poco, la bebé no estaba lista, le faltaba dos meses más. Dejé a Mariela y fui con Renée, cuando llegué Zoe me contó que Renée había levantado peso y había asistido a su clase de Pilates, aunque sabía que era dañino para la bebé. —suspiró—. En fin... todo estuvo bien. Rose y Jacob crecieron juntos, Renée no le prestaba atención, ni se preocupaba de alimentarla. Así que Mariela se encargó de ello. Ella decía que no había tenido solo un niño, sino dos, aunque existiera una diferencia en los tonos de piel. Rose era blanquita y de cabello rubio, Jake era moreno con cabello oscuro. Dos años después se les unió Alice, mi pequeña saltarina. En esta ocasión Charlie estuvo sobre Renée, no quería volver a pesar el susto como con Rose. Mariela se sintió triste, ella anhelaba ser madre de nuevo y no podía, en cambio Renée... —sacudió la cabeza—. Todo iba bien, los niños estaban bien, Rose y Jake aceptaron a Alice de inmediato. Ahora en vez de ser el dúo dinámico, era el trío de locos. —soltó unas risitas—. Acababan con todo, el pobre Billy era el que sufría. —miró al aludido con una sonrisa—. Él fue objeto de muchas travesuras de Rose y Jake. Cuando se les unió Bella, Mariela entró en depresión, me hice cargo de los niños a partir de ese momento. Un mes después Mariela nos informó que estaba embarazada, y que pese a las consecuencias llevaría su embarazo a término. —su expresión se tornó triste—. Hubo muchas complicaciones, muchas entradas a urgencias, muchos exámenes, muchos cuidados, pero aun así todo se complicó y en el parto murieron ambas. Tanto mi adorada Mariela como la pequeña Vanessa. Las niñas pasaban el día conmigo en casa de Billy, por las noches cuando Charlie llegaba las buscaba. Así pasaron un par de años, era nuestra rutina, pero un día Bella tomaba su siesta, Rose y Alice no estaban, se encontraban en casa de una amiguita. Fui en busca de Jake a su clase de fútbol, llegamos y como sabía que a ese par les gustaba el pastel, envié a Jake por Bella mientras yo les preparaba la merienda. Ese día nos llevamos el susto de nuestras vidas. Si no fuera por Jake... —sacudió la cabeza—. No entraré en detalle por los niños. Días después Renée se fue, y a Billy le ofrecieron un trabajo fuera de la ciudad, era un trabajo que no podía rechazar, así que con todo el dolor de mi alma tuve que dejar ir a mi nieto, lo que me quedaba de mi niña. No podía dejar a mis nietas. Sabía que Billy cuidaría del niño y yo viajaría constantemente. Así pasaron los años. Cuando regresaron, Bella y las chicas habían sido enviadas a Fork, por lo de la relación con Edward. Así que Charlie tomó ventaja de eso.
Todo el mundo en la sala estaba sumido en sus pensamientos.
No sabía qué pensar.
Billy se adelantó y tomó de los brazos de Doña Marie al bebé y comenzó a arrullar alejándose un poco de nosotros. Jheison aprovechó para sentarse en las piernas de Doña Marie.
Cuando iba a hablar llegó mi hermano con mi hijo y mi sobrino.
— Y... ¿tú eres? —le preguntó mi hijo parándose delante de Doña Marie con las piernas levemente separadas y las manos apretadas en puños.
Emerson estaba parado al lado de Tony prácticamente de la misma manera, salvo que cruzaba los brazos sobre su abdomen y fulminaba al niño con la mirada.
El pequeño se levantó del regazo de Doña Marie.
—Jheison Black. —se presentó extendiendo su mano en un saludo.
Mi hijo miró la pequeña mano con asco, como si fuera a arrancársela de un solo mordisco. Jheison se encogió de hombros y se dirigió a Emer. Me adelanté un paso, no me gustaba la actitud de mi hijo.
Charlie me detuvo con un movimiento de la mano.
—Déjalo que lo resuelvan ellos. Jheison es muy confiado, él es fuerte para su edad. Lo que aún no se ha dado de cuenta es que Ethan le lleva una morena. Quiero que el niño aprenda a evaluar la situación, que no se tan fanfarrón.
—No me importa quien seas, quiero que te quites del regazo de nuestra abuela —le exigió mi hijo invadiendo el espacio personal de Jheison.
Observé a Charlie sonreír abiertamente. Luego miré a los niños y supe lo que él veía, el futuro del clan Swan.
— ¿Y si no quiero? —desafió el niño retrocediendo y sentándose de nuevo en el regazo de Doña Marie.
Mi hijo, con un movimiento rápido y fluido, apartó al niño de Doña Marie y este fue a parar al suelo.
Me puse en guardia de inmediato mirando al padre del niño, si se acercaba a mi hijo, aquí en medio de la sala de espera del hospital iba a correr sangre.
Él solo sonrió.
—Te he dicho que no seas tan confiado, Jheison. Siéntate al lado de Camryn.
—Tú y yo no pelearemos. ¿Verdad, Jass? —la castaña le preguntó con esa tierna y hermosa voz.
La niña rubia negó con la cabeza.
—Tienes una mami muy linda, la mía no está, se fue, ya no nos quería.
Rosalie y Alice, al escuchar eso, estuvieron a punto de soltar un sollozo.
Black miró hacia otro lado.
—Un día regresó, pero solo a traer a Sunjay y luego volvió a irse. ¿Puedo sentarme en las piernas de tu mami?
Jasslye asintió acurrucándose a un costado de Alice.
La castaña se apresuró hacia Alice, Jasper la tomó en brazos, echándole una ojeada al padre de la niña y como este no protestó, la colocó en el regazo de Alice.
—Hueles rico —susurró la castaña.
Alice sonrió.
—Tú también —le dijo con una sonrisa.
Rosalie acarició los cabellos de la pequeña, quien miró a Emerson y bajó la mirada.
—No me molesta, eres linda y eres niña —dijo lo último mirando a Jheison—. Y a las niñas no se les hace daño.
La pequeña castaña sonrió en grande al reconocer que no solo tenía una amiga, sino también un amigo.
Ethan se acercó a la niña y de uno de su bolsillo sacó un chocolate.
—Es para ti. —le tendió sonriendo—. Si él —dijo señalando a Jheison—, te hace daño, me dices, que yo lo pongo en su lugar.
—Vale —aceptó la castaña sonriendo mientras le quitaba y abría el dulce.
—Y… no me molesta que quieras ser novia de mi papá, pero quizás a Lizzy, mi hermana, sí le importará.
—Vale. —repitió la niña mirándome con una sonrisa.
Sonreí negando con la cabeza.
Black bufó exasperado.
—Familiares de Elizabeth Cullen. —se escuchó la voz de una mujer a unos metros de nosotros.
Me apresuré hacia ella.
—Soy su padre —exclamé con la respiración acelerada.
—Soy su abuelo —dijo mi padre y mi suegro detrás de mí.
—Soy su tía —exclamaron Rose y Alice.
—Soy su tío —dijeron mis hermanos a la misma vez.
—Soy su bisabuela —exclamó Doña Marie a mi lado.
La enfermera me brindó una pequeña sonrisa.
—La niña está bien, señor. Presentó un cuadro leve de deshidratación, pero le estamos administrando suero. También una fractura en el antebrazo izquierdo del radio y el cúbito que ya se le trató, tendrá una férula por alrededor de seis semanas. Nos preocupaba que hubiese sufrido abuso sexual, pero la pediatra González lo descartó al realizarle un examen. La pequeña se encuentra sedada. Puede recibir visita, pero solo una persona y por unos pocos minutos —habló dirigiéndose a mí.
En mi mente se repitió abuso sexual.
— ¿Quien permitió el examen? —pregunté tensó.
—La doctora Echeverría le pidió a la doctora González que lo hiciera, que ella como tía abuela de la niña lo autorizaba.
— ¿No debería yo haber estado ahí? —mi voz salió afilada.
Invadieron la intimidad de mi hija, Pensé furioso.
Ella se removió incómoda.
—La doctora dijo que no sería recomendable, ya que usted podría perder el control.
Tensé la mandíbula.
— ¿Le gustaría pasar a verla? Está en la habitación 214 —preguntó rehuyendo mi mirada.
—Sí, sí, sí —respondí de inmediato asintiendo con la cabeza y olvidando todo lo demás. Quería ver a mi bebé, luego hablaría con mi tía.
—Familiares de Eider y Eileen Cullen. —se resonó otra voz por toda la habitación.
Volteé mi cabeza como si tuviera un resorte.
—Edward, si quieres voy yo con Lizzy —me sugirió Doña Marie apoyando su mano en mi brazo.
La miré agradecido.
—Por favor —susurré con agradecimiento.
—Familiares de Eider y Eileen Cullen. —repitió mirando hacia los lados.
—Soy su padre —le dije caminando hacia ella, con los demás siguiéndome.
Asintió un poco molesta.
—Los bebés están bien, señor. No presentan ninguna dificultad al respirar, su tamaño y peso es el normal en un neonato de ocho meses. Los exámenes referentes a infecciones salieron negativos. Están en el área de los cuneros. Por favor, sígame, ya puede verlos. —dio media vuelta y se encaminó.
Miré dudoso al área de quirófano.
Mi Bella, mi esposa continuaba allí dentro.
—Ve, Edward, nosotros estaremos aquí pendiente de cualquier información y te avisamos —me alentó Rose sonriéndome.
—Espérame, Edward, voy contigo —me dijo Alice tendiendo su mano con la que agarraba la manito de Jass a Jasper, le dio un casto beso en los labios de mi hermano—. No tardaré. Quiero ver a mis sobrinos.
Mi hermano asintió con una sonrisa.
Vi a Charlie apretar la mandíbula.
Alice se apoyó a mi antebrazo y se acarició el vientre. —Uff… estoy enorme —comentó con una sonrisa cuando comenzamos a caminar siguiendo a la enfermera.
Sonreí negando con la cabeza.
—Estás hermosa, Alice. No pienses lo contrario. Mis sobrinos te hacen ver mucho más guapa.
Me sonrió en grande.
—Es lo mismo que dice Jasper. Edward, ¿pasamos a ver a Lizzy cuando vengamos de regreso?
—Claro, quiero ver a mi princesa.
Los bebés estaban bien, los pude observar a través de una gran ventana. Los dos dormían plácidamente acurrucados uno muy cerca del otro en el mismo cunero. Mi nenita vestía un precioso mameluco de color rosa con estampado de mariposas blancas. El de mi chiquito era de color azul, con estampado de osos en color verde. Ambos con un gorrito y manoplas.
—Son preciosos —expresó Alice con lágrimas en los ojos.
Tragué el nudo que se formó en mi garganta. Mis hijos eran hermosos y estaban bien, a pesar de que James intentó. No pudo lastimarlos, no me alcanzará la vida para agradecerlo a mi Bella.
—Espero que mis hijos sean así de guapos —dijo Alice con una sonrisa.
Coloqué mi mano en el vidrio.
—Hola, bebés —susurré, y como si ella me hubiese escuchado se removió, abriendo la boca y llevándose la mano hasta ella—. Sí, chiquita, soy papá. —mi pecho de hinchó de orgullo al verla parpadear, traté de no decepcionarme al ver que permaneció con sus ojitos cerrados.
—Edward… creo que lo más conveniente para Lizzy es que vea a un psicólogo, por todo lo que ha vivido... —la voz de Alice era seria.
—Lo sé. —la miré.
Ella asintió.
—Vamos a verla —le dije separándome del vidrio.
Me sonrió.
—Vamos. —volvió a guindarse de mi brazo—. Sé que será difícil para todos escuchar lo que Bella y Lizzy nos tienen que contar, pero ellas no pueden quedarse con eso dentro, deben dejarlo salir.
Asentí apretando la mandíbula.
—No creo que esté preparado para lo que ellas nos van a contar —le dije sinceramente.
—Ni yo, pero debemos ser fuertes por ellas.
—Nunca dañaría a mis hijas. Si Bella hubiese estado conmigo, no hubiera arruinado su futuro. Una niña de quince años siendo madre, por Dios, Marie. —se escuchó por el pasillo.
Alice se tensó y apretó su agarre en mi brazo. Estuve a la defensiva de inmediato. Los gritos provenían de la habitación de mi Gatita.
—No vuelvas a decir eso, Bella no arruinó su vida. Ella es una profesional, está casada y ama con locura a sus hijos. —la voz de Doña Marie se notaba que estaba furiosa.
Caminamos más deprisa. Al llegar a la puerta, mi corazón se estrujó al escuchar el chillido desgarrador de mi hija.
Alice abrió la puerta sin dudarlo y exclamó:
—Es mejor que te vayas, mamá.
Mamá. Esa mujer es Renée, la madre de mi esposa. ¿Qué hace en la habitación de mi hija con su afilada lengua viperina?
—Mamá Alice. —miré a mi hija. Mi pequeña niña estaba en la camilla con su rostro lleno de lágrimas y de color rojo, su brazo tenía una férula de color rosa.
—Alice —exclamó Renée con alegría en la voz. Dirigí mí vista de nuevo a ella. Renée tenía un cierto parecido a Rose—. Mi niña, te ves hermosa.
—Gracias, pero vete —le exigió mi cuñada.
— ¿Mis nietos? ¿Ellos están bien? —le preguntó ignorando que la había echado de la habitación de mi hija.
—Los tres están bien —le respondió Alice sin bajar la guardia.
—No. —Renée negó con la cabeza—. Esa niña no es mi nieta. Él no debió dejártela. Es solo un estorbo en tu vida. No me pasé años de mi matrimonio impidiendo que Charlie se enterara de su existencia, para que él haya aparecido a estas alturas y te hubiera truncado tu vida.
Alice se apartó de mi lado sin darme tiempo a parpadear y le estampó tremenda bofetada a su madre.
—No vuelvas a decir eso. Con mi hija no te metas. Largarte, mamá. —Alice señaló la puerta.
—Alice… —murmuró Renée con la mano sobre su mejilla.
— ¡Largo! —gritó mi cuñada—. No te quiero cerca de ninguno de mis hijos ni de mis hermanas.
Renée pasó por mi lado hecha una furia, cerrando la puerta de un fuerte portazo. No me gustó para nada que esa mujer estuviera cerca de mis hijos. Estoy consciente de que son sus nietos, pero sus palabras y actitud me daban mala espina.
El grito de Alice me sobresalto. La vi inclinarse hacia adelante con sus brazos rodeándose el vientre.
Me incliné sobre ella.
— ¿Alice? —la llamé ansiedad en la voz.
—Me duele, Edward. Creo… Creo…que ha llegado la hora. Aunque aún no sea tiempo.
La hora, repetí en mi mente tomándola en mis brazos y evitando que cayera contra el piso.
—Doña Marie, ¿pude quedarse con Elizabeth? —le pregunté un poco asustado.
—Por supuesto, Edward, ve. —no esperé que dijera nada más, salí apresurado en busca de un doctor.
Al llegar al pasillo con Alice con mis brazos, nos encontramos a Renée hablando con Rosalie y Emmett.
—Rosalie, oh mi niñita. Estás hermosa —dijo encantada—. Me alegra saber que Charlie la está pasando mal, sus preciosas princesas enamoradas de sus peores enemigos. Y sus nietos llevando la sangre Cullen. La sangre que él tanto detesta.
Emmett se movió interponiendo su enorme cuerpo entre Rose y Renée.
— ¿Espero que mis nietos estén bien? —le preguntó a Rose ignorando el repentino movimiento de Emmett.
—Sí, los bebes están bien, al igual que Emerson. Él anda por aquí cerca, ¿quieres conocerlo?
—Oh, mi niña, no debiste pasar por eso tan feo. Pero hiciste mal en quedarte con el niño, lo mejor hubiera sido que abortaras.
Quedé paralizado por lo que acababa de escuchar. Un segundo Rose estaba detrás de Emmett y al siguiente, le volteaba el rostro a su madre de una fuerte bofetada.
— ¿Cómo te atreves a decir semejante barbaridad? ¡Es mi hijo!
— ¿Por qué? Es la verdad, hija. Debiste deshacerte de ese engendro.
Emmett tomó a Rose por la cintura, pegándola a su pecho al ver cómo se le iba encima de su madre. Esa mujer que no se atreva acercarse a mi Bella, o yo mismo la mataría con mis propias manos.
—Es mejor que se vaya, señora, o conocerá quien es Emmett Cullen. —la amenazó mi hermano entre dientes.
Renée dio media vuelta de forma altanera y a pasos apresurados se alejó pasando al lado de Jasper, que venía caminando hacia nosotros con Jasslye en su brazo derecho, su mano izquierda tomaba la mano de Emerson, quien a su vez tomaba la de Ethan.
Rose jadeó haciendo que volviera mi vista hacia ella.
Si Emmett no la hubiera tenido abrazada a su pecho, Rose hubiera caído de rodillas.
— ¿Rose? —exclamamos los tres al mismo tiempo dando un paso adelante.
—Es una contracción, Emmett.
Mi hermano en un rápido movimiento la tomó en sus brazos.
El grito de Alice nos sobresaltó a todos. Apreté más mi agarre por inercia.
Jasper fijó su vista en nosotros y fue consciente de lo que pasaba. Se apresuró a llegar.
— ¿Alice?
—Es hora, Jasper.
Mi hermano no tardó en colocar a Jass sobre sus pies y arrebatarme a Alice de mis brazos de forma brusca, apresurándose a seguir a Emmett.
— ¿Quién era esa señora, tío? —me preguntaron Jasslye y Emerson al mismo tiempo.
—Nadie importante, niños —respondí revolviendo los cabellos de mi hijo y de Emer, me incliné y tomé a Jass en mis brazos.
—Era la señora Regina, la mamá de Renata. La conocimos hace tiempo, en Los Ángeles cuando Jass estaba muy pequeñita, Lizzy chocó con su hija pero… ¿qué haces aquí papá? —aclaró Tony confundido.
Así que Renée había estado muy cerca de mi Bella y mis niños. Mi princesa, como era muy pequeña cuando Renée se fue, por eso no la reconoció.
Daría la orden de que esa mujer no se acercara a mi familia.
— ¿Tony?
—Si papá.
— ¿Alguna novedad? —le pregunté caminando a la sala de espera.
Bella llevaba mucho tiempo en quirófano, ya comenzaba preocuparme. No sabía qué tanto daño le hizo maldito de James. —No. —mi hijo negó con la cabeza—. El abuelo Charlie y el abuelo Carlisle están allá esperando información, la abuela Esme envió al abuelito para saber de mamá. Ellos han hecho las paces, papá —exclamó muy alegre—. Nosotros tres fuimos testigos al igual que tío Jasper. No más disputas entre las dos familias, se dieron la mano y hasta un abrazo —contó mi hijo saltando de alegría al igual que Emer. Jass aplaudió con energía mientras sonreía abiertamente—. El abuelo Charlie nos llamó nietos y nos dio un fuerte abrazo a los tres. Dijo que en cuanto supiera de mamá venía a ver a Lizzy.
—Me alegro mucho, campeón, ya era hora que todo esto terminara —comenté abrazándolos a los tres.
—Sí. Ahora solo falta saber que mami está bien.
—Sí —concordé con él—. Vayamos a ver si hay noticias.
Al llegar de nuevo a la sala de espera, mi padre estaba muy cerca de mi suegro, hablando moderadamente y sin tensión en el cuerpo, sin ceños fruncidos ni mala cara.
Jacob y sus hijos no estaban a la vista.
Me sentí un poquito mal, me hubiese gustado poder despedirme de la castaña.
Jasslye se removió en mis brazos, por lo que la dejé sobre sus pies.
— ¿Y Alice? —la voz de mi suegro me sobresaltó un poco.
Lo miré.
—Hubo un pequeño incidente que ocasionó… —vacilé.
— ¿Qué sucedió? —preguntó, acercándose.
—Renée estaba en la habitación de Elizabeth discutiendo con Doña Marie, dijo unas cosas y Alice la confrontó, y luego de eso le dio dolores de parto. Rose también tuvo un encontronazo con su madre y también le dieron dolores, mis hermanos se las llevaron a urgencia.
— ¿Renée? —Charlie se notaba sorprendido.
Asentí.
Lo vi apretar la mandíbula.
—Sam. —su voz salió afilada, siniestra—. Ya sabes qué hacer, ella tenía prohibido acercarse a mis hijas y a mis nietos.
Charlie estaba furioso.
Sam asintió y, con pasos apresurados pero seguros, se alejó de la sala de espera.
— ¿Alguna novedad de mami? —le preguntó mi hijo con ansiedad en la voz.
Mi suegro lo miró por unos segundos y su expresión cambió de forma radical.
—Aún nada —le respondió halándolo a sus brazos—. Ella estará bien. Te lo prometo, es una Swan y los Swan nunca nos rendimos. —lo tranquilizó.
Mi hijo asintió con una sonrisa.
En ese momento escuché un gritito de alegría, antes de ver a la hermosa castañita correr hacia mí.
No pude evitarlo y la alcé en mis brazos.
—Señor de ojos lindos, pensé que te habías ido y aún no me dices si quieres ser mi novio —dijo muy emocionada.
Miré sobre su cabeza y observé a Jacob apretar la mandíbula tratando de disimular que no le afectaba nada. Bajé mi vista a la hermosa castaña, que me miraba fijamente esperando mi respuesta.
—Si a tu padre no le molesta.
—Ah no te preocupes, a mi papi no le molesta, ¿verdad, papi? —interrogó volteando a verlo.
Black le sonrió, pero salió más una mueca.
—Por supuesto.
La castañita soltó un chillido de alegría, se removió frenética en mis brazos, la dejé sobre sus pies y ella no dudo en correr hacia su padre.
Charlie se acercó con paso vacilante hasta detenerse a mi lado, se metió las manos en los bolsillos y miró hacia un punto en específico de la blanca pared.
Lo escuché tomar una respiración profunda.
—Aunque parecía que no era cierto, yo amé a esa niña desde el momento en que la tuve en mis brazos por primera vez. Sé que fui egoísta y que no debí tomar lo que no era mío, pero me dolía, me dolía que ella a pesar de no conocerte te amara con tanta devoción, la misma devoción que su madre profesa por ti. No te estoy pidiendo perdón. Mis acciones eran justificadas en ese momento, aun me duele que te hayas llevado a mi princesa. —lo vi cerrar sus ojos—. A-Aquí —abrió los ojos y sacó una memoria USB de su bolsillo delantero—, hay un video muy lindo que ella hizo para ti.
Tome la memoria USB con manos temblorosas.
—Gracias. —mi voz salió ronca por el nudo que se me había formado en mi garganta.
Asintió levemente, dio media vuelta y se alejó. Miré la memoria en la palma de mi mano por un largo rato. Sonreí, negando con la cabeza. Necesitaba ver a mi hija.
Me disponía a salir de la sala de espera cuando un pequeño cuerpo impactó contra mis piernas.
Bajé la vista y ella me regaló una enorme sonrisa.
— ¿A dónde vas? —le pregunto con su vocecita infantil.
—A ver a mi hija. —le respondí colocando mi mano sobre sus cabellos.
Frunció el ceño de la misma manera que mi Bella. Se volvió hacia su padre.
— ¿Puedo ir con el señor de ojos lindos?
Black parecía como si le fuera a dar un derrame cerebral.
—Nena, no lo creo conveniente —le comenté acariciando sus mejillas.
Me hizo un tierno puchero.
—Puedes ir, Cam, aprovecha a Edward, cuando tu tía salga de quirófano no creo que le agrade mucho que estés junto a su marido. —la voz de Billy me sorprendió.
No lo había escuchado llegar.
La niña hizo un mohín.
—Él es mío —refunfuñó cruzándose de brazos.
—No lo creo, nena, llegaste tarde. Hay tres mujeres antes que tú —la contradijo Billy con una sonrisa.
La castaña infló sus mejillas.
Sonreí.
La tomé en mis brazos y me dirigí hacia mi hija.
— ¿De verdad hay tres? —preguntó mostrando sus deditos.
Asentí con una pequeña sonrisa.
— ¿Y no las puedes dejar? —inquirió esperanzada.
Negué con la cabeza.
—Bella, tu tía, es mi esposa, la madre de mis hijos, y las otras dos son mis hijas. Elizabeth y Eileen.
—Mami y papi se separaron.
Volví a negar con la cabeza.
—Las amo demasiado, ellas son lo más importante en mi vida.
La castañita asintió levemente.
— ¿Pero puedes seguir siendo mi novio? —susurró retorciendo sus dedos.
—Mientras mi esposa no se niegue, sí. —la tranquilicé.
Asintió conforme, antes de recostar su cabecita en mi hombro.
Llegamos a la habitación de mi princesa y toqué ligeramente.
—Pase. —escuché a Doña Marie.
Abrí la puerta y entré con una enorme sonrisa.
Mi gatita estaba sentada en la camilla con la tablet de Doña Marie en su regazo.
—Papi, ¿quién es ella? ¿Por qué la traes en tus brazos? —preguntó mi gatita cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.
—Él es mi novio, por eso me carga. ¿Tú eres su hija? Eres muy bonita, pero me gusta más tu hermano, tiene el mismo color de ojos de tu papá —le respondió la castañita sin darme tiempo a mi.
Sonreí sin poder evitarlo, pero la sonrisa se me borró del rostro al ver el semblante taciturno de mi princesa.
—Bubú, le puedes decir a Edward Cullen que se vaya. —esas palabras de indiferencia me llegaron al corazón, que se encogió de dolor.
Doña Marie soltó unas risitas, se levantó de la silla, le dio un beso en los cabellos a mi hija y se me acercó.
—Vamos, Cam, aquí Edward debe enfrentarse a su pequeña leona —comentó tomando a la castaña de mis brazos, aunque ella se resistió.
Le sonreí a Doña Marie.
Cuando abandonó la habitación me acerqué a mi hija. Ella había ladeado su rostro hacia la pared y no me miraba.
—Puedes irte, no quiero hablar contigo —susurró con la voz quebrada.
El corazón se me estrujó.
Me senté en la camilla, tomé su quijada con suavidad y la hice mirarme. Sus ojos estaban cristalinos.
—Sabes que soy tuyo, de tu madre y de tu hermana, de nadie más —le hablé con suavidad.
Soltó un pequeño sollozo y una lágrima rodó por su mejilla, la eliminé con un beso.
—Es una niña, Gatita y no puedo romper sus ilusiones. A mi no me gustaría que alguien rompa las tuyas, ni mucho menos las de tu hermana.
Asintió indecisa.
— ¿De verdad solo eres de nosotras tres? —preguntó acariciando mi mejilla.
Asentí recargando mi mejilla en su palma.
— ¿Lo prometes? —interrogó.
—Te lo prometo —juré.
—Papi, si te pido algo, ¿me lo cumplirías? —susurró recargando su frente en la mía.
—Por supuesto —me apresuré a decir.
— ¿Te casas conmigo, y luego con Eileen? Así solo eres de nosotras tres —sugirió con una enorme sonrisa.
*****
Me encontraba en la habitación de mi niña viéndola dormir, luego de tranquilizarla y asegurarle que solo soy de ellas tres, cuando mi padre me vino a buscar apresurado, Bella había salido del quirófano y mi tía necesitaba hablar conmigo.
Corrí como alma que lleva el diablo por el pasillo sin importarme quien me llevara por delante. Iba tranquilo, mi padre se quedó con mi hija y sabía que la protegería.
—Tía —la llamé cuando la vislumbré hablando con Doña Marie y Charlie.
Llegué jadeando a su lado. Se volvió y su expresión gritaba cansancio.
—Ella está estable —anunció. Suspiré de alivio—. Ya se encuentra en una habitación. Reaccionó bien a la anestesia, de hecho me informaron que acaba de despertar. No había venido antes porque se me presentó una complicación con otra paciente. Puedes pasar a verla, me gustaría hablar con ambos.
Asentí con un nudo en la garganta.
—Sígueme —me indicó comenzando a andar.
La seguí en silencio sumido en mis pensamientos.
¿Qué le ocurrió a mi Bella? Me preguntaba en mi mente una y otra vez.
—Llegamos. —me sonrió levemente antes de girar el picaporte—. Hola, Bella —la saludó alegre.
Me quedé congelado en la puerta.
—Hola. —la voz de mi Bella sonaba rasposa.
—He venido con alguien —le dijo de manera cómplice—. Anda pasa, no te quedes afuera.
Tomé una respiración profunda y entré.
Mi Bella se encontraba recostada en una camilla, conectada a unas máquinas. Su rostro estaba un poco demacrado y con expresión de cansancio.
Ella sonrió, una sonrisa de oreja a oreja.
—Edward —exclamó con emoción.
Me moví con rapidez, al segundo siguiente la estaba estrechando entre mis brazos.
—Bella, oh mi Bella, me tenías tan preocupado —susurré recargando mi frente en la suya.
—Lo siento —musitó dejando su tibio aliento sobre mis labios.
No pude resistirme más y la besé. Un suave rose.
—Te amo —declaré sobre sus labios cuando nos separamos.
—Te amo —secundó acariciando mi mejilla.
Un carraspeo nos hizo separarnos.
Besé de nuevo a mi Bella suavemente, antes de girarme hacia mi tía con la mano de mi esposa entre las mías.
—Isabella, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para ayudarte, logramos detener la hemorragia y salvar el útero, pero como ocurrió la primera vez, tuviste un desgarro, salvo que el de ahora fue mucho más considerable que el anterior por el efecto de las pastillas. Tu matriz…
— ¿Qué sucede, tía? —inquirí con el corazón acelerado.
No entendía de qué estaba hablando. ¿Qué desgarro?
—Bella —habló con suavidad ignorándome—. Lamento decirte esto, pero… es prácticamente imposible que vuelvas a concebir.
Mi Bella sollozó llevándose las manos al rostro.
— ¿No podré tener más hijos? —al hacer la pregunta la voz de mi Bella tembló.
No me importaba si no podíamos tener más hijos, lo importante era que ella estaba bien, junto a mí y a nuestros hijos.
—Probablemente no. Lo siento.
Mi Bella asintió con pesar.
—Debes tener mínimo tres meses de reposo. Nada de movimientos bruscos. Nada de cargar peso…
— ¿No poder cargar a mis bebés? —preguntó mi Bella con voz temblorosa.
—Sí, por supuesto, siempre y cuando estés sentada. ¿Edward?
— ¿Sí, tía?
—Nada de relaciones sexuales en… mínimo unos seis meses, aun así deberán venir a mí antes y yo le diré si tienen luz verde.
—Por supuesto, tía, no haré nada que perjudique la salud de mi esposa.
—Vendré a verte más tarde, Bella —se despidió antes de salir de la habitación.
—Entenderé que ya no quieras estar más conmigo después de esto.
Me quedé en shock al escuchar sus palabras.
— ¿Qué dices? —le pregunté muy confundido.
¿Qué rayos estaba diciendo?
—Si… si ya no quieres estar más conmigo a partir de ahora que no puedo darte más hijos, lo entenderé y firmaré el divorcio. No te quitaré que veas a los niños, también son tus hijos.
— ¿Crees que yo estoy contigo solo por procrear? —negué con la cabeza, indignado. ¿Es que ella no me conocía?—. Entonces no me conoces, Bella. Yo te amo a ti. Ethan, Elizabeth, Eider y Eileen son un adicional, es a ti a quien quiero. Es a ti a quien amo —le aseguré acariciando su mejilla.
—Edward —murmuró con voz temblorosa mientras las lágrimas inundaban sus bellos ojos y anegaban sus mejillas.
—Shhh, no digas nada. Te amo, Isabella Swan y nunca voy a dejar de hacerlo —le aseguré inclinándome para deleitarme con sus apetitosos labios.
Mis labios aprensaron su labio inferior, el cual succioné por un par de segundos, luego hice lo mismo con el superior. Sus brazos rodearon mi cuello halándome hacia su cuerpo.
El beso cada vez se hacía más demandante, el oxígeno nos hacía falta, pero aun así, ninguno de los dos lo quería terminar. Un carraspeó brusco nos interrumpió la bruma de placer en que nos encontrábamos.
Mi Bella gimió de frustración.
Sonreí torcidamente sobre sus labios. Antes de sepáranos por completo le di uno, dos, tres toques de labios.
Me volví hacia la puerta. Allí con el cuerpo rígido y con expresión severa se encontraba mi suegro.
—Papá. —la voz de mi Bella tenía un deje de incredulidad.
—Edward, me gustaría hablar con mi hija a solas —pidió Charlie sin relajar su postura.
—Por supuesto —accedí levantándome de la camilla—. Vuelvo más tarde y traeré a Tony —le informé a mi Bella con una sonrisa.
Sus ojos brillaron con la mención de nuestro hijo y asintió con energía.
Al pasar junto a Charlie, este me detuvo sujetándome del antebrazo izquierdo.
—Elizabeth quiere que vayas a verla —me informó mi suegro en tono bajo—. Mi madre me dijo que la niña no ha querido comer la comida del hospital y que las enfermeras de turno no le han permitido ingresarle nada.
Mi estado de ánimo cambió de forma drástica.
Me molesté. Si mi hija no ha comido nada, ¿por qué se oponían a la comida de afuera?
—Me encargaré —aseveré con tono frío antes de salir de la habitación.
LPov. (Elizabeth)
Abrí mis ojos y me encontraba en una habitación de color rosa pálido. Intenté mover el brazo que no me dolía, pero lo hizo al momento de moverlo, lo observé y me encontré con una aguja incrustada en mi piel, más específica en mis venas, por ella goteaba un líquido transparente. Hice una mueca.
Me encontraba más descansada y el dolor de mi brazo izquierdo había desaparecido, solo me quedaba la fea incomodidad del tonto yeso.
—Hola. —escuché una voz baja a mi lado.
Volví mi vista rápidamente a ese lugar. No era una voz que yo conociera.
Allí estaba una señora, sentada en la silla al lado de mi cama, sonriéndome con confianza.
Ella me parecía conocida, pero la verdad no recordaba de dónde.
—Hola —la saludé tímidamente.
Su sonrisa se hizo mucho más amplia. No entendía por qué nadie de mi familia estaba junto a mí. ¿Dónde estaba mi mami? ¿Ella estaba bien? ¿Y mis hermanitos? ¿Mi papi dónde está?
Al fin era la hermana mayor. Sonreí en mi mente.
— ¿Estás bien? —me preguntó la señora sacándome de mis pensamientos, su mano izquierda comenzó a acariciar tiernamente mi cabello.
—Sí —le respondí retorciendo los dedos de mi mano derecha con la sábana que me cubría y alejándome de su toque.
— ¿Sabes algo de tú mamá? —me preguntó sonriendo e ignorando el hecho de que no quería que me tocara, me tomó la mano derecha.
— ¿Quién eres tú? —le pregunté mirándola fijamente—. Te me haces conocida, pero no recuerdo de dónde.
—Yo soy tú ab…
—No te atrevas a decirle semejante mentira. Tú no tienes derecho de estar aquí, Renée.
Me sobresalté al escuchar la voz afilada de mi Bubú. Vi cómo la señora se levantaba sin despegar la mirada de mi Bubú.
— ¡Tengo todo el derecho de estar aquí, Marie, es mi nieta y es mi hija la que está en ese maldito quirófano! —le gritó a mi Bubú.
Fruncí el ceño.
No me gustó que gritara a mi Bubú, pero aún así la miré con curiosidad, ella era la mami de mi mami.
— ¿Tú hija? —le preguntó mi Bubú riendo sarcásticamente—. Ahora sí es tu hija. Has desaparecido de su vida por más de veinte años, Renée, ahora no me vengas a decir que es tú hija y hacerte pasar por la madre abnegada, que no te creo nada.
—Tú sabes perfectamente por qué me fui.
—Te fuiste por zorra.
— ¿Crees que no me dolía ver cómo Charlie me ignoraba? Se desvivía por las niñas. Ellas y toda esa mierda de la mafia eran su prioridad. ¿Dónde quedaba yo?
— ¿Te estás escuchando, Renée? Eran tus hijas. Unas niñas de cuatro años y medio, de siete y nueve años. Si Charlie no pasaba tiempo con ellas, quien lo iba hubiera hecho ¿tú?
—Claro que sí. Amo a mis hijas, todos estos años he estado pendientes de ellas.
—Las amabas. No me digas. ¿Amabas a Bella cuando intentaste asesinarla?
La miré con la boca abierta.
Ella había intentado dañar a mi mami cuando era una niña más pequeña que yo. Era una señora mala. Mi mami nunca me lastimaría. Ella me defendió cuando James intentó hacerme más daño, ella nos salvó a mis hermanitos y a mí.
—Claro que amaba a mi niña de coletas. Ella no debió comerse eso. Ella debía estar tomando su siesta, nunca dañaría a mis niñas. Era Charlie quien debía comerse ese maldito pastel. Hubiera sido muy feliz con mis niñas.
—Y Phil, ¿no? ¿Crees que tus hijas hubieran sido felices viviendo con una asesina, que en cuanto viera que ellas se interponían en su camino se hubiera desecho de ellas?
—Nunca dañaría a mis hijas. Si Bella hubiese estado conmigo, no hubiera arruinado su futuro. ¿Una niña de quince años siendo madre? Por Dios, Marie.
Sollocé al escuchar eso, mi corazoncito se estrujó. Tony y yo habíamos arruinado la vida de mami.
—No vuelvas a decir eso. Bella no arruinó su vida. Ella es una profesional, está casada y ama con locura a sus hijos.
—Bubú —chillé sollozando.
Quería que esa señora se fuera de mi habitación y no la quería más nunca cerca de mí, ni de mi mami, ni de mis hermanos.
—Es mejor que te vayas, mamá. —volteé buscando a mi mamá Alice al escuchar su voz.
La encontré junto con mi papi con una expresión de furia en la puerta de mi habitación.
—Mamá Alice —la llamé estirando mis brazos hacia ella. Pero ella no me miraba, no apartaba su vista de esa mala señora.
—Alice —exclamó la señora con alegría en la voz—. Mi niña, te ves hermosa.
—Gracias, pero vete.
— ¿Mis nietos? ¿Ellos están bien? —le preguntó a mi mamá Alice ignorando que le había pedido que se fuera.
—Los tres están bien.
—No. —la señora negó con la cabeza—. Esa niña no es mi nieta. Él no debió dejártela. Es solo un estorbo en tu vida. No me pasé años de mi matrimonio impidiendo que Charlie se enterara de su existencia para que él hubiera aparecido a estas alturas y hubiera truncado tu vida.
Mi mamá Alice se movió de forma rápida y le dio una fuerte bofetada.
¿Qué estaba diciendo esa señora? ¿Jasslye no era hija de mamá Alice y papá Jasper? ¿Quién era él?
—No vuelvas a decir eso. Con mi hija no te metas. Largarte, mamá. —mi mamá Alice le señaló la puerta.
—Alice —murmuró la señora con la mano sobre su mejilla.
— ¡Largo! —gritó mi mamá Alice sobresaltándome—. No quiero cerca de ninguno de mis hijos ni de mis hermanas.
La señora salió hecha una furia cerrando la puerta de un fuerte portazo.
En la habitación solo quedamos mi papi, que tenía una expresión de furia en el rostro, mi Bubú, mi mamá Alice y yo.
— ¡Ah! —gritó mi mamá Alice inclinándose hacia adelante y tocando su vientre.
Me asusté. ¿Esa señora lastimó a mi mamá Alice?
Mi papi se inclinó sobre ella.
— ¿Alice? —le preguntó mi papi con ansiedad en la voz.
—Me duele, Edward. Creo… Creo… que ha llegado la hora, aunque aún no sea tiempo.
Mi papi la tomó en sus fuertes brazos.
—Doña Marie, ¿pude quedarse con Elizabeth?
—Por supuesto, Edward, ve.
Mi papi salió apresurado dejándome sola con mi Bubú.
Me volteé hacia ella, limpiando mis lágrimas.
—Bubú, ¿Jass no es hija de mamá Alice y papá Jasper?
—Claro que sí, mi Ninita. No le hagas caso a esa mala mujer. ¿Tú sabes por qué no hay fotos de mamá Alice embarazada de Jasslye?
—Porque ella no quería que la vieran gorda. Papá Jasper le ha tomado fotos a escondidas.
—Sí, y como antes no estaba Jasper no hay fotos. Ahora olvida todo lo que esa mujer dijo.
— ¿Ella es la mami de mi mami?
—Sí y no —me respondió besando mis rizos.
—Sí porque la tuvo en su pancita y no porque ella se fue lejos, dejando a mi mami y a mis mamás contigo y el abuelo Charlie —concluí.
—Sí, así es —confirmó besando mis cabellos.
—Yo solo tengo una abuela, y es la abuelita Esme.
—Sí, solo Esme es tú abuelita. Ahora descansa, todo este ajetreo te hace daño.
— ¿Sabes algo de mi mami? —le pregunte preocupada por mi mami. James la había lastimado mucho.
—Ella estará bien, no te preocupes, ahora duerme un rato, yo estaré siempre junto a ti.
—No podré dormir, este tonto yeso me fastidia.
—Duerme sí, mi Ninita.
Mi Bubú comenzó a acariciar mis cabellos.
Bostecé.
—Te quiero, Bubú —murmuré con los ojos cerrados.
—Yo también te quiero, mi Ninita.
Mil disulpa por no haber actualizado antes, pero muchas situaciones en mi vida privada me impidieron escribir, pero aqui estoy de nuevo.
Les aviso de antemano, aunque tarde en actualizar no voy a abandonar la historia, se los juro.
Mi vida no da para actualizar tan seguido como a muchas les gustaria.
Amo Twiligth... a Edward y a Bella, pero tengo una vida fuera de esto, que a veces me impide hacer lo que me apasiona escribir.
Debo trabajar y estudiar, mis fics no van a alimentar a mi sobribebe ni a darme lo que necesito. Sé que muchas se molestan, pero deben entenderme.
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