Capítulo beteado por Manue Peralta, Beta FFAD
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La reacción de Charlie y Angustia por Edward.
BPov.
Había transcurrido un mes desde que mi padre se enteró de mi embarazo. No solo él sino todo Forks y sus alrededores.
Según mi Bubú mi padre se enteró porque una persona le dio su apoyo por la mala situación que estaba atravesando su familia.
Todavía desconocíamos la identidad de esa persona.
Mi Bubú no entendía cómo se había creado tal rumor que no era más que mentira.
Según el pueblo entero "Una de las familias más poderosas de Chicago, se había mudado al pueblo ya que habían violado a la menor de las herederas de Charlie Swan y ahora estaba embarazada." Dicho rumor se había extendido como pólvora y yo temía que llegara a oídos de Don Carlisle, no quería que Edward se enterara de esta manera de mi embarazo. Quería que fuera especial como lo son nuestros hijos.
Esa mañana me levanté de mi cama con ganas de enfrentarme al mundo entero si fuera necesario por el bienestar de mis hijos. Alice y yo ya no acudíamos al instituto, estudiábamos en casa con los tutores que mi Bubú había buscado. Gracias a Dios las dichosas náuseas y vómitos matutinos se estaban disipando y solo las tenía de vez en cuando; me dirigí a mi cuarto de baño dejando mi pijama regada por el piso, llegué a la ducha, puse a correr el agua caliente y me paré frente al espejo de cuerpo completo.
Me dediqué a observar mi vientre que ya estaba más abultado, se podría decir que mis hijos gozan de una excelente salud. Comencé a pasar mi mano derecha por mi vientre muy suavemente y dejé sobre un costado de mi vientre mi mano izquierda.
—Hola mis hermosos bebés —dije solo para ellos—. Mamá los ama mucho y no veo la hora de tenerlos en mis brazos.
Continúe acariciando mi vientre y a tararear mi nana, mis clases de pianos iban mejorando cada día más. De repente sentí un tímido golpecito en mi mano izquierda, y una inmensa alegría me invadió por completo. Sentía como si mi pecho fuera a explotar, era como si ellos hubieran encontrado la forma de responder a mis palabras.
—Sí mis bebés, sé que están felices. Hoy iremos al doctor y podré verlos —murmuré y guardé silencio en espera de su respuesta. La cual no se hizo esperar—. Si no es mucho pedir, ¿podrían dejar ver qué serán?
Los sentí moverse y dos ligeros golpes bajo mis manos.
—Denle esa alegría a mamá —susurré con lágrimas en los ojos a causa de la felicidad tan enorme que sentía. Volvieron a moverse y golpear ligeramente en dos lados diferentes—. Ahora nos daremos una deliciosa ducha.
Deseaba meterme en el jacuzzi pero no tendría tiempo de disfrutar de verdad, así que solo me conformé con meterme bajo la ducha, regarme mi cabeza en la baldosa de la pared y el recuerdo donde mi padre se enteraba se vino sin previo aviso en mi mente.
Flashback:
El momento de la verdad había llegado, delante de nosotras se encontraba mi padre con el rostro distorsionado por la ira, respirando agitadamente. Como si fuera un toro enojado y nosotras la bandera roja. Me encontraba detrás de la protección de mis hermanas, quienes a su vez lo estaban detrás de mi Bubú.
— ¿Qué demonios significa esto? —preguntó con una gran ira impregnada en la voz mientras señalaba mi abultado vientre. Me estremecí ligeramente, temía por mis hermanas, por mi Bubú, por mi persona. Pero me sentía más aterrada por lo que les pudiera llegar a suceder a mis bebés. No dudé en colocar mis manos sobre mi vientre de forma protectora. Mi padre no pasó desapercibido mi gesto—. ¡Hablen de una maldita vez! —gritó Charlie muy encolerizado. Me sobresalté y asustada como estaba me pegue más al cuerpo de Rosalie. Mi Bubú salió de su asombro.
—Primero que todo Charlie Swan, me bajas el tonito de voz. Soy tú madre y me debes respeto —dijo muy enojada mi Bubú—. Así nunca lograremos hablar como gente decente.
—Bella, cálmate. Esto no les hace bien a los bebés —destacó Rosalie mientras acariciaba mi vientre. Respiré unas cuantas veces para lograr tranquilizarme aunque fuera un poco. Rosalie tenía razón, cualquier altercado que me alterara sería peligroso para la vida de mis bebés.
— ¡¿Cómo quieres que me calme si mi niña, la luz de mis ojos, espero un bastardo de un Cullen?! —gritó de nuevo moviendo sus manos en el aire enfatizando sus palabras. No sé cómo sucedió, pero mi Bubú había estampado su mano derecha en la mejilla de mi padre, quien volteó la cara por el impacto. Él, al igual que nosotras quedamos mudos y congelados por la impresión. Mi Bubú no era una persona violenta, la violencia nunca le había gustado.
—Te dije que te calmaras. Así que no podremos hablar —señaló mirando fijamente a mi padre—. Además, son unos Swan, son tus nietos.
Mi padre asintió, respiró unas cuantas veces y se sentó en el sofá con la espalda tiesa como una escoba.
—Mucho mejor —dijo mi Bubú ya más tranquila sentándose en el sofá que esta frente a mi padre. Salí de mi asombro cuando Rose me haló ligeramente del brazo y nos guió hasta sentarnos al lado de mi Bubú, dejándome a mí en medio de ambas—. Sigamos… tú hija esta embarazada como lo ves, por si te interesa su embarazo va perfectamente. Tendrás a dos hermosos y sanos nietos, y tienes razón, también son unos Cullen —remarcó mi Bubú mientras acariciaba mi cabello.
Le sonreí tímidamente para luego dirigir la mirada a mi padre quien miraba con odio mi vientre. Tomé un cojín y tapé mi vientre con este en un intento de proteger a mis hijos de la mirada de su abuelo.
— ¡¿No te bastaba con salir con ese desgraciado, sino también tenías que revolcarte con él?! —volvió a gritar ahora muy indignado.
— ¡No me revolqué con Edward como tú dices! —grité ahora yo también enojada por sus palabras—. ¡Hice el amor, que es muy diferente!
Me iba a levantar de mi asiento pero Rosalie no me dejó hacerlo.
— ¡No me interesa, nos vamos ahora mismo y te sacamos a esos bastardos! —contestó y no sé cómo hizo pero sin que mis hermanas y mi Bubú hubieran reaccionado me tomó del brazo con fuerza y me arrastraba a la puerta principal.
Nunca en mi vida había sentido tanto miedo como lo sentía ahora, temía por la vida de mis hijos.
Sentía como mi padre apretaba su agarre cada vez que intentaba soltarme, mis lágrimas de tristeza y frustración comenzaron a rodar por mis mejillas.
—Papi, por favor, suéltame que nos haces daño —dije con la voz rota por el llanto.
—Si das un paso más, Charlie Swan, te juro que en este momento llamo a Carlisle Cullen y le aviso que matarás a sus nietos —dijo mi Bubú con la voz tan fría como el hielo. Mi padre se tensó y se detuvo inmediatamente, nos dio vuelta y al mirar a mi Bubú vi como tenia el teléfono en sus manos—. ¿Como crees tú que se lo tomaría?
Me estremecí por el tono que usaba, pero también de imaginar lo que haría Don Carlisle si se llegase a enterar. Mi padre me soltó como si yo quemara, a trompicones llegué hasta los brazos de mi Bubú y comencé a llorar más fuerte.
—Está bien, ustedes ganan. No haré absolutamente nada en contra de esos bas… de tus hijos, Bella —afirmó mirándome directamente a mis ojos—. Pero no volverás a Chicago, de lo contrario, cambiaré de idea.
Salió azotando la puerta de la casa con un golpe sordo.
"Lo siento Edward, pero no haré nada que perjudique a nuestros hijos. Así no vuelva a verte nunca, espero que sepas que siempre te amaré."
Fin Del Flashback.
— ¿Estás lista, Bella? Ya es tarde —indicó Alice detrás de las puertas corredizas.
—Si, en un momento salgo —murmuré cerrando la llave de la ducha. Envolví mi cuerpo con una toalla, el cabello lo alisé y lo sequé un poco con el secador. Salí directo al armario donde busqué y me vestí con un vestido de maternidad de color azul celeste con detalles en blanco, unas bailarinas blancas con una flor azul y mi cazadora blanca. Bajé las escaleras con cuidado y me encontré a mis hermanas y mi Bubú esperándome en el recibidor.
— ¡Al fin! —exclamó Alice un poco exasperada. Sonreí y sacudí ligeramente la cabeza.
— ¿Al fin, qué? —pregunté llegando a su lado—. Tus sobrinos-ahijados-hijos tienen toda mi atención por las mañanas.
Acaricié suavemente mi vientre ya que mis bebés se movieron al escuchar la voz de Alice. Ellas solo rodaron sus ojos.
Desde la confirmación de mi embarazo se volvió ley que les hablara y les contara cosas de mí y de Edward, pero sobre todo nuestra historia. Hoy no les pude hablar de Edward.
—Si, como quieras, vámonos que es tarde, ya quiero ver qué serán mis sobrinos —dijo Alice dando saltitos y aplaudiendo, mientras Rosalie me arrastraba al garaje.
Salimos de la casa y en veinte minutos ya estábamos entrando por la puerta principal del hospital. Como siempre que iba a mi consulta le llevaba un presente a la señora Cope y a la señora Smith. A ellas ya les tenía un gran aprecio.
—Hola mi niña, ¿cómo están tú y mis bebés? —preguntó la señora Cope cuando llegamos a su lado.
—Bien, portándose como siempre, gracias —respondí con una sonrisa, dándole sus bombones de chocolate y acariciaba mi vientre—. Esto es para la señora Smith.
Le tendí la otra caja de bombones.
—No te hubieses molestado mi niña —dijo un poco apenada.
—No es ninguna molestia —insistí sonriéndole—. Hasta pronto.
— ¡Cuídense! —expresó la señora Cope como despedida.
Subimos al ascensor y en menos de cinco minutos estábamos en el vestíbulo de paredes rosadas. La señorita Stanley nos miró con altanería. ¡Como odiábamos a esa mujer! Mis hermanas y yo teníamos la sospecha de que fue ella la que comenzó con el rumor.
—Buenos días —saludó mi Bubú amablemente.
—Buenos días —respondía la tal Jessica con un tono engreído. La miré entrecerrándole los ojos a la espera de que se atreviera a agregar algo más—. Pasen y siéntense, hasta que la doctora las llame.
Caminamos el pequeño trayecto hasta las sillas y nos sentamos a esperar.
—Chicas, Bubú, tengo hambre —informé unos minutos más tarde.
—Yo voy Bella —dijo Alice levantándose de la silla para luego mirar a Rose y a mí, después añadió—. ¿Lo de siempre?
Ambas asentimos, pero yo lo hice con una sonrisa en el rostro.
—Tú, Abu ¿que deseas? —se dirigió a mi Bubú.
—Yo te acompaño mi saltarina. —respondió mi Bubú para luego levantarse y caminar a su lado hasta perderse dentro del ascensor. Solo quedamos Rose, otras mujeres y yo en un silencio cómodo que me dio sueño, recosté mi cabeza en el hombro de Rose y comencé a acariciar mi vientre.
—Bella tengo algo que decirte, pero no sé cómo —comentó de pronto Rose mientras acariciaba mi cabello. Levanté mi cabeza y la miré incitándola a continuar.
— ¿Qué sucede Rose? —pregunté con la angustia reflejada en la voz. Me estaba comenzando a preocupar y la expresión de Rose no me ayudaba a tranquilizarme.
—Hace un par de días… escuche a Paúl y a Embry… hablar algo referente a Edward —contó poco a poco, midiendo mi reacción.
Si Rosalie estaba preocupada eso quería decir que le ocurrió algo grave a Edward. Mi ritmo cardíaco se disparó, el pulso me pitaba en los oídos y comencé a sudar frío de solo imaginar que algo malo le hubiese ocurrido a mi Edward.
— ¿Qué le ocurrió? —pregunté levantándome abruptamente de la silla, logrando que todo el mundo volteara a verme—. ¿Que le ocurrió, Rosalie? —volví a preguntar pero elevando un poco el tono de voz.
—Shhh… tranquila, Bella —dijo Rose tratando de hacer que vuelva a sentarme.
— ¡No quiero sentarme Rosalie! —espeté con rabia— ¡Quiero saber qué le ocurrió a mi Edward!
¿Como se atrevía a decirme que me tranquilizara si algo muy, pero muy malo le pasó a Edward?
—Si no te sientas y te tranquilizas no te diré nada —repuso ahora enojada. Tenía que hacer un esfuerzo en tranquilizarme o Rosalie no me diría nada, pero también debía hacerlo por mis bebés, ya que los sentía moverse agitados. Respiré varias veces seguidas y me senté.
—Está bien —acepté, controlando mi respiración agitada.
—Así esta mejor —dijo Rose sentándose a mi lado nuevamente.
—Dime por favor, Rose —imploré con la voz rota por el llanto, que no me había fijado ya rodaba por mis mejillas.
—Bella no quiero que te alteres —dijo mirándome intensamente. Asentí con la cabeza, volviendo a respirar profundamente—. Embry le decía a Paúl que Collin le dijo que había escuchado que al parecer vieron a Edward muy golpeado en el aeropuerto el día que viajó.
— ¿Qué? —pregunté confundida.
No podía creer que Don Carlisle hubiese sido capaz de hacerle algo malo a Edward. Por más enojado que estuviera, a fin de cuentas es su hijo.
—No sé muy bien. Creo que se agarró a golpes con uno de los guardaespaldas —Rose explicó unos minutos después de un silencio incómodo.
— ¿Y Edward? ¿Está bien? —fue lo único que pude decir.
—Si, la peor parte se la llevó el otro tipo.
—Pero, ¿por qué no me lo dijo cuando me escribió al día siguiente? —pregunté con indignación y rabia.
—Lo más seguro es que no quería preocuparte —respondió Rose. Si, ese siempre había sido el problema con Edward, me ocultaba cosas, que según él, eran para protegerme —como ahora—.
— ¿Crees que fue por eso? —susurré en un hilo de voz.
—Claro que sí. Ahora cálmate, les haces daño a mis sobrinos. Hasta aquí los siento moverse.
Asentí y acaricié mi vientre muy suavemente, influyéndoles protección.
—Los siento peques, no volverá a pasar —aseguré, solo para ellos.
— ¿Isabella Swan? —llamó la doctora.
Me levanté de la silla seguida de Rose, cuando íbamos a pasar la puerta del consultorio.
—Justo a tiempo —dijo Alice dando saltitos y llegando a nuestro lado con mi Bubú a su lado—. Tú desayuno deberá esperar.
—Hola Bella, ¿cómo estás? —me saludó la doctora Banner—. Señora Swan.
Mi Bubú asintió y se sentó en una de las sillas.
—Bien, gracias doctora Banner —respondí sentándome en la silla restante flaqueadas por mis hermanas.
— ¿Como se portan estos bebés? —me preguntó con una sonrisa.
—Excelente, ya casi no tengo náuseas y se mueven más a menudo —respondí devolviéndole la sonrisa.
—Eso está bien. Ahora vamos a pesarte y tomar tu presión. —dijo levantándose de la silla. Caminó hasta la otra mesa, tomó en sus manos el tensiómetro y se me acercó. Estiré mi brazo y dejé que hiciera su trabajo—. Bella…. —dijo con tono de reproche—tienes la presión alta, debes estar calmada y nada de estarse alterando, eso no les hace bien a tus bebés.
—Lo siento —susurré cabizbaja.
Rosalie me miró y dijo "Lo siento" sin pronunciar palabra. Sacudí la cabeza para restarle importancia. Me levanté y me subí al peso.
—No te estoy regañando, solo aconsejándote —recalcó mientras anotaba en la ficha, dirigió la vista a los números que marcaba el peso—. Bella, estás subiendo más peso de lo normal.
Sonreí por su regaño. Es que a mis hijos les daban mucha hambre, como a su tío Emmett, y yo los malcriaba dándoles lo que pedían.
—Lo siento, de verdad no lo puedo controlar —me disculpé. La doctora solo sacudió la cabeza mientras sonreía.
—Trata de controlarte, ¿si? —pidió. Asentí con la cabeza—. Vamos hacerte el ultrasonido.
Caminé hacia el cuarto de paredes azules, me subí en la camilla con ayuda de Alice y subí mi vestido hasta debajo de mis senos. Estaba muy feliz y en expectativa de volver a ver a mis bebés.
—Estará frío —dijo antes de colocarme el gel. Por más que me acostumbrara no podía dejar de estremecerme ligeramente., sonreí cuando vi la primera imagen—. Ahí están tus bebés. Ya tienes veintidós semanas y tres días. Ahora escucharemos sus corazones y podremos verles el sexo.
TUM, TUM, TUM, TUM, TUM, TUM.
TUM, TUM, TUM, TUM, TUM, TUM.
No pude resistirme a derramar unas cuantas lágrimas.
—Hola mis bebés, es mamá —susurré tocando la imagen en la pantalla.
—Sigamos: pesan demás ahora, cuatrocientos treinta y cinco gramos y miden veintísiete como cuatro centímetros. Mira ya tienen unos pocos cabellos.
Mis bebés serían grandes y fuertes como su padre.
—Vamos a verles el sexo —indicó dándole vueltas suavemente al aparatito. Pero no lograba ver nada. Mis bebés se movían y cerraban las piernas y no se dejaban ver—. Lo siento Bella, hoy no será —dijo después de varios intentos—. Eso es todo, puedes limpiarte.
Me tendió una toallita, paró la imagen y salió de la habitación.
—Ay Bella, estoy tan emocionada y triste a la vez —dijo Alice rompiendo el silencio. La miré confundida mientras ella me limpiaba mi vientre y Rose me ayudaba a bajar de la camilla—. Estoy emocionada porque vi a mis sobrinos pero triste porque no pudimos saber qué son y hay que decorar sus habitaciones —explicó haciendo un puchero a su estilo. Le rodé los ojos y sacudí ligeramente la cabeza negando. Dios, ¿es que mi hermana nunca iba a cambiar?
—Para eso falta un poco más de tiempo —la tranquilizó Rose, salvándome del sermón que de seguro Alice le tenía a mis hijos.
— Hay que ver que ustedes no saben nada de la moda —dijo con indignación.
Llegamos a donde nos esperaba la doctora Banner con una sonrisa.
—Alice no te preocupes, para el próximo eco, Bella se toma un refresco colita y podemos verle el sexo —se dirigió la doctora a Alice.
— ¿De verdad? —preguntó Alice con una sonrisa luego puso cara de confusión—. ¿Para que el refresco?
—El refresco colita es dulce y ellos se entretendrán y los veremos con más claridad —la doctora le explicó.
—Bien, no se me olvidará —aseguró Alice para sí misma.
—Bella, señora Swan, todo está perfectamente. No hay de qué preocuparse. Esta es tú receta y la ecografía.
Tomé el sobre que me tendía.
—Gracias.
—Nos vemos dentro de unas semanas.
—Hasta pronto —dijimos las cuatro al unísono.
—Ustedes pueden seguir hacia el ascensor, yo tomaré la cita —dijo Rosalie cuando salimos de la consulta.
—Alice, ¿me das mi desayuno en el coche? La verdad tengo mucha hambre —dije cuando esperábamos a Rose junto al ascensor.
— ¿Por qué te tardaste tanto? —preguntó Alice a Rose que venía con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Qué hiciste?
—La puse en su lugar, así entenderá de una vez por todas que con las Swan nadie se mete —respondió como si nada.
— ¿Qué hiciste Rosalie Marie? —preguntó ahora mi Bubú.
—Nada de lo que no estés orgullosa abuela —Rose le respondió con una brillante sonrisa.
—Ay mis niñas, qué voy hacer yo con ustedes —dijo mi Bubú moviendo la cabeza hacía los lados y entrando junto a nosotras en el ascensor.
—Querernos —murmuró Alice.
—Eso ya lo hago desde que nacieron —dijo abrazándonos a los cinco.
—No digas eso. —dije poniendo mis manos en mi vientre. Mi Bubú me miró como si tuviera un tercer ojo—. Como no han nacido aún van a pensar que no los quieres —dije señalando mi vientre con la barbilla.
—Lo siento bebés, Bubú los quiere mucho —murmuró poniendo sus manos sobre mi vientre, mis hijos les respondieron con unas patadas.
Llegamos a la planta baja, nos reunimos con nuestros escoltas caminamos hasta el coche. Salimos rumbo a la casa y en menos de cinco minutos ya me había acabo todo el desayuno.
Ahora solo me quedaba el antojo de comer panqueques con sirope de chocolate.
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