Capítulo beteado por Manue Peralta (Beta FFAD)
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Sospecha de Embarazo.
BPov
Ya habían transcurrido casi dos meses desde que llegamos a Forks. Estábamos a principio de diciembre.
Mi vida se había transformado en una rutina: por las mañanas dejaba toda mi cena en el inodoro, luego al instituto a clases, donde no me había esforzado en hacer amigos, en el almuerzo me sentaba con Alice y entre clases me la pasaba sola, ya que nuestros horarios eran muy diferentes. Por las tardes tenía mis clases de piano que había comenzado desde hace dos semanas. Mi alimentación se basaba en lo que se me antojara comer, no importaba la hora ni el lugar; mis sueños también se alteraron igual que mi hambre y mis reacciones a ciertas situaciones; dormía a cualquier hora como si estuviera invernando, pero aún así me sentía muy agotada todo el tiempo. No toleraba ciertos olores: el café era el principal culpable de mis náuseas. Lloraba por todo no importaba lo que fuera, me enojaba fácilmente por tonterías.
Prácticamente me había mudado a la habitación de Rose. Por las noches dormía junto a ella, en las mañanas salía disparada a mí cuarto de baño para que no se diera cuenta que vomitaba y no se preocupara. Lo único que mi estómago aceptaba de buena gana y no devolvía, logrando que comiera todas las que quisiera eran las galletas saladas con Nutela.
Al entrar al cuarto, Rose me esperaba como todas las noches sentada en su lado de la cama, con un libro sobre leyes en su regazo.
—Te habías tardado —susurró, despegando su mirada del libro.
—Primero pasé a asaltar la lacena —susurré con una sonrisa sentándome en la cama comiendo mi antojo.
—Ay Bella, qué haremos contigo —dijo Rose moviendo la cabeza ligeramente hacia los lados—. Come otra cosa, mira ya estas engordando —dijo señalando mi vientre, donde ya se notaba una pequeña pancita, que a decir verdad no me había percatado que la tenía.
—No importa, me gusta comerla —contesté enojada, metiéndome más galletas a la boca—. Además a Edward le gusto como sea.
Ya tenía lágrimas en los ojos. Como me hacía falta. Lo extrañaba demasiado, solo esperaba que estuviera bien donde quiera que se encontrara.
—Dios Bella… solo era una broma, no era para que te pusieras a llorar —Me abrazó y besó mi frente—. No te quería hacer sentir mal.
—Lo sé Rose. No sé qué me pasa, todo me hace llorar o enojar —dije con la voz rota por el llanto.
—Tranquila Bella… todo se debe al cambio brusco que sufrimos y a lo mejor estás sensible porque te va a venir el periodo.
Se recostó en la cama dejando el libro sobre la mesita de noche.
Hablando de la menstruación… no me acuerdo cuando fue la última vez que me llegó, creo que fue una semana antes de mi cumpleaños. ¡Ay por Dios! Los vómitos, el llanto, la soñolencia, las náuseas.
Repasé mentalmente a qué se debía todo esto y solo llegaba a la conclusión "Embarazo."
"Dios santo, un bebé." Pensé asombrada.
—Rose —la llamé moviéndola suavemente del hombro.
— ¿Que te ocurre, Bella?
—No me ha venido… desde antes de mi cumpleaños.
Rose se sentó en la cama como si esta tuviera chinches y me miró.
—No estoy para tus juegos Bella.
Me entrecerró los ojos. Pero yo le estaba diciendo la verdad, no estaba jugando.
—No es juego Rose, te estoy diciendo la verdad.
Puso los ojos como platos y su mandíbula se abrió hasta caer al suelo. Sabía que vio en mi rostro que no estaba mintiendo.
—Bella… eso quiere decir… que tú podrías… estar embarazada —dijo tartamudeando por la sorpresa.
—Creo que sí —susurré comiendo más galletas—. ¿Quieres? —le ofrecí tendiéndole unas galletas con chocolate.
—Claro… aunque debería ser algo más fuerte, no sé, como un whisky o tequila —dijo comiéndose las galletas—. ¡Dios Bella, un bebé!
—Ya lo sé Rose, un bebé de Edward —susurré con lágrimas en los ojos, posando mi mano derecha sobre mi vientre.
¿Qué diría Edward si pudiera enterarse? ¿Se alegraría o se enojaría por ser tan estúpida y embarazarme tan joven? "Por supuesto que se alegraría tonta, es una parte de él y de ti." Me reprendí mentalmente.
—Mañana como es sábado y mi abuela sale por la tarde a Chicago, iremos a la farmacia por una prueba de embarazo casera y el lunes como estaremos solas, iremos a un ginecólogo. Me quitó las galletas y el frasco de Nutela.
—Ahora trata de dormir —dijo acostándose de nuevo y dándome la espalda. Tomé un toco de agua y también me recosté—. Bella… —me llamó Rose sin voltearse de su posición.
—Si. —Si estas embarazada, ¿cómo crees que se lo tomará Charlie? —Me encogí de hombros. A decir verdad no me preocupaba lo que diría mi padre, solo que no se atreviera hacerle daño.
—No lo sé, lo que sí sé… es que no permitiré que le haga daño a mi bebé.
Posé mis manos sobre mí vientre de forma protectora.
—Tienes mi apoyo Bella y de seguro el de Alice también —dijo abrazándome, luego acarició mi pequeña pancita—. No vamos a permitir que lo lastime, de seguro la abuela te apoyará.
Volvió acostarse, y nos quedamos en silencio, solo se podía escuchar nuestras respiraciones.
—Mañana temprano le digo a Alice.
—Ajá Bella, como quieras —susurró medio dormida. Creo que dijo algo más pero en menos de lo que esperaba me abrazaron los brazos de Morfeo y caí en la inconciencia. Comencé a soñar con un bebé de unos seis meses de nacido con cabellos cobrizos y ojos verdes esmeraldas, estaban en mis brazos mientras que lo mecía y le tarareaba la canción de cuna que me compuso Edward para mí. Era tan hermoso y perfecto como su padre, pero un nuevo llanto llenó la habitación en donde me encontraba, dando que naciera un sentimiento de protección en mí que iba dirigido a ese hermoso ser que lloraba. Pero no sabía en donde. No lograba verlo en ninguna parte y la desesperación comenzaba a crecer dentro de mi pecho, hasta que la encontré. Una hermosa beba de la misma edad del bebé que tenía en mis brazos, pero ella tenía unos cabellos castaños oscuro y unos ojos chocolates tan idénticos a los míos. Ella estaba en brazos de mi ángel, mi Edward, pero él se encontraba de espaldas a mí. Lo reconocí por sus cabellos cobrizos. Él le comenzó a tararear a la beba una nana que no conocí y ella se calmó inmediatamente. De repente se volteo hacía mí, caminó la distancia que nos separaba, dejó la beba en mis brazos y me susurró: "Cuídalos, ustedes son muy importantes para mí." Nos dio un beso en la frente a los tres, se volteó y en un parpadeo desapareció de mi vista. Intenté llamarlo pero no me salió la voz.
Me desperté sobresaltada y con la respiración agitada, pero sin nada de náuseas. Estaba tan cómoda que no quería levantarme, la sola idea de pasar todo el día metida en la cama era muy tentadora, pero debía levantarme e ir a la dichosa farmacia a comprar la prueba para poder salir de dudas, aunque esto estaba más claro que el agua. En mi vientre crecía un pedacito de Edward, el fruto de nuestro amor.
—Vas a ser un bebé muy amado y mimado —susurré. Miré mi vientre y lo acaricié—. Yo te voy amar siempre y Edward también aunque no sepa de tu existencia. Hablaré contigo de él, te contaré todo lo que sé, sus gustos, sus aficiones, sus metas.
Seguí acariciando a mi bebé. Ya lo amaba, desde anoche lo hacía. Él era mi sueño hecho realidad. No cabía de la alegría. Ya lo amaba tanto como a Edward. No era que había dividido mi amor, no. Mi corazón había crecido el doble y todo ese espacio vacío lo ocupó mi hijo y la otra mitad le pertenecía a Edward. Ahora tenía en este mundo dos razones para vivir, sin ellos yo no podría seguir viviendo.
Rose me sacó de mis pensamientos.
—Hoy no visitarás el baño —susurró. La miré incrédula, tantos malabares que hice para que no se diera cuenta y aún así lo hizo—. ¿Creíste que no me daba cuenta?
Adivinó mis pensamientos. Asentí con la cabeza y mis mejillas encendidas.
—La verdad sí lo pensé —dije sentándome en la cama para luego levantarme y caer de nuevo en ella por el mareo que me dio—. ¡Guau! Se me fueron los tiempos.
—Si, ese era el ingrediente que faltaba en esta torta —dijo levantándose de la cama—. ¿Ya estas bien?
—Aja, me iré a duchar, luego buscaré a Alice y le contaré. Me levanté de nuevo con cuidado y me dirigí a la puerta.
—Nos vemos al rato.
Cerré la puerta y caminé hacia el tramo de escaleras para subir a mi habitación.
—Buenos días Bubú —saludé al encontrármela saliendo de su habitación.
—Buenos días mi Nina, ¿qué deseas para desayunar? —preguntó mientras caminaba hacia las escaleras. Lo pensé por un momento, a ver, a ver. Unos panqueques con sirope de caramelo.
—Bubú quiero panqueques con sirope de caramelo y chocolate caliente —respondí. Se me hacía agua la boca de solo imaginarme su sabor. Con lo bien que cocina Leah quedaran riquísimos.
—Bien, te cambias antes de bajar —dijo bajando las escaleras.
Subí las escaleras con las piernas pesadas, parecía que tuviera cincuenta kilos de más en cada una. Traté de subirlas lo más cuidadosa posible, no podía concentrarme del todo, mi mente solo estaba ocupada por la posibilidad de que estuviera esperando un bebé de Edward y no quería lastimarlo. Por esa razón no lograba quitarme la sonrisa de tonta que bailaba en mi cara.
Nada más llegar a mi habitación, me dirigí al cuarto de baño, despojándome de mi ropa en el camino, la cual dejé regada en el piso. Llegué a la ducha, puse a correr el agua caliente y me paré completamente desnuda frente a mi espejo de cuerpo completo que tengo detrás de la puerta. Mi cuerpo ya no era el mismo, era totalmente distinto al cuerpo que conoció Edward, ahora tenía las caderas más anchas, mi vientre ya no estaba plano y tenía ligeramente los senos más grandes.
Miré mi reflejo en el espejo y pude ver además de sentir la sonrisa que traía, acaricié con la yema de los dedos la pequeña pancita que salía de entre mis caderas, se sentía dura al tacto. Mis lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas sin mi permiso.
—Hola bebé, yo soy tu mamá. Ya te amo demasiado —susurré con voz rota por el llanto—. Te voy a consentir, daré mi vida por ti. Serás el bebé más mimado del mundo gracias a mí y a tus locas tías, quienes serán como otras madres para ti.
Me detuve, no sabía qué esperaba, tal vez que me respondiera. Sacudí mi cabeza para aclarar mi mente.
"No seas tonta, todavía es muy pequeño." Pensé enojada conmigo misma.
—Alice te comprará de todo, nunca te hará falta nada material. Rose, por su parte, te consentirá mucho, pero tendrás tus límites. En cambio yo bebé, te bajaría el universo entero si me lo pidieras —susurré limpiando las lágrimas de mis mejillas—. Te faltará un papá pero a cambio tendrás las tres mamás más consentidoras del mundo.
"Espero que puedas enterarte algún día, Edward." Pensé con nostalgia.
—Ahora a bañarnos para ir a contarle a tía Alice de tu existencia y poder confirmarte. Aunque ya no tengo dudas de ti.
Me metí bajo la regadera, mojé todo mi cuerpo, lavé mi cabello con mi shampoo favorito de olor a fresías, limpié mi cuerpo con una esponja llena de jabón líquido también con olor a fresas. Tracé suaves círculos sobre mi vientre, me quité el jabón de todo el cuerpo y cerré la llave del agua. Salí de la ducha envuelta en una toalla y mi cabello en otra, entrando de inmediato al armario ya que me estaba dando un poco de frío. Me vestí con unos vaqueros negros, una ramera blanca con detalles en azul celeste, con unas botas de tacón bajo negras. El cabello lo alisé y dejé suelto con ondas en las puntas, me coloqué una cinta blanca en forma de lazo como adorno. Ya lista me dirigí a la habitación de Alice cruzando el pasillo del tercer piso, al llegar a la puerta toque dos veces y esperé.
— Pase —dijo Alice detrás de la puerta. La habitación de Alice es igual que la mía y la de Rose; salvo que aquí parecía un estudio de diseño y la de Rose un bufete de abogados. Y la mía es mucho más sencilla, solo hay libros y cds. Me senté en la cama a esperar.
— ¿Cuál de las dos es? —preguntó Alice dentro del enorme armario.
— ¿Quién más? —respondí sarcásticamente—. Como si no supieras que se trataba de mí. Creí que eras la adivina Alice, que sabe el futuro de cada una.
—No te burles, Bella. —dijo saliendo del armario con unos vestidos en las manos—. Hace dos meses que no tengo idea de nuestro futuro, las decisiones cambiaron, así nuestro futuro con ellas.
—Lo siento Alice, de verdad.
—No te preocupes Bella, no fue tú culpa. Sabíamos que algo así podría llegar a pasar con alguna de las tres. Bien, ¿a qué venías?
—Alice, tengo algo que decirte —miré mis manos como si fueran lo más interesantes del mundo.
—No te quedes callada, desembucha.
Se sentó a mí lado con expresión ansiosa.
—Pues… creoqueestoyembarazada —dije todo de un sopetón. Me miró confundida.
— ¿Me lo puedes volver a repetir? La verdad no entendí nada. —Alice creo que estoy embarazada…
— ¡¿Qué tú que?!
"Ay Dios, ¿por qué me lo pones tan difícil?" pensé un poco fastidiada.
—Embarazada Alice.
Enterré mi cara en la almohada.
— ¡OH POR DIOS! —gritó emocionada—. ¿De verdad?
Asentí aún con mi cara en la almohada, de un momento a otro me encontraba de pies con Alice guindada de mí cuello, dando saltitos.
—Un bebé, Bella —susurró al separarse de mí, comenzando a aplaudir—. Espero que sea niña para que use todos mis diseños y si es niño no importa, le diseñaré igual.
—Tranquila Alice, hay que confirmarlo primero.
Se detuvo y asintió.
—Tienes razón, hay que decirle a Rosalie.
Oh, oh aquí iba arder Troya.
—De hecho, Rose ya lo sabe. Entre las dos lo dedujimos.
— ¡¿COMO QUE ENTRE LAS DOS?! ¡¿O SEA QUE NO CONTARON CON MI OPINIÓN?! —gritó enojada y con las manos en garras—. Y yo que creí que eran mis hermanas.
—Lo siento Al, pero fue sorpresivo. Se nos vino anoche a la mente y ya —dije tratando de tranquilizarla—. Y, además, tú serás una de las madrinas.
Sabía que con eso se le iría el enojo así como vino. Vi como su cara cambiaba de la furia a la sorpresa.
— ¿De verdad? Asentí con la cabeza.
—Si, tú y Rose.
—Ay Bella, gracias —dijo abrazándome muy fuerte.
—Con cuidado Alice.
—Oh perdón —se disculpo—. Esta te la paso porque me acabas de nombrar oficialmente madrina, la próxima vez no me dejen por fuera.
Me señaló con su dedo acusador. Asentí a su petición.
—De verdad lo siento Alice, ¿me disculpas?
Hice un puchero y puse la carita del gato con botas de Shrek.
—Por supuesto que sí, tonta.
— ¿Podemos bajar ya? Tengo mucha hambre.
La arrastré de la mano fuera de la habitación.
—Si es así por las buenas, no quiero ver como sería por las malas —susurró bajito, caminando a mí lado.
El desayuno lo tómanos en silencio, estábamos muy nerviosas y expectantes. Por un milagro del cielo mi Bubú no desayunó con nosotras, si no se hubiera dado cuenta de nuestro nerviosismo y hubiera sospechado que pasaba algo. Quería estar cien por ciento segura cuando le diera la noticia. Así que aquí me encontraba media hora más tarde, con mis hermanas paradas frente a un estante lleno de pruebas de embarazos, había de todas clases y colores, no sabía cual realmente debíamos tomar.
— ¿Qué hacemos ahora? —pregunté con un hilo en la voz. Todo el mundo volteaba para vernos de forma rara.
—Tomemos una de cada una y asunto arreglado.
Alice comenzó a llenarse las manos con varias.
— ¿Qué esperan?
Nos entrecerró los ojos porque Rose y yo no nos habíamos movido. La obedecimos de inmediato llenando también nuestras manos. Al final eran quince pruebas, llevábamos cinco cada una. La encargada nos miró de forma rara cuando le pasamos todas.
—No sabíamos cual llevar —susurré para que dejara de mirarnos. Asintió con entendimiento. Nos dijo la cantidad y la cancelamos en efectivo.
— ¿Podría colocarlas en una bolsa oscura, por favor? —pidió Rose, dándole una jugosa propina. Alice y yo la miramos con la confusión reflejada— ¿Quieren que papá se entere sin que te la hayas logrado hacer? —respondió, señalando a los tres hombres parados afuera en la única salida de establecimiento. Ambas negamos con la cabeza.
—Gracias, por eso te quiero tanto —dije, la abracé fuertemente contra mí. Al momento de separarme, unas barras de chocolate captaron toda mi atención—. Me da tres de cada una —le pedí a la encargada, mientras señalaba mi objetivo.
—Estás loca Bella, debes cuidar un poco tu hermosa figura —dijo Alice horrorizada, mientras trataba de quitármelas de las manos.
—Rose, ayúdame por favor —supliqué. Alice ya me había arrinconado contra la pared. La chica que nos atendió comenzaba a reírse de nosotras.
—Aléjate de ella, Marie Alice —dijo Rose con un tono que dejaba claro que no quería replicas, pero aún así Alice le replicó.
—Pero Rosalie, si engorda sería como un atentado contra la moda.
Puse los ojos en blanco por su dramatismo, mientras que Alice seguía acercándose peligrosamente hacía mi posición. Por mí no me importa perder mi figura, si con ello mí hijo come todo lo que quiera.
— ALICE YA TE DIJE QUE TE ALEJES DE BELLA —gritó Rose muy enojada logrando que Alice y hasta yo misma nos congeláramos en nuestro sitio. La chica dejó de reírse de nuestra escenita y se puso muy seria.
—Si Bella está realmente embarazada y le pasa algo, por mínimo que sea, estando bajo nuestro cuidado, ¿qué crees tú que pasaría?
Su tono de voz era tan frío como el hielo, me estremecí levemente. Alice negó con la cabeza, dando a entender que no sabía.
—Edward nos daría caza y nos desmembraría en pedazos tan chiquitos, que ni como comida de pájaros serviríamos —pasó su brazo por mis hombros de forma protectora.
Entendía su miedo perfectamente.
Edward es muy sobre protector con lo que a mí se refiere, ni que digamos como lo sería cuando supiera de su hijo. Lo que exponía Rosalie se quedaba corto con lo que era capaz de hacer. Alice se quedó pensativa por unos minutos.
—Ni Jasper y ni Emmett podrían llegar a salvarnos.
Rose la sacó de sus pensamientos con esas palabras.
—Tienes razón Rose… Bella, de ahora en adelante seremos tus sombras.
Caminó hasta situarse a mi otro costado.
—Tú y tu bebé serán las personas más protegidas del mundo. Nos encaminamos a la salida de la farmacia.
— ¿Todo listo, señoritas? —preguntó Sam llegando a nuestro lado.
—Si, todo listo. Nos podemos ir —respondió Rosalie fastidiada.
Nos abrieron la puerta del coche y subimos con nuestra adquisición en las manos, no quisimos soltarlas para nada. Cuarenta minutos más tarde me encontraba parada en la puerta de mi cuarto de baño con dos litros de agua en mi vejiga.
—Bien Bella, ya sabes qué hacer.
Rose me empujó dentro del baño.
—Si… hacer pipí en cada tubito, dejarlo en un lugar estable y esperar cinco malditos minutos —susurré. Estaba muy asustada y para agregar paralizada en mi lugar. Habíamos pasado diez minutos leyendo todas las instrucciones y elegimos las cinco mejores.
—No maldigas Bella y mueve tu lindo trasero dentro del baño, ¡ya!
Creo que Alice estaba más ansiosa y asustada que yo misma. Ambas se metieron al baño conmigo y me acompañaron en todo momento. Mi cuerpo estaba tan lleno de miedo, ansiedad y felicidad que no hubo paso para la vergüenza. Hice pipí en los cinco tubitos, los colocamos en la repisa del lavamanos y ahora estábamos sentada en mi cama esperando que pasen los dichosos cinco minutos. Tenía mi cabeza apoyada en el regazo de Rosalie, mientras ella me acaricia el cabello.
—Ya es tiempo Bella —susurró Alice levantándose de mi lado.
Me levantaron de la cama y caminamos hasta el cuarto de baño. Y aquí estaba parada frente a mi futuro. No quería mirar y a la vez sí. No quería porque si no estaba embarazada me llevaría una desilusión muy grande. Y si al contrario lo estaba sabía que no cabría de la felicidad.
—No quiero mirar.
Escondí mi cara en el pecho de Rose. Ella comenzó a pasar su mano derecha por mi cabello.
—Yo lo haré.
Alice se acercó más a la repisa.
— ¿Y bien? ¿Qué dicen? —preguntó Rose ansiosa pasando repetidas veces su mano por mi espalada, ya que mis lágrimas brotaban por mis ojos y mis sollozos eran audibles.
—Bueno… cinco de cinco dicen… —tartamudeó Alice. Rose la cortó. Yo ya me había tranquilizado un poco.
—Deja el suspenso Alice y habla de una buena vez.
Ninguna de las dos estábamos de ánimo para sus juegos.
Esto era muy importante para mí.
—Que hay bebé —soltó por fin abrazándonos a Rose y a mí.
Comencé a llorar de nuevo de felicidad, dentro de mí crecía una parte muy importante de Edward. Sentía que mi corazón iba a explotar de tanta felicidad. No estaría sola en este tiempo de penitencia que me impuso mi padre. Tendría una parte de Edward junto a mí y así lo estaría para siempre.
"Te amo Edward Cullen, gracias por este hermoso regalo." Pensé emocionada.
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El fin de semana pasó sin muchos contratiempos. Sólo unas cuantas náuseas ocasionada por el olor que desprendían algunos alimentos, pero siempre eran controlables.
Mi Bubú no notó antes de partir ese sábado por la tarde, la felicidad que irradiábamos las tres hasta por los poros, iba a su chequeo médico de rutina en Chicago, lo cual tenía el lunes a primera hora y estaría de nuevo de vuelta ese lunes al final de la tarde. Eso nos dejaba con suficiente tiempo para ir a mi consulta con la ginecóloga. Rosalie se encargó de hacerla para lunes a las nueve de la mañana.
La mañana del lunes llegó con unas enormes ganas de vomitar, me levanté como poseída de mi cama saltando el cuerpo dormido de Alice.
Mis hermanas desde la noche del sábado decidieron dormir conmigo en la misma habitación, no importaba cual de las tres fueran, siempre que estuvieran junto a mí. Su argumento no me convenció en absoluto "Por si llegas a necesitar algo, Bella" objetaron las dos. Solo lo acepté para darles el gusto. Sabía que lo hacían por miedo a Edward y para darme también su apoyo.
Abracé la taza del inodoro como lo hacía todas las mañanas, como si mi vida dependiera de ello. Sentí como mis hermanas se agacharon a mi lado, susurrándome palabras de aliento.
—Bella, ¿ya estás bien? —murmuró Rose, acariciándome la espalda y Alice mi cabello y lo apartaba de mi cara, tomándolo todo en una coleta improvisada.
— ¿Ya pasó Bella? —preguntó Alice, mientras me tendía un vaso de vidrio con agua.
—Si, ya terminó —susurré levantándome y enjaguándome la boca con el agua y tomando unos tragos. Llegué a la repisa de encima del lavamanos y tomé mi cepillo dental y la pasta de dientes, con la intención de cepillarme y quitarme el mal sabor.
—No deberían hacer esto por mi, chicas —murmuré con el cepillo dentro de mi boca.
—No tienes nada que agradecer, Bella. Lo hacemos con gusto —me contradijo Alice, mientras Rose asentía con la cabeza.
—Como quieran.
—No debes comer nada, te harán exámenes en ayuna —murmuró Rosalie desde la puerta del baño, lista para marcharse. Asentí con la cabeza. Pero ya estaba maquinando en mi mente como colarme en la cocina sin que nadie me viera.
—Nada de nada Bella.
Rosalie me sacó de mis pensamientos de espías, como si lo hubiese leído de mi mente.
Asentí, enojada por ser descubierta. ¡Rayos! ¿No podrían dejarme comer siquiera una pequeña galleta?
—Te estaré vigilando, Bella. Alice me amenazó, señalándome con su dedo acusador.
—Si, si. Ahora, ¡largo! —dije empujándolas fuera del baño.
—TAMBIÉN TE QUEREMOS BELLA —gritaron ambas, cuando les cerré la puerta.
—SI, COMO DIGAN —dije gritando, mientras rodaba los ojos. Quería demasiado a mis hermanas, estaba dispuesta a matar por ellas. Pero si se comenzaban a meterse con mi comida, las iba a comenzar a odiar.
Tomé una ducha rápida, me vestí con un vestido ligero de color blanco con detalles rosados, unas bailarinas blancas con un lasito rosado de adorno. La que no podía faltar sino quería congelarme, una cazadora de un tono rosa pálido. Me alisé mi maraña de cabello y lo tomé todo en una coleta baja de lado derecho.
Salí de mi habitación en busca de mis hermanas, primero Alice, luego las dos buscamos a Rosalie. Cuando llegamos al garaje teníamos presente a nuestro mayor problema.
— ¿Piensan salir, señoritas? —preguntó Sam con el ceño fruncido, con Paúl y Embry a sus costados.
—Si, saldremos todos —dijo Alice, señalándonos a los seis—. Vamos al médico.
Nos subimos al coche (un Mercedes Benz) sin dar más explicaciones. Como chofer teníamos a Seth y de copiloto iba Sam, mientras que los otros dos iban en un Ferrari de color negro. Llegamos al hospital con una hora de anticipación, entramos seguidas por el trío de trogloditas, logrando que todo el mundo nos volteara a ver y murmuraran entre sí.
—Esto es muy humillante —murmuró Rose muy enojada.
—Pero necesario —la contradijo Sam. Rosalie lo miró lanzándole dagas por los ojos.
— ¿A que área medica van? —preguntó Embry amablemente. De los tres era él, el que mejor me caía.
—Ginecología —respondió Alice de forma cortante. La cara que pusieron los tres hombres era para tomarle una foto y enmarcarla.
— ¿Saben qué? Mejor las esperamos aquí —dijo Paúl dirigiéndose a una sillas y sentándose en ellas. Lo siguió Embry sin voltear a mirarnos. Llevaba la cara colorada de la vergüenza por haber sido el que preguntó. Sam los iba a seguir, pero se detuvo de repente y volteó a mirarnos.
—No tengo ánimos de correr, así que sin inventar nada —murmuró con voz fría.
—No tendrás que hacerlo, no inventaremos nada —dije enojada.
—Eso espero.
Las tres nos dirigimos a la recepción del hospital, allí se encontraba una señora pelirroja regordeta con gafas, llevaba puesto uno de esos típicos traje de enfermeras. La mujer alzó la vista de los papeles al sentirnos llegar.
— ¿Les puedo ayudar en algo? Soy la señora Cope —preguntó amablemente.
—Si, ¿nos podría decir donde queda el consultorio de la doctora Banner, por favor? —preguntó Rose en el mismo tono amable. La señora asintió con la cabeza.
—El consultorio es el número cuatro y está en el tercer piso. Tomen esos ascensores y llegaran a él —respondió señalándonos unos ascensores de color azul—. Allí habrá un vestíbulo de paredes rosadas y encontraran a la señorita Stanley.
—Gracias, muy amable —murmuramos las tres al mismo tiempo.
—Si van por primera vez a una consulta por embarazo, deben ir primero a donde la señora Smith —murmulló bajito, solo para que nosotras tres.
— ¿Y eso como para qué? —preguntó Alice con un hilo de voz.
—Deben realizarle unos exámenes tanto de sangre como de orina, para saber si de verdad esta embarazada y como están los valores de la madre —nos informó—. Cuando pasen la doctora ya los tendrá allá.
—Muchas gracias, es muy amable.
—Es en esa habitación, pueden pasar no hay nadie —nos señaló una puerta abierta—. Ya se las mando para allá. Y felicitaciones mi niña —murmuró mirándome fijamente. Me sonrojé por la intensidad de su mirada. ¿Como sabía que era yo y no algunas de mis acompañantes?
—Gracias. Pero, ¿cómo lo supo? —pregunté asombrada.
—Por el brillo en tus ojos —respondió sonriéndome—. Ve, la señora Smith no tardará.
Le hicimos caso. Ninguna de nosotras dijo nada. Luego de pocos minutos llegó una señora mayor, bajita, pelo corto, de piel morena, con expresión maternal.
—Buenos días, ¿a quién debo realizarle las pruebas? —preguntó amablemente, mirándonos a las tres.
—A mí —respondí un poco asustada por la idea de que una aguja iba a atravesar mi piel. Me miró como si tuviera dos cabezas, pero asintió.
—Bien corazón, siéntate aquí. Ustedes pueden salir —murmuró dirigiéndose a mis hermanas. Negué rápidamente con la cabeza.
—No por favor, quiero que se queden —murmuré aterrada de que mis hermanas me dejaran sola en esto. La señora vio mi expresión y les asintió a mis hermanas. Diez minutos más tarde nos encontrábamos dentro de los dichosos ascensores, que nos llevarían directo al tercer piso. Por fin llegamos al vestíbulo de paredes rosadas, donde detrás de un escritorio se encontraba una chica de no más de veinte años, la cual no era muy alta como Rose ni tampoco tan bajita como Alice, quizás tenga unos centímetros por debajo de mí, uno sesenta, con una melena de rizos alborotados. Su identificación decía Jessica Stanley.
— ¿En que les puedo ayudar? —se dirigió a nosotras de forma mordaz, mirándonos de arriba y abajo. Me sentí un poco cohibida por su escrutinio.
—Tenemos una cita con la doctora Banner —respondió Rosalie ácidamente.
— ¿Por primera vez? —preguntó fastidiada ahora.
—Si —respondí cortante. Me estaba empezando a enojar por como nos estaba tratando y mirando mal. Ella me observó de forma altanera y yo hice lo mismo. ¿Quien se creía está que era? ¿Creía que podía llegar a intimidar alguna de las Swan?
— ¿Chequeo de rutina o por algo más? —preguntó mirándonos con suficiencia, como si estuviera por encima de nosotras.
—No es de su incumbencia —murmuré molesta. Llegaba a decir otra palabra y no respondería de mis actos.
—Como quieran. ¿A nombre de quién está la cita? —preguntó buscando en una libreta.
—Hermanas Swan —respondió Rose con voz fría.
—Swan, las nuevas en el pueblo. Con razón… —susurró para sí misma—. Deben esperar hasta que la doctora las llame.
Nos indicó donde debíamos esperar.
—No la conozco y ya la odio —murmuró Rose molesta.
Nos sentamos a esperar en unas sillas de plástico muy incomodas, allí se encontraban mujeres solas con un embarazado avanzado, otras con sus respectivas parejas.
"Como me gustaría que Edward estuviera conmigo en este momento."Pensé un poco afligida.
De un momento a otro las puertas del consultorio se abrieron, dando paso a una mujer muy hermosa, de unos treinta años, alta, piel blanca, ojos azules y rizos rubios.
"Esa debe ser la doctora." Pensé.
—Mis chicas, ¿cómo han estado esos hermosos bebés? —preguntó de forma amable, mirando a todas las mujeres presentes en la sala.
—Portándose bien —respondieron casi a coro.
—Eso es bueno, ahora señorita Montenegro puede pasar, por favor.
Se levantó una chica de unos veinticinco y entró junto a la doctora.
—Rose eso nos da tiempo de desayunar, ¿verdad? —preguntó Alice ansiosa, robándome las palabras de la boca.
— ¿Verdad que sí, Rose? —supliqué con un puchero en los labios.
—Sí, nos da tiempo para desayunar —respondió Rose.
—Yo voy —se ofreció Alice, parándose como si tuviera un resorte de la silla—. ¿Qué van a querer?
—Lo que se me antoja de seguro no lo encontrarás en esa cafetería, así que tráeme cualquier cosa —dije con expresión soñadora. Se me antojaban unos churros con sirope de chocolate.
—A mi me traes un sándwich de pollo, zumo de naranja —dijo Rose—, y café.
La miré como si estuviera loca, de verdad que les gusta verme vomitar.
—Tranquila Bella, cuando llegues me avisas y me esperas ahí al lado del ascensor —dijo de modo tranquilizador.
—Bien, ahorita nos vemos.
Salí danzando hasta llegar y perderse dentro del ascensor.
—No estés asustada, yo estoy junto a ti —murmuró Rose, tomando mi mano derecha entre las suyas. Se hizo un silencio cómodo, donde ya me estaba dando sueño. Recosté mi cabeza en el hombre de Rose. Alice llegó minutos después con unas bandejas en las manos.
—Te debo tu café, estaba horrible.
—No te preocupes, mejor para Bella —murmuró Rose acariciando mi cabello.
—Las vi y pensé que te gustarían.
Me tendió una cajita, al abrirla habían dos donas de chocolate.
—No sabes cuánto te quiero, Al —dije abrazándola fuertemente. Ella solo sonrió ante mis palabras y me pasó un vaso con chocolate caliente. Me comí todo mi desayuno, estaba muy bueno, tenía demasiada hambre.
—Hermanas Swan —llamó la doctora confundida. Nos levantamos de las sillas, dejamos la basura en el bote y llegamos a su lado.
—No pueden entrar juntas, debe ser una por una —murmuró bajito. — ¿Podemos hablar adentro, por favor? —susurró Rose. La doctora asintió y nos permitió pasar.
— ¿Qué sucede? ¿Para cuál de las tres es la consulta? ¿O es para las tres? —preguntó amablemente indicándonos que nos sentáramos frente a ella.
—Para mí —respondí.
—Ya se lo que sucede. ¿Cuántos años tienes corazón?
—Quince.
—No quieren que sus padres se enteren, ¿cierto?
Asentimos las tres.
—Pero si piensas hacerte un aborto ellos deben firmar la solicitud.
"¿Yo hacerme un aborto?" Pensé un poco molesta por su conclusión.
—Por supuesto que no —dije molesta, posando mis manos sobre mi vientre de forma protectora.
—Entonces, ¿por qué no quieren que se enteren sus padres? —preguntó mirándonos intensamente.
"Para evitar lo que acaba de decir." Pensé.
—Mi madre nos abandono hace diez años, así que no le vemos el caso de decirle, y no sabemos dónde se encuentra —comenzó Rose con la explicación—. Mi padre es capaz de obligar a mi hermana a hacerse un aborto.
La doctora asintió a lo que Rose acababa de decir.
—Pero ¿por qué? Serían sus nietos, no importa que ella sea demasiado joven. ¿Acaso es producto de una violación? —preguntó escrutándome con la mirada.
— No, mi bebé es producto de mi amor por Edward —dije sacándola de su conclusión equivocada.
—Pero tu padre no aprueba esa relación —prosiguió dando en el clavo.
—No, esa es la cuestión. Estamos aquí en Forks porque él se enteró y nos separaron.
— ¿Nos? —preguntó de nuevo.
—Si, el padre de Edward también estuvo de acuerdo en la separación.
— ¿Qué edad tiene?
— ¿Edward? —pregunté. Ella asintió.
—Él tiene dieciséis.
—Son unos niños, pero no le veo el caso de que los separen.
Sabía de antemano que si seguíamos conversando llegaríamos a esta parte de la historia.
—Ellos son enemigos, tienen una rivalidad desde mucho antes de que naciéramos.
—Ya entiendo. Ellos no querían que sus hijos estén juntos por esa rivalidad.
—Si, dio con la respuesta correcta.
—Bien, no diré nada, porque mi juramento es salvar vidas.
—Gracias, muchas gracias.
—No tienes nada que agradecer, es mi trabajo.
Miré a mis hermanas que habían estado calladas. Me sonrieron cuando lo hice. La doctora tomó una ficha del cajón y un lápiz rojo.
—Bien vamos a llenarte tu historial. ¿Nombre completo?
—Isabella Marie Swan.
— ¿Cuando fue la última fecha de tu menstruación?
—Dos de septiembre.
— ¿Te has sentido extraña últimamente?
—Si, con náuseas y vómitos por las mañanas. Estoy muy sensible, lloro por todo o me enojo, me siento agotada todo el tiempo aunque duerma demasiado. No soporto el olor del café y tengo antojos —respondí enumerando con mis dedos mis síntomas.
— ¿Te haz realizado una prueba casera?
—Si, el sábado y dio positivo.
— ¿Te realizaste las pruebas correspondientes hoy antes de desayunar?
—Si.
—Perfecto —dijo apretando un botón en el teléfono—. Señora Smith, es la doctora Banner, ¿me puede subir las pruebas de la señorita Swan?
La señora amable dijo algo por la otra línea y después la doctora colgó.
—Si mando a mi secretaria se entera todo Forks y sus alrededores —murmuró soltando unas risas. Las tres la acompañamos con su risa. Unos minutos después tocaron la puerta y era la señora amable.
—Buenos días doctora Banner, ¿cómo está? —le preguntó tendiéndole mis exámenes.
—Bien gracias, ¿y usted? ¿Cómo está Bob? —preguntó la doctora Banner con una sonrisa en el rostro.
—Bien, trabajando y Bob, como siempre, con sus achaques —respondió correspondiéndole la sonrisa y saliendo de la habitación. La doctora miró detenidamente las hojas con gesto pensativo.
— ¿Ocurre algo? —preguntó Rose ansiosa. La doctora despegó su mirada de los papeles y la posó en mí. Me estaba asustando, ¿sería que no estaba embarazada y tendría otra cosa?, no sé, como una enfermedad incurable.
—Nada malo, tus valores están muy bien y sí estás embarazada —murmuró tendiéndome una hoja para que la examinara y se quedó con otra en las manos—. Ahora lo que me preocupa son los niveles de hormonas.
La miramos sin entender.
—Cuando ocurre un embarazo las hormonas aumentan —nos explicó—. Ahora tus hormonas están más elevabas de lo normal de lo que deberían de estar en un embarazo.
— ¿Qué quiere decir con eso? —pregunté confundida.
—No te preocupes, saldré de dudas con el ultrasonido —respondió con una sonrisa—. Bueno, vamos a tomarte la presión y a pesarte.
La doctora se levantó de su asiento, tomó un aparato en sus manos y se acercó a mí.
— ¿Puedes estirar el brazo, por favor?
Hice lo que me pidió y tomó mi presión, para luego anotarla en la libreta. Me pesó e hizo lo mismo que con mi presión, lo anotó en la libreta.
—Ahora Bella pasa a ese cuarto y cámbiate la ropa por la bata sin dejar nada de la cintura para abajo.
Asentí con la cabeza, con mis mejillas sonrojadas por la vergüenza. Eran contadas las personas que conocían esa parte de mi cuerpo: mi madre, mis hermanas, Edward y ahora esta doctora. Me daba una vergüenza a gran escala. Pero llegué al dichoso cuarto, me cambié rápidamente la ropa y al terminar me sentía expuesta. Salí de nuevo a donde se encontraban mis hermanas.
—Bueno Bella acuéstate en la camilla y sube las piernas en los estribos —me indicó. La obedecí subiéndome a la camilla con ayuda de Rose y poniendo mis piernas en esos tubos de hierro. La doctora se posicionó entre mis piernas, colocándose unos guantes de látex.
—Vamos a ver como esta tú cuello uterino —indicó comenzado con el examen—. Sentirás una ligera presión un poco incómoda.
De verdad sentía molestia en mi entrepierna, muy incómoda para mi gusto.
—No está nada mal. Podrás tenerlo de forma natural —murmuró sacando su mano—. Ahora vamos con la parte que más les gustará —dijo mirándonos con una sonrisa. Se acercó a la otra mesa, tomó un envase de platico y se acercó a mí. —Súbete la camisa hasta debajo de los senos —me explicó y así lo hice—. Esto lo sentirás frío.
Rose en ese momento tomó mi mano. ¿Iba a ocurrir lo que creo que iba a ocurrir? Por fin iba a poder ver a mí bebé. Apreté fuerte la mano de Rose y me estremecí ligeramente. Me sentía ansiosa y asustada a la vez. ¿Qué tal si no soy buena madre y mi bebé me odia por no poder conocer a su padre?
—Llegó el momento —dijo la doctora prendiendo la pantalla y tomando un aparatito que parecía un ratón. Comenzó a moverlo esparciendo con él, el gel sobre mi piel.
—Bueno, tienes aproximadamente trece semanas y dos días —susurró mirando la pantalla—. Y mis dudas han sido aclaradas. Bella, te presento a tus bebés —dijo, enfocando en ese momento dos bolitas que tenían la forma de un bebé en miniatura que se movían libremente y se veían un poco borrosas.
— ¿Bebés? —preguntó Alice sorprendida. Rosalie y yo no estábamos en condiciones de hablar.
"¿Escuché bien? ¿Dijo: bebés?", pensé asombrada.
—Si, son gemelos, no comparten la misma placenta, así que se parecerán pero no serán idénticos —le respondió a Alice con una sonrisa. No podía salir de mi asombro, dentro de mí crecía dos pedacitos de Edward.
"¿Podría estar más feliz? Creo que no." Pensé.
Mis lágrimas de felicidad comenzaron a rodar por mis mejillas.
— ¿Quieren escuchar sus latidos? —preguntó emocionada. Asentimos con la cabeza.
—Si, por favor —susurré con voz rota por el llanto. En ese momento el sonido más maravilloso del mundo lleno el silencio que había en la habitación.
TUM, TUM, TUM, TUM, TUM, TUM.
TUM, TUM, TUM, TUM, TUM, TUM.
Se podía escuchar dos diferentes latidos que iban demasiado rápidos.
—Sigamos: sus extremidades ya están formadas, su sistema nervioso también esta completamente formado, esos botoncitos en su boca serán sus dientes de leche.
Nos iba indicando a medida que los iba nombrando. Pero a decir verdad no podía identificar nada, solo veía una imagen borrosas de mis bebés.
—Bella ya comenzarás a sentirlos moverse y patearte.
— ¿Todo está bien con ellos? —pregunté dudosa.
—Perfectamente. Solo que tienen casi el peso y medida de unos bebés de unas dieciséis semanas.
— ¿Qué significa? —pregunté.
—Tus bebés pesan noventa gramos y miden once centímetros.
— ¿Y eso está mal? —pregunté asustada. No podía llegar a soportar que les ocurriera algo malo a mis bebés. Daría mi vida si fuera necesario.
—No, solo significa que no nacerán por parto natural, porque sería muy difícil que atraviesen el canal de parto sin causarte daño o a ellos mismos. Su padre o algún familiar deben ser altos y de complexión gruesa.
Si, Edward es alto al igual que Emmett y Jasper. Y los tres son corpulentos, Emmett más que Jasper y Edward. Pero los llevan en su ADN.
— ¿De verdad todo está bien?
Ya estaba más tranquila si solo era eso.
—Si, tomaremos las precauciones para que nazcan por cesárea. Para no causarte daño a ti y a ellos.
Asentimos con la cabeza.
—Ya saben, la cesárea es lo más seguro para los tres, pero veremos cómo se desarrollan en todo el embarazo.
—Lo que usted diga doctora, solo queremos su bienestar —murmuró Rose con alegría en la voz.
—Ya puedes limpiarte, Bella —me indicó, tendiéndome una toallita húmeda—. ¿Quieren una foto?
—Si, por favor —respondimos las tres a coro. La doctora sonrió por nuestra efusividad.
—Se las daré en un momento —murmuró saliendo del cuarto, dejándonos solas. Volteé a la pantalla por dónde había visto minutos atrás a mis hijos y me maravillé con lo que vi. La doctora Banner había dejado parada la imagen donde se veían completamente mis hijos. Rose me quitó la toallita de las manos y limpió mi vientre, para luego ayudarme a bajar de la camilla.
—Todavía no me lo puedo creer —susurró Rose anonadada. La entendía perfectamente, todavía a mí me costaba creerlo.
—Ni yo misma todavía lo creo —susurré—. Dos bebés.
—Bueno Bella, tú embarazo ya está confirmado —dijo Alice de repente—. Ahora tendrás doble protección.
Puse los ojos en blanco por su dramatismo.
—Alice deja ya lo exagerada. Estoy embarazada, no enferma —murmuré de forma que entendieran. Ahora fue su turno de poner los ojos en blanco.
—Bella, no es dramatismo, en tu vientre no solos llevas a unos Swan también llevas a unos Cullen. Ellos son muy importantes para ambos bandos —dijo Rose muy seria.
—Chicas, en mi vientre llevo tanto a mis hijos como lo son de Edward. Solo por eso me voy a cuidar, por nada más —dije ahora molesta con ellas. Mis hijos no se verán involucrados en ninguna estúpida rivalidad. Ellos son importantes por que son mis hijos y de Edward. No porque lleven el apellido Swan ni el apellido Cullen.
Llegamos a donde nos esperaba la doctora.
—Esta es tu receta Bella, debes tomar ácido fólico y vitaminas prenatales. Una diaria.
Asentí.
—Por supuesto, gracias —murmuré tomando con mi mano derecha el papel que me tendía.
—Nos vemos el mes que entra Bella. Pasa con la señorita Stanley para que te de tú nueva cita. Cuídate y come sano.
—Hasta luego doctora, gracias.
Salimos de la habitación y nos encaminamos al escritorio de esa irritante mujer.
—Disculpe señorita, necesitamos una cita para dentro de un mes —Rose le pidió de forma educada. Ella nos miró altaneramente.
— ¿A nombre de quién? —preguntó de forma engreída. ¡Dios dame paciencia! Debía controlarme por mis hijos, porque si no la arrastraría fuera de ese escritorio.
—Las hermanas Swan —respondió Alice cortante.
—El diez de enero a las nueve de la mañana —dijo de forma aburrida.
—Gracias —dije en tono de voz sarcástico. Bajamos en los ascensores y el trío de trogloditas nos esperaba todavía sentados, no hacían nada para matar el tiempo.
— ¿Todo listo, señoritas? —preguntó Sam parándose de su asiento. Paúl y Embry imitaban su acción.
—Si, ahora vamos a la farmacia —respondió Alice. Asintieron con la cabeza y nos acompañaron al carro, donde nos subimos partiendo rumbo a la farmacia para comprar mis vitaminas que comenzaría a tomar desde hoy.
"Espero que algún día puedas llegar a saber de la existencia de nuestros hijos, Edward." Pensé contenta. "Sé que te pondrá muy feliz, como lo estoy yo ahora."
Gracias a todos aquellos lectores anónimos que leen esta historia y dejan su voto. También gracias a: Sachiko065, MayaMasenCullen, AstridCullen, BrendiTwilithg, Martha, AngelNegro, Baaarbyguffanti, NathalyR, Bechi, Robsesionada2013, Haf276, Reenes_tylor, Aylin, HindyraCullen, Monica2408, MariaGomez2312, Isabella_256, AndreAlice, Val395, NorblackdPattinson, Vale2Cullens, Ayame, BripatCullen, SablanCullen, Jaedbellsnessi, Yalexa, Honey, Priscy_Cullen, Nenamadilinda, Vikingay, Xiomy, Anayely_29, GloriaCullen, Carocruzz, PrincesaVespa, Kristy_87, SabriiCullen, Zuleidy, LoreeFernandez, Ec07, Silmo, NicoleCullenPattinso, Winney_03, Mafe, Samilan, Adrianav15Diaz@Gmail, Jemi910, ChicaEdward, Rebekah_Mikaelson, Bibi_Cullen_Swan_10, WishanDangel, BeaBell, LoreeIsaCullenSwan, SofiRojas280, Mili_Cullen, Viviana, LucyPattinsonCullen, MimaBells, AymeCullen, Crazy_Jacob_Edwuard, Isvi2507Edward, Micaela Fernandez, Karolay28, Lachopilara, Karenttz3lVulturi, Valegis, RosalieWolfVamp, SofiaCulen, Aleariass, Melii, Nicoli, Maca-c, Jesiflexer, Elenita4_Cullen, Annaris, Andrea_black, Mayita, AnarilRamirez, Hello, OswalgoMonasterius, IsabellaKriste1421, Daryanny Cullen, TikaCullen. Por sus comentarios y su voto.
Los capítulos son dedicados a ustedes espero que les gusten.
Besos desde Venezuela.
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