Mi pasión (+18)

Autor: mariu
Género: + 18
Fecha Creación: 13/03/2010
Fecha Actualización: 11/12/2011
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 137
Visitas: 177459
Capítulos: 42

 

(FINALIZADO) Bella es una muy conocida escritora. Pero esconde otra de sus pasiones. Sin siquiera imaginárselo una noche la intriga de un desconocido cambia su destino y la lleva a conocer el amor.

 

mis otros fic:

 LA ESPOSA.

http://lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=1185

 

 

y la continuacion de este fic se llama: Las pasiones

 

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=1401

 

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Capítulo 30: Visita Sorpresa

 

Pov Bella

 

Fabiola estaba preocupada. Su hija mayor, Fernanda. Tenía un noviecito. Yo lo veía como algo normal. Estaba a punto de cumplir sus 14 añitos y era de esperarse que ya se empezara a fijar en esas cosas. Según Piola el niño era un buen  muchacho pero no le gustaban sus padres. Jamás mencionó algo sobre ellos solo que no eran de su agrado. El adolescente se llamaba Alec y tenía 16 años. Vivía en la ciudad, creo que estudiaban en el mismo instituto.

Estas eran las cosas por las cuales yo pasaría dentro de algunos años. Cada vez trataría de ser mejor madre y estar siempre con mi hijo. Para apoyarlo y ayudarlo. Era cerca del mediodía cuando conocí a Alec. Fue a la guardería de manos con Fernanda. Mi impresión no la pude ocultar. Era un niño blanco y alto. De cabello negro azabache. Ojos color gris. Juntos parecían dos ángeles. Físicamente eran como la pareja perfecta. Podía ver la ternura que desbordaban los ojos de aquel chico cuando la miraba. Era un amor bonito. La magia del primer amor. Suspiros se me escapaban al presenciar tan bonita pareja. En eso Anthony se pegó a mi pierna y llamó mi atención. Este era mi verdadero amor. El amor de mi vida. Mi hijo. Nos fuimos a la casa a almorzar y regresaríamos en la tarde. Al salir de la casa, (después de almorzar y reposar) mientras montaba a Antho en su silla en la parte de atrás del coche, me di cuenta que cuatro casas mas abajo estaba estacionado un carro el cual vi al salir de la guardería. No le tomé mucha atención. Tal vez el trabajo me tenía un poco cansada. Así que me fui a la guardería de nuevo y pasé la tarde haciendo los deberes. Sin privacidad me sentí cuando el mismo carro me persiguió hasta mi casa de una manera “disimulada”. Saqué a mi niño dormido muy rápido. Y entramos en la casa. Esta noche él dormiría conmigo. Con ese carro siguiéndome no me sentía segura y por lo único que podría temer seria por el bienestar de mi hijo.

 

Día a día ese procedimiento se cumplía. Los dos primeros días se quedó toda la noche y me siguió al trabajo en la mañana. Pero los otros días después de yo entrar en mi casa él se iba y regresaba justamente 5 minutos antes de yo salir a la guardería. A donde yo iba, el carro me seguía. A la guardería, al banco, al centro comercial, al mercado. A todos lados. Ya no lo hacía “disimuladamente”, ahora estaba un poco mas cerca. Me sentía extraña. Porque con los días de una u otra manera me sentía un poco cuidada. Como si alguien estuviera velando por mí. Así pasó una semana completa. Y al 8vo día, al ir a almorzar en la casa, al frente se encontraba un despampanante Porsche amarillo canario. Antes de salir del auto miré en todas las direcciones. El carro que me seguía hace una semana no estaba. En su lugar estaba aquel canario. Me pareció muy extraño que estuviera estacionado en mi frente. ¿Habría agarrado tanta confianza mi vigilante? ¿Sería alguien que intenta hacerme daño? Ahí fue cuando caí en la realidad de las cosas y lo peligroso que podría ser. Agarré a mi bebe en brazos y lo apreté muy fuerte contra mi. Me asomé en aquel auto pero estaba vacío. En su interior, a la vista, solo había una carpeta blanca. Abrí la puerta de mi casa y un olor a mi pasta favorita (pasta cuatro quesos con maíz y tocineta) inundó mi nariz. Anthony iba con su cabeza en mi hombro y al oler se levantó de golpe y me miró con una sonrisa. Agarró mi cara con sus manitas y me dio un beso en la mejilla. El creía que yo había cocinado eso para el, pero no tenia ni una idea de lo que ocurría. Con el miedo recorriendo cada centímetro de mi piel me dirigí a la pequeña sala-cocina y mi cara ya estaba inundada de lágrimas al observar aquella frágil silueta.

 

-Bienvenida a casa mamá- me dijo mi invitada.

-Alice- corrí y me lancé a sus brazos. -Oh Alice como te he extrañado- le dije entre sollozos.

-No vuelvas a hacerme esto Isabella- dijo con enfado fingido. –Yo también te extrañé. No te imaginas cuanto. Casi dos años sin vernos.-

-Lo siento mucho Al. Tenía que hacerlo-

-Lo se. Y ¿No me lo vas a presentar?- preguntó señalando a Anthony que la miraba desde mis brazos

-¿Cómo lo sabes?- pregunté confundida

-Te conozco demasiado y aparte soy muy intuitiva ¿lo recuerdas?-preguntó con una sonrisa. –Además, es tu copia fiel- le extendió los brazos pero el solo se apretó mas a mi, y negó con los ojitos cerrados sin pensarlo.

-Mi amor ella es tía Alice. Puedes ir con ella- le dije a mi bebe pero el volvió a negar con la cabeza y me rodeo el cuello con los brazos.

-No te preocupes- dijo Alice –Con el tiempo se acostumbrara. Es igual de miedoso que tu-

-¿Con el tiempo?- pregunté

-Si. No me voy. Por los momentos. Vamos a comer. La comida se enfriará-

 

Así pasamos el almuerzo charlando. Me pidió disculpa por el carro que me seguía. Me conto que era un amigo de ella el cual mandó para que me localizara. Yo le conté toda la historia. Todo lo de Jane y lo que había sido de mi vida últimamente. Me contó de todas las cosas que ella había hecho y de cómo estaban en la casa. Me contó todo acerca de todos. Excepto de Edward. No quería saber que pasaría con esa parte de mi vida. Sí, el miedo me invadía. Ya no era por salvar a mi hijo, ahora era por mí. Mis sentimientos. Esos años invertidos en esa relación. Ella me dijo que me ayudaría con eso “del divorcio” que no me preocupara, la verdad no entendí pero tampoco le tomé mucha atención. Anthony miraba mucho a su “tía” pero no se le acercaba, ni dejaba que ella lo tocara. Siempre había sido así. Solo se sentía cómodo conmigo y con Génova (hija menor de Piola.) con ella, él se dejaba tocar pero como ella sabia que no le gustaba procuraba no hacerlo. De resto tenía que estar con alguien mucho tiempo para que se le acercara por voluntad propia. Alice me acompañó a la guardería y pidió permiso a los socios para hacer una remodelación de ambiente. Un cambio le vendría bien. En la casa también, pensó en algunas cosas para el cuarto de Anthony. Ya estaba creciendo y poco a poco sus intereses iban a ir cambiando. Todo iba cambiando menos la música. O mejor dicho el piano. Precisamente el piano. Llevaba uno de juguete para todos lados. Fue uno de los regalos de navidad. Desde ese día no lo soltó más. Cada sonido de cada tecla era como algo mágico para él. Yo podía observar como cerraba sus ojitos y lo disfrutaba con una sonrisa. Esa sonrisa y esos labios tan familiares. La misma sonrisa y los mismos labios de su padre. No podía pedir más. Alice se quedó durmiendo en el cuarto de el y yo lo metía en mi cama. Fueron unos días muy gratificantes. Me sentía un poco mas calmada. Por mas de que Piola me ayudo en muchas cosas jamás le conté absolutamente todo lo que pasó. Y con Alice si lo podía hacer.

 

Con los días veía a Anthony cambiar. Su sonrisa se hacía más definida. Exactamente la misma forma curvada de la sonrisa que me volvía loca y para mas colmo esos mismos labios. Su cabello estaba tomando un tono extraño. Recuerdo cuando nació. Era igual al mío. Ahora tenía ciertos reflejos más claros. Parecían pintados. Al sol podía notar exactamente a que color iban a llegar a ser. Bronces. Tal vez era una mala broma del destino que precisamente ahora él adquiriera varios de sus rasgos. Después de desear a un mini-Edward ahora yo no lo quería así. Dolía recordar lo perfecto que era ese hombre para mí. Y la realidad de la cual yo escapé y me negaba a volver.

 

Los días que Alec visitaba la guardería con Fernanda eran muy extraños. De por sí yo sabía perfectamente que el no se le iba encima a alguien que apenas va conociendo pero tampoco huía y en esos días pasaba precisamente eso. Anthony se quedaba pegado a mis piernas y de ahí no se separaba. Pensé que era por el simple hecho de sentirse protegido en un ambiente en el cual se sentía amenazado. Pero cuando yo estaba trabajando en la oficina y Alec llegaba a compartir con ellos el corría para salir del salón, pero no lo dejaban. El lloraba abrazando su piano y solo se calmaba cuando yo aparecía. Era algo muy raro. Anthony simplemente no lo aceptaba. Y por lo visto era algo definitivo. Mi pregunta cada día era ¿Por qué?

 

Capítulo 29: Explicaciones Capítulo 31: ¿Tú?

 
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