Carlisle no pudo venir por dos horas más a causa del sol. Edward aún estaba lo suficientemente fuerte para llegar a la cama con mi ayuda, aunque tropezó. Lo metí a la cama, angustiada al ver de su tembloroso cuerpo.
“Deberías irte,” dijo con voz ronca. “Podrías enfermarte también. Ve a la casa de campo…”
“Es demasiado tarde para eso,” murmuré, quitando su húmedo cabello de su frente. “Además, no puedo dejarte ahora. Mi amigo Carlisle está viniendo a ayudarnos. Él me ayudará a ingresarte al hospital.”
“Hospital...y luego te vas,” insistió. Su mano aferró la mía con una fuerza sorprendente.
“No,” dije, sacudiendo mi cabeza. “Carlisle los convencerá de dejarme quedar. No me iré hasta que absolutamente tenga que hacerlo.”
“Eres tan endemoniadamente terca,” suspiró, cerrando sus ojos con cansancio. “Sin sentido de auto preservación.”
“Sólo acéptalo,” dije con una pequeña sonrisa. “Déjame hacer lo que tengo que hacer.”
Con el tiempo, cayó dentro de un inquieto sueño. Yo me quedé a su lado, alternando el aplique de compresas frías a su frente y el abrigarlo con mi cuerpo para tratar de calmar sus temblores. Justo después del atardecer, Carlisle apareció en la puerta. Él mismo se había entrado a la casa. Era reconfortante, de un modo raro, volver a tener un vampiro alrededor con todas sus peculiaridades vampíricas. Me recordaba a casa.
“He arreglado un catre para él al lado de su madre. Ella va a estar devastada. Anoche me habló de él por horas cuando se enteró que yo te conocía.”
Otra grieta se formó en mi corazón. “Tú me dijiste, en el futuro, que ella se había agotado a si misma tratando de encargarse de él. Que ella podría haber sobrevivido, de no habar tratado de cuidarlo también.”
“No puedo decir que estoy sorprendido,” dijo Carlisle. “Él es todo por lo que ella está viviendo a estas alturas. Tiene muy poca elección. Luchar por él es luchar por sí misma. Creo que puedes entender eso.”
“Por supuesto,” dije suspirando. “Es solo que…es tan difícil ver, y hacer nada.”
“Lo se,” aceptó Carlisle con arrepentimiento. “Pero hacemos lo que podemos. Llevemos a Edward al carro, ¿si?”
Realmente no hubo “llevemos” en ello. Carlisle lo levantó de la cama tan fácilmente como si hubiera levantado una almohada. Edward se veía tan pequeño y frágil en los brazos de Carlisle, y se sacudió de manera violenta ante el frío roce. Finalmente comencé a llorar. ¿Fue así como se sintió Edward, viéndome lastimada en el piso de aquel estudio de ballet? Tan impotente, incapaz de proteger a la única persona que más importaba.
Carlisle ubicó a Edward en el asiento trasero, y yo me le uní, recostando su cabeza sobre mis piernas. Ahora estaba medio despierto, pero no realmente conciente. Mascullaba cosas sin sentido y agarraba firmemente los pliegues de mi falda. Traté de evitar que mis lágrimas lo tocaran.
“¿Carlisle?”
Sus ojos se levantaron para mirarme en el espejo retrovisor. “¿Si, Bella?”
“¿Por qué pasa tan rápido?” pregunté. Hace apenas unas horas, él había estado feliz, habíamos estado coqueteando y bromeando como si todo estuviera normal. Y ahora…ahora no estaba segura de si al menos él sabía mi nombre.
“Eso no lo puedo decir con certeza,” respondió Carlisle. “La enfermedad causa neumonía. Sangrado en los pulmones. Eso es lo que mata tan rápido. Pero por qué se activa tan de repente, no lo puedo decir. Es simplemente…una enfermedad muy agresiva.”
“¿Sufrirá mucho?” Tenía que saber.
Carlisle suspiró. “Si permanece alerta, podría. Pero si sigue en este estado…dudo que si quiera se de cuenta de lo que está pasando.”
“Y…lo cambiarás, ¿verdad?”
“Si llega el momento en que sea aparente que no sobrevivirá sin mi ayuda, entonces sí, lo cambiaré.”
Solté un suspiro de alivio. “Gracias.”
El hospital estaba mucho más tranquilo que lo había estado el día anterior… ¿de verdad había pasado sólo un día desde que habíamos ingresado a Elizabeth? Todo se estaba moviendo tan rápido, era difícil seguirle el paso.
Carlisle cargó a Edward directamente al interior, sin molestarse con la camilla que una enfermera ofreció conseguir. Corrí detrás de él, revoloteando alrededor del laberinto de camillas que llenaban el piso inferior. Asumí que el segundo piso se vería bastante igual. Era un ambiente horrible. Claramente, las enfermeras y doctores no podían seguirles el ritmo a los pacientes – los olores de sangre, sudor y orinales olvidados llenaban el aire, haciéndolo sofocante. Respiré por mi boca, luchando por ignorar el hedor.
Contra la pared más lejana, vi la camilla de Elizabeth. Su cabello color bronce resaltaba fácilmente entre todos los linos blancos. La cama improvisada junto a ella estaba vacía, esperando por Edward. Y ella estaba despierta para vernos trayéndolo.
“¡Edward!” Estaba demasiado débil para gritar demasiado fuerte, pero el dolor fue evidente en su voz.
“Lo siento,” le dije, lágrimas aún fluyendo por mi cara, mientras Carlisle ubicaba a Edward sobre su camilla y lo cubría con las sábanas suministradas.
“No es tu culpa,” logró decir, sus ojos centrados en la temblorosa forma de Edward.
“Haremos todo lo posible por él,” prometió Carlisle. De algún lugar, había sacado un estetoscopio y ahora estaba escuchando los pulmones de Edward.
“¿Hay alguna forma en la que me pueda quedar?” le pregunté. Sinceramente no pretendía moverme de mi lugar entre su camilla y la de Elizabeth, costara lo que costara.
Carlisle asintió. “Me aseguraré que nadie te moleste.”
“Gracias,” hablé en voz baja.
Carlisle tuvo que irse a hacer sus rondas pero de alguna manera me consiguió una silla primero –a penas si cabía entre las camillas- y los suministros necesarios para cuidar de Edward y de Elizabeth. En intercambio por dejarme quedar, ellos estarían a mi cargo. Las enfermeras estaban complacidas, si cabe, de tener dos pacientes menos por los que preocuparse, y encontraban algo romántico en la chica que se negaba a dejar el lado de su agonizante prometido. Si ellas entendieran algo, sabrían que no había nada romántico en ello –yo simplemente no podría estar en cualquier otro lugar cuando Edward estaba sufriendo. No había elección en el asunto.
Me mantuve despierta durante la larga noche, cuidándolos lo mejor que podía. Ambos durmieron, más que todo, y sólo pude mantener compresas de agua fría en sus frentes para tratar de bajar sus fiebres. Elizabeth despertaba ocasionalmente, yo la acosaba con agua –la única cosa que el doctor me había recomendado para la gripe- pero Edward nunca dejó su afiebrada bruma.
Conforme se acercaba el amanecer, me quedé dormida desplomada en la desvencijada silla de madera, incapaz de resistir mi agotamiento. No fue un sueño apacible. Mis sueños fueron atormentados por los cientos de victimas en sufrimiento a mi alrededor, sus lamentos haciendo eco en mi mente.

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aqui esta el otro capi q les prometi ya se asecar el final q pasara bella podra volver o se q dara en el chicago de 1918 ? q pasa con edwad sera tranformado o morira ? q piensa ustedes ? mientra llega el  final de esta histori sigo en los detalles de mi nueva historia solo le puedo decir q sera algo mucha accion, amor, dolor y una gran obsecion hasta  el proximo capi, comente y vote byeeeeeeeee