¿GEMELAS? O ¿MELLIZOS? (+18)

Autor: lololitas
Género: Romance
Fecha Creación: 20/10/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: NO
Votos: 19
Comentarios: 179
Visitas: 26225
Capítulos: 16

Inglaterra , 1800

SER O NO SER UN MUCHACHO ESA ES LA CUESTION...

Isabella y Elizabeth mejor conocidas como Bells y Beth son un par de hermanas gemelas que huyen de su intrigante tío que está planeando venderlas en matrimonio a dos tipos sumamente indeseables. Para confundir a sus perseguidores, traman un plan, una de ella se hará pasar por un hombre.

Edward, Lord Cullen, apuesto, serio, rico y poderoso, entra en escena y, para sorpresa de Bells y Beth, está decidido a proteger al par de hermanos, hermano y hermana, bajo su ala.

¿Cómo conseguía hacer que sus piernas temblasen? Con cada roce, Cullen, inconscientemente, incitaba los deseos más indecentes en Bells y sus acercamientos fraternales hacían que el corazón del muchacho latiera de manera incontrolable. Y, aunque haberse disfrazado de un joven fuera muy divertido, estaba convencida de que como mujer se lo pasaría aún mejor. Y, después de una cálida caricia de sus labios, Bells se juró a sí misma que no volvería nunca más a ser un hombre.

 

 

Adaptacion de los personajes de Crepusculo con el libro "THE SWITCH" de LYNSAY SANDS

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Capítulo 7: SIETE

— ¡Oh,  Dios! ¡Lo siento tanto!

Bells escuchó esas palabras a través de una especie de neblina y de un zumbido que provenía de sus oídos. No sólo había amortiguado la caída de Angela con su cuerpo, sino que también se había golpeado la cabeza con el suelo. Mucho dolor. Realmente horrible. ¿Estaba viendo doble?

— ¡Oh, Dios mio! Oh, por favor, dime que estás bien. Lo siento tanto. Me resbalé. Me estaba dando vuelta para colgarme de la ventana, pero mi pie se deslizó y me caí...   y yo te... 

— Shhh, dijo Bells apretando los dientes, presionandose desesperada las manos a ambos lados de su cabeza.

— Oh, claro. Estoy atrayendo la atención y nos van a captúrar... ¡Oh! Debo callarme.

Bells frunció la frente. Ella ni siquiera había pensado que podían estar siendo  escuchadas. La había silenciado porque la voz de Angela le aumentaba el dolor de cabeza. Moviendo cuidadosamente las piernas, Bells comenzó a ponerse de pie,  Angela le agradeció  sus esfuerzos y la ayudó tomándola por el brazo.

—  No puedes ponerte de pie, murmuró Angela con preocupación.

Bells deslizó su brazo sobre su hombro y colocó en Angela la mayor parte de su peso, mientras se dirigían hacia la pared. Allí se apoyó y la muchacha la miró con preocupación.

— Eres pálido como un fantasma.  Fue un golpe muy fuerte.

— Si, suspiró Bells, elevando la mano para tocarse tentativamente la nuca. Tengo un chichón, pero no sangra, anunció Bells.

La otra  muchacha se relajó.

— Gracias a Dios.

— Si, murmuró Bells, y el ruido de los cascos de los caballos atrajo su mirada hacia la boca del callejón a tiempo para ver el carruaje de Cullen. Enderezando sus hombros con determinación, Bells se despegó de la pared. Es mejor que nos vayamos.

Agachándose, Angela se apresuró a recoger el bolso que Bells había arrojado por la ventana. Cuando regresó, Bells tomó su  brazo y  juntas fueron hacia el carruaje.

Cullen abrió la puerta, y Bells casi empujó a la pobre niña adentro. Trepando detrás de ella, cerró la puerta con un tirón y se derrumbó contra el respaldo  del asiento junto a Angela con un suspiro de alivio. Cuando varios minutos  pasaron en silencio, sin que el carruaje se moviese, ella  abrió los ojos para mirar a Cullen.

—¿Podemos irnos ahora, por favor?  preguntó Bells educadamente.

La respuesta de Cullen fue lanzar una mirada desconfiada hacia Angela y, luego le arqueó una ceja a Bells.

Suspirando, ella se sentó derecha y murmuró educadamente.

— Angela, este es Lord Cullen. Cullen,  te presento a  Angela... la criada de Beth. Lo última fue  una inspiración.

Ella y Beth necesitaban una criada. También necesitaban a alguien que no fuese a   revelar el secreto de sus identidades en caso que que lo descubriese accidentalmente. Y  Bells estaba bastante segura de que Angela estaría lo suficientemente agradecida por su ayuda esa noche y que iba a mantener el secreto si accidentalmente lo llegaba a descubrir. Le  parecía un acuerdo  perfecto.

Pero Cullen no pareció tan entúsiasmado por ese giro de los acontecimientos.

 — ¿Criada? él  preguntó intrigado.

— Si, criada. Bells se sintió agotada.

— Bells, te traje aquí esta noche para Emmettes algunas de las ofertas de Aggie. No para que secuestres a una de sus  chicas para usarla en tú tiempo libre. 

— No es lo que parece..., replicó Bells, consciente del la postúra rígida de  Angela.

— Ella es una de las chicas de Aggie, ¿verdad?

— No.

— Bells,  gruñó  él en un tono de advertencia, y Bells se puso impaciente.

—¿Te parece que es una prostitúta? 

 Cullen miró reticentemente a la muchacha, notó su simple vestido, su cara fresca y su cabello sin adornos.

— Ella es una chica del campo, dijo Bells cuando él se quedó en silencio. Ella es de Oxfordshire. Vino a Londres para encontrar un trabajo como criada.

—¿Entonces, cómo es que acabó en lo de Aggie?

— Porque tú querida amiga Aggie la atrajo con trampa a ese burdel diciéndole que se trataba de un hogar para  fugitivas. Le dio de comer, le ofreció una cama para pasar la noche, luego la encerró en una habitación para forzarla a trabajar como prostitúta. 

Cullen frunció la frente, pero túvo el buen tino de no proclamar que Aggie no haría una cosa así. En vez de eso, él dio un golpecito en el techo del carruaje, comunicá-ndole al cochero que podían marcharse. Bells y Angela se relajaron cuando el carruaje comenzó a moverse, alejándose de la posibilidad que la puerta del carruaje fuese abierta de repente para mostrar una furiosa Aggie, dispuestos a arrebatar a Angela .

Bells le dio otra sonrisa tranquilizadora a la muchacha, y luego inclinó su cabeza hacia atrás sobre el respaldo del asiento del carruaje y giró su cara hacia la ventana  para observar el noctúrno paisaje. Habían andado en silencio durante algún tiempo, cuando finalmente  Cullen  murmuró.

— Ella no es mi amiga.

— Pues eso es lo que me pareció, suspiró Bells.

— No lo es.  Nunca he estado en ese establecimiento antes, dijo él irritadamente. Aunque no sé por qué me  molesto en aclararlo.

Ella lo miró.

— Bien, entonces ¿por qué diablos fuiste esta noche? ¿Y por qué me arrastraste a  ese lugar?

— Pensé que podrías disfrutar la aventúra, replicó él.

Bells gruñó.

— Oh, si. Siempre he fantaseado con la idea de ser atado a una cama y ser  azotado. Cuando Angela jadeó y miró a los dos ocupantes del carruaje, Bells le dio una sonrisa tiesa y le aseguró rápidamente, No llegó tan lejos. Ella me ató a la cama, pero Cullen llegó para impedir  que utilizara el látigo. 

— Oh,  Dios  bendito, ella es una malvada mujer.

— Ella es un pulpo obeso, Bells respondió con disgusto y le lanzó una mirada feroz a Cullen. Me di cuenta que mientras me abandonaste con el pulpo, tú te buscaste una de sus chicas. Supongo que Gloria te habrá ayudado a pasar el tiempo mientras  yo  disfrutaba de la aventúra.

Antes que él pudiese negarlo ella continuó: La próxima vez que quieras que yo me entretenga, mi lord, te sugiero que pruebes llevándome a uno de los clubes o cafés de Londres. Te lo aviso antes de que la próxima vez me encuentre encerrada en algún lugar  tan agradable como... oh, no sé decir... un calabozo en el castillo de Bedlam.

— Ya te entendí, gruñó Cullen.

Gruñendo en respuesta, Bells se dio la vuelta para mirar por la ventana una vez más, determinada a no dirigirle otra palabra a ese hombre. Un burdel ¡por el amor de Dios! Espera a que Beth la oiga hablar de esta aventúra. Sus ojos se cerraron lentamente, su mente comenzó a flotar a la deriva mientras escuchaba a Cullen preguntarle a Angela de dónde venía. Ya sabiendo la respuesta, Bells permitió que sus voces  combinadas con el suave  traqueteo del  carruaje la durmiesen.

— Despierta, Bells. ¡Hemos llegado¡.

Abriendo sus ojos, Bells miró somnolientamente a Cullen. La cabeza le palpitaba dolorosamente y le tomó un momento para recordar que ella era Bells. Suspirando cansadamente mientras recordaba lo que paso, esperando que Cullen se bajase y, ayudase a Angela. Luego se fue casi tropezando detrás de ellos por el camino que llevaba a la puerta, que en ese momento se abrió mostrando al mayordomo.

—Buenas noches, mi lord.  ¿Túvo una buena noche, espero?

—Fue muy divertido. Felix. Muy divertido, comentó Bells secamente cuando Cullen sólo gruñó ante la pregunta. Ignorando la evidente curiosidad del hombre, ella  señaló a la muchacha, preparándose para explicar su presencia, pero Cullen se le adelantó.

— Esta es Angela, Felix. Ella es... Él dudó, frunciendo el ceño y sus labios  mientras se debatía internamente qué decir  y, simplemente dijo, La criada de Lady Elizabeth.

Cuando el anciano levantó  una ceja interrogativamente  ante la repentina llegada de la muchacha a esa hora de la noche, Cullen añadió: Ella viajó durante todo el día del hoy, y el carruaje túvo algunos problemás en el trayecto. Sin duda ella se siente hambrienta y cansada. Ocúpate de  que ella  reciba  una  comida caliente  y  acomódala en una habitación. 

Asintiendo, el viejo criado se dio vuelta, guiando a Angela por el pasillo al mismo tiempo que la puerta de la  biblioteca se abrió y salió Beth.

— Pensé que estarías dormido a esta  hora, murmuró Bells sorprendida.

— Yo estaba durmiendo, admitió Beth irónicamente y le mostró un libro. Me quedé dormida leyendo.

Bajando el libro, ella miró curiosamente la sala.

—¿Puede ser que haya oído algo sobre una criada?

— Si. Bells miró a Cullen, luego le susurró, te lo voy a explicar en tú habita-ción. 

Asintiendo, Beth cerró la puerta de la biblioteca y cruzó la sala para abrir el camino hacia el piso de  arriba con Bells detrás de ella.

— Bells.

Ambas hicieron pausa sobre las escaleras para darse vuelta hacia la voz cansada de Cullen.

— Te pido disculpas por haberte retado por lo de Angela. Mostraste una gran compasión al involucrarte con sus problemás. Yo... eh... tú padre estaría  muy orgulloso de tú , estoy seguro. Con esas palabras, él se volvió y  entró en la biblioteca, cerrando la  puerta silenciosamente detrás de él.

Beth logró contener su curiosidad todo el camino por las escaleras y el largo pasillo hasta la habitación. Una vez en la alcoba, ella se dio vuelta mirándola  interrogativamente. Bells cayó sobre la cama y le contó todo. La historia de alguna manera sonaba más divertida y menos atemorizante  mientras  ella la relataba, hasta tal punto que ambos terminaron rodando sobre la cama muertas de risa cuando le describió a Aggie esgrimiendo el  látigo. Beth manifestó  algunas inquietúdes respecto al comportamiento de Lord Biers, y luego disgusto cuando supo que Aggie había intentado obligar a Angela a entrar en ese negocio tan  deshonroso.

Una vez que Bells se silenció , Beth suspiró recostada sobre su estómago y apoyando  su mentón en sus manos.

— Siempre eres la que se mete en aventúras.

— Podría haber ido  tú, le recordó Bells, acostada de espaldas con sus manos debajo de su cabeza. Yo te lo ofrecí.

— Sí, bueno... es verdad, me alegro de que hayas ido tú. Yo me habría aterrorizado si hubiese estado en tú posición. Cuando Bells se mantúvo en silencio, Beth preguntó,  No crees que él realmente haya hecho  nada con esa  mujer, ¿verdad?

— ¿Cullen? ¿Y esa prostitúta? Bells frunció el ceño ante esa idea, pensar eso le era muy molesto. No,  dijo  ella finalmente. Él no túvo la oportúnidad.

— Hmm. Beth comenzó a correr  el cobertor  de la cama. ¿ Crees que dice la verdad cuando afirma que nunca antes había  estado  allí? 

Bells se movió irritada y se sentó en la cama . Ese era un tema incómodo.

— No lo sé. ¿Vas a ser Bells mañana, o  voy a hacer yo ese papel? 

— Yo, por favor, respondió Beth inmediatamente y se sentó mientras Bells asentía. Beth se paró y fue hacia la puerta que conectaba habitaciones. ¿Qué estás haciendo?

— Me voy a la cama.

— Pero deberías dormir aquí esta noche.  Vas a ser Bells mañana.

— Si  pero ya intercambiamos las habitaciones, ¿recuerdas?

— Oh, sí, sonrió Bells irónicamente. Mudé mis cosas a tú habitación y las túyas en  aquí. La expresión de Beth se convirtió en una de curiosidad.

— ¿Qué te  dijo él  acerca de cuando entró  y vio a Beth desnuda?

— No mucho. Sólo pidió disculpas, murmuró Bells. Supongo que se le olvidó durante esta noche.

— Sin duda. Buenas noches, Bells.

— Beth.

— ¿Si?

— No, Bells murmuró con un suspiro. Yo soy Beth. Quiero decir a partir de  ahora. A partir de ahora yo soy Beth y tú sos Bells.

Su hermana sonrió.

— Entonces ¿no deberíamos cambiarnos la ropa?

— Oh, sí. Cerrando la puerta, ellas comenzaron a quitarse la ropa. Cuándo  Bells llegó a la ropa interior, sugirió repentinamente. Sería bueno que usaras un par de medias enrolladas y que  metieses dentro de la ropa interior mañana... Simplemente para que el sastre no note que hay algo que falta.

— Hmm. Beth suspiró quitándose la bata. Será más fácil cuando Beth y Bells tengan más ropa cada uno. 

— Mañana te vas a ocupar de, Bells concordó secamente. No había nada más molesto y aburrido en esta vida que probarse ropa. En el pasado ella siempre había logrado evitar las aburridas horas de prueba con la modista. Por lo general, era Beth  quien se probaba los vestidos. Este método había funcionado maravillosamente durante años. Pero no funcionaría en este caso. Si ella iba a ser Elizabeth al día siguiente tendría que sufrir la tortúra de la modista. Tal vez hasta túviese suerte y acabaría con eso rápidamente.

 

* * *

 

Bells debería haberse dado cuenta que por el momento la suerte no estaba siendo exactamente generosa con ella. Si no, ¿se había encontrado atada y a la merced de  una  mujer brutal esgrimiendo un látigo y no se había golpeado la cabeza contra un piso de piedra  para evitar la caída muchacha?

Entonces supuso que no debería sorprenderse de que la costúrera estúviese todo  el  tiempo clavándole alfileres. En el momento en que la mujer anunció que su tarea estaba terminada, Bells estaba a punto de estallar en  lágrimás... de alivio.

Consideró la idea de acostarse para tomar una siesta, porque aunque había sido un día aburrido, le causó sueño. Pero en vez de dormir, decidió relajarse en la biblioteca con un libro y una taza de té. Después de pedirle a Angela que buscase el tánico calmantes para el dolor de cabeza, ella se retiró a la biblioteca. Con los brazos cruzados   caminó a lo largo de las hileras de libros, sacando uno que otro de los estantes, hojeándolos y,  colocándolos  de nuevo  en su lugar . Bells no era muy amante de la lectúra. Era más una persona de acción  que una lectora de acciones hechas por otros. Finalmente, se sintió aliviada cuando Angela llegó con el té para distraerla ya que ningún libro estimuló su curiosidad.

Moviéndose para sentarse en la silla cerca del fuego, miró a Angela servir una taza de té. La muchacha llevaba un vestido gris claro que estaba bastante usado, pero estaba limpio y servía su función. También se la veía mucho más alegre ese día y menos asustada.

Cuando la criada se enderezó  y le ofreció una cálida sonrisa antes de salir por la  puerta, Bells previno su salida con una pregunta rápida.

— ¿Te has adaptado a este lugar?

Angela hizo pausa y se dio vuelta, sonriendo ampliamente.

— Oh, si. Muchas gracias, mi lady, el señor Felix es muy amable, así como el resto del personal. Bueno, salvo el cocinero, pero Joan, la ama de llaves,  me dijo que  él es... eh... temporal... No, eso no es eso. Ella hizo una pausa, su frente se arrugó  ligeramente y ella dudó, y luego lo  intentó de nuevo. ¿Temporario?

— ¿Temperamental? propuso Bells, y a Angela inmediatamente se le iluminó el rostro.

— Si, eso. Él es un hombre temperamental, me dijo ella. Aunque yo creo que él simplemente es malo. Todo el mundo parece temerle. Incluso Felix lo trata muy cuidadosamente,  si sabes a lo que me refiero. Ella inclinó la cabeza hacia un lado y murmuró: Él es como el valet de Lord Kentley, en el lugar donde mi madre trabaja en Woodstock. Él es un viejo malvado y lo sabe. Nadie se atreve a bajarle los humos salvo... tal vez Lord Kentley en persona, supongo que él es  temperamental como el cocinero.

Bells frunció el ceño ante esas noticias. Ella había escuchado unos golpes y  gritos procedentes de las cocinas antes, momentos después que Cullen y Beth se retirasen de la casa, y se había preguntado de qué se trataría ese escándalo. La respuesta parecía ser que el cocinero había tenido algún tipo de estallido emocional. Bells se preguntó si Cullen sabría que su cocinero se comportaba de esa manera cuando él no estaba presente. Las comidas que ese hombre eran pasables, por decir algo elogioso,  asi que Bells no entendía cómo se atrevía a acosar e intimidar al personal con su  comportamiento. Ella estaba por decirle eso a Angela, cuando escuchó que se abría la puerta.

Moviéndose, la criada fue a abrir la puerta de la biblioteca, permitiendo que  Bells oyese la voz de Beth  momentos antes de oír sus  pasos  en las escaleras. Angela cerró la puerta y luego se volvió para comunicarle.

— Sir  Bells está en casa.

Arqueando ligeramente las cejas, Bells asintió.

— Así parece.

— Es un buen muchacho  y....  tan guapo, murmuró Angela, había una evidente adoración en sus ojos. Siempre le voy a estar agradecida por haberme salvado de las garras de Aggie. Yo no sé lo que habría sin él... .

— Si, así es, Bells comentó incómoda, pero hizo pausa cuando Cullen entró en la  habitación.

—¡Oh! El se detúvo en la puerta al verlas. Lo siento, no me di cuenta que había alguien dentro.

 Bells le sonrió cálidamente.

— Está bien,  estaba a punto de tomar una taza de té. ¿Te  gustaría tomar té? 

Cullen dudó, luego asintió.

— Voy a buscar otra taza, murmuró Angela, apresurándose a salir del cuarto.

Cullen la observó irse y fue a unirse a Bells.

— Ella parece una buena muchacha . ¿Cómo  trabaja? 

— Muy bien. Ella es muy competente como criada.

— Bien, él murmuró, acomodándose en el asiento en frente de ella antes de mirarla. Cuando lo hizo, su mirada pareció de repente muy penetrante.

Bells se movió incómoda  bajo su intensa mirada.

—¿Hay algo mal? 

— ¿Mal? murmuró él débilmente, y luego pareció despertarse de un estado de estúpor y le  sonrió ampliamente. No. Nada está mal. Te ves muy bonita hoy.

— Gracias, mi lord, murmuró Bells sintiéndose incómoda. De alguna manera...  hay algo diferente en tí.

Bells se congeló sorprendida por esa observación. ¿Podría notar la diferencia  entre ella y Beth? se preguntó frenéticamente. No, no podía ser. Solo sus padres habían sido capaces de diferenciarlas. Para todos los demás ellas eran idénticas. La mirada de Bells bajó  a su propio regazo, y  parpadeó  mirando la tela del vestido,  obligándose a relajarse. Es simplemente... el nuevo vestido. He usado el mismo vestido hasta hoy.

— El vestido, murmuró él, su mirada fue hacia la prenda ahora. El vestido que llevaba era de color lila claro con volados blancos. Era un vestido simple, nada pretenci-oso y un agradable cambio al vestido de  muselina  amarilla que se había  visto obligada a usar durante los últimos  días.

— Hmm. Es un hermoso vestido. Pero... Cullen se quedó en silencio. Por un momento  mientras que sus ojos  iban de vuelta hacia su cara,  estúdiando sus facciones, y consciente de los pequeños cambios que estaban teniendo lugar en su  propio cuerpo. Cullen había esperado durante días para esas reacciones de macho ante una hembra lo dominasen. Y se había sentido aterrorizado cada vez que ese hormigueo extraño lo asaltaba cada vez que estaba con el hermano varón.  Gracias a Dios, toda esa locura se estaba pasado. Acababa de pasar muchas horas con Bells, y se había maravillado ante el afecto casi paternal que había sentido por el muchacho ese día. Y ahora, estando a solas con la hermana, sentía un inequívoco hormigueo, un ligero aumento en su frecuencia cardíaca, y la respiración acelerada que hasta ahora sólo había experimen-tado cuando estaba cerca del  hermano...

Cullen pensó en su reacción cuando había visto a Elizabeth saliendo de la tina.  Si,  su teoría era verdad. Realmente se sentía atraído por la muchacha.

Gracias a Dios, pensó él, repentinamente sonriendo mientras observaba su  nuevo vestido. Su mente retrocedió a la noche anterior, cuando había irrumpido en la habitación de Bells sólo para encontrar a Beth de pie desnuda saliendo de la  tina. Él estaba teniendo la misma reacción ahora  que la  había tenido entonces.

—Madame Decalle mandó a buscar este vestido a su tienda cuando se enteró que yo sólo tenía un vestido, dijo Bells abruptamente mientras veía como los ojos de Cullen recorrían cada detalle de su figura dentro del vestido lila. Me dijo que se lo estaba haciendo a una duquesa  que  tenía el mismo cuerpo que yo.

Viendo la confusión y la incomodidad en la cara Beth en ese momento, Cullen logró reducir su sonrisa mientras que el recuerdo de lo sucedido el día anterior lo obligó a murmurar,

— Debo disculparme...

La puerta abriéndose mientras Angela regresaba lo hizo detenerse y esperar pacientemente.  Angela colocó otra taza en la bandeja de té y la sirvió.

Luego les sonrió a ambos, y salió silenciosamente del cuarto.

Bells tomó un sorbo de su té, y luego preguntó:

—¿Tú  y mi hermano lograron hacer todo lo que tenían planeado para hoy? 

Asintiendo , él tomó  su taza.

— Visitamos la joyería para vender algunas de las joyas y conseguir dinero en efectivo, después nos detúvimos en lo del sastre para probar ropa y fuimos al club. El arqueó una ceja. ¿Te fue bien con la modista?

Bells torció la boca irónicamente.

— No, tan bien como a mi hermano, como puedo ver. Lady Decalle llegó después de que se fueron y no terminó hasta  hace unos momentos. Pasé todo el día con alfileres  clavados en el cuerpo.

— Oh, querida. ¡Qué odisea! Ella se sintió algo irritada, cuando él sonó más divertido que comprensivo.

Bells sonrió dulcemente, y luego inclinó su cabeza a un lado, preguntando inocentemente:

—¿Empezaste a decir algo acerca de tener que pedirme disculpas?

Su diversión se desvaneció inmediatamente.

— Es así, suspiró él. Ayer cuando irrumpí en tú cuarto mientras tú estabas... 

Ella arqueó una ceja ante su vacilación, pero no pudo evitar la subida del rubor por su cuello, mientras recordaba su desnudez, cuando él  había interrumpido su baño.

— Bien, me temo que fui muy grosero en no golpear la puerta. No sabía que tú y  Bells habían intercambiado habitaciones y yo... Fue muy descortés de mi parte. Siento terriblemente haberte encontrado en ese estado. 

— Si, es así, ella lo interrumpió y colocó la taza sobre la mesa. Ella estaba tan avergonzado como él por la disculpa y por  el recuerdo de lo sucedido.

Poniéndose de pie, ella esquivó  la mesa que estaba entre ellos, de repente se sentía ansiosa por abandonar  la habitación. Como él era un caballero, Cullen se puso de pie cuando ella enganchó su zapato con la  pata de una mesa en su apuro y tropezó, él rápidamente se abalanzó  hacia adelante para captúrarla  contra  su pecho.

Ruborizándose intensamente y sintiéndose tonta, Bells se enderezó  alejándose de su pecho. Ella lo miró , su aliento se contúvo  cuando vio  la expresión en su rostro y el hambre en sus ojos, mientras que Cullen clavaba su vista en los montículos de sus pechos  asomando por  el corsé que ella llevaba.

Consciente del hormigueo que corría  por su cuello y sobre la carne desnuda de su pecho, Bells tragó en seco  y dio  un paso atrás, sólo para chocarse contra el costado de la silla que acaba de dejar y casi se cayó otra vez. Cullen la agarró por el brazo una vez más,  luego la empujó suavemente hacia delante, y  sus labios se apoyaron sobre los suyos.

 

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AY AY AY, BELLS ES TOD@ UN@ ROMPECORAZONES, SEA CHICA O CHICO JAJAJA, QUE TAL HEEEEEEEEEEE????????? A ANGELE LE PARECIO UN JOVEN GUAPO Y LLEGA EDWARD Y LA BESAAAAAAAAAAAAA, SE QUE ME VAN A ESTAR MATANDO POR DEJARLO EN LA PARTE MAS EMOCIONANTE JAJAJA, PERO CALMA CHICAS PACIENCIA, PACIENCIA.

 

LAS VEO MAÑANA CHICAS, BESITOS

Capítulo 6: SEIS Capítulo 8: OCHO

 
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