¿GEMELAS? O ¿MELLIZOS? (+18)

Autor: lololitas
Género: Romance
Fecha Creación: 20/10/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: NO
Votos: 19
Comentarios: 179
Visitas: 26224
Capítulos: 16

Inglaterra , 1800

SER O NO SER UN MUCHACHO ESA ES LA CUESTION...

Isabella y Elizabeth mejor conocidas como Bells y Beth son un par de hermanas gemelas que huyen de su intrigante tío que está planeando venderlas en matrimonio a dos tipos sumamente indeseables. Para confundir a sus perseguidores, traman un plan, una de ella se hará pasar por un hombre.

Edward, Lord Cullen, apuesto, serio, rico y poderoso, entra en escena y, para sorpresa de Bells y Beth, está decidido a proteger al par de hermanos, hermano y hermana, bajo su ala.

¿Cómo conseguía hacer que sus piernas temblasen? Con cada roce, Cullen, inconscientemente, incitaba los deseos más indecentes en Bells y sus acercamientos fraternales hacían que el corazón del muchacho latiera de manera incontrolable. Y, aunque haberse disfrazado de un joven fuera muy divertido, estaba convencida de que como mujer se lo pasaría aún mejor. Y, después de una cálida caricia de sus labios, Bells se juró a sí misma que no volvería nunca más a ser un hombre.

 

 

Adaptacion de los personajes de Crepusculo con el libro "THE SWITCH" de LYNSAY SANDS

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Capítulo 5: CINCO

QUIERO AGRACEDERLES A TODAS LAS CHICAS QUE ME HAN COMENTADO Y ME HAN VOTADO, MUCHAS MUCHAS MUCHAS GRACIAS TE TODO CORAZON. ESTOY MUY FELIZ

 

 

El trayecto había sido relativamente corto, pero Cullen había insistido en que el  destino fuese una sorpresa. Bells intentó adivinar a donde se dirigían mientras atravesaban las oscuras calles de Londres. Pero Cullen había sonreído  misteriosa-mente y  negado con su cabeza cada intento de adivinar que ella había hecho.

Bells se sintió muy frustrado y a punto de morir de curiosidad cuando el carruaje finalmente se detúvo. Cullen salió del carruaje y se encontró de pie en una calle adoquinada delante de una  casa de aspecto  poco interesante.

—¿Dónde estamos?

— Aggie's, había sido la respuesta de Cullen mientras se dirigía hacia la puerta.

— Aggie's, había repetido Bells miserablemente. Cullen sonrió cuando se dio cuenta que el muchacho nunca había oído hablar de ese lugar. El joven había pensado que irían de parranda a los lugares de moda de Londres. Ahora, él estaba  pensando que iban de visita a la casa de algún amigos de Cullen. ¡Ni se imagina la sorpresa que le tengo reservada! Cullen sonrió maliciosamente .

— Vamos. No te demores. Cullen esperó hasta que el muchacho llegó a su lado,   y  entonces golpeó la puerta. Él no sabía si esa era la forma  habitúal de entrar a ese establecimiento. Nunca antes había visitado Aggie’s. Sólo había oído hablar del burdel. Dudaba que en Londres hubiese algún hombre que no  hubiese oído hablar de Aggie’s  aunque él mismo nunca había visitado ese tipo de lugar. Él prefería la costúmbre menos sórdida de tener una amante y mantenerla en un buen nivel de vida mientras que duraba la relación, no disfrutar de la variedad de mujeres que ofrecía Aggie’s. Podría haber llevado a Bells  con su amante, pero no tenía una en ese momento. Estaba  en un período entre dos amantes.

La mujer  voluptúosa que respondió el llamado a la puerta no podía ser otra que la famosa Aggie. Su cabello era de fuego, su cara, un mapa de las calles de Londres con todas las líneas y marcas, y su cuerpo se  parecía a un tomate gordo y maduro a  punto de estallar las costúras del vestido. Decepcionado por esa presencia, Cullen apenas logró ocultar su shock y presentar una sonrisa un poco incómoda.

— Bien, ¿qué  tenemos aquí? Dos finos caballeros han venido a la vieja Aggie. No hay necesidad de quedarse fuera, mis lords . Vamos, Aggie’s está abierto y funciona.

Cullen estaba tratando de decidir si realmente deseaba pasar cuando Bells pasó junto a él, atrayendo su mirada. Recordando la razón de esa visita, Cullen enderezó sus hombros y asintió. Era por el muchacho, después de  todo. Había que cumplir un objetivo.

Bells estúdió asombrado a la mujer delante  de sí el. Nunca antes había alguien como ella. Llevaba un vestido de seda de color rojo brillante, aunque llevar no era  exactamente la palabra para describir como le quedaba. Más  bien podría decirse  que su cuerpo intentaba derramarse fuera de la tela del vestido.

Sin duda, Cullen había cometido un error, ese no podría ser el lugar a donde quería ir. El cochero debía haberse equivocado de dirección. Moviéndose hacia la siguiente habitación, Aggie captúró su atención y Bells trató de ver más allá del cuerpo exuberante de la mujer. Era imposible. Ella llenaba la puerta, como un budín llenaba una fuente, derramándose hacia los costados del marco de  la puerta.

Como adivinase su intención de mirar más allá, la mujer de repente se movió, permitiéndole a Bells echar  un vistazo a la habitación siguiente. Lo que vio fue aún más chocante que la mujer. Habian doce mujeres y  muchos hombres.  Todos estaban en  movimiento,  riendo y bebiendo y... Oh Dios... ¡las mujeres casi estaban desnudas! Obviamente era mujeres un poco flojitas de  moral. ¿Qué otra cosa se podría decir sobre una mujer que permitía que un hombre le viese sus pechos a través de la tela casi transparente de su bata?

Evidentemente estaban en el lugar equivocado, se aseguró a sí misma y, despues miró a Cullen mientras la mujer se movía hacia un  lado para permitirle entrar.

— Vamos, muchacho. Esto va a ser edificante para tú formación. Sin dejarle  mucha elección,  Cullen tomó su brazo y lo arrastró con él.

Bells se sintió como una torta de chocolate  en una fiesta. En el momento en que fue empujada  dentro  de la sala, la mitad de las mujeres de repente giraron hacia ella. Todas  murmuraban  dulcemente sobre que muchacho lindo era y cómo  se convertiría en un apuesto caballero. También se mostraron liberales con sus manos, acariciando sus mejillas, sus hombros, y su pecho.

Una incluso le pellizcó las nalgas y comentó sobre la dureza de su trasero.

El pellizco sacó a Bells de su estado de estúpor. Volviéndose bruscamente, encaró hacia la puerta, sólo para que Cullen la agarrase por el cuello  y la detúviese en seco.

— Relájate, le ordenó, al parecer algo divertido con la expresión de pánico de su  cara. Cullen parecía un poco abrumado por la sitúación, pero Bells apenas lo noto. Con las mujeres acechándola como una manada  de lobos sobre una  pata de cordero, estaba buscando alguna salida. Cullen señaló un sillón vacío al lado de una pared, y arrastró a Bells hasta el.  Apenas le había empujado sobre  el sillón cuando una de las mujeres le entregó un vaso con una  bebida .

Cullen inmediatamente  se lo dio a Bells, y luego se paró.

— Quédate  aquí y relájate. Deseo hablar con Aggie.

Antes que Bells pudiera protestar por el abandono, Cullen se había ido y las  lobas la estaban rodeando. Las dos más jóvenes fueron las más rápidas. A Bells le pareció que eran más jóvenes que ella. Ambas se sentaron a ambos lados de ella en el sofá,  cada una le apretó los brazos y intentando atraerla contra sus pechos.

Bells estaba frunciendo el ceño y concentrándose en mantener la bebida sin  derramarse cuando una tercera mujer se sentó en su regazo.

— Muy bien, murmuró la mujer sobre su regazo, enlazando firmemente sus brazos alrededor del cuello de Bells. Estaba pensando que tú y yo podríamos ser buenos amigos.

— Piensas mal, replicó amargamente la muchacha de la derecha de Bells. Sabes muy bien que a Aggie le gusta que los niños  vírgenes vayan con ella.

— Aggie es una vaca vieja y gorda, replicó irritadamente la mujer de su regazo, luego le sonrió  dulcemente a Bells y murmuró. Prefieres  tenerme a mí y no a esa  arpía obesa, ¿verdad? Mira lo que tengo para tú. Aggie no tiene nada tan  sabroso como estos. La mujer se abrió la bata con una mano, exponiendo sus pechos mientras  comenzaba a ejercer una suave pero inexorable presión sobre la nuca de Bells con la otra mano.

Bells miró horrorizada los senos de la mujer, cada vez más cerca de su cara. Para ella eran dos orbes rosadas hinchadas empeñadas en asfixiar su cara.

— No eres la único por aquí que tiene algo que ofrecer. Antes de que Bells fuese cubierta por los enormes pechos, sintió la mano de la mujer de su izquierda deslizándose entre ella y la mujer sobre su regazo. La mano fue hacia su entrepierna.

Gritando, Bells saltó abruptamente en pies, depositando la Señorita  Pechugona  en el suelo al mismo tiempo que Cullen aparecía delante ella.

— Gracias a Dios, jadeó Bells, olvidándose por completo de la farsa que estaba llevando adelante y arrojándose  contra el pecho másculino. Sácame de aquí, Cullen.  Ahora.

La primera reacción de Cullen fue apretar sus brazos alrededor de su cuerpo  en señal de protección. Luego,  frunció el ceño alejándolo.

— Compórtate, Bells. Ellos son sólo un grupo de mujeres. ¿No encuentras atractiva a  ninguna de ellas? 

— ¡Atractiva! Son lobas. Bells lo miró  fríamente. Quiero irme. Ahora.

Gruñendo, Cullen frunció su frente, su mirada fue hacia a las mujeres preocu-padas. Parecía  estar considerando sus palabras, y luego murmuró algo acerca de que Aggie tenía razón .

Molesto,  Cullen le  dijo:  

— Ven. Una oleada de alivio la invadió.

Ella lo siguió fuera de la habitación donde la vieja puta, Aggie esperaba cerca de las escaleras con una jovencita. No vamos a usar los servicios lascitú del establecimiento  y probablemente vamos a jugar algunos juegos de azar, fue la conclusión de Bells .  Se sentía tan aliviada con esa idea que avanzó con entúsiasmo cuando la mujer mayor  se dio vuelta  y los llevó hacia las escaleras. Cullen y la otra mujer las  siguieron.

En la parte superior de las escaleras, Aggie tomó hacia la derecha y los llevó  a un largo pasillo, y luego al tercer cuarto.

Bells siguió a Aggie y trató de espiar lo que había en la habitación. Una enorme cama llamó su atención cuando ella entró. Los cobertores y las cortinas eran de un color rosa furioso. A Bells le pareció  más bien vulgar. Aparte de eso  había un arcón, una silla y un armario. No había  mesas con  hombres sentado  jugando a los naipes

La puerta se cerró con un golpe detrás de ella y eso hizo que Bells girase su cabeza  para descubrir  que Cullen  ya no estaba con ellas. Estaba a solas con la vieja bruja.

— Aquí estamos, queridito. Vamos a empezar.

Bells abrió los ojos y dio un paso atrás,  pero fue captúrada rápidamente por las manos de la otra mujer que comenzaba a deshacer su corbata.

—¿Qué crees que están haciendo?

— Ayudarte a desvestirte, hijo.

—¿Por qué diablos piensas hacer algo así? preguntó ella secamente, tratando   rehacer el nudo de su corbata.

Los labios de la mujer se curvaron con diversión.

— Es difícil  hacerlo con la ropa puesta, muchacho. 

— No hay nada que vayamos hacer para lo que necesite quitarme la ropa, le aseguró Bells, caminando rígidamente hacia la puerta. Apenas había dado un paso cuando Aggie captúró su brazo y la hizo darse vuelta.

— Oh, te gusta así, ¿verdad? Rápido, furioso  y con la ropa puesta, murmuró ella insinuantemente,  bajando su mano para agarrar la entrepierna de  Bells.

Jadeando, Bells saltó alejándose de su asimiento, pero  no pudo alejarse mucho. La mujer todavía le agarraba el brazo.

— Dios Mio, eres pequeño. Ni siquiera pude tocarlo, ella exclamó, volviendo a intentar desatar la corbata de Bells. Bien, es una desventaja, pero no algo insuperable.  La vieja Aggie te mostrará cómo superarlo.

— ¿Superarlo? Frunciendo el ceño, Bells trató de empujar sus manos y  volver  atar su corbata.

— Si. Confía en mí. Lo que te  digo es cierto, el tamaño no es lo que cuenta, sino la forma en que lo usas.  ¿Te  sientes  bien, muchacho?  Te ves muy pálido de repente. 

— ¡Oh, Dios! Girando, Bells corrió hacia la puerta, pero antes que pudiese abrirla fue captúrada desde atrás y arrastrada hacia la cama.

— Ahora tranquilízate, muchacho. No hay necesidad de asustarse. Aggie va a ser suave.

— No quiero que seas suave, Bells  logró decir, tirando desesperadamente de su brazo.

 Aggie se detúvo ante  esas palabras  y arqueó  sus cejas.

— ¿No quieres?

— No.  Bells  sacudió frenéticamente su cabeza. Yo no...

— Bien, ¿por qué no lo dijiste antes? Bueno, eso explica todo. Yo estaba  empezan-do a preocuparme...  Estabas actúando de manera muy  extraña. Sacudiendo la cabeza,  ella fue hacia el armario. Mientras revolvía las cosas allí adentro, Aggie murmuró, Bien,  Lord Cullen me dijo que eras inexperto, ¡pero es evidente que no sabes lo que quieres!

Bells aún estaba perpleja con la primer parte de su declaración cuando la mujer gruñó con satisfacción, se alejó del armario, y se volvió hacia ella. Tenía una cuerda  en una mano y algo con aspecto de látigo en la otra.

— No. Ahora que sabemos lo que te gusta, podemos ir directo al grano. Sonriendo  dulcemente, ella  hizo tronar el látigo.

Bells corrió hacia la puerta. Ella apenas había dado dos pasos cuando el  chasquido del látigo precedió algo que se  enredó en torno a sus pies.

Gritando, ella extendió sus manos para amortiguar su caída, y cayó sobre su estómago.

— Eres  un chico muy travieso, dijo la bruja lascivamente, la agarró por el cuello de su camisa y la arrastró de vuelta hacia la cama. Vamos a tener que castigarte  por tús travesuras.

Bells pensaba lo contrario y comenzó a luchar con todas sus fuerzas  mientras la mujer se hundía a su lado en la cama y trataba de ponerla sobre sus rodillas. Librándose,  ella  dio vuelta , sólo para ser captúrada por la cintúra y empujada sobre la cama de espaldas.

Antes  que pudiera gritar, la mujer se  había  sentado sobre su pecho.

Agarrando la cuerda que antes había lanzado sobre la cama, la mujer rápidamente ató las  muñeca de Bells a  los postes de la cama .

— ¡Si! La mujer dio un suspiro de satisfacción y , luego, quitó el cabello que había caído sobre su cara. Ella miró a Bells con un poco de exasperación. Eres un muchacho muy vivaz. Me estoy poniendo demásiado vieja para estos juegos. Espero que me  dejen una  buena  propina por hacer esta escenita.

Cuando Bells simplemente  la miró con la cara en blanco, ella suspiró. Bien, continuemos. Su sonrisa era animada mientras ella se enderezaba y acariciaba sugestivamente  la empuñadura  del látigo. ¿Es sólo la amenaza o el dolor lo que te gusta?

 

***

 

— Cuéntame más acerca  Aggie. ¿Ella  será suave con el muchacho, verdad?

La prostitúta se quitó el cabello que tapaba sus ojos ante su pregunta. Ella se  sentía frustrada también. Cullen había estado preocupándose por el muchacho  desde  que había entrado en la habitación. Era irritante. Estaba demásiado preocupado por ese maldito muchacho. Ella había estado estimulándolo y acariciándolo durante varios minutos y él  ni siquiera había tenido una erección . No podía concentrarse.

— Aggie será muy suave, mi lord, murmuró roncamente la mujer, levantando sus ojos hacia él  mientras continuaba abriendo  los botones de su  camisa. Ella ha estado en el negocio desde hace mucho tiempo. Ella lo va a estrenar con cuidado. 

— Sí, por supuesto. Cullen forzó una sonrisa y trató de concentrarse en las atenciones de la mujer, quien ya había terminado con los botones de su camisa y deslizaba  sus manos sobre su pecho. Sin embargo le era  muy difícil. No podía sacarse al   muchacho de la cabeza. Era como una pulga  molesta, irritante y  persistente.

Haciendo una mueca  por su propia estúpidez, él  levantó  sus manos hacia  los hombros  femeninos y acercó a  la mujer para darle un beso, tratando de fingir cierto entúsiasmo.

Un fuerte grito puso fin a sus esfuerzos, haciendo que su cabeza girase velozmente  hacia la pared. No había duda del pánico y del dolor en ese grito que pertenecía a  Bells. Maldiciendo, Cullen empujó a la mujer y se apresuró  hacia  puerta.

Él estaba  irrumpiendo  en la puerta del cuarto donde estaba Bells antes  que el  primer  grito terminase, pero se detúvo abruptamente en la entrada  por  la imagen  que vio .

Bells estaba atado a la cama, todo su cuerpo tenso y estirado, levantó  la cabeza  con la peluca algo torcida, su la boca abierta emitía  un segundo grito.  Pero esa era sólo la mitad de la imagen.

La segunda mitad, la que hizo que Cullen se paralizase, era la vieja Aggie  sentado a horcajadas sobre el pecho del delgado  muchacho, con lo que parecía ser un  látigo en la mano.

— ¿Qué diablos está pasando aquí?

Cerrando la boca, Bells giró su cabeza hacia la puerta, el alivio se mostró  en su cara cuando vio al hombre de pie allí.

— Cullen. Su débil voz  estaba llena de alivio. Haciendo una pausa, el muchacho tragó  para recuperar el  aliento luego rugió, ¡Levantate  bruja!

Cullen estaba del otro lado de la habitación en un segundo.

— Madame, le sugiero que se quite de encima del muchacho,  o  me veré obligado a hacerlo por usted. 

Aggie  frunció el ceño al muchacho debajo de ella y al hombre que se cernía amenazador.

—¿Este es un  juego que los dos  quieren jugar?  preguntó ella desconcertada.

Incapaz de contenerse, Cullen levantó su cuerpo pesado. Ella comenzó a protestar a la vez.

— Pero... pero…, ¿qué está haciendo? ¡El me pidió esto! Le gusta rápido y furioso, con la ropa puesta... 

Cullen arqueó sus cejas mirando  Bells.

— Esta puta vieja  ha entendido  todo mal, le informó él con aparente disgusto. Apúrate y desátame. Quiero salir de esta cueva de  iniquidad.

— ¡Oh, no! Aggie se puso detrás de Cullen. Ahora no lo desate, él es  resbaladizo como una  anguila  y me  dio mucho trabajo llevarlo a  la cama.

Ignorando su protesta, Cullen desató a Bells, y luego dirigió su cara a la ahora airada Aggie. Ella todavía protestaba, pero añadía amenazas a sus palabras, quería ser pagado por  todo ese fiasco. El muchacho la había  hecho correr agitarse, ella  dijo, y  merecía un pago por eso.

Bells salió fuera de la cama, mientras Cullen enfrentaba a la vaca vieja y  una  joven mujer que  se había sumado a la queja.

Silenciando a las mujeres furiosas, Cullen sacudió la cabeza.

— Voy a pagarles tan pronto como busque mi chaqueta de la otra habitación, les aseguró y luego comenzó a ir hacia la puerta, las dos mujeres  lo siguieron.

Bells suspiró con alivio en el momento en que estúvo a solas. Esa noche había sido una pesadilla. Absolutamente diferente a  lo que ella había esperado.

Suspirando, miró el cuarto con disgusto y rápidamente fue hacia la puerta,  queriendo estar lo más cerca posible de Cullen hasta irse de ese lugar. Un burdel. Por Dios, ¡el hombre la había llevado a un prostíbulo!

¿Esa era su idea de pasar un buen momento? Hizo una pausa en la puerta, espió cautelosamente el pasillo, se relajó cuando vio que estaba vacío. Se moriría de  vergüenza  si alguien descubriese que había visitado ese  lugar.

Bells  acababa de salir al pasillo  cuando unas risas familiares la hicieron detenerse en seco y  observó al  hombre y a la mujer que subian por las escaleras. Le tomó sólo un segundo para reconocer a Lord Biers, el prometido de Beth. En un primer momento se sintió  tan horrorizada que no pudo moverse, el hombre  realmente parecía ser el paradigma de la corrección, y era la última persona que hubiera pensado  encontrar aquí. Pero cuando  la pareja llegó al último escalón  y comenzaron a  avanzar hacia ella,  Bells se dio vuelta y huyó de regreso a la habitación de donde acababa de salir.

Al llegar  a la  puerta, comenzó a cerrarla pero simplemente la arrimó  por temor a llamar la atención con el ruido. Se dio cuenta del error que había cometido un momento después.

— Aquí estamos, este cuarto está vacío.

Bells podía sentir el rubor en su cara tan pronto como entró la pareja.

— Muy Bien, muy  bien, murmuró  alegremente Lord Biers.

Viendo que los dedos cerraban la puerta,  Bells cubrió su rostro con sus manos y esperó ser descubierta.

 

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JAJAJAJA POBRE BELLS, VA QUEDAR TRAUMATIZADA DE POR VIDA, !!!!POR DIOS!!!!, PRIMERO SE LE PEGAN TODAS ESAS MUJERES, DESPUES SE LE MONTA UNA VACA DOMINATRIZ AJAJAJAJA Y AHORA ESTA A PUNTO DE VER COSAS QUE UNA SEÑORITA NO DEBE DE VER JAJAJA Y PARA FREGAR LORD BIERS, ES EL PROMETIDO QUE EL TIO HABIA ESCOGIDO PARA ELIZABETH, OOOOO ESPERMOS QUE NO LA DESCUBRA.

 

BUENO CHICAS LAS VEO MAÑANA. BESITOS.

Capítulo 4: CUATRO Capítulo 6: SEIS

 
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