— ¿Cuáles son tús gustos esta noche, mi lord?
Parpadeando, Bells abrió ligeramente sus manos hasta que pudo espiar por entre sus dedos. Parecía que ni Biers, ni la mujer voluptúosa que estaba con él, se habían tomado la molestia de mirar detrás de él después de cerrar la puerta. Ninguno de ellos la había visto... todavía.
Tragando en seco, ella miró a su alrededor frenéticamente. La puerta de la habitación estaba a la derecha de ella, pero la manija estaba en el lado opuesto de ella. Eso significaba que tendría que dar varios pasos a la derecha sin ser detectada. A ella Le parecieron millas.
Ella estaba de pie directamente en frente del armario, se apoyó contra la puerta cerrada, junto a la que Aggie la había dejado abierta cuando había ido a buscar el látigo. Sería simplemente un paso para ella ocultarse dentro del armario y cerrar la puerta.
— Creo que me gustaría jugar a los indios esta noche, Maisey. Bells escuchó la respuesta de Biers mientras se metía en el armario, pero no tenía idea de lo que eso significaba. Una mirada hacia la pareja mientras cerraba puerta cerrada le mostró al robusto hombre sonriendo con un extraño tipo de entúsiasmo mientras Maisey abría el arcón a los pies de la cama y comenzó a revolver sus contenidos.
Una vez que hubo cerrado el armario, Bells notó que había un de espacio entre las dos puertas, lo suficiente como para tener una visión limitada de lo que sucedía en el cuarto. Ante una exclamación de Maisey, Bells puso su ojo en la hendija y espió. La mujer se estaba enderezando, con unas plumás en una de sus mano y un pedazo de tela en la otra. Se las dio a Lord Biers, y luego regresó a revolver el arcón. Bells miró a Biers, pero cuando él empezó a bajarse los pantalones, ella volvió su atención a Maisey. La mujer había sacado más plumás del arcón.
Poniéndolas a un lado, la mujer rápidamente se sacó toda la ropa menos la camisa, y luego colocó las pluma sus cabello, añadió un par de brazaletes en sus brazos, y se presentó a Lord Biers.
Mirando de nuevo al hombre, Bells casi jadeó en voz alta. Se había quitado todas las prendas y ahora llevaba el pedazo de tela atado como un taparrabos. La otra cosa que llevaba puesta en ese momento era una plumás colocadas en su cabeza, la mirada horrorizada de Bells hacia recorrió su cuerpo rechoncho. El hombre no era más alto que Bells, pero debía pesar al menos el doble que ella. Y cada kilo de peso parecía estar acumulado en su barriga que colgaba ostentosamente, desbordando el improvisado taparrabos. Sus piernas eran muy delgadas, sin nada de músculos, y sus brazos no eran mucho más presentables. Ridículo era la palabra para empezar a describirlo.
— Preciosa, afirmó él con un brillo decididamente lascivo en sus ojos mientras estúdiaba a Maisey. Ven aquí, mi indiecita.
Una sonrisa maliciosa se curvó en sus labios, Maisey sacudió la cabeza y dio un paso.
Biers, en vez de enojarse en lo parecía ser una negativa a obedecerle, sonrió libidinosamente, luego se dispuso a buscarla. Lo que siguió fue el más absurdo juego de persecución y captúra que Bells jamás hubiese presenciado. Maisey se estaba riendo como una tonta y no podía seguir corriendo. Lord Biers, el icono de la dignidad y la seriedad, golpeteaba los dedos contra su boca y emitía un grito a lo indio, y después la perseguía. Podría haberla captúrado con facilidad si así lo hubiese querido, Bells estaba segura, porque ahora Maisey se reía y no se escapaba rápidamente, pero ese no parecía ser el objetivo del juego. La diversión estaba en la persecución.
Bells estaba conociendo un aspecto oculto de la personalidad de Biers y le resultaba increíble. En todo lo que podía pensar era que Beth había tenido razón al haber decidido a huir de ese hombre. Ella simplemente no podía pensar su hermana jugando a ese tipo de tontería.
El juego finalmente llegó a su fin cuando la indiecita hizo una pausa al lado de la cama y giró para hacer frente a su perseguidor con los brazos extendidos como si se entregase a él.
— ¡Oh, mi poderoso cacique! ¡Te pido misericordia! ella fingía que lloraba y rogaba.
Biers se detúvo y se tomó un momento para recuperar el aliento antes de tomar a la muchacha sus brazos.
— Ahora... eres... mía, jadeó él, empujándola sobre la cama.
Bells no puede evitar notar que la mujer aterrizó con las piernas abiertas y la camisa subida hasta sus caderas como si esa escena se hubiese desarrollado en varias ocasiones y ella supiese lo que tenía que hacer. Ella vio a Biers sacándose el taparrabos y, luego, Bells se alejó rápidamente de la hendija de la puerta cuando él se colocó entre las piernas abiertas de la mujer.
Decidiendo que ese sería el momento más propicio para escapar, Bells salió del del armario. La pareja de la cama estaba demásiado ocupada como para notarla cuando dejó la habitación y cerró la puerta silenciosamente.
Bells lanzó un suspiro de alivio como vio que el pasillo estaba vacío . Cullen no estaba a la vista. Realmente no había notado en que dirección había tomado cuando él y la mujer habían dejado el cuarto.
Encogiendo sus hombros, Bells avanzó por el pasillo a la izquierda, segura de que lo iba a encontrar bastante pronto. Eso, o que sería encontrada. La primer puerta que pasó estaba cerrada. Gemidos y risitas venían desde el interior. Bells escuchó hasta que oyó hablar al hombre. Una vez que se aseguró que no se trataba de Cullen, continuó su camino. La próxima puerta también estaba cerrada, y había una llave en la cerradura, pero no se oían sonidos.
Estaba a punto de continuar cuando el sonido de una puerta abriéndose se oyó detrás de su espalda. Maisey, ahora vistiendo su túnica azul transparente, apareció en la puerta y miró de nuevo dentro del cuarto que estaba abandonando. Por un segundo, Bells se sintió demásiado atúrdida como para hacer algo. Dios Santo, a Biers sólo le había llevado un minuto para... para acabar ... eh... acabar con la mujer.
¿Podía terminar tan rápido? Pensó ella con preocupación y , luego se puso rígida cuando oyó la voz de Biers en el pasillo .
Temiendo que él saliese del cuarto en el segundo siguiente, Bells agarró la peri-lla de la puerta que estaba frente a ella. Comenzó a empujarla y sintió pánico cuando vio que no se abría y, luego, recordó la llave en la cerradura y la abrió rápidamente. Se metió en la habitación quedándose con la llave. Trabó la puerta y apoyó su oído para escuchar.
— Te veo un momento, oyó decir a la mujer, luego se oyó el clic de una puerta cerrándose suavemente, seguida por silencio.
Bells empezaba a relajarse cuando la sobresaltó un sonido detrás de ella. Ella se dio vuelta tratando de ver en la oscuridad. Todo lo que podía ver eran vagas sombras. A continuación, el ruido de pasos la hizo estremecerse.
—¿Quién está ahí? preguntó con ansiedad.
Un gemido fue la única respuesta y Bells frunció el ceño, algo de la tensión se desvaneció. Todo está bien, le aseguró ella a la oscuridad. Ya me voy. Lamento haber molestado.
Volviéndose hacia la puerta, la destrabó y la abrió cautelosamente . Una vez que se aseguró que el pasillo estaba vacío. Luego, por curiosidad miró hacia atrás.
Con la luz que ahora entraba del pasillo pudo ver a una muchacha. Era casi era una niña, tal vez dieciséis años, y estaba vestida como una campesina. Ella podría haber sido cualquiera de las jóvenes de la aldea que quedaba cerca de su casa, notó Bells, y luego se dio cuenta que la muchacha estaba temblando de miedo.
Viendo una vela sobre una mesa cerca de la puerta, Bells dio unos pasos y la tomó luego se movió por el pasillo y la encendió con una lámpara de aceite que había allí. Volviendo a la habitación, Bells le sonrió tranquilizadoramente a la niña aterro-rizada mientras colocaba la vela en la mesa.
—¿Estás bien?
Cuando la niña se mantúvo en silencio, Bells se sintió incómoda y, luego fue hacia la puerta.
— Lamento haberte molestado. Yo simplemente estaba tratando de evitar a alguien en el pasillo. Pensé que este cuarto estaba vacío, explicó ella mientras se movía, incómoda por la mirada acusadora de la muchacha.
—¿Quién eres? Preguntó la joven abruptamente como Bells llegó a la puerta.
Haciendo una pausa, Bells la miró curiosamente. La apariencia de esa chica no se parecía en nada a la de las demás mujeres allí. Sus ropas eran simples y muy usadas, el cabello estirado hacia atrás revelando su pálido rostro. Y la puerta había estado cerrada desde afuera Bells recordó repentinamente.
—¿Quién eres? repitió la muchacha, su tono temeroso sacó a Bells de sus pensamientos.
— Sir Bells Cullen, ella mintió con una breve reverencia. ¿Y tú?
— Angela, murmuró la niña tímidamente y, luego, en una voz más fuerte, ¿Estás ... trabajando para ella? Para Aggie, quiero decir.
Bells se sobresaltó.
— ¡Por supuesto que no! Notó que se aliviaba algo de tensión en la muchacha. Lanzando una mirada alerta hacia la puerta, Bells frunció la frente y volvió a preguntar, ¿Qué estás haciendo aquí?
— Ella no me deja salir.
Bells asintió. Era lo que sospechaba, por supuesto, pero comprobar sus sospe-chas le creaba un problema. Ella no era el tipo de persona que podría decir, Lo siento querid, lo que te pasa es una vergüenza y una pena, y luego dejar a la muchacha a su destino.
—¿Qué quiere Aggie de tú?
— Ella quiere que yo trabaje de...eh... .
La vergüenza que acompañó esa admisión era palpable. Era evidente que la chica no estaba de acuerdo con la vieja arpía. Pero Bells tenía que estar segura antes de tomar cualquier decisión apurada.
— ¿Quieres estar aquí?
—¡No! El sentimiento detrás de la palabra era muy claro.
De repente, Bells cerró la puerta, puso llave, y luego se dirigió a la joven, suspirando cuando vio el miedo intenso en la expresión de la muchacha.
— Todo está bien. No te haré daño. Simplemente pienso que es mejor que nadie nos vea que estamos solos. La última cosa que necesitamos ahora es compañía.
La muchacha no pareció muy aliviada con esa explicación, pero Bells no sabía qué más decir para calmarla, así que no lo intentó. Su mirada fue hacia la ventana.
—¿De dónde eres? Bells le preguntó para distraer a la muchacha mientras se movía hacia la ventana más cercana.
— Woodstock, mi lord.
Bells gruñó mientras corría las pesadas cortinas que cubrían la ventana.
Ellos habían pasado por esa pequeña aldea en el viaje a la ciudad. ¿Qué estás haciendo en Londres?
— Vine buscando un trabajo... trabajo respetable, añadió ella apresuradamente. Un puesto como una sirvienta. No hay trabajo disponible en Woodstock y...
— ¿Cómo acabaste aquí, en Aggie's? preguntó Bells.
— El cochero. El cochero es amigo de mi padre y me dejó viajar con él en el carruaje sin pagar. Cuando llegamos aquí... Aquí conocí a lady Roughweather.
Bells se dio vuelta y la miró.
— ¿Lady Roughweather?
— Aggie, explicó la muchacha con una mueca. Ella se hacía llamar Roughweather en el momento que la conocí.
Bells hizo una mueca y se dio vuelta hacia la ventana. El cuarto daba a un callejón. Estaban en un segundo piso y sería muy doloroso lanzarse al suelo de piedra que había debajo, pero...
— Hay que tenemos que hacer.
—¿Qué tenemos que hacer? preguntó Angela curiosamente, teniendo un paso más cauteloso.
Estúdiándolo, Bells evaluó su altúra y su delgadez.
— Termina de contarme acerca de lady Roughweather, le instruyó ella, luego se dio vuelta para abrir los postigos. Parecía que Aggie no creía que la niña podría ser suficientemente inteligente como para tratar de escaparse por la ventana. Evidentemen-te eso era cierto, pues la niña todavía estaba allí. Bells se dio vuelta para terminar de escuchar el final de su historia.
— Bien... ella parecía buena. Pretendió sentir una gran preocupación para mí. Me dijo que no era seguro para una muchacha bonita como yo caminar por las calles de Londres sola. Ella se ruborizó pero, luego, frunció el ceño y agregó. Ella me dijo tenía un hogar para niñas que huyen de sus casas y me preguntó si tenía un lugar donde quedarme y si no tenía hambre. Cuando le contesté que no, que no tenía un lugar donde quedarme, y que tenía mucha hambre, ella me sugirió ir su casa para comer algo. Luego veríamos si ella podía encontrarme un lugar para quedarme hasta que yo encontrase un trabajo. Vine aquí con ella, entremos por la puerta de atrás, por la cocina. Fue allí que me dio de comer. Después yo estaba muy cansada y ella me sugirió descansar y me llevó al cuarto.
—¿No te preguntaste qué tipo de lugar es este cuando viste a las otras mujeres? preguntó Bells con exasperación.
— Yo no vi a las chicas. Era temprano a la mañana cuando llegué y todo estaba en silencio. Me imagino que todas aún estarían en la cama. Ella hizo una mueca. Yo estaba muy cansada. En el momento en que terminé la avena que ella me dio, estaba tan cansada que creí que no iba a poder subir las escaleras. No me acuerdo de haber entrado a la habitación y haberme metido a la cama.
— Probablemente te drogó, decidió Bells con repugnancia, luego le dio una sonrisa tranquilizadora cuando vio la preocupación en la cara de la niña.
—¿Qué pasó cuando te despertaste? Volviéndose hacia la ventana, Bells la abrió. Se asomó para estúdiar la pared u otras ventanas vecinas. Había otra ventana, pero las cortinas estaban cerradas. La pared no ofrecía salientes de donde agarrarse.
— Eso fue sólo hace un rato, murmuró Angela en respuesta a su pregunta.
— La puerta estaba cerrada con llave cuando traté de salir. Empecé a gritar y a golpear la puerta y vino lady Roughweather. Ella se mostró agradable al principio. Me dijo que debía llamarla Aggie, no lady Roughweather, y me preguntó cómo me sentía... Pero yo me di cuanta que algo andaba mal. La puerta estaba abierta cuando hablábamos y vi pasar a mujeres con pocas ropas, riéndose vulgarmente y un hombre... él le había metido la mano por el escote y le estaba tocando... Angela hizo una pausa y se ruborizó ligeramente, y luego encogió los hombros. Eso y los sonidos de la habitación de al lado me dijeron que esta no era un hogar para fugitivas. Yo le agradecí a lady Aggie, pero le dije que me quería ir. Ella me dijo que estaba bien, siempre y cuando le pagase las monedas que le debo.
—¿Qué monedas?
— ¡Eso es exactamente lo que yo pregunté! Angela asintió con firmeza, torciendo su boca con disgusto.
— Ella dice que es el dinero por la comida y por haber dormido en este cuarto. Me dijo que esta casa no vive de la caridad. Me dio dos opciones pagarle el dinero o pagarle con trabajo. Yo no tengo ningún dinero, terminó Angela amargamente.
— ¿Ella espera que te conviertas en prostitúta por un poco de comida y una cama por una noche?
Cuando Angela asintió, Bells sacudió la cabeza con disgusto.
— Una explotadora, murmuró ella, buscando algo para mantener la ventana abierta. Alcánzame la vela.
Angela dudó y, luego, pareció decidir confiar en ese caballero errante y tomó la vela.
— No, el candelero también, le pidió Bells. Sosteniendo la ventana con una mano, Bells tomó la vela y colocó sobre el antepecho lo más cerca posible de la pares. Ahí está.
Volviéndose hacia el cuarto, miró a su alrededor.
— ¿Tienes pertenencias que desees llevar?
Angela fue hacia la cama, se arrodilló y arrastró un pequeño y maltratado bolso de viaje. Enderezándose, caminó hacia Bells apretando el bolso contra su pecho como si túviese toda la riqueza del mundo en él. Lo que probablemente fuese cierto. Al menos para Angela. El pequeño bolso probablemente era todo lo que poseía. Vamos, no tenemos toda la noche.
Suspirando, Angela reticentemente le entregó el bolso. Bells lo lanzó por la ventana.
— ¿Qué haces? se apresuró la muchacha hacia ella.
— Nos estamos yendo, le explicó Bells, girando hacia la ventana y levantando una pierna sobre el alféizar.
— ¿Por la ventana? La preocupación de Angela era más que evidente.
A ahorcajadas en la ventana, Bells le contestó con calma.
— Bien, yo le pagaría a Aggie por tú estancia aquí, pero no tengo ningún penique en este momento. ¿O quieres que te deje aquí y regrese mañana cuando tenga dinero?
La expresión de la muchacha fue respuesta suficiente.
— Bien. Nos vamos por la ventana entonces. Yo voy primero. Una vez que yo esté abajo, te sientas aquí como yo estoy haciendo, y luego te cuelgas sosteniéndote con las manos y te dejas caer. Yo voy a tratar de ayudarte desde abajo. ¿Entiendes?
— Sí, pero... Angela miró su propio vestido y Bells casi pudo leer sus pensamien-tos. A ella no le gustaba la idea de que un hombre estúviese mirando desde abajo su falda, no importa cual era propósito. Bien, Bells podía comprenderla, pero no estaba dispuesta a confesar su identidad para tranquilizar a la muchacha.
—¿Quieres intentarlo por las escaleras? Bells preguntó un poco impaciente. Como esperaba, Angela cerró la boca y ya no protestó.
— ¡Bells!
Ambas se sobresaltaron con el grito que venía desde el exterior. Bells miró el callejón. Era Cullen, por supuesto. ¿Qué diablos él estaba haciendo en el callejón? era una pregunta a la que no tenía respuesta. Que él estaba furioso era evidente, y Bells suspiró con resignación. Había tenido la esperanza de mantener en secreto esa pequeña aventúra. Su plan había sido rescatar a la muchacha, despacharla, e ir a esperar al carruaje.
—¿Quién es ese? Angela preguntó ansiosamente.
—¿Quién es ese? Cullen dijo apretando los dientes en el mismo momento en que descubría a Angela asomándose por la ventana al lado de Bells.
Haciendo una mueca, Bells miró a uno y a la otra, pero él no túvo que decidir a quién responderle primero porque hubo un sonido en la puerta. Y luego insultos procedentes del pasillo. Bells reconoció la voz como la de Aggie, y túvo que aferrarse al marco de la ventana para mantener el equilibrio cuando Angela repentinamente le apretó el brazo.
— ¡Oh, Dios! La muchacha apenas respiró la palabra.
—¿Qué mierda...? vino el irritado murmullo desde el otro lado de la puerta y, luego, en una voz mucho más fuerte:¡Gloria! ¡Ven aquí! ¿Tienes la llave de esta puerta? Estoy segura que la dejé e la cerradura.
— No me acuerdo si tenía llave, se oyó la voz aburrida de una joven prostitúta.
— ¡Bells! Cullen gritó desde abajo.
Bells soltó el marco la ventana para hacerle señas a Cullen para que se callase. Aggie murmuró de nuevo desde la puerta.
— Bien , no está en ninguno de mis bolsillos. ¿Qué mierda hice con la llave?
— Tal vez la perdiste durante la pelea que túviste con el muchacho, murmuró otra voz riéndose, y Aggie lanzó más insultos.
—¡Mierda con ese muchacho. Probablemente tengas razón. Mejor voy a buscarla al cuarto.
— Maisey está ahí con Lord Biers.
— Oh, Sí. Un suspiro se oyó fuera de la puerta. Lord Biers y su extraños juegitos. Esta es su última visita antes de irse de la ciudad, también. No le va a gustar que lo interrumpa.
— Espera hasta que se vaya, entonces. Bells casi podía oír el la resignación en la voz de mujer, y luego hubo un golpe en la puerta.
— ¿Angela? La voz era dulce, aunque con una nota de malicia. Él está aquí. Y tan pronto como encuentre la llave vendré a prepararte para él. Y no te creas que no voy a encontrar la llave. Porque haré que uno de los hombres rompa la puerta si no la encuentro. Los hombres me pagan lo suficiente como para poder reemplazar mil puertas.
Un silencio fue la respuesta a esas palabras. La voz de Aggie perdió su dulzura.
— ¡Angela! ¿Puedes oírme, muchacha?
— Si... si, Angela jadeó en respuesta cuando Bells le dio un codazo.
Gruñendo con satisfacción, Aggie murmuró.
— Tal vez debería interrumpir a Maisey y a Lord Biers, después de todo. A mi cliente no le gusta esperar, y dudo que esta muchacha vaya a cooperar.
—Haz lo que te parezca, pero Maisey lleva allí por lo menos cinco minutos. En un par de minutos van a salir de todos modos.
— Si. Aggie soltó una carcajada. Maisey dice acaba más rápido que lo que ella tarda en pestañear.
Las voces se desvanecieron, y Bells y Angela suspiraron con alivio.
— ¡Bells!
Insultando entre dientes, Bells se dio vuelta y miró por la ventana.
— ¿Qué pasa?
— ¿Qué diablos estás haciendo?
— Te voy a explicarlo después. Ve a buscar el carruaje y ponlo en la bocacalle.
Cullen dudó y, abrió la boca para decir algo, pero Bells lo interrumpió. Por favor, dijo ella apretando los dientes.
Suspirando, el hombre se fue hacia hasta el callejón murmurando algo para sí mismo.
—¿Quién es él?
Bells sacudió la cabeza ante la pregunta de Angela.
— Más tarde te explico, fue todo lo que respondió, luego le dio a la muchacha una sonrisa tranquilizadora, y se puso sobre estómago sobre el antepecho, bajándose cuida-dosamente. Una vez que quedó colgando de las manos, se soltó y saltó al suelo, haciendo una mueca cuando aterrizó.
En la oscuridad vio el óvalo pálido de la cara de Angela. Ella ya estaba ahorcajadas sobre la ventana.
Ofreciéndole su mejor sonrisa, Bells dio un paso adelante y se paró directa-mente debajo de la ventana y le hizo señas para que bajase. Pero la muchacha había olvidado las instrucciones o las había malinterpretado. En vez de apoyarse sobre su estómago para bajar cuidadosamente, ella se paró en el antepecho de la ventana
Y se lanzó hacia la horrorizada Bells.
Antes que pudiera salirse fuera del trayecto del bólido que caía o incluso moverse, el impacto de la caída de la joven impacto contra su cuerpo. Ambas se derrumbaron en el suelo.
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UY UY UY POBRE BELLS, SI QUE EST@ CHIC@ ES UN IMAN PARA LOS PROBLEMAS, JAJAJA PRIMERO SE ESCABA DE LA VACA GORDA, DESPUES PRECENCIA UNA PERTURVADORA ESCENA Y POR ULTIMO LA JUEGA HACER DE CABALLERO SALVADOR Y POR LO VISTO VA A TERMINAR CON CICATRICES DE GUERRA JAJAJA, POBRECITAAAAAAAA JAJAJA,
BUENO CHICAS LAS VEO MAÑANA CON ESTA HISTORIA TAN DIVERTIDA LA PREGUNTA ES ¿PODRA BELLS RECUPERARSE DE SEMEJANTE CAIDA? JAJAJA ¿QUE DIRA CULLEN AL RESPECTO?
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