Capítulo SESENTA Y UNO
Carlisle miró a Esme dormir a su lado en la cama. Solo la lámpara de su lado iluminaba la habitación y aun así la movió para que la luz no incidiera sobre ella y perturbara su sueño.
Le había quitado el plug y preparado un baño caliente. Ella había estado en remojo durante media hora antes de que él la ayudara a salir, la secara y después se dedicara a su cabello. Pudo ver la sorpresa en sus ojos cuando simplemente se metieron en la cama sin ninguna insinuación sexual.
Miró sus muñecas atadas y sintió endurecerse su pene. Esperar a mañana para tomarla haría que su noche fuera larga, pero estaba claramente agotada y no tenía ningún deseo de tomar demasiado de ella muy pronto.
Se volvió de nuevo a su portátil abierto en su regazo. No era el trabajo lo que ocupaba su mente en ese momento. Era la fantasía de ella.
Mientras revisaba de nuevo el e-mail que le había enviado con los detalles de su fantasía de la subasta, con otras también, frunció el ceño. Era como si hubiera pensado una larga lista de cosas que un maestro haría a su esclavo. Era como si hubiera creado un manual de esclavo/maestro y estuviera usando una lista para ir tachando lo que fuera haciendo.
Negó con la cabeza. Incluso tenía la fantasía de ser atada y azotada por otro hombre mientras Carlisle miraba. Como si tuviera que permitir que otro hombre pudiera tener ese dominio sobre ella. Cualquier castigo, cualquier dolor, cualquier placer llegaría de sus manos o con su supervisión. No iba a ser espectador pasivo respecto a ella.
No había mención de un grupo de tres o más, pero no podía descartarlo de su pensamiento, mucho más a su pesar. Él no compartía. Nunca. Si otro hombre la tocaba, sería porque Carlisle lo permitía, pero nunca más allá de la preparación. Solo Carlisle gozaría de su cuerpo, de su dulzura.
Sin embargo, había muchas otras fantasías que enumeraban clichés de libro de texto para el rol del macho dominante en relación con la mujer sumisa. Todo lo que quería hacer era cumplírselas, aunque fuera por un corto periodo de tiempo, no podía hacerlo todo en el acto.
Entonces, ¿qué debería hacer con las fantasías sexuales de Esme?
Había algunos escenarios que, sin duda, le atraían y los esperaba con interés. Le dio la satisfacción de que ella estaba abierta y la aceptación de los deseos, que aunque ella aun no lo sabía, compartían.
Guardó el portátil y apagó la lámpara. Cuando se acomodó en la cama y se acercó a Esme, ella se agitó y encontró su cuerpo con el suyo, buscándolo, incluso en sueños.
Sonrió en la oscuridad. Hoy había estado a punto de cumplir su fantasía. No moviéndose demasiado rápido. Pero mañana, daría un paso más y la empujaría. Tenía la sensación de que no tendría solo que tomarla, sino que podía pedirle más. Y eso le excitaba como el infierno.
Esme se despertó con el movimiento de los labios contra su cuello. Manos impacientes enmarcando sus caderas, el calor difundiéndose en ella cuando Carlisle se puso entre sus piernas.
—Buenos días—murmuró cuando se introdujo profundamente en ella.
Ella gimió con un sentimiento de plenitud. Un latido bajo empezó en la ingle, caliente y doloroso. Él no podía esperar hasta que se ajustase. Se retiró y empujó hacia delante de nuevo, gimiendo de satisfacción en su oído.
Sus movimientos eran rápidos y urgentes. Pasó sus brazos por detrás de sus piernas y empujó más alto los tobillos hasta que descansaron en sus hombros.
La posición la dejaba más vulnerable, su coño abierto a sus embates. Cada movimiento hacia delante apretaba la carne caliente a la suya. Sus caderas golpeaban la parte inferior de sus muslos y sus nalgas mientras se introducía profundo y duro.
Todavía atrapada en la niebla del sueño, cerró los ojos y se entregó a él. Su placer envuelto, cálido y fluido a su alrededor, la llevaba en una corriente perezosa. Estaba demasiada aletargada para participar, por eso dejó que la tomara, que hiciera lo que quisiera.
Y luego se deslizó desde su coño, su polla hinchada chocó contra su estómago. El fluido caliente surgió contra su vientre mientras él continuaba como una roca.
Con dedos torpes, guió de nuevo a su polla dentro de su coño y se deslizó de nuevo, cálido y palpitante.
Empujó más lentamente dentro de su cuerpo, mientras los últimos vestigios de su liberación fueron arrancados.
Sus ojos se abrieron lentamente, y ella lo miró fijamente mientras él acababa en su interior. Su cabello rubio estaba desordenado, sobresalía en la parte superior y tenía una sombra de barba en algunos puntos de la mandíbula. Sus ojos oscuros brillaban con profunda satisfacción y eso era lo que buscaba. Ella le había complacido.
Ella sonrió pero no dijo nada. Él sonrió y se inclinó a besarla mientras se deslizaba fuera de su cuerpo.
Revisó sus ataduras y luego se levantó para caminar desnudo hacia el baño. Tenía un buen culo. Firme y musculoso. Al igual que el resto de él.
No demasiado musculoso. Ningún tipo de Neandertal con camisa que flexionaba un músculo cada vez que se movía. Estaba más delgado, pero duro.
Se relajó en el lujoso colchón y se quedó mirando el techo mientras esperaba que Carlisle la liberara. Había una extraña paciencia en su estado de ánimo que no se ajustaba a su personalidad. No le gustaba esperar para nada. Y, sin embargo, lo esperaba con una alegría que no hubiera pensado que sentía.
Varios minutos después, Carlisle salió del cuarto de baño, con el pelo aun húmedo de la ducha. Ella volvió la vista hacia un lado y lo vio irse al armario y vestirse. En un momento, caminó hacia el lado de la cama y cogió las esposas.
Tiro suavemente de sus brazos hacia su vientre, y le frotó las muñecas, sus dedos suaves y acariciantes. Primero sacó una y después la otra, dándole un suave beso con los labios.
Había traído un paño húmedo y limpió cuidadosamente su piel, sus movimientos eran lentos y suaves.
—Vuélvete sobre tu vientre—le dijo mientras le daba un suave empujón.
Obedeció y se hundió un poco más entre las sábanas. Sus ojos se cerraron y se echó a reír involuntariamente sobre ella.
—Estabas somnolienta esta mañana—le dijo mientras pasaba la mano por la suave curva de su espalda y luego por la curva de sus nalgas.
Luego la dejó por un momento y ella escuchó un ruido en la habitación. Los cajones se abrían y después se cerraban, y sus pasos de vuelta. La cama se hundió bajo ella mientras se acomodaba de rodillas.
La palma de su mano tomó su parte inferior amorosamente, apretando y acariciando la nalga regordeta. Las puntas de sus dedos, como plumas, se enterraron en la hendidura hasta que rozó la unión estrecha de su culo. Ella se puso rígida y las palabras de persuasión se derramaron sobre ella.
—Relájate, Esme—le dijo. — Sólo voy a poner el tapón de nuevo.
Se obligó a relajarse, arrullada por el placer de su tacto. Fue paciente, acariciándola y dilatándola. Cada roce de sus dedos con su entrada fue añadiendo más y más lubricante hasta que su cuerpo estaba lleno con una necesidad de fuego.
Un solo dedo incursionó en la estrecha abertura, y ella gemía suavemente. No había dolor, solo una necesidad nerviosa que la dejaba temblando contra su mano.
—Ponte de rodillas—ordenó. — La cabeza hacia abajo en la cama y las piernas abiertas.
Poco a poco hizo lo que le ordenó, colocándose de manera que su culo estaba en el aire y su cara enterrada en el colchón.
Más lubricante aliviándole su entrada, dentro, fuera, caricias suaves. Y luego, la firme presión del plug, presionando con fuerza implacable. Su cuerpo se estiraba y protestaba, pero fue sujetado firmemente.
Cerró los ojos y apretó los labios para contener el suave gemido de protesta cuando su apertura se estiró para acomodar el espesor del plug anal.
Lo fue metiendo y sacando, aflojándose, cada vez ganando más terreno hasta que finalmente, con impulso firme, quedó alojado en el fondo de su recto.
Su cabeza se levantó de la cama y su cuerpo sufrió un espasmo y se apretó. Ella aspiró aire por la nariz y trató de estabilizar su reacción. Sus manos se apretaron en puños, la sábana apretada entre sus palmas.
Carlisle le dio un pequeño beso en la parte posterior, y luego se levantó de la cama.
—Date una ducha y luego baja. Trae un cepillo para que pueda cuidar de tu pelo. Voy estar en el comedor.
Ella asintió, con los ojos aún cerrados.
Cautelosamente salió de la cama, la sensación desconocida del tapón se extendía por su trasero, haciendo que fuera más cuidadosa. Dio un pequeño suspiro mientras se encaminaba al baño. Lo que quería realmente era darse un baño caliente, pero no quería hacer esperar más a Carlisle.
Se duchó rápidamente y se secó. La banda de oro en el brazo brillaba en el espejo, y se detuvo para examinar su intrincado diseño. El uso de la banda que marcaba su reclamación la hizo sentir como una esclava egipcia.
Un estremecimiento delicado le recorrió mientras miraba hacia abajo, a la banda que hacía juego en el tobillo. La había reclamado públicamente. La había marcado como suya. Había hecho todo sobre lo que había fantaseado y más.
Cuando la fantasía llegó, fue sin duda uno de sus trabajos más exitosos. Todo había salido como estaba previsto y sin problemas. Si tan solo todos sus clientes pudieran sentirse tan satisfechos.
El recordatorio de que esto era un asunto de negocios ponía freno a la emoción decadente que la había invadido momentos antes. Carlisle tenía una manera de hacerle creer que no era así. Aun cuando todo había sido orquestado, incluso el detalle más nimio. Él le hizo creer que era real. Se secó el pelo como pudo, y colocó lo que estaba por fuera en su cara. La toalla había sido una tentación para secarse. Ella quería dejarlo así para ir abajo, pero sentía que dejándola sola en la ducha y bajar sola era una prueba. Había especificado que no tenía que vestirse a menos que él se lo dijera, y difícil, ya que se sentía rara desnuda y con un tapón en el culo, pero ella lo haría.
Con un rubor tiñendo su piel temiendo encontrarse al ama de llaves de Carlisle, o con Sam en su camino al comedor.
Cogió ritmo andando cuando no vio inmediatamente a nadie y se apresuró por el pasillo donde Carlisle le esperaba. En la puerta, se detuvo bruscamente y pensó en darse la vuelta e irse, pero Carlisle alzó la vista y la vio.
Había dos hombres sentados a la mesa con Carlisle. Estaban todos en una conversación y sonaba seria. ¿Habría estado mal que bajara desnuda? ¿O es que Carlisle no sabía que tenía visitantes cuando le pidió que bajara con un tapón en el culo? Carlisle la miró y extendió la mano. Dios, él quería que se acercara a él. Los otros hombres, al ver los gestos de Carlisle, se volvieron y la vieron en la puerta. No hubo sorpresa en sus expresiones, pero sí un destello de lujuria.
Cuando ella no se movió de inmediato, Carlisle alzó una ceja y siguió manteniendo cogida su mano. Demonios. Él quería que se uniera a ellos.
Se adelantó, sintiendo las miradas de los hombres sobre su carne desnuda. A medida que se acercaba, algo de la vergüenza que sentía desapareció bajo la mirada de aprobación de Carlisle. Él capturó su mano y la acercó a él.
—Esme, me gustaría que conocieras al señor Phillips y al señor Granger, dos socios de negocios. Señores, ella es Esme. Me pertenece.
Sus palabras hicieron eco en su mente, fuerte, recordándole el e-mail en el que le había escrito sus fantasías cuando todo había sido vivo y fluido en su mente. Se quedó sin aliento al darse cuenta de que esta, como la subasta, era la encarnación de una de sus fantasías.
Sus rodillas temblaban, y el nerviosismo se deslizó por su espalda como un trozo de madera astillado que enganchaba a la seda.
Carlisle tiró de su mano y la guió hasta el suelo entre sus piernas. Había un montón de espacio entre la silla y la mesa, y se instaló con cautela sobre los talones, teniendo cuidado con el tapón que tenía en su culo mientras ella se movía.
Él acarició su cabeza en su regazo mientras proseguía la conversación con los dos hombres. Ella no trató de dar sentido a todo. Sus nervios estaban saltando como ranas a toda velocidad.
Todo el tiempo que estuvo hablando con los hombres, su mano acariciaba su cara, posicionándola cerca de su entrepierna. Con su mejilla apoyada en el interior del muslo. De repente se abrió los pantalones y se sacó la polla.
Sin perder el ritmo de la conversación, tomó su cabeza con una mano y la polla con la otra y la guió hasta su boca.
Estaba duro y erecto, llenando su boca y empujando su garganta. Ella apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento antes de que sus manos se enredaran en su cabello y la apretó contra él.
No habló con ella, no le dio instrucciones pero la demanda estaba clara. Darle placer. Allí, mientras conversaba con sus socios, ella iba a actuar como la esclava que quería ser.
Movimientos largos y duros. La dejó sin aliento. Su sabor la llenaba. Y luego, mientras disfrutaba de su líquido pre-eyaculatorio, él la tomo del cabello y la mantuvo alejada de su polla. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás, para que su cuello estuviera expuesto, y ella le miró, impotente entre sus manos.
Y entonces lo oyó. La línea de su fantasía, cómo uno de los hombres, con calma, preguntó si Carlisle prestaría los servicios de su esclava para que él también pudiera disfrutar.
Su corazón latió violentamente. Se acordó de esto, había sido casi una vergüenza ponerlo en papel. En su fantasía, Carlisle le ordenaba arrodillarse entre las rodillas de los otros dos hombres y turnarse para darles placer con su boca, mientras él miraba.
—No comparto, señores—dijo Carlisle con voz seca.
Parpadeó sorprendida. Aunque sus palabras estaban dirigidas a los dos hombres, Carlisle la miraba a ella todo el tiempo, como si su declaración se refiriera solo a ella.
—Sin embargo, son libres de observar cómo mi esclava me da placer—finalizó suavemente.
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